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(Demografico) Tema 7. La estanda...

albertoforeveer

Análisis Demográfico

3º Grado en Sociología

Facultad de Ciencias Políticas y Sociología


Universidad de Granada

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
➔ TEMA 7: LA ESTANDARIZACIÓN.

● 7.1. La estandarización en el análisis de los fenómenos demográficos.

El efecto de la estructura sobre los fenómenos demográficos:

- Tasas brutas: si están afectadas por la estructura.


- Tasas específicas: no están afectadas por las estructuras.

¿Para qué se estandariza? Para eliminar el efecto de la estructura de edad y sexo de una
población al comparar dos poblaciones.

¿Cuándo se estandariza?

a) Cuando no queremos/podemos utilizar otros métodos (tablas de mortalidad, índices


sintéticos,...)
b) Cuando no disponemos de datos suficientes en una población (ejemplo: población
pequeña).

❏ 7.1.1. Estandarización directa.

Hay ocasiones en que podemos estar interesados en ​comparar la intensidad del fenómeno
demográfico estudiado sin calcular los índices sintéticos o eludiendo la tarea de tener que
construir tablas ​de mortalidad, ​si es este el fenómeno en cuestión. ​En esos casos podemos
utilizar el método de estandarización que puede aplicarse de dos formas distintas. Veremos
primero la ​estandarización directa o de la población tipo.

En España las comunidades autónomas tienen poblaciones con estructuras de edades y tasas de
mortalidad diferentes. Veamos el ejemplo de Andalucía y Cataluña en el año 2010. Para empezar
calculamos sus respectivas tasas brutas de mortalidad, junto las de España, en 2010:

Andalucía: 64.771 / 8.302.917 = 7,8‰

Cataluña: 50.700 / 7.477.527 = 8,0‰

España: 382.047 / 46.562.483 = 8,2‰

Las tasas brutas no representan la intensidad de la mortalidad en las distintas poblaciones


porque están afectadas por la estructura de edades. Ambas comunidades tienen tasas brutas
de mortalidad muy parecidas: 7,8‰ en Andalucía frente a 8,0‰ en Cataluña. Sin embargo, al
observar las tasas específicas en el cuadro 7.1 vemos que en los grupos de edad en que se
concentran la mayoría de las muertes, entre 60 y 94 años, la mortalidad es superior en Andalucía.
Entre 20 y 59 años Cataluña registra tasas algo más altas en varios grupos, sobre todo de
mujeres, pero son tan bajas que producen pocas muertes y, por tanto, pocas diferencias entre
ambas poblaciones. En el último grupo (y el penúltimo de varones) las tasas vuelven a ser más
altas en Cataluña, lo que es normal porque si la gente no ha muerto a edades más jóvenes
necesariamente ha de hacerlo a edades superiores. De esta comparación parece deducirse que, en
realidad, la mortalidad es más baja en Cataluña, a pesar de que su tasa bruta sea ligeramente
mayor, y esto es debido a la estructura de edades. Pero no tenemos un único indicador que
sintetice toda esa información.

Para eliminar el efecto de la estructura de edades, si conocemos las tasas específicas, y obtener
ese indicador que sintetice la comparación podemos utilizar el método de estandarización
directa o de la población tipo, porque tomamos una tercera población como modelo o tipo, a la

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que le aplicamos las tasas de las poblaciones que queremos comparar para ver el efecto que las
distintas tasas de mortalidad tienen sobre esa población de referencia.

Para ello, en el caso de la mortalidad del ejemplo del cuadro 7.1, se toma como población tipo la
de España, que comprende a ambas, y​ se siguen varios pasos:

❖ Primero se calculan las muertes esperadas por grupos de edad para un población
como la española a partir de las tasas de las otras dos poblaciones, por el simple
procedimiento de multiplicar las tasas específicas de éstas por los efectivos en cada grupo
de edad de la población española: primero con las tasas de Andalucía y luego con las
tasas de Cataluña. Si la tasas se obtienen aplicando la fórmula:

m=D/P

las defunciones se calcularán despejando en ella:

D=m•P

Aunque hay que tener en cuenta que como las tasas del cuadro 7.1 están expresadas en tantos por
mil (multiplicadas por mil), es necesario dividir por mil para obtener la cifra de defunciones​.

