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EL IMPERIALISMO
El imperialismo se puede definir como el sistema en el que la
política, la economía y la cultura de una parte del mundo se
organizan en función del dominio de unos países sobre otro. La
industrialización y el enorme desarrollo tecnológico de Europa,
especialmente en la época de la Segunda Revolución Industrial,
provocaron la separación del mundo en dos grandes grupos: los
países industrializados y los no industrializados. Los primeros
terminaron por imponerse sobre los segundos, que quedaron bajo su
dependencia directa o indirecta. La Europa industrial, gracias a su
vitalidad demográfica, su superioridad industrial, técnica, comercial
y financiera impuso su modelo económico, sus valores, ideales y su
cultura a gran parte del mundo.
Sus orígenes los encontramos en el bajo medioevo, como reacción a las estructuras políticas de dominación feudales. Con
la Revolución Francesa, en el siglo XVIII, se fortalece como movimiento que exalta la nación como entidad frente a la
monarquía absoluta. El imperio napoleónico fomentó los nacionalismos; en Italia, criticó la presencia de los austríacos,
creando un reino nacionalista en Nápoles que fue dirigido por Murat. Sin embargo, su expansionismo imperial fortaleció
los movimientos nacionalistas en su contra, como el ruso, el español o el alemán dirigido por Prusia. A partir de 1815, con
la Restauración, el
nacionalismo se opuso a la ordenación territorial artificial; así, los belgas no se sintieron integrados con Holanda; Polonia
se opuso siempre a su integración al Imperio Ruso, mientras que los checos y húngaros nunca desearon formar parte del
Imperio Austríaco.
El nacionalismo europeo tuvo su auge con las unificaciones de Italia y Alemania, que se realizaron con una integración de
territorios y pueblos, mientras que en el seno de los de los dominios austríacos y turcos se presentó con un carácter
expansionista. El nacionalismo derivó en un movimiento conservador y agresivo en la segunda mitad del siglo XIX,
supeditando la libertad y dignidad de los individuos a los intereses de diversos grupos sociales apoderados del poder. Será
la ideología que nutrirá al imperialismo y, junto a otros factores relacionados con prejuicios como el racismo y la
xenofobia, provocará conflictos que desembocarán en la 1a. Guerra Mundial.
La unificación de Italia
La unificación de Alemania
A partir del siglo XV, los europeos construyeron grandes imperios coloniales en ultramar, sobre todo en América. Este
primer colonialismo entró en crisis tras la independencia de Estados Unidos. A comienzos del siglo XIX la mayoría de estas
colonias ya se había emancipado. Aunque la nueva fase de expansión colonial comenzó hacia 1830, fue a partir de 1870
cuando los imperios alcanzaron su apogeo, asegurándose el dominio económico y cultural, y en muchas ocasiones, también
el control político directo sobre el resto del mundo.
Las causas económicas La Revolución Industrial proporcionaron a los europeos los medios necesarios para afianzar su
poder sobre el conjunto de la humanidad, gracias a su superioridad técnica, organizativa y económica, sin que las
sociedades tradicionales pudieran defenderse con éxito salvo que se transformaran profundamente. Pero, además, existían
importantes motivos económicos que impulsaban la expansión colonial:
Las colonias suministraban a la metrópoli materias primas y mano de obra barata para extraerlas; también eran
mercado para sus manufacturas, que aseguraban mediante medidas proteccionistas.
Los europeos, que acumulaban el 60% de las reservas de oro de todo el mundo, buscaban territorios donde poder
invertir su excedente de capital para obtener la máxima rentabilidad.
Pero las redes del colonialismo se extendían también a Estados soberanos que adeudaban grandes capitales a los
europeos, como el Imperio otomano o el chino, lo que permitía a las potencias acreedoras imponer políticas
aduaneras o monetarias que los beneficiara. Europa
era como un inmenso banco que cobraba las rentas de todo el planeta.
Causas demográficas La transición al régimen demográfico moderno produjo una auténtica explosión blanca: entre 1850
y 1914, la población europea aumentó en un 75%, pese a la emigración hacia ultramar. Algunas colonias, (casi siempre de
clima templado), absorbieron buena parte del excedente demográfico de la metrópoli: esa era la función de Canadá o
Australia en el caso británico, de Argelia en el francés o de Cuba en el español. Pero la mayoría de los emigrantes
europeos se asentaba en antiguas colonias que eran ya independientes, como Estados Unidos, Brasil o Argentina. El
aumento de la presión demográfica por la inmigración europea impulsó la conquista y la colonización de territorios
ocupados por pueblos indígenas, como en el caso del Oeste americano. Las sociedades resultantes, configuradas según el
modelo europeo, se convirtieron en exportadoras de alimentos y materias primas.
El pretexto ideológico El imperialismo fue justificado por argumentos racistas. Las potencias
imperialistas creían en la superioridad de la raza blanca, en el sentido que tenían unamisión civilizadora sobre las
poblaciones indígenas. Para construir esta idea, los europeos se fundamentaron en dos grandes fuentes: la
teoría del progreso, construida entre los siglos XVIII y XIX, y el darwiniamo social, aplicación de la teoría
la selección natural de Charles Darwin para explicar el funcionamiento de la sociedad.
