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Los remanentes del lago formaron los humedales, que se perpetuaron gracias a
los desbordamientos periódicos del Río Bogotá y sus afluentes. Pese a esta
milenaria historia, los bogotanos empezamos a hablar de humedales, desde hace
relativamente pocos años, pues se desconocía este término por completo.
Debido a esto, los humedales fueron por años víctimas de la ignorancia de las
autoridades y de los ciudadanos, y del crecimiento incesante de la ciudad. Los
humedales han sido desecados, invadidos, contaminados, rellenados y talados,
tanto que de las 50 mil hectáreas, que se estima ocupaban el siglo pasado, en la
actualidad solamente ocupan algo más de 800 hectáreas. Pese a esto los trece
humedales de Bogotá se niegan a desaparecer.
Pero, ¿qué es lo que ha hecho que se vuelvan los ojos sobre estos lugares?, ¿por
qué han sido incluidos como parte de la estructura ecológica principal de la
ciudad? y ¿cuál es la urgencia para que tanto las autoridades, como grupos de
ambientalistas y ciudadanos estén haciendo enormes esfuerzos por conservar lo
que queda de ellos e iniciar su recuperación?.
La respuesta a estas tres preguntas es una sola, es porque los humedales poseen
una increíble cantidad de bienes y servicios ambientales, especialmente
relacionados con biodiversidad.