❖ Segundo, al sumar las defunciones por edades se obtienen las ​defunciones totales
estandarizadas, que llamamos así porque no son las defunciones realmente producidas,
sino las que se producirían en España de tener la mortalidad por edades de Andalucía, en
un caso, y de Cataluña, en el otro. Son las muertes esperadas o estandarizadas con la
mortalidad de Andalucía y Cataluña que se recogen en la última fila del cuadro 7.1.

❖ Tercero se procede a ​comparar las muertes estandarizadas entre sí y con las muertes
realmente producidas en la población de referencia, que es la población tipo. Esta
comparación podemos hacerla de​ cuatro formas distintas:

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a) Comparar directamente los resultados absolutos; es decir, cuantas defunciones se
producirían en la población tipo si esta tuviese las pautas de mortalidad por edades y
sexos de las poblaciones cuya mortalidad estamos comparando: Andalucía y Cataluña.
b) Calcular unas tasas brutas estandarizadas de mortalidad; ​es decir qué tasa bruta
tendría la población tipo si tuviese las pautas de mortalidad por edades de las dos
poblaciones que estamos comparando.
c) Calcular unos índices estandarizados de mortalidad​, que no son sino unas medidas
relativas en comparación con la mortalidad de la población que nos sirve de referencia y
que se pueden expresar en base 1 o base 100; es decir, que son índices, no proporciones.
d) Calcular los porcentajes en que la mortalidad de una población difiere de la
mortalidad de la población de referencia; ​lo que en el fondo es lo mismo que los
índices estandarizados pero expresados de otra manera.

Resultados: los nacimientos/defunciones estandarizados son los que teóricamente tendría la


población de referencia si tuviera la fecundidad/mortalidad por edades de cada una de las
poblaciones estudiadas.

Así tenemos un único indicador que resume la situación de la mortalidad en las poblaciones
analizadas en relación a la población de referencia, la que sirve de población tipo. El mejor
indicador es, sin duda el tercero, el ​índice estandarizado en base cien, pero puede resultar muy
útil pensar y razonar en términos del cuarto, los​ porcentajes de diferencia.

Adviértase que en los cálculos realizados en el cuadro 7.1 se opera arrastrando decimales, por
eso el total no coincide con la suma de los parciales indicados, todas cifras redondeadas. Por
ejemplo la suma para Cataluña de las defunciones que figuran en el cuadro es 373.096, pero
arrastrando decimales es la ofrecida en el cuadro, cuatro unidades mayor. Además, para que la
estandarización contribuya realmente a eliminar el efecto de la estructura es necesario que
tengamos en cuenta no solo las edades, sino ambos sexos, pues sus pautas de mortalidad son muy
diferentes.

La interpretación de los resultados es muy sencilla, pues si los españoles tuviesen la mortalidad
de las personas andaluzas, se producirían en España 434.736 defunciones, en lugar de los
382.047 que en realidad se produjeron en España en 2010. Y con la mortalidad de Cataluña,
373.100 defunciones. Es decir, que en Andalucía la mortalidad es mayor, mientras que en
Cataluña es menor que la media española y, por tanto, que la mortalidad en Andalucía es mayor
que en Cataluña.

Además, se pueden calcular ​tasas brutas estandarizadas, q ​ ue se calculan como cualquier tasa
bruta, aunque no con los acontecimientos reales, sino con los estandarizados. Las tasas brutas
estandarizadas de mortalidad de las tres poblaciones serían:

Andalucía: 434.736 / 46.562.483 = 9,3‰

Cataluña: 373.100 / 46.562.483 = 8,0‰

España: 382.047 / 46.562.483 = 8,2‰

Aunque se haya utilizado en el denominador la población de España, las tasas reflejan la


situación de la mortalidad en Andalucía y Cataluña y son comparables entre sí porque, si bien
están afectadas, como toda tasa bruta, por la estructura de edades, en ambos casos se trata de la
misma estructura, la de España, por lo que en realidad lo único que se compara es lo que las
diferencia, el fenómeno de la mortalidad de cada una de sus poblaciones. De la misma forma,
ambas tasas son comparables con la tasa de mortalidad real de España, calculada en tercer lugar.

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Por otra parte, en Andalucía la tasa estandarizada es bastante más elevada que la tasa real,
calculada al principio de este epígrafe (9,3‰ frente a 7,8‰). Es decir, que Andalucía tiene una
tasa bruta más baja que la que le correspondería si tuviese la misma estructura de edades que
España. Y eso es así porque Andalucía tiene una estructura más joven. Sin embargo, la tasa
estandarizada de Cataluña es igual que la tasa real. Esto es, que la estructura de edades de
Cataluña, en comparación con la de España, no introduce ningún efecto apreciable. De hecho, en
Cataluña y España el porcentaje de personas de 60 y más años sobre el total es del 22%, mientras
que en Andalucía es del 20%.