Los imperios coloniales europeos Con la excepción del Imperio austro- húngaro, cuya zona de expansión natural eran
los Balcanes, todas las potencias europeas aspiraban a un imperio colonial:
El Imperio británico, el más extenso y rico, poseía alrededor de un cuarto de la superficie y de la población terrestre.
La colonia más importante era la India, que era una fuente inagotable de riqueza y prestigio para el Reino Unido.
Pero el Imperio se componía además de territorios muy diversos: desde las colonias de explotación* en África, hasta
los dominios* blancos de América y Australasia.
El Imperio ruso, formaba una gran masa compacta que se extendía por Eurasia. La carencia de puertos en mares
abiertos y libres de hielo lo impulsaba a abrirse camino hacia el océano Índico y el mar del Japón.
El Imperio francés, se extendía por África, Indochina y las islas de los océanos Índico y Pacífico, además del mar
Caribe. Su principal colonia era Argelia.
Alemania e Italia llegaron tarde al reparto. La primera consiguió colonias en África y el Pacífico. La segunda, tras
fracasar en Etiopía, tuvo que esperar hasta 1911 para arrebatar Tripolitania a los turcos.
Algunos imperios eran supervivientes de la Edad Moderna, como el portugués, que comprendía extensos territorios en
África y enclaves* en el Índico y China, y el holandés, que se extendía por Indonesia.
En 1898 España perdió los restos del Imperio en América y el Pacífico, y tuvo
que conformarse con pequeños territorios en África.
El Congo fue un caso especial: pues se trató de un territorio que pertenecía a la
compañía privada del rey de Bélgica, Leopoldo II. En 1908, luego de algunos
escándalos en la región, el rey decide vender el territorio del Congo al Estado
de Bélgica.
Con pocas excepciones, como Japón o Etiopía, los territorios que en 1900 seguían
siendo independientes en Asia y África eran:
Antiguos imperios, como China, Persia o Turquía, demasiado extensos para
que las potencias permitieran que una sola los explotara.
Estados tapón, que amortiguaban la tensión entre las áreas de expansión de dos
potencias, como Siam, que separaba las colonias británicas y las francesas en
Indochina.
Estados Unidos, de colonia a imperio El crecimiento demográfico y la abundancia de recursos naturales convirtieron a
Estados Unidos en la primera economía mundial a fines del siglo XIX. Dos rasgos habían marcado su historia hasta
entonces:
La rivalidad entre el Sur, esclavista y agrario, y el Norte, industrial, receptor de la inmigración europea. Tras la
victoria del Norte en la Guerra de Secesión entre 1861 y 1865 y la abolición de la esclavitud, Estados Unidos se
consolidó como gran potencia industrial.
La expansión hacia el Oeste, que se aceleró a partir del descubrimiento de oro en California alrededor de 1848.
Estados Unidos se convirtió en una potencia imperialista, ya que argumentó su derecho a intervenir zonas de América
Latina en defensa de sus intereses. En 1898, Estados Unidos se apropió de Puerto Rico y Filipinas. Poco después
comenzaba la construcción del canal de Panamá, al tiempo que extendía su influencia por el Pacífico.
El nuevo Japón La única gran potencia imperialista de origen no europeo fue Japón. Durante siglos, el archipiélago
estuvo aislado al exterior y en 1 853 fue obligado a abrir sus puertos a las potencias occidentales. La reacción fue
inmediata. El emperador o mikado, figura sagrada hasta entonces ajena al gobierno, asumió el poder, impulsando la
restauración Meiji: Japón abandonó el feudalismo y se industrializó. Construyó una potente flota e inició su expansión
hacia China y Corea.
La Paz armada (1871-1914) fue un periodo de la historia política de Europa que se extiende desde el fin de la Guerra
Franco-Prusiana hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial y que se caracteriza por el fuerte desarrollo de la industria
bélica de las potencias y por la creciente tensión en las relaciones internacionales. Esta carrera armamentística entre las
potencias europeas, o ayudadas por el crecimiento de la Belle Époque de finales del siglo XIX y principios del siglo
XX, fue una de las causas más notorias de la Primera Guerra Mundial.
Las continuas tensiones entre Estados a causa de conflictos tanto nacionalistas como imperialistas dieron lugar a que cada
Estado destinara gran cantidad del capital estatal a la inversión de la industria de armamento y al fortalecimiento del
ejército, todo este excesivo gasto militar desembocaría a la larga en quiebras nacionales. La política de la
época se basaba en la idea expresada por la máxima latina, «Si vis pacem, para bellum» que significa: Si quieres la paz,
prepárate para la guerra. Todo ello dio lugar a un complejo, reinstaurado, sistema de alianzas en las que las naciones se
hallaban en conflicto sin estar en guerra.
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