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Para Lucía, a quien sigo por el aire como una brizna de hierba.
Introducciones
Cuadrigramas 88
Mimesis 138
Poiesis 152
Apate 168
Catarsis 194
Conclusiones.
Epílogo
Si hemos de creer lo que dice el título, éste es un libro de Estética Modal. Y me gustaría explicarte
por qué se titula así. La primera palabra del titulo es “estética”... y si uno busca en internet qué es
esto de la estética parece que hay un gran consenso en que se trata de una disciplina que se ocupa de
cuidados relativos al pelo, la piel, las uñas etc... con una especial atención a algo llamado cosmética
que incluye tratamientos y consejos que luchan contra el paso del tiempo y los deterioros que éste
provoca en nuestro aspecto y nuestra vida. A la vez, y también en conexión con esto del tiempo,
parece que hay tambien toda una parte de la estética orientada a la cirugía, a determinar operaciones
mediante las cuales intervenimos sobre lo natural en nosotros, lo que haya o quede de natural en
nuestro cuerpo, para modificarlo enfatizando o incluso creando tales o cuales rasgos.
Sería fácil caer en la tentación de decir -con soberbia y autoridad académica- que la estética de
verdad es la nuestra, la de los profesores de filosofía y que éstos que he mencionado son usos
espurios de la estética... pero ¿realmente lo son? ¿Acaso cuidarnos, ocuparnos del cuerpo que
somos, desafiar el paso del tiempo y nuestra propia fragilidad ante el mismo son preocupaciones
triviales? Al fin y al cabo “cosmética” viene de cosmos que en griego aludía al “orden” de los
planetas y las estrellas, un orden dinámico que sabe que procede del caos y que sabe que va hacia
¿Significa esto que yo creo que la estética estaría más en su lugar si se enseñara en las peluquerías
en vez de en las facultades de filosofía? ¿que en vez del Hola y el Diez Minutos tuvieran en las
peluquerías alguna edición de los Diálogos de Platón o los de Leopardi?. Pues no, no lo creo,
aunque tampoco estaría mal. Por supuesto, que los cuidados, las atenciones y enmiendas corporales
y la lucha contra el tiempo son parte de la Estética, pero va a resultar que la Estética abarca algunas
cuestiones más.
La estética empieza a dar de sí cuando no se limita a un aspecto concreto como las uñas o las
pestañas sino que logra conectar diferentes cuidados y atenciones: cuando conecta lo matérico con
lo fisiológico y con lo psíquico... o cuando pone en conexión y contraste todo ello con las grandes
ideas y formas de inteligencia que llamamos cultura. Tan impensable es una estética sin cuerpos ni
materias, sin pelos ni señales, como una estética sin ideas ni emociones tan complejas como las que
Bueno, esto por lo que hace a la primera palabra. Vamos ahora a por la segunda. “Modal” .
Decíamos ahí arriba mismo que la estética sólo era Estética cuando no se quedaba quieta en un
determinado estrato: el de lo matérico, lo corporal o lo intelectual sino que los vinculaba y los
contraponía de diferentes “modos”. Pues ahí lo tienes: este es un libro de Estética Modal -en parte al
menos- porque se ocupará de esos modos a través de los cuales ponemos en relación las diferentes
experiencia del mundo. A esas formas características y relativamente reconocibles de conectar unas
cosas y otras, de ponernos en juego y hacernos saltar por los diferentes registros de nuestra
sostendremos que es fértil pensar tanto las obras de arte como las formas de nuestra sensibilidad
abierto y un laboratorio de estos modos de relación. ¿Nos limitaremos entonces a hablar de unos y
otros modos de relación, dándole bola a los que más simpáticos nos resulten y obviando o
cuales son los elementos comunes con los que se traman los más diversos modos de relación e
intentaremos hacer una especie del mapa del tesoro? ¿Será un mapa en dos o en tres dimensiones?
¿el tesoro en cuestión nos estará esperando al final del viaje o nos pasará más bien como le pasa a
Odiseo que va ganando y perdiendo tesoros tantas veces como se embarca y naufraga una y otra
vez?
Yo desde luego no lo tengo muy claro, pero bueno para eso me he puesto con este libro y con el que
En todo caso creo que puede ser una buena idea marcar algunos puntos cardinales en plan
Para ello nos vendrá bien recuperar la cita de Samuel Beckett con la que hemos arrancado estas
páginas, porque sea como sea el mapa, está claro que esos modos de relación que tanto me interesan
aparecerán siempre como formas de un equilibrio dinámico entre los defectos y los excesos de los
Así el primer payaso -que se llama Kant- es el que sólo aspira a quedarse donde está y vendría a ser
una especie de payaso repertorial, una especie de payaso de la memoria obsesionado en converger
consigo mismo, en darle coherencia a las categorías con las que percibe y trabaja, en ordenar todo lo que
hacemos y así obtener alguna forma de sentido inmanente, basado en esa misma coherencia, esa
necesidad interna propia de lo simbólico. Digo “simbólico” porque en griego se llama simbólico al
principio que hace que una pieza cuadre con otra pieza, produciendo una forma de reconocimiento,
como sucedería con un medallón partido en dos mitades y entregado a diferentes personas: si tras años
de separación estas dos personas se encuentran y juntan sus mitades de la medalla... y coinciden,
entonces eso será lo que los griegos llamaban un símbolo, porque etimológicamente lo simbólico deriva
1 Payaso del italiano “pagliaccio” aludía originalmente a un saco o un monigote de paja, “paglia” en italiano...El caso
es que esto de considerar las lógicas relacionales como monigotes de paja, incluso como perros de paja, tiene su
aquel.
de sym-ballein que signi fica lanzar algo al centro para hacerlo con fluir, como haríamos con las mitades
de ese medallón.
Lo simbólico entonces, originalmente, tiene que ver con un conocimiento que aspira a la coherencia, con
la elucidación o la construcción de un orden, una simetría o una proporción en la que nos reconocemos.
Esa es entonces la función del primer payaso: establecer vínculos basados en la memoria y en la
armonía de las partes implicadas que nos permitan reconocernos y -si puede ser- quedarnos donde
estamos.
Pero eso va a estar difícil y de ello se va a encargar el otro payaso -que, efectivamente, se llama
Marx- y que es el que imagina que un poco más lejos se encontraría mejor. Si Kant era un payaso de
la memoria, Marx será claramente un payaso de la revuelta, que se pasa todo el tiempo jugando,
haciendo experimentos y poniendo a prueba sus habilidades y nuestra paciencia. Así que no estará de
más considerarlo, siguiendo con los términos griegos, como una especie de payaso diabólico. Y es que,
por su parte, lo diabólico deriva de la raíz verbal dia-ballein, que signí fica lanzar algo en diferentes
relación, el de lo diabólico sugerirá lineas de fuga, exploraciones y derivas -de ahí emergerán los
innumerables juicios y criterios de gusto, los valores- que, sin lugar a dudas, van a ser también parte
Lo que convierte a ambas figuras en algo payasesco, siguiendo la lógica de Beckett, es que cada
uno de ellos tira en su dirección como si no hubiera un mañana, sin advertir que a su manera
ambos tienen razón... y que a base de tener razón y de ignorarse mutuamente ambos desbarran y
lógica particular, ambos acaban por desdoblarse generando de alguna manera una versión exagerada
Así sucederá que el payaso repertorial que había empezado -tan sensatamente- intentando construir
una memoria de lo que tiene que hacer y organizándolo en función de una necesidad... acabará
abducido por su propia tarea, se la tomará tan en serio que nos hará reír: le dará tanta importancia a
esa memoria en que está empeñado que es muy posible que acabe olvidándose justamente de qué es
olvido, que nos hace reir y a la vez nos estremece mostrándonos una especie de repertorio
desbordado y fuera de quicio lleno de elementos contingentes. El resultado de una memoria que se
En ese momento es posible que veamos con buenos ojos al payaso de la revuelta y esperemos de él
que nos libere de la pesadilla en la que se han convertido el payaso de la memoria y el olvidadizo.
El payaso revoltoso, nómada y creativo buscará entonces romper el bloqueo del repertorio
anquilosado poniendo en juego todos sus talentos, desplegando sus ingenios en un ejercicio de
todo lo centrifugable acabe por cargarse incluso las cuatro cosas que teníamos medio claras y que
De hecho y a base de no sacar nada en claro acabará encontrando los límites de su virtuosismo y su
experimentación. Cansado de sus propias ocurrencias y los callejones sin salida a los que
inevitablemente le llevan muchas de ellas, es muy posible que acabe implicado en una reacción
reaccionario -y de esos tenemos unos cuantos a mano- que no pocas veces resulta ser un payaso de
la revuelta pasado de rosca, una figura que habiendo experimentado en sus carnes los inevitables
Los payasos suelen hacernos reir y muy a menudo nos hacen también pensar. Y eso es lo que
sucede con estos dos payasos que al final son cuatro, con sus transiciones de la Memoria al Olvido
o de la Revuelta a la Reacción.
Esto encuentra su miga si nos permite pensar que todo modo de relación, al menos en Estética, se
caracterizará por poner de mani fiesto tanto una forma de con fluir como una forma de divergir,
siendo así que ambas sufren un quiasmo y se desdoblan para poner en juego esas cuatro
modulaciones de la inteligencia, mediante las que se hace y se deshace toda poética y al cabo todo
Imposibilidad y todas ellas fueron expuestas en la EM1, el primer libro de esta Estética2 que ando
componiendo.
Pero ahora, me gustaría explicarte por qué he escrito esta EM2, el segundo libro de Estética modal.
Las segundas partes no suelen tener buena fama y exigir a parientes y amigos que lean un segundo
libro puede bien hacer que se vayan al carajo parientes, amigos y libro.
Pero me tendré que arriegar porque el caso es que este segundo libro es imprescindible: sin él
quedaría cojo todo el pensamiento que estoy tratando de organizar en torno a esto de la Estética.
Para pensar el arte, como para pensar otras formas de inteligencia o sensibilidad, es preciso
Y sabemos que para que se dé una relación, cualquier relación, hacen falta al menos dos tipos de
elementos: “lo que relaciona” y “lo relacionado”3. Así a mi colega Julio Armero y yo solíamos
echar algún que otro rato en el pasillo de la facultad discutiendo arduas cuestiones filosó ficas que a
los dos nos emocionaban hasta las lagrimillas. Obviamente Julio y yo eramos “lo relacionado”
mientras que nuestra común pasión por la filosofía era “lo que nos relacionaba”. La relación
resultante sería otra si en vez de ser Julio y yo, lo relacionado hubieran sido Julio y un profesor de
derecho despistado, como también habría sido otra si aun siendo “lo relacionado” Julio y yo, “Lo
2 Aunque la cosa quedará clara mediante la lectura misma de este libro, bueno es dar a entender desde el principio que
sostendremos, con Santayana, que se habla de estética a propósito de todo lo que tenga alguna relación con la obra
de arte o con la sensibilidad para lo bello. Veáse Obiter scripta: Lectures, essays and reviews, J. Buchler (edit.),
Londres, 1936, pp. 24 y ss.
3 Esto que algunos matemáticos como Kaehr llaman la “relación proemial” nos va a dar mucho juego y desde luego
nos va a ayudar a replantear algunos problemas que durante largos años han mantenido cautivo y desarmado al
pensamiento estético. Su misma relevancia nos obliga a dejarlo así, apenas apuntado, y a prometer que volveremos
sobre esto mismo cuando vayamos introduciendo las otras piezas del puzzle modal. Yo sólo aviso de que la cosa tiene
miga de la buena.
que relaciona” hubiera sido que ambos nacimos un viernes o que ambos eramos vecinos de barrios
Esto es fácil de entender, así que vamos a complicarlo un poco más para poder meternos de lleno en
Vamos con otro ejemplo de relación en la que puede distinguirse claramente lo relacionado y lo que
En ese contexto “lo que relaciona” es la voluntad compartida por dos personas de darle una solidez
y una continuidad característica -aparte de ventajas fiscales- a su relación de tal modo que se la
pueda diferenciar de cualesquiera otras relaciones en las que puedan participar. Para destacar e
instituir “lo que relaciona” podemos recurrir a una figura de relativo prestigio -puede ser tu sobrino
Alberto que para eso es cura, o puede ser mi amigo Germán que es notario- que tras los pases de
Ahora bien “lo que relaciona” no nos servirá de nada si no aparece “lo relacionado” que en este
ejemplo tan tachín tachín, tachín tachán serán obviamente los novios, los testigos y por extensión
las familias de ambos que a partir de ese momento quedarán también relacionadas produciendo un
Como es obvio, ambos elementos, ”lo que relaciona” y “lo relacionado”, hacen falta si es que ha de
El caso es que la EM1, el primer libro de Estética Modal, está todo él dedicado a tratar “lo que
relaciona”, ya sea un cura, un notario o los payasos de Beckett... puesto que lo que relaciona es
Por su parte la EM2, este segundo libro tratará fundamentalmente de “lo relacionado”, es decir de
los diferentes tipos de cosas con los que tenemos que contar toda vez que nos metemos en procesos
Por supuesto que separar “lo que relaciona” de “lo relacionado” es una operación que hacemos para
poder conocer mejor lo que estamos investigando. En nuestras vidas siempre los encontraremos
tramados, así que hacia el final de este libro haremos que se empiecen a poner en contacto, aunque
para verlos plena y efectivamente enredados habrá que esperar hasta el tercer libro, la EM3, con la
lo que hay, lo que podemos conocer y lo que nos permite organizar y dar sentido a nuestras
acciones.
Evidentemente no voy a poder tratar de todo lo que hay, tampoco de todo lo que podemos conocer
y ni siquiera de todo lo que nos permite organizarnos. Tendré que conformarme con dar algunas
pistas en cada una de esas dimensiones de “lo relacionado”: estratos, categorías y valores.
...
Ulises y la tostadora.
Noel Carroll es uno de los grandes profesores de Estética norteamericanos y, según parece, vive un
tanto agobiado por no ser capaz de diferenciar entre el Ulises, la novela de Joyce y su tostadora, la
de Carroll. Suponemos que semejante inquietud no se deberá a que una buena mañana le haya dado
por intenta tostar el pan del desayuno entre las páginas de Joyce o a que se haya llevado la tostadora
Pero el caso es que él mismo pone ese ejemplo porque lo que le preocupa -aunque en su vida
cotidiana lo tenga perfectamente claro- es ser capaz de de finir qué cosa puede ser una obra de arte.
Sea como sea, el caso es que Carroll se agobia porque, a diferencia de lo que pasaba antaño, ahora
hay algunas tostadoras que son obras de arte y hay algunos libros -eso ha pasado siempre- que no lo
son.
Es por eso -dice el profesor- que es fundamental generar algún procedimiento que nos permita
identi ficar fácilmente lo que es arte y diferenciarlo de lo que no lo es. Por supuesto que si todas las
tostadoras fueran obras de arte, la cosa sería menos complicada porque bastaría con describir una
tostadora modelo, añadirla al repertorio de cosas que pueden ser arte y en paz... Pero claro el
problema es que sólo algunas tostadoras -o algunos urinarios también- son arte mientras que todas
las demás, por parecidas que sean a las artísticas, no lo son. Eso cree este hombre en todo caso.
Algunos ilustres predecesores de Carroll han intentado salir del atolladero con teorías como la
institucionalista propuesta por otro profesor llamado Georges Dickie. Lo que Dickie dice me pone
particularmente de los nervios porque así en pocas palabras sostiene que una tostadora, un
rinoceronte o un chiste malo serán una obra de arte si y sólo si así lo certi fican las autoridades
pertinentes del mundo del arte. Con ello reduce el tema a una cuestión de autoridad y digo yo que
Muy cerca de esta propuesta anda la de otro señor más, Arthur Danto, que intentará a finar un poco
más sustituyendo las autoridades de Dickie por las tradiciones y escuelas consagradas por la historia
Todas estas “teorías” son variantes de lo que Carroll con muy buen criterio llamará “identifying
narratives”4, o sea relatos o cuentecillos de identi ficación mediante los cuales, como su nombre
obra de arte, acompañando siempre la distinción de marras con un discursillo más o menos
Las tres teorías intentan, como buenamente pueden, ofrecernos una especie de legitimación a toro
pasado del status quo del mundo del arte. Poco más, puesto que todos estos relatos identi ficantes
-tengan o no una base institucional o historicista- tienen que producirse especí ficamente y de nuevo
para cada obra de arte, y claro ello nos lleva a preguntarnos si no habrá un relato de identi ficación
para cualquier cosa que se pretenda presentar como arte... ¿Acaso la estética deberá limitarse a
producir textos pomposos que celebren como arte lo que ya ha sido aceptado como arte, aunque no
A mi juicio todos ellos se quedan cortos, muy cortos, puesto que ninguno es capaz de plantear
siquiera el problema de partida que tiene, como ya hemos dado a entender un poco más arriba, una
dimensión ontológica, una cognitiva y otra axiológica. A lo que me re fiero es que el problema con
el que nos enfrentamos los que nos dedicamos a esto de la estética tiene que ver con encarar estas
tres preguntas:
4 Carroll aburrido de los fallos de las de finiciones esenciales acaba por preferir las narraciones... acierta al convertir el
acercamiento al arte en un tipo de práctica, pero las prácticas no son solo narrativas, ni siquiera lo son siempre... y
ahí patina estrepitosamente.
¿Cómo podemos conocerla?
Y a cada una de ellas se contesta respectivamente con los estratos, las categorías y los valores, y al
cabo mediante diferentes decantaciones del juego que trama lo relacionado con lo que relaciona.
Así, la gran cuestión de saber a qué atenernos para distinguir entre lo que es una obra de arte y lo
que no lo es no podrá nunca tener una respuesta que sea y no sea gallega. Y este es un problema
difícilmente superable para los pensadores norteamericanos, porque allí no hay gallegos y si los hay
no dicen ni mu.
Vaya que cuando algo nos intrigue en un plano estético será cuestión de advertir qué valores son los
que estamos priorizando, de qué diferentes categorías estamos tirando para explicarnos la obra y por
supuesto qué tiene, cómo está hecho eso que nos atrae o nos inquieta. Ese requerimiento a los
valores, las categorías y los estratos será poco menos que inevitable puesto que es en su recorrido
donde encontraremos lo que de forma algo pomposa nos gusta llamar “experiencia estética”.
Cuando invoquemos estos tres elementos y los pongamos en relación mediante los modos de lo
tendrá que ver con preguntarse retóricamente si esta tostadora es o no es una obra de arte.
Decía Wittgenstein que la obra de arte es el objeto sub species aeternitatis, esto es, el objeto,
cualquier objeto, concebido en su entero espacio relacional. Esto quiere decir que, por supuesto,
nada hay ni en el Ulises ni en la tostadora que los excluya de finitivamente al uno o al otro del grupo
de objetos especiales a los que dedicamos una atención cuidadosa y cuya trans figuración -hendidura
del trasfondo le llama Hartmann- auspiciamos en eso que aludimos como experiencia estética.
¿Supondrá esto que cualquier cosa puede ser una obra de arte? Pues dependerá (acento gallego
aquí) de cómo se repartan el trabajo los estratos, las categorías y los valores... Seguramente si la
obra de suyo es muy pobre, hará falta un mayor esfuerzo categorial para que no se caiga a cachitos
Todo ello no le va a entregar todo el poder al sujeto apreciador, ni al sujeto creador ni a la obra por
sí misma. Todo ello nos llevará una y otra vez a entender que nuestras experiencias estéticas
tendrán que ser descritas como lo haríamos con un proceso de auto-organización. Y justo de eso
¿Que con esta explicación te dejo a medias? Pues precisamente de eso se trataba. Así que tendrás
Stuart Kauffman5
La Zowi6
A mediados de los años 70 dos cientí ficos chilenos preocupados por dotar a la biología de un
modelo epistemológico más adecuado a las peculiaridades de sus objetos de estudio, advirtieron que
para entender el crecimiento y el desarrollo adaptativo de la inmensa mayoría de los seres vivos, no
era buena idea tratarles como si fueran cantos rodados o relojes suizos. Advirtieron que lo que
de fine a cada sistema vivo es algo parecido a lo que Spinoza llamaba el conatus, es decir, la tensión
mediante la cual cada planta y bicho viviente persevera explorando todo aquello que puede hacer
mientras descubre y sigue el criterio que le marca aquello que tiene que hacer.
Para entender bien esto, tan obvio por otra parte, sin caer en esquemas finalistas o incluso
La autopoiesis, o principio de auto-producción, explicitaba como cada criatura, cada sistema vivo,
interactuaba con su entorno, asimilando partes del mismo de forma que no se añadían
mecánicamente a él, como se le añadirían a una bola de barro los guijarros que encontrara por su
de cualquier manera, sino que lo hacía a su manera -ya lo dijo Sinatra- esto es, siguiendo patrones
especí ficos que le permitirían autoproducirse. Obviamente esta auto-producción no era una auto-
creación ni nada parecido. Era tan sólo el reconocimiento de que las diferentes entes y criaturas no
sólo eran el resultado mecánico de un medio dado, sino interactuaban con él de una manera muy
especí fica, de una manera diferenciada en cada proceso y de que al hacerlo contribuían en menor o
Ni qué decir tiene que esta propuesta estaba cargada de implicaciones que cambiarían de modo
fundamental la manera que teníamos de entender los sistemas vivos, desde el nivel de lo molecular
al de lo social y lo cultural.
A diferencia de los paradigmas mecanicistas, la visión que proponían los chilenos planteaba que
había que esforzarse para ver en un ser vivo -o en una poética, ya puestos- no un mero conjunto de
moléculas, sino más bien una dinámica molecular especial, o en otras palabras el especí fico modo
de relación que cada sistema ponía en juego por el mero hecho de estar vivo.
Por las mismas, y a diferencia del pensamiento teleológico, no nos hacía falta postular ningún plan
maestro, ni ningún dios relojero para entender la capacidad de autorregulación de los sistemas y las
criaturas. Estos, como sucede con los enjambres de abejas, las bandadas de pájaros o las
democracias clásicas son capaces de estipular y seguir una serie de patrones que les permiten
conseguir resultados cualitativamente distintos de los que podrían alcanzar por separado.
En todos los casos, el modo de hacer especí fico de cada sistema se revelaba ahora imprescindible no
sólo para entender el desarrollo concreto de dicho sistema, sino para ayudarnos a determinar su
Así lo formulaban Maturana y Varela y en esto estaría de acuerdo el mismísimo Jarfaiter: la vida
no tiene sentido fuera de sí misma...el sentido de la vida de una mosca es vivir como una mosca,
mosquear, ser mosca y que el sentido de la vida de un ser humano es el vivir humano al ser
humano en el humanizar. Y todo esto en el entendido de que el ser vivo es sólo el resultado de una
Así las cosas, y como suele ser el caso con las categorías -de las que luego hablaremos en detalle- el
descubrimiento de la autopoiesis nos abría a toda una forma otra de entender el mundo -y por
7 Maturana y Varela: Máquinas y seres vivos, Editorial Universitaria, Santiago de Chile 2008 pág. 12
supuesto también lo estético- inaugurando perspectivas hasta ahora poco menos que inimaginables8.
A todo esto -y aunque los chilenos habían rescatado la noción misma de “autopoiesis” del trabajo
de investigación de su colega Jose María Bulnes 9, un filólogo que andaba investigando sobre las
diferencias entre praxis y poiesis en El Quijote- no se trataría en ningún caso -y esto lo vieron
Maturana y Varela enseguida- de aplicar la autopoiesis, tal y como ellos la habían modelado, a todo
sistema y en todo momento... la autopoiesis tal y como fue planteada por nuestros biológos tenía
todo el sentido del mundo cuando daba cuenta del funcionamiento de sistemas dotados de clausura
transformaciones-.... y desde luego éste no era el caso en todos los sistemas, por ejemplo los
culturales o políticos, o más bien no era el caso en todos los momentos modales de todos los
sistemas.
Así que, para empezar, e ir entrando ya en terrenos más cercanos a lo estético, será interesante
diferenciar entre dos tipos de autopoiesis: una autopoiesis disposicional mediante la que los
mediante la que producirían y reproducirían la coherencia que aspira a caracterizarlos. Quizá esta
autopoiesis repertorial debería más bien tratarse como una suerte de automimesis, puesto que lo que
hacen los sistemas ahí es más bien re flejar una coherencia dada o encontrada... y no tanto
fabricarla... De momento, sin embargo, nos ceñiremos a este doble uso-disposicional y repertorial-
de la autopoiesis, sobre todo para establecer un contraste más claro con una nueva categoría que
contrariando a Maturana y Varela, ha llamado simpoiéticos a aquellos sistemas que emergen como
8 Por supuesto que se trataba de un cambio de paradigma que venía gestándose hacía ya tiempo y a la vez en
diferentes campos. Así nos lo muestran las investigaciones de Lovelock sobre Gaia como macrosistema auto-
organizado, las de Prigogine y Kauffman sobre el orden a través de las fluctuaciones, las de Jantsch sobre el “self-
organizing universe” o las de Piaget que en su Biologie et connaissance de 1969, ya apuntaba claramente a la
necesidad de revisar la biología en la dirección de “l'autonomie du vivant”.
9 A todo esto el filósofo José María Bulnes fue toda su vida un destacado luchador por los derechos de los pueblos
indígenas, para una cabal comprensión de los cuales la auto-organización es imprescindible.
10 https://www.researchgate.net/publication/228566588_Sympoietic_and_autopoietic_systems_A_new_distinction_for
_self-organizing_systems
resultado dinámico de la cooperación y la simbiosis, sistemas complejos y auto-organizados pero
carentes de límites tan claramente de finidos como los de cualquier ente autopoiético. En vez de
enfatizar dichos límites, los sistemas simpoiéticos se apoyan más bien en la producción de
las sinergias11.
Por supuesto y así lo sostiene la misma Dempster, no hay propiamente sistemas autopoiéticos por
un lado y sistemas simpoiéticos por otro, sino que en diferentes proporciones y medidas todo
sistema tendrá que poner en juego ambas lógicas: la autopoiética y la simpoiética para poder
desplegar su propio proceso de auto-organización o, si lo preferis, para lograrse y seguir vivo sin
especi ficidad del artista: Un ser que sólo se diferencia de ustedes en el hecho de que puede
resolver sus asuntos con sus propios medios y con ello es quizás, algunas veces, más feliz que aquel
de control de un sistema serán función del estado del sistema mismo, de manera que éste sea capaz
de regular por sí mismo de forma más o menos adaptativa y resiliente sus propios cursos de acción .
La auto-organización -también en las obras de arte- consistirá en la fluctuación lejos del equilibrio
autopoiéticos de recursividad y variación con los que especi ficará aquello que, de modo
característico y desde cierta clausura operacional, es susceptible de desarrollar y tendrá sus ciclos
simpoiéticos de hibridación y simbiosis que lo tramarán radicalmente con su paisaje. Esta trama la
encontramos con toda claridad en pensadores que nos resultan tan cercanos como Jorge Santayana
cuando sostiene que hay por supuesto en cada ser vivo un centro individual de reacción y
nuestro habitat, pero eso sólo será posible porque nos habremos insertado oportunamente en dicho
afuera. Y no puede ser de otra manera porque todo sistema auto-organizado -como tú mismo
querido lector- tiene que ser capaz tanto de comprender y dejar hablar a sus propias autopoiesis,
como de saber negociar su despliegue en el mundo real. Si sólo diera bola a su autopoiesis sería
colisión con el mundo real entonces no podría sino resultarse un extraño a sí mismo.
Por supuesto que esto nos dará pistas de las buenas para poder pensar en condiciones la alienación,
y nuestra simpoiesis. Pero eso habrá que verlo en algún otro momento15.
Lo que sí que vamos a ver con todo detalle, y vive dios que es importante verlo en el mismo inicio
de este libro, será el lugar de los modos de relación, es decir de cada una de las decantaciones la
concreta correlación que se da entre lo autopoiético y lo simpoiético. Ahí nos la jugamos entera.
...
simpoiético. Ahora hay que especi ficar en qué medida esa trama está constituida en términos
modales. Para empezar analizaremos las dinámicas autopoiéticas a la luz de los modos de la
necesidad y la posibilidad.
Así observaremos -como hemos adelantado- que las dinámicas autopoiéticas pueden darse bajo
cada uno de los dos modos relativos: habrá una autopoiesis repertorial que orbitará en torno a la
posibilidad y su imposibilidad, es decir el alcance y los límites de su juego especí fico de variaciones
y mutaciones.
Asimismo, podremos entender las dinámicas simpoiéticas -negociación, simbiosis, con flicto- en
la de lo simbólico y lo diabólico que veíamos más arriba... al cabo tendremos que aterrizarnos en
alguna forma concreta de hibridación16, tendremos que formar parte complaciente o combativa en el
modo de lo efectivo o vernos cancelados bajo el modo de lo inefectivo. Esto es, siguiendo lo que
Hartmann denominaba la Ley Modal Fundamental, las dos autopoiesis -sin dejar de serlo- partirán y
efectivo y lo inefectivo.
En estética esto tiene unas implicaciones muy claras, puesto que tanto nuestras categorías -las que
nos permiten conocer o construir lo que hay- como nuestros valores -los que nos permiten organizar
nuestras pasiones al respecto- tendrán que vérselas con los diferentes estratos que conforman lo que
hay, lo que aún no hay o lo que ya ha dejado de haber: el paisaje efectivamente dado, el paisaje
instituido y el instituyente.
El paisaje en sus diversos estratos será siempre el punto de partida y el de llegada17 de toda poética
asi como de todo bicho viviente ya que nos ponemos. Eso sí, ese carácter absoluto del paisaje de lo
efectivo debe ir acompañado de la inteligencia de que aquello que sucede o no... es del todo
Este es el juego que investigaremos en la EM2, un juego en el que las categorías con fluyen y
cooperan para producir el medio homogéneo de la obra de arte y cómo ese medio homogéneo, ese
diamante provoca diferentes re flejos y refracciones que toman la forma de juicios de gusto, que a su
Si se nos dan bien las cosas intentaremos convertir estos mimbres en las herramientas que nos
permitan no sólo entender la estética como práctica de la auto-organización, sino que querremos ser
capaces de ver como esa auto-organización sucede delante nuestro, en cada experiencia estética que
vivimos y cómo puede ser relevante para la inteligencia de nuestra propia condición.
Así que por aquello del merecido prestigio de la brevedad y la concisión en las presentaciones,
podríamos dejar aquí esta segunda introducción -que ya va estando bien la cosa- y lanzarnos de
lleno al cuerpo del texto, empezando con la teoría de estratos, nada menos.
Así que si os puede la impaciencia podéis saltar directamente desde aquí a la sección dedicada a los
Estratos.
Y por supuesto, si aún os sigue sonando un poco rarito todo esto de la autopoiesis y la simpoiesis...
pues aquí va una docena más de páginas en que ilustraremos todo esto hablando de los antiguos, de
lo visible y lo invisible y -cómo no- de Quijote y su bienamada dama, la sin par Dulcínea del
Toboso.
Hemos hablado del antagonismo y la simbiosis entre las diferentes decantaciones de lo autopoético
y lo simpoiético. Pero bueno será dar algún ejemplo de cómo se traman y se enfrentan estas dos
lógicas y cómo logran dar forma a ese principio más alto de auto-organización.
Y de entre todos los dominios en que podríamos investigar dichas leyes, vamos a probar a rastrear
en los rudimentos de lo que Mircea Eliade llamó la “ontología arcaica”.
Según Eliade, en la mentalidad “primitiva” o arcaica, tanto los objetos del mundo exterior, como los
actos humanos propiamente dichos, no tienen valor intrínseco concebidos como algo aislado. Hará
falta que entren en relación, así dice Eliade: una piedra será sagrada por el hecho de que su forma
acusa una participación en un símbolo determinado, o también porque constituye una hierofanía,
posee mana, conmemora un acto mítico, etcétera. El objeto aparece entonces como un receptáculo
de una fuerza extraña que lo diferencia de su medio y le con fiere sentido y valor. Esa fuerza puede
El vocabulario que utiliza Eliade es, por fuerza, ambiguo y no puede evitar recurrir a conceptos
-como el de substancia- que más entorpecen que ayudan. Con todo, lo que nos interesa aquí
constatar es que en el corazón del pensamiento antiguo, según Eliade, se halla, precisamente, esta
misma encrucijada que aquí estamos investigando entre lo efectivo-simpoiético -el objeto o el acto
que se da en lo que Eliade llama el “tiempo profano”- y lo autopoiético, ya sea necesario o posible –
la fuerza extraña que lo diferencia de su medio y le con fiere sentido y valor, acercándolo a un
“tiempo sagrado” que no es otro que el tiempo de los actos primordiales, de los recurrentes patrones
Si traemos aquí a colación esta ontología arcaica que estudia Eliade es porque no es difícil rastrear
realidad, sino en la medida en que renueva una acción primordial y a su vez, esta acción
primordial, esta autopoiesis sólo se mantiene viva al ser recogida y remitida una y otra vez al
quehacer profano y cismundano, simpoiético en el que se hace real. Por eso, dice Eliade citando a
Nyberg, que cada cosa, cada noción se presenta en su doble aspecto: el de menok y el de getik, el de
visible está preñado de lo invisible19... puesto que, a todo esto, lo invisible sólo puede aspirar a
vivir en lo visible.
18 Mircea Eliade, El mito del eterno retorno, Emecé, Buenos Aires, 1978, pág. 14
19 Dice Merleau-Ponty que el sentido -lo autopoiético en nuestros términos- es invisible, pero lo invisible no es lo
contradictorio de lo visible -lo simpoiético-: lo visible tiene una armazón de invisible, y lo invisible es la contrapartida
secreta de lo visible. Op.cit, pág. 191
Por supuesto que, en la mayoría de las exposiciones, esta ontología arcaica aparece lastrada de
jerarquías metafísicas que aquí están fuera de lugar. Así las cosas, es imprescindible despojar a
este ámbito de lo invisible, lo que Eliade llama la acción primordial, de cualquier connotación
supraterrestre o cualquier valor de verdad sustancialista. Es de todo punto preciso entender que los
marcadores de lo sagrado, lo celestial, lo eterno etc... no son sino recursos de los que se han dotado
las más diversas culturas para salvaguardar en su relativa clausura operacional aquellos modos de
hacer cuya memoria era juzgada fundamental para la supervivencia misma de la cultura en
cuestión. Esa es, por lo demás, la clave de estéticas co-evolutivas y por ello altamente situadas y
contextuales como las propuestas por John Blacking20 o por Ellen Dissanayake en su teoría del
“making special”.
Que se sostenga en las tradiciones que el Templo de Salomón o la ciudad de Babilonia fueran
construidos siguiendo un modelo celestial y eterno, signi fica que -pese a estar hechos de ladrillos y
dichas construcciones quieren recordarnos principios de organización que tienen un alcance mayor
que el de haber servido de “planos” para este o aquel edi ficio, principios que dan en revelarnos
sistemas autopoiéticos -ya sean sistemas de categorías o de valores- que no se agotan en sus
re flejos en lo simpoiético, sino que siguen siéndonos relevantes para indicarnos lo que debemos
tener presente21.
Así sucede que las lógicas de lo autopoiético y lo simpoiético no se excluyen sino que conviven
trenzándose por así decir. Parafraseando a Juan Ramón Jiménez 22 podríamos decir que lo
20 La función de la música es reforzar ciertas experiencias que han resultado significativas para la vida social,
vinculando más estrechamente a la gente con ellas. John Blacking, ¿Hay música en el hombre?, Madrid, Alianza, 2006,
pág 155.
21 Por eso estas ciudades o hitos, como Babilonia, Jerusalen, el monte Gólgota o la Kaaba son considerados “centros”,
verdaderos puntos de encuentro entre lo que Eliade llama las tres zonas cósmicas: el infierno, el cielo y la tierra. Nada
menos. Pero antes de que aparezca Tom Hanks montado en una vespa y perseguido por tres docenas de cardenales y
arzobispos aclararemos que, en términos modales -y como cuenta Hesiodo y se recoge en tantos mitos- el infierno no es
sino lo inefectivo, el caos anterior al orden, lo que resulta informe por no estar aun hecho o por haber sido ya deshecho
como los muertecillos en el Hades homérico-. El infierno, y lo sentimos porque pierde cierto glamour, no es otra cosa
que la simpoiesis desorganizada, una concreta decantación del modo de la inefectividad. Hasta aquí podríamos incluso
lograr el consenso de algún que otro teólogo. El problema viene ahora porque en términos modales la tierra y no el
cielo es lo efectivo -el dominio de lo simpoiético organizado- .
El cielo está genial pero quizá a alguien le de cierta pena advertir que no existe -vaya faena- más que como el ámbito
ideal de lo autopoiético. Así se configura el centro que -como acabamos de ver- tan importante es en toda la
ontología arcaica: el centro como diamante que muestra cómo se va del infierno a la tierra -y viceversa- pasando por
el cielo... un diamante en el que chocan y se traman lo inefectivo y lo efectivo a través de lo necesario y lo posible.
E
N P
Ie
22 Así lo dice JRJ: El dormir es como un puente / que va del hoy al mañana. / Por debajo, como un sueño,/
pasa el agua, pasa el alma.
simpoiético en la obra de arte o en la experiencia estética es como un puente que cruza del ayer al
mañana, de lo inefectivo a lo efectivo, mientras que por debajo, como un río, pasan los patrones de
La imagen es hermosa y es obvio que a un servidor le pierden las imágenes hermosas... pero
lamentablemente no nos servirá ella sola para dar cuenta de todo el juego que se da entre lo
autopoiético y lo simpoiético. No servirá porque a esta relación de convivencia, de fair play en que
una hace de puente y otra de río, en el que cada una de las lógicas respeta el terreno y la lógica de la
otra, habrá que añadirle en algún momento la consideración de los momentos más turbios en que las
aguas se crecen y desbordan los puentes o al revés, en que los puentes se derrumban y bloquean el
río.
Este desbordamiento, esta amenaza de ruptura del juego es precisamente la que nos muestra uno de
Lo que es novedoso y genera extrañeza en Quijote es que en su deriva los puentes entre autopoiesis
y simpoiesis aparecen cortados, o que más bien ambos caminos se nos muestran en paralelo sin que
se vea manera de articularlos. Y ello sucede, sin duda, porque hay una caterva de encantadores que
todas sus cosas mudan y truecan: por eso todas las cosas de los caballeros andantes parecen
Pero claro Quijote, como Hamlet, no entiende de apariencias 23, ninguno de los dos juega en esa liga,
o al menos no juega sólo en esa liga, de forma que los encantadores -dice Quijote- podrán quitarme
la ventura -es decir el lograrse en lo simpoiético- pero no nada podrán hacer respecto a su esfuerzo
Esto es así no porque Quijote esté loco, o porque esté con su tema, puesto que todos -más o menos-
operacional. El problema de Quijote no es que tenga una dimensión autopoiética sino que ha
base a la una.
propia autopoiesis y esta autopoiesis tiene también dos direcciones. En un sentido repertorial
Quijote se dota de caballo, armas, castillos, gigantes enemigos y, por supuesto, su dama...
transmutando aquello que tiene a mano en dichos elementos y construyéndolos como tales con toda
su dignidad: por eso quiere forzar a los comerciantes con los que se encuentra al final de su primera
salida a confesar que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la Emperatriz de la
Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso y a que lo confiesen sin conocerla ni haberla visto jamás:
la importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender 24. Hete
ahi el imperativo y los derechos de la autopoiesis repertorial que va mucho más allá de ser “un
vapor del cerebro” como dice un Ortega25 quizás influido en exceso por el psicologista siglo XIX.
Quijote se resiste una y otra vez a considerar su visión como un mero “humor del organismo”. Ahí
es donde reside la clave que aporta Quijote y que podemos entender cabalmente desde el
pensamiento modal. Quijote sabe perfectamente que las damas idealizadas por los caballeros no
existen en absoluto: los más -sostiene Quijote- se las fingen por dar subjeto a sus versos y porque
los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo26.
dominios en los que la mirada para el valor de cada cual y sus categorías más características puedan
afilarse y decantarse: para concluir con todo -dice Quijote hablando de la figura de Dulcinea- yo
imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada y píntola en mi imaginación como
24 Ambas citas están en el capítulo IV “De lo que sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta”
25 J. Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote, pág. 123
26 Quijote, 218
la deseo, así en la belleza como en la principalidad27.
Pero ojo, porque con ello, como decimos, no se entra, en absoluto en el dominio de lo subjetivo,
entendiendo que aquello que se construye desde la autopoiesis carece de valor para cualquier otro
agente.
Quijote no se embarca en su autopoiesis como un mero pasatiempo, ni como una eclosión de “su”
subjetividad, ni siquiera como una elucubración de lo que Ortega llama -también con poca fortuna-
Desde luego que ni pasatiempo ni vertiente ideal, si con ello queremos entender algún tipo de
Axiológicamente Quijote se esfuerza por explicar que aunque Dulcinea sea un efecto de su
autopoiesis, en absoluto puede reducirse a ella, puesto que en el resultado de esa autopoiesis hay
una objetividad del valor, ya que como dicen los grandes pensadores de lo axiológico, de Scheler o
Hartmann hasta Hildebrand o Ingarden, los valores lo son porque “valen”, con independencia de
Así cuando la Duquesa, que es una posmoderna de manual, le intenta sonsacar diciéndole: se
colige, si mal no me acuerdo, que nunca vuesa merced ha visto a la señora Dulcinea y que esta tal
señora no es en el mundo, sino que es dama fantástica, que vuesa merced la engendró y parió en su
entendimiento, y la pintó con todas aquellas gracias y perfecciones que quiso, Quijote sostiene,
eso hay mucho que decir... Dios sabe si hay Dulcinea, o no, en el mundo, o si es fantástica o no es
fantástica; y estas no son cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo. Ni yo engendré ni
parí a mi señora, puesto que la contemplo como conviene que sea una dama que contenga en sí las
Y ahí hilvana Quijote el repertorio de valores que constituyen a Dulcinea como modo de relación,
honestidad, agradecida por cortés, cortés por bien criada y finalmente alta por linaje...
Ante semejante potencia repertorial, lo de menos es, sin duda, que exista en tanto singularidad. Lo
que cuenta es que semejante dama debería existir, o mucho mejor dicho, que deberíamos de común
acuerdo contribuir a producir todas y cada una de las condiciones de posibilidad para que esa dama
-que ya de suyo es necesaria- fuera a su vez posible y finalmente efectiva. Y eso sí que sería la pera
limonera.
Para ello, desde luego, tendremos que luchar con catervas de encantadores que no nos lo van a
poner fácil: encantadores me persiguen y encantadores me perseguirán hasta dar conmigo y con
Y esa es la gran pelea práctica de Quijote, aquella en la que -como él mismo anuncia- pierde y en la
Así cuando el clerigo en casa de los Duques le recrimina e insulta llamándole Don Tonto y alma de
cántaro: ¿quien os ha encajado en el cerebro que sois caballero andante y que vencéis gigantes y
prendéis malandrines?, la reacción de Quijote no puede ser más oportuna puesto que conduce la
cuestión al plano en el que lo estético se desborda hacia los dominios de lo ético: Caballero soy y
caballero he de morir si le place al Altísimo. Unos van por el ancho campo de la ambición
soberbia; otros por el de la adulación servil y baja; otros por el de la hipocresía engañosa, y
algunos, por el de la verdadera religión; pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta
senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda pero no la honra. Yo he
enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos y mal a ninguno: si el que esto entiende, si
el que esto obra, si el que desto trata, merece ser llamado bobo, diganlo vuestras altezas.
La dura lección que aprende Quijote en sus carnes es la del desacoplamiento característico de la
modernidad que parece empeñada en impedir las bodas de las que hablábamos en el capítulo
matrimonios”, es decir que no habrá más procesos a través de las cuales podamos combinar lo
autopoiético y lo simpoiético, lo que sentimos como una necesidad o una posibilidad interna y lo
que es dado hacer en el mundo. En esas bodas consiste tanto la producción artística como la
experiencia estética a través de las cuales, como le pasaba a Quijote, aparece algo irreal en algo
El reto entonces y ahora es siempre tramar nuestro ser “personas enteras” y “personas enteramente”,
Martín Gonzalez de Cellorigo en 1600 cuando describía la situación de España diciendo que no
parece sino que se han querido reducir estos reynos a una república de hombres encantados que
Lo que Martín Gonzalez describe, apunta a un desacoplamiento generalizado que no nos permite
interactuar con el “orden natural”, es decir con lo simpoiético, con el mundo efectivamente
de mantener a filadas nuestras autopoiesis y no renunciar jamás, pero jamás, a tramarlas con la
El primer libro de Estética Modal se cerraba con unas conclusiones que se sabían precarias pero
que enunciaban un programa: el que nos llevaba a indagar acerca de una definición sustantiva -con
perdón- del arte y la sensibilidad. Un arte y una sensibilidad que dieran cuenta no sólo de todo
aquello más alto, sino también de aquello más ancho y más hondo que podíamos hacer y que, en
buena medida, teníamos que hacer si no queríamos desconocernos o malograrnos como personas,
como comunidades e incluso como especie, aquel Gattungswessen del que hablaba Marx.
Ahora, en el inicio de este segundo libro, mantendremos esa exigencia y procuraremos articularla y
llevarla más lejos. Para ello pondremos a trabajar “lo que relaciona”: los modos y las categorías
modales expuestas en EM1 con “lo relacionado”, con estratos, categorías y valores que como
hemos adelantado se corresponden con lo que hay, lo que nos permite conocer eso que hay y los lo
que nos permite organizar nuestra atención y nuestro aprecio. Con todo ello puesto en relación nos
daremos pautas para investigar cómo funciona efectivamente lo artístico, lo estético y lo cultural,
cómo consigue emocionarnos y hacernos pensar de la manera en que, una y otra vez, lo hace.