Por fin, pueden calcularse los ​índices estandarizados de mortalidad. ​Para hacerlo se parte de
las defunciones estandarizadas y las reales de la población de referencia. Expresado en base cien,
se trata de decir cuántas defunciones se producirían en España si tuviese la mortalidad de
Andalucía, por cada cien defunciones que se producen en realidad en España. Para ello
simplemente establecemos una relación matemática entre ambas cifras y la expresamos en base
cien. En las poblaciones analizadas tenemos:

IEM Andalucía: 434.736 / 382.047 = 113,8 en base cien

IEM Cataluña: 373.100 / 382.047 = 97,7 en base cien

IEM España: 382.047 / 382.047 = 100,0 en base cien

Obviamente el tercero de los índices no tiene sentido porque se compara la mortalidad de España
con ella misma. Pero esto nos permit​e advertir sobre los índices estandarizados que:

a) No son tasas sino números índices que son siempre un indicador relativo, no absoluto;
es decir, que no tienen significado en sí mismos, sino en función de la población que
tomamos como referente, que en este caso es España.
b) Que se expresan en base 1 o base 100, pero ​no son proporciones o porcentajes en los
que el numerador está contenido en el denominador, por eso no se utiliza el símbolo %.
Son una relación matemática entre dos cifras que comparamos entre sí de las cuales el
término de referencia siempre está en el denominador.

Sirva de ejemplo el índice más conocido, el índice de precios al consumo. Si decimos que el
índice hoy es 115 con base en 2001, lo que indicamos es que para comprar el mismo conjunto de
productos hoy se necesitarían 115 unidades monetarias frente a 100 en 2001. Pero, en sí mismo,
100 no significa nada, no sabemos qué es lo que compramos con esa cantidad de dinero. En
realidad lo que se define como la "cesta de la compra", que representa lo que consumen de media
los hogares españoles, es algo determinado de forma técnica a lo que casi nunca, como
ciudadanos normales, accedemos. Lo que sí podemos decir es que hoy necesitamos un 15% más
de dinero para hacer frente a la misma cesta de la compra. O que los precios han subido un 15%.
Pero no decimos que el índice es de un 115%, sino que es 115 en base 100.

En el caso de la mortalidad diríamos que la de Andalucía es mayor que la de España, porque por
cada cien defunciones que se produjeran con la mortalidad española se producirían 113,8 con la
andaluza; esto es, un 13,8% más. Mientras que en el caso de Cataluña se producirían un 97,7, un
2,3% menos. Esta es la cuarta forma de expresar los resultados de la estandarización a que nos
referíamos antes; es decir,​ diferencias en porcentaje​ en el fenómeno analizado.

Este método es aplicable a todos los fenómenos demográficos, para comparar la intensidad de
ese fenómeno en poblaciones con tasas específicas diferentes. En el caso de la mortalidad que
nos ha servido de ejemplo la estandarización directa puede servir para compararla en dos
poblaciones distintas sin necesidad de calcular tablas de mortalidad para obtener el indicador que
elimine el efecto de la estructura, la esperanza de vida; puesto que es más simple la
estandarización que la elaboración de tablas. Sin embargo, para la fecundidad es menos útil,

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porque si tenemos las tasas específicas por edades simples o por grupos quinquenales de edad
podemos calcular, de forma más fácil, el índice sintético de fecundidad. En todo caso, aunque es
un método muy útil, su uso no está exento de problemas (ver Livi-Bacci, 1993: 101).

❏ 7.1.2. Estandarización indirecta.

Otro procedimiento es el método de ​estandarización indirecta o de las tasas tipo, único


método que se puede utilizar cuando disponemos de menos información. Por ejemplo, cuando de
las poblaciones que queremos comparar no tenemos los acontecimientos clasificados por edades
y, por tanto, no podemos calcular tasas específicas por edad. Lo que ocurre frecuentemente en
poblaciones pequeñas, porque no se suelen publicar estadísticas tan desagregadas por grupos de
edad. O también ocurre con subpoblaciones definidas por alguna característica para la cual las
tabulaciones son más limitadas. Por ejemplo, podemos saber cuántas defunciones se producen
por clases ocupacionales (profesionales y técnicos, trabajadores manuales...), pero no su
clasificación por edades.

