poner fin al fraccionamiento territorial heredado de la Edad Media El actual territorio alemán estaba formado en la segunda mitad del S XIX por 30 pequeños estados. El proceso de unificación de la actual Alemania se planteó a partir del enfrentamiento entre los dos estados más poderosos de la región: Austria y Prusia.
Prusia era el estado con mayor desarrollo industrial y
comercial de la región y había formado una unión aduanera y mercado común -el Zolverein- que integraba su territorio con otras regiones alemanas. Esto le dio mucho poder a su burguesía industrial y liberal, que pudo disputarle el poder a la atrasada aristocracia terrateniente. Todos estos fueron factores decisivos que favorecieron a los prusianos para lograr su objetivo de unificar Alemania.
La unificación se hizo efectiva a través de la derrota
de Austria y de una serie de guerras exteriores. Figuras claves de esta estrategia fueron el rey Guillermo I y su canciller el Primer Ministro Otto von Bismarck.
El triunfo militar obtenido en 1870 sobre Francia
permitió a los prusianos la creación de un nuevo Estado Nacional: el Imperio alemán o segundo Reich, régimen de carácter autoritario, apoyado políticamente tanto por los conservadores como por los liberales
Tras ser derrotada por Prusia, Austria conformó con
los húngaros un nuevo Imperio, el Austro-Húngaro. Se sancionó una Constitución en la que se reconocían como diferentes los poderes políticos de cada reino. Dentro de este imperio convivían pueblos de diferentes nacionalidades y religiones que veían al nuevo régimen como opresor. Esto llevó a permanente rebeliones, una de ellas será la causa, décadas más tarde del inicio de la Primera Guerra Mundial.
Giuseppe Garibaldi (1807-1882)
Garibaldi comenzó a actuar en política en la
agrupación revolucionaria «La Joven Italia», creada por Giuseppe Mazzini en 1830. Participó junto a los «jóvenes italianos» del intento revolucionario de ese año y frente al fracaso, decidió trasladarse a Sudamérica, donde tuvo una activa participación en nuestras luchas civiles y las del Uruguay. En 1848 volvió a Italia y a la lucha, formando en 1860 los «mil camisas rojas», liberando Nápoles y Sicilia del dominio francés.
En Italia, la fragmentación territorial en manos de
diversos poderes, fue superada enfrentando a las grandes fuerzas conservadoras de la época: el Papado en el centro y la aristocracia terrateniente en el sur. En el exterior, los afanes nacionalistas chocaron con la oposición austríaca, que dominaba importantes territorios en el noreste de la península.
La unificación se hizo efectiva a través de la derrota de
Austria y de una serie de guerras exteriores. Figuras claves de esta estrategia fueron el rey Guillermo I y su canciller el Primer Ministro Otto von Bismarck.
La marcha hacia la unidad partió del reino de
Piamonte y Cerdeña, gobernado por Víctor Manuel II y su ministro liberal el conde de Cavour. La modernización del reino, el más poderoso económicamente y la búsqueda de apoyo contra Austria y el Papado formaron parte de la hábil estrategia de Cavour.
A las acciones desarrolladas desde el norte, se
sumaron, en el sur, las del patriota Giuseppe Garibaldi quien a través de la organización de un movimiento popular y republicano, los mil camisas rojas, logró la recuperación de Sicilia y el reino de Nápoles.
En 1871 vencidas todas las resistencias, nace el reino
de Italia con Roma como capital.
Hasta el último tercio del siglo XIX, Italia y Alemania existían
sólo como un amplio concepto geográfico y no como los Estados que son hoy en día.
En Italia, y dentro del contexto de las revoluciones burguesas,
el «Risorgimento» promueve la conciencia nacional en la península itálica y por tanto la creación de un sólo Estado en este territorio. En este sentido, el papel de algunas sociedades secretas como los «carbonarios» es muy importante. Sin embargo, una serie de obstáculos dificultará durante varias décadas la unificación italiana. Entre estos, nos encontramos con la presencia de Austria en una parte importante del territorio italiano, los acuerdos del Congreso de Viena (1815) que impedían la creación de un nuevo Estado o la incógnita de qué ocurriría con Roma, la capital del papado.
En cuanto al proceso en sí mismo, presentó la siguiente
casuística: En 1859, franceses y piamonteses combatieron contra Austria, obteniendo estos últimos a cambio la región de Lombardía. Un año más tarde, los ducados de Parma, Módena, Lucca y Toscana deciden unirse mediante sendos plebiscitos a Lombardía. Garibaldi junto con la expedición de los Camisas Rojas -la expedición de los mil- desembarca en Sicilia y Nápoles, incorporando el reino de las Dos Sicilias al de Piamonte-Cerdeña. En 1861, Víctor Manuel II se proclama rey de Italia. Ya sólo queda resolver la cuestión romana y echar a Austria de Venecia: los italianos aprovecharán la alianza con Prusia en la guerra Austro-Prusiana para tomar el Véneto y convertir Roma en capital del país en 1871.
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