Todo este bagaje conceptual puede y debe aportar claridad a una escena, la del arte y el
pensamiento estético que lleva ya unas cuantas décadas un tanto turbias. Y es que quizás una de las
cosas que más contribuye a hacer que el panorama teórico contemporáneo sea un tanto desolador,
como hemos visto al exponer los problemas de Carroll con el Ulises y su tostadora es precisamente
ontológico, lo epistemológico y lo axiológico, la incapacidad para darnos una inteligencia que sea
capaz de integrar -sin sacrificar su complejidad- lo que hay, lo que podemos conocer y lo que
Seguramente pretender semejante integración nos haga aparecer a los ojos de la academia
hegemónica como unos ingenuos, unos soberbios... o ambas cosas a la vez. Parece, de hecho, que el
comprensión suficientemente amplio baste para ser considerados herejes sistematizantes o algo así
de tremendo. El caso es que si uno se fija en otros campos profesionales como el de la electricidad
no puede sino sentir una sana envidia de lo bien organizado que tienen -o más bien tenemos 32- los
Sabiendo cómo nos las gastamos los filósofos me preguntaba qué sucedería si escogiéramos un
grupo de profesores de estética y les pusiéramos a discutir y a intentar llegar a un acuerdo para
electricidad como algo que produce calor. Los defensores de esta definición declararían poseer todo
tipo de radiadores y estufas eléctricas que, aunque el recibo les salga por un ojo de la cara, les
Habría otro sector, en cambio, obcecado en sostener que la electricidad es algo que da luz y que
gracias a ella han ampliado su horario de lectura y trabajo considerablemente. Su versión de lo que
32 No es mal momento para sacar pecho curricular y reivindicar que al mismo tiempo que estudiaba la licenciatura de
Filosofía tuve la ocasión de aprender Electricidad en una escuela taller para desacoplados del sistema educativo y en
mi caso, para los “insumisos” al servicio militar, que a comienzos de los 90 fuimos judicialmente desahuciados de la
carrera académica y el sistema de becas.
es la electricidad, sin embargo choca con la grave objeción que presentan los defensores de la
unas inmensas ganas de echarse un sueñecillo apacible. ¿Dos cosas con usos tan diferentes serán la
misma cosa? ¿Cómo podemos querer definir algo que provoca efectos tan contrarios?.
¿Es la electricidad entonces iluminacion o es calefacción? ¿Nos impele a leer más o a leer menos?
Pues ni una cosa ni otra -diría un tercer sector- que ha descubierto que se pueden meter dos dedos
ligeramente humedecidos en los enchufes y recibir una pequeña descarga eléctrica: quienes esto
Antes al contrario, parece que tienen ciertas visiones del todo inefables y que ellos vinculan, claro
Como tomar una decisión entre tan diferentes partidos está difícil, ya han comenzado a aparecer
teóricos que han concluido -muy sensatos ellos- en la inviabilidad de proporcionar una definición
de la electricidad...
Ni siquiera les valdría una definición acumulativa, al estilo de Tatarkiewicz, una que dijera algo asi
como que la electricidad es aquella misteriosa fuerza que nos da iluminación, calorcito o descargas
de tensión acompañadas de visiones... Y no vale porque dicen, con razón, que a buen seguro no
tardaría en aparecer alguien que, mostrando un flamante frigorífico o un ventilador, diría que el
¿Será verdad que todos nuestros esfuerzos por definir la electricidad van a resultar vanos?
Bueno, siempre nos quedará recurrir al cuñado electricista de Georges Dickie y su conocida teoría
de discusiones espurias y simplemente aceptar la definición que nos ofrezcan Iberdrola, Endesa y
todos los presidentes del gobierno giratoriamente jubilados de este país: sin lugar a dudas ellos y
sus accionistas en bolsa- son los verdaderos expertos, los que saben si algo es electricidad auténtica
o algún tipo de rara brujería. Y además de la definición les vamos a dejar que decidan cuales son los
procedimientos legítimos para producir electricidad, así como las tarifas a las que la vamos a
pagar...
Bueno, quizá esta teoría requiera de cierta democratización y un poco más de transparencia, aunque
no sabemos si eso nos va a precipitar de nuevo en el temible abismo de las discusiones sin fin...
Para acabarla de liar, aparece el Sr. Danto y explica que -en puridad- la electricidad sólo existe en
occidente y además desde hace relativamente poco tiempo. Las demás, ejem, culturas no tienen, se
electricidad, que no sabemos muy bien qué quiere decir, pero ahí queda.
Si esta discusión tan peculiar que hemos dado en imaginar no se produce en el ámbito de la teoría
eléctrica, es quizás porque, a diferencia de lo que sucede con el arte, todo el mundo sabe que la
electricidad es una relación. Así de complejamente simple: la electricidad es una relación entre una
serie de elementos: una fuente, un conductor, una resistencia... con cuya conexión se establece un
circuito.
Además de este carácter relacional, también es fácil ver cómo la electricidad adopta diferentes
modulaciones que van emergiendo unas de otras, aportando novedades categoriales en cada cambio
de estrato. Esto explica que sólo porque la electricidad está en la naturaleza inorgánica 33 podemos
hacer emerger - los humanos y algunos pececillos e insectos- formas intensificadas o especificadas
de electricidad, podemos generar dispositivos que como las bombillas o las obras de arte ponen de
manifiesto y hacen que se luzca lo que de otra manera no podríamos ni siquiera ver...
Considerando lo útil que era en electricidad este consenso sobre el carácter relacional y la dinámica
emergente de la misma, pensé que podía ser una buena idea elaborar una pequeña teoría “eléctrica”
33 La palabra griega “electron” significa ámbar, un material que al frotarse con una tela hace que esta se cargue
eléctricamente
del arte y la sensibilidad, que nos sirviera también como introducción, otra más y van tres, a este
...
Desde luego, ya en el campo del pensamiento estético habían habido algunos pensadores tan
aficionados a la electricidad como Diderot, Dewey, Lukács o Hartmann y que por ello, sin duda,
intentaron definir lo estético en términos relacionales, sin perder de vista su específica complejidad.
Y es que la concepción de lo estético como puesta en juego de las facultades, como correlación de
sin duda los electricistas estarían mejor preparados que nadie para entender este tipo de problemas
La electricidad y la filosofía no suelen trabajar juntas y es una pena porque a buen seguro que
ambas -siendo saberes prácticos- obtendrían buenos rendimientos de su colaboración. Vamos pues a
ver algunos rudimentos de teoría eléctrica como forma de entender la dinámica de los conceptos y
Igual no os aporta nada que no supiérais ya en términos estéticos, pero seguro que la próxima vez
que cambieis una bombilla o reparéis un enchufe, lo veréis con otros ojos. De eso se trata siempre.
Lo explicó Aristóteles en su Poética: para hacer circular electricidad o emoción estética -lo mismo
da- por un circuito, se necesita que haya un cierto desnivel, una diferencia de carga, entre los
elementos puestos en juego. En un circuito eléctrico, como en uno estético, siempre hay uno o
varios elementos a cuyo cargo corre plantear ese "desnivel" y hacerlo entrar en circulación, que es
En términos eléctricos -y también estéticos- este desnivel puede ser -y esto tiene su importancia-
suceder que no adelantemos gran cosa: imaginaos que queremos hacer funcionar una turbina con
una caida de agua de 100 metros de altura... pero sólo cae una gota cada minuto.
Por eso, además de la diferencia de altura hará falta que tomemos en cuenta la diferencia de anchura
o caudal. Eso es lo que los electricistas llamamos “intensidad”, aunque quizás hubiera estado mejor
llamarle “extensidad” pero vaya, lo dejaremos como está. Así las cosas, si además de altura
tenemos anchura entonces nuestro experimento estético-eléctrico podría ser la pera limonera
porque habría conseguido unir la fuerza que le da la diferencia de altura y un caudal de aquí te
Pues no, falta algo más, algo crucial de hecho, puesto que al final todo dependerá de que esa altura
y esa anchura puedan o no fluir de una manera fértil, que no se disipen de cualquier manera ni se
atasquen por entero. Para ello habrá que introducir un tercer término que no será otro que el de
“resistencia”34.
Una resistencia puede tomar la forma de una turbina, una bombilla, una estufa o cualquier otro
dispositivo que module el juego entre altura y anchura con el que estemos tratando. A todos estos
meramente negativo , algo que se limite a oponerse o a bloquear, eso sería más bien un interruptor o
misma al dejarla fluir de una manera o de otra. Exactamente igual que hacen las obras de arte o
cualquier medio homogéneo que precipite en nosotros algún tipo de experiencia estética cuando
logran captar nuestra atención, afilarla, dirigirla y hacerla llegar a algún tipo de transfiguración en
la que nos asomamos a un modo de relación, a una figura35, que acaso desconocíamos o no
Sabemos que hay una resistencia, porque la energía en circulación no pasa como si tal cosa. Algo
sucede con ella porque hay una resistencia y lo que sucede es precisamente esa transformación de
Efectivamente, algunas resistencias producen luz, otras producen calor o frío. Pero no podemos
-como les pasaba a los señoros besugos de nuestro ejemplo- confundir la luz, el calor o el frescor
con la resistencia misma que es lo que hace capaces a los diferentes dispositivos de generar luz,
A su vez el arte no se identifica nunca del todo con esta o aquella resistencia: es siempre un
Electricidad o el Arte con mayúscula no existen, que lo que existe son “modos de relación” es decir
Por otra parte, que el conjunto de esas múltiples modulaciones esté relativamente abierto no
significa que cualquier cosa en cualquier momento pueda ser arte. Cualquier cosa en cualquier
momento podrá ser arte en la medida en que constituya un medio homogéneo que dé soporte a
algún tipo característico y reconocible de resistencia estética, de cuya existencia sabremos porque
deja y no deja pasar de un modo distintivo y sostenido la diferencia de carga. Porque la hace
evidente al retenerla y porque al demorarla la hace ser de un modo específico y no de otro. Aunque,
desde luego, esa concreta operatividad de la resistencia funcionará del modo previsto por el artista...
o no. Y no debe extrañarnos, puesto que ahora sabemos bien que toda resistencia, como todo modo
de relación efectivo es al cabo un dispositivo simpoiético que tiene que albergar y dar juego a
Decíamos que la obra de arte debía funcionar como un “medio homogéneo”, y con ello queríamos
decir, siguiendo a Lukács, un dispositivo relativamente estable y aislado cuyo poder orientador y
evocador penetra en la vida anímica del receptor, subyuga su modo habitual de contemplar el
mundo, le impone ante todo un «mundo» nuevo, le llena de contenidos nuevos o vistos de modo
nuevo y le mueve así a recibir ese «mundo» con sentidos y pensamientos rejuvenecidos, renovados.
La trasformación del hombre entero en el hombre enteramente actúa pues aquí una ampliación y
Contenidos y formas tramados en nuevos o redesplegados modos de relación que hacemos nuestros
...
Que el arte sea un medio homogéneo dispuesto como una resistencia nos permitirá pensar mejor
una serie de problemas como los relacionados con su estatuto social y político. En esto estaban de
acuerdo -y mira que es raro- Aristóteles, Adorno, Marcuse y Lukács: el arte puede tener efectos
políticos, puede ser políticamente relevante sólo en la medida en que funciona como una resistencia
y es por ello capaz de transformar una cantidad dada de energía estética en otro tipo de energía:
Que esto suceda no es en absoluto incompatible con el hecho de que la obra de arte deba ser un
viable las exigencias de las autopoiesis que lo habitan. De hecho, sólo en la medida en que es
efectivo en tanto arte, sólo en la medida en que es una buena resistencia de orden estético, puede
aspirar a transformar esa energía estética en algún otro tipo de energía y ser así a la vez un
mala obra de arte o un mal libro de filosofía (glups) por seguir con un ejemplo fácilmente
imaginable puede proporcionarnos una pésima resistencia, bien porque retenga demasiado y nos
bloquee, o bien porque sea demasiado floja y se le desparrame nuestra atención por todas partes sin
Toda resistencia, tanto en electricidad como en arte, será la consecuencia y la causa de sucesivas
composiciones de altura y anchura. En la EM1 y en el capítulo anterior a éste, hemos visto cómo
La Ley Modal Fundamental nos explicaba lo que sucedía con el modo de lo efectivo cuya
composición simpoiética no sólo era siempre el complexo resultante de los choques y las simbiosis
de las posibilidades y necesidades puestas en juego, sino que especificaba también las condiciones
El equivalente a la Ley Modal Fundamental, lo encontramos los electricistas en la Ley de Ohm que
puede transcribirse de cualquiera de estas tres formas, siendo V el voltaje o la Altura disposicional.
Aunque, a efectos nemotécnicos y por cariño conceptual, los electricistas solemos tatuarnos este
dibujito en alguna parte fácilmente accesible del cuerpo, por si hay que consultarla en mitad de una
instalación:
Veamos entonces cómo juegan dentro de cada obra de arte-resistencia las dos autopoiesis que, en
entenderemos que una resistencia es directamente proporcional a la altura pero que es inversamente
Esto es fácil de entender considerando que toda obra de arte que haya absorbido una elevada carga
disposicional dará lugar a una Resistencia mayor, más exigente, mientras que toda obra de arte que
haya optado por mantenerse en la anchura repertorial compartida provocará una menor Resistencia
y se mostrará más asequible. Esto, desde luego, no significa que la anchura trabaje en detrimento
del carácter artístico de la propuesta, sino tan sólo que en la medida en que la anchura vaya
aparejada a una mayor facilidad en la recepción, bien pude suceder que tengamos que vernoslas con
una mayor posibilidad de dispersión, una menor concentración de la energía estética. De ese modo,
si la pieza en cuestión pretende mantener esa anchura y seguir siendo relevante tendrá que
compensarlo persiguiendo y mostrando una mayor altura o remiténdonos a una mayor profundidad.
Ahora que ya casi tenemos todos el carné de instalador electricista podemos aspirar a un grado
mayor de rigor. Para ello recurriremos a elucidar un concepto que hemos mencionado de pasada
como sistemas estratificados en los que una multitud de componentes diferentes interactuan entre
sí. Huelga decir que una teoría de la obra de arte como circuito complejo y estratificado puede
Un circuito -en buena teoría eléctrica- es una red que se distingue por el modo mediante el que pone
en relación a sus componentes, formando como mínimo, una trayectoria cerrada. En un circuito
37 Modelo que como mi colega Alejandro Escudero se ha encargado de hacer notar constituye un modelo causal y
sucesivo: el sujeto es la causa del objeto y, por serlo, es anterior a él, superior a él, es un elemento independiente y
autosuficiente y, por serlo es el origen y la meta del arte).
Publicado en https://www.lacavernadeplaton.com/artebis/encrucijada1718.htm
eléctrico podríamos encontrarnos con un conjunto amplio y variable de componentes tales como
Obviamente, los componentes de un circuito estético pueden también ser muchos y ser variables.
En nuestro contexto cultural podríamos decir que artista, espectador, obra, institución, comisario,
crítico, teoría estética, comunidades de gusto, etc...resultarían concebibles como componentes, pero
obviamente no es preciso que sean justo estos, ni que estén todos ellos presentes, ni que estén
distribuidos del mismo modo. Lo importante será saber que estamos ante un circuito que nos
mostrará -o nos ocultará- un determinado modo de relación que siempre funcionará como lo que
Pero volviendo a los componentes del circuito, de entrada es interesante considerar que en teoría
eléctrica se considera que una fuente es un dispositivo que se encarga de transformar algún tipo de
energía en energía eléctrica. Y digo que es interesante porque de este modo los electricistas nos
ahorramos un montón de discusiones estériles como discutir cual es el tipo de fuente por excelencia o
si mi fuente es más grande que la tuya. Podríamos entender que en nuestra tradición cultural
reciente se han considerado como fuentes a los artistas y a las obras de arte, es a ellos a los que se
Pero nada impediría, desde luego que eso cambiara, de modo que otros componentes del circuito
como las comunidades de gusto o determinados lenguajes de patrones aparecieran a nuestros ojos
Asimismo, podríamos concebir -sin salir de nuestra propia cultura artística- cuales podrían ser los
¿Son los museos y las ferias de arte buenos conductores o apenas llegan -con todo su empaque y
38 Umberto Eco, La definición del arte, Ed. Martínez Roca, Barcelona, 1970 pág. 177
Cualquier red eléctrica debe convertir su carga a tensiones altas para minimizar perdidas y luego
volver a tensiones bajas para su distribución... ¿está nuestra red cultural bien distribuida o perdemos
¿Se parecen las grandes bienales y ferias de arte a una instalación fotovoltaica o a una central
nuclear?
¿Y los comisarios y críticos? ¿Acaso no les habremos otorgado el papel de hacer de interruptores
¿Quien decide cuando saltan “los plomos” de nuestro circuito? ¿Y de quien fue culpa el último
apagón?
Son muchas preguntas que aquí quedarán inevitablemente sin contestar pero que es bueno tener
En todo caso puede ser interesante partir de esta inteligencia de los circuitos como rasgo
Eso nos permitiría abrir campo a investigaciones de estética comparada en los que podríamos
trabajar con investigaciones como las que llevó a cabo Susan M. Vogel39.
Vogel describía la práctica artística de los Baoulé, uno de los pueblos Akan de Costa de Marfil,
precisamente, en tanto que mediante una serie de prácticas y dispositivos mezclaban y ponían en
contacto, formando circuito, una serie de componentes que ella caracterizaba como
39Citada por Dennis Dutton en “But they do not have our concept of art” en Noel Carroll (editor) Theories of art today,
The university of Winsconsin Press, 2000, pág 224
Obviamente no se trata, ni de lejos, de pretender reducir los componentes del circuito estético-
eléctrico de los Baoulé al de nuestra propia cultura, ni los nuestros al de la suya, por mucho que en
Lo que sí que sostendremos es que para los Baoulé -como para Hegel sin ir más lejos- la
procedentes de estratos diferenciados, cuya contextura e interrelaciones habrá que considerar con
todo detalle.
básico del circuito estético más simple, como la “aparición sensible de la Idea”40, Sabemos que se
tratará en Hegel de dar cuenta de una aparición-apariencia sensible que no pretende monopolizar lo
estético, puesto que es sólo superficie 41, exterioridad que el bueno de Hegel intentará eliminar por
completo en la poesía y la música, como si estas artes fueran más puras que la arquitectura o la
pintura...
En cualquier caso, e incluso en Hegel, queda clara esta inevitable relacionalidad, este
ontológicamente diferenciados.
Vamos pues a sostener que lo estético-eléctrico funciona justamente como los kantianos juegos de
facultades, como modos de relación entre estratos que si bien pueden tratarse bajo cualesquiera
correspondientes sin dejar de ser lo que son: una carga relacional dispuesta en un circuito.
40 Obviamente no vamos a entrar en todo el idealista trapo implícito en la argumentación hegeliana y su limitada
concepción de la aparición sensible como Oberfläche, superficie. Nos interesa ahora la parte lógica, relacional de su
argumentación y por eso lo traemos a colación. Hartmann por lo demás da buena cuenta de las limitaciones del
“circuito idealista” en la página 95 y ss. de su Estética.
41 W. Biemel, La Estética de Hegel, Universidad de Colonia 1962, pág 150
…
Por supuesto que no han dejado de aparecer intentos por descomponer el circuito, segregando sus
componentes e intentando explicar el todo mediante una parte que, al ser separada del resto,
podríamos diseccionar mejor. De ese modo, podremos tener una experiencia estrictamente
fisiológica, o realizar un análisis especí ficamente histórico o formal de cualquier obra de arte,
limitándonos a escuchar tales y cuales frecuencias de sonido, o combinar estos o aquellos matices
puede ni por asomo sustituir el complexo estrati ficado que constituye toda obra de arte y toda
experiencia estética. Hablaremos, sin embargo, de una experiencia -y de una re flexión- estética en
cuanto contemplemos el dispositivo en cuestión precisamente como un circuito que pone en juego
distintos estratos, o más bien un circuito que permite que esos diferentes estratos se pongan en
juego mutuamente, hasta el extremo de que lo que aprendemos de uno de ellos nos viene dado a
través de otro completamente diferente... Para ello habremos de entrar de lleno en lo que
llamaremos “teoría de estratos” que, mira tú por donde, constituye el objeto de la siguiente sección
de este libro.
FOTO 4 gatitos
Sección Uno: Estratos.
Shrek
T.S. Eliot
Teoría de gatitos.
Siempre me han gustado las láminas de gatitos. Y de entre todas las que más me gustan son esas
que te permiten ver un gatito pequeñito y peludito jugando con una mariposa de colores... pero que
si te mueves un poco hacen que veas otro gatito -aun más pequeñito y peludito- que mira
embelesado una flor de calabaza... y sucede entonces que, al intentar ver mejor la flor, la lámina
misma te devuelve al primer gatito que ahí sigue jugando con la mariposa42. Un encanto.
Me gustan tanto que ya hará un par de años que tengo colgadas en la puerta de mi despacho dos de
esas láminas que aportan una infinita variedad sensitiva a mis deambulaciones por el pasillo de la
Facultad. Cuando vengo desde la calle veo cachorritos de ojitos brillantes y larga lengua humeda y
cuando llego desde el despacho del director del departamento, en cambio, veo gatitos mirándose
¿Acaso tendrá alguna influencia sobre mi percepción estética el hecho de que venga desde la calle o
42 Por cierto, dato para alimentar la curiosidad, para que las mariposas puedan volar, sus fuertes músculos en el tórax
deben mover las alas en un patrón en forma de ocho
desde el despacho del director? Yo mismo lo he dudado mucho tiempo, pero ahora sé que no es ese
el caso.
Las láminas que cuelgan de mi puerta están construidas siguiendo los principios de la
lenticularidad. La lenticularidad es una técnica -una techné que es como los griegos llamaban al
arte- que permite asociar diferentes imágenes en un mismo soporte de impresión, de manera que
Más allá de mi cuestionable gusto por las imágenes cargadas de ternura gatuna, si traemos aquí a
colación este tipo de láminas es porque la lenticularidad resultará fundamental para entender el
Y es que, en cierto modo, toda obra de arte -tenga o no gatitos- es una especie de composición
lenticular, puesto que alberga una multitud de capas que no se limitan a superponerse como las
laminas de acero que forman el filo de una espada, sino que bailan, se pelean y se dan la vez unas a
Es por eso, porque la obra de arte alberga complejidad estratificada que cabe esperar que nuestra
Por las mismas, es a causa de esta condición lenticular que podemos sostener que las diferentes
visiones que nos depara la obra de arte no son en absoluto independientes o ajenas al objeto o la
obra en cuestión o que dependen tan sólo de nuestra perspectiva. Más bien al contrario, las distintas
visiones que logramos aquilatar nos devuelven a la obra misma, la enriquecen y la cuestionan para
volvernos a lanzar hacia otra visión diferente. Esto es, se puede decir con Umberto Eco que la obra
de arte es siempre una “obra abierta” pero semejante apertura no conlleva una suerte de total
indeterminación de la misma que -a todo esto- no tendría sentido alguno: el autor generalmente no
ignora esta condición del carácter circunstancial de todo deleite, sino que crea la obra como
«apertura» a estas posibilidades, apertura que, no obstante, oriente las posibilidades mismas en el
hecho de salvar esta dialéctica de “de finitud” y “apertura” es algo que nos parece fundamental
diversidad de sentidos e interpretaciones no nos debe confudir llevándonos a postular que haya
Antes al contrario, la clave radica en que la obra de arte, pese a toda su fertilidad y su juego
constituye una sola realidad, un único medio homogéneo... aunque se trata, eso sí, de una realidad
lenticular, es decir una realidad que alberga y auspicia siempre una pluralidad de sentidos, de
imágenes -o gatitos- que no sólo conviven en su seno, sino que remiten continuamente de la una a la
otra en un proceso indecidible. Según Luigi Pareyson podríamos decir que lo que se muestra en el
cuadro es el enigma de que hay algo y que ese algo tiene un sentido.. que a través del arte aquello
Esto lo ha apreciado con claridad el lenticular profesor australiano-libanés Ghassan Hage 44: Lo
incertidumbre que podrían parecer estados subjetivos de sujetos sociales tienen aquí que ser
Que nos remita a esa dimensión ontológica quiere decir, como ya hemos adelantado, que la realidad
de la obra sigue siendo una. Aunque se trate, bien es cierto, de una realidad lenticular, una realidad
43 Umberto Eco, La definición del arte, Editorial Martinez Roca, Barcelona 1970, pág 157
44 Hage ha intentado aplicar la lenticularidad al estudio de dos tipos de desigualdad, la extractiva y la distribucional tal
y como aparecen en las laminas en las que en vez de gatitos aparecen los habitantes de la Palestina ocupada.
45 The significance of the lenticular condition is that situations of ambivalence, vacillation and uncertainty which are
subjective states of social subjects have to be theorized as properties of reality itself, an ontological condition
http://hageba2a.blogspot.com/2018/03/towards-lenticular-understanding-of.html
que se construye mediante una pluralidad inquieta de estratos que nos exige una constante
Como tendremos ocasión de ver, esta dinámica estrati ficada será relevante tanto a la hora de
Así, pensar lo estético efectivo como un conjunto estrati ficado46, empezará por hacernos ver que al
igual que sucede con las láminas de gatitos o como les sucede, en sus campos de investigación, a los
geólogos y los arqueólogos, ni la obra de arte ni la experiencia estética se nos muestran nunca
como si fueran un simple bloque macizo, algo reducible a una única clave capaz de agotarlas por
Al contrario, asumiremos que todas ellas -como los ogros de los que hablaba Shrek- tienen capas y
de las obras de arte como de los ogros y por supuesto de nosotros mismos.
A este proceso por el cual se nos va revelando lo complejo y lo contradictorio que está anidado en
la obra de arte y la experiencia estética, le llamará Nicolai Hartmann la hendidura del trasfondo y la
presentará como uno de los rasgos fundamentales de lo estético al llevarnos y traernos constante e
Así que ahora la cuestión consistirá en llevar algo más lejos las intuiciones del bueno de Shrek -¿o
era Eliot?- y de los dibujantes de las laminas lenticulares indagando las diferentes relaciones que se
Aunque antes, eso sí, habrá que darle a todo esto una mínima perspectiva histórica.
46 Tiempo habrá de explicarlo bien, pero claro debe quedar desde este arranque que nada hay en la idea de la
estratificación que conlleve procesos de jerarquización u otras formas de simplificación. Antes al contrario,
investigaremos la estratificación estética y sus leyes como forma precisamente de abordar la complejidad, la
multitud de correlaciones complementarias y contradictorias en las que se muestra lo efectivo y se deshace lo
inefectivo.
47 Y con ello consigue darle una utilidad mucho mayor al concepto de “aura” que tal y como fue esbozado por
Benjamin, se nos mostrará ahora como un “caso” particular de hendidura del trasfondo. Como se recordará para
Benjamin el aura era una trama muy especial de espacio y tiempo: la irrepetible aparición de una lejanía, por cerca
que pueda encontrarse (Sobre la fotografía, Valencia, Pre-Textos, 2015 pág 40)
Tanto la estrati ficación como sus dinámicas y tensiones se han explorado desde los inicios mismos
de la re flexión estética. Eso sí, en buena parte de esas ocasiones se ha tendido a tratar la
estrati ficación y sus juegos como una especie de anomalía, un peligro incluso, que había que aislar
y neutralizar.
Este sería un momento genial para volver a convertir a Platón en esa especie de abominable hombre
del saco que siempre ha sido para los estetas, pero no, lo vamos a dejar. Nos bastará constatar
cómo siguiendo la larga estela de Platón, se ha tendido primero a agrupar toda multitud de estratos
en tan sólo dos grupos: el de lo material y lo espiritual por poner una de las más socorridas
Esa es la doble maniobra fundamental que organiza cualquier forma de reduccionismo que por lo
demás suele aparecer e imponerse, a modo de peaje, toda vez que un investigador descubre un
principio que le resulta altamente clari ficador. Así le sucedió a Plotino con lo Uno, reduciendo el
mundo fenoménico y material a una mera emanación procedente del Gran Uno... o a Demócrito con
los átomos mediante los que podía proporcionar una inteligencia adecuada de lo inorgánico pero
que no bastaba de suyo para dar cuenta enteramente de las características emergentes del estrato de
pensador se deja llevar por esta especie de “alegría trempante del descubridor” no puede sino
convertir en caricatura sus propios logros, por meritorios y fértiles que éstos puedan ser en su
campo.
Por alguna razón esta misma fijación con una contraposición jerarquizada de sólo dos estratos ha
acompañado a buena parte del pensamiento estético, permitiéndonos en el mejor de los casos,
acercarnos a la distinción que alberga toda obra de arte entre lo evidente y lo oculto real, entre los
Pero el pensamiento estético es un juego que -como decía Sor Juana- ni admite siervo ni tolera
señor. Y eso mismo lo entendió bien Agustín de Hipona cuyo pensamiento estético evitaba ya
colocar los estratos de lo sensible y lo intelectual en una relación jerárquica rígida, sino que dejaba
entender cómo la experiencia estética sólo puede surgir como articulación -así sea a tortas- entre
ambos. Esto mismo lo formulará Aureliano al sostener que toda armonía -como todo modo de
relación- produce una especie de consonancia, como de voces graves y suaves48
Ahondando en esta articulación el jovencito Hegel concebirá la belleza como una expresión de la
Idea, pero lo hará sin acabar de subordinar y machacar la expresión sensible de la misma. La
Belleza será entendida como el aparecer sensible de la idea49, dándole así cierto juego a su
manifestarse exultante en el plano de lo sensible. Esto es, la belleza dependerá de la idea, faltaría
más, pero esta idea tendrá que manifestarse a nuestros sentidos para dar pie a la belleza y esa
Todo eso está muy bien, pero nosotros tendremos que ir un poco más lejos.
Para ello necesitaremos dotarnos de una teoría de estratos que sea capaz de albergar más
complejidad que la que permite el ping pong entre lo material y lo espiritual, una teoría que no
reduzca el dispositivo estético a sus extremos, sino que recupere la capacidad de articular un número
mayor de estratos y que sea capaz de elucidar las muy diversas relaciones y equilibrios que se
Algo así se puede rastrear en la teoría de la estratificación que plantea Dante. En su Convivio explica
cómo los escritos se pueden entender y se deben exponer principalmente en cuatro sentidos: el
literal, el alegórico, el moral y el anagógico. El interés que pueda aún tener para nosotros la teoría
de estratos de Dante no reside tanto en su particular delimitación de cada uno de los estratos, sino
más bien en su inteligencia de aquello que constituye la estrati ficación, es decir, la preeminencia e
imprescindibilidad de los estratos más básicos, así como la riqueza irreducible de los estratos
emergentes. Así dice Dante al considerar la sucesión de estratos que siempre debe ir delante lo
literal, como aquél en cuyo sentido están incluidos los demás, y sin el cual sería imposible e
irracional entender los demás y principalmente el alegórico. Es imposible, porque en toda cosa que
48 Aureliano, citado por Tatarkiewicz, Historia de la estética, vol II, pág. 141
49 Otros teóricos han concebido lo estético como un “encuentro entre el hombre y la naturaleza” (Schmarsow, citado
por Worringer, Naturaleza y Abstracción, pág 27) o como el “contacto efervescente del espíritu con la
realidad”(Pierre Reverdy, Le Gant de Crin, París, Le Rouseau d'Or 1927). Por supuesto a nosotros estas formulas
nos parecerán aun demasiado alejadas no sólo de nuestro léxico sino fundamentalmente de las prácticas artísticas
efectivas. Por lo demás si bien nos llaman la atención por su apuesta por la composición, por la complejidad... el
encerrarse sólo a dos elementos: el espíritu y la realidad supondrá una grave limitación que habrá que suplir con una
teoría de la estratificación más compleja.
tiene interior y exterior es imposible llegar adentro si antes afuera no se llega. Por lo cual,
comoquiera que en los escritos el sentido literal es siempre lo de fuera, es imposible llegar a los
demás sin antes ir al literal. De aquí que, como dice el filósofo en el Libro Primero de la Física, la
naturaleza quiere que en nuestro conocimiento se proceda ordenadamente, esto es, procediendo de
Bien sé que se trata de un salto mortal pero el caso es que algo así está, en cierto modo, presente en
la Teoría Estética de Adorno cuando el pensador alemán sostiene que el contenido de un cuadro
no se limita nunca a lo que representa, sino que hay que otorgar una atención específica a los
De Dante a Adorno lo que está claro es que no podemos seguir haciendo solitarios con una baraja
de dos cartas: materia y espíritu 52 y quizás nos convenga aquí seguir la pista que nos dará Nicolai
Hartmann53 dándole entrada -como sugería Dante- al menos a cuatro estratos diferentes que
Estos son cuatro los estratos básicos que propuso Hartmann en el tercer tomo de su Ontología,
Kaufman... si bien ninguno de estos cientí ficos y ensayistas parecen haber tenido la oportunidad de
Con todo y por mencionar referentes algo más conocidos en nuestro país, podemos remitirnos, por
Wagensberg considera la estrati ficación una herramienta fundamental para poder plantear lo que él
Curiosamente también Wagensberg plantea una distribución basada también en cuatro estratos que
inerte, la materia viva y la materia culta, que el autor se cuidará de relacionar con los postulados de
la cosmología vigente, según la cual en el principio de los tiempos, cuando la materia del universo
se desparramaba en una especie de sopa homogénea de quarks...la nada se rebeló contra sí misma
y así surgió la materia inerte , una materia capaz de resistir algo de las fluctuaciones de la
incertidumbre. Algunos miles de millones de años después... un pedazo minúsculo de materia inerte
se rebeló contra la incertidumbre y se complicó lo bastante como para modi ficar algunas de sus
materia viva. Y hace poco más de un millón de años una parte bien modesta de la materia viva
protagonizó una tercera rebelión y se complicó aún más la vida hasta lograr anticipar algo de la
Estos tres estratos de la materia pondrán en funcionamiento diferentes formas de selección que
Será hacia el final de su libro La rebelión de las formas cuando se verá en el brete de introducir un
cuarto estrato que aportará una distinción emergente más, mediante la que podrá tratar sobre lo que
56 Lo que tampoco es tan extraño si consideramos que dicho trabajo, especialmente los cinco tomos de la Ontología
han permanecido inéditos en inglés hasta hace apenas un par de años, cuando se publicó en solitario el tomo II de la
Ontología, precisamente el dedicado a la Ontología Modal, mientras que tomos tan fundamentales como el III
siguen sin haber sido traducidos al inglés, dejando por tanto fuera de juego todo el pensamiento dedicado a la fábrica
del mundo real, en el que se considera la función de estratos y categorías. En el ámbito de habla hispana sin
embargo hemos podido contar con las tempranas y nutritivas traducciones editadas en México por exilados como
José Gaos. No obstante y pese a dichas ediciones -realizadas en los años 50 y 60 del siglo XX- tampoco la obra de
Hartmann ha llegado a los cientí ficos y divulgadores de habla hispana como Javier Sampedro o Jorge Wagensberg.
57 J. Wagensberg, La rebelión de las formas, pág. 94
él llama selección matemática -o selección colectiva como la denomina también- capaz de
comprender cómo de todos los puntos del espacio, pertenecen a la forma en cuestión todos
Obviamente hay una clara correspondencia con los estratos de lo inorgánico, lo orgánico, lo
objetivado).
Pueden haber filtraciones e intercambios de prisioneros entre alguno de los estratos, atendiendo a su
enunciación especí fica, especialmente entre los dos últimos estratos … y está bien que las haya.
En todo caso el objetivo final es que unas propuestas de estratos u otras nos ayuden a a finar el
modelo mediante el que -como es nuestro caso- podamos abordar ya no la evolución del cosmos en
Para eso nos puede servir una teoría de estratos, así como una adecuada comprensión de las leyes de
la estrati ficación, que según Wagensberg deben recoger tanto la innegable58 pre-existencia de la
materia inerte dotada de mayor fortaleza como su insu ficiencia a la hora de dar cuenta de la
espiritual. Esa emergencia es la que hace variar el signi ficado que en cada estrato tiene el principio
espinosiano del conatus, del perseverar en su ser de las cosas y las criaturas.
Así en el mundo inerte permanecer signi fica seguir estando, en el mundo vivo signi fica seguir vivo,
En términos categoriales dicha trabazón de estratos nos proporciona las sucesivas novedades
categoriales inherentes a cada uno de los estratos, así aparecen, en los términos de Wagensberg, la
modelizar y poner en común modos de hacer respecto de lo que los teóricos de la complejidad
llaman la incertidumbre... que quizás esté en el núcleo mismo de lo artístico para el cual autores
tan diversos como Adorno o Lukács reclamaban siempre un cierto carácter enigmático.
58 Wagensberg debió sentir la presión intelectual e ideológica de algunas de las epistemologías posmodernas
absolutamente centradas en los estratos superiores y convencidas -como Plotino- de que todo emana desde allí
arriba. Tanto es así que el físico barcelonés llega a pedir “perdón” -en la pág. 73 de La rebelión de las formas- por
defender que esta emergencia sólo puede suceder de abajo a arriba, si bien lo de arriba, siendo reciente y frágil como
ya sabemos, no puede resolverse enteramente mediante las categorías propias de los estratos inferiores.
59 J. Wagensberg, La rebelión de las formas, pág. 65
…
En adelante nos propondremos considerar tanto la consistencia de las obras de arte como la de
nuestras experiencias estéticas en tanto cooperación y con flicto de elementos procedentes de los
diferentes estratos. No habrá aquí jerarquía ni reducción alguna. Constataremos eso sí que algunos
de esos estratos -los más antiguos- tienen que mantenerse, así sea discretamente, para que los demás
puedan aparecer y hacer su quehacer, esto es, lo emergente se apoyará siempre en lo previamente
existente sin que por ello tenga que ceñirse al juego que esos estratos anteriores podían desplegar.
Esto signi fica que algunos estratos son más antiguos y más estables, pero que no por apoyarse en
ellos pueden los fenómenos emergentes ser enteramente explicados en los términos de dichos
estratos anteriores... puesto que lo característico, precisamente, del salto entre estratos es la
En otras palabras, y como veíamos ya en Dante, los estratos que -para entendernos- llamaremos
“superiores” dependen siempre para su comparecencia de los estratos “inferiores”, así por ejemplo,
es fácil entender que si no hubiera habido materia inorgánica difícilmente habría vida orgánica, del
mismo modo que si no hay organismos que la sustenten difícilmente habrá vida consciente... Así las
cosas, los estratos más recientes se apoyan siempre sobre las condiciones y las leyes de los más
antiguos, y no pueden forzarlos o contravenirlos más allá de ciertos límites. Esto supone una lección
d e humildad, que no por elemental ha dejado de ser ignorada por las diferentes versiones del
insoslayable que nos recuerda el suelo del que salimos todos y al que -a todo esto- tendremos que
volver. Pero el caso es que aunque los seres vivos, aquellos que abren el estrato de lo orgánico, no
podrían existir si previamente no hubiera un suelo y una atmósfera de materia inorgánica, aunque
dichos seres vivos no puedan ignorar o contravenir las leyes de la física -no por mucho tiempo al
menos- también está ya claro a estas alturas que no podemos aspirar a explicar su consistencia y su
quehacer recurriendo sólo a las leyes de la física que además de lo inorgánico rigen también lo
Es aquí donde podemos tomar distancias de los materialistas más ramplones. Así, de igual modo
que admitimos que los estratos superiores descansan en los inferiores, tenemos que admitir que
aquellos -los superiores- no pueden explicarse sólo en razón de ese su descansar en los inferiores.
Cada estrato al diferenciarse, hace emerger -pone de manifiesto y despliega- lo que Hartmann llama
un “novum categorial”, es decir una categoría o conjunto de categorías inherentes a este nuevo
estrato. Unas categorías y unas legalidades que no se hallaban en el estrato inferior y que no pueden
Así la adaptación dinámica a fines, característica de la vida orgánica podría ser un candidato a ser
Todo esto forma parte del paradigma de las ciencias de la complejidad y la auto-organización, pero
quedará mucho más claro si exponemos las Leyes de la Estrati ficación, que ya propusiera Nicolaï
Hartmann60 hace algo menos de un siglo y que hasta ahora no habían encontrado las condiciones
adecuadas para su óptima comprensión y aprovechamiento. Se trata pues de las leyes de Fuerza,
Ley de la fuerza: especifica que los estratos inferiores -lo inorgánico y lo orgánico- son siempre los
más fuertes y persistentes. Es por eso que los estratos superiores -lo psiquico y lo social-objetivado-
dependen de los inferiores, pero no a la inversa. Por decirlo en palabras en Jorge Guillén:
Proponiendo un volumen
Ley de la indiferencia: esta ley saca consecuencias de la anterior y especifica que los estratos
60 CITA
inferiores no se esfuerzan gran cosa, ni mucho menos se agotan, en su funcionar como base de los
superiores, más bien lo que muestran es, precisamente, cierta indiferencia a la comparecencia o no
de los superiores.61
Ley de la materia: los estratos superiores no pueden conformar con la materia-base que han recibido
de los estratos inferiores todo lo que queramos62, sino sólo lo que es posible hacer a partir de esa
Ley de la libertad: toda vez que se asumen las leyes propias de los estratos anteriores, podemos
decir que los superiores son libres63 en la medida en que la novedad categorial que incorporan y la
materia-base sobre la que se apoyan se lo permiten. Se trata entonces -como siempre- de una
Del equilibrio y el juego entre estas leyes hablaba Max Bense cuando decía que la belleza de un
verso será perceptible sólo cuando ese verso exista y este presente con su ritmo, su métrica, sus
sílabas, palabras, metáforas, resonancias, etcétera. La belleza, empero-, no coincide con esta
realidad, sino que va más allá de ella. La belleza supera la realidad. Sin embargo, únicamente
puede subsistir en la medida en que la realidad, que es el sostén de ella, exista y esté presente64.
A esta doble dinámica por la que el arte necesita tanto ser real como ir más allá de la realidad
existente le llama Bense correalidad: la definición y el análisis de lo bello tienen por finalidad
-según Bense- una indagación de esta correalidad65 que también podríamos llamar realidad
61 Esta parece ser una ley específicamente pensada para evitar el error aristotélico consistente en introduir una
finalidad, una teleología dentro de la sucesión de estratos que se verían por asi decir, forzados, a dar pie a los
superiores, desde cuyo “logro” se explicaría la existencia misma de los inferiores.
62 Así que mal que le pese a Antonio Díaz, “el mago pop” no todo es posible, sino que solo lo es aquello para el
cumplimiento de lo cual se dan todas y cada una de las condiciones. Y si no se dan la cosa, obviamente, es ponerse.
63 Lógicamente Hartmann no entiende la libertad como “indeterminación” sino como “sobredeterminación”.
64 Max Bense, Estética Nueva Visión, Buenos Aires, 1954. pág. 23
65 Quizás el término contemporáneo de realidad aumentada podría ser explorado para dar cuenta de esta dinámica
emergente.
Si tenemos esto presente se hará espurio decir que los términos superior e inferior no son los más
afortunados para aludir a los diferentes componentes de la correalidad estética, puesto que aquí
como en el Tao: lo grande y fuerte ocupa el lugar inferior. Lo pequeño y débil ocupa el lugar
superior66, esto es los estratos así llamados inferiores son precisamente los más fuertes, los primeros
en aparecer y los últimos en desaparecer. A su vez, los estratos superiores, siendo los más recientes,
son mucho más frágiles e inestables... Inferioridad y superioridad tienen aquí pues estrictamente un
estético.
Nos interesará mucho ahora ver cómo el juego ente estratos afectará a las diferentes formas de
concebir la muy disputada autonomía de lo estético. Así cabría pensar una modulación de la
autonomía característica de lo estético inorgánico, una autonomía mediante la que las cosas se
obstinan en comportarse como tales cosas, no dejándose, por ejemplo, convencer por nuestros
argumentos y es por eso que no podemos enseñarle a un lápiz a no caer cuando lo soltamos. La
todo trazo de auto-organizacion67 e introdujéramos todos los matices que hacen que los diversos
materiales cumplan las leyes de la física a su modo. Esto es lo que nos enseña la Cimática y las
agua, la arena o incluso los fluidos no newtonianos cumplen las leyes de la física siguiendo sus
propios patrones de auto-organización sobre los que se acoplará el trabajo del artista que no sólo no
tanto más excelente cuanto mayor sea su capacidad para entender los materiales con los que se
desempeña. Esto lo supo ver un pensador tan poco sospechoso de misticismo panteísta como fue
Bertold Brecht. Para el dramaturgo alemán en la base del arte hay una capacidad de trabajo. El
que admira el arte, admira un trabajo, un trabajo hábil y logrado. Y es necesario conocer alguna
cosa de tal trabajo, a fin de admirar y gozar del resultado, es decir, de la obra de arte. Tal
para la escultura. Es preciso tener un poco de sensibilidad para la piedra, la madera o el bronce y
también unas nociones acerca del empleo de estos materiales 69. O más bien unas nociones acerca
de los lenguajes de patrones mediante las que toda materia tiende a una u otra forma de auto-
organizacion.
Esto es lo que sucede, por ejemplo, con las dunas de arena. Podría pensarse que la forma de la duna
estaría completamente determinada por el viento, pero esto no es lo que sucede cuando las dunas
son lo bastante grandes para afectar ellas al viento también: el viento lleva la arena, pero la arena
obstaculiza el viento y lo hace amainar haciendo que los granos de arena se depositen de nuevo.
De modo que lo que tenemos es un sistema de acción y reacción acopladas (en serie como los
latidos del corazón, no en paralelo) cuyo resultado -la forma de la duna- no siempre se puede
predecir a priori70 .