Si no se dispone de las tasas específicas de las poblaciones a comparar, pero sí de los efectivos
por edades, se puede estandarizar en función de las tasas de una tercera población, normalmente
más amplia y que las engloba. Para ello lo que hacemos es aplicar dichas tasas tipo a las
poblaciones a comparar, para obtener el número de sucesos estandarizados indirectamente. A
partir de ahí se puede calcular, igualmente, un índice estandarizado.

Se trata de obtener nacimientos/defunciones estandarizados usando las tasas específicas


(fecundidad/mortalidad) de la población de referencia y la distribución de las poblaciones que se
quieren estudiar.

En el cuadro 7.2 se calculan de esta forma los nacimientos estandarizados de dos poblaciones
algo especiales, las de las áreas metropolitanas de Granada y Sevilla, para las que la
disponibilidad de datos es más limitada, pues tales áreas no son contempladas por nuestros
sistemas estadísticos, aunque sí en otros países.

En los cálculos realizados la fecundidad es siempre la de Andalucía y sus tasas se aplican a las
estructuras de edades de las áreas de Granada y Sevilla. En este caso, al tratarse de la fecundidad,
solo nos interesan las mujeres en edad fértil. Como ocurría en el cuadro anterior, dado que las
tasas específicas de fecundidad están expresadas en tantos por mil, hemos de expresarlas en
tantos por uno antes de multiplicar o bien dividir el resultado por mil.

Además, los cálculos del cuadro 7.2 se han realizado con tasas calculadas para un periodo de tres
años (como ya sabemos se suman los nacimientos de los tres años y se dividen entre tres para
obtener el número medio de nacimientos anuales). Pero se ha tomado como denominador la
población del censo de 2001, cuya fecha de referencia es a 1 de noviembre y, por tanto, no se
corresponde con la mitad del periodo 2000-2002 (la mitad sería 1 de julio de 2001). Este
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proceder es incorrecto para calcular un índice sintético de fecundidad, pero no es relevante en los
índices estandarizados, siempre que procedamos de la misma forma en todas las poblaciones que
vamos a comparar. Por eso las tasas andaluzas que utilizamos en el cuadro 7.2 están de esta
forma "mal" calculadas, pero aplicada de igual manera en todas las poblaciones.

Los resultados nos dan unas cifras de nacimientos totales estandarizados diferentes de los reales,
excepto en el caso de Andalucía porque en este caso son los nacimientos que se producen en
Andalucía con su propia fecundidad. Sólo en esta caso nacimientos estandarizados y reales
coinciden.

Para interpretar correctamente los resultados hemos de tener en cuenta los nacimientos medios
realmente producidos en el periodo 2000-2002, que se recogen en el cuadro 7.3, además de los
estandarizados. Podemos ver que:

a) Las diferencias en la fecundidad de las tres poblaciones es pequeña, especialmente la del


área de Granada, que es prácticamente la misma que la de Andalucía.
b) Esto lo vemos en las pequeñas diferencias entre nacimientos reales y estandarizados, así
como en los índices estandarizados.
c) Se ven mejor si expresamos las diferencias en porcentajes, la fecundidad del área de
Sevilla es un 1,6% menor que la de Andalucía.

Resultados: los nacimientos/defunciones estandarizados son los que tendrían las poblaciones
estudiadas si tuvieran la fecundidad/mortalidad de la de referencia.

Para calcular el índice estandarizado lo único que tenemos que hacer es comparar los
nacimientos reales con los nacimientos estandarizados. Al contrario de lo que se hacía en la
estandarización directa. La razón es que ponemos en el denominador la cifra que representa la
fecundidad que sirve de referente, la de Andalucía, que son los nacimientos estandarizados, ya
que para su cálculo hemos utilizado las tasas de Andalucía. Los nacimientos reales han de ser los
del mismo periodo, 2000-2002. En el área metropolitana de Granada, partiendo de las
estadísticas oficiales​, la media es la cantidad que aparece en el cuadro 7.3. que se calcula como
sigue:

Nacimientos 2000-02 = (4.779 + 4.823 + 4.705) / 3 = 4.769

Índice estandarizado de fecundidad = 4.779 / 4.765 = 1,001 = 100,1 en base cien

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● 7.2. Aplicación de la estandarización al análisis comparativo de la fecundidad y la
mortalidad.