Así las cosas, la forma de la duna es tanto el resultado como el factor regulador del movimiento de
los granos de arena... Esto nos permite pensar que un modo de relación es a la vez la manifestación
Esta puede ser una buena manera de concebir la auto-organización en el estrato de lo inorgánico y
vivedios que es de la mayor importancia para cualquier pensamiento serio de lo estético que
inevitablemente, en la mayor parte de las prácticas artísticas tienen en dicho estrato su primera base
69 Bertold Brecht, Observación del arte y arte de la observación, incluído como apendice en Paolo Chiaríni, Bertolt
Brecht, Ed. Península, Barcelona, 1969, pág. 213
70 Morphogénesis, pág. 107
Pero no nos podemos detener ahí, puesto que la materia, hylé -etimológicamente la madera del
bosque- es el límite inferior de los seres pero, como hemos planteado, admite la emergencia de una
mayor complejidad, puesto que como dice James J. Murphy 72 se trata de una materia que no está
rítmico será preciso que consideremos a su vez la aparición de una forma de autonomía específica
del estrato de lo orgánico: la autonomía mediante la que los cuerpos vivos se producen a sí mismos
y no a otros. Maturana y Varela -como hemos visto- llamaron autopoiesis73 a este tipo de autonomía
sin la cual es difícil comprender nada en biología: la selección natural es importante, pero ésta no
ha trabajado sola para crear las finas arquitecturas de la biosfera: de la célula al organismo y al
ecosistema. Otro recurso –la auto-organización- es el recurso raíz del orden. El orden del mundo
biológico no es meramente un truco, sino que surge natural y espontáneamente a partir de estos
Por supuesto la autopoiesis no puede desconocer ni contravenir abiertamente las leyes de la física
-la auto-organización de lo inorgánico- pero muy a menudo las desafía puesto que toda autopoiesis
se construye en tensión con las inercias 75 que todo cuerpo arrastra por llevar en sí todas las huellas
Este mismo desafío a la inercia propia del estrato anterior vuelve a darse cuando pasamos del
modulación de la autonomía que por lo demás, e igual que pasaba con las otras modulaciones que
hemos ido viendo, no puede sostenerse en el vacío, sino que tiene que construirse apoyándose en los
La autonomía de lo psíquico nos sirve para poner distancia, o cierta sordina al menos, frente a las
exigencias de nuestra constitución como cuerpos y como materia inorgánica, aunque éstas formen
que ponernos en juego. Por eso, dice Santayana, la alteración de determinadas funciones orgánicas
fuerza de nuestras pasiones, el poder de nuestra atención y la viveza de nuestro gusto y afectos se
deben al concurso de esas fuerzas vitales77, se apoyan y necesitan del cumplimiento de todas las
La cuestión que nos importa, sin embargo, es que ninguna de estas relativas dependencias nos
puede hacer renunciar a la inteligencia de que hay una auto-organización de lo psíquico que tal y
como ha estudiado la Psicología de la Gestalt nos lleva a preferir e incluso a proferir determinadas
formas y composiciones, con relativo desprecio de lo que percibimos o lo que nos quiera imponer el
cerebro reptil que cada cual conservamos con más o menos cariño. Del mismo modo que pasaba
psíquico no puede ignorar las exigencias auto-organizacionales del cuerpecillo del que es parte, y de
hecho buena parte de su quehacer consiste en algún tipo de colaboración con dicha autopoiesis.
Ahora bien, no podemos ignorar cuan a menudo la autonomía de lo psíquico se planta, por así decir,
76 Y de hacerlo no sólo mediante sinapsis neuronales como hacemos los humanos y algunas especies cercanas, sino
como hacen otras criaturas aparentemente tan diferentes como pueden ser las plantas que han demostrado ser
capaces de coordinar la inmensa cantidad de información que les llega a través de los ápices radicales. Inevitable
citar aquí el trabajo del neurobiólogo y botánico Stefano Mancuso que siguiendo intuiciones ya presentes en Goethe
y Darwin ha demostrado experimentalmente que las plantas pueden aprender y pueden tener memoria. Puedes
seguirse sus experimentos y su argumentación en libros como Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal,
Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015.
77 G. Santayana, The sense of beauty, pág. 26
frente a las exigencias de la autopoiesis orgánica y le impone restricciones. Toda ascesis, desde
quien sigue una dieta o se declara en huelga de hambre a quien se embarca en la redacción de un
pesado libro de estética, supone sino una negación -como han pretendido muchas escuelas
filosóficas78- si al menos una cierta negociación con las exigencias de la autopoiesis de lo orgánico.
puede extender a las demás formas de autonomía- como autotélica, es decir de autodeterminación
de fines.
En este estrato efectivamente, a diferencia de lo que sucede en otros, podemos marcarnos fines: por
implementarlo. Por supuesto -y no entender esto ha provocado todo tipo de errores- lo autotélico
tiene demasiado sentido que nos planteemos como fin dejar de ser un cuerpo humano para -a base
estado de derecho y la democracia, esto sería a todas luces mucho más complicado.
Obviamente e igual que sucedía con las modulaciones anteriores de la autonomía, esta auto-
organización de lo social no puede ni debe ignorar las exigencias de las formas más sencillas o
anteriores79 de autonomía. Hacer planes para auto-organizarnos socialmente sin contar con lo que
somos -así sea para modificarlo- tanto en el plano psíquico, en el somático e incluso en el físico-
químico... no tiene absolutamente ningún sentido. Ahora bien, también aquí debe entenderse como
la auto-organización en el plano de lo social va a tener que desafiar los límites planteados por las
demás formas de autonomía. Igual que el perezoso tiene que contrarrestar la fuerza de la gravedad
que le mantiene tumbado en la cama, así en el plano de la auto-organización social será preciso que
aprendamos a negociar con la autonomía de nuestras emociones y nuestra inteligencia psíquica para
78 Desde la mayor parte de las escuelas budistas y el estoicismo a los padres de la iglesia...
79 En “teoría de estratos” lo anterior es obviamente más antiguo, más estable y muestra una cierta indiferencia hacia lo
posterior, no habiendo en estos términos ninguna forma de solapada jerarquización de ningún orden.
convertir -como quería Vigotsky- lo interpersonal en intrapersonal y poder así volver de nuevo a
Será por eso que al fin y al cabo, lo que somos, decía Georges Bataille, depende de la actividad que
une los elementos innumerables que te componen, de la intensa comunicación de tales elementos
Con todo es fundamental que aprendamos a pensar no sólo en la posibilidad formal de pequeños
bucles de reactualización entre estratos, sino incluso de reiniciar el ciclo completo de estratos en su
conjunto, sobre todo en cuanto empecemos a aplicar la teoría de los estratos al pensamiento
estético. Acaso suceda entonces, del modo en que lo planteara Wilde o la Teoría del actor-red, que
De un modo ontológico fuerte, tal y como Clifford Geertz considera que sucede con los humanos
cuyos cuerpos y encéfalos son modificados -incluso en un sentido físico- por la cultura, de modo
que hay una co-evolución del lenguaje y de nuestra capacidad para el lenguaje.
O de un modo epistemológico, que enfatizaría que sólo somos capaces de “ver” aquellos segmentos
de naturaleza (estratos 1 y 2) a los que nuestros desarrollos en los estratos superiores (3 y 4) nos dan
acceso.
En cualquier caso y bajo cualquiera de estas modalidades sostendremos que los estratos se nos dan
Para esta visión, a caballo y a tortas entre Kant y Marx, no se trata de que cada sociedad
reconocer que cada sociedad, o cada uno de sus miembros, sólo puede ver aquella sección de cada
estrato para la que cuenta con categorías adecuadas, como las que nos permiten concebir y tratar
con los microbios o la radiación. Con el desarrollo de los diferentes aparatos categoriales podemos
entonces entender cómo el esquema de los estratos que podría parecernos en exceso lineal y
enlazan y se condicionan mutuamente los diferentes estratos, de modo que las variaciones
consecuencia.
Mediante las leyes de la estratificación se dejan ver las complicidades conceptuales con
pensamientos como el del materialismo cultural que lejos de desdeñar o considerar marginales los
objetivado- tan sólo los pone en la perspectiva que ofrecen las leyes de fuerza, indiferencia, materia
y libertad. Eso explica, en palabras de Marvin Harris, por qué las innovaciones que se producen en
la infraestructura -en los estratos inferiores- tienen grandes posibilidades de ser preservadas y
condiciones ambientales, incluso aunque se dé una marcada incompatibilidad entre ellas y las
estructural o simbólico ideacional -las propias de los estratos superiores- serán probablemente
En todo caso no se trata de quedarse en una dinámica diacrónica, ni mucho menos permitir que nos
imponga una sucesión lineal de los diferentes estratos. Esto en nuestro campo de investigación no
tendría sentido alguno. Por supuesto, toda teoría de la estratificación tiene que dar cuenta -como
parte de su carácter ontológico- de esa dimensión diacrónica y servirá para postular, como hemos
dicho, qué es lo que estaba ahí antes y qué debe seguir estando para que otros estratos aparezcan.
Pero a la vez tiene también una dimensión sincrónica que especifica la diversidad simultánea de
82 Marvin Harris, Teorías sobre la cultura en la era posmoderna, Ed. Crítica, Barcelona, 2000, pág. 179
aquello que aprehendemos. Es esa simultaneidad de los estratos la que da “profundidad” a las cosas
sin que debamos en ningún caso confundir profundidad con opacidad, puesto que como decía
Merleau-Ponty: La profundidad es el medio que tienen las cosas para permanecer claras, para
permanecer cosas, al mismo tiempo que no son -no se reducen a ser- lo que yo veo actualmente. Es
Esto se deja ver perfectamente en otras propuestas de estrati ficación de lo estético como la que
planteaba el compositor Aaron Copland84 cuando hablaba, también él, de cuatro estratos
fundamentales que podíamos rastrear en la música a través de las categorías de el timbre, el ritmo,
la melodía y la armonía.
La propuesta de estrati ficación de lo musical que plantea Copland no puede encajar mejor con la
sugerida por Hartmann, puesto que el timbre está conectado con la materialidad misma85 de los
instrumentos musicales -lo inorgánico-, mientras que el ritmo remite claramente a la pulsación, al
latido característico de lo orgánico86. A su vez la melodía sólo puede concebirse en relación con la
estructura misma de nuestro psiquismo, en el que la memoria juega un papel fundamental, mientras
que las diferentes formas de la armonía, sin duda, arraigan en convenciones y postulados de orden
última -dice Copland- hace de armazón cumpliendo la misión que tiene la dovela central en un arco
de medio punto, en el que siendo la última piedra que se coloca es la que sostiene a todas las demás.
Se trata, como siempre que consideramos “teoría de estratos”, de rasgos que están ahí 87, que están
83 M. Merleau-Ponty, Lo visible y lo invisible, pág 194
84 A. Copland, What to listen far in Music, 1939.
85 Así lo muestra Miguel Espinosa, hablando de Bach, en una de sus Cartas a Azenaia: Lo que más me encantó fue la
presencia inexcusable de los instrumentos materiales, que no dejan nunca de estar ahí. La música de otros es
música espiritual, por decirlo así; pero la música de Bach es de instrumentos. En ella se ve la piedra.
86 Imprescindible constatar con Whitehead que en el ritmo se introduce ya un rasgo fundamental de todo proceso
modal: la fluctuación entre monotonía y caos. Dice Whitehead que la esencia del ritmo es la fusión de la mismidad
y la novedad, de manera que el conjunto nunca pierde la unidad de patrón esencial, mientas que las partes exhiben
el contraste que surge de la novedad de sus detalles. Una mera recurrencia mataría el ritmo, igual que lo haría una
mera confusión de diferencias. Así a un cristal le falta ritmo si el patrón está demasiado presente, mientras que una
niebla es arrítmica en la medida en que exhibe una confusión de detalles carente de patrón. Alfred North
Whitehead, Principles of natural Knowledge. Citado por Gyorgy Kepes, Módulo, proporción, simetría, ritmo, Ed.
Georges Brazilier, NY, 1966, pág. 23
87 Aunque Copland publicó su Tratado allá por 1939, no deja de ser sintomático que esta misma combinación de
estratos de lo musical sea la que siguen utilizando muchos investigadores o las grandes plataformas como Itunes o
Spotify para extraer patrones presentes en la música que nos gusta a cada cual y ofrecernos piezas que seguramente nos
gusten. Es lo que en inteligencia arti ficial se llama procesamiento de señales, que se utiliza en este caso para analizar las
músicas de todo el mundo y examinar sus relaciones estructurales, a través precisamente de las relaciones entre timbre,
ritmo, melodía y armonía. Si alguien necesita una referencia algo más actualizada puede ir a al número de Science
correspondiente al 22 de Noviembre del 2019, donde encontrará un estudio de Samuel A. Mehr, Manvir Singh y otrxs,
en el que se sostiene una noción de la universalidad de lo musical apoyada en el recurso combinado e indecidible que
ésta hace de facultades perceptivas, emocionales y cognitivas... Rehacer el camino desde ahí a una teoría de la
estrati ficación de lo musical no debería ser muy complicado.
puestos en la música o la obra de arte en cuestión. El timbre, el ritmo, la melodía y la armonía
están, si bien tal y como vamos subiendo estratos se hace más importante nuestra intervención
sustituir nunca del todo lo que tiene que estar puesto en la obra para que ésta sea lo que -de una
dónde estaban los yambos que componen el verso Deus creator omnium, cuando lo declamamos...
¿dónde piensas que están: en el sonido que se oye, en el sentido auditivo del que escucha, en el
acto del que lo pronuncia o, puesto que el verso es conocido, hay que admitir que estos números
Por supuesto que no se trata de hacerle decir al bueno de Agustín nada que no diga él mismo, pero a
mi me parece claro que su estrati ficación en sonido, sentido, acto y memoria no andan tampoco tan
las denominaciones no sean las que mejor cuadren con un pensador de la antigüedad 89, pero ahí
queda esa apuesta por la complejidad y el juego de estratos que no puede reducirse en ningún caso
mismo ámbito de experiencia estética las especí ficas exigencias de materia, sentidos, memoria y
cultura.
88 Memoria aquí, claro está, viene a equivaler a acervo cultural compartido. Agustín de Hipona, De Musica, VI, 2, 2-5
89 De hecho Agustín los considera como numeros y los diferencia en sonans, occursor, recordabile y progressor.
Añadiendo un quinto tipo: el iudiciabilis que existe en el propio intelecto natural de los sentidos y que vendrá a
hacer las veces de la sustasis aristotélica, reintegrando objeto, fenómeno, experiencia y poética en un unico medio
homogéneo.
foto 5 fuente
Estratificación y diversidad teórica de la Estética.
estratificación de lo estético pueden haber afectado también -y no es extraño que así haya sido- a los
intentos por pensar lo estético realizados por las más diversas escuelas y pensadores. En efecto
cuando se repasa la historia del pensamiento estético muy a menudo da la sensación de asistir a una
especie de festival eurovisionesco en el que cada cual canta su canción sin hacer demasiado caso a
lo que los demás estén haciendo o más bien dando por sentado que lo que hacen los demás tiene
En cierto sentido no puede ser de otra manera, porque la dinámica que, como hemos visto, sigue
cada uno de los estratos por sí mismo – y no sólo los estratos- es la de aprovecharse de lo de abajo,
La contribución de una teoría de estratos bien tramada puede consistir en elucidar esa diversidad de
importancia y el rol que le otorguen a cada uno de los cuatro estratos fundamentales. Obviamente
con este posicionamiento vendrá dada una perspectiva que dará consistencia y a la vez limitará
Dichas limitaciones han sido repetidamente detectadas por estudiosos como Raymond Bayer que
nos recordaba en sus Ensayos sobre el método en estética -escritos a comienzos de los años 50 y en
plena deriva hacia el arte conceptual- la imperiosa necesidad de “desmentalizar la estética” 90. Con
ello no hacía sino poner de manifiesto la necesidad de quebrar la hegemonía que empezaban a
ostentar por aquel entonces los innumerables hijos de Marcel Duchamp, las emergentes hordas de
artistas conceptuales y los escritos perpetrados por críticos procedentes de las ciencias sociales, al
limitar tanto la obra de arte como la experiencia estética al despliegue conceptual de nuestros
90 Raymond Bayer, Essais sur la methode en esthétique, Flammarion, Paris 1953, pág. 128
informados juicios, cultural y políticamente posicionados. Por supuesto que dichos juicios no sólo
son del todo pertinentes, sino que son seguramente irrenunciables, pero lo que Bayer está intentando
argumentar es que el pensamiento estético tiene que tomar en cuenta tanto esa consistencia relativa
al estrato de lo social-objetivado, como la que esas mismas u otras obras de arte muestran en el
reducirse a los términos de otra, ni mucho menos escamotear todas las demás.
Por supuesto que pueden haber poéticas muy diversas, distribuciones de estratos dotadas de
diferentes puntos de equilibrio y mutación, como veremos en breve al exponer los cuadrigramas,
pero en adelante sólo podermos hablar de un pensamiento propiamente estético en la medida en que
múltiplemente estratificado e irreducible a ninguno de los estratos en particular que forman parte
irrenunciable de su constitución.
Hacia esto apuntaba sin duda alguna Jan Mukarovski, cuando definía la función estética misma
como aquella que no sólo da en desmentalizar, como pedía Bayer, sino también y por las mismas en
en ninguno de estos estratos, sino que los vayamos recorriendo y combinando todos en un juego de
las facultades, que es a la vez un juego por el que se desvelan y revelan continuamente los
extrañamientos y las hendiduras del trasfondo que conforman la fábrica misma de lo estético. Esto
es precisamente lo que hace que el signo estético no sea servil, no sea un mero instrumento que
comunique cosas. Esto es lo que hace -según Omar Calabrese- que el signo estético sea capaz de
expresar una actitud determinada hacia las cosas 91, aunque desde luego tampoco codifica y
transmite linealmente esa actitud, sino que se revela capaz de generar las condiciones para que
cuando ponemos en juego la teoría de estratos. Especialmente porque gracias a las leyes de fuerza,
Así y sólo a modo de tanteo podríamos pensar que a la hegemonía parcial de cada uno de los cuatro
estratos con los que estamos trabajando aquí corresponderían otros tantos acercamientos al
pensamiento estético que se caracterizarían precisamente por esa especie de miopía teorética que ha
sido -durante tanto tiempo- característica de las diferentes decantaciones del pensamiento estético:
Si empezamos por abajo veremos la manera en que el formalismo en un autor tan destacado como
Edward Hanslick proclama que la belleza viene ligada a la conformación, o si se prefiere al tipo de
materialidad en la que cada tipo de obra de arte consiste, y defiende que la valoración de cualquier
obra artística debería poder darse con total independencia del contexto social, cultural, o temporal,
evitando sobre todo -eso es lo que más le duele al Hanslick empachado de romanticismo- la
podrida estética del sentimiento.92 Otro tanto sucederá, como es notorio, con Monroe Beardsley y su
furibundo ataque contra la falacia intencional y la falacia afectiva dejando fuera de juego ya no
sólo las intenciones del autor y la respuesta del espectador sino también el contexto cultural e
Obviamente estamos viendo aquí en plena acción las leyes más relevantes para los estratos
inferiores: la ley de la fuerza y la de indiferencia sobre todo, que será la responsable de que en los
análisis de Hanslick o el New Criticism se omita deliberadamente cualquier alusión a las emociones
que la música o la pieza literaria puedan suscitar. Que dichas emociones sucedan o no simplemente
un único estrato sus conclusiones serán aplicables a algunos tipos de obras más que a otras. Así
sucede con las ideas de Hanslick que parecen más convenientes para entender la música de Brahms
o Schumann que la de Wagner o Liszt... por limitarnos a ejemplos coetáneos al mismo Hanslick.
En esta misma línea de pensamiento estético encontraremos apenas unos años más tarde a Konrad
Fiedler cuya estética de la “pura visibilidad” pretenderá también llevar la reflexión estética lo más
A poco que cambiemos registro podemos encontrarnos con otro conjunto de pensadores de lo
estético que transformarán lo que para Hanslick eran puras formas en la materia desde la que
producir sus propios análisis que reinterpretándolas a la luz de su acoplamiento con lo biológico, lo
etológico y la rentabilidad evolutiva de dichas formas. La novedad categorial que introducirán estos
pensadores y pensadoras -como Brian Boyd o Vera Tobin- y que ninguno de los formalistas estaba
en disposición de apreciar será el carácter “salvajemente interesado” de ese desinterés que nos
ofrecía el análisis formalista. Tan salvaje interés tiene que ver -en palabras de Denis Dutton- con el
hecho de que, para esta camada de investigadores, la creación artística se distingue precisamente
fundamentales para la supervivencia de la especie, puesto que a través de dichos patrones, a través
del juego y el arte, podíamos ejercitar y explorar nuestras competencias en conocimiento social, 93
mientras acumulábamos información y reforzábamos la cohesión del grupo. O por formularlo en los
términos que ha popularizado Ellen Disanayake, la razón de ser de las prácticas artísticas es que son
relación que no sólo resultan especialmente pertinentes en un plano evolutivo, sino que según
Dutton plantean límites a lo que la cultura y las artes pueden acometer dentro de la personalidad
93 Vera Tobin, Elements of surprise, Introducción. El trabajo de Tobin tiene el interés de situarse justo a caballo entre
el estrato de lo orgánico y el de lo psíquico, puesto que su espacio de investigación incluye de modo fundamental los
cruces e interdependencias entre los desarrollos evolutivos y la estructura de la mente, sus “specific limits and
quirks” como ella misma dice, adentrándose en una especie de narratología cognitiva
humana y sus gustos.94 Para Dutton, como para cualquier pensador que se mueva exclusivamente en
estos estratos en los que resuena claramente lo orgánico, cualquier desarrollo ulterior de las artes
orgánico tampoco sirve para nada, como veremos enseguida que le pasaba a Goytisolo cuando era
niño... y ahí tenemos de nuevo en todo su vigor -aunque situadas en un estrato diferente- las leyes
de fuerza e indiferencia que en ningún caso podrán evitar que se manifiesten -de nuevo- las leyes de
materia y libertad que conducirán ahora a otros paradigmas teóricos que nos llevarán más alto: al
estrato de lo psíquico.
Como sucede siempre cuando subimos un estrato, la primera sensación es la de haber llegado a una
mayor fineza, en comparación con la cual los acercamientos anteriores no pueden sino parecernos
memoria... destacando la importancia y la proactividad de los patrones mediante los que nuestra
mente se organiza a sí misma y organiza el mundo. De lo que se trata es de hallar en lo psíquico las
leyes que permitan pensar una cierta “objetividad de la experiencia”, lo que haría al arte de todas
las épocas y todos los lugares potencialmente válido para todos los hombres... viniendo a
ilimitados.95
Al hilo de estas palabras de Arnheim podemos constatar otro de los patrones que se reiteran siempre
que se da un salto de estrato. Consiste dicho patrón en descalificar el pensamiento basado en los
estratos inferiores por resultarnos rígido y esquemático y en tender a desconfiar de las propuestas
procedentes de los superiores por considerarlas espurias. Así lo confiesa, de nuevo Arnheim para
quien los excesos derivados de la hegemonía del estrato de lo social-objetivado -que veremos
94 Noel Carroll et al. Theories of art today, University of Wisconsin Press; pág 282
95 R. Arnheim, Arte y percepción visual, pág. 18
enseguida- hacen que el arte corra peligro de verse ahogado entre tanta palabrería96.
El pensamiento estético anclado en el estrato de lo psíquico tendrá uno de sus grandes momentos a
finales del siglo XIX y principios del siglo XX en la obra de pensadores como Vischer o Lipps que
le darán una importancia fundamental a nociones como la de “empatía” entre sujeto y objeto,
empatía a su vez querrá constituirse como techo de los logros de lo estético y que permitirá observar
con indiferencia cuanto pueda suceder más allá por mucho que parezca aportar una mayor
complejidad.
Semejante complejidad no puede venir sino por la emergencia -otra vez- de un nuevo estrato que
aportación específica, su novum categorial, como palabrería tenderá a pensarla como algo
imprescindible. Esto es justo lo que ha sucedido en las últimas décadas, de modo notorio, con el
Quizá uno de los rasgos significativos de las poéticas hegemónicas de la modernidad más tardía sea
tanto un confiado entregarse, por parte de las prácticas artísticas a la investigación del estrato de lo
Por supuesto el interés por rastrear la pervasiva influencia del estrato de lo social-objetivado en
todos los demás estratos es no sólo un interés totalmente legitimo, sino un trabajo de deconstrucción
cualquier otro sobrevendrá cuando llevados del entusiasmo por las investigaciones en nuestro
estrato preferido damos en negar toda agencialidad a los demás, como si el objeto o la experiencia
estéticas carecieran de suyo de timbre, ritmo y melodía susceptibles de ir más allá o incluso ir en
contra de aquella forma armónica que en su día le diera su autor o la corporación responsable de su
producción. Lo que sucede aquí es que la soberbia característica de quien ha alcanzado las cotas
96 , Ibidem, pág 13
más altas de refinamiento y sutileza le hace perder de vista que los estratos inferiores no sólo son
del todo imprescindibles, sino que siempre guardan detalles que -acaso inevitablemente- se han
perdido o más bien no han retornado en el camino de ascenso hacia los estratos superiores, los
cuales se construyen apoyándose en los inferiores pero de tal modo que sólo muy rara vez hacen
plena justicia a toda la riqueza que, a lo largo de los siglos sigue mostrándose irreducible a las
rendiciones de cuentas, siempre parciales, a las que las someten las diversas escuelas de
pensamiento estético y los diferentes énfasis puestos en uno u otro estrato. Si algo nos enseña la
historia del arte es precisamente la persistente capacidad de las obras de arte para seguirnos
emocionando o para hacernos pensar mucho más allá de lo que en cada momento de su historia ha
Así lo ha explicado Peter Osborne que caracteriza nuestra contemporaneidad como post-conceptual
precisamente para poder superar esa especie de megacefalia 97 que distinguió al arte conceptual para
el cual todo arte legitimo se nutriría fundamentalmente del estrato de lo social-objetivado, siendo su
relación con los estratos organicos e inorgánicos una lamentable rémora e incluso algo a combatir...
Hará falta recurrir a un pensador de la talla de Umberto Eco 98 para encontrar un intento de pensar
conjuntamente las aportaciones de los diferentes estratos y plantear la estética como una “teoría de
los modos de producción de signos”, uniendo las inteligencias y las estrategias del marxismo y la
lingüística. En todo caso y para que el intento fuera fértil sería preciso recuperar no sólo la
multiplicidad de estratos, sino también el conjunto de leyes que los rigen y que explican
precisamente la condición no sólo del arte contemporáneo -como parece creer Osborne- sino de
todo el amplio espectro de la sensibilidad estética y la productividad artística, para las que la
la prioridad otorgada a uno u otro estrato, de lo que se trata ahora es de conseguir una percepción de
conjunto que salvaguarde su diversidad pero que nos permita entenderlas en conjunto y en las
relaciones concretas que las separan y las vinculan. Esta es, sin duda, una de las intuiciones más
antiguas del pensamiento estético que entendía incluso que las exigencias, o el tipo de atención
requerido por cada estrato podía bien generar ya no una simple diferencia sino una contradicción
directa, que por lo demás no supondrá ningún tipo de remora, sino que antes al contrario será una de
las condiciones de su propia consistencia estética. Así lo veía Agustín de Hipona para quien la
belleza misma, como prototipo del valor estético, resulta precisamente de la oposición de
contrarios... Algo similar sucede con Clive Bell y su teoría de la forma significante con la que se
esfuerza por tender un puente entre los estratos de lo Inorgánico y lo Psíquico, vinculando la
definición misma de lo artístico a la capacidad de las formas para suscitar una emoción estética. O
también si se quiere con la Psicología del arte de Vygotsky, cuyo concepto de internalización pone
autoformación -y las experiencias estéticas con ellos- se dan siempre a través de la interacción entre
Si completaramos esta dialéctica con las aportaciones procedentes del estrato de lo orgánico y lo
inorgánico estaríamos muy cerca de lo que una teoría de estratos puede hacer para clarificar el
Este contínuo ponerse en relación entre estratos que podríamos calificar como una relación de
reiteración y sobrepujamiento sucede efectivamente hacia arriba y hacia abajo y eso es,
seguramente, lo que le ha dado mala fama a la estética entre los moralistas y los propagandistas de
todo tipo: el hecho de que al cabo mediante lo estético se da pie y se legitima algun que otro orden
de lo que el espiritual llamaría una "regresión", de reconocimiento de los derechos sobre nosotros
de lo emocional, lo animal o lo material... aunque más no sea mediante el mal menor -que ya hemos
visto en Hegel- de la "idealidad que aparece", puesto que para que ese aparecer suceda es
cuya unidad debe ser. En palabras de Lukács: La real universalidad del arte no puede
realizarse más que en una unidad orgánicamente desarrollada de esa multiplicidad, en una tal
pluralidad de «estratos» 99. Y conviene tener presente la ley categorial que preconiza que la unidad
es tanto más poderosa mientras más rica y plural es la multiplicidad que tiene que dominar100.
Así pues, de lo que puede tratar una teoría de estratos en un pensamiento estético contemporáneo y
lo que pueden elucidar sus leyes es, justamente, la “fábrica” misma del ente con el que se acopla
nuestra apreciación estética -ya sea esta de carácter categorial o axiológico- de cómo está dispuesto
A esta crucial relación de transparencia gradual le llama Hartmann -como ya hemos adelantado-
hendidura del trasfondo y alude con ella justo a ese aparecer de un estrato detrás de otro y delante
de otro, de modo que no dejan de emerger sentidos nuevos e irreducibles entre sí, puesto que no se
trata con la hendidura del trasfondo de llegar a agotar la sucesión de estratos, de alcanzar una
la hendidura no sólo es la que abre la experiencia estética como experiencia del juego y la
vez dicha experiencia como una especie de caleidoscopio ontológico, categorial y axiológico que
nos proporciona un tipo muy especial de claridad, una claridad que muestra y oculta a la vez.
Esto lo supieron ver los pensadores medievales cuando hacian de la claritas uno de los atributos
fundamentales de la belleza y la experiencia estética, así Alberto Magno cuando dice que las cosas
son bellas y gustan cuando en su materia se hace ver y resplandece su esencia. Por eso la claritas
-como el resplandor neoplatónico- si nos dejamos de esencialismos o si entendemos que aquello que
llamábamos esencia no es sino un determinado modo de relación nos conduciría de una capa a otra
del objeto, mostrándonos paso a paso, parte al menos, de la complejidad que alberga y que lo
constituye.
Al cabo lo que cualquier pensamiento de los estratos hace -y por eso es fundamental para el
advertido hasta entonces... y ello no como irrupción de ningún genio misterioso sino como efecto de
Para cerrar este apartado es importante tener presente que la estratificación lejos de consistir en una
distribución determinada, como las que aquí hemos presentado, supone siempre que incluso dentro
nuevo, de “lo relacionado” y “lo que relaciona”, de lo que hace de materia y lo que da forma a esa
Así se puede apreciar, sin salir del estrato de lo social objetivado en este poema de José Agustín
Goytisolo:
Cuando yo era pequeño
y mi padre decía
mirándome y moviendo
pero me acompañaba
la tristeza. El maestro
la muerte yo la vi
y todos la olvidaron
Y cuando me pusieron
la tristeza enseguida
mudó de pantalones.
De tristeza en tristeza
En este caso la locución, la voz que habla y dice “no sirves para nada” en las cuatro primeras
estrofas, se sitúa claramente en los estratos inferiores y bien asentados -el padre, el colegio o incluso
los supuestos amigos- desde los cuales y como indica la ley de indiferencia es imposible apreciar la
relevancia categorial de aquello que emerge, de los estratos superiores que, vistos desde abajo y
Ahora bien, a partir de la quinta estrofa, quien toma la voz es la muchacha que amo, quien -huelga
decirlo- es complice de la novedad categorial que suponen el poeta y su mirada para el valor. A
partir de ahí el “no servir para nada” lejos de ser anatema se convierte casi en una condecoración,
una distinción o dignidad especial: lo emergente ahora se muestra con alegría y entiende su lugar en
la sucesión de estratos.
No hay aquí pose aristocrática de ningún tipo, es tan sólo una cuestión de inteligencia ontológica y
por extensión también categorial y si los estratos superiores aparecen siempre vinculados a un
“novum categorial” entonces es de rigor que los estratos anteriores no siempre puedan apreciar
siquiera dicho salto. Tampoco ello debe suponer merma alguna de la importancia y la función de los
estratos inferiores que simplemente hacen -como ya sabemos bien a estas alturas- lo que pueden
yo era Hui,
ya nunca lo he sido.
Zhuang Zi
Tal y como hemos visto en la teoría general de los estratos es inherente a todo lo vivo implicarse en
procesos de emergencia y diferenciación ontológica. Estar vivos como individuos o como culturas,
social-histórico... para desde ahi volver a plantear cuales sean las categorías básicas que han de
estructurar nuestra relación, nuestro metabolismo social, con los diferentes estratos de la fábrica del
reiniciar el ciclo, es ir renunciando a todas esas complicaciones... y se acaba de morir uno cuando
da en abandonar la complejidad y trabazón de todos esos estratos para ir volviendo poco a poco al
es decir, no eres tú quien controlas tu movimiento, pero te caes hacia arriba, es decir, hacia el nivel
máximo de integración y homogeneidad para cuyo logro, a todo esto, será relativamente
imprescindible tu muerte o alguna otra forma de neutralización que evite que puedas meter la pata
y echar a perder la figura que has construido y que -a estas alturas deberías saberlo- es mucho más
Por eso decimos que hay al menos dos inmortalidades: una es la del que cae hacia abajo y se
reintegra con la materialidad, la inmortalidad humilde ante la que se fascinaba Hamlet cuando
Y otra que es la del que se cae hacia arriba -como sucede con el mismo Alejandro- y logra esbozar
una figura o contribuye de modo importante a una ya existente, logra decantar un modo de
relación en el que se integra a la vez de modo a la vez soberbio y humilde. Lo decía Unamuno: la
inmortalidad del alma es algo espiritual, algo social. El que se hace un alma, el que deja una obra,
vive en ella y con ella en los demás hombres, en la humanidad, tanto cuanto ésta viva. Es vivir en
la historia.102
Lao Tse
cada cosa
cada cosa
incluso aquélla
no lo es
hablémoslo
Samuel Beckett103
Que los diferentes estratos aparezcan con más o menos claridad o que reciban diferentes grados de
atención, tendrá sus consecuencias. Así la falta de consideración hacia los estratos inferiores hará
que nuestro trabajo resulte frágil, mientras que el descuido de los estratos superiores puede bien
convertirlo en trivial. Parece sencillo, pero el caso es que buena parte de nuestro arte -y de nuestro
Así, por poner un ejemplo que debería ser obvio, ningún arquitecto debería permitirse ignorar las
tensiones y condicionamientos que en un plano biológico (temperatura, luz, humedad) sus usuarios
vamos a experimentar, ni mucho menos las cualidades de los materiales con los que va a construir.
103Samuel Beckett. Poesía completa. Ediciones Hiperión, Madrid 2014 Traducción de Jenaro Talens, pág. 195
Puesto que si lo hace el edi ficio o el usuario se derrumbarán y no hay peor fragilidad que la que se
Pero tampoco se podrán ignorar los marcos cognitivos y perceptivos de usuarios y habitantes y
obviamente el peso conceptual y cultural del proyecto, su integración o su con flicto en un contexto
social existente . Si no considera estas cuestiones el proyecto corre serio peligro de devenir
Ya que estamos, bueno será tener presente que por mucho que una obra crea poder ignorar los
intrínseca superioridad moral o conceptual. Con esa pretendida superioridad en mente, las estéticas
de cuño romántico han colocado a la música y la poesía por encima de las demás artes, a firmando
que éstas no tenían que contar -aunque eso es más que discutible- con otros estratos que no fueran el
Por otro lado es evidente que podemos apreciar un objeto o una situación sin necesidad de
atravesar y tomar en cuenta los cuatro estratos de modo consistente... aunque eso sí, sólo tendremos
una experiencia propiamente estética en la medida en que el estrato dominante se acople, generando
una suerte de circuito, con algún otro estrato, poniendo así en juego al menos una hendidura del
trasfondo...
Finalmente -y esto es ahora de la mayor importancia- podremos entender que la estrati ficación es
una condición imprescindible en todo complexo estético, pero que desde luego no constituye de
suyo una condición necesaria ni para la experiencia estética ni para el quehacer artístico: será
preciso además que dicha estrati ficación con figure o deje traslucir un medio homogéneo en el que se
puedan poner en juego nuestras facultades, como pedían Kant o Schiller, en el que se trans figure un
Toda obra de arte será instancia de un modo de relación que pondrá en juego de modo característico
Estos dieciseis ejemplos serán parte de un pequeño modelo que acaso nos pueda ayudar a pensar y
entre ellos.
Si tenemos cuatro estratos y hemos dicho que algunos de ellos son anteriores y más básicos podría
ser una buena idea representarlos dibujando cuatro lineas superpuestas, de tal manera que la línea de
--------------------- Social-objetivado
--------------------- Psíquico
--------------------- Orgánico
--------------------- Inorgánico
Ahí aparecerían los cuatro estratos representados en sus respectivas posiciones y tratados todos con
la misma importancia. Algo seguramente difícil, si no imposible, de conseguir habida cuenta de que
tenemos que tratar con procesos dinámicos de producción artística y recepción estética.
Así pues, para que el sistema funcione y pueda dar cuenta de las muy distintas situaciones con las
que nos vamos a encontrar, será preciso darle más juego introduciendo la posibilidad de representar
cada uno de los estratos como una linea continua o como una línea discontinua.
Utilizaremos las líneas continuas ------------ si constatamos que el estrato en cuestión ha recibido el
Por el contrario recurriremos a las lineas discontinuas ---- ---- si el estrato en cuestión ha sido
figuras diferentes, como en su día las obtuvieron los practicantes del arte de la Geomancia104.
Los sistemas mágicos medievales no son mi fuerte pero no pude resistirme a emplear los nombres
en latín que recibió cada uno de estos cuadrigramas. Ya se sabe que cualquier cosa dicha en latín
suena como algo sagrado, algo obsceno... o ambas cosas a la vez, que es donde -sin duda- empieza
lo interesante.
104Por supuesto que formar gráficos combinando líneas contínuas y discontínuas es justo lo que hace el I Ching,
posiblemente el libro más antiguo que conserva la humanidad. Aunque en el I Ching el carácter de las lineas está
mucho más cargado de sentidos, de modo amplio se considera que las lineas continuas figuran lo activo, mientras
que las discontinuas marcan lo receptivo.Hace algo más de mil años los mercaderes y viajeros arabes que volvían de
China intentaron exportar el I Ching y perdieron dos líneas por el camino. Así se llegó tanto en Africa Occidental
como en Europa a algunos sistemas de representación gráfica que dieron en usar cuatro líneas formando un sistema
de notación que con el tiempo se extendería por Africa Occidental, de donde saltaría a Cuba, donde aun se conoce
este repertorio de signos como los Oddun de Ifá, o a la Europa medieval donde se le conocería como “Geomancia”.
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Desde luego que a nosotros, al menos por ahora, no nos interesará meternos en adivinanzas ni en
presagios, sino simple y llanamente en sacarle partido a un sistema gráfico que nos permita
representar y acotar de algún modo la complejidad que supone poner en juego las combinaciones
posibles de los cuatro estratos según reciba cada uno de ellos mayor o menor atención y cuidado.
Por supuesto y al igual que sucede en el I Ching, no se trata en ningún momento de encasillar las
diferentes situaciones en las que nos podamos ver implicados, ni mucho menos las obras de arte o o
las poéticas en uno u otro cuadrigrama sino, justo al contrario, de pensarlas en sus desplazamientos,
Así, por poner un ejemplo fácil de entender, el arte matérico de un artista como Tapies, basado en la
exploración de texturas y soportes físicos, empezará pareciéndose a Tristitia, dejando que su fuerza
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Y así puede seguir largo tiempo mientras sea un experimento estético relativamente marginal, ahora
bien tan pronto como vaya aumentando la literatura -procedente del estrato de lo social-objetivado-
dedicada a estas obras y tan pronto como las ideas y convenciones agitadas en dicha literatura se
vayan extendiendo, empezaremos a ver como se da lugar a una secuencia estratigráfica que nos
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ilustrado y víctima acaso de un empacho de lecturas de Danto pretenda forzar la pieza e ignorando
precisamente sus cualidades matéricas proponga verla como un mero epifenómeno de la historia del
arte. Asistiríamos entonces a una ulterior mutación que nos llevaría de la Tristitia original -pasando
o no por Carcer- a Laetitia, con lo que invertiría el cuadrigrama original, puesto que ahora todo el
peso recaería sobre el discurso historiográfico y conceptual producido en torno a una pieza que ya
Que el resultado de un análisis estratigráfico sea una secuencia de cuadrigramas, en vez de un único
dibujito, no le resta ni un ápice de su carácter ontológico a la herramienta. Lo que hace, eso sí, es
confirmar que se trata aquí de una ontología procesual cuyos objetos -las obras de arte y las
acaso lo llegaran a ser, entonces dejarían de ser obras de arte o experiencias estéticas y se
Este puede ser un punto fuerte y relativamente clarificador de una teoría de estratos: reconociendo
la agencialidad de nuestras categorías y valores en la percepción estética, pero advirtiendo que ésta
se realiza siempre e inevitablemente sobre la base de algo dado efectivamente, algo que resiste,
algo que está ahí -por mucho que no podamos nunca conocerlo del todo y que sigue estando ahí lo
veamos o no.
Este carácter aproximativo o tentativo del conocimiento estético -yo diría que de todo
conocimiento- nos ayuda a entender que todo juicio que hagamos respecto a la constitución
estratigráfica de una obra de arte cualquiera será un juicio provisional: discutible y revocable... pero
también tenemos que entender que dicha provisionalidad no significa que cualquier juicio nos
El reconocimiento de esto tiene mucho que ver con lo que Hartmann -con su característica
precisión- denomina el asombro ante el aparecer concretamente intuitivo, que toma la forma de una
Sólo si nuestra atención fluye, si nuestra relación se mantiene abierta a los saltos y conexiones entre
estratos, podremos seguir manteniendo el carácter propio de la experiencia estética que sólo podrá
Sin duda alguna, esta primera aproximación gráfica a los cuadrigramas no puede sino resultar un
tanto tosca: al cabo no estamos sino iniciándonos en teoría de estratos y nos relacionamos con ella
como haría alguien que se limitara a pasar el dedo por el teclado de un piano en un sentido y en
otro, haciendo sonar escalas en un sentido ascendente y descendente. Ese es el fin de estos primeros
Pero para poder tocar con él algo digno de ser oído nos hará falta aprender alguna cosa más. A tal
fin nada mejor que investigar los desarrollos de otras disciplinas que como la arqueología han
….
Principios de Estratigrafía
Edward C. Harris es un arqueólogo conocido por haber contribuido de forma decisiva a re finar la
teoría de estratos con la que contaban los arqueólogos y que era fundamentalmente una teoría de
inspiración geológica, en la que no se recogía ni de lejos la complejidad que supone la irrupción de
los humanos como agentes activos en la conformación de los estratos mismos que habitan y sobre
Geológicamente se da por sentado que las diferentes capas se acumulan o se disuelven, esto es, o
bien se van sedimentando unas sobre las otras o bien se van erosionando... pero cuando tenemos
que tratar con procesos sociales, culturales o artísticos, entonces seguramente debamos hacer entrar
más fuerzas en juego: la destrucción deliberada, el saqueo oportunista, los intentos de restauración o
diríamos nosotros, provienen de no habernos divorciado hace tiempo de las ideas geológicas de la
Aquí es donde Harris nos empieza a ir de perlas, porque al menos en los dominios de lo estético es,
desde luego, mucho más fácil que la estrati ficación en cuestión haya podido invertirse, romperse,
Pero sobre todo lo más importante será entender que no se tratará tan sólo de que el objeto o la
experiencia en cuestión estén estrati ficadas o tengan capas como todo ogro digno de su vocación.
La cuestión vital para el pensamiento estético será que los diferentes estratos se tramen entre sí
Esto se deja ver en el sistema propuesto por Harris en el que, al igual que sucedía en Las leyes de
la Forma106 de G. Spencer Brown, sólo caben tres tipos de relaciones entre dos unidades de
estrati ficación dadas: O bien las unidades consideradas carecen de relación estratigrá fica directa,
(A); o bien se hallan superpuestas de manera estable (B), o bien están complejamente
interrelacionadas (C):
primera figura, los diferentes estratos no entran en relación, entonces no hay propiamente ni obra de
arte ni experiencia estética alguna, puesto que no se genera un circuito, como diríamos en los
A su vez y yendo a la segunda figura, si los estratos están simplemente superpuestos, así como
dotados de una jerarquía clara, entonces se generará algo parecido a un circuito, pero que
seguramente estará más cerca de un circuito meramente funcional, erudito o propagandístico que
Será sólo a partir del tercer grá fico (C) que podremos hablar de lo propiamente estético. Sólo aquí
hay una estrati ficación cuyos componentes son susceptibles de entrar en multitud de interrelaciones,
En las dos primeras posibilidades o bien no hay relación entre estratos o bien esta relación se nos da
ya por entero estabilizada y cerrada, pero en la tercera posibilidad, la que abre el campo de lo
estético, lo característico es justamente la recurrencia de esa hendidura del trasfondo que nos hace
pasar de un cuadrigrama a otro y a otro más, en un proceso que pese a permanecer indecidible y
abierto consigue adentrarnos en un medio homogéneo que pese a todas las mutaciones logra
Investigar esos modos de relación será el objeto central de un pensamiento estético digno de ese
nombre.
...
Para poder entender la dinámica de los modos de relación que organizan lo estético podríamos
remitirnos a unos orígenes tan respetables como el arranque mismo de la Poética de Aristóteles, en
la que se advierte de la importancia de investigar cómo hay que entramar los argumentos si es que
se pretende que la composición poética resulte bien. Aristóteles recurre al término “sústasis” para
aludir a ese entramado que constituye dispositivos estéticos ordenados, dice Aristóteles, como el
cuerpo de un animal107.
Para desarrollar una adecuada inteligencia de esta sústasis, es importante que tengamos presente
que en ella entran siempre -como hemos visto en la Introducción para biólogos- elementos
simpoiéticos, que son tanto el punto de partida como el punto de llegada de la complejidad y
elementos autopoiéticos que como las categorías y los valores operan desde cierta clausura
Para poder contar con otras figuras desde las que pensarlo, será interesante seguir trabajando con
Harris. Según nuestro arqueólogo, cuando hablamos de estrati ficación no hablamos sólo de los
estratos o continuidades como los que ya hemos descrito y ordenado, sino también de las
interfacies, es decir las discontinuidades, los vacíos que unen y separan los estratos entre sí, que se
La función de las interfacies, de los vacíos o silencios que aparecen entre los estratos consiste, como
107 James J. Murphy, epílogo a la edición de la Poética, realizada por Antonio Lopez Eire, Istmo, Madrid 2002, pág.
153...Por lo demás, la noción de sustasis la utiliza Aristóteles en sus tratados sobre metereologia, asi como en el De
Generatione et Corruptione para aludir a un conjunto de elementos que podemos rastrear y nombrar por separado pero
que están tramados entre sí de un modo dinámico, de tal forma que unos generan otros y vuelta a empezar.
En un drama eso sucedería cuando elementos de orden social o político provocan efectos en elementos de orden
orgánico -y Antigona se ahorca o Edipo se arranca los ojos- y a su vez estos provocan cambios en el estrato de lo social-
objetivado. Para una discusión reciente del término puede recurrirse a Malcolm Wilson, Structure and Method in
Aristotle's Meteorologica: A More Disorderly Nature, Cambridge University Press, 2013, pág 39 y ss.
diría François Cheng108, en estructurar el uso que hagamos de los estratos, justo como hace el
vacío en el interior de una vasija. Así la vasija tiene que tener forma de vasija y estar hecha de un
material adecuado... pero sólo podremos usarla como vasija si cuenta con un vacío que nos permita
rellenarla de agua.
Las interfacies en el modelo de Harris aparecen como los huecos que quedan entre los estratos, pero
no se trata en ningún caso de huecos inertes, de simples vacíos sino que son estos vacíos, estos
silencios los que permiten que pueda haber variaciones modales en una misma composición de
estratos. Sin duda alguna el silencio que media entre lo inorgánico y lo orgánico no es, para nada, el
mismo que el que media entre lo orgánico y lo psíquico o entre lo psíquico y lo social-objetivado...
Si antes veíamos con Hartmann las cuatro leyes que él postulaba para entender cómo se regulaba la
correlación de los estratos entre sí, podemos ahora ver cómo Harris propone, a su vez, otras cuatro
leyes que aspiran a entender sistemas estratificados en los que la auto-organización sucede como
interrelación entre todos los componentes de la estratificación, esto es, los estratos propiamente
Las tres primeras leyes que Harris denomina: Ley de superposición, Ley de horizontalidad original
y Ley de continuidad original proceden de la geología... y algo nos podrán aportar. La cuarta ley o
Ley de sucesión estratigráfica será ya una aportación específica que podemos tomar prestada desde
la arqueología para tratar con procesos dotados de una mayor complejidad estética.
La primera, la ley de superposición -y recordemos que es una ley geológica- sostiene simple y
llanamente que los estratos superiores -los más recientes- se superponen a los que ya estaban dados.
En términos estéticos esta podría interpretarse como una ley de sucesión hermeneútica, puesto que
lo que está sosteniendo es que las diferentes interpretaciones y lecturas de las obras se apoyan en los
108Por doquier, lo lleno constituye lo visible de la estructura, pero el vacío estructura el uso. Es el espacio vacío
dentro de la vasija el que permite que ésta sea usada, precisamente, como vasija. F. Cheng, Plenitud y vacío en la
pintura china,
materiales que nos vienen dados y se suceden, se superponen unas sobre otras, sin que tengan
Así lo muestra la historia de las recepciones críticas e intepretaciones de la mayor parte de las obras
de arte de nuestro canon que han pasado de ser percibidas y consideradas bajo las categorías propias
historiográfica.
La segunda ley, la de horizontalidad original, también de carácter geológico, sostiene que los
estratos, especialmente los formados bajo el agua, en unas condiciones que favorecen la fluidez y la
coherentes. Se concibe así el lugar modal de toda poética consolidada que tiende a aparecer más o
Ni que decir tiene que esta ley de horizontalidad original parece especialmente oportuna para dar
cuenta del funcionamiento de las culturas estéticas repertoriales que a menudo asociamos con
sociedades premodernas y tradicionales que han tenido tiempo de suavizar los picos de conflicto y
ofrecer la ilusión, al menos de una horizontalidad original. Algó así debía estar calibrando Pericón
de Cadiz cuando hacía sus bromas sobre la llegada -en un tiempo remoto- de un barco misterioso
Y así llegamos a la tercera ley, la de continuidad original. Esta tercera ley permite en cambio
pensar situaciones en las que se ha dado algún tipo de trauma o discontinuidad. Sostiene esta ley
que todo depósito arqueológico... estará delimitado originalmente por una cuenca de deposición o
bien su grosor irá disminuyendo progresivamente hacia los lados hasta acabar en una cuña. Por lo
tanto, si cualquier extremo de un depósito o elemento interfacial presenta una cara vertical, esto
significa que se ha perdido parte de su extensión original, ya sea por excavación o por erosión, por
con una cara vertical... es que nos encontramos ante un desarrollo truncado prematuramente por la
deposición como puedan ser procesos de represión política directa -Miguel Hernandez sería uno de
mis ejemplos más sentidos- o indirecta como la que pone en juego la precariedad y las presiones del
Así y resumiendo el alcance de estas tres primeras leyes, podemos ver como tenemos una primera
ley que regula la superposición y acumulación efectiva de las diferentes poéticas y sus
repertorial en ausencia de traumas. Y una tercera ley que contempla precisamente la aparición de
Con ello prepara Harris el terreno para la formulación de una cuarta ley que operará ya de lleno en
estratigráfica. Ésta proporciona el axioma por el que se determinan las relaciones significativas 110
que organizan toda comparecencia efectiva de lo estético. Lo relevante de esta ley -dice Harris- es
que la mayoría de yacimientos arqueológicos -como tambien sucede con las obras de arte y las
Con ello se pretende entender cómo aquello efectivo estéticamente no deriva de una única y limpia
línea de sucesión, ni se dirige hacia ella, sino que pone de manifiesto un enjambre de inteligencias y
110Ibidem, pág 63
auto-organizado constituido de tal manera que si nos limitamos a observar la conducta de cualquiera
de sus elementos por separado nos podrá parecer que estamos ante algo errático: grupos grandes de
abejas estarán centradas en determinados macizos de flores y no parecerán sentir interés por nada
mayoría, otras ni siquiera saldrán de la colmena... Para entender el enjambre, como para entender la
contextura de la obra de arte necesitaremos un tipo de inteligencia que nos permita considerar lo
Ecce Matrix
Estas secuencias estratigráficas multilineales se deja ver perfectamente en un caso tan conocido
A nuestro juicio, la sucesiva apreciación estética de las tres fases mostradas en la ilustración sirven
La investigación sobre la sucesión estratigrá fica nos podría llevar ya no a la obra original que el
pintor academicista Elías García Martínez elaborara allá por el año 1930, copiando uno de sus
cuadros anteriores:
sino seguramente a los modelos iconográ ficos que la pintura de genero religiosa manierista y
barroca le habría proporcionado al pintor. En ese sentido se suele aludir al Ecce Homo de Guido
Reni, el pintor boloñes que a comienzos del siglo XVII fijó algunos de los patrones iconográ ficos y
expresivos que constituyen las bases en las que se apoya directamente la obra de Elías García
Martínez:
Podemos partir pues de este primer momento estratigrá fico, en plena Contrarreforma, en el que es
fácil constatar la relevancia otorgada a los estratos de lo orgánico - recogiendo el momento de dolor
físico del protagonista coronado de espinas- y lo psíquico puesto que el Ecce homo ilustra un
momento muy determinado de la Pasión: el momento de mayor desamparo de Jesús, cuando es
entregado a sus verdugos y cuando puede sentirse más dejado de la mano de dios.
En estas composiciones del Ecce Homo del manierismo el estrato de lo inorgánico -el soporte
material y la técnica con la que está realizada la pieza no tiene gran importancia. Asimismo y en el
otro extremo del diagrama de estratos, el valor convencional, lo social-objetivado no solo no tiene
gran peso sino que no debe tenerlo puesto que a lo que se aspira es, sobre todo, a una identi ficación
física y emocional directa con la figura del Cristo que sufre también física y emocionalmente...
En el lenguaje que nos permiten los cuadrigramas, el Ecce Homo barroco originario se paracería
claramente a Conjunctio:
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que es un cuadrigrama muy característico del arte dirigido a conmover y afectar a amplias capas de
población a través de lo orgánico y lo psíquico, del ritmo y la melodía... que son, sin duda, estratos
de más amplio alcance que los detalles técnicos de ejecución o las sutilezas teológicas.
advertiremos que en la apuesta por los elementos relacionados con los estratos de lo orgánico y lo
psíquico pesa con fuerza e imperativo de lograr un arte extremadamente “ancho” en su concepción
y su ejecución: un arte que llegase al máximo número de fieles y que les impresionara del modo
más directo, de un modo físico y emocional. Se trata de construir no un dios omnipotente y temible,
sino una figura llena de flaquezas, como nosotros, alguien con quien empatizar desde el dolor y la
Todo ello, por supuesto, es altamente característico del momento en que se generaliza la palabra
la Fe, fundada en 1622 y regida por los jesuitas, para cuya Tercera Probación -sugiere San Ignacio
de Loyola- es menester concentrarse con más diligencia a la escuela del corazón (o ‘del afecto’)
durante el plazo de la última prueba. Se centrarán en las cosas del espíritu y del cuerpo para
en el ámbito de lo musical sobre el que planearán durante todo el siglo XVII y buena parte del
XVIII las llamadas Disciplinas de los Afectos, toda una serie de bienintencionados esquemas
melódicos y rítmicos con los que, así se creía, era posible inducir y mantener determinadas
Axiológicamente por tanto, nos encontraremos en un momento de claro predominio de una mirada
para el valor en la que prima lo psicológico y lo corporal, la anchura sobre la altura, de un modo que
resultará característico, ya en adelante, de todo arte de propaganda, desde las estéticas fascistas a las
tácticas publicitarias cuyo recurso a las empatías basadas en lo orgánico y lo psíquico será
justamente notorio.
España a principios del siglo XX- esa es la concreta encrucijada estratigrá fica que muestra el Ecce
Homo de Borja cuando ocupa su lugar en el Santuario de la Misericordia en las primeras décadas
Ahora bien, con el paso de los años asistiremos al deterioro material de la pieza que irá perdiendo
intermitente. Este deterioro, sin duda, irá en paralelo a la decadencia de la función propagandística
que en su día pudo aspirar a cumplir. Diríase que, como le pasa a tantas otras obras pertenecientes a
épocas pasadas, se operan cambios tanto en la materialidad de la pieza misma como en el aparato
No por ello la pieza dejará de ser apreciada. Lo que sucede, eso sí, es que nos encontraremos con
que prácticamente todo el enfasis y la atención se desplaza de los estratos antaño hegemónicos -lo
orgánico y lo psíquico- a los otros dos estratos que hasta ahora no habían recibido demasiada
atención.
Lejos de la importancia que se otorgaba en tiempos más devotos a la empatía con el Cristo, lo que
se cuidará ahora será la factura material de la pieza, cuya restauración fidedigna aparecerá como una
prioridad. Asímismo aparacerá en escena con todo su peso el estrato de lo social-objetivado, puesto
que la pintura ahora pasará a ser considerada patrimonio histórico, una más de las categorías a cuya
investigación tanto contribuyó Alois Riegls en su investigación sobre el culto moderno a los
monumentos. Se pondrán en primer plano ahora los valores de antigüedad, de relevancia histórica y
especialmente el valor que Riegl caracterizó como el rememorativo intencionado, con ellos se dará
patrimonio.
Se producirá así toda una mutación estratigrá fica y con ella aparecerá un nuevo cuadrigrama que
producirá una inversión del antiguo. Ahora el Ecce Homo empezará a parecerse más a Carcer y se
psíquico -la empatía- aparecen ahora apenas como gestos desvaidos, que han perdido la importancia
Se organiza así una maniobra de pinza entre los estratos de lo inorgánico y los de los social-
objetivado, de modo que cobra ahora protagonismo todo lo relativo a la -antes ignorada- factura
material de la pieza en cuestión, que debe ser mantenida y cuidada a toda costa... de un modo que
En términos axiológicos se constatará la misma inversión que nos permite observar el cuadrigrama
de estratos. Y donde antes primaba una mirada para el valor orientada a la anchura y la inclusión de
cuantos más fieles mejor -cuestión de propagar la Fe- aparecerá ahora una mirada para el valor
claramente orientada a la altura. Son ahora los expertos en Historia del Arte y en Restauración los
que tendrán la primera y la última palabra, el arte aquí ya no vale porque emocione o impresione a
cualquier hijo de vecino, sino porque es arte y así lo certi fican los expertos pertinentes tras las
Esta mutación estratigrá fica que ha invertido Conjunctio transformándolo en Carcer, será
justamente la que más sufrirá el golpe que provocará el tercer momento estratigrá fico de la obra: la
restauración de la pieza llevada a cabo por Cecilia Jimenez en el verano del 2012.
Dicha restauración, como veremos, supondrá una bofetada en la mirada para el valor que había
acabado por monopolizar el discurso sobre el valor de una pieza como el Ecce Homo.
Para captar plenamente la profundidad del ataque que supone la intervención de Cecilia Jimenez se
hace preciso recurrir de nuevo a los cuadrigramas que nos mostrarán que lo que hace la artista
aragonesa es precisamente restaurar la obra a su estatuto estratigrá fico original: en efecto lo que
consigue Cecilia es que nos fijemos de nuevo en el rostro -lo orgánico- y la expresión -lo psíquico-,
dejándonos intuir eso sí, ya no al hijo de dios convertido en ser humano sufriente, sino a una
criatura situada a mitad de camino entre Paquirrín y la Duquesa de Alba que en la gloria esté...
recogida a la perfección por alguno de los múltiples clones que engendró el Ecce Homo y que puso
de nuevo en “Conjunctio”, devolviendo así la pieza a lo que fue su con figuración estratigrá fica
original como parte que era de esa gran maniobra de arte pop conocida como Contrarreforma.
Con su justiciera restauración Cecilia Jimenez consigue hacerle perder toda importancia al estrato
de lo inorgánico, puesto que a estas alturas lo de menos es si la obra fue restaurada con pintura al
agua o con el titanlux de toda la vida... mientras que por arriba libera a la pieza de la dosis de
snobismo que -acaso sin pretenderlo- introducía la visión patrimonialista y que, huelga decirlo,
a una mirada para el valor tan “ancha” como lo fue en sus inicios: el Ecce Homo ha vuelto a ser una
Manierismo para apreciar la pieza y desear fervientemente hacerse un sel fie con ella.
Y esa es quizás la más radical de las restauraciones que Cecilia Jimenez podía haber hecho, puesto
que devuelve a las masas y a la anchura de la mirada para el valor, lo que para ellas fue concebido,
actualizando lo central de la pieza que es la capacidad de identi ficación y empatía, si bien ahora
quizás la risa haya sustituido a la angustia y la parodia a la devoción, quizás porque ambos pares de
categorías no anden tan alejados entre sí como podría pensarse. Del mismo modo que no andan tan
lejos el manierismo y el pop, del que la artista aragonesa es una consumada maestra.
Cecilia Jimenez logra así una maniobra parecida a la que en su momento hizo Góngora con la
historia de Hero y Leandro a los que el poeta compara con dos huevos:
es decir, compara a Leandro con un huevo pasado por agua -puesto que murió ahogado y a Hero
con un huevo estrellado, porque se tiró desde lo alto de una torre al enterarse de que su amante
había muerto112. En ambas reconstrucciones se puede apreciar la deriva manierista, puesto que tanto
Góngora como Jiménez necesitan que el mito esté aún a la vista para que el “release” que provoca
Esto hace que la restauración estratigrá fica de Cecilia Jímenez no pueda suceder sin poner en
cuestión todo el aparato tanto categoríal como axiológico de lo erudito y o patrimonial que se
supone que estaba por entero en vigor. Es por eso que las primeras reacciones a la restauración
fueron, como hemos visto, de escándalo y bochorno, de vergüenza ajena y propia. Así lo muestra el
Ignoramos si este incali ficable hecho tiene solución, pero de lo que no cabe la menor duda es que
alguien deberá adoptar las medidas precisas para que no se repitan actuaciones como ésta que, al
representante de la familia del artista se ha entrevistado con el Sr. Alcalde para manifestarle su
sorpresa y pesar ante lo ocurrido, así como la posibilidad de adoptar acciones legales.
lamentaba -a poco de conocerse la restauración- que más allá del valor económico, la gravedad del
asunto es que "una persona, en pleno siglo XXI, haga eso de forma impune...No deja de ser una
Desde dentro del país se reacciona con horror ante la supuesta falta de profesionalidad de la
restauradora -de la que sólo se sabía que era una octogenaria a ficionada a la pintura- y la falta de
celo de los responsables directos de la obra -el cura del pueblo que autorizó la cosa, en una de las
operaciones de comisariado artístico más finas que se han visto desde los tiempos de Kahnweiler-.
112 En palabras de mi colega Rosa María Dia que fue la que me señaló el caso.
113Se puede seguir la discuión entera aquí: http://cesbor.blogspot.com.es/2012/08/un-hecho-incalificable.html
114Reportaje de Lola Hierro, para el Huffington Post, 23-08-2012
Pero como es obvio, ni la historia ni la sucesión estratigrá fica se detiene aquí ni mucho menos.
visitante del blog ya daba las claves de lo que será el devenir estratigrá fico de la obra tan
“(perdon por mi castellano) Yo pienso que esto es una cosa buena para la ciudad! Hasta ahora,
era solamente una image antiga, igual a tanta otras. No representava algo diferenciador. Ahora la
ciudad es conecida en todo el mundo. Esta image tiene una historia rara e muchas personas
quierem visitar la ciudad y la image. La mujer que hace esto no puede ser condecorada
publicamente (porque otros poderian hacer lo mismo) pero hecho algo con buena intension e
De hecho y pese a las lamentaciones y las muestras de estupor de los que aun sostenían los antiguos
115 http://cesbor.blogspot.com/2012/08/un-hecho-incalificable.html
116Por supuesto dichos valores, como cualesquiera otros -los del culto religioso por citar los inmediatamente
anteriores- suelen ir asociados a un determinado grupo profesional que intenta transmitir una visión de los valores en
cuestión como algo completamente atemporal e incuestionable. Así otro de los comentarios en el Blog de estudios
borjianos va directo a intentar salvaguardar los intereses del gremio de “restauradores profesionales”:
¿Qué no se pida algún tipo de justicia? Si esto hubiera pasado en otro ámbito, se hubiera puesto el grito en el cielo
y se tomarían las medidas oportunas, pero la realidad es que el patrimonio cultural es algo de poca relevancia en
nuestro país. Este acto tiene que servir para tomar medidas, de una vez por todas, sobre el intrusismo laboral que
los restauradores sufrimos. Esta es una realidad, que se observa en los talleres que ofrencen oficinas de desempleo,
el regreso a la hegemonía manierista-pop de los estratos de lo orgánico y lo psíquico la obra no sólo
demostrará su capacidad para servir de base a interminables cadenas de variaciones, sino que -como
el valor llevará aparejados bene ficios económicos de todo tipo 117, puesto que como uno de los
valores asociados a este giro pop se menciona inevitablemente una especie de efecto Guggenheim
que hará a fluir, años después de la performance de Cecilia, a más de 1500 personas al mes que
desean ver la obra, hacerse sel fies con ella y adquirir souvenirs.
La historia del Ecce Homo de Borja viene a con firmar, entre otras cosas, que nada hay en la
estrati ficación que remita inequivoca y exclusivamente a una única temporalidad lineal, por mucho
que ésta -por supuesto- no deje de reclamar sus derechos-. En ese sentido el mismísimo Sir Charles
Lyell sostenía que en ciudades como Venecia y Amsterdam, no se puede a firmar con absoluta
certeza que las partes superiores de los edi ficios, sean de ladrillos o de mármol, son más modernas
que los cimientos en los que se apoyan, porque normalmente éstos se construyeron con troncos de
madera, los cuales, a medida que se han ido pudriendo, han sido sustituidos por otros, sin implicar
daño alguno para el edi ficio, que puede haber sido reparado y habitado apenas sin interrupción118
También Edward Harris a la hora de considerar lo temporal en la relación entre estratos e interfacies
da en aportar algo más de juego. Para ello recurre a Stephen Jay Gould, uno de los referentes del
ayuntamientos y academias en las que te venden que es fácil restaurar, que todo el mundo puede hacerlo. Si todo el
mundo puedo hacerlo, ¿por qué las Escuelas Superiores de Rstauración hacen unas duras pruebas de acceso, que
las tienen que realizar todos los aspirantes, aunque sean licenciados, y que duran una semana? ¿Por qué los
restauradores estudiamos una cantidad ingente de asignaturas, como química y física, biología, materiales, historia
del arte, iconografía, historia de las técnics pictóricas, técnicas, etc, etc, etc? Ya es hora de que se tome conciencia
y se valore el papel y la labor del restaurador, que por supuesto no es un científico, pero tampoco es un artista o
artesano. Es un profesional con conocimientos específicos sobre la materia, y ya es hora de que esto se respete por
parte de las instituciones públicas, y sobre todo, por la población en general. Si se valorara el patrimonio como
debería ser valorado, estas cosas no pasarían.
117Puesto que por su parte el cura del pueblo, que en algún momento se negó a celebrar la misa delante del Ecce Homo
y que seguramente podría liderar el bando axiológico centrado en el valor de culto religioso originalmente vinculado
a la imagen fue detenido por la Guardia Civil, apenas un año después de la intervención, acusado de un “delito
económico”. Así se recoge aquí http://www.publico.es/espana/detenido-cura-borja-administra-visitas.html
118 Charles Lyell, Elements of Geology, 1865, pp. 8-9
pensamiento de la complejidad y su libro Flecha del tiempo, Ciclo del tiempo.
Como es de suponer, Gould usa la metáfora «la flecha del tiempo» para discutir la naturaleza
cambiante de las cosas en una dirección histórica 119, y la imagen del «ciclo del tiempo» para
describir los procesos repetitivos y «ahistóricos» que permanecen igual aun produciendo eventos
Según Jay Gould tanto la flecha como el ciclo son “metáforas eternas” que resultan imprescindibles
para una visión comprehensiva de la historia con la que podamos dar cuenta tanto de lo irrepetible y
especí fico que hay en cada momento histórico como de lo que en ellos supone el retorno de unos
mismos patrones que se reiteran una y otra vez. Es muy sencillo de entender si advertimos que cada
año tiene sus estaciones que, pese a los estragos del cambio climático, deberían tener unos patrones
similares año tras año... pero que a la vez cada año trae su propio verano que es y no es el mismo
que trajo el año anterior. Es el mismo para una concepción cíclica del tiempo y no es el mismo para
Según Harris se hace muy difícil para un arqueólogo la comprensión, el registro y la interpretación
de la estrati ficación arqueológica si no se reconoce la diferencia entre los dos cuerpos de datos
representados por la flecha y el ciclo del tiempo. Innegablemente otro tanto sucederá con la
investigación sobre el objeto estético estrati ficado. Así cada experiencia estética y cada obra de arte
resulta histórica y única en su comparecencia concreta... pero esa comparecencia concreta también
nos revela patrones que se reiteran cuya hechura y efectos nada tienen de nuevo...
Se trata de dos diferentes dimensiones temporales que, a todo esto, vienen a corresponderse con el
Aion es el dios del tiempo que siempre retorna. Su quehacer se mide en eones, las eras que se
suceden en un ciclo sin fin. A veces se le representa como un jovencillo sentado dentro de un
circulo zodiacal. Otras veces se le pinta como un anciano que da lugar a un niño. También se le
relaciona con el Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola y engendra con ello un transcurrir
Cronos, por su parte, es el dios del tiempo lineal, el que pasa y que se puede medir con un
119 La constatación de que el tiempo se mueve hacia adelante inexorablemente y de que uno no puede verdaderamente
bañarse dos veces en el mismo río. S.J. Gould, Flecha del tiempo, Ciclo del tiempo 1987, pp. 58-59).
“cronometro”. Se le suele representar como un hombre maduro dotado de unas tragaderas
inverosímiles que le hacen devorar todo lo que pilla, especialmente a sus hijos, puesto que todo lo
Por nuestra parte -y tirando de los clasicos que para eso están- añadiremos una tercera comprensión
del tiempo a estas dos ya mencionadas. Se trata del Kairós, que venía a ser algo así como la
temporalidad especí fica de la ocasión, marcando un punto, una ruptura acaso tanto en el tiempo
lineal como en el cíclico y que nos abre a posibilidades no necesariamente contempladas con
anterioridad.
Será ahora preciso que pensemos estas tres dimensiones de la temporalidad en relación a los
Entenderemos entonces que Cronos, el de mente retorcida120, nos proporciona una inteligencia de
la sucesión estratigrá fica concreta con su concreta historia de recepciones, producciones y nuevas
recepciones que vienen a continuar o a negar las previamente existentes sugiriendo adaptaciones
Pero entenderemos también que los estratos y sus combinaciones, tal y como nos han mostrado los
cuadrigramas son siempre los mismos y vuelven a plantearse una y otra vez. Y esa sería la
comprensión especí fica que nos otorga Aion, sugiriendo que en el plano fundamental de los
lenguajes de patrones y los modos de hacer, nada puede propiamente cambiar sino volver una y otra
Finalmente la irrupción del Kairós nos muestra que el arranque o el final de cualquiera de estas
sucesiones o ciclos puede estar -como la Ocasión- en cualquier parte del circuito y que, por tanto,
ninguno de los estratos puede reclamar ser invariablemente el origen de todo proceso artístico o
estético.
Volviendo a la historia, ejemplar en tantos aspectos, del Ecce Homo de Borja, podemos observar
120Puesto que aunque su decurso sea lineal, su mente -¡qué se le va a hacer?-es retorcida. Lo dice Hesiodo
constantemente en la Teogonía.
cómo se cruzan ahí las tres temporalidades con la composición estratigrá fica.
Cronos hila la historia de la sucesión estratigrá fica, rige lo que va antes y lo que viene después en la
Pero esa sucesión es ciega si Aión no teje con ese hilo yendo y viniendo sobre las combinaciones de
Y por fin la mano misma de Cecilia Jimenez aparece como muestra de Kairós, cortando el hilo,
mostrando que no hay resquicio tan humilde que no pueda hacer las veces de brecha, de clave a
partir de la cual se desmorone la fortaleza entera de una con figuración estratigrá fica dada.
….
Así las cosas, el Ecce Homo de Borja no sólo nos enseña la manera oportuna no sólo de trabajar con
los cuadrigramas de estratos, sino la manera de entender lo ontológico en la obra de arte. Los
estratos están ahí, hasta que el paso del tiempo los vuelve borrosos y un tipo u otro de restauración
vuelve a ponerlos de mani fiesto o los acaba de ocultar poniendo otros en su lugar, y ayudándonos
Otra cosa que nos enseña esta historia es a entender que la composición estratigrá fica de las obras
de arte aun estando dotada de cierta estabilidad no deja nunca de estar sometida a mutaciones que
podemos observar no sólo en forma de cambios entre los cuadrigramas mismos, sino también en las
Para entender esto tendremos que volver de nuevo a los Principios de Estratigrafía de Edward
Harris.
….
sedimentación podemos pensarlas aquí como sendas instancias de “lo que relaciona”, mientras que
que con la erosión asumimos que cualquier conjunto estrati ficado pueden mutar a causa de la
Ahora bien, como siempre nos pasa al meternos en los dominios de lo modal, no nos bastará con un
mero cambio de nombre sino que tendremos que completar el cuadro desdoblando tanto la erosión
contingencia.
Habrá pues que completar el conjunto de “lo que relaciona” con dos dinámicas más. Con ello la
Considerando todas estas dinámicas de cambio nos acercamos mucho más a un marco modal de
Necesidad que apunta siempre a la con firmación de una coherencia existente o a la lenta formación
de una nueva coherencia, de un orden que emerge de la decantación misma de las experiencias y los
procesos. Podría bien decirse que todo repertorio digno de ese nombre es el resultado de una
proceso de sedimentación que en términos modales resulta ser una categoría repertorial positiva.
Ahora bien, como se hace evidente bajo la hegemonía modal de la contingencia, todo cuenca de
que tal y como sucedía en la poética del manierismo, no sería sino el paso a un desmoronarse, un
A ese desmoronarse y ese implosionar podría bien sucederle -siguiendo a Lorenz- que se regresará a
una u otra forma de lenta sedimentación repertorial o que -cambiando de lado del atractor- llegando
al modo de lo Posible que tendría todo el aspecto de una especie de erupción disposicional, una
explosión centrífuga de todo aquello que pueda brotar y explorarse en ausencia de un repertorio o
Los excesos de este momento modalmente eruptivo de lo Posible se purgan a su vez con un giro
hacia el dominio de lo Imposible, con el que se iniciaría precisamente una dinámica de erosión que
nos podría llevar a una nueva sedimentación-necesidad o quizás a un nuevo ciclo eruptivo-posible.
Si tal y como hemos sostenido en la Introducción se trata aquí de estudiar los cruces entre “lo que
relaciona” y “lo relacionado”, entenderemos ahora cómo estas cuatro dinámicas evolutivas pueden
contribuir a organizar las relaciones entre estratos, proporcionándonos pistas con las que analizar la
fábrica de los diferentes tipos de obras de arte y experiencias estéticas. Así las cosas ahora podemos
volver a la tabla de los cuadrigramas para asumir que lo que nos vamos a encontrar no se parecerá
tanto a esos conjuntos de líneas simetricamente dispuestas que veíamos más arriba, sino más bien a
lo que las dinámicas geológicas pueden llegar a hacerles, cualquier cuadrigrama que nos
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Así la inteligencia modal de la Necesidad entendida como sedimentación nos permite pensar una
obra cuyos estratos descansan unos sobre otros sin estridencias ni protagonismos inmoderados de
ninguno de ellos, respirándose una coherencia y una adecuación profunda de unos a otros, de tal
modo que el efecto más notable es equilibrio y proporción, aunque eso sí en toda sedimentación se
A su vez, en los conjuntos estratigrá ficos regidos por el modo de la contingencia es fácil apreciar
justamente una pérdida de esa proporción entre los diferentes estratos, así en buena parte del arte
manierista se da lugar a un cierto sobrepeso del estrato de lo orgánico que amenaza con hacer que
Bajo el modo de lo posible-eruptivo obviamente nos encontramos con que ninguno de los estratos
que compone la obra se queda quieto sino que saltando por los aires se mezcla con los demás
generando un magma para entender el cual es más signi ficativo el movimiento mismo que los
posibilidades sino al renunciar a ellas, disolviéndose unos a otros, derritiéndose como un helado al
sol. Aquí los estratos se mezclan pero sin alegría, interactúan entre sí como efecto secundario de su
propia debilidad.
Habría entonces que cruzar -como se cruzan corpúsculos y ondas- la hoja con los dieciseis
Con ello conseguiríamos ya no sólo una sucesión de fotos fijas, sino que empezaríamos a poder
estéticos. Esa suerte de análisis modal será el objetivo final de este segundo libro. Pero para poder
abordarlo aun nos faltan otras dos secciones que dedicaremos a las categorías y los valores. Nada
menos.
Segunda Sección. Categorías
De categorías
Madonna
121Tan sólo ves lo que tus ojos quieren ver, ¿como va la vida a ser sólo aquello que tú quieres que sea? Estas
congelado cuando tu corazón no está abierto.
Decíamos en la primera Introducción que en esto de la Estética era imperativo no eludir ninguna de
En la primera sección del libro hemos aventurado una hipótesis con la que empezar a capear la
primera de las preguntas. Según esta hipótesis la obra de arte consiste siempre en una dinámica
estratificada que por definición es compleja y relativamente inestable en la medida en que -como
diría Ilia Prigogine- nos muestra un alto grado de orden manteniéndose alejada del equilibrio.
Es esta dinámica estratificada conformando un medio homogéneo la que permite e incluso auspicia
ese libre juego de las facultades o esa hendidura del trasfondo que según Kant y Hartmann
Con ello no se contesta ni mucho menos a la primera pregunta, pero sí que logramos dotarnos de
algunos elementos que nos ayudarán a avanzar en nuestras investigaciones más adelante
Abordaremos ahora la segunda de las preguntas, la que plantea cómo podemos conocer la obra de
arte, que maniobras cognitivas y performativas podemos adoptar para entender cómo funciona la
obra. La respuesta a esta pregunta se hallará sin duda alguna en el campo de lo categorial, sabiendo
que las categorías nunca se han limitado a ser meras cajas vacías en las que colocar todo tipo de
Las categorías, ya lo hemos dicho, mostrarán tanto características del funcionamiento de las obras
como de nuestras propias maniobras a la hora de producirlas o hacer cosas con ellas. Esto es lo que
sucede, por ejemplo, cuando captamos el ritmo o el compás de una música: sabemos cómo funciona
y podemos bailarla. Esa suerte de inteligencia bailable es la que nos permiten las categorías.
Por supuesto es inherente a la distinción misma entre estratos y categorías el advertir -como dice
Walter Mignolo- que no vemos lo que hay sino lo que vemos122... pero ello no nos debe abocar al
más absoluto -y paradójico de los relativismos- sino que es preciso constatar que incluso las
122 Walter Mignolo, El lado más oscuro del renacimiento. Popayán: Universidad del Cauca, 2016. Pág. 19.
maniobras categoriales del pensamiento de-colonial aspiran a cierta homología estructural y lógica
con aquello que hay: la opresión, la violencia y el ecocidio carácterísticos del capitalismo tardíos,
por ejemplo.
Como nunca se sabe y por si a alguien le quedan dudas, también hay que aclarar que ni lo
ontológico ni lo cognitivo, es decir ni los estratos ni las categorías pueden aspirar a suplantar los
que hablar más adelante planteando -como el que no quiere la cosa- una teoría del valor estético.
Por aquello de ir atando cabos convendrá recordar que mientras que los estratos se rigen
enteramente por las leyes de lo simpoiético, tanto las categorías como los valores pertenecen al
ámbito de lo auto-poiético; siendo así que las categorías mostrarán una querencia centrípeta,
centrífugo, emergiendo de la obra y alejándose tanto de ella como de otras recepciones axiológicas
de la misma.
Por descontado y por mucho que tácticamente convenga diferenciar estratos, categorías y valores,
sólo mediante su combinación y juego conjunto en diferentes modos de relación podremos sostener
que aquello que estamos haciendo es propiamente una Estética.
A todo esto, pedirle rigor categorial al pensamiento estético de nuestro tiempo es mucho más
bizarro que pedirle peras a un olmo viejo, de esos hendidos por el rayo y en su mitad podridos.
Como han constatado pensadores como Lucy Lippard o Peter Osborne, buena parte del empeño de
dinamitar con un animo digno de mejor causa cualquier empeño categorial bajo cuya cobertura
pudieran hallarse.
Acaso porque uno de los ingredientes fundamentales del Romanticismo, en el que aún estamos de
Aceptar ser categorizado puede resultar fatal en este contexto, puesto que en cierto modo conlleva
asumir que uno ha sido ya digerido y excretado por el mercado. Lucy Lippard ha argumentado que
Y por supuesto que si eres un sujeto infatuado en un mundo líquido 123, lo de ser incategorizable
puede molar mazo -como decía Camilo Sesto124- e incluso resultar algo sexy, pero claro no
podemos ignorar que lo malo de todo esto es que si de verdad estamos tan desamparados categorial
e incluso axiológicamente, entonces nuestra relación con el arte y nuestra propia sensibilidad queda
fatalmente limitada, teniendo que conformarnos con describir de cualquier manera lo que vemos o a
intentar hacer malabares con las intenciones del artista y alguna otra cosa que nos venga a la
cabeza. Como con lucidez advierte Osborne la completa consumación de dicha quiebra categorial y
axiológica supondría renunciar del tirón a cualquier forma de pensamiento crítico. Huelga decir que
axiológico que siempre han tenido su tiempo y su función en la historia del arte y el pensamiento
estético. De hecho no habría propiamente historia del arte si no hubiera una proliferación sostenida
y más o menos consciente de querellas categoriales y axiológicas... como las que marcaron la
aparición y la consolidación del helenismo, el gótico, el Ars Nova o cualquier reajuste modal que
en el Arte nuevo de componer comedias que publicó Lope de Vega allá por 1609. Según Lope ya
entonces era una gran idea cargarse todos los géneros y mezclar en una misma obra los personajes
nobles y ampulosos propios de la épica con los personajes chuscos propios de la sátira... por mucho
que con ello se cargara de un plumazo la distinción categorial aristotélica entre la tragedia y la
comedia. Otro tanto harán y pensarán dramaturgos como Shakespeare y Calderón, en cuyas obras
-como vemos en Hamlet o La vida es sueño- se traman asuntos y personajes graves y leves, severos
y livianos...
Tanto es así que esa quiebra de la inmaculada categorialidad se infiltraba hasta las intervenciones y
123Que quizá es la etapa que sigue -recordando al Lukács de la Teoría de la Novela- a lo de ser un “sujeto problemático
en un mundo contingente”.
124 Una pena que Camilo y sus letras no hayan recibido la pasión crítica que merecían ni hayan encontrado el
hermeneuta que saque a la luz todas sus virtudes: Dicen que no le pongo a nada interés / Que lo hago todo al revés /
Pero ¡mola mazo! / Ser tal como soy en cada paso que doy
diálogos mismos de los personajes, como hace Shakespeare cuando presentaba a los actores que
acuden a Elsinor como los mejores en los géneros trágico, cómico, histórico, pastoral, pastoral-
o poema ilimitado...
Es razonable que los juegos de categorías con los que nos enfrentamos a lo artistico se reajusten,
quiebren su cohesión y su filo de vez en cuando e incluso que colapsen por entero. Semejantes
procesos pueden en buena parte deberse a la rigidez con la que se toman tramas categoriales como
las de Aristóteles, las de Greenberg o las de Bourriaud 125, por citar tres grandes pensadores de lo
estético y se intenta obtener con ellas una especie de foto fija de la experiencia estética o la práctica
artística en cuestión. Nada de todo esto puede durar mucho -como bien advertía Lippard-
Las categorías especi fican aquello que hay en la medida en que lo podemos conocer, o no.
Son como esas gafas que en un lado llevan una lente que nos permite ver y en el otro un parche que
nos ciega. Son la mariposa y el cazamariposas a la vez. El vehículo con el que viajamos y el paisaje
del que somos parte gracias a él. En palabras de Nicolai Hartmann, y fundiendo en una sola
de finición su apertura y su cierre, las categorías nos muestran, a cada momento histórico, lo que a
Nuestra aprehensión del mundo será tanto más simple o más compleja en función de la fineza de
nuestro aparato categorial y del tipo mismo de categorías con que contemos.
Pensar las categorías nos ayudará a entender que, de hecho, no todo puede ser visible ni mucho
menos comprensible en cada época del mundo. Como recuerda Lukács hace falta alcanzar una
del trabajo, etc para que esas fuerzas puedan entrar en contacto con objetos y complejos naturales
125 Efetcivamente, es coña.
que en sí mismos existían ya antes. Por ejemplo, para los hombres de la edad de piedra no existían
El mundo o el planeta del que somos parte, llamémosle Gaia, evidentemente era también entonces,
como lo es ahora, uno y sería el mismo para ellos y para nosotros, o por decirlo con más precisión
las relaciones de dependencia y emergencia entre estratos eran las mismas, pero había entre ellos y
nosotros, como la habrá entre nosotros y los humanos de dentro de un par de siglos, una clara
diferencia categorial.
Ninguna sociedad -vuelve a decir Lukacs- ha estado nunca en intercambio con la totalidad
extensiva e intensiva de la naturaleza 127, sino sólo con aquellas secciones de la misma, aquellas
Pero erraríamos fatalmente y pecaríamos de esa soberbia tan propia de algunas escuelas del
pensamiento occidental si pensáramos que el mundo sólo existe en la medida en que nosotros en
tanto sujetos, andatiesos y cagapoco como diría Miguel Espinosa, nos tomamos la molestia de
contemplarlo. Por eso es que una teoría contemporánea de las categorías no puede considerarlas
sólo como conceptos del entendimiento, en la tradición neo-kantiana, sino que tiene que dar
también cuenta de ellas -como quería Marx- en tanto que ponen de mani fiesto algunos de los
fundamentos estructurales del mundo real, exactamente igual que el análisis modal.
En otras palabras, las categorías son categorías porque -en cierta medida- nos permiten conocer,
pero -y este es el punto que queremos destacar- nos permiten conocer porque logran captar -de
nuevo en cierta medida- algunos de los fundamentos estructurales del mundo real128.
Esto tiene su importancia crítica porque las categorías -al contrario que pasará con los valores-
deben demostrar su fertilidad, deben poder acoplarse con lo que hay y proporcionarnos un cierto
Por supuesto -al menos en el pensamiento estético- nadie está en posesión del aparato categorial
de finitivo que permita decodi ficar y entender a la perfección todo lo que hay en sa dinámica
estrati ficada que llamamos obra de arte o en la no menos compleja experiencia estética objeto de
nuestro interés.
ser tan completos como sea posible. Algunos se acercan más y otros menos, pero sea cual sea el
caso hay que procurar evitar siempre la soberbia característica de nuestro o ficio -y no sólo del
nuestro- para la cual el mundo viene a consistir exclusivamente en aquello que podemos
categorizar.
Esta especie de mezquindad categorial podría haberse enquistado por los siglos de los siglos, de no
ser por pensadores como Raymond Bayer para quien las categorías estéticas son un gran recurso
cuando las usamos para incluir, para apreciar y son un pésimo recurso cuando las usamos para
excluir y justi ficar nuestras propias limitaciones 129. Esto es hacemos un mal uso de las categorías
Las categorías juegan con la lógica de lo sim-bólico, de lo que converge. Deben centrarse en el
objeto de estudio o intervención, pero deben saber que dicho objeto -como hemos visto más arriba
plural de las categorías: forzosamente habrán de convivir diferentes sistemas de abordaje categorial
que serán más o menos válidos para dar óptima cuenta de diferentes estrati ficaciones de lo efectivo.
Las categorías estéticas serán entonces agentes capaces de poner en relación elementos
A este principio de pluralidad habría que añadir ahora un principio de fluidez categorial, como lo
reclama el biólogo Robert Sapolsky130 cuando advierte que si bien no tenemos más remedio que
Uno es el que surge cuando infravaloramos cuan diferentes son siempre dos cosas distintas aun
El otro aparece cuando sobrevaloramos cuan diferentes son las que quedan a ambos lados del limite
A su vez y sin dejar a Sapolsky, será importante que cuando estemos enzarzados en nuestras
129Este es justo el uso que hacía Duchamp del adjetivo même -que viene a signi ficar "también" o "incluso"- aplicado a
los títulos de sus ready-mades, lo cual no signi fica que todo valga, que cualquier título pueda convenirle a un ready-
made, sino que este también podría servirle, o incluso este otro.
130https://www.youtube.com/watch?v=NNnIGh9g6fA&t=10s, a eso del minuto 12:45
ello reclamaremos un tercer principio que llamaremos de escalabilidad categorial, un principio que
nos permitirá poder hacer zoom y tener siempre presente las relaciones entre las diferentes
categorías operacionales como la mimesis o la catarsis, a las que veremos retornar en muy
diferentes escalas.
Estos tres principios de pluralidad convergente, fluidez y escalabilidad han de convivir con lo que
Hartmann llama la tesis capital y general acerca de la estrati ficación. Dicha tesis enuncia que todo
estrato del ser tiene categorías propias y que hay que atenerse siempre a la ley de validez categorial
que nos previene de los desafortunados intentos por extrapolar una u otra categoría más allá del
Con todo el resultado de conjunto nos mostrará cómo la coherencia de las categorías es de una
sutil hondura y multiplicidad131. Ese será el campo en el que nos moveremos ahora.
horizontales de los diferentes estratos, conectándolos y revelando sus aportaciones especí ficas. Bajo
esta denominación consideraremos de entrada las cuatro categorías estéticas clásicas: la mimesis,
la poiesis, la apate y la catarsis y las organizaremos en función de su relación con los estratos de lo
estético.
Antes de centrarnos en el análisis de su especi ficidad será preciso recordar la ley fundamental de la
estrati ficación categorial, según la cual las categorías de los estratos inferiores están ampliamente
contenidas en las superiores y retornan -con variaciones- en ellas, pero no a la inversa. Este será el
caso con las cuatro categorías de lo musical enunciadas por Aaron Copland y que ya hemos
introducido brevemente. Así podemos entender que la armonía contiene a la melodía, de igual modo
que ambas contienen al ritmo y todas ellas hacen lo propio con el timbre, pero esta relación de
131N. Hartmann, Ontología, vol.III, pág. 516
inclusión no funciona a la inversa, puesto que como es obvio podemos producir un timbre o marcar
Veremos en lo que sigue como se aplicará esta ley a la mimesis, la poiesis, la apate y la catarsis, las
cuatro categorías presentes en el pensamiento estético de la Grecia Clásica y los primeros compases
del Helenismo.
Así y por empezar por lo más básico, por lo anterior en la vida y en el arte.... en la interfaz que une
los procesos morfogenéticos más básicos y generalizados mediante los que las más diversas
los convertimos en motores de nuestro propio desarrollo. Mimesis es la maniobra que ejecutan las
orquideas, las mariposas, los camaleones, los bebés mamíferos o los estudiantes de filosofía también
mamíferos cuando dan en imitar los colores, formas, texturas o ruiditos de su entorno. En todo caso
se trata de operaciones en las que tanto lo inorgánico como diferentes formas vegetales y animales
de lo orgánico son atendidas y trasladadas a la morfogénesis misma de las diferentes criaturas. Sin
salir del apasionante campo relacional en el que se mueven las orquideas y los insectos encontramos
ejemplos de mimesis en ambos sentidos: así hay mímesis tanto en los procesos mediante los que las
orquideas imitan a los insectos como en aquellos en los que son los insectos los que imitan a las
orquideas, como puede apreciarse tanto en la Orquídea mosca (Ophrys insectifera) como en la
de una apropiación de la forma externa, así las Ophrys desatan una mimesis que no es sólo visual,
sino también táctil e incluso olfativa, puesto que logran imitar con éxito el aroma característico de
las feromonas de las hembras de la especie de himenópteros con la que cuenta para la polinización.