❏ 7.2.1. Los resultados de la estandarización.

Para aplicar la estandarización e interpretar sus resultados es preciso entender perfectamente la


lógica del análisis. ​Se estandariza para eliminar el efecto de las estructuras demográficas​.
Como ya sabemos:

a) Las ​diferencias en los indicadores o tasas brutas pueden ser debidas tanto a las
estructuras como a los fenómenos demográficos que estemos midiendo.
b) Por eso necesitamos procedimientos e indicadores que ​eliminen el efecto de las
estructuras, uno de los cuales es la estandarización, y el indicador que lo permite el
índice estandarizado.

La estandarización es un procedimiento que puede usarse no solo en la fecundidad y la


mortalidad, tal como aquí estudiamos, sino en el resto de los fenómenos demográficos, como
nupcialidad o migración. Además, es posible su uso más allá de la demografía y no solo para
eliminar el efecto de la estructura de edades, pues puede aplicarse a otros efectos estructurales
(por ejemplo una estructura ocupacional o de clases). En lo que aquí respecta, ​el índice
estandarizado es la comparación entre la fecundidad o la mortalidad de dos poblaciones. Se
logra relacionando acontecimiento reales y estandarizados, poniendo siempre en el
denominador lo que sirve de referente, el término de comparación. ​Por eso:

a) En la ​estandarización directa​, los acontecimientos reales se sitúan en el denominador,


porque son los que representan la fecundidad o la mortalidad de la población tipo. Son
fruto de la población real que sirve de tipo, por las tasas reales de esa misma población,
por lo que representa la magnitud del fenómeno en esa población.
b) En la estandarización indirecta, los acontecimientos estandarizados son los que se
sitúan en el denominador, porque representan la fecundidad o la mortalidad de las tasas
tipo. Aunque la población que da lugar a tales acontecimientos es otra, las tasas son las de
la población de referencia, por eso esta cifra es la que debe estar en el denominador.

El índice estandarizado hace desaparecer el efecto de la estructura por la simple razón de que las
cantidades que situamos en numerador y denominador están, ambas, afectadas por la misma
estructura; no porque esas cifras no estén sometidas al efecto de las estructuras.

Expresado de forma más simbólica que matemática, referidas a una población A que
comparamos con una tipo, podríamos escribir:

Hay que tener en cuenta que las anteriores expresiones no son fórmulas que sirvan para el
cálculo. Lo que están expresando es el origen de los acontecimientos reales y estandarizados que
se comparan, aunque no dispongamos de las tasas de todas las poblaciones en ambos tipos de
estandarización. Por ejemplo, en la indirecta, en el numerador tenemos los acontecimientos
reales, que no nos hace falta calcular conociendo las tasas específicas y aplicándolas a la
estructura. Pero tales acontecimientos no dejan de ser fruto de una estructura y unas tasas,
aunque no conozcamos estas últimas.

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En el primer caso tanto las cifras de numerador como de denominador están afectadas por las
estructuras de la población tipo; mientras que en el segundo están afectadas por las estructuras de
la población que estamos comparando, la A. Por tanto, como las estructuras son las mismas en
numerador y denominador, lo que finalmente comparamos son las tasas, los fenómenos en
cuestión.

Por otra parte, si las tasas específicas utilizadas en la estandarización corresponden a un periodo
de más de un año, los acontecimientos estandarizados deben compararse con la media anual de
los sucesos reales del mismo periodo; como hemos visto en el ejemplo de la estandarización
indirecta utilizado en los cuadros 7.2 y 7.3.

Si, por ejemplo, el índice estandarizado de un fenómeno es 120 en una población A en


comparación con otra población X, eso quiere decir que tal fenómeno, con independencia de la
estructura de edades de ambas poblaciones, se presenta con mayor intensidad en A que en X. Si
tal fenómeno es la mortalidad, eso quiere decir que en todas o casi todas las edades la
probabilidad de morir es mayor en A que en X, un 20% de diferencia media en tales tasas.
Precisamente porque​ al estandarizar se elimina el efecto de la estructura de edades.