Ya en estos ejemplos tan sencillos se deja ver que la mímesis aun explorando la receptividad y la
replicación de patrones existentes no puede sino abrirse a operaciones de mayor calado. Para ello
imitación132 se revelará como la interfaz que media entro lo orgánico y lo psíquico, y aparecerá con
toda claridad cuando los seres vivos experimenten el tirón que procede de lo psíquico, abarcando
todo lo relacionado con la creatividad y las variaciones disposicionales a las que nos llevan nuestros
respectivos ingenios. La Poiesis da cuenta de esa capacidad de sobre-construcción que nos permitirá
concebir -como decía Leonardo133- forme che non sono in natura. La poiesis evidentemente tendrá
que apoyarse en la mimesis, aunque más no sea para negarla o tenerla de fondo de armario con el
que esbozar sus figuras, aunque como sabemos gracias a la teoría de estratos, nada de lo que se
haga desde la poiesis será enteramente reducible a las leyes de la mimesis. En la inteligencia de ese
apoyarse en lo anterior sin dejar de aportar una novedad categorial reside la fuerza de toda teoría de
La con fluencia y diferentes combinaciones de la mimesis y la poiesis nos llevara -en el ámbito del
arte- de lleno a una categoría absolutamente fundamental aunque sin duda algo más olvidada: la
apate o la ilusión estética mediante la que entenderemos cómo todo lo estético necesita
materializarse, realizarse... pero que lo hace de una forma engañosa, construyendo una especie de
trampa, un dispositivo que como hace la orquídea con el abejorro nos atrae y nos contagia de su
lógica, de aquello que la obra quiere contarnos. La apate será, por tanto, la categoría que nos
permitirá aprehender los procesos mediante los que aquello que ha sido concebido desde la poiesis
y construido mediante la mimesis busca objetivarse, concretándose en algún tipo de dispositivo que
psíquico a un plano en el que sean susceptibles de ser compartidas, cubriendo el espacio que media
Estatuto especial merecerá la Catarsis que más que una categoría operacional adscrita a un interfaz
concreto, aparecerá como una categoría susceptible de atravesar y poner en juego todos los estratos,
como suele ser el caso en una genuina experiencia estética. Así cuando nos emocionamos con un
poema, una composición musical o pictórica sentimos cómo se conmueven nuestras convicciones e
ideas, al tiempo que lo hacen nuestras emociones más o menos conocidas y nuestra carne misma, al
decir de Merleau-Ponty.
Se tratará de entender estas categorías operacionales como otras tantas formas de mediación entre
los diversos estratos, como formas de derivar de un estrato a otro o de atravesarlos todos y que
mismas.
Por supuesto se trata de cuatro categorías que estaban presentes en los inicios del pensamiento
estético occidental. Así nos lo muestra Tatarkiewicz134 que habla extensamente de tres teorías del
arte presentes en la Grecia clásica basadas respectivamente en las categorías de la mimesis, la apate
y la catarsis... Para completar el repertorio recopilado por Tatarkiewicz, a estas tres categorías
añadiremos nosotros la poiesis que como quehacer creativo no se verá más amplia y
En vez de derivar cuatro estéticas separadas, una por categoría, lo que estamos proponiendo aquí es
obviamente, proporcionar un marco que no sólo las incluya a las cuatro 136 sino que nos proporcione
una inteligencia de cuales puedan ser las relaciones entre ellas, o entre ellas y los estratos de lo
135 Que se pase por alto la poiesis en el pensamiento estético antiguo y clásico no debe extrañarnos, puesto que se trata
de una categoría de estrato intermedia y como dice Tatarkiewicz (H6I 108) los clásicos contaban con los elementos de
la base y del apice de la pirámide de los conceptos estéticos pero no los intermedios. Aunque sería más adecuado decir
que dedicaban mucha menos atención que nosotros al estrato de lo psíquico.
136 Gorgias y los so fistas ya intentaron hacer un acercamiento de conjunto a todas las categorías, pero su enfoque no
prevaleció, dada la hegemonía del pensamiento de Platón y Aristoteles... y su particular atención a la teoría mimética y
a determinados aspectos de la catarsis.
…
Y es justo una inteligencia del funcionamiento conjunto de estas cuatro categorías lo que podemos
encontrar en un diagrama operacional tan potente como el que plantea la figura de las Tres Gracias.
Como sucede con las categorías, cada una de las Gracias tiene una dimensión operacional, se
distingue por lo que hace. Y lo que hacen las Tres Gracias es, en este orden, recibir, dar y
compartir, puesto que todos -incluso los más finos de entre los neokantianos- empezamos nuestras
Cuando se cumple ese proceso, continuamos nuestra vida -a no ser que tengamos unos padres
algo que quizás no estaba ahí, algo nuevo que puede bien acabar formando parte de un repertorio
compartido que constituye nuestra vida en común, formando un ámbito de reciprocidad, una
comunidad operacional en la que podemos crecer y ayudar a crecer. Finalmente ese poner en común
lo que recibimos y lo que somos capaces de dar precipita un reinicio del ciclo mediante el cual se
mantiene o se renueva todo aquello que una comunidad determinada comparte y hace circular.
También aquí, por tanto, la secuencia de acciones de las Gracias: recibir, dar, compartir -o
mimesis, poiesis, apate- se reiniciará bajo la invocación de la catarsis, que nos hace atravesar de
nuevo todos los estratos, poniéndonos tanto los pelos como los conceptos de punta, de forma que
las más elevadas convenciones y las más abstrusas maniobras conceptuales vuelven a reconectarse
con los timbres de lo matérico, con los ritmos de lo orgánico y las melodías de lo psíquico.
En todo caso nos importará especialmente esa trabazón interna y estrati ficada entre el recibir, el dar
y el compartir... para recibir y dar de nuevo. Ese vínculo será el que intentaremos mostrar en
relación a las cuatro categorías de las que nos proponemos dar cuenta.
Obviamente en este baile de las Gracias se cumplen escrupulosamente las leyes de estratos y el
principio de retorno, puesto que aquello que hemos recibido retorna de una forma u otra en aquello
que somos capaces de dar y compartir, si bien como indica Hartmann aquello que damos no puede
en ningún caso reducirse a aquello que hemos recibido, ni explicarse enteramente por ello.
Este imprescindible apoyarse del dar en el recibir, por claro que nos pueda parecer ahora, es sin
embargo algo que la cultura moderna y patriarcal 137 ha tendido a ignorar olímpicamente: el
individuo romántico, el genio ha sido construido como un hombre hecho a sí mismo, el que no tiene
madre -ni necesita abuela por lo general-. Así son las cosas en el paradigma del héroe de las mil
caras tal y como lo ha trazado Campbell: un héroe que aparece como bebé flotando en una cesta, o
volando en una nave espacial, de tal modo que el dolor del parto y la extrema fragilidad del recien
es el piloto de su propia cesta-de-carreras. Por eso no tiene madre o si la tiene se trata de una figura
completamente prescindible puesto que este héroe es “el elegido” incluso antes de nacer y
milagros sin cuento. Sólo en este paradigma se puede creer a pies juntillas en la primacía de una
creatividad propia de un varón rampante que aparece de la nada y se eleva por sí misma.
El artista genial -desde el romanticismo a nuestros días- es en buena medida una decantación
bohemia del héroe solar que invariablemente intenta erigirse en magnánimo dador, sin que se le
pase siquiera por la cabeza la necesidad de advertir y hacer justicia a lo que previamente ha
Esta descompensación y este falseamiento radical del juego de las categorías operacionales ha
tenido unos efectos devastadores en buena parte del panorama del arte moderno que, demasiado a
menudo, parece reducirse a un concurso de poiesis, a ver quien la tiene más grande.
Cuando hacemos enfasis en la importancia de salir del muy limitado ámbito de referencias del
En todo caso y sin dejar nunca de tener presente la importancia de la trabazón de las categorías
entre sí y con los estratos podemos proceder ahora a una exposición mucho más detallada de la
Thedor W. Adorno
El vino griego que trasegaban los clásicos tenía que ser bastante cabezón, tanto que parece que
había que echarle hasta 20 partes de agua por cada una de vino 138 para poderlo beber: de otro modo
podía producir graves intoxicaciones e incluso lesiones cerebrales permanentes. El caso es que
incluso mezclado con agua tenía que colocar lo suyo, de modo que en las tragoidias139 y las fiestas
agrarias arcaicas dedicadas a celebrar la fertilidad de la tierra y de las mujeres, fertilidad en la que
-como es notorio- se basa el bienestar de todo patriarca que se precie, los bebedores podían
encontrarse con que, al llegar a la tercera o la cuarta copa, les poseía un dios, un espíritu animal o
138Homero relata que el vino de Marón se mezclaba con veinte partes de agua, aunque la proporción más habitual era
de ocho a uno.
139La palabra tragoidia en griego aludía a algo tan enternecedor como el canto del macho cabrío, ya cantara porque
-como animal afin a Dioniso- era un invitado habitual a las fiestas de este dios, o porque en dichas fiestas se
sacrificara -y suponemos que su canto ahí sonaría diferente- alguno de estos machos cabríos.
algún personaje de otro tiempo. En la Grecia arcaica140 se llamaba mimós a la persona que
albergaba y daba voz y cuerpo a alguna de las figuras que aparecían en estos trances etílicos más o
menos ritualizados. Y por las mismas se llamaba mimesis al proceso mediante el que se daba pie a
El o ficiante de la tragoidia daba pues en re flejar, en imitar algo o alguien, un arquetipo 141 acaso, que
en cierto modo ya estaba ahí esperando a ser invocado o re flejado. Y al imitarlo se hacía parte de él,
puesto que la mimesis tenía mucho de methesis, término que más tarde utilizará Platón y que viene a
signi ficar “participación”. El mimós por tanto no sólo participa de algo que ya estaba ahí, sino de
algo que le trasciende y al hacerlo le conecta con los demás participantes en el ritual.
En todo esto no tiene porqué verse ninguna especie de mística oscura. Al fin y al cabo, participar de
algo que ya estaba ahí, que nos trasciende y que nos conecta con los demás es lo que sucede cada
Para explicar esta especie de creatividad participada, recurría Ortega y Gasset a un simil taurino.
Para Ortega, el antiguo era como un torero que, antes de entrar a matar, da un par de pasos hacia
atrás, para luego avanzar ya estoque en ristre. Son esos pasos hacia atrás los que colocan al antiguo
externos o el aspecto de una criatura determinada, sino que trata siempre de conectar con una
Al dar ese paso atrás entramos en el dominio de lo repertorial, es decir, en un terreno conocido,
relativamente organizado y coherente donde conviven esas figuras cuya contextura deberemos
ahora explorar con más detalle, puesto que son ellas el objeto por excelencia de la mimesis
clásica142.
Y menos mal que he dicho que no había porqué ponerse místicos... porque hablar de figuras en
140Se podría pensar que, recurriendo a sus propias formas de estimulación, algo parecido sucede en los rituales vudú en
los que los o ficiantes asumen las características de una u otra figura de su repertorio, en el que se mezclan santos
cristianos, dioses afros e indígenas y fuerzas de la naturaleza, y con ello la hacen presente, teniendo cada una de
dichas figuras, por supuesto no sólo una personalidad diferente, sino también sus propios modos de ser invocados y
acoplados, así sea temporalmente, con este mundo. Con la salvedad, dice Kerenyi, de que en el mundo griego no hay
tal cosa como una “posesión” sino más bien una forma de conocimiento, así Aquiles cuando actua como un león
“sabe” como un león sabe de cosas salvajes.
141En la inteligencia de que como decía Jung un arquetipo es siempre simultáneamente imagen y emoción siendo así
que la emoción vuelve dinámica a la imagen, de forma que -sigue Jung- han de salir de ella consecuencias de
alguna clase. C.G. Jung, El hombre y sus símbolos, Paidos, Barcelona, 1965, pág 96
142 Más adelante veremos cómo, sólo gracias a ese paso atrás que supone la mímesis podemos adentrarnos en el ámbito
categorial de la poiesis, es decir, podremos explorar con unas mínimas garantías el ámbito de lo disposicional, allí
donde nuestras guías serán nuestras propias fuerzas y talentos.
nuestro idioma no puede sino remitirnos a la noción de figura que pone en juego San Juan de la
Cruz cuando hablando del paso del Amado entre las criaturas y los sotos dice aquello de:
Así, según Juan, el mero re flejo de la figura -no digamos ya la participación en ella- resulta
transformador143. Como transformador es el sentimiento que embarga a Schiller cuando, tras visitar
el “Salón de Antigüedades” del palacio de Mannheim, siente rebosar su corazón y se siente más
noble y mejor.
El carácter repertorial de la cultura clásica que tanto impacta al bueno de Schiller lo recoge
perfectamente Hegel cuando alude a los pensamientos, ideas y verdades mediante los que la poesía
ejerce su rol de “maestra del género humano”. De modo más o menos grandilocuente e infatuado,
ese es el rol fundamental con el que está vinculada la mímesis siendo a la vez memoria y
prescripción de los múltiples senderos por los que nos podemos construir como humanos en cada
En la medida en que asume tan fundamental función se entenderá que sostengamos aquí que la
mímesis es la categoría operacional más básica. En el caso concreto de la tragedia, como hemos
visto, la imitación, bien pudo empezar siendo de dioses o personajes relacionados con el culto a
Dionisos que manifestaban su carácter, su ethos, mediante danzas bulliciosas, fálicas o cómicas
144 ... pero enseguida, como ya recoge Aristóteles, mostrará un alcance más amplio y se pasará de
imitar ese concreto ethos dionisiaco a re flejar otros ethoi, otros caracteres o modos de hacer
diferentes.
143Según el mismo Juan de la Cruz explica: comunicándoles muchas gracias y dones naturales...San Juan de la Cruz,
Cantico Espiritual, edición de Cristobal Cuevas García, Editorial Alhambra, Madrid 1979, pág. 156
144 C.M Bowra, Introducción a la literatura griega, Gredos, Madrid, 2007, pág. 159. Por supuesto tampoco en esto
hay nada parecido a un consenso. Así G. Else en su libro The Origin and Early Fom of Greek Tragedy (Harvard
Uni. Press, 1965), concluye: «No hay ninguna prueba sólida de que la tragedia haya sido dionisiaca en cualquier
sentido, excepto en el de que era originaria y regularmente representada en las Dionisias ciudadanas de Atenas ... No
hay ninguna razón para creer que la tragedia se desarrolló a partir de cualquier tipo de posesión o éxtasis, dionisíaco
u otro.. Hoy día, tanto los estudiosos de la tragedia como género teatral, como los de la influencia del culto
dionisiaco suelen ser muy cautos al respecto. Es ei caso de A. Lesky en Die Tragische Dichtung der Hellenen, 3.'
ed., Gotinga, 1972, págs. 40-44, y de H. Jeanmarie en su Dionysos. Histoire du culte de Bacchus, París, 1951, cap.
VIL.
…
Para ver esto con cierto detalle, será bueno ir derivando hacia los escritos que Aristóteles dedicará a
la tragedia, ya muy avanzada su evolución literaria y formal. Para Aristóteles la tragedia se de finirá
como mimesis praxeos, es decir como la imitación de una práctica o una acción, de un modo de
hacer que se destaca y aparece como moira145, como parte de un reparto, como porción del
Para que la mímesis praxeos que organiza la tragedia funcione y nos haga sentirnos verdaderamente
participes de una moira determinada, será preciso que la mimesis en cuestión se muestre especial y
especí ficamente a filada. Por eso, como dice Aristóteles, se tratará en la tragedia -como también en
la poesía épica- de imitar no cualquier acción, sino una acción esforzada, esto es una acción que se
impone a sí misma el deber de mostrarse claramente y en toda su especi ficidad. Para ello la figura,
la acción en cuestión, se nos tiene que mostrar completa, esto es, tenemos que aprehenderla con
su ficiente visión de conjunto y su ficiente detalle para que podamos entender en nuestras carnes esa
En todo caso, la mímesis aparecerá aquí como cierta forma de memoria o preservación, mediante la
que los artistas se desempeñan como si fueran una especie de historiadores y conservadores de un
determinado repertorio de esas figuras o modos de hacer. Tal y como lo asevera Gregory Nagy
entre la Iliada y la Odisea se consigue incorporar y orquestar prácticamente todo lo que se estimó
En ese mismo sentido la mimesis se muestra como muy bien ha señalado Ellen Dissanayake como
forma que podamos transmitirlo y mantenerlo presente, destacando aquello que debe ser recordado,
cualquier patrón de comportamiento u organización que se nos presente dotado de relevancia. Así
las cosas, el arte tiene una de sus funciones fundamentales en este “hacer especiales” determinados
145 Moira que a menudo se ha traducido como “destino” significa en griego reparto o distribución, aludiendo a aquella
porción de lo humano que nos es dado habitar y poner en juego.
146 Gregory Nagy, The best of the acheans, 1#5
procedimientos o personajes que deben ser recordados y reflejados, que deben ser tenidos
presentes, que deben ser evocados e imitados, rescatándolos del olvido o evitando que su
Siendo la mímesis uno de los componentes de “lo que relaciona”, uno de los elementos que ponen
en relación los elementos procedentes de los diferentes estratos, parece evidente que se tratará de un
poner en relación que tira hacia abajo, que tiende a reposar los estratos implicados en cualquier
movimiento de revuelta que comparecerá asociado a otras categorías como la poiesis, la dinámica
fundamental aquí será la de la memoria mediante la cual procuraremos tener presente aquello que
La mimesis como memoria tendría un fuerte vínculo con la noción griega de “verdad”, la aletheia
que se forma como negación de la raíz lethe (olvido), y que por tanto nos da un concepto de lo
verdadero como recuperación de lo postergado. Pero el caso es que la aletheia además de reclamar
lo olvidado nos remite también a la redención de todo aquello en lo que no hemos reparado: el
verbo letho además de aludir a lo que olvidamos, designa también el campo semántico de todo
aquello que nos pasa inadvertido, como cuando Helena atraviesa la ciudad de Troya sin ser
descubierta por sus conciudadanos. Se trata de todo aquello en lo que se da una ausencia de
percepción, consciencia o reconocimiento... la aletheia excluye todo aquello que no sea simple,
directo, claro y no-enigmático... tiende a excluir no sólo el olvido, sino también la invención y la
ficción147.
Así las cosas parecería que el interés del poeta arcaico y la potencia categorial de la mimesis con la
que trabaja no reside obviamente en tener que dar cuenta exhaustivamente de todo lo que ocurrió en
Lukács con su característico buen criterio destaca como estas operaciones de selección y
preservación son inherentes a todo proceso de reflejo: El hombre no puede limitarse a dejar que
147 Y justo todo eso que la aletheia excluye será -precisamente- el campo de juego de la categoría de la Poiesis, que
veremos luego. Más en Louise H. Pratt, Lying and poetry from Homer to Pindar, University of Michigan, 1993
obren sobre él las impresiones de la realidad; so pena de ruina catastrófica, tiene que reaccionar a
ellas, y muchas veces instantáneamente, espontáneamente, sin tiempo para reflexionar o para
tiene como consecuencia el que ya al nivel de la percepción tenga lugar, en el reflejo consciente de
la realidad, una selección en armonía con la interacción entre hombre y mundo circundante; o sea:
el que determinados momentos se subrayen intensamente como esenciales, mientras que otros se
saber hacer de quien observa y atiende los desarrollos de las diferentes situaciones, de quien
aprende a evitar tanto los excesos como los defectos149, las prisas como las demoras. Lo que el
drama debe imitar son esos procesos de atención selectiva, evitando reflejar la vida entera de tal o
cual personaje, sino sólo aquello que, habiendo sido parte de su quehacer, constituye lo que en
compañía de Hamlet y Hannah Arendt podemos llamar “acción”, es decir ese quehacer que resulta
distintivo del modo de relación150 específico que es preciso destacar y poner en valor, quizás porque
puede aportarnos algo fundamental a la pequeña o gran colección de modos de relación en que
consiste nuestra propia vida. Dicho en términos de Lukács podría parecer que la obra de arte clásica
no refleja al hombre entero sino al hombre enteramente, a diversas modulaciones del hombre
La gran pelea de Platón a Schiller, y donde la mímesis aparece como herramienta política de primer
orden, será -como bien saben los autores de vidas de santos y de manuales escolares- la que se dará
para determinar cuales de esas modulaciones, cuales de entre los diversos caracteres o modos de
individuos o si unas y otros deben someterse a los grandes planes trazados para ellos por el Dios del
Libro, el filósofo que dirija la Academia o el Politburó oportuno. Esta es, con todo, una batalla que
no abordaremos de lleno hasta llegar a la tercera sección de este mismo libro y con ello podamos
Mientras tanto constataremos que no podemos tratar de la dimensión modal de la mimesis sin dar
necesidad, es decir una memoria, una especie de coherencia repertorial, habrá entonces que ver por
Para ello podemos dirigirnos a alguna de las formas más primarias de la mimesis, en concreto a la
En la mitosis lo que hay se reproduce duplicándose, imitándose a sí mismo, de modo que al final del
proceso, cada célula hija ha dado en reflejar una copia completa del genoma de la célula original.
Esta sea seguramente la forma de mímesis más primaria y persistente, mostrándose imprescindible
para la continuidad de los procesos orgánicos y -también claro está- de los estéticos.
Pero tendríamos una imagen falseada de la mitosis como mímesis si sólo tomáramos en cuenta sus
éxitos, los procesos en los que efectivamente logra perfilar una necesidad contenida y justa,
replicando un genoma, o una coherencia repertorial determinada sin despeinarse. Tendríamos una
imagen falseada porque en términos modales no puede haber necesidad sin que -tarde o temprano-
151Como vimos en EM1, necesario es todo aquello que resulta imprescindible en una relación dada, mientras que lo
contingente alude a todo aquello que abundando en esa misma relación no sólo no consigue añadirle nada relevante
sino que la sobrecarga y la vuelve inestable...
Para aprehender su lugar y su juego podemos fijarnos ahora en procesos presentes en la mitosis y
Y es que tanto en la mímesis artística como en la celular puede bien suceder que un brazo del
fragmento. Se daría así pie al fenómeno conocido como deleción, es decir el borrado de una parte
a otro cromosoma u otro sector del reflejo producido, causando una translocación en la que se ve
En tercer lugar, también puede suceder que la acción reflejada se pueda integrar entera e intacta al
cromosoma o la obra producto del reflejo, pero que en el proceso cambie completamente de sentido,
Finalmente, el reflejo producido por la mimesis puede verse tratado erróneamente como un
Así las cosas, los procesos miméticos que buscan constituir o hacer presente una necesidad pueden
y deben entenderse incluyendo los ciclos en los que reflejo introduce variaciones no previstas,
De hecho lo más hermoso es que a partir de la reiteración o incluso el cultivo de estos “errores”
podremos tanto pulir la necesidad correspondiente como pensar la aparición de las siguientes
arquetipo sino al quehacer constructivo de cada agente, que en gran medida se alimenta y crece a
Por lo que hemos visto, ni Lukács ni Dissanayake parecen tomar en cuenta la doble oposición a la
que deben enfrentarse los procesos miméticos, chocando por un lado con las contingencias, las tan
orientación por el que en vez de buscar consolidar lo dado y reflejado se buscará variar y
experimentar, poniendo en valor lo radicalmente nuevo... sólo a partir del conjunto de esas
En todo caso y volviendo al trabajo modal de la mimesis en relación con los diversos estratos
podremos ahora entender mejor a Adorno cuando sostiene que la mimesis es lo anterior en el arte
153 . Que la mimesis, en tanto agencialidad que relaciona, sea lo anterior nos remite a considerarla
Este es también el sentido en el que Aristóteles, al comienzo mismo de su Poética, plantea cómo la
parte la aulética y también la citarística... pero también conlleva advertir, como sostiene Adorno,
que la mimesis siendo lo contrario al espiritu es a la vez el lugar en que éste se in flama154.
transcurrir sin intervención alguna del espíritu... pero dada la dinámica de estratos que ya
conocemos, la mímesis no puedo sino proporcionar el lugar a partir del cual el espíritu como dice
Adorno, se in flama.
Siguiendo con Adorno y la teoría de estratos podemos entender cómo sólo apoyándose en la
mimesis, sus logros y también sus dislates, puede la poiesis -o el espíritu si queremos usar los
Dicho espiritu -dirá Adorno- sólo satisface su propia finalidad cuando brota de lo que hay que
construir, de los impulsos mimeticos y se funde con ellos en lugar de serles dictado de forma
soberana.155
cómo las categorías anteriores retornan en las posteriores, así sea en formas atenuadas o
subordinadas... mientras que dicho retorno no se produce a la inversa. Todo esto lo iremos viendo al
paso que vayamos exponiendo -una por una- este grupo de categorías operacionales.
La hegemonía de la mimesis como gran principio básico de la sensibilidad estética y las prácticas
artísticas llegará, prácticamente en plenitud de fuerzas, hasta la Ilustración y los primeros balbuceos
del romanticismo. Y no hablo de una hegemonía meramente conceptual, sino de algo que informaba
las vidas de la gente. Tanto es así que la operatividad de la mimesis podía rastrearse en una
costumbre tan arraigada entre las clases altas de la época como fue el Grand Tour.
El Grand Tour era un viaje que atravesaba Italia sobre todo, pero que podía abarcar también Francia
pasarse a saludar y tomarse un cafelito con figuras públicas como Voltaire o Goethe que para eso
Para que los viajeros y sus padres -que al fin y al cabo pagaban la cuenta- creyeran que semejante
inversión de tiempo y dinero valía la pena, hacía falta una cierta confianza en los poderes casi
mágicos no sólo de las formas clásicas sino sobre todo de la mímesis, mediante la que los viajeros
recibirían y reproducirían dentro suyo toda la nobleza y todas las grandes ideas que latían en ese
Esa misma fe en los poderes de la mimesis aparece de modo notorio en el Kallias de Schiller, que
basa todo su proyecto de ilustración radical en la capacidad de la mímesis para conformar lo que el
escritor alemán llama una escolta de figuras ideales en el corazón del sujeto en cuestión. La mimesis
será ahí la clave para acoger conjuntos de formas nobles, grandes, colmadas de espíritu... símbolos de
lo eminente, en las que los jóvenes castores de la burguesía deben retozar y rebozarse hasta que la
apariencia triunfe sobre la realidad y el arte sobre la naturaleza. 156 Esa habría sido siempre la gran
misión del arte clásico y sus nobles formas en cuya imitación y reflejo sigue inspirándose Schiller 157.
La mimesis cumpliría así su consabida misión de proporcionarnos una especie de repertorio interno, un
repositorio de referentes susceptibles de darnos esa entereza y esa fuerza vital y panteónica, que el
guasón de Ramón Gomez de la Serna decía encontrar, y así se ahorraba el viaje, en las estatuas en
Madrid158.
La fe ilustrada en los poderes mágicos de la mimesis se va a reforzar aun más si cabe en los escritos más
pesimistas de Schiller, como sus Cartas sobre la educación estética del hombre, porque según el
dignidad159, nada menos y al parecer se encuentra atrapada en la bajeza de los intereses mas burdos, en
la dispersión y la estolidez que caracterizan la vida moderna. Así las cosas, todas las esperanzas no
pueden sino cifrarse en recibir adecuadamente y replicar los residuos estéticos de una humanidad más
alta y clara...
Pero obviamente tan altas esperanzas no llegarán a buen puerto y la mímesis de la grandeza clásica
aparecerá -como hemos visto al hablar de los errores en la mitosis- fragmentada, trastocada, invertida y
duplicada.
Así sucederá claramente con el empacho de majestuosidad y nobleza que provocará el neoclasicismo
tanto durante los años gloriosos de la revolución francesa como durante el bonapartismo. Tanto la
república como el imperio aparecerán a los ojos de Schiller como una mimesis trastocada e invertida de
los modelos clásicos en los que decía inspirarse y que de alguna forma creía estar reflejando.
Al final de todo ello y en pleno proceso de esa gran transformación que supone la instauración del
156Carta X, pág 86
157Seguramente esta inteligencia schilleriana de la función de la mimesis en nuestras pobres vidillas siga estando
latente en lo que motiva a los millones de personas que todos los años reservan parte importante de su tiempo libre y
sus ahorros a llevar a cabo sus propios “grand tours” culturales, asi se trate de versiones low cost de los
decimonónicos ...
158R. Gomez de la Serna, Descubrimiento de Madrid, Cátedra, Madrid, 1977, pág. 85
159La frase entera de Schiller sigue así: La humanidad ha perdido su dignidad, que el arte empero ha salvado y
conservado en piedras eminentes; la verdad continúa viviendo en la ilusión y a partir de la copia será restaurada la
imagen originaria (Carta IX, pág 84)
capitalismo en toda europa, los viejos repertorios clásicos empezarán a mostrarse alambicados y
estériles y la propia mimesis como categoría central del arte quedará seriamente tocada.
Será este uno de esos momentos sociales e históricos en los que se recurrirá a formas de mimesis que
ya no pretenderán mostrarnos como somos o deseamos ser, sino que nos mostrarán como no somos.
Esto no es nada desconocido en la naturaleza. Basta considerar los animalillos que dan en imitar no el
aspecto su propia especie sino de otros bichos mucho más agresivos o directamente venenosos e
incomestibles. Ahí la mimesis muestra su otra cara y se transmuta en una kripsis, una ocultación.
Todo esto nos llevará a concebir una modulación de la mimesis ya estrechamente tramada con una
poiesis, cercana a la que pedía Simmel en sus reflexiones sobre la moda o la que nos enseña a
practicar Martin Venator160. Se tratará de todas aquellas ocasiones en las que imitamos para
ocultarnos, para declararnos partícipes de un repertorio que no es el nuestro pero que nos protege.
Imitamos entonces no para parecer quienes somos sino para poder ser lo que somos pareciendo lo
que no somos.
Esa mimesis-kripsis, de diferentes formas, estará presente en muchos artistas del Romanticismo tardío o
el fin-de siglo...y cambiará el concepto mismo de la mimesis hasta tal punto que devendrá irreconocible.
Al cabo, la crisis de los grandes repertorios exigirá una modulación del hacer diferente a la
característica de la mímesis. Será entonces cuando tendremos que recurrir al poiein, a un modo de hacer
que alude a lo que fabricamos, lo que tramamos desde nuestras disposiciones y nuestro ingenio y que se
muestra como productor de variación y diferencia, construyendo esas formas que hemos visto reclamar
a Leonardo, aquellas que no existían en la Naturaleza sino que eran pura invención, construcción
Veremos ahora cómo la categoría de la poiesis cambiará el foco desde las formas ya existentes y
Sé un hombre y no me imites.
Carl Kerenyi
Cuando los clásicos querían destacar el aspecto productivo de un quehacer recurrían al verbo poiein.
replicas de un modelo preexistente sino que advierte que incluso en ese replicar arquetipos hay una
novedad irreducible: aparece algo que no estaba ahí. Ello supondra que el énfasis pase de los
patrones de organización que hemos heredado y ya conocemos a lo más específico de los ingenios y
la sensibilidad misma del poeta que -como decía Seneca- convierte todo lo que le sucede en un
mismo color, porque es más fuerte que todas las cosas externas 161. Esto mismo lo explica
Aristóteles en la Ética a Nicómaco planteando que la poiesis, la techné que aplica el poeta, no es de
las cosas que son y se originan por necesidad, ni tampoco de aquellas que lo hacen por
naturaleza.162
Eso sí, toda vez que se asume esta diferencia entre mimesis y poiesis está claro que ambas
categorías son variantes de “lo que relaciona”, de manera que, como explicamos en la primera
introducción, habrá una variante sim-bólica, la Mimesis, centrada en asentar y volver coherente lo
que hay y otra variante dia-bólica, la Poiesis, que se esfuerza por introducir variaciones, aventando
Dichos límites pueden apreciarse en toda su porosidad si se toma en cuenta el carácter oral163 de la
es extraño suponer que el poeta creyera estar contando sus historias como siempre se habían
contado, siendo su fluidez misma en la dicción poética la que le haría creer que no había
En la medida en que se vaya cobrando una mayor conciencia de este uso constructivo de las
poiesis. Por supuesto que en este nuevo campo categorial veremos retornar el repertorio de figuras
que la Mimesis había conformado y mantenido: dicho repertorio proporcionará las piezas mediante
las cuales el artista de la poiesis trabajará ahora, puesto que las disposiciones que elaboran la ficción
161Seneca, Pág. 21
162Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1140a
163Vease al respecto la argumentación de George B. Walsh, The varieties of enchantment, pp. 11-16
Memoria y revuelta, o repertorialidad y disposicionalidad, son las lógicas inherentes a cada una de
estas dos categorías. Y ambas contribuyen -cada cual a su manera- a constituir un modo de relación,
puesto que en todo modo de relación habrá que contar con diferentes proporciones tanto de
En todo caso, cuando hablemos de los artistas de la poiesis, asumiremos que su práctica se halla
mayormente regida por sus propios juegos disposicionales y entenderemos que dicha práctica no
tiene más límites que los que le marca su propio genio, su daimon. Y recurriendo a esta noción de
daimon que, como es notorio, ya manejaba Sócrates con cierta soltura lograremos explicar mejor el
El salto categorial que media entre mimesis y poiesis vendrá acompañado de un ajuste axiológico
original y la veracidad de lo narrado... y se tomarán en consideración otros valores como los que
buscan destacar la inteligencia del poeta o su originalidad, así como el placer y el entretenimiento
que se derivan de su virtuosismo. El objeto central de la mimesis de los actos heroicos de los
antepasados era conservar y transmitir el kleos164 de los héroes, el rumor mediante el que se
transmiten y se comentan dichos actos heroicos que el poeta se limita a rememorar... En la Poiesis
sin embargo aquello que va a recibir mayor atención es el kleos del poeta mismo puesto que es en él
Y es que ya Dio Crisostomos, en el siglo I de nuestra era, concebirá la figura del artista plástico, del
escultor en concreto como un daimonios. Desde luego que en esta época, en el término daimon no
resuena aun nuestro concepto católico de demonio. A lo que se refiere Dio Crisostomos es al uso
164Kleos es el rumor, lo que se oye (kluo) y se repite y en tanto palabra transmitida de generación en generación es la
que confiere gloria a los héroes. He passes on the kléos, let us call it the 'glory', of heroes. And yet, the word kléos
itself betrays the pride of the Hellenic poet through the ages. Etymologically, kléos should have meant simply 'that
which is heard' (from klúō 'hear'), and indeed the poet hears kléos recited to him by the Muses (again, Iliad II 486).
But then it is actually he who recites it to his audience. Here the artist's inherited message about himself is implicit
but unmistakable. In a word, the Hellenic poet is the master of kléos. 'That which is heard', kléos, comes to mean
'glory' because it is the poet himself who uses the word to designate what he hears from the Muses and what he tells
the audience. Poetry confers glory. [5] The conceit of Homeric poetry is that even a Trojan warrior will fight and die
in pursuit of κλέος … Ἀχαιῶν, ‘the kléos of the Achaeans’ (Iliad XI 227). [6] If you perform heroic deeds, you have
a chance of getting into Achaean epic. The Achaean singer of tales is in control of the glory that may be yours.
griego original de daimon que procede de la raíz daioi que justamente significa "distribuir", de
modo que un daimon o un daimonios no es otra cosa que un repartidor y a la vez una parte de ese
contexto cuando se recurre a la palabra "genio", hacemos resonar las mismas raíces que dan pie a lo
genuino y lo ingenuo, derivandose todo ello de nuestra inclusión en un genus, de nuevo una
inteligencia.
No es que sea un tema que me apasione especialmente, pero no deja de ser curioso que dos de las
palabras que los católicos utilizan para referirse a las personificaciones del principio del mal:
demonio y diablo, deriven de los términos griegos daioi (distribuir) y dia-ballein (lanzar en
diferentes direcciones), siendo así que en ambos apunta -como hemos visto- un claro sentido de lo
emisión del pensamiento... el demonio a última hora no tiene razón pero tiene razones. Hay que
escucharlas todas165.
Parece que a los padres de la iglesia 166, como buenos conservadores de su Repertorio, les asustaban
las intervenciones disposicionales centrífugas. Lo que les interesaba no era por tanto lo dia-bólico
sino su contrario que también hemos visto: lo sim-bólico, es decir aquello que al ser arrojado
Por nuestra parte y no siendo padres de iglesia alguna, deberemos insistir en la importancia del
centrípeto y lo centrifugo, sino entre todas las polaridades modales que hemos aprendido a
distinguir, incluyendo en el baile a los modos negativos, sin los cuales no lograríamos nunca salir
165Antonio Machado, Juan de Mairena, Espasa Calpe, Madrid, 1973 pp 9-10
166One of the Fathers, in great severity, called poesy vinum daemonum (the wine of the devils),because it filleth the
imagination, and yet it is but with the shadow of a lie. Francis Bacon, The Advancement of Learning, # 76 de 109
167En la Introducción se ha explicado ya cómo la noción de símbolo se usaba de hecho como esos billetes partidos que
se entregan a diferentes personas a modo de contraseña, de modo que si sus respectivas mitades encajan puedan
reconocerse mutuamente.
de la mesa de pingpong.
Lo dia-bólico Lo sim-bólico
Lo dia-bólico Lo sim-bólico
Para entender las circunstancias de esos choques y esas colaboraciones es bueno mantener presente
que tanto la mimesis como la poiesis se desempeñan al tratar con “lo relacionado”, es decir con los
estratos en los que se organiza la fábrica de lo real. Tomando los estratos como campo de
operaciones, hemos constatado cómo la mimesis aparecerá por vez primera en la interfaz entre lo
inorgánico y lo orgánico como se puede apreciar en los fenomenos miméticos mediante los cuales
otros sistemas orgánicos o inorgánicos. Desde su clausura operacional característica -que tan bien
describieron Maturana y Varela- se podría decir que los cuerpos se desarrollan y se logran -en
Diderot- la imaginación no creará nada, sino que se limitará a ejercer como una especie de
memoria de los contenidos y las formas que combina, aumenta y disminuye las mismas169.
Por su parte la poiesis aparecerá por vez primera un escalón más arriba: como interfaz entre lo
orgánico y lo psíquico, puesto que sólo mediante las derivas característicamente inventivas y
168Maturana y Varela son y serán mis grandes referentes por introducir el principio de auto-organización en el centro
mismo del pensamiento biológico. Pero desde luego que no anduvieron muy acertados al adoptar el termino auto-
poiesis para describir procesos de desarrollo moelcular y orgánico que se entenderían mucho mejor en tanto
procesos auto-miméticos.
169W. Tatarkiewicz, op.cit. pág. 284
organizadoras de lo psíquico170 podrá la poiesis darse plenamente como tal, es decir como
Por eso se encuentra en tensión con la mimesis, por su aparecer en otra posición dentro del campo
original que en el campo de la mimesis -y alejados del estrato de lo psíquico- apenas si eran
concebibles.
L a creatividad aparece ahora como una novedad categorial autónoma, con licencia para crear,
...
Como no podía ser de otra manera, la poiesis y con ella el estrato de lo psiquico han cobrado una
importancia central cada vez que los repertorios aceptados han entrado en crisis y han dejado de
servirnos de orientación y guía segura. Así ha sucedido en las sucesivas crisis de los lenguajes artísticos
y las sensibilidades desde el helenismo hasta el romanticismo: cada vez que el repertorio que nos daba
soporte se ha revelado radicalmente insuficiente para permitirnos seguir vivos ha habido una revuelta
disposicional, dia-bólica, que ha movido todo lo que se podía mover reconfigurando sustancialmente el
y crisis sociales en los que el kosmos171 -el orden repertorial organizado que alguna vez creimos
importante reflejar- se ha perdido, o más bien se nos ha mostrado agotado, incapaz de orientarnos o
Cuando los repertorios dejan de merecer tan alto nombre puede bien suceder que nos hallemos en
170Lo dijo Klopstock: La esencia de la poesía estriba en que, con la ayuda del lenguaje, muestra cierto número de
objetos que ya conocemos, o cuya existencia sospechamos, pero lo hace de una manera que ocupa en tan alto
grado las más altas energías del alma que la una obra sobre la otra y así pone en movimiento al alma entera.
Klopstock, Gedanken uber die Natur der Poesie [Ideas acerca de la naturaleza de la poesía], Leipzig 1830, Werke [Obras],
Band [vol.] XVI, págs. 36 s.
171Kosmos en griego significa “orden”.
uno de esos tiempos que Bertolt Brecht llamaba tiempos de desorden, de confusión organizada, de
humanidad deshumanizada. Cuando ese es el caso, se hace absolutamente primordial -sigue Brecht-
no aceptar lo habitual como cosa natural. En tiempos semejantes en los que como dijo hace poco
Van Jones es demasiado tarde para ser inocentes, nada debería parecer natural, es decir, nada
debería pretender presentarse ante nuestros ojos como si fuera un repertorio digno de ese nombre, y
en consecuencia en esos tiempos -sigue Brecht- nada debería parecer imposible de cambiar, es
decir nada debería quedar a salvo de nuestra dia-bólica capacidad de intervención disposicional.
Lo que plantea Brecht no tiene nada que ver con ningún voluntarismo propio del mago pop que
todos llevamos dentro -ese que dice que todo es posible sin advertir que lo que convierte un
escenario en posible suele convertir a muchos otros escenarios en imposibles- sino que tan sólo
contextos de abierta miseria repertorial, contextos en los que -como le sucede a Hamlet- lo que se
nos presenta como natural conspira contra nuestra vida y nuestra dignidad.
...
Cuando esto suceda será inevitable que se produzcan en paralelo serios cambios en la manera en
que concebimos el papel del arte y la figura del artista. Esto se deja ver con toda claridad tanto en la
cultura helenística como en nuestro prolongado y aun vigente romaticismo. Para ambos momentos
culturales, el viejo orden no será ya un repertorio fértil y fiable sino una especie de campo de minas.
Eso dice Séneca que en todo un alarde de pensamiento positivo avant la lettre dice que
precisamente porque el mundo es una chapuza llena de engaños, puede haber lugar para que nuestra
poiesis se vea incentivada y pueda ejercitarse en todo su poder. Lo cual no está nada mal para el
pensamiento del estoicismo que considera que sólo en la poiesis puede el sabio hacer experiencia
En ambos casos nos encontramos con uno de estos cambios de orientación categorial en el que la
observar un desplazamiento del objeto de apreciación estética que pasa de lo bello natural y moral,
que dependía de la imitación de lo vivo y lo justo... a lo bello artístico que se construirá a la medida
de las capacidades del poeta para hacer (poiein) su quehacer. Donde antes regían las leyes de la
naturaleza y de la tradición repertorial instituida cobrarán ahora una importancia mucho mayor las
disposiciones puestas en juego por cada artista. Como dirá Luciano de Samósata: La poesía es
2) cobrará con ello un carácter de individualidad mucho más acentuado que el que antes tenía.
Como ha destacado F.P. Chambers en su Cycles of Taste175, con el auge de la categoría de la poiesis
aumenta exponencialmente el interés por la personalidad del artista, que se convierte ella misma en
objeto de estudio y veneración. Ya Plinio el Viejo -como si estuviera hablando de Duchamp- puso
de relieve la importancia de las últimas obras y las piezas sin terminar de los grandes artistas puesto
que nos permitían asomarnos a los pensamientos más originales y distintivos de dichos artistas,
cuyo valor será mucho mayor que el de los patrones de organización de la naturaleza. En
consecuencia se defenderá, como hace Filostrato, que la imaginación del artista es más sabia que
la imitación176.
Asistiremos así a la generalización de un elevado grado de culto hacia la personalidad del artista,
Parasios, Zeuxis o Damien Hirst se harán famosos y ricos, mientras que escultores como Apeles o
Richrad Serra, que antaño hubieran sido menospreciados por ser meros artesanos, ahora serán
encumbrados e influyentes personajes en la corte, como sucederá también con los representantes de
otros oficios como cocineros, cantantes o conductores de cuadrigas que en estas épocas de
Del mismo modo y en la medida en la que se prioriza la poiesis se tenderá a destacar el valor
extraordinario de las obras de arte que desplazando el interés por lo bello natural se convertirán a su vez
en fetiches, en objetos de culto y colección. Igual esto resulta también familiar en nuestros tiempos.
Si tomamos el helenismo como caso de estudio, obtendremos acceso sin lugar a dudas, a un caso
históricamente bien documentado de recambio de hegemonía categorial, por mucho que dicha nueva
hegemonía se halle siempre en tensión con las leyes de estratos que le han permitido aparecer, pero que
siempre amenazan con volver a fundirse con los estratos inferiores si las cosas vienen mal dadas, de la
misma forma que un joven precario vuelve a vivir con sus padres en tiempos de crisis. Así sucederá que
cuando las exploraciones disposicionales de los más brillantes artistas nos dejen fríos, nos
convertiremos -como Roger Scrutton o Robert Hugues- en "haters" del arte contemporáneo y
buscaremos sentido o al menos orientación en prácticas artísticas que se apoyen más en la mimesis
...
El patrón habitual en las culturas estéticas disposicionales previas al romanticismo había mantenido
siempre alguna forma de conexión entre Mimesis y Poiesis ya se hallaran colaborando o en pleno
conflicto, construyendo una relación, en la que la novedad categorial, en este caso aportada por la
Poiesis y su Creatividad funcionaba desde una especie de autonomía articulada o dependiente. Esto
es lo que se deja ver en la relación entre mimesis y poiesis tal y como la perfila C.M. Bowra en su
libro sobre tradición y creatividad en Homero. Sostiene el helenista que ninguna tradición viva es
“mera tradición”. Cada poeta digno de ese nombre hace algo nuevo de ella, incluso si está atado
Lo que explica Bowra es algo que está en el centro mismo del pensamiento modal: entender tanto lo
Sin las tramas de esas dos dinámicas no se podría concebir siquiera el juego de “lo que relaciona”-
Así sucederá en autores como Hesiodo que incluso en su empeño por revelar una esfera social
completamente distinta del mundo de los nobles y su cultura... toma de Homero versos enteros y
fragmentos, palabras y frases178 que los campesinos beocios para los que compuso su obra debían
conocer. Como también conocerían los mitos de Prometeo o de Pandora que él reelabora para su
En términos modales sabemos que si se intenta construir una poiesis que no se halle suficientemente
inconsistente, un capricho estéril. Del mismo modo, es de vital importancia que la poiesis
construida sobre la mimesis alcance un grado suficiente de autonomía categorial, de otro modo se
limitaría a ser una mera variación sin interés de lo que ya tenemos bien sabido.179
Así lo entendió también Baltasar Gracián, uno de los primeros pensadores europeos que considerará
la poiesis en su sentido moderno como “creación”. Con todo, para Gracián, si bien el artista será
una especie de segundo creador, en ningún caso se entenderá que dicha creación pueda salir de la
nada: el poeta trabaja siempre a partir de algo dado, puesto que a nadie nos es dado habitar un
mundo completamente vacío, carente de espacio, tiempo, formas y lenguajes. Así las cosas, la
177C. M. Bowra, Tradition and Design in the Illiad, Oxford, 1930, pág 8 y ss.
178W. Jaeger, Paideia, pp. 67-69
179Esto es lo Dolêzel -al hilo de la Poética de Aristóteles- llama el principio de la no adicionalidad, según el cual un
todo es más que la suma de las partes. L. Dolêzel, Historia breve de la poética, pág. 42
relevancia de la poeisis consiste en su capacidad para poner a prueba la resiliencia de los repertorios
establecidos dando pie a las intervenciones disposicionales del poeta mediante las que éste
Este completar, embellecer e incluso superar la naturaleza, o los repertorios establecidos es, sin
duda, una de las funciones sistémicas fundamentales de la poiesis, puesto que el problema más
insidioso y recurrente con los repertorios -del orden que sean y ya organicen una poética o un
partido político- es que, toda vez que se hallan sólidamente instituidos, pueden mostrar y de hecho
suelen mostrar cierta tendencia a olvidar su propio momento instituyente o -de forma mucho más
habitual- a extrañar dicha capacidad instituyente atribuyéndosela en exclusiva a los dioses o los
padres fundadores.
La gran diferencia entre otros ciclos de exaltación disposicional y nuestra propia época radica acaso en
estética, exigiendo su derecho a proliferar y expandirse como lo haría un tumor. Como es sabido las
celulas cancerígenas lo son porque han olvidado su propia mortalidad, han dejado de practicar la
apoptosis, esto es, la sana costumbre de desaparecer -o de callarse al menos- cuando no se tiene
nada que decir. Y eso es justo lo que no puede permitirse ningún creador, ni ningún mediador
obliga a no dejar de competir por ocupar un pequeño lugar al sol... mientras que las prisas y agobios
no le permiten dejar que los frutos de su creatividad reposen y generen algo parecido a un lenguaje
Así, quizá la categoría de lo Espectacular pueda ayudarnos a pensar el modo negativo de la Poiesis,
una especie de Poiesis exacerbada que ya sólo es capaz de producir órganos sin cuerpo -como diría
genus, vocablos brillantes y precisos que carecen, sin embargo, de un lenguaje del que formar parte.
...
Por supuesto que a estas alturas sabemos que semejantes transferencias de potencia instituyente no
son sino cuentos, ilusiones182 que fabricamos con el fin de legitimar y fortalecer lo instituido, la
organización a la que hemos llegado y que -seguramente- no podemos estar cuestionando todos los
días puesto que de ella depende, en buena medida, la estabilidad y la viabilidad de la polis. Ahora
bien, ningún compromiso con la estabilidad repertorial debería hacernos renunciar a mantener
nuestra capacidad instituyente para cuestionar lo instituido cuando así sea menester.
Entenderemos entonces que para que la poiesis haga de las suyas y genere, desde su autonomía, el
novum categorial de la creatividad será preciso partir de la base que le proporciona la mimesis. Y
se hace preciso matizar aquí la cuestión de la autonomía porque ésta no consiste ni ha consistido
nunca en una especie de flotación inerte e inmaculada. La autonomía se da siempre en primer lugar
como la capacidad de cuestionar el estado en que nos son dados, de una vez por todas, los
principios, los valores, las leyes, las normas y las significaciones y en que la sociedad, o el
individuo según los casos, no tienen ninguna posibilidad de obrar sobre ellos183.
dios, sino que será siempre el resultado de un ajuste de cuentas con los procesos de mimesis en los
183Castoriadis, C. Los dominios del hombre: Las encrucijadas del laberinto, Barcelona, Gedisa, 1988, pág. 76
que se basa todo lenguaje y en la explotación de los errores e inconsistencias -como hemos visto al
hablar de la mitosis- de dichos procesos miméticos. Ahí, en la catastrofe -en sentido matemático-
Así las cosas, la creatividad, en alguno de sus momentos al menos, tendrá siempre algo que ver con
que suele suceder es que -lejos de lo pretendido- se dedica a aplicar una y otra vez a mimetizar
mimesis es completamente servil ni la poiesis trabaja a partir de la nada. O por decirlo en los
Lo que la inteligencia estética nos muestra es cómo cualquier proceso de formatividad artística
consiste siempre en un equilibrio dinámico entre mimesis y poiesis, entre la reiteración de una
repertorialidad relativamente asentada que nos sugiere lo que tenemos que hacer y la exploración de
las disposiciones con que contamos a cada momento y que especifican lo que podemos hacer.
Por supuesto que dentro de las variaciones de esos equilibrios dinámicos se da la emergencia, el
novum categorial, pero eso no supone para nada sostener que dicha emergencia aparezca por
ensalmo o de la nada. Todo salto categorial o de estrato se dará siempre por sobre-conformación o
por sobre-construcción, pero en todos los casos será rastreable y se apoyará -así sea para rebatirlos o
....
184Cabría interrogarse acerca de la oportunidad de pensar el juego entre mimesis y poiesis en relación a los términos de
“representación” y “participación” tal y como se usan en el ámbito de la filosofía política abarcando desde los
acercamientos a la democracia radical como el de Benjamin Barber, para quien la representación destruye la
participación y la ciudadanía... hasta los planteamientos más conciliadores como el de Macpherson o Pateman para
quienes -como dice Ernesto Isunza- la revalorización de la participación no implicaría abolir la representación ni
postular su irrelevancia.
En la EM1 aprendimos a interpretar la historia del pensamiento estético como la historia del
conflicto y la compenetración entre las estéticas repertoriales y las disposicionales. La maniobra que
llevaremos a cabo en la EM2 implica en primer lugar analizar cómo la mímesis -en tanto maniobra
poiesis -orientada desde lo disposicional- se pone en juego bajo los modos de lo posible y lo
imposible.
Así, si tenemos presente el atractor de Lorenz mediante el que se organizaban las tensiones entre lo
repertorial y lo disposicional, nos encontraremos ahora con que lo que sucede cuando la poiesis se
agota y deviene imposible es la deriva hacia cualquier repertorialidad que nos permita reorientarnos
redundante, se producirá el retorno de la poiesis como modo de despejar el terreno y volver a lo que
La claridad adicional que podemos aportar aquí, en la EM2, es la inteligencia de que esa pugna y
esa colaboración se dan siempre en el terreno de juego demarcado por los estratos.
Es gracias a esa inteligencia de la naturaleza estratificada de “lo relacionado” que podemos entender
cómo la mimesis es previa a la poiesis y que de una forma u otra tendrá que proporcionarle la
materia misma a partir de la cual habrá de trabajar, así sea respetando sus propiedades y
Gracias también a las leyes de estratificación sabemos que la mimesis -por ejemplo cuando imita
formas nobles, volviendo a Schiller- puede concebirse como un fin en sí misma, pero si nos
quedamos ahí estaremos obviando su capacidad para proporcionar también las condiciones de
cual, sabiendo que dicha poiesis tiene el poder no sólo de ponernos en movimiento el alma entera
como dice de modo tan encantador Klopstock -ah Klopstock!- sino que de ponerla en acción, es
decir, de implicarla en un quehacer, un modo de relación que nos es altamente característico, por
eso sigue el poeta preferido de Werther y Laura: Los más profundos misterios de la poesía yacen
en la acción en que sume a nuestra alma. Siempre nos es la acción esencial al placer. Al más alto
placer que cabe experimentar que no es otro que el de estar vivos de la manera en que sólo cada uno
de nosotros podemos estarlo, viviendo nuestra propia vida y no una de prestado, hallada al tuntún o
Esta acción será el quehacer propio del equilibrio dinámico entre lo que Lukács llama el “hombre
entero” y el “hombre enteramente” y la categoría de la poiesis no será sino una de las puertas de
acceso -el acceso disposicional- al modo de relación que ese equilibrio dibuja.
Que la poiesis sea la puerta correspondiente a la puesta en juego disposicional, es lo que le hizo a
Schiller escribir en su Carta XV aquello de que el hombre no juega más que cuando es hombre en
el sentido pleno de la palabra, y no es del todo hombre más que cuando juega.
Pensar que el hombre sólo lo es cuando juega, cuando es creativo, puede suponer una bien
intencionada crítica a la división capitalista del trabajo y la alienación en la que nos sume. Pero de
nada nos servirá si no somos capaces de poner dicha crítica en perspectiva. El juego está en relacion
con el trabajo del mismo modo que la poiesis lo está con la mimesis. Pensar que podemos ser
“creativos” todo el tiempo sin dotar a nuestros lenguajes de la base común y reconocible que le
proporciona la mimesis... es como pensar que podemos jugar todo el tiempo y que nadie tendrá que
términos de Castoriadis las etapas ulteriores no anulan las anteriores sino que todas ellas coexisten
conflictivamente185.
Por eso cargaba Marx contra el bueno de Fourier, cuando éste sostenía que el trabajo en el
socialismo sería como un juego. En su encomiable afán por cargarse el capitalismo, Fourier se
necesidades... que las necesidades más básicas de nuestro ser orgánico retornen en nuestras más
que es el hecho de que están atendidas -así sea en un mínimo grado- el que abre el espacio
A esto es a lo que alude Hartmann cuando considera que el retornar en general de las categorías
categorial.”186
Ese juego de retornos podrá objetivarse en una u otra forma de Ilusión estética. A la vez punto de
llegada de toda creación artística en sazón y punto de partida de toda experiencia estética que vaya
FOTO 11 APATE
El poeta es un fingidor.
No obstante, aquellos en los que quisiéramos vivir son superiores a los demás.
Introduciremos ahora la tercera y más escarnecida de las grandes categorías operacionales: la Apate
o Ilusión estética.
Apate deriva del verbo griego verbo “apateô” (engañar). De esa misma raíz procedía el adjetivo
Apatouria que como es evidente tenía que ser uno de los atributos fundamentales tanto de Atenea
como de Afrodita187. Apate alude por tanto la capacidad para tender una trampa basada en una
suerte de ilusión. Aunque eso sí, caer en esa trampa puede ser lo más sabio que podamos hacer,
tanto si es cosa de Afrodita, como de Atenea. El proceso tanto para preparar la trampa mediante la
mímesis y la poiesis como para dejarse atrapar en ella y disfrutar el viaje tiene mucho que ver con la
inteligencia práctica y la astucia propia de personajes como Odiseo. Así lo considera y lo aprecia la
mismísima Palas Atenea, cuando en el Canto XIII se dirige a Odiseo con estas aladas palabras :
187Sigo aquí pistas proporcionadas por mi colega la Dra. Moira Müller. La caracterización de Afrodita como
“engañadora” se deba a una treta que ejecuta en una cueva a la que atrae a varios gigantes de modo que permite que
Hercules los derrote de uno en uno. (Strab. xi. p. 495; Steph. Byz. s. v. Apatouron.) A su vez Atenea era también
invocada como Apatouria en memoria de la treta por la que engañó a Aethra para que fuera a la isla de Sphairia,
donde sería seducida por Poseidon, dando así lugar al nacimiento de Teseo. Nada menos.
Astuto sería y trapacero el que te aventajara en toda clase de engaños, por más que fuera un dios
el que tuvieras delante. Desdichado, astuto, que no te hartas de mentir, ¿es que ni siquiera en tu
propia tierra vas a poner fin a los engaños y las palabras mentirosas que te son tan queridas?
Vamos, no hablemos ya más, pues los dos conocemos la astucia: tú eres el mejor de los mortales
todos en el consejo y con la palabra, y yo tengo fama entre los dioses por mi previsión y mis
astucias.
Volveremos a la figura de Odieso, pero antes será bueno elucidar la cualidad de este trampear. Para
ello empezaremos investigando también en la etimología latina de la palabra Ilusión, que deriva de
Iludere y viene a significar jugar contra algo o contra alguien. Vamos viendo así que la Ilusión
estética puede muy bien tener que ver con un tipo muy específico de engaño, un engaño que
aparece como un juego en contra de lo que se nos presenta o se nos quiere imponer como lo real
acabado y estabilizado.
La ilusión estética es, por tanto, siempre una especie de “farol” que nos marcamos frente al mundo,
haciéndole ver que no nos lo tomamos tan en serio como le gustaría. Igual que sucede en el arte
también en la naturaleza a veces el engaño supera a la realidad hasta el punto de que los
himenopteros, durante el periodo de floración de las orquídeas prefieren aparearse con las flores
que con las hembras188, del mismo modo que el poeta puede preferir suspirar por su Beatrice o su
Dulcinea poéticas que por alguna dama que quede más a mano.
Así se puede apreciar, según la helenista Louise H. Pratt 189, en textos homéricos tan relevantes
como la Odisea o el Himno a Hermes-. Se encuentran allí momentos en los que con toda claridad se
valora el lenguaje y por extensión la obra de arte en tanto productora de una fabulación, un engaño
mimesis y la poiesis como una relativa superación de su dependencia con la aletheia, con las
diferentes verdades externas e internas puestas de mani fiesto por la mimesis y la poiesis.
Por cierto que esta misma relación problemática con la verdad se recoge también -como no puede
188 Stefano Mancuso, Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015, pág.98
189 Louise H. Pratt, Lying and poetry from Homer to Pindar, University of Michigan, 1993
190Tal y como cantan las mismísimas Musas en la Teogonía de Hesiodo: Pastores que pasáis la vida al aire libre, raza
vil, que no sois más que vientres: nosotras sabemos decir numerosas, verosímiles ficciones; pero también,cuando
nos place, sabemos ensalzar la verdad.
ser de otra manera- en el Natya Sastra, el tratado de estética más importante del pensamiento indio.
Tal y como lo explica Umberto Eco, en el Natya Sastra la experiencia estética no supone ningún
actúa en escena es el personaje de Rama o el actor, si sus sentimientos son de Rama o del acto, si
se trata de Rama o de alguien que parece Rama: la experiencia estética es una percepción
Esto quizás tenga todo que ver con la novedad categorial que supone la Apate al incorporar un salto
más entre estratos. En los capítulos anteriores hemos visto cómo la categoría de la Mimesis hacía el
nuevo tipo de criatura, un trampantojo preparado para ser puesto en el mundo, para recibir choques
y para ejercer él mismo como una resistencia que especi fique una serie inde finida e incontrolable de
mimesis y la poiesis y lo hagamos a través de un medio que nos permita ex-ponerlas. Así la Apate
Este paso se ha dado en muchas culturas bajo la forma de lo mítico y lo religioso, así según Jung la
misión de los símbolos religiosos es dar sentido a la vida del hombre. Los indios Pueblo creeen que
son hijos del Padre Sol y esta creencia dota a su vida con una perspectiva (y una finalidad) que va
personalidad y les permite una vida plena de verdaderas personas. Su situación es mucho más
satisfactoria que la del hombre de nuestra civilización que sabe que es (y seguirá siendo) nada más
Por supuesto que la cuestión ahora es saber si hay que volver a creer en brujas y hombres-lobo o si
maduramos de una vez y asumimos el rol de la apate para proporcionarnos ilusiones que sabemos
que son tales, pero que no obstante siguen siendo productoras efectivas de catarsis, que nos
191 Umberto Eco, La definición del arte, Barcelona, Martínez Roca, 1970, pág. 72
emocionan y nos orientan sin que ello suponga que tengamos que tragar las ruedas de molino de los
No digo yo que el arte, al menos tal y como lo conocemos ahora, sea ya la solucion de finitiva a
nuestros males como desacoplados, pero si que merece la pena estudiar con atención la
El mismo Jung da pistas cuando dice: El hombre positivamente necesita ideas y convicciones
generales que le den sentido a su vida...se siente aniquilado cuando, en el colmo de sus desgracias
tiene que admitir que está tomando parte en un “cuento contado por un idiota”
Digo que da pistas al introducir a Shakespeare en el juego, porque lo que se deja ver en la cita de
Macbeth es que lo terrible no es tanto que toda construcción de sentido sea al fin y al cabo una
construcción, un cuento... lo insoportable es que el cuento -aun cuando sea un cuento lleno de ruido
y furia- nos lo recite un idiota y no alguien con tanto arte como el propio Shakespeare.
Y no se trata aquí de caer en esteticismo alguno, se trata tan solo de postular que puesto que
estamos vivos y necesitamos dotar de sentido nuestro quehacer bueno será explorar los conjuntos de
modos de relación en los que nos desempeñamos y pelear por ser unos buenos narradores de
nuestros modos de relación. Para el pensamiento taoista las formas dadas son ilusiones y para aludir
a la ilusión se recurre al ideograma “huan” que también signi fica “magia”. Magia aquí no supone
sacar conejos de la chistera, sino obtener sentido de un relato, eso es lo que concluye Gep
Gambardella en La Gran Belleza cuando asume que todo dispositivo generador de sentido va a ser
un truco, sólo un truco. Se tratará entonces de ser buenos magos, magos que saben que están
haciendo trucos y que no obstante se emocionan y creen en su propia magia, como el actor que
recita el parlamento de Eneas a Dido en Hamlet , sin por ello dejar de saber que es precisamente
sólo un truco.
Esto tiene su importancia para evitarnos darle pábulo a ninguna concepción de la Apate como mera
fantasía subjetiva. La Apate es siempre una trampa que es efectiva no en nuestra imaginación o no
sólo en ella, sino que se trata fundamentalmente de una ilusión que consigue ser efectiva en el
especí ficas objetivaciones en las que desemboca lo artístico. Toda práctica artística, por conceptual
o espiritual que pretenda ser, tiene que salir completamente armada de la cabeza del artista -como
salió Atenea de la cabeza de Zeus- y mostrarse, asi sea en un lienzo, una partitura o una cama
deshecha... cualquier cosa que pueda ser percibida por los demás y por el propio artista de una
forma especí ficamente artística, esto es una forma que no la aboque a perder su complejidad.
dispone las condiciones de posibilidad material para que pueda darse un proceso de recepción
estética.
André Gorz lo decía así: El libro ya no es «mi pensamiento», ya que ha pasado a ser un objeto del
El libro en tanto Apate -como si fuera una trampa de Afrodita- es lo que se le escapaba a Gorz y lo
que se le sigue escapando a sus lectores puesto que ningún proceso de recepción o interpretación
...
Si queremos rehabilitar la Apate como categoría estética, se hace imprescindible dar cuenta de
alguna de las malas inteligencias que no han dejado de proliferar a su alrededor. Algo de eso intentó
el bueno de Gombrich194. Para el pensador austriaco el primer prejuicio que los profesores de
iniciación a las artes visuales tenían que procurar combatir a principios del siglo XX era la
creencia de que la excelencia artística coincide con la exactitud fotográfica. Pero ese no es ahora el
asunto central ni mucho menos. Hace tiempo que la representación convincente ha dejado de ser
un objetivo y ni siquiera se plantea como problema. Ello ha podido llevar a pensar, como dice
Gombrich que la ilusión, en la medida en que ya no viene a cuento para el arte, tiene que ser un
192En el arranque mismo de la Primera Sección, la dedicada a la estratificación y la muy entrañable “teoría de gatitos”.
193André Gorz, Carta a Dorine, pág 12
194Especialmente en Ernst H. Gombrich, Arte e Ilusión. Gustavo Gili, Barcelona, 1982
hecho psicológico muy rudimentario.195
Pero el caso es que, lejos de ser rudimentaria, la categoría operacional de la Apate nos planteará el
horizonte de más alta sofisticación que cabe considerar en el ámbito de la producción artística y la
Así lo vieron con toda claridad los poetas y pensadores clásicos que le dedicaron a la Apate una
atención muy especial, como fue el caso desde Gorgias hasta Agustín de Hipona.
Será en su texto "Defensa de Elena" en el que Gorgias formulará esta teoría, de la cual se colige que
quien se deja "engañar" en el teatro es más sabio -esto es, más rico y más discreto categorialmente-
que aquel que, no sabiendo jugar, se mantiene distante o se enfurruña indebidamente al hilo del
argumento de la obra y que no sería más que un pésimo compañero de fatigas estéticas.
Por su parte Agustín es muy claro sosteniendo que el actor, para poder ser un verdadero actor, debe
ser un auténtico falsario. Así, escribe Agustin196: cuando el actor Roscio197 interpreta a Priamo es
un actor verdadero, pero para ser un verdadero actor, tendrá que ser un falso Príamo. Esta
extraordinaria -mirabile, dice Agustín- correlación entre verdad y falsedad tiene lugar deI mismo
modo, en otras artes: ¿Como podría ser verdadero un cuadro que representara un caballo, si el
De Gorgias y Agustín partirá lo que luego Diderot llamará "la paradoja del comediante", en la que
se volverá a insistir en la distancia y la falsi ficación emocional sin las cuales no puede haber,
propiamente un buen intérprete: Si el actor fuese sensible, de buena fe, ¿podría acaso representar
dos veces consecutivas un mismo papel con igual calor e igual éxito? Muy ardoroso en la primera
Esta misma paradoja la llevará Gombrich al campo del espectador enunciando cómo la ilusión es
hecho de que toda experiencia dada tiene que ser una ilusión, no somos, hablando con propiedad,
perceptiva, sino una ilusión de tipo relacional -la que nos permite vivir desde dentro un modo de
relación determinado- lo más probable es que no saquemos gran cosa en claro de la experiencia en
cuestión. Así las cosas, quizás para entender bien el lugar categorial de la Apate sea bueno volver a
valor en los dominios de la Apate que declara ser un engaño desde el comienzo. Así la potencia de
la Apate no dependerá en modo alguno de la veracidad de lo narrado o representado sino más bien
de su coherencia interna y su credibilidad que son precisamente las que hacen que la Apate en tanto
Dice Aristóteles que lo relevante de las ilusiones estéticas es que aunque éstas sean de suyo
( 200) contribuyendo a fundar una coherencia, a proporcionarnos referencias desde las cuales
organizar nuestro quehacer. Mucho mejor será eso -dice Aristóteles- que no limitarnos a
fabulaciones que si bien pueden resultar posibles ( ) acaben por revelarse del todo incapaces
enriquecer nuestros modos de hacer ni de reforzar el ethos con el que nos hallemos comprometidos.
Es justo por eso -sostiene Lukács- que el fracaso de la dación de forma no puede entenderse
razonablemente más que como resultado de no haber conseguido el artista prestar a su obra la
homogeneidad abarcadora de mundo que él pretendía y, con ella, la fuerza inmanente e intrínseca
199Ibidem, pág. 4
200Eikota podría ser equivalente a Euloga, lo que tiene un buen logos y que por ello acentúa el carácter de lo coherente
y lo que conviene a nuestra inteligencia del mundo. Stahis Gourgoris, “The Poiein of secular criticism”, en A
compaion to comparative Literature, editado por Ali Behad y Dominic Thomas, pág. 79
201Como dice Aristóteles en la Retórica: Pithanon tini pithanon, lo convincente es aquello que le convence a uno...
de orientación.202
Si seguimos tirando de este hilo, tendremos presente que la Apate no puede descali ficarse por ser
“falsa”, sino que tenemos una mejor Apate cuanto mejor nos engañe. En la Apate el engaño y la
Aristóteles también parece reconocer estos engaños como otros tantos méritos artísticos. Así una de
las alabanzas que recibe Homero en la Poética es la de haber enseñado a los demás poetas a contar
Así las cosas, no es extraño que tanto Gorgias como Simonides hagan de la Apate el efecto más
deseado y más signi ficativo del Arte. Gorgias pone mucho énfasis en que la verdad de la Apate no
está en el orden establecido del mundo sino en los efectos -reales y efectivos- que produce sobre los
espectadores, que se sienten arrebatados y sufren por personajes que ni tan siquiera tienen porqué
Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas, y una voz cariñosa le susurró al oído:
Y él respondió:
—Lo sé;
Y algo así debe sucederle a Hamlet cuando se maravilla de la interpretación del dolor de Hecuba al
la Apate es mucho más profunda y signi ficativa que la que podría suponer el parentesco o la
amistad fácticos, puesto que da en mostrarnos una a finidad mucho más radical: la comunidad
situacional y relacional, la comunidad modal que puede decirnos más de nosotros mismos que lo
que nuestras dispersas e improvisadas relaciones con el mundo nos podrían permitir.
Ese es el campo de la Apate, y es por eso que tanto Tucidides como Heródoto tratan a la poesía
homérica como algo que no es propiamente ni verdad ni mentira206. No es verdad, porque lo que
cuenta nunca sucedió del todo como se cuenta, pero tampoco es mentira... y no tanto porque pueda
tener bases históricas reales cuanto porque los modos de relación que el poema pone en obra son
profundamente reales y pertinentes como real y pertinente es la manera de modular el dolor que
Por supuesto que hay mucho que decir sobre esta realidad y esta pertinencia de la Ilusión estética.
De ello trata Lukács cuando sostiene que la peculiaridad de la orientación estética... es el deseo de
En la inteligencia de que “lo esencial” aquí -no en balde estamos en los dominios de lo estético-
alude simple y llanamente a los patrones mediante los que se genera auto-organización tanto en la
apariencia de lo que se muestra como en todo el proceso sensible, cognitivo y axiológico que dicho
“aparecer” desata.
Es decir, la cuestión al final consistirá en entender cómo lo ilusorio estético consigue ser más
verdadero que aquello meramente efectivo que no llega a tramarse como ilusión, es decir que no
llega a formar un medio homogéneo... y que por ello no consigue despegarse, ni despegarnos de los
modos de relación cansados y desvaídos en los que acaso nos hallamos clausurados.
conformismo ontológico para abrirnos la inteligencia y los sentidos a toda una serie de modos de
206Hay una letra tradicional de bulerías que dice: Qué cosas dice este loco,/ que nunca dice verdades/ pero mentiras
tampoco
207G, Lukács, Estética, Tomo II, pág. 209
....
A primera vista puede resultar chocante que tratándose de una especie de objetivación en la que se
Pero desde luego que esto se aclara por completo cuando tenemos presente que es preciso que la
objetivación que constituye la obra de arte sea siempre una "ilusión", puesto que tiene que ser capaz
de mostrar y no mostrar. Tiene que ser una objetivación que consista tanto en lo que muestra como
Es como consecuencia de ese juego lenticular entre lo visible y lo invisible que exige un tipo de
atención especí fica que organizará nuestra interacción con la obra o la experiencia en cuestión.
La categoría de la Apate nos permite así abrir un paréntesis en el continuo de nuestra experiencia,
un paréntesis dentro del cual rigen otras normas, las propias del medio homogéneo 208 que constituye
y exige cada experiencia estética. Sin Apate no podriamos siquiera captar el juego que se nos
propone y entrar al trapo. Si, por ejemplo, careciéramos de la inteligencia categorial que nos da la
Apate propia de lo teatral no entenderíamos por qué unos señores se disfrazan de cortesanos
Sin la intervención de esta categoría o bien perderíamos todo interés o al contrario: saltaríamos al
escenario a ayudar a determinados personajes o a abofetear a otros. Y sin embargo, aun sabiendo
que son una ilusión -dice Gorgias- nos afectan y nos conmueven precisamente porque hemos
incorporado a nuestro repertorio categorial una categoría tan propia de lo estético como es la Apaté.
Gracias a la Apate advertimos que aquello que se nos muestra no es un fragmento más de vida
cotidiana, sino que es algo que exige que tengamos, de algún modo, que interrumpir el tipo de
atención que nos impone esa vida cotidiana y sus intereses para prestarle otra atención, un
determinado tipo de atención que la obra plantea como condición de su inteligibilidad misma.
Claro está que la elucidación de esa atención especí fica que cada obra pide es entonces una de las
contribuciones fundamentales que esperamos de la Apate, pero dicha elucidación nunca se juega ni
sobre una tabla rasa ni sobre un escenario neutral, por mucho que los museos se empeñen en
208Para tener presente el concepto lukácsiano de medio homogéneo puede consultarse G. Lukács, Estética tomo III ,
Grijalbo, Barcelona, 1982, p. 239. Y su discusión en la EM1, pág 133.
blanquear sus paredes y sus discursos. Toda Apate se pone en juego en un terreno mucho más
peligroso y expuesto. Esto es así en la medida en que, con ella, abandonamos los acotados dominios
que componerse con las circunstancias de lo dado, con los choques y tensiones que constituyen el
La Apate es la forma concreta del paisaje de lo estético, el lugar categorial en el que mimesis y
poiesis confluirán, el medio concreto en el que se objetivarán y tomarán cuerpo sus complicidades y
sus conflictos.
….
La Apate cumplirá tanto mejor su función cuanto mejor logre constituir un orden u otro de medio
homogéneo. Un medio homogéneo -como hemos visto- surge siempre de un proceso de acotación y
especi ficación de la atención e implica quizás una suspensión —relativa y temporal— de los
intereses espurios, las distracciones o dispersiones que nos pueden alejar de la propuesta estética en
cuestión.
El medio homogéneo será entonces concebido como una especie de parentesis lógico, a través del
cual cada performatividad puede mostrar y hacer funcionar “sus” leyes específicas, mostrándose de
una forma que le permita a su vez servir de base a ulteriores procesos de mimesis y poiesis distintos
acaso de aquellos de los que surgió. Por descontado el dispositivo clásico de la obra de arte parece
estar configurado para conseguir un medio homogéneo: si es un cuadro tiene un marco que lo acota,
si es una escultura tiene un pedestal o una peana que lo destaca y lo aisla, si es una propuesta
Pero nada de esto limita la categoría de la Apate a las formas más tradicionales de arte. Quitarle el
marco a un cuadro o la peana a una escultura no supone, en absoluto, negar la exigencia de una
atención específica, antes bien constituye un refuerzo de esa exigencia, acaso porque ya nos
209Recuperamos ahora este término que hemos presentado en la Intro para Biólogos...
habíamos habituado tanto a ver cuadros y esculturas -con sus marcos y peanas en sus museos y
galerías- que ya propiamente no les prestábamos atención. Así sucede también en otros campos: lo
que fue pensado como reclamo de atención acaba convirtiéndose en algo tan habitual que ya ni
lo cotidiano, lo político o lo social puede ser interpretada como una maniobra para volver a
recuperar uno u otro modo de atención específica sin el cual ninguna propuesta estética podría
hacer de las suyas. Por supuesto que al cuestionar los dispositivos formales mediante los que se
acotaba la obra de arte se corre el riesgo de la dispersión, de que se pierda parte de la especificidad
tales dispositivos (el marco, la cuarta pared etc...) corremos el riesgo, no menos grave, de embotar
“art as usual” .
Evitar estos dos peligros de la atención, tanto el de su exceso de reposo como el de su exceso de
Para comprender bien esta doble tensión característica de la Apate habríamos de recurrir a otra
decantación del verbo hacer. Si la mimesis se basaba en un archein -un hacer que reflejaba
compositivo en el que emplear nuestras disposiciones e ingenios... la Apate nos llevará a ver en toda
está -etimológicamente- a la base tanto de palabras como “teoría” o “teatro”. En ese juego entre
Así pues toda obra de arte y toda intervención estética -ya sea un cuarteto de cuerdas o una
performance- en la medida en la que constituye una Apate exigirá esa distancia pero no se quedará
en ella... antes al contrario ese observar distanciado será precisamente la clave que le permitirá
acceder a la catarsis, como veremos a continuación desembocando en una u otra forma de prattein,
esto es, un hacer que constituye práctica, que al objetivarse se muestra a todos como un habitus, un
comportamiento que se halla expuesto y con ello pretende ser sostenido y reconocible. El prattein
funda la práctica, nos depara un modo de hacer característico, una praxis cuya indagación y puesta
en juego será el premio gordo de toda experiencia estética, puesto que nos permite salir de nosotros
mismos (o entrar más bien) y participar del modo de relacionarse que la obra o la experiencia en
El mérito y la gracia de toda obra de arte, de toda experiencia estética es precisamente esta apertura
y esta multiplicación de nuestra sensibilidad que sólo sucederá -esa es la lección de la Apate- si nos
….
Pese a todo lo que hemos visto hast aquí, seguramente aún habrá quien crea que siendo la Apate una
categoría estética antigua no hay lugar para ella en el pensamiento estético contemporáneo. Para
entender en qué medida ese no es el caso podemos recurrir a un pensador como Jean Baudrillard.
concreto la desilusión del arte, siendo esta última el resultado de una especie de ironia fósil
Para Baudrillard es importante recuperar lo que él llama una ilusión en profundidad que ha quedado
relegada a causa de una mala inteligencia de la Apate que intenta alcanzar una especie de ilusión
perfecta que se persigue agregando lo real a lo real y que lo único que consigue es la ilusión
210Jean Baudrillard, El complot del arte, Ilusión y desilusión estéticas. Amorrortu, Buenos Aires 2007, pág.17
virtuosismo, de efectos especiales, de clichés megalomaniacos211.
Mientras que en pintura constatamos cómo ésta se ha vuelto en efecto completamente indiferente a
ella misma como pintura, como arte, como ilusión más poderosa que lo real. Ya no cree en su
En términos modales podemos entender cómo lo que mata la ilusión es su propio exceso cuando la
sobrepuebla y acaba por bloquearla, puesto que la ilusión es siempre y a la vez punto de llegada y
punto de partida. De la ausencia nace la potencia dice Baudrillard. Y del exceso de presencia la
Los dos tipos de ilusión, la ilusión en profundidad y esa otra especie de ilusión a la vez
sobrecargada y descreída hasta el cinismo las señala Baudrillard en diferentes momentos de la obra
de Warhol que en 1965, según el pensador francés, embestía de una manera original contra el
Todo ello conduce a un diagnóstico un tanto demoledor en el sentido de que ahora -dice
Para que el arte pueda ser efectivo, hacerse efectivo en nosotros, es imprescindible que construya un
medio homogéneo a traves del cual probemos en nuestras carnes cual es su juego, cual es su
De otra manera no importa cuan elaborado o virtuoso sea el arte, no podrá sino resultarnos trivial y
Otra modulación de esta desilusión es la que ponen en juego las “falsas noticias”.
La diferencia, la gran diferencia que supone lo estético y la educación estética muy especialmente
en relación a esos otros tipos de ilusión que ahora llamamos “fake news” es que el ámbito de lo
de lo estético sabemos que aquello que nos están contando no está sucediendo más que como
Apate, como ilusión desplegada ante nuestros sentidos, pero como hemos visto, sabemos también
que es más inteligente quien, en este contexto, se “deja engañar” que el que resulta incapaz de
entrar en el juego de una experiencia estética compartida, mediante la que logremos hacer más alto
y más ancho el repertorio de modos de hacer con el que nos manejamos. Esta es la clave de la
sino la apariencia de la realidad... Tal juego de apariencias no es desleal, porque muy al contrario de
querer suplantar la realidad, evita de manera expresa toda confusión con ella. Pero precisamente por
esta razón puede volverse el medio que permite la aparición de lo que es más real que lo meramente
efectivo.
Eso sí, es difícil no advertir que pese a todo aún hay elementos comunes entre la Apate y las Fake
News. Lo que tienen en común precisamente es que su clave, aquello por lo que resultan relevantes,
no reside en que lo que nos cuentan sea o no “verdad”. Como dice Walter Quattrociocchi215: No
todo es verdadero o falso, y en las brechas entre lo que podemos comprobar y lo que se nos
escamotea, podemos construir una narrativa... Trump ganó en ese juego, fue capaz de apoyarse en
toda la descon fianza generada por el poder institucional y rellenar su hueco con una opción válida
La cuestión es que toda vez que generamos -o nos generan- una narrativa, es la especí fica lucidez
categorial de la Apate la que nos permite distinguir la narrativa en cuestión, con su compacidad y
Es por eso -sigue Baudrillard- que necesitamos ilusionistas que sepan que el arte y la pintura son
ilusión … que todo arte es primeramente un trompe-l'oeil... como toda teoría es un engaña
sentido... que toda pintura y toda teoría consiste en erigir señuelos, trampas en los que el sentido
Es en esa ilusión estética y en el medio homogéneo que alumbra y ampara que podemos recuperar
el sentido de las formas y las figuras. Sólo así podemos liberarlas puesto que la única forma de
215https://www.theguardian.com/technology/2016/nov/10/facebook-fake-news-election-conspiracy-theories
216There’s a long tail of insidious half truths and misleading interpretations that fall squarely in the grey area,
particularly when dealing with complex issues like immigration, climate change or the economy.
217Jean Baudrillard, op.cit., pág. 44
liberarlas es encadenarlas, es decir encontrar su encadenamiento, el hilo que las engendra y las
Para que la efectividad estética no sea banal, para que no se agote en una reivindicación de la
nulidad219, ésta debe tramarse desde la doble tensión que produce su necesidad y su posibilidad. Se
trata con ello de incorporar mimesis y poiesis -Baudrillard dice su su forma representativa y su
expresión- para producir mediante la Apate su condensacion y luego su dispersión en el ciclo de las
metamorfosis.220
Sólo así puede suceder la alquimia característica de la ilusión estética:, por la que aquellas cosas
Para entender ese ciclo de las metamorfosis nos hará falta aún una cuarta categoría operacional: la
catarsis. Vamos a por ella.
220Ibidem, pág. 43
221 Alano de Lille, Anticlaudianus, I, 4: Transit ad esse quod nihil esse potest
FOTO 12 catarsis
Catarsis
Los hombres no deberían mirarse en las aguas, sino en los demás hombres.
No hay nada que haga reir tanto como una canción de amor.
trata de la Catarsis cuyo significado primario nos llevaría a pensar en términos de “limpieza” o
“clarificación”, en el sentido de quien procede a eliminar alguna clase de obstáculo que le bloquea o
le carga, algún tipo de suciedad, mancha o sombra. En los textos preplatónicos se emplea el término
en referencia al agua libre de algas y lodo, al grano trillado y separado de la paja, a un espacio
El caso es que todos estos usos literales pronto darán pie a una serie de usos figurados, así
Aristofanes en Las avispas223 usará el concepto para aludir a un discurso no des figurado por
oscuridades o ambigüedades, muy cerca de Jenofonte que en su Ciropedia, que no en vano era uno
de los libros preferidos de Alejandro Magno, habla de katharos nous224 con relación a alguien que
Según Martha Nussbaum, en los diálogos medios de Platón la Catarsis aparece ya dotada de un
sentido más espiritual, puesto que se concibe como una etapa imprescindible de puri ficación por la
que tiene que pasar cualquiera que se comprometa con un aprendizaje, ayudando a liberar el alma y
la razón dejando atrás el in flujo perturbador de los sentidos y las pasiones225 que ya se sabe que son
un engorro cuando uno tiene que centrarse estudiando ya sea en la Academia de Platón o en unas
oposiciones a notario.
En todo caso y sin tener que comprarle entradas a Platón para ver qué echan en su Caverna, lo que
podemos observar ya con cierta claridad es que en el pensamiento estético antiguo se pueden
En el pensamiento platónico la Catarsis es un paso previo, es la preparación para algo que está por
llegar -estando ya mi casa sosegada- ya sea la sabiduría propia del mundo de las ideas, la amada en
Pero en Aristóteles, por el contrario, la Catarsis aparecerá al final, como el resultado neto de un
proceso, como puede ser una experiencia estética tal y como el filósofo plantea en su Poética.
Podemos empezar por él viendo cómo, sin salir de la Poética, nos encontramos no uno sino tres
223Aristofanes, Las Avispas, 631, 1046
224Jenofonte, Ciropedia, 8.7.30
225Marta Nussbaum, La fragilidad del bien, Madrid, la Balsa de la Medusa, 1995, pág. 481
tipos de Catarsis:
En primer lugar podríamos encontrarnos con una Catarsis de orden formal cuyo juego vendría dado
En segundo lugar podríamos considerar una Catarsis de orden emocional que Aristóteles aborda
Finalmente cabría pensar en una Catarsis de orden conceptual que se plantearía a través de las sub-
Propongo jugar el juego de pensar estas tres Catarsis; la formal, la emocional y la conceptual
puestas en relación con cada una de las tres interfacies que median entre los cuatro estratos con los
Así la Catarsis formal con su juego entre nudo y desenlace aparecerá mediando entre lo inorgánico
y lo orgánico, puesto que será una catarsis que operará en el nivel de la materialidad misma de la
La Catarsis emocional, con su bien conocida invocación a la articulación entre temor y piedad,
Y como remate será la Catarsis conceptual la que logre encadenar peripecia y reconocimiento para
Por supuesto y aunque las tres pueden y acaso deben 226 trabajar juntas, cada una de ellas tiene sus
propias particularidades, sus protocolos que de incumplirse pueden bien llegar a romper el proceso
y malograr la experiencia o volver super flua la Catarsis en cuestión. En este sentido será interesante
considerar qué aplicación pueden tener aquí las leyes de la estrati ficación y sobre todo la medida en
que cada tipo de Catarsis añade algún tipo de novedad categorial que se apoya sobre las anteriores
Empecemos pues por los estratos inferiores y demos cuenta de la Catarsis formal.
Es por eso que entenderemos con Aristóteles que el nudo - se- trama con acontecimientos que
están fuera de la obra y algunos de los que están dentro... y que es fundamental que el desenlace
el desenlace al no permitir que éste surja de la composición misma de la pieza se violenta el proceso
catártico y -como sucede con tantas cosas delicadas- éste se rompe en pedazos y ya muy
difícilmente puede restituirse. Muchos -dice Aristóteles- después de anudar bien, desenlazan mal227.
Esta es la sensación que dejan las novelas o las peliculas de suspense mal resueltas, con las que nos
irritamos -con razón- por haber defraudado nuestras expectativas, puesto que hemos asistido al
proceso mediante el que se construía el nudo, hemos visto como éste crecía y crecía acompañado
por la promesa de un desenlace que estuviera a su altura, a la altura de la energía que hemos
sabido qué hacer con tanta tensión, con tanta complejidad y simplemente la ha dejado malograrse en
una especie de gatillazo formal. Como diría Zhuang Zi en estos casos y en muchos otros: lo bien
Por el contrario, cuando a un nudo que se ha ido tramando poco a poco le sucede un desenlace que
parece surgir de las entrañas mismas del nudo, entonces y sólo entonces nos sentimos liberados
como si hubiéramos superado una prueba que ha puesto nuestras fuerzas al límite.
Es esta catarsis formal la que sucede cuando un guitarrista flamenco -yo tengo en mente a Diego
del Gastor o Raul Cantizano- se van por soleás o por bulerías y decimos que “se van” porque
precisamente la sensación que tenemos es que el interprete se está alejando, incluso que se está
perdiendo en el nudo que va formándose ante nuestros propios ojos. En esta fase se va acumulando
inquietud hasta que por fin y como por arte de magia el tocaor logra volver a donde tenía que llegar
y lo sabemos porque de repente -sepamos o no algo de flamenco- nos encontramos ante la salida
que estábamos echando de menos desde que se inició el nudo formal al que hemos asistido.
Una de las especi ficidades de la Catarsis formal y por la cual merece la pena dedicarle atención es
que se trata de una catarsis modular que funciona a la vez en diferentes escalas, como se puede ver
bien en la música tonal que, sin duda, que nos proporciona una multitud de pequeñas catarsis, de
pequeños desenlaces cada vez que el fraseo musical se la juega en el espacio que media entre la
Sin olvidar que esas pequeñas Catarsis pueden quedar finalmente integradas en una catarsis de gran
En segundo lugar y apoyándose en la Catarsis formal tendremos también que dar cuenta de la
Catarsis emocional -que es la que de modo más explicito expone Aristóteles-. Se trata como hemos
adelantado de una catarsis que surge de la puesta en juego del temor ( ) y la compasión
( ) . Estos tal y como los ha entendido una larga tradición que nos llevaría a Breuer y su hijo
putativo Freud son afectos elementales, básicos, emociones de carácter psicosomático que no
Nos hallamos, sin duda, ante una catarsis que si bien opera muy claramente en un plano emocional
y moral comparte con la Catarsis formal las leyes estructurales que especi fican cómo sus
elementos deben nacer de la estructura misma de la fábula y no resultar forzadas, aun siendo así que
los ingredientes de una Catarsis emocional se dan siempre con más intensidad cuando se presentan
Pero hete aquí que la Catarsis emocional, a diferencia de la formal, introduce elementos novedosos
como pueden ser cierta atracción o repulsión respecto a los personajes, que nos posicionan como
espectadores singulares en relación a los personajes de la fábula. Esto explica cómo en opinión de
Aristóteles el hecho de que los malvados pasen de la desdicha a la dicha no inspira ni compasión
ni temor231.
Con todo se trata aquí de una catarsis que aun no tiene efectos directos en el plano de lo moral y lo
intelectual -en los que luego insistirán Goethe y Lessing- sino que como dice Jacob Bernays,
reputado filólogo y tío-suegro -que no tío-padre- de Freud nos encontramos con una inteligencia de
la Catarsis que nos permite entenderla como siendo transportada de lo somático a lo afectivo para
nombrar el tratamiento de un oprimido: excitar y fomentar el elemento opresor, para producir así
Esta catarsis de orden emocional, dirá Bernays, debe ser entendida como una especie de remedio
229Gustavo Figueroa, Freud, Breuer y Aristóteles: catarsis y el descubrimiento del Edipo, Revista Chilena de
Neuropsiquiatría, 2014; 52 (4), pág. 265
230Aristóteles, Poética, 52a1-4
231Ibidem, pág. 53
232 Bernays J., Grundzu ge der verlorenen Abhandlung des Aristoteles u ber Wirkung der Tragödie. Breslau 1857; 8:
135-202.
médico de orden homeopático que genera un proceso a mitad de camino entre lo psicosomático y lo
Otro tanto sucede con la tercera catarsis, la Catarsis conceptual que por supuesto viene a ser
modo en este caso -sostiene Aristoteles- sus componentes, la peripecia y el reconocimiento, deben
nacer no de señales arti ficiosas sino de la estructura misma de la fábula, sea por necesidad o sea por
pero eso es menos artístico y produce gastos...dice Aristóteles, siempre tan apañado.
Conviene tener presente que en la Poética de Aristóteles la peripeteia no encuentra una buena
complicación que surge a partir de un cambio de la acción tal que lleva a dicha acción a convertirse
justo en lo contrario de lo que venía siendo. El efecto de esta peripecia de la que habla Aristóteles
será aumentar al máximo la tensión conceptual -y de rebote también la emocional y la formal- que
sólo podrá resolverse en extremo mediante una anagnorisis, una agnición o reconocimiento que nos
permitirá devolver las cosas y los personajes a su lógica. Así Odiseo -siendo el rey- se hará pasar
por mendigo, o Hamlet en su lucidez se hará pasar por loco y se comportará como tal. En ambos
personajes o los elementos en los que reposa la acción, de forma que entendamos la tensión modal
entre el lograrse y el malograrse, o acaso entre los modos positivos y los negativos: de un lado
tendremos lo que el personaje en cuestión puede hacer y tiene que hacer... y del otro lo que no
puede hacer o no tiene por que hacer. Este tipo de catarsis funciona especialmente bien en westerns
como High Noon, Sin Perdón o incluso Murieron con las botas puestas. En la catarsis conceptual lo
que se pone en juego es entonces la de finición y el lograrse de un ethos especí fico, de un modo de
Aun cuando queda algo alejado del pensamiento propiamente estético, es imprescindible aquí aludir
al concepto pitagórico de catarsis como puri ficación del alma a través de la Filosofía y las
Matemáticas, dos términos, a todo esto, inventados por el mismo Pitagoras y que aluden al
conocimiento que sólo podemos amar y el conocimiento que podemos efectivamente obtener.