Lo que no ocurre al comparar las tasas brutas. ​Si la tasa bruta de mortalidad es mayor en A
que en X, eso no quiere decir ni que su esperanza de vida sea más baja (lo que ocurriría si la
probabilidad de morir a las distintas edades fuese superior en A), ni que la población de A esté
más envejecida que en X. Ambas cosas son posibles, pero no se pueden deducir de las
diferencias en las tasas brutas; precisamente porque en las tasas brutas ambos efectos se
presentan mezclados. Es decir, lo que logramos con la estandarización es separarlos. De esa
forma podemos saber más sobre el porqué de las diferencias en las tasas brutas, a lo que
dedicaremos el siguiente epígrafe.

❏ 7.2.2. Identificación del efecto de las estructuras.

Lo que sigue tiene como objeto enfrentarse a la interpretación de tasas brutas frente a otros
indicadores, ver cómo funcionan los indicadores: de qué son indicadores y cómo están
afectados por los efectos de estructura. También tiene por objeto que veamos en la práctica
cuáles son las condiciones en que podemos comparar las tasas entre unas poblaciones y otras, de
las diferencias entre comparar números absolutos, tasas brutas, porcentajes,...

Supongamos que estamos estudiando dos poblaciones, de las cuales la A tiene una tasa de
natalidad de 12‰ y la B de 10‰. Al estandarizar, tomando como tasas tipo las tasas de
fecundidad por edades de la población B obtenemos un índice estandarizado de 95 en A tomando
como base cien la fecundidad de la población B. Veamos qué significan estas cifras:

- La diferencia en las tasas brutas muestra que en la población A nacen más niños que en la
B por cada mil habitantes, pero esto puede deberse tanto a diferencias en las estructuras
como en la fecundidad. Observando exclusivamente las diferencias en las tasas brutas no
podemos saber cuáles son las razones que las explican.
- Sin embargo, el índice estandarizado nos indica que la fecundidad, una vez descontado el
efecto de las estructuras, es más baja en la población A, que las mujeres de esta población
tienen menos hijos por mujer, 95 por cada cien que tendrían con la fecundidad de B. Es
decir, en número de hijos por mujer, la fecundidad es menor en A.
- Por tanto, si nacen más niños por cada mil habitantes -la natalidad es mayor-, pero el
número de hijos por mujer es menor en A en relación a B -la fecundidad es menor-, solo
puede deberse a las diferencias en las estructuras de edades y sexos de ambas
poblaciones. Estas diferencias deben concentrarse en la importancia relativa de las
mujeres en edad de tener hijos en relación al conjunto de la población, por eso decimos
que la proporción de mujeres en edad fértil en A debe ser superior a la de B.

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Obsérvese que en este ejemplo, referido a nacimientos, al comparar ​tasas brutas hablamos de
natalidad, sin embargo al comparar ​índices estandarizados hablamos de fecundidad. En el
primer caso referimos los nacimientos al conjunto de la población, en el segundo a las mujeres
en edad fértil. Es decir, utilizamos dos nombres distintos: ​natalidad y fecundidad.

Es decir, la comparación de las diferencias en las tasas brutas y los índices estandarizados nos
permite ver cómo afecta la estructura a la dinámica demográfica, determinada por las tasas
brutas. Pero, con frecuencia, la interpretación es algo más compleja que la del ejemplo anterior,
porque las tasas brutas y los índices se expresan de forma muy distinta y, por tanto, son
cuantitativamente incomparables entre sí. Unas son tasas en tantos por mil, los otros índices en
base cien.

❏ 7.2.3. Un ejemplo referido a la fecundidad y a la natalidad.

Volvamos al ejemplo de las áreas metropolitanas de Granada y Sevilla a partir de la


estandarización indirecta realizada anteriormente. En el cuadro 7.4 se recogen las tasas brutas de
natalidad de las tres poblaciones que comparamos. Vemos que son diferentes pero necesitamos
alguna medida de las diferencias que pueda compararse con las que podemos obtener de los
índices estandarizados. Estos, como vimos nos dan un resultado casi directo. En el caso de
Sevilla, la diferencia en la fecundidad respecto a Andalucía, que nos da las tasas tipo, es el índice
estandarizado menos cien que representa el nivel de fecundidad de Andalucía:

% de diferencia en fecundidad = 98,4 - 100 = -1,6%

Para compararlo con la diferencia en la natalidad bruta debemos hacer algo parecido, expresarla
como porcentaje de diferencia respecto a la de Andalucía que en el caso de Sevilla es:

% de diferencia en natalidad = (11,48 - 11,03) / 11,03 = 4,1%

Es decir, la diferencia absoluta entre las tasas en relación con la tasa de Andalucía, nuestra
referencia. Tenemos, así, que la natalidad del área de Sevilla es un 4,1% superior a la andaluza.
Hemos obviado los tantos por mil y nos hemos centrado en los valores absolutos, con lo que
evitamos un error muy frecuente: nunca debemos decir que la diferencia en la mortalidad bruta
de es del 0,45‰; es falso, porque 11,48 no es un 9,45‰ mayor que 11,03. La diferencia es de un
+4%, puesto que 11,48 es un 4% mayor que 11,03. También podemos decir que la diferencia es
de 0,48 puntos por mil, lo que es diferente a 0,48‰, porque al decir puntos por mil nos estamos
refiriendo a una diferencia absoluta, no relativa.

Tanto las tasas brutas como las diferencias en natalidad y fecundidad se recogen en el cuadro 7.4.

En el área metropolitana de Sevilla la fecundidad es menor que en Andalucía, casi un 2%, lo que
quiere decir que la mujeres sevillanas tienen menos hijos que las andaluzas, muy pocos menos,
con independencia de que haya más o menos mujeres en números absolutos o relativos.
Precisamente para afirmar tal cosa, eliminar el efecto de la estructura, hemos estandarizado. Sin
embargo, el área metropolitana de Sevilla nacen un 4% más de niños (sin tener en cuenta el
distinto tamaño de las poblaciones, como si ambas tuviesen mil habitantes). Eliminamos el
efecto del tamaño, pero no de la estructura, porque comparamos tasas brutas.
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Es decir, que en el área de Sevilla las mujeres tienen menos hijos, pero nacen más niños, en
comparación con Andalucía. Y si nos preguntamos cómo es que pueden nacer más niños si las
mujeres tienen una fecundidad menor, la respuesta no puede estar en otro sitio que en las
estructuras demográficas: es lo que marca las diferencias del -1,6% en fecundidad frente al 4%
en natalidad. Porque la segunda difiere respecto a la primera en que se ve afectada por las
estructuras. La respuesta está en la última fila del cuadro 7.4: hay proporcionalmente más
mujeres en edad fértil en el área de Sevilla que en Andalucía. Así, aunque las mujeres sevillanas
tengan menos hijos, nacen más niños, porque hay más mujeres en edad de tenerlos.

Hay que advertir que la diferencia en la proporción de mujeres de 15 a 49 años en Sevilla y


Andalucía es suficiente. Un punto porcentual de diferencia es bastante, porque esos porcentajes
tienen un margen de variabilidad pequeño.

En el caso de Granada podemos preguntarnos cómo es que, teniendo una fecundidad casi igual
que la andaluza y un porcentaje de mujeres en edad de procrear también mayor, la diferencia en
la natalidad no es a su vez mayor. La respuesta es que dentro de las mujeres en edad fértil
también hay efecto de estructura. En el área de Granada el porcentaje de mujeres de 25 a 34
años, las de mayor fecundidad, sobre el total de mujeres en edad fértil es menor (30,7 en
comparación 32,3 en Sevilla y 31,3 en Andalucía). Por eso, el efecto de la estructura sobre la
natalidad es menor que en el área de Sevilla, porque son relativamente pocas las que hay en esas
edades concretas, y más las de grupos fértiles pero en que las posibilidades de tener hijos son
menores, las más jóvenes y las mayores.

❏ 7.2.4. Un ejemplo referido a la mortalidad.

En el ejemplo anterior, nos referíamos a natalidad y fecundidad para hablar de nacimientos, sin
embargo en este ejercicio no disponemos de dos palabras distintas, pues tanto cuando
comparamos indicadores brutos como estandarizados hablamos de mortalidad, solo que en un
caso estará afectada por la estructura y en el otro no, por ello para evitar confusiones diremos
mortalidad bruta y mortalidad estandarizada. Esta última se refiere al nivel de mortalidad, la
diferencia en las probabilidades de supervivencia o en la longitud media de la vida; es decir
aquello que medimos mediante la esperanza de vida al nacer cuando elaboramos tablas de
mortalidad.

Evitamos el cálculo de las defunciones estandarizadas por el método de las tasas tipo (específicas
por edades y sexos), que son las de Andalucía, y recogemos los resultados en el cuadro 7.5. Por
un lado los indicadores brutos y por otro los estandarizados, además de las diferencias existentes
entre ambos indicadores respecto a Andalucía, que sirve de referencia.