Siendo así que tanto la una como la otra está fundada en el número y las proporciones, muy
Volviendo a la vigencia aquí de las leyes de la estrati ficación, es fácil observar cómo puede suceder
que se dé una catarsis formal, un simple juego de nudo-desenlace en una melodia cualquiera que no
vaya acompañada de una Catarsis emocional o de una Catarsis conceptual... pero no suele suceder
al revés, puesto que para que la Catarsis emocional pueda lograrse es imprescindible que el juego
entre nudo y desenlace funcione adecuadamente y en cierta medida al menos retorne en esa Catarsis
emocional.
De la misma manera la Catarsis formal y la emocional deben retornar, al menos en cierto grado, en
la Catarsis conceptual.
Cuando dicho retorno se produce es cuando sentimos -como hemos visto más arriba- que la catarsis
emocional o la conceptual surgen de la estructura misma 233 de la obra y eso hace -repite una y otra
vez Aristóteles- que el drama sea tanto más excelente. Y eso es lo suyo, lo que en cierto modo exige
la naturaleza misma puesto que ella, la naturaleza a juzgar por lo que puede verse, no parece ser
Otra consecuencia importante de esta triple modulación de la catarsis es que nos conecta con la
comprensión kantiana de lo estético concebido como libre juego de las facultades. Esto supone que
en una experiencia estética completa podamos aspirar a una catarsis que sea a la vez e
una de ellas tendremos seguramente otro tipo de experiencia de orden estrictamente técnico,
emocional o cognitivo. Lo propiamente estético, nos diría Kant, aparece cuando todas esas
dimensiones se lian la manta a la cabeza y juegan haciendo cooperar diferentes tipos de placeres.
233Aristóteles, Poética, 53 b1
234Aristóteles, Metafísica 1090b 19
De esta cooperación de placeres y del uso que de ella hace Jorge Santayana hablaremos más
adelante.
...
Podemos implementar otra forma de entender los diferentes tipos de Catarsis recurriendo al
para aludir la dependencia que tiene un estado determinado de un sistema respecto de la historia de
ese sistema. Así un iman puede tener más de un momento magnético posible en una campo
magnético dado, en función de cual haya sido la historia de ese campo. Del mismo modo que la
obra de Wagner, por ejemplo, puede tener también diferentes momentos magnéticos en función de
la historia de sus usos y su distribución desde los festivales de Bayreuth a los helicópteros de
Apocalypse Now.
Lo que haremos ahora será extender ese concepto de histéresis -que normalmente se usa para aludir
además de memoria puede haber también olvido, revuelta y reacción, de tal forma que cada una de
Tal y como hemos visto en la Introducción para electricistas, las obras de arte y los procesos
catárticos asociados a ellas funcionan como lo haría una resistencia en la medida en que no se
limita a dejar pasar la energía de nuestra atención de cualquier manera sino que la modula de un
modo muy específico y que es precisamente en esa modulación específica, en esa resistencia donde
Buscando precedentes que hubieran unido resistencia y memoria no nos costó mucho llegar a un
excelentemente la dinámica característica de las obras de arte. Se tratará en primer lugar de los
memristores235.
235Debo la referencia a este concepto, como tantas y tantas otras cosas, a mi compañera, tres veces grande, Beatriz
García Vasallo.
de recordar su historia, y de modular su resistencia en función de esa su historia particular. Desde
luego que si tenemos que describir la dinámica de producción artística característica de la poesía de
tradición oral -la Iliada, la Odisea, los romances-o de buena parte de la música popular nos
encontraremos con que puede sernos útil esto tan ingenieril236 del memristor. La Catarsis en este
tipo de dispositivos estéticos suele apoyarse en buena medida en la memoria compartida del poeta,
vamos a acordarnos de tal o cual cantaor. Y ya de lleno en los dominios de la estética, parece que
la dinámica que muestra este tipo de componentes describe bastante bien la lógica del “making
special” que ha planteado Ellen Dissanayake. Las obras de arte que funcionan como un memristor
modulan tanto su propio funcionamiento como el efecto que producen en función de la historia -y la
Así, volviendo al momento en que Odiseo oye narrar las gestas de la Guerra de Troya, encontramos
que el memristor en que consiste el relato se module diferentemente en el caso de Odiseo que llora
amargamente y el caso de Alcinoo y los demás espectadores que asisten embelesados pero serenos a
la declamación. El poema aquí es tanto más efectivo cuanto más se acopla con la memoria vivida de
cada receptor.
También hay casos, claro está, en que la memoria, el creer que ya conocemos algo, nos embota y
nos hace incapaces de disfrutar de la obra como lo hicimos las primeras veces. Que esto suceda nos
animará a pensar otros tipos de componentes, puesto que la memoria -como hemos visto- es sólo
uno de los ingredientes de organización de las obras de arte y la recepción estética. Y es en este tipo
de planteamientos en los que más clara se deja ver la ventaja que nos ofrece el pensamiento modal.
Así, si recordamos a la troupe de payasos con la que dábamos comienzo a este libro, toda vez que
hemos entendido la utilidad de concebir una resistencia dotada de memoria, es decir una resistencia
necesaria -que explora y construye despaciosamente su propia coherencia- el juego de los modos
236Sería interesante estudiar cómo, más allá del ámbito de la electrónica, se ha demostrado que el tipo de Catarsis, de
ajuste y regulación que hace el memristor parece tener cierta correspondencia con el modo en el que funcionan
algunas estructuras biológicas como la piel o la sangre.
nos llevará de la necesidad a la contingencia y en consecuencia de la memoria al olvido.
Será oportuno entonces investigar qué encontramos si procedemos a fundir resistencia con olvido.
Daremos entonces pie a algo así como un olvidistor (!?) esto es, una resistencia que sólo derivará en
una Catarsis, en la medida en que sea capaz de hacernos olvidar determinados aspectos del objeto
de nuestra experiencia. Los olvidistores, pese a no tener un nombre muy sexy, son de la mayor
considerarse artísticamente legítimo en un momento dado. Así sin el trabajo modal del olvidistor no
Duchamp.
En este caso, la pieza en cuestión funciona sólo si conforma un olvidistor, puesto que para tener
algo parecido a una experiencia estética con ella es preciso olvidar que el urinario -incluso este
urinario- es un objeto industrial, funcional y mingitorio, del que se han producido millones de
ejemplares. A ello nos ayuda Richard Mutt al darle la vuelta a la pieza, firmarla cual obra de arte y
presentarla a una exposición. Si además -pensara lo que pensara Duchamp al respecto- queremos
que se le ha dado a la pieza en cuestión y ser capaz de apreciar el artefacto en sus diferentes
estratos.
Pero los olvidistores pueden demostrar su utilidad en muchos otros contextos diferentes.
Así por ejemplo si pretendemos tener algo así como una experiencia estética viendo atardecer en las
Pirámides de Keops, constataremos que dicha experiencia sólo será posible en la medida en que
seamos capaces de olvidar que para su construcción se esclavizaron y se hizo morir a miles y miles
de personas. Sólo mediante ese olvido podemos suspirar y entregarnos a experimentar lo sabio de
siquiera intuir la posibilidad de una experiencia estética. No habría juego de facutades alguno, ni
Pero ¿es eso todo? Para nada, porque como vimos en la EM1, si bien la memoria es una de las
Se recordará que la dinámica ecosistémica característica del modo de la Posibilidad era la Revuelta y
que la propia del modo de la Imposibilidad era la Reacción y esto -ya que estamos con circuitos y
resistencias- debería hacernos preguntarnos sobre la consistencia y la utilidad de algo así como un
En el primer caso, el revueltistor tan sólo nos acercaría a algún tipo de Catarsis en la medida en que
cualquier centro de gravedad que no sea su propio movimiento dispersivo, haciendo de dicha
impugnación, de dicha revuelta, la carne misma de la experiencia estética. Sin un revueltistor bien
teatrillo cutre. Es la presencia y el trabajo del revueltistor lo que convierte todos esos gestos y
resistencia alguna, siendo incapaces de retener nuestra atención, o bien la cautivarían bloqueándola
seguirle el juego a las propuestas artísticas más básicas y primitivas en la medida en que surgen
como reacción a un movimiento previo... como en cierto modo sucedió con el prerrafaelismo o el
pop... poéticas que no podríamos disfrutar plenamente si no formáramos parte de la reacción hacia
sañudo, cargado de drama y angustia auto-destructiva frente al que reaccionará el pop reivindicando
la trivialidad, el glamour y los colores acidos usados en los envases comerciales y los carteles de
rebajas.
Como siempre sucede en pensamiento modal, es preciso comprender lo específico de las dinámicas
características de cada uno de estos cuatro componentes, pero es igualmente imprescindible tener
presente cómo se articulan entre sí, como unos pueden llevar a otros y como todos ellos finalmente
Nos hemos centrado hasta ahora en una exposición de la catarsis como categoría estética que nos
permitía entender la dinámica formal, emocional y conceptual de lo que nos conmueve... así como
las posibles decantaciones de la Catarsis como forma de resistencia, según ésta aparezca mediada
Cuando eso que nos conmueve lo hace afectándonos de modo indecidible en diversos planos de
Pero esos dominios por mucho que se organicen desde la autonomía aparecen de lleno conectados
con otras dimensiones de lo humano. Vamos ahora a revisar la importancia social y antropológica
de la catarsis, su importancia a la hora de constituirnos en comunidades humanas articuladas y
resilientes.
Uno de los pioneros en esta exploración ha sido Rene Girard quien sostiene que -en conexión tanto
con el arte como con otros contextos ritualizados- hay una especie de catarsis sacri ficial que logra
misma linea del mismo modo que los sacri ficios humanos fueron sustituidos por sacri ficios de
animales, podríamos decir que la categoría de la catarsis estética nos permite sustituir los sacri ficios
de animales por el sacri ficio de los personajes épicos y trágicos, de cuyas pasiones y sufrimientos
aprendemos.
Ese es el gran principio presente en la dramaturgia madura de Esquilo: el pathei mathos238, que nos
viene a decir que podemos aprender de las pasiones y los sufrimientos, sobre todo de las pasiones y
sufrimientos que contemplamos en otros, puesto que, como es notorio, mientras las pasiones o
sufrimientos nos están afectando a nosotros mismos es poco probable que aprendamos nada. Y si
bien es cierto que podemos aprender de aquellas pasiones o sufrimientos que hemos vivido, por lo
general dicho aprendizaje sólo puede darse cuando las pasiones o los sufrimientos en cuestión han
cesado, han pasado de tal manera que casi podríamos decir que le han sucedido a otro, y no al yo
Con ello nos metemos de lleno en los dominios de la catarsis como categoría especí ficamente
estética, y no moral por supuesto puesto que alegrarnos de que los demás sufran en la vida real y
que gracias a ello podamos aprender... sería una canallada propia de un Doctor Mengele de los
afectos. Pero esa es precisamente la ventaja que nos proporciona la Ilusión estética, la Apate en
tanto medio homogéneo: establece una Ilusión consistente en una concentración y concatenación de
elementos sensibles que nos permiten asistir al sufrimiento de Agamenon o al de Emma Bovary y
no tener que intervenir a echarles una mano, sino limitarnos a observar y aprender de sus alegrías y
sus miserias. Y ojo, esto no signi fica que la virtud de los personajes, o su heroismo incluso, no sean
importantes desde un punto de vista estético. Lo son porque de la credibilidad de esa virtud o ese
piedra, por apasionantes que sean los juegos de peripecia y reconocimiento a los que nos arrastran,
éstos no lograrán captar nuestro interés ni mucho menos nuestra empatía modal 239. Si esa chapuza
sucede -por una falta de tekhné acaso- entonces no habrá aprendizaje ni goce alguno.
Aprendiendo nos protegemos, de modo que es la comunidad entera la que se protege tanto
mediante la catarsis sacri ficial como mediante la catarsis estética. Y se protege tanto de su propia
violencia, como de la violencia inherente al mero hecho de estar vivos en el mundo, esos males que
Asi -sigue Girard240- igual que, en el sacri ficio, el animal es interpuesto entre la violencia y el
hombre al que busca, en la catarsis es el personaje épico, trágico e incluso cómico, el que se
No en vano, como hemos visto, la palabra griega teatro241 tiene la misma etimología que la palabra
teoría y ambas nos remiten justo a esa contemplación de algo que se objetiva ante nosotros y nos
Por eso la asistencia al theatron era un deber cívico para los antiguos, además de un placer formal,
emocional y conceptual...
...
Podemos ver ahora cómo en esta modulación de la catarsis se unirían las dos consideraciones -la
platónica y la aristotélica- que veíamos al principio. Así la catarsis sería -como quería Aristóteles- el
resultado de la experiencia estética y sería también -como quería Platón- el paso previo a la
organización de una comunidad digna de ese nombre y de cada uno de sus miembros.
239Esta es una idea que maneja Hartmann en su “Estética” y que coloca en su sitio la “moralidad” de los personajes.
240Rene Girard, La violencia y lo sagrado, pág. 14
241La palabra "teatro" viene del griego θέατρον (theatron = "lugar para ver") y este del sustantivo θέα (thea = visión)
que encontramos en la palabra teoría, y esta está relacionada con el verbo théaomai (contemplar, considerar, ser
espectador)
242Siendo esa la consistencia categorial de la apate por supuesto que aquí vemos retornar con toda claridad.
Esta especie de ascesis que luego tendrá continuidades en la concepción goetheana de la novela
como Bildung, arraiga tan hondo como puede verse en la figura y la historia de Odiseo cuyo regreso
al hogar es todo un ejemplo del pathei mathos. Odiseo se presentará a sí mismo en el Canto VII
como aquel que en nada se asemeja a los inmortales que poseen el ancho cielo, ni en continente ni
en porte, sino a los mortales hombres; quien vosotros sepáis que ha soportado más desventuras
Pero la historia de Odiseo nos sirve para aumentar también nuestra comprensión del pathei mathos:
no se trata tanto de que aprendamos sólo mediante el sufrimiento de otros, cuanto que necesitamos
que ese sufrimiento se objetive en un relato, una ilusión estética que nos lo haga patente en toda su
fuerza. Así será el extrañamiento y la concentración característicos del dispositivo estético los que
contribuirán a que se dé una catarsis y un aprendizaje. Quiere esto decir que para que la catarsis se
dé en todo su poder será preciso que retornen en ella las categorías de la mimesis, la poiesis y la
apate...
Esto es lo que se deja ver en el mismo Odiseo que no ha llorado al sufrir él mismo pero que se
quiebra y se echa a llorar al oir la narración de sus propias desventuras en el palacio de Alcinoo...
y de modo muy interesante, cuando llora no lo hace tomando como modelo su propio sufrimiento,
del cual anda más que sobrado, sino que Homero243 le hace llorar como una mujer llora a su marido
arrojándose sobre él, caído ante su ciudad y su pueblo por apartar de esta y de sus hijos el día de la
muerte —ella lo contempla moribundo y palpitante, y tendida sobre él llora a voces; los enemigos
cortan con sus lanzas la espalda y los hombros de los ciudadanos y se los llevan prisioneros para
soportar el trabajo y la pena, y las mejillas de esta se consumen en un dolor digno de lástima—, así
Odiseo ha aprendido a llorarse mediante el dolor de otros, el dolor que él mismo ha provocado
….
243O la desconocida autora de la Odisea. Samuel Butler y Robert Graves entre otros han argumentado con diversas y
bien fundadas razones que la Odisea fue escrita por una mujer que se autorretrata en el poema bajo la figura de
Nausicaa. No se cuanto prestigio tenga ahora esta curiosa teoría, pero yo desde luego quiero a Nausicaa por encima
de todo.
En estrecho vínculo con este imperativo de extrañamiento y objetivación hay otro dolor, mucho más
sutil si se quiere, aunque también vinculado a al muerte que también se modula a través de la
Para los clásicos la figura de la Ker es la correspondiente a la muerte violenta, y Ker se llama
también en la Iliada a la decisión que debe tomar Aquiles entre una vida anónima y plácida en su
Lo que nos enseña toda obra de arte, en tanto medio homogéneo, es que toda decisión -tanto en el
decantación es a la vez la forma más alta de vida que podemos alcanzar y es a la vez la muerte de
todas las demás formas de vida a las que -quizás- habríamos podido aspirar.
Podemos hablar de Ker cuando se muere atravesado por una lanza, y esa lanza puede bien ser la
lanza de la efectividad, la lanza arrojada contra nosotros por aquello que final e irremisiblemente se
da y que nos deja clavados al paisaje como si fuéramos una mariposa cazada por un coleccionista
Ker aparece siempre si se da una suerte de violencia que nos lleva a ahogar en su cuna las mil
posibilidades, las disposiciones que nos habitan pero que no vamos a poder llevar a cabo.
La forma más ancha de esta catarsis es la que nos proporciona el recurso al suspense en el cine o la
narrativa. El suspense, sea en un duelo entre cowboys, sea en un paso en falso en una pelicula de
terror es el momento en el que nos demoramos antes de entender que no todo es posible todo el
tiempo, que las decisiones que tomamos -o que nos toman- nos permiten mantener abiertos algunos
campos de posibilidad, pero que en cambio cierran otros muchos que quedarán de finitivamente
Reconciliarnos con ese sucesivo e irreversible cierre del campo de lo posible es una de las
funciones fundamentales de la catarsis y la experiencia estética. Es esto lo que hace que el suspense
no resulte trivial... que no resulte trivial que el protagonista de la pelicula, o tú mismo, compañero
244Por cierto que la opción en cuestión se la plantea su madre Tetis cuyo nombre etimológicamente remite a τίθημι
tithemi, ‘constituir’, ‘establecer’. Las resonancias son obvias si pensamos que todo proceso instituyente se decanta
por unas posibilidades y cancela otras que a veces deben ser violentamente apartadas.
lector, hagas una cosa y no la contraria245.
Al sufrir con el protagonista de la pelicula o el drama advertimos desde su piel y desde la nuestra
que todo destino es -como sabían los griegos- una porción, una moira: el puñado concreto de
posibilidades con las que al cabo tendremos que vernoslas. Es la categoría de la catarsis la que nos
da las claves para asistir en directo al proceso por el cual esa moira se va decantando, de modo que
asistimos conmovidos al proceso en el cual se desperdician unas ocasiones y se aprovechan -por los
pelos- algunas otras, gracias a las cuales el personaje en cuestión sobrevivirá o será destruido...
Se produce así lo que Lukács entendía -de modo muy amplio ciertamente- como catarsis y que no
era sino el efecto que desencadena el choque del mundo objetivo estéticamente re flejado con la
En eso engarza Lukacs con la mejor tradición de estudios clásicos que concibe la catarsis de un
modo muy parecido. Al cabo, como dice Cecil Maurice Bowra el cometido del trágico -desde
Lo que podemos adelantar aquí a modo de conclusión es, desde luego, una inteligencia modal de
todo el proceso que recoge la catarsis. Para ello recurriremos a otro estudioso de los clásicos como
es Albin Lesky.
Dice Lesky que la pasión trágica que brota del alma como una fuerza irresistible se hace, desde
el punto de vista de la consciencia normal cotidiana, algo «externo», mientras que al mismo tiempo
el destino, fruto del mundo circundante, se convierte, a lo largo del desarrollo trágico, en una
necesidad interna de la persona afectada, en el destino propio de ésta. Si no se produce esta íntima
afinidad entre el héroe y el destino, dejará de producirse también la profunda conmoción trágica;
lo trágico entonces, como tantas veces ocurre en el curso de la historia, se deforma para dar lo
245 Una investigación reciente a este respecto es la que ha publicado Vera Tobin, cuyos Elements of surprise, Our
Mental Limits and the Satisfactions of Plot ha sido publicado por Harvard University Press en 2018. La profesora
Tobin analiza con especial cuidado porqué nos gustan tanto los finales sorpresa y la medida en que ese gusto revela
algo sobre la estructura de nuestra mente y nuestros lenguajes. A Aristóteles le hubiera venido genial leer a Tobin.
246 G. Lukács, Estética, tomo II, pág. 517
247 C.M. Bowra, op.cit. pág. 168
248 Albin Lesky, op.cit. pág. 509
Lo que está haciendo Lesky es un quiasmo y un cruce. En ese cruce algo que de entrada era
imposible no sólo clama por hacerse efectivo sino que se convierte en necesario para el héroe
trágico, como le sucede a Antígona. Por eso dice Goethe que todo lo trágico se basa en un
contraste que no permite salida alguna. Tan pronto como la salida aparece o se hace posible, lo
trágico se esfuma.
Pero si nos quedáramos ahí no habría propiamente catarsis sino la mera resignación de quien asume
que muy a menudo lo necesario, aquello que tenemos que hacer, queda fuera de nuestro alcance, es
Lesky va más lejos porque además de esa confrontación entre lo necesario y lo imposible que se da
en el personaje trágico, advierte que el drama permite objetivar la pasión trágica que brota del
alma, haciendo que podamos observarla y comentarla, se hace algo externo -dice Lesky- y gracias a
ello se convierte en adelante en una posibilidad para todas nosotras que nos descubrimos a nosotros
La profunda conmoción trágica sólo puede suceder cuando nos debatimos por saber si aquello que
es necesario para el personaje de la tragedia es imposible sólo para dicho personaje o si también lo
es para nosotros...
Esa conmoción puede bien dar lugar a una determinada modulación de la catarsis, una catarsis de
orden político y social que sucede cuando constatamos los pasos que habría que dar para que lo
convirtiera en practicable.
Acabaremos esta pequeña introducción a la categoría de la catarsis con las reflexiones de Lesky y
Lukács quienes insisten en que sólo en este cruce de lo externo y lo interno, de lo (im)posible y lo
necesario puede darse la verdadera ampliación y profundización del círculo visual humano que
Con lo que hemos ido viendo hasta aquí, podemos hacernos una idea de cómo las obras de arte, las
experiencias estéticas y las laminas de gatitos comparten una misma condición lenticular que
concepto. Esto tiene implicaciones en distintos niveles, en términos ontológicos significa que
mucho menos reducidos a nuestras maniobras cognitivas que no por ello han de ersultar arbitrarias
o caprichosas. Así advertiremos, en términos epistemológicos, que las categorías a las que
recurrimos para conocer y eventualmente fabricar lo dado, son, como diría Hamlet, más que
cognitivas y menos que ontológicas. Traduciéndolo del danés antiguo, esto viene a decir que si bien
las categorías nos revelan aspectos constitutivos del objeto de nuestra atención, no por ello
consiguen revelarnos nunca todos los aspectos de dicho objeto ni tampoco todos sus efectos. En
otras palabras: ninguna de nuestras maniobras categoriales -por finas, oportunas y persistentes que
resulten- conseguirá nunca agotar la reserva de sentidos que contienen los dispositivos
eliminaran por completo el enigma y supiéramos cómo construir estéticamente tal o cual emoción
entonces Goebbels bailaría con el abuelo de Heidi 250 en su tumba y definitivamente dejaríamos de
además sucede que esa distancia entre lo categorial y lo ontológico es sólo la mitad del enigma. La
otra mitad, como veremos ahora, tiene todo que ver con los valores. Y es que la estética no sería la
reina de todas las salsas si, más allá de esta tensión categorial de orden productivo y cognitivo, no
Y hace falta que en este libro dediquemos una sección entera para pensar esta tensión axiológica
250 Valga esta mención como homenaje post mortem a Bruno Ganz, el actor que consiguió encarnar con idéntica
credibilidad dos papeles de tanto peso emocional e histórico como son el de Hitler en El Hundimiento y el del
abuelo de Heidi en Heidi. Descansen en paz todos ellos.
porque los valores estéticos hacen algo muy diferente de lo que hacen las categorías. Y no sólo
hacen algo diferente sino que lo hacen además -por así decir- en dirección contraria.
Así constataremos que al igual que las maniobras categoriales tienen un carácter gravitacional251 y
tienden a confluir en el objeto con el que trabajan, al que quieren explicar o constituir... con los
valore sucederá más bien al revés: los valores tendrán un carácter radiacional, es decir, tenderána
alejarse del objeto divergiendo entre sí tanto como, de hecho, divergen los diferentes juicios de
Para que esto suceda, para que las categorías confluyan y los valores diverjan, será preciso que la el
Normalmente cuando la luz incide sobre un cuerpo es reflejada por éste, siendo la longitud de onda
de ese reflejo la que determina que veamos el objeto de uno u otro color. Los objetos serios, por así
decir, no cambian de color a la buena de dios y desde luego ningún objeto nos muestra todos los
colores a la vez. Pero el caso es que esto es lo que sucede con el prisma por cuanto éste absorbe y
refracta la luz recibida proyectando con ello diferentes haces de color. Esto mismo es lo que pasa
con las obras de arte cuando, en vez de limitarse a reflejar las maniobras categoriales realizadas en
De modo característico en ese proceso se pone de manifiesto una cierta resistencia, como esas que
hemos visto al hablar de la Catarsis o en la Introducción para electricistas: una resistencia peculiar y
específica que producía un resultado que eran muchos resultados, tantos como mostraba la gama de
colores refractados:
251Gravitacional y Radiacional son términos a los que alude con mucha frecuencia Buckminster Fuller. En su forma de
figurar el mundo lo Gravitacional será la inwardly cohering force acting integratively on all systems, mientras que lo
Radiacional será más bien la outwardly disintegrating force acting divisively upon all systems. Es decir, la fuerza de
coherencia endógena que actua integrativamente en todos los sistemas, y la fuerza de desintegración exógena que
actúa dividiendo en todos los sistemas.
A efectos de nuestra argumentación entenderemos que toda obra de arte, como todo prisma de
Es el punto de llegada en el que confluyen, como la luz blanca, las maniobras productivas y las
categorías a las que recurre el artista para hacer su quehacer o el crítico para pensarlas y
objetivarlas.
Pero a la vez es un punto de partida porque la obra de arte se revela también como un dispositivo
radiacional del que emergen -como sucede con el prisma de Newton- todo un espectro de diferentes
Sin duda estos valores estarán de alguna manera vinculados a la obra de la que han surgido, pero lo
estarán de un modo ciertamente peculiar puesto que bastarán pequeños movimientos o cambios para
que determinadas gamas de valor o color dejen de ser apreciables. Así, aunque estén ahí como
refracción no todos los receptores ni todas las épocas podrán ver los mismos valores-colores.
Sin duda esta dinámica divergente de los valores ayuda a explicar la variedad consustancial del
amplio espectro de los juicios de gusto, así como su irritante (o no) tendencia a contradecirse sin
advertir que acaso sólo están priorizando unos u otros de los colores-valores que forman parte de la
amplia gama que cada obra de arte pone en juego. Normalmente generaciones enteras de
espectadores quedan tan impresionadas con la particular región del espectro electromagnético o
estético que han sido capaces de ver que ni siquiera les pasa por la cabeza que pueda haber más
apreciaciones, más colores que los que ellos han alcanzado a distinguir.
Esto contribuye a explicar porque ningún juicio de gusto por bien ponderado y legítimado que esté
va a conseguir jamás algo así como un consenso absoluto, una especie de comunión de los santos.
Lo que quizá no hayamos entendido en toda su contundencia, y por eso recurríamos a la figura del
contratiempo por el que haya que disculparse. Antes al contrario dicha imposibilidad nos da pistas
fundamentales que nos permiten sostener que la dinámica característica del juicio de gusto es,
hay que olvidarlo- las maniobras categoriales mostrarán más bien una dinámica centrípeta puesto
que, aun siendo también muchas, buscarán confluir en la construcción y especificación de una obra,
radiacional. En términos modales podríamos decir que las categorías cooperan y conforman una
determinada Necesidad, mientras que los valores divergen y nos abren a multitud de Posibilidades.
Es importante tener clara esta diferencia entre categorías y valores puesto que sin ella se
Son los valores, las refracciones que nos llegan desde la obra de arte, las que hacen que una
sinfonía de Shostakovich, una canción de Billie Eillish o una Soleá de Utrera nos puedan
emocionar hasta las lágrimillas y puedan contribuir a que organicemos nuestras vidas de diferentes
Pero todo ello sucederá, para entendernos, del lado derecho del prisma. Y seguramente no siempre
será conveniente o ni siquiera viable mezclar las operaciones del lado derecho con las del lado
aviso en las primeras líneas de su Estética, puesto que, según dice, nuestro pensamiento, esto es
nuestras más o menos torpes inquisiciones categoriales, sólo puede molestar a quien se halla
En resumidas cuentas, todo es como si el trabajo del artista o el crítico confluyera en la construcción
de un medio homogéneo, de la ilusión-apate en que consiste toda obra de arte, mientras que podría
pensarse que los juicios de valor aparecen como una divergencia a partir de ese mismo objeto-
Este conjunto compuesto por la luz que converge en un diamante, la luz que emerge de él y el
diferenciados -categorías, valores y estratos- que necesitaremos para tramar un análisis modal
El carácter radiacional del valor produce una multitud de ríos que nos llevan, aunque a veces nos
toque bajarnos de la barca y andar y quizá entonces parezca que somos nosotros los que llevamos el
Quien dice ríos que nos llevan dice juegos de lenguaje, formas de vivir o modos de hacer que nos
apropiamos y adoptamos permitiendo que cambien nuestras rutinas, nuestras relaciones con el resto
del mundo. Cada vector de valor, cada refracción de color a la que somos sensibles específica una
parte de nosotros, nos hace estar vivos de una manera determinada que quizás no habíamos
probado antes. Por eso decía el filósofo polaco Stefan Morawski que los valores eran
decantaciones de nuestra experiencia, incluyendo -claro está- nuestras experiencias estéticas, como
si a partir de ellos o de los juicios que nos permiten, pudiéramos ir sacando en claro algo de lo que
hemos vivido, algo que nos ayudara a orientarnos y a organizar de alguna manera lo que nos queda
por vivir.
Esa función de orientación y organización de la acción será clave para entender la consistencia de
los valores que, por el hecho mismo de serlo, se empeñan en juzgar el mundo, en exigirle que se
Será inherente a esta funcionalidad oréctica -orientadora y organizadora- la comprensión de que los
valores estéticos no son nunca -como hemos visto- un punto de llegada sino un punto de partida.
Por eso, como supo mostrar Juan Antonio Ramirez en su libro sobre Duchamp, no clausuran nunca
el juicio sino que lo tornasolan, lo hacen derivar y resonar de diferentes e incluso contradictorias
maneras.
Ha sido esa mala inteligencia, la que convertía los valores en principios, en puntos de partida desde
los que se juzgaba y se condenaba los que han dado mala prensa a los valores en general.
Tanto es así que la noción misma de lo valioso se convirtió en sospechosa y con la posmodernidad
se instaló entre la parte más leída de la humanidad la convicción de que nada había en el campo de
los valores que pudiera tener más consistencia que la de ser un cuento hetero-patriarcal, una fantasía
histórica, social o de género, que en el mejor de los casos expresaría preferencias individuales. Y
ese sería el mejor de los casos, porque en el peor y muy extendido de los casos, dichos valores
Sea cual sea el caso y sin pretender pasar por alto las bien fundadas razones de esa mala prensa
posmoderna de los valores, tendremos que echarle coraje filosófico y devolver a su lugar el genuino
pensamiento axiológico que nos dará recursos desde los que entender y defender los diferentes
principios de orientación de la acción, las diversas prioridades sostenidas en el tiempo mediante las
cuales nos decantamos efectivamente -y no de boquilla- por una forma u otra de vivir.
Por supuesto que esas “formas de vivir” muy a menudo albergarán contradicciones y conflictos,
puesto que la divegencia y el choque -no hay que olvidarlo- son inherentes a las dinámicas de orden
radiacional propias de los valores. Sólo así podremos entender nuestra exploración de lo axiológico,
como un diagrama de tensiones que iluminan, como si fueran bengalas, diferentes caminos. Que los
sigamos hasta el fondo o que sólo nos den un revolcón será ya asunto de cada cual.
en el que cabe entender la afirmación de Hermann Lotze 253, cuando afirma que no tiene mucho
valen. Podemos, de hecho, sostener que ese valer constituye su específica forma de existir. Los
valores son valores porque valen, es decir porque al alumbrarnos y proyectarnos son capaces de
otorgar sentido, reforzando nuestras intuiciones, haciéndonos sentir más seguros y menos solos en
Y cuando decimos que los valores lo son porque valen, queremos también decir que seguirían
siéndolo incluso aunque se dieran del modo más minoritario. Algo de esto trasegaba Santayana
cuando decía que hacer un juicio equivale virtualmente a establecer un ideal, y todos los ideales
La lealtad, por ejemplo, sigue siendo un valor, sigue siendo un vector de polarización del sentido y
la acción, incluso en la más canalla y traidora de las sociedades imaginables. Es más, diríase que a
los valores -como a algunas personas- se las aprecia más cuando más ausentes están. Cobran su
...
Otra característica diferencial de lo axiológico que viene a explicitar aun más su carácter radiacional
Lo sepamos o no, cuando concordamos con un valor determinado y nos dejamos orientar o incluso
llevar por él, inevitablemente nos alejamos -al menos en parte- de la posibilidad de experimentar
otras gamas cromáticas, otras áreas de valor diferentes. Esto sucede de modo muy claro tanto en el
dominio de los valores éticos como de los estéticos. Así, sostiene Hartmann, podemos embarcarnos
Ello resulta en la imposibilidad, de poder ver y vivir plenamente todos y cada uno de los valores
estéticos. Del mismo modo que no podemos ver todas las estrellas del firmamento todas las noches
del año, hay épocas que hacen altamente improbable que podamos ver ciertos valores mientras que
Ahora bien, es importante constatar que esta misma inabarcabilidad experiencial del conjunto de
estética, puesto que corresponde a la gracia misma de lo estético que sus planteamientos y sus
desarrollos se desplieguen como si fueran un juego, un juego serio, desde luego, pero un juego. Tal
y como hemos visto al hablar de la categoría de la Apate, lo estético sólo puede plantearse como
una especie característica de Ilusión que, si bien está dotada de una consistencia y una
homogeneidad que no suelen ser habituales en el resto de objetos de nuestra experiencia, nos sigue
permitiendo cambiar, saltar de una región del gusto a otra, pasando de Anitta a Shostakowich sin
despeinarnos.
Eso sí, el carácter ilusorio de lo estético no debe confundirnos, haciéndonos pensar en el arte como
una especie de simulacro aislado del mundo en el que vive. También esto podemos pensarlo desde
lo axiológico, puesto que como han señalado algunos representantes de la Escuela de Baden como
Rickert o Windelband o estudiosos de los valores ta notables como Max Scheler, los valores portan
en sí el postulado o la exigencia de su realización. Esto nos lleva a destacar aquí que nada es tan
ajeno a los valores como la indiferencia. Antes al contrario, los valores le plantan siempre cara a lo
que es y lo hacen planteándole -cada cual en su sentido- tanto un poder ser como un tener que ser,
porque en tanto valores quieren valer, quieren apuntalar el ámbito de experiencia que condensan y
por ello presentan un requerimiento frente a lo real, o más bien, nos usan a nosotros para que
Esto nos debe hacer matizar el relativo diletantismo asumible desde la experiencia estética:
efectivamente nadie nos va a fusilar si dejamos a medias el Finnegans Wake, pero ¿nos
En ese sentido y con esa urgencia tanto los valores que advertimos y cultivamos como aquellos que
prácticas no aparecieron como algo separado del resto de nuestra existencia: “emergieron” como
parte de la evolución de la biosfera. Somos los productos de esa evolución, y nuestros valores son
rasgos reales del universo que habitamos256. O más bien, diríamos que nos permiten ver y por tanto
habitamos...Su objetividad -ha dicho Roman Ingarden- es la propia de una estructura formal
completamente especial.257 No es tanto una objetividad deíctica, señalable, cuanto una objetividad
oréctica puesto que nos permite orientarnos y organizarnos formando comunidades de gusto,
En los compases finales de La república de los fines, un libro que publiqué hace ahora unos diez
años, se especificaban cuatro rasgos que deberían ser característicos de un pensamiento estético
El caso es que por aquel entonces esas cuatro exigencias hubieron de quedar como otros tantos hilos
sueltos que tan sólo podían ser formulados como direcciones de una investigación completamente
abierta. Ahora, llegados a la tercera sección de la EM2 quizas podamos retomarlos aprovechándolos
Siguiendo esta pista, la primera exigencia que tendremos que hacerle a los valores es la de su
Policontexturalidad.
Esta se apoyará en la diversidad estratificada que conforma toda obra de arte y nos recordará la
importancia de mantenernos atentos a todas y cada una de las aportaciones que esos múltiples
estratos ponen en marcha. Así aparecerán valores como los de lo útil, lo excitante, lo emocionante o
Esta apuesta por la complejidad será no tanto una exigencia nuestra como receptores sino algo
inherente al objeto artístico mismo, apareciendo como una especie de superestructura, una
superestructura que, como decía Roman Ingarden, no es un parásito del objeto y que por tanto no
es injertada, impuesta o prestada al objeto desde fuera, sino que nace de la propia esencia del
objeto259. En nuestros términos entenderemos que ese “nacer de la esencia del objeto” puede mejor
expresarse aludiendo no tanto a esencia alguna, sino a la relación específica que sostiene con la
Conseguiremos además con ello librarnos de la maldición que ha perseguido a generaciones enteras
de pensadores de lo estético que se han visto forzados a optar entre valores de orden formal y
valores vinculados al contenido. No en vano, habia señalado René Wellek que la alternativa entre
forma y contenido era de suyo notablemente rígida y torpe. Decía Wellek que los términos
contenido y forma han acabado siendo utilizados en sentidos tan diferentes que han dejado ya de
sernos útiles, de hecho aun cuando pudiéramos obtener una definición cuidadosa de ellos, nos
harían correr el riesgo de dicotomizar la obra de arte. Así las cosas, un análisis moderno de la
obra de arte tiene que empezar con cuestiones más complejas: su modo de existencia o su sistema
de estratificación260.
259Ibidem, pág. 35
260René Wellek & Austin Warren, Theory of Literature, 3rd ed.,New York: Harcourt, Brace & World, 1956, pág. 28:
En esta misma línea la segunda exigencia que le plantearemos a los valores estéticos será la que
ponga de manifiesto su irrenunciable carácter situado. Este imperativo nos tendrá que recordar la
a partir de los más humildes o aleatorios materiales. Investigaremos los elementos capaces de dar
cuenta de los matices cambiantes que toda experiencia estética en su fluir nos depara. Podríamos
pensar el carácter situado tirando de pensadores tan diversos como Kierkegaard, Unamuno, Ortega,
Dewey o buena parte de la Actor Network Theory... pero por dar un referente cercano podríamos
señalar la de finición de Donna Haraway para quien los saberes situados requieren que el objeto de
A continuación la tercera exigencia será la que nos haga poner el foco sobre el carácter relacional
turbulento y lo laminar y cómo nos aboca a la construcción tan coherente como arriesgada de
modos de relación que den cuenta de quienes somos y qué hacemos con aquello que somos.
Con ello daremos cuenta de las tres primeras claves desde las que debemos interpelar a todo juicio
de gusto: su policontexturalidad, su carácter situado y su foco relacional... nos faltará sin embargo
Se tratará en este caso de una exigencia en negativo, si se quiere ver así, puesto que lo que
observaremos será que los valores estéticos no pueden, ni deben, ser generativos en términos
artísticos. Con ello queremos decir que los juicios de valor si bien son imprescindbles para la
producciones artísticas. Cuando esto sucede, cuando los valores pretenden inspirar directamente y
sin mediación alguna la producción artística es difícil no caer en alguna forma de kitsch, o
261 Donna Haraway “Saberes situados: el problema de la ciencia en el feminismo y el privilegio de una perspectiva
parcial”, en Donna Haraway, Manifiesto Cyborg. Ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX,
Cátedra, Colección Feminismos: Madrid. Pág. 134
propaganda moralizante.
¿Significa esto que los valores estéticos y nuestros juicios de valor deben quedar condenados a la
esterilidad? Para nada, nuestros juicios de gusto pueden y deben ser fértiles pero sólo podrán serlo
puede darse a través de las mediaciones que nos proporciona lo que en su momento se llamaba el
oficio. Oficio que requiere siempre una comprensión profunda y detallada de cómo funcionan los
diferentes medios artísticos entre los que hay que incluir no sólo la pintura, la escultura o la música
sino también el “oficio” del artista conceptual o el del artista de contexto, puesto que cada género de
producción artística es sólo practicable a través del puñado de técnicas propias de cada medio que le
permitirán abordar con éxito cada una de las operaciones a las que recurrimos bajo la invocación de
lo categorial.
FOTO
Policontexturalidad
Hay, sin duda, muchos principios de crecimiento, como los hay de belleza.
Ahora que tenemos presente el diagrama del Prisma de Newton es más fácil comprender lo
inevitable de la proliferación de valores y juicios de gusto y cuan difícil hace esto la vida de todos
aquellos que necesitan de distinciones y de finiciones tajantes para saber -por ejemplo- si algo es una
obra de arte o no lo es. Por supuesto que semejante inquietud es del todo legítima pero ahora
sabemos que haremos bien situándola en el plano de la estrati ficación y el análisis categorial y no en
el de los valores estéticos que se caracterizan, precisamente, por una dinámica de divergencia
radiacional que no sólo no es contraproducente sino que es, de suyo, una de las grandes ventajas y
Así lo han visto pensadores como Stefan Morawski que concluye sus Fundamentos de Estética
asumiendo, precisamente, que no hay ninguna solución sensata al problema del valor estético que
no pase por reconocer la inevitable pluralidad de valores que se traman en la experiencia estética:
¿Puede de finirse el arte en términos de propiedad única?... Los criterios únicos propuestos por el
incontenible proliferación de los juicios de gusto, que viene a corresponderse de alguna manera con
la también inevitable multiplicidad de estratos que con fluyen y entran en colaboración y con flicto en
que lo que sucede con las corrientes de pensamiento estético aludidas por Morawski es que fijaron
toda su atención y su aprecio en uno sólo de los estratos implicados -o incluso una sección de un
estrato determinado- y erigieron los valores más directamente relacionados con el mismo como
referencias absolutas, a partir de las cuales podían tranquilamente ignorar todos los demás o
Con ello no podían sino provocar la reacción de los partidarios de los demás estratos que, a su vez,
harían exactamente la misma maniobra. Así las cosas, no era tan extraño, como hemos visto en la
Introducción para electricistas, que los más sensatos de los teóricos concluyeran que era imposible
ponerse de acuerdo en un criterio o una de finición del arte y mucho menos organizar nuestros
juicios de gusto de forma que no parecieran un gallinero lleno de cacareantes y engreídos críticos.
Ante semejante guirigay, como también hemos visto, no faltarían los partidarios de sostener que
cualquier cosa podría valer y eso nos abocaba a quedarnos de por vida en uno de los dos gallineros
peor.
Parte del problema deriva de que si bien toda producción artística y toda relación estética arraiga en
el suelo que proporcionan los diferentes estratos, la producción misma de la obra y, cómo no, los
procesos de recepción tienden a volver opaca y confusa esa composición. Más allá de las trampas
específicas de cada Apate sucede además que muy pocos de nosotros -y muy raramente- somos
capaces de apreciar a la vez todos y cada uno de esos estratos tanto en su aportación específica
como en el juego que contribuyen a crear. Es como si al escuchar una música se nos pidiera que
Seguramente nos sintamos más inclinados o seamos más receptivas hacia los rasgos más
característicos de determinados estratos y seamos más insensibles a las de otros. Esto es poco
menos que inevitable. Y debemos estar advertidos de ello porque puede bien suceder, y ésta ha sido
la norma en la Historia del pensamiento estético, que convirtamos nuestra particular limitación en
sistema, el viejo y persistente sistema de la ignorancia o la insensibilidad arrogante.
Esto puede suceder toda vez que tomamos los inevitables sesgos de nuestra atención, la inclinación
por la que tendemos a darle una mayor atención o incluso una atención exclusiva a las aportaciones
de unos estratos frente a las de otros, y lo convertimos en una especie de método razonado. Así
transformamos nuestra torpeza en una suerte de privilegio y nos situamos en una envidiable
tranquilamente las aportaciones de todos los estratos para los cuales carecemos de sensibilidad,
formación o paciencia.
Con ello no podemos sino incurrir en diferentes formas de violencia contra lo relacionado y lo que
relaciona, contra la obra de arte como complejo estratificado y contra nuestra propia sensibilidad
que seguramente pueda ser más ancha, más alta y más honda de lo que nosotros mismos creemos.
Frente a esto vendrá bien este primer rasgo de los valores estéticos, de forma que definitiva, cuando
nuestra apreciación axiológica venga determinada por la relación de los valores esgrimidos con el
Por lo demás y para evitar caer en ninguna de esas formas de reduccionismo que mencionaba
Morawski será conveniente no intentar ligar de manera directa valores y estratos. Antes bien, habrá
que entender que una aportación fundamental de los valores a la experiencia estética aparecerá en
forma de una especie de dialéctica negativa263 que rechazará el principio de unidad, omnipotencia y
superioridad del concepto264, cuando éste toma pie en un determinado estrato y se vuelve del todo
insensible a la importancia de los demás. Se trata de buscar una dialéctica que sirva para recordarnos
todo lo que -lo sepamos o no- estamos pasando por alto, toda la riqueza y la complejidad que
estamos ignorando y que, de otro modo, estaríamos en condiciones de incorporar a nuestra vida.
263Puesto que toda dialéctica -dice Adorno- comienza diciendo que los objetos son más que su concepto y en ese
sentido es índice de lo que hay de falso en la identidad. Th. Adorno, Dialéctica Negativa, Taurus, Madrid, 1984,
pág. 13
264Nahuel Muñoz en https://medium.com/libros-y-buenas-lecturas/adorno-y-la-dial%C3%A9ctica-negativa-
c485f78ae9c8
El libre juego de las facultades o la cooperación de placeres con los que Kant y Santayana
respectivamente aludían a la experiencia estética bien podría parecerse a este bailar entre la
apreciación axiológica de los diferentes estratos, aprendiendo a pasar de aquellos valores a los que
nos dispone la educación o la inercia de nuestra atención a aquellos otros que no por hallar un
acoplamiento menos inmediato con nuestra sensibilidad han dejado de ser parte del objeto de
nuestra experiencia.