Tanto en las áreas de Granada como de Sevilla, si sus estructuras fuesen idénticas a las de
Andalucía, las diferencias en los indicadores brutos reflejarían exactamente las diferencias en los
estandarizados. Es decir, que si la diferencia en los indicadores estandarizados es de un 5%, la
diferencia en los brutos sería también de un 5%. El que esto no sea así es lo que nos lleva a
identificar los efectos de la estructura sobre las tasas brutas. Si se incrementa la diferencia
positiva es que la población es más vieja; si se incrementa la diferencia negativa es que la
población es más joven. En general si las diferencias en los indicadores brutos son "hacia arriba"
en relación a las diferencias en los estandarizados (valores positivos más altos o negativos más
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bajos) estamos ante una población más envejecida. En el caso contrario, si esas diferencias se
mueven "hacia abajo" es que la población es más joven.

En el caso del área de Granada, tanto la mortalidad bruta como la estandarizada son más bajas
que en Andalucía. Sin embargo, las diferencias no son de igual magnitud, por lo que deducimos
que en las brutas hay un efecto de estructura, porque no son iguales las de Granada y Andalucía.

Las de Granada deben ser más jóvenes, porque aunque los granadinos tengan menor probabilidad
de muerte (un 3% aproximadamente) todavía se producen menos muertes cuando se comparan
las tasas brutas (un 6% menos). Solo puede ser porque su población está menos envejecida que la
andaluza.

En el área metropolitana de Sevilla la mortalidad estandarizada es mayor que en Andalucía. Es


decir, que sus habitantes mueren antes y tienen menor esperanza de vida. Sin embargo, la tasa
bruta es menor. Es decir que su estructura es más joven.

Además, como las diferencias entre indicadores brutos y estandarizados son mayores que en el
caso de Granada, podemos deducir que se trata de una población también más joven que la de
Granada.

Efectivamente, cuando analizamos las estructuras de edades de las poblaciones comparadas,


vemos que Andalucía tiene en 2001 casi un 19% de personas de 60 y más años de edad (edades
en las que se concentra más del 80% de todas las muertes). Pero el área de Granada tiene un 18%
de personas de esa edad, por lo que es lógico que la diferencia en la mortalidad bruta sea menor
que en la estandarizada. Pero en el área de Sevilla las personas de 60 y más años superan por
poco el 17%, por eso tales diferencias son más acusadas que en Granada.

Dicho de otra manera, la mortalidad bruta es más baja tanto en el área de Granada como en la de
Sevilla. Pero si la de Granada es menor no se debe solo a una estructura más joven sino a que sus
habitantes tienen mayor probabilidad de supervivencia, pues su mortalidad estandarizada es
menor. Mientras que en Sevilla la más baja mortalidad bruta se debe enteramente a un efecto de
la estructura.

En este ejemplo las diferencias en indicadores brutos y estandarizados son más elevadas que en
el caso de la fecundidad visto anteriormente, pues se sitúan entre el 3 y el 6% en negativo o
positivo. Pero en otros casos, las diferencias porcentuales son pequeñas. Cuando son de uno o
dos puntos pueden considerarse poco significativas. Así, si la diferencia porcentual en el
indicador bruto de mortalidad es del 10% y en el indicador estandarizado es del 11%, diremos
que ello refleja estructuras muy parecidas, si bien en la población analizada la probabilidad de
muerte es mayor que en la de referencia.

Para concluir, por todo lo visto, en líneas generales y en los casos más frecuentes, el efecto de la
estructura se puede derivar:

- En natalidad y fecundidad de diferencias en la proporción de mujeres en edad fértil.


- En mortalidad del grado de envejecimiento de la población.

Sin embargo, aunque normalmente lo anterior es suficiente para explicar las diferencias, cabe
matizar algo más, pues en ocasiones las causas pueden ser más sutiles:

- En el caso de natalidad y fecundidad, de diferencias en el interior del grupo de mujeres en


edad fértil; que haya más mujeres en las edades de mayor fecundidad, por ejemplo, en los
grupos de 25 a 34 años, en detrimento de los demás, con lo que los nacimientos tenderán
a ser más numerosos aunque la proporción de mujeres de 15 a 49 sea la misma.

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- En el caso de mortalidad, de la razón de masculinidad de la población, sobre todo en las
edades más avanzadas, puesto que la probabilidad de muerte de los hombres es mayor; si
hay el mismo porcentaje de mayores, pero con mayor presencia de hombres, el total de
defunciones será más alto.

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