Esta dialéctica de la estratificación de lo axiológico nos da una clave vital para la inteligencia de lo
estético que no puede -ni debe- dejar de jugar una especie de “whack-a-mole” axiológico. No
podemos quedarnos dando martillazos siempre en el mismo agujero, esperando que asome el topo
una y otra vez... Se trata de entender que -recordando a Lupasco- cuando actualizamos un valor, de
modo inmediato empezamos a potencializar otro diferente y aún otro más... como veíamos que
En este caso la dialéctica negativa característica de los valores estéticos nos hará saltar entre los
intersticios que vinculan los diferentes estratos. Así aparecerán valores que como los del grupo de lo
útil o lo funcional mediarán el tránsito de lo inorgánico a lo orgánico; valores como los relativos a
finalmente valores como los relacionados con lo emocionante o lo interesante en los que resonará el
Pero en ningún caso podremos detenernos demasiado tiempo en ninguna de estas divisiones del
valor, antes al contrario nos interesará ver cómo contando con las leyes de la estratificación 266 los
valores de lo útil o lo agradable podrán retornar en composiciones de valor más elevadas... pero no
servirán para explicarlas enteramente. Así la chaise longue de Mies mantiene su funcionalidad a la
hora de la siesta pero no es interesante para nosotros sólo por ser cómoda para echarse un sueñecito,
265EM1, pág 46
266Las leyes de fortaleza, antigüedad, indiferencia y autonomía expuestas en la sección 1 de este mismo volumen.
sino que seguramente cuando se expone en un museo se tomen en consideración otros valores más
Tal y como hemos visto en la primera sección de este libro, si en vez de colocar nuestras
valoraciones en los intersticios entre estratos, las encerramos en el espacio de uno u otro estrato
estaremos dando lugar a paradigmas teóricos de estrato único como pueden ser la iconología, la
gestalt, las estéticas evolutivas o las de la pura visualidad... todas la cuales aportan verdaderos
caudales de reflexión e inteligencia... pero lo hacen desde la carencia que supone el no contar con la
Esta correspondencia de los valores estéticos con las estratificaciones que organizan todo lo que
hay, ha sido algo conocido desde luego por los clásicos que, como Hugo de San Victor, sostenían
que el arte podía tener cuatro tipos de valor en la medida en la que se orientara a proporcionarnos
Pero sin detenernos en ninguna de esas decantaciones, puesto que si lo hiciéramos convertiríamos la
experiencia estética en uno u otro tipo de pesebre... y eso es lo que evita la policontexturalidad y su
dialéctica negativa, al hacernos derivar de las necesidades vinculadas a un estrato concreto a las que
suscita otro y otro más. No negando dichas necesidades sino haciéndolas ser parte de algo más
para que pueda emerger, o plantearse siquiera, otra necesidad de orden superior. Asimismo las
necesidades superiores deben reconocer su deuda con las inferiores so pena del más hipócrita de los
voluntarismos..
necesidades parciales derivadas de nuestra conformación estrati ficada sino que los integra y los
supera, yendo más allá y más acá del limitado campo de interés que se plantea en cada estrato.
Es Lukács quien de fiende explícitamente que se trata aquí de una suspensión del interés, no de una
supresión del mismo, siendo justo la suspensión táctica del interés propio de cada estrato la que
permite que se mani fieste en todo su poder un interés operacional hacia un estrato diferente,
267Hugo de San Victor, Didascalicon, P.L. 176 c.813. “Necessario sine quo quid esse non potest, commodum quod
prodest, aptum est quod convenit, gratum quod placet”
Así se entiende que el pleno desinterés no es, en modo alguno, una característica final o estratégica
un alcance táctico, permitiéndonos avanzar. Será en cambio algún tipo de interes salvaje, como
decía Adorno, el que nos hará entrar en el juego conjunto de todos los estratos: ahí radicará
precisamente lo estratégico.
Leonard Cohen
Ahora que hemos despejado el mal entendido que surge de otorgarle un rol estratégico al desinterés
estético podemos hablar con más calma de la relación entre los valores estéticos y las necesidades
que nos constituyen. Obviamente hay que descartar la mala inteligencia que nos lleva a creer que lo
estético sólo puede suceder cuando nos olvidamos por completo de las necesidades que tenemos
como seres humanos -como hombres enteros- y que impedirían con sus servidumbres que el arte
tomara vuelo y nos abriera a vivencias radicalmente diferentes de las de nuestra limitada vida
cotidiana. Siendo esto así, el arte y la experiencia estética aparecerían entonces no para ocuparse de
nuestras necesidades sino como un excedente que sólo podría manifestarse cuando dichas
Decimos que hay aquí una “mala inteligencia” porque bajo un enunciado que podría parecer de
sentido común se cuelan asunciones que no están ni mucho menos justi ficadas.
La primera de estas asunciones consiste en acotar las necesidades a lo más básico, como si el juego,
como de la sensibilidad estética que separaría a ambas netamente no sólo de la producción material
En lo que sigue nos comprometeremos con una comprensión más amplia tanto de las necesidades
Tanto Marx como Maslow pensaron las necesidades no como algo que pudiera satisfacerse o
colmarse, sino como dinámicas que se manifestaban a la vez como carencias y potencias, en la
Por su parte y como se recordará, Manfred Max-Neef organiza todas nuestras necesidades en nueve
grupos, nueve dimensiones de nuestra carencia y nuestra potencia que son comunes a todos los
momentos de la historia y todas las sociedades conocidas. Dichos grupos de necesidades pueden
En la EM1 tuvimos ocasión de exponer tanto estas nueve necesidades como los diferentes tipos de
satisfactores mediante los que podíamos dar cuenta de ellas. Una de las novedades que nos
permitiremos ahora será la de pensar unas y otros en función de las leyes de la estratificación que
hemos introducido en la primera sección de este mismo libro. Veremos entonces cómo las
necesidades, al igual que sucedía con las categorías aparecen relacionadas con los intersticios que
unen y separan los diferentes estratos, no encerrándonos en ninguno de ellos sino, más bien al
contrario, permitiéndonos entender la fluidez y los intercambios entre ellos. Con ello se calibrará
mejor el carácter emergente de las necesidades: esto es, las necesidades de un determinado nivel no
serán algo estático sino que aparecerán precisamente como condición de la emergencia y el reinicio
…..................... Social-Objetivado.........................
…...........................Orgánico..................................
…....................... Inorgánico..................................
Así subsistencia, protección y afecto, aparecerán como parte de la novedad óntica y categorial que
inorgánico en buena medida por incorporar esas tres necesidades absolutamente básicas que los
pedruscos no parecen tener en gran estima y que en cambio muestran todas las criaturillas vivas,
Otro tanto sucederá con el salto desde el estrato de lo orgánico al de lo psíquico en el que por
Por supuesto que además de ley de retorno, serán también de aplicación aquí todas las demás leyes
trasfondo.
Los sistemas estratificados en que consisten las poéticas y las obras de arte no deberían por tanto ser
percibidos como distribuciones pre-fijadas y estáticas sino más bien como organismos capaces de
Así cuando después de las guerras napoleónicas, el Antiguo Regimen convierta el neoclasicismo en
una forma academicista, hinchada y retórica de arte, toda una generación de artistas, de Wordsworth
preparando secretamente el asalto al mismo. Una buena imagen de ese asalto desde un repliegue
previo -ya fuera este voluntario u obligado- es el que nos enseñan las prácticas de arte feminista
cuando bregan por darle una relevancia política a lo que -hasta llegar ellas- se consideraba
meramente personal o las características del Queer Art al hacer estallar las relaciones demasiado
Estos choques de priorización de las necesidades y los estratos en los que enraízan serán una
constante recurrente en la historia del arte y el pensamiento estético... tal y como se deja ver en
todas las ocasiones en las que se ha transitado entre una “ars antiqua”, un “ars nova” y un “ars
subtilior”... o en cualquiera de las reiteradas “querellas” de los Antiguos y los Modernos: el bando
Evidentemente ambas partes aportan miradas para el valor legitimas y ambas, quizas no tan
…
Carácter situado.
consecuencia lógica de la estructura estrati ficada en que consiste toda obra de arte. La
policontexturalidad, por tanto, nos permitía pensar los valores estéticos sin convertirlos en
tiranuelos dispuestos a sacri ficar la consistencia de la obra de arte en tanto complejidad auto-
organizada, en tanto medio homogéneo dotado de una ambigüedad y una apertura radicales.
Ahora al dar cuenta del carácter situado de los valores, la segunda exigencia que debe incorporar
toda teoría del valor estético, será fundamental entender cómo se traman y se co-determinan
nuestros juicios de valor con la estructura misma de nuestra experiencia que resultará indisociable
de un concepto de saber que no renuncie a su parentesco con el sabor: sabio será aquí el el
divisador del valor, el sapiens en el primer sentido de la palabra: el «degustador». Es el que tiene
Un gustador que pondrá en juego no sólo el sentido de la vista sino que movilizará todos los demás
sentidos: el oido, el olfato, el gusto, el tacto e incluso lo que Brillat-Savarin admitía como un sexto
Para el adecuado despliegue de estos tipos de saberes será preciso que incorporemos aun otro
elemento que la noción clásica de la teoría como mera visión contemplativa nunca tuvo en excesivo
aprecio. Se trata de la temporalidad, la duración de la experiencia vivida que nos va revelando los
diferentes estratos presentes -como ahora sabemos- en toda obra de arte y toda experiencia estética.
Para entender cabalmente y en toda su vivacidad este saber inherente al carácter situado de los
valores estéticos quizá sea conveniente remitirnos a prácticas artísticas como las que llevan a cabo
los perfumistas270. Como es sabido éstos componen sus obras disponiendo las diferentes notas
olfativas a las que recurren de tal manera que el perfume irá desplegándose escalonadamente, dando
lugar al menos a tres oleadas diferentes que conforman la denominada pirámide olfativa.
En la vanguardia de esa disposición aparecerán las notas de salida o cabeza que se manifestarán de
269N. Hartmann, Ética, pág. 59
270En este punto es imprescindible reconocer las aportaciones de mi colega Isabel Guerrero, cuya investigación
doctoral he tenido el privilegio de acompañar.
modo inmediato tal cual apliquemos el perfume sobre la piel. Esta primera línea tiene como función
captar la atención de modo inmediato y prepararnos para lo que viene a continuación. Se trata de
notas olfativas que sirven como avanzadilla, como presentación del perfume, y que por ello suelen
ser notas ligeras y volátiles, potentes en su retórica de primer contacto, pero prestas a delegar el
protagonismo en un tiempo relativamente breve, que suele oscilar entre los 15 y los 120 minutos
como mucho.
Sea cual sea el caso, mucho antes de que esas notas de salida se hayan extinguido del todo hace su
aparición una segunda línea que contiene las notas llamadas de corazón. Aquí es donde -en la
mayoría de los casos- se va a dar el choque principal, aquí es donde nos la vamos a jugar
operacionalmente puesto que las notas de corazón son seguramente las que más nos van a mover y
las que lo van a hacer de un modo más especí fico. Las notas de corazón, por lo demás, pueden
aparecer mezcladas con las de salida en los primeros minutos... pero podrán luego perdurar por sí
mismos hasta algo más de seis horas. Si el perfume tuviera algo así como un núcleo, un Sófocles, se
hallaría en estas notas. Pero sólo podemos pensar en algo así como un centro si entendemos que
éste es del todo inseparable tanto de las notas de salida que nos lo anuncian como de las notas que le
siguen.
Y al igual que Sófocles no puede entenderse sin Esquilo, las notas de corazón no podrían sostenerse
ni explicarse sin apoyarse en una tercera oleada de despliegue: las notas de fondo que suelen ser
esencias que dan profundidad, como la madera, el ámbar, el almizcle o las especias. Como buenos
miembros de la tercera línea no se hacen notar hasta al menos un par de horas después de la
aplicación del perfume, pero son las que más tiempo perduran y las que dan una especie de base
retrospectiva -o retrosensitiva más bien- a los dos primeros estratos de la composición. Su cometido
Semejante procedimiento puede resultarnos de interés para entender mejor algunas de las
operaciones mediante las que recurrimos a valores estéticos, puesto que quizá suceda que algunas
apreciaciones de valor que resultan oportunas para una capa de la pirámide pueden bien no serlo en
otra capa. Así el valor de la discreción es un gran valor en las notas de fondo pero puede no serlo
tanto, o no serlo en absoluto, en las notas de salida que muy a menudo tienen otras prioridades y
consideración valores distantes e incluso contradictorios entre sí: ahora apreciaremos esto y luego
apreciaremos esto otro que es justo lo contrario y lo apreciaremos porque también el tiempo en el
Nada de esto nos extrañará si somos capaces de tramar esta heterogeneidad axiológica con la
variables que nos harán venerar diferentes cosas: Y si, en fin, conservo junto a la imagen de la
oscilación presente, el recuerdo de la oscilación que la precedía, ocurrirá una de estas dos cosas: o
yuxtapondré las dos imágenes... o percibiré la una en la otra, penetrándose y organizándose entre
sí como las notas de una melodía, de manera que formen una multiplicidad indistinta o cualitativa,
sin ninguna semejanza con el número: obtendré asi la imagen de la duración pura.272
Esta duración de la que hablaba Bergson organizaba y hacía resonar conjuntamente otra
estrati ficación, ya no una estrati ficación de la fábrica del objeto como hemos visto más arriba, sino
Una distribución experiencial muy similar a la de la pirámide olfativa será también la que
secuenciación de la experiencia del gusto que se apoyara también en tres órdenes diferentes de
El paralelismo con la pirámide olfativa es evidente si consideramos que la sensación directa -en una
clara analogía con las notas de salida- es el primer indicio que se origina por resultado del estímulo
de los órganos de la boca, durante el tiempo que permanece todavía sobre la parte anterior de la
La sensación completa -como sucedería con las notas de corazón- se compone del primer indicio
271 Tampoco hay que extremar el juego de sucesiones entre los tres grandes trágicos. De hecho y como ha destacado
George Steiner, hay obras de Euripides como Las Bacantes que resultan profundamente antiguas en su
planteamiento del sufrimiento y lo desmesurado del castigo.
272Henri Bergson, Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia, en Obras escogida. Traducción de José
Antonio Miguez. Madrid. Aguilar. 1963 pp. 123-4 . Citamos aquí a Bergon sin ser bergonianos. Podemos
acompañar a Bergson en la pelea por la especi ficidad de lo temporal frente a lo espacial, especialmente al dar cuenta
de los valores experienciales... pero igualmente querremos acompañar a Bachelard en su pelea por las Poéticas del
espacio, especialmente en relación a los Valores de estrato.
mencionado más la impresión que nace cuando se traslada el alimento y se coloca en la parte
posterior de la boca, in fluyendo así sobre la totalidad del órgano a causa de su sabor y fragancia.
Por último, entiéndese por sensación re flejada, lo que Brillat-Savarin llama con su air du panache
característico el juicio del alma, relativo a las impresiones que transmite el órgano del cual se trata.
Tanto esta estrati ficación experiencial como la de la pirámide olfativa recuperan el sentido de la
temporalidad y hacen que nuestras apreciaciones se atengan a ese marco. Pero habrá que ir algo más
lejos si queremos a finar más y distinguir mejor entre los valores que son más convenientes en los
Podría suceder que la distribución temporal de la pirámide olfativa o la organización del gusto que
expone Brillat-Savarin fueran consideradas algo tan anecdótico como relativamente anecdótica ha
sido la importancia de la comida o el perfume en la historia del arte occidental. El caso es que esta
misma distribución temporal podemos encontrarla en la base misma del concepto más importante
de toda la Estética del teatro, la danza y la música hindu, en la base del concepto de Rasa273.
Rasa signi fica “sabor” precisamente, y alude al proceso por el que experimentamos -como si fueran
sabores o perfumes- los distintos tonos emocionales y estéticos de las artes escénicas.
Como dice Richard Schechner: El Rasa es sabor, gusto; la sensación que uno obtiene cuando
tiempo, inmediatamente muchas veces, la nariz se halla también implicada. El Rasa es sensual,
Pero si queremos hablar del Rasa es preciso remitirnos al Natyasastra, el gran tratado clásico de
273El pensamiento estético basado en el Rasa ha sido ampliamente estudiado por pensadores como Chantal Maillard o
Richard Schechner, a quien aquí recurrimos... que lo han acercado a sus propias agendas para entender la razón
poética o la performatividad.
274Rasa is flavor, taste, the sensation one gets when food is perceived, brought within reach, touched, taken into the
mouth, chewed, mixed, savored, and swallowed. The eyes and ears perceive the food on its way—the presentation of
the dishes, the sizzling. At the same time, or very shortly after, the nose gets involved. Rasa is sensuous, proximate,
experiential. Rasa is aromatic. Richard Schechner, Rasaesthetics, pág 29
danza y dramaturgia de la India, equivalente en su importancia a la Poética de Aristóteles pero con
mayor vigencia que éste en su aplicación en las diversas artes. En dicha obra el Rasa aparece como
el resultado de la mezcla (sa yoga) de un estimulo determinante (vibh va), una reacción
inconsciente consecuente (anubh va) y una reacción consciente que toma la forma de alguno de los
Se trata por tanto también de una distribución temporal triádica en la que se diferencian y se
Podemos considerar que estos tres términos se solapan prácticamente tanto con los términos
empleados en la pirámide olfativa -notas de salida, de corazón y de fondo- como con los
re flejada... y serían desde luego buenos términos con los que aludir a las diferentes interfacies que
median entre estratos implicados en toda obra de arte: entre lo físico y lo orgánico, entre lo orgánico
Buena parte de la validez y el interés de estos términos se deriva en gran medida de que están
planteando una misma dialéctica: en ella lo general -el estímulo o determinante- se cruza con lo
singular -el consecuente o la reacción inconsciente- para dar pie a lo complejo: a las reacciones
El estimulo es lo dado, el paisaje efectivo del que partimos y que provoca en nosotros una reaccion
inconsciente -que puede ser de orden repertorial o disposicional- que nos llevará a una u otra forma
de autopoiesis para volver finalmente -como impone la Ley Modal Fundmental- a la simpoiesis del
paisaje en la cual pondremos en común una reacción consciente y susceptible de ser compartida.
Finalmente de lo que se trata también con esta inteligencia experiencial de los valores es de
subordinar mecánicamente unas a otras, evitando de paso el juego dualista que se limita a
contraponer o a oscilar entre una comprensión super ficial y una comprensión profunda de la obra.
momentos y matices de la recepción de una misma obra. Momentos en los que la hendidura del
trasfondo se dirige hacia nuestro propio interior poniendo de mani fiesto nuestra riqueza o nuestra
miseria sensible. Claro está que se puede tratar de una obra apresurada diseñada para un consumo
rápido y efectista que nos cautive mediante las notas de salida y que no tenga gran cosa que
ofrecernos luego en su corazón ni en su fondo. O también puede suceder que haya obras dotadas de
un gran fondo e incluso de un elaborado corazón pero que resulten torpes emisarias de sí mismas y
no logren captar nuestra atención, quedando postergadas como obras que nunca llegaron a alcanzar
la dedicación que quizá merecían. En ambos casos se trataría de diferentes torpezas compositivas
que no harán sino reforzar la idea central aquí: que el carácter situado de los valores estéticos no
puede sino hacerlos aparecer como el juego, como la interacción en el tiempo de sus diferentes
notas.
Es por eso que resulta especialmente fértil el hecho de que los tres momentos del proceso olfativo,
degustativo o del Rasa no se consideren como compartimentos estancos netamente separados. Las
notas olfativas o de sabor de unas y otras capas se mezclan en el tiempo, se dan la vez y se ceden el
paso, como en un baile, las unas a las otras y en esto consiste precisamente lo que da a cada
perfume o a cada obra de arte una especi ficidad, lo que diferencia una obra de otra reconociéndole
a cada una su propia coreografía, es decir el modo de relación especí fico mediante el que distribuye
posibilidad, como acabamos de ver. Ahí radica el modo de relación que rige la pirámide o el
diamante experiencial en el que nos buscamos y que como decía Julio Cortazar tiene una cualidad
parecida a la de un imán... atrae todo un sistema de relaciones conexas, coagula en el autor, y más
tarde en el lector, una inmensa cantidad de nociones, entrevisiones, sentimientos y hasta ideas que
vida, una dinámica que nos insta a salir de nosotros mismos y a entrar en un sistema de relaciones
275 Julio Cortazar, "Algunos aspectos del cuento" en Diez años de la revista Casa de las Américas 1960-1970, revista Casa de las
Américas, núm. 60, La Habana, 1970, pp. 180-185.
Serán los procesos de auto-organización de esta multiplicidad cualitativa lo que nos interesará
abordar en esta especie de geometría experiencial que, claro está, no puede ni debe restringirse a
perfumes. Antes al contrario, lo que se impone es la cuestión que nos podría lleva a indagar sobre la
cómo se trama nuestra experiencia en el cine, la música o la arquitectura, por citar sólo tres
¿Serán la presencia física de los actores, el vestuario y las acciones las notas de salida?
¿Darán los diálogos, el carácter de los personajes y la trama las notas de corazón de la pelicula?
¿Habrá en el cine elementos como la iluminación, la fotografía o la banda sonora que hagan las
Deberíamos en consecuencia dejar actuar la pelicula sobre nuestra sensibilidad, como dejaríamos
actuar a un perfume, dejar que vayan trabajando todos sus ingredientes al contacto con nuestra piel.
Esto es, será imprescindible usar la obra, como se usa un perfume. Habrá que llevar la obra puesta,
dejarla acompañarnos, dejarla sudar con nosotros de forma que se muestre en todo su espectro.
Algo parecido sucede cuando llevamos puesto a Odiseo, a Hamlet, o a Bartleby... y cada uno de
ellos muestra sus poderes en el momento más oportuno, como lo harían los cómplices de Medio
Pollito.
Claro que ahí es muy probable que la pirámide deje de ser pirámide y se convierta en cualquier otro
tipo de poliedro experiencial, en un diamante quizá, a partir del cual podríamos secuenciar y
apreciar con más fineza los diferentes niveles de valor que articulan la experiencia de una “unidad
tonal emocional” que era aquello que, según Lukács, confería su identidad a una obra determinada.
...
FOTO 16 tronco naranja
Carácter relacional
Hemos expuesto ya dos de los principios que organizan la pertinencia de los valores estéticos. El
caso es que aunque ambos se acoplaban perfectamente con la dinámica radiacional característica de
los procesos axiológicos, era fácil ver que en el primer caso -el de la policontexturalidad- se podían
aun rastrear con cierta claridad las peculiaridades del objeto juzgado, mientras que en el segundo
caso -el del carácter situado- nos fijábamos en la medida en que esa irradiación de los valores
Por lo demás -como hemos visto reiteradamente en la EM1- ninguna de estas polaridades nos vale
si comparece aislada... como tampoco sirve si se limitan a formar parejas mal avenidas cada uno de
cuyos miembros -como pasa en tantas parejas- tiende a ignorar o a menospreciar al otro.
Para evitar semejante situación, y darle vidilla a esa pareja potencialmente tan sosa, hablaremos
ahora de un tercer criterio al que llamaremos el carácter relacional de los valores estéticos que
convertirá a estos en una suerte de valores dimensionales. Éstos no se limitarán a ir y venir dentro
de ninguna polaridad como la del objeto y el sujeto, sino que apreciarán éstos y cualesquiera otros
elementos en su relación misma, en las dimensiones en las que dicha relación se hará efectiva.277
En concreto trataremos aquí de los valores relacionados con las dimensiones de la altura, la
Diferenciar nuestros juicios de valor en función de su relación con cada una de estas tres
dimensiones es de la mayor importancia puesto que en la práctica no sólo pueden dar lugar a juicios
del todo diferentes, sino que darán pie a vivencias distintas de una misma pieza.
Adelantemos que las dimensiones de la altura y la profundidad aparecerán cuando -en palabras de
emparentados), mientras que la dimensión de la anchura estará siempre relacionada con equilibrio
Para introducir adecuadamente lo especí fico de cada una de estas dimensiones así como de las
relaciones entre ellas vendrá bien poner pie en las páginas finales de la EM1. Éstas cerraban el libro
abordando un tema que, así de entrada, parecía un poco rarito para lo que se supone que era un
tratado de estética. El capítulo en cuestión se titulaba “Heroico apéndice” y daba cuenta -como su
nombre deja adivinar- de algunas modulaciones mediante las que nos es dado pensar las figuras de
el mismísimo Edward Lorenz- acaba poniendo de manifiesto el carácter fractal del mismo, de forma que las
distinciones más básicas: posible/necesario/efectivo vuelven a aparecer en las diferentes escalas.
277Habrá que recurrir aquí a un Atractor de Lorenz que otorgue un lugar modal a cada miembro de la pareja y
enseñará a ambos a bailar entre sí y con sus correspondientes modos negativos. Así lo repertorial-objetivo advertirá
desde cuan cerca le sigue la sombra de lo fetichizado. Lo disposicional-subjetivo, por su parte, tendrá que cuidarse
si no quiere transmutarse en lo arbitrario. Al cabo, y como es característico del pensamiento modal, se tratará de
deshacer la oposición dualista desdoblándola y reconociendo la legitimidad específica de los multiples trayectos y
equilibrios dinámicos que constituirán otros tantos “modos de relación”.
los héroes, las figuras cuyas hazañas y modos de hacer valoramos y exponemos como diferentes y a
Como decía Gracián, no ha habido héroe sin eminencia en algo. Y ese algo en el que cada héroe es
eminente lleva implícita una especí fica combinación de las dimensiones de la altura, la anchura y la
profundidad. Las dimensiones nos ayudarán así a entender el sentido en el que cada heroe despliega
Si volvemos a remitirnos a este capítulo de la EM1 es porque en él, especialmente en las páginas
dedicadas a las re flexiones sobre el héroe de Georges Dumezil, se adelantaba justamente una
primera propuesta de distribución de las dimensiones en las que se pone en juego toda mirada para
el valor.
Dicha distribución dimensional, que Dumezil remitía a la cultura religiosa y cívica de la antigua
Roma, nos presentaba tres modulaciones que se explicaban mediante las figuras de Marte, Jupiter y
Quirino... Tendríamos así tres dimensiones de lo heroico que se ejempli ficaban en las figuras de el
Estas tres figuras pondrán en obra tres dimensiones diferentes del valor, tres dimensiones opuestas y
modo muy claro en el trabajo de Gilbert Durand que, como Dumezil, dio en explorar el ámbito de
lo heroico y que también apostará por una tríada formada por las figuras que él denominó el
Podemos empezar a verlas constatando cómo las dos primeras figuras, las del guerrero y el
sacerdote, aparecerán tanto en Dumezil como en Durand como figuras más bien “autopoiéticas” 278,
puesto que cada una de ellas tomará una orientación única y muy concreta de la actividad humana y
Por el contrario la tercera figura, la del héroe del pueblo llano, el héroe cotidiano se de finirá desde
una lógica más bien “simpoiética” puesto que se tratará de una figura forzada a armonizar y dar
cuenta de toda una serie de acciones imprescindibles para su propio sustento, el de las personas que
dependen de él o de ella -normalmente dependen de ella- y por supuesto para el sustento de las
Ahí tenemos ya bien claras las tres dimensiones del valor: altura, profundidad y anchura.
278Palabro Alert: veáse a este respecto la Introducción para biólogos...
La dimensión de la altura del valor tal y como queda expuesta mediante la figura del guerrero nos
remite a una figura de carácter centrifugo, que persigue alguna forma de lo extraordinario mediante
una acción de separación o segregación, que podía llevarle a comportarse de un modo excéntrico o
discéntrico, que Durand cali fica de infantil e irresponsable incluso279. Llevando esta dimensión a la
cuestión de los estilos veremos -como dice Paul Klee- que aquí despierta el romanticismo en su
eleva sobre ella bajo el dictado de las fuerzas centrífugas, que triunfan sobre las fuerzas de
gravedad.280
sabio o el místico que como el guerrero persigue un único valor -o un grupo muy tramado de
valores- pero lo hace dotando a su búsqueda de un claro carácter centrípeto, que se caracterizaría
-dice Durand- por cultivar una acción asimilativa o unitiva, hallándose a cargo de preservar y
mantener vivo el repertorio de creencias y prácticas que mantienen cohesionada a una sociedad
determinada.
cotidiano, cuya máxima virtud es pelear en el paisaje concreto por la máxima integración de las
diferentes agendas y prioridades de forma que se pueda maximizar la vida en las condiciones más
realización simultánea de diferentes valores, no tiene más remedio que reunir y abarcar las
desembocan en la categoría modal de el paisaje como matriz de con flictos. Este tener que pechar
con lo que haya abocará a este tipo de héroe a trabajar con una lógica heterogeneizante, allí donde
Así esta partición funcionaba explícitamente para Durand como un dos más uno, puesto que nos
279Alcanzando, dirá Durand, a encarnar todo aquello que su sociedad misma teme y detesta. Esto se deja ver en la
figura del veterano de guerra y ahí queda la figura de Rambo, la de la primera película obviamente para verlo con la
claridad meridiana que suele aportar el cine menos pretencioso.
280 Paul Klee, Fragmentos de mundo, pág. 42
encontrábamos con dos figuras autopoiéticas-homogeneizantes y una simpoiética-heterogeneizante.
homogeneizantes, centrados como estaban en direcciones concretas del valor -lo centrífugo y lo
centrípeto, la guerra y lo sagrado- mientras que el héroe dramático -drama signi ficaba acción- en su
Como se recordará está distribución de dos más uno era justo la que encontrábamos en el
pensamiento modal clásico tal y como nos los restituyera Nicolai Hartmann en el segundo volumen
de su Ontología281. Era un dos más uno porque los modos relativos: la posibilidad y la necesidad se
En esa distribución se apoyaba la Ley Modal Fundamental, nada menos, que establecía el carácter
relativo de los dos polos homogeneizantes, el guerrero y el sacerdote que se muestran ahora como
absoluto del polo heterogeneizante, es decir del heroe cotidiano o el modo de lo efectivo.
Los grandes héroes, los grandes planes autopoiéticos de la posibilidad y la necesidad sólo se pueden
como vimos en EM1, reclamaba Brecht mediante aquellas Preguntas de un obrero ante un libro de
historia.
Por supuesto que la Ley Modal Fundamental en ningún sentido supone la subsidiariedad de los
modos relativos ni ningún tipo de determinismo basado en los modos absolutos. Simplemente
establece con claridad que la libertad -ya sea ésta de orden disposicional o repertorial- partirá
siempre de un paisaje dado y tendrá que desembocar en ese mismo u otro paisaje que será resultado
...
Por supuesto, cuando aludimos a estas dimensiones del valor no nos limitamos en absoluto a las a
las figuras concretas a las que recurren Dumezil y Durand. Las dimensiones del guerrero y el
sacerdote, llevadas a la Estética bien podrían corresponderse respectivamente con las del artista
281En la inteligencia de que ese “dos más uno” se duplicaba para abarcar tanto los modos positivos como los negativos
experimental y el artista consagrado, puesto que ambos -como es notorio- van “a lo suyo”, es decir
Estas dos dimensiones autopoiéticas a las que hemos llamado respectivamente altura -si se trata de
repertorial , tendrán un desempeño muy próximo a la figura que Lukács 282 denomina hombre
enteramente.
La tercera dimensión -la de la anchura- quedaría sin embargo mucho más cerca del hombre entero,
el artista de contexto283 puesto que todo artista por elevado o profundo que sea, es siempre e
Como se recordará284 el hombre entero y el hombre enteramente se hallan en una perpetua dialéctica
anchura a la trivialidad. Ser un hombre entero, comprometido con tiempos, personas y paisajes
concretos no quita que se pueda ser -con más o menos continuidad- un hombre enteramente para
explorar en altura o en profudidad, como una posibilidad o una necesidad, aquello que nos
corresponda, aquello a que aspiramos, por lo que enloquecemos lentamente... para luego volver a
ser un hombre entero, devuelto a la trama de cooperaciones y con flictos que le de fine, devuelto
282Algo de esta idea de Lukács hemos introducido, de la larga mano de Spiderman, en la pág. 256 de EM1.
283O mucho mejor el artista del arte peleaito como diría desde Sevilla el inmenso Curro Aix.
284Y si no se recuerda, puedo uno ir a la pág. 112 de la EM1
Flor que creces en el muro agrietado
te arranco de tu grieta
Desde luego que estas tres dimensiones del valor no son algo completamente aislado y solamente
válido para clasi ficar tipos de héroes o pensar el valor de las diferentes obras de arte. Al contrario,
estas tres dimensiones serán una de las características recurrentes más importantes en el equilibrio
y nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos como pueden ser las plantas. Tomaremos
ahora las plantas no tanto como metáforas sino como “organismos modelo”, asumiendo que de su
sistemas vivos. Las plantas , al igual que sucede con las poéticas no pueden nunca quedarse quietas,
Pues bien, en las plantas todo cambio o todo crecimiento se da a través de un tipo de tejidos
llamados meristemas, que toman su nombre del término griego , que signi fica "divisible".
Los meristemas, al igual que los artistas, albergan células no diferenciadas, en constante mitosis. Es
por eso que plantas y artistas tienen la capacidad de dividirse, produciendo todo tipo de tejidos
vegetales y poéticos a través de diferentes tipos de meristemas. Aquí nos fijaremos en tres
meristemas que nos ayudarán a pensar las dimensiones del valor que ya hemos introducido: los
285Flower in the crannied wall,/ I pluck you out of the crannies, / I hold you here, root and all, in my hand,/ Little
flower—but if I could understand/ What you are, root and all, all in all, / I should know what God and man is.
Los meristemas apicales están ubicados en las puntas de los tallos, y son por ello responsables del
crecimiento longitudinal.
Estos meristemas sin duda nos deben servir para entender la dimensión de la altura puesto que son
los que hacen crecer el extremo del tallo, alejándose del centro de gravedad de la planta,
Por su parte, la dimensión de la profundidad vendría a ser recogida por los meristemas radicales
que, al igual que los apicales, se alejan del centro de gravedad de la planta, pero lo hacen hacia
abajo, a través de las raíces, sujetando la planta al terreno y proporcionándole no sólo estabilidad y
resiliencia sino también inteligencia e incluso comunicación con otras plantas, como ya señalaron
intercalares que, situados en la base de las hojas, son los responsables de hacer más frondosa la
planta o la poética en cuestión. Y desde luego que toda poética necesita multiplicar sus hojas para
poder captar humedad ambiente y sobre todo realizar la fotosíntesis transformando materia
inorgánica en materia orgánica gracias a la energía que aporta la luz, sin esta transformación
ninguna de sus demás funciones, por vistosas que resulten podría suceder. Y ahí tenemos de nuevo
Comparar los heroes, lxs artistas o las dimensiones modales del valor con los meristemas de las
plantas nos gusta porque nos ayuda a entender que los procesos de apreciación, nuestros juicios de
valor son también diferentes formas de crecer o diferentes formas -si se pre fiere- de transformar lo
que hay.
Efectivamente nuestros juicios de valor modi fican el mundo, el nuestro y el de los demás,
286 Los Darwin publicaron su libro “El poder del movimiento en las plantas” en 1880 y aunque se vendieron de
inmediato unas 1500 copias, no se puede decir que la comunidad científica fuera muy receptiva a las revolucionarias
ideas de los Darwin. De hecho no será hasta ya entrado el siglo XXI que las conclusiones de los Darwin que
asemejan los vértices de las raíces con una especie de cerebro vegetal distribuido, serán tomadas en serio,
demostradas desde la neurobiología vegetal y utilizadas como inspiración para entender cómo funciona nuestro
propio cerebro, siguiendo la hipótesis de la “Thousand Brains Theory”, en la que han destacado Jeff Hawkins o
Subutai Ahmad, parte de su trabajo puede verse aquí https://doi.org/10.3389/fncir.2017.00081
privilegian unos aspectos de lo que hay y descuidan otros 287... esas orientaciones nos de finen y
decantan nuestra acción en un sentido u otro. Igualmente podría parecer -y así es en cierta medida-
que las agendas y los valores de cada meristema-dimensión se contradicen entre sí y recurren a
lógicas del todo diferentes. Pero al cabo, toda planta, como toda poética consiste siempre en una
determinada mezcla, un equilibrio dinámico en el que inevitablemente han de entrar los tres tipos
de meristemas o las tres dimensiones del valor, para dar forma conjuntamente a lo que venimos
llamando un modo de relación y que será clave para entender mejor los procesos de producción,
Hemos visto la diferencia y la inter-operabilidad de las tres dimensiones del valor en sistemas
mítico-heroicos y en los meristemas de las plantas. Podemos ampliar las referencias volviendo por
un momento a los términos que manejamos en la “Introducción para electricistas”. Allí veíamos
cómo una resistencia dotada de una gran anchura resultará menos exigente a la hora de imponer
esfuerzos al receptor, nos exigirá una formación menos especí fica o detallada y por tanto será
Esto es así porque como destaca Hartmann en la dimensión de la anchura tiene lugar un equilibrio
a favor de todos los valores que entran en consideración... No domina ningún valor concreto, la
altura del tipo es desplazada a un segundo plano en favor de su diversidad y riqueza internas289.
No es preciso que seamos complacientes, pero cuando nos movemos en la dimensión de la anchura
podemos bien arriesgarnos a perder filo, a perder de finición si con ello conseguimos abarcar un
Por supuesto el éxito mismo de las maniobras en anchura nos conducirá a echar de menos la altura o
287Algo de esta diversidad dimensional recoge Rilke cuando dice “Florecer desean ellos, madurar queremos nosotros
y madurar es ser algo oscuro y esforzarse sin tregua”.
288 Si tuviéramos que organizar el conjunto de las relaciones de oposición, colaboración e identidad final que
podríamos decir que las dimensiones modales del valor, al igual que los meristemas, organizan la acción de maneras
divergentes en un plano táctico, cooperante o colaborativamente en un plano operacional y de modo convergentes en el
nivel de lo estratégico. Para una exposición detallada de los planos de lo táctico, lo operacional y lo estratégico me voy
a tener que remitir a mi libro Arte de Contexto.
289Ibidem.
Para conjurarla tanto la altura como la profundidad tenderán a alejarse del centro de gravedad del
complexo en cuestión, aunque con ello es muy probable que disminuyan paulatinamente el número
Nada de ello importará a los partidarios de la dimensión de la altura, para los cuales es obvio que
El carácter y el sabor de esta altura del valor puede captarse enteramente en la a firmación tan
gozosa del Lukács más romántico, según el cual sería un imperativo de la ética que viviéramos sólo
en el nivel del estado de animo de más alto rango que hayamos experimentado jamás (aunque fuese
siquiera como una posibilidad), mejor dicho, en una prolongación hasta el in finito de ese nivel…
aquella situación constituye el verdadero contenido de la vida (el yo para sí) y lo restante el mero
fenómeno.
Para evitar los excesos de lírica insistiremos en que en ningún caso la dimensión de la altura se
Tal y como hemos adelantado al hablar de las figuras de lo heroico, en la Estética de Lukács, como
volverán una y otra vez a retomar contacto y complicidad con el hombre entero y la dimensión de
Finalmente y aunque sea cada vez más raro en la estética occidental moderna, nuestras poéticas
tendrán que desarrollar los meristemas radicales que les deberían proporcionar arraigo,
Vendría ésta a ser una dimensión que al igual que hace la de la altura tiene una misión muy
especí fica, sólo que en vez de procurar explorar divergencias y variaciones como hace la altura se
Esta dimensión -que en nuestra cultura había quedado un tanto relegada- ha sido recientemente
reivindicada desde las estéticas evolucionistas y adaptativas de Davies, Dutton y sobre todo de
la madre y los hijos nos proporciona las claves de la emergencia y la diferenciación de las
A estas alturas debería estar claro que si bien es posible abordar cada una de las tres dimensiones
del valor por separado, en su despliegue efectivo sólo podremos encontrarlas de modo impuro,
derivando de los dominios de una a los de otra, mezclando unas apreciaciones con otras y dejando
que nuestros juicios de valor, acaso inadvertidamente, se organicen por si mismos sin hacernos
demasiado caso. Cuando esto sucede, y sucede todo el tiempo, puede ser bueno -como hemos hecho
con los modos en la EM1- rastrear la aparición y el desempeño de sus modulaciones negativas.
Así, si hay experiencias de valor que remitan a la altura, la anchura y la profundidad de nuestra
experiencia estética, también las habrá que nos revelen bajeza, estrechez y super ficialidad.
Así habrá apreciaciones que serán a la vez anchas, altas y profundas como las que a algunos de
nosotros nos puede inducir la Odisea, el Quijote, o los westerns de John Ford. Estas apreciaciones
estarán vinculadas a experiencias muy anchas, muy promiscuas y poco excluyentes -cualquiera
puede leer el Quijote- y que además demuestran su capacidad para hacernos pensar, para
compromete.
Pero claro está -y aquí empezamos a introducir modos negativos- que también podemos
encontrarnos con apreciaciones que combinarán altura y profundidad no con anchura sino con
cierta estrechez, como podría pasar con los cuartetos de Shostakovich, o los poemas de Lezama
Lima... obras y experiencias en las que puede resultar laborioso introducirse, aunque luego, eso sí,
nos elevan a las alturas, nos proporcionan todo un mundo de referentes y una riqueza de matices
Un escenario diferente se hallaría en aquellas apreciaciones que resulten anchas -por su facilidad de
acceso y acoplamiento- pero que como podría suceder con un bolígrafo bien diseñado, una canción
ligera o una comedia entretenida no nos haga explorar ni en altura ni en profundidad, sino que
simplemente -y esto tiene su mérito sin duda- nos entretenga o nos resulte conveniente o cómodo.
En este cruce de dimensiones del valor será fácil que encontremos piezas muy notorias en su tiempo
por lo amplio de su aceptación pero que pasado un tiempo -su tiempo- quizás desaparezcan sin dejar
mayor rastro.
Otra situación algo más embarazosa es la que se producirá cuando nos encontremos con
apreciaciones de valor que no sólo resulten bajas y super ficiales, sino que además -como podría
suceder con un stand de ARCO o con algunos libros de Estética (ups!) sean también estrechas, es
decir que impongan unas condiciones de acceso realmente restrictivas pretendiendo ser piezas muy
exclusivas o excluyentes, que exigen mucho para darnos audiencia pero que luego muestran tener
muy poco que ofrecernos y que, en el mejor de los casos, aportan una cierta distinción a aquellos
que se han acoplado con ellas, que podrán presumir de haber visto o leído tal o cual cosa, aunque no
Este juego en negativo de los valores dimensionales es poco menos que irrenunciable si es que no
queremos pasar por alto una parte tan importante del conjunto de la producción artística y la
sensibilidad estética como puede ser todo el inmenso dominio de los disvalores estéticos: de lo
Una primera consideración debe partir de constatar -como dice Hartmann- que pertenece a la
esencia de todos los valores el tener una contrapartida, el dis-valor correspondiente; y lo que en
Quiere esto decir que cada uno de los disvalores en estética aparecerá asociado a algún valor puesto
que cada valor trae consigo el peligro de dar pie a una versión desmesurada -desaforada como diría
Quijote- de sí mismo que -ya sea por exceso o por defecto- convierte a ese valor en una especie de
tirano torpe que provoca problemas tanto en su propio campo axiológico cuanto en algún tipo de
complaciente... que nos llevará en volandas al kitsch más terrible. Y cuidado porque el kitsch no es
en absoluto lo contrario de lo bonito, sino una especie -tan bien intencionada como se quiera- de
exceso de preocupación por lo bonito, el resultado de una hegemonía inmoderada -en este caso- de
la dimensión de la anchura.
Otro tanto sucederá con las demás dimensiones del valor y otros valores estéticos, ya se trate de
valores de estrato o de valores experienciales, de forma que muchos otros disvalores podrán ser
pensados como otras tantas desmesuras en las que la excesiva e inmoderada atención concedida a
un valor o un grupo de valores acaba generando un área de disvalor específica... Así podría suceder
infraleve.
Y este carácter de área ciega es siempre el que nos otorga la marca de lo patético. Creemos ser
sublimes cuando estamos siendo papanatas, seductores cuando resultamos babosos y remilgados
Esos son los golpes que no vemos venir y son esos los golpes -lo dice Riddick que de esto sabe un
De esa especie de zona de sombra que proyecta cada uno es de lo que hablaban los clásicos cuando
atribuían a los héroes una especie de Ate294, una ceguera modal que les impedía ver venir la
reacción que provocan sus propios excesos, los dislates en que incurrían llevados de su hybris,
294 Homero que algo sabía de esto decía que Ate era la hija mayor de Zeus: la diosa enloquecedora que nos ciega a todos, y que el
mismo Zeus la expulsó del Olimpo después de que, en una ocasión, lograra cegarle incluso a él. (Canto XIX.106-158)
entendido como un orgullo específico de cada uno de ellos, o mejor aun de cada uno de los modos
Este hybris clásico no es pues más que el predominio inmoderado de una determinada vertiente de
Tanto Sun Tzu como Gracián advirtieron otra solución consistente, precisamente, en el arte de
cultivar y organizar visitas guiadas a nuestra propia area ciega. Pero ¿cómo podemos ver y hacer
Nos hará falta un diagrama que organice lo visible y lo invisible, un mapa completo de las materias
y las formas, de los estratos, las categorías y los valores. Y algo así: complejo, contradictorio y
transparente... es lo que nos puede proporcionar una de las herramientas que apenas empezamos a
explorar en la EM1 y que que inspirándonos en Gottard Günther y Rudolf Kaehr llamamos Teoría
de Diamantes.
...
Para poder exponer los disvalores estéticos como otras tantas variantes de diamantes rotos, estará
bien empezar dibujando un diamante bien acoplado y relativamente canónico. Algo así podríamos
Según el escritor ruso el arte puede definirse como una actividad en la que un hombre
sentimientos que él mismo ha experimentado, infectándoles con ellos y haciendo que también ellos
los experimenten295.
El diamante lógico que mejor describiría esta forma extremadamente canónica de relación estética
En él vemos cómo el acto de producción consciente genera un objeto estratificado mediante una
techne compartida con sus destinatarios. Este objeto estratificado -objeto como estructura y modo
Como es entrañablemente obvio, Tolstoi partía de una situación que se diría cercana al clasicismo
puesto que es privilegio de los lenguajes clásicos hacer que lo artificial parezca natural, que lo
magistral se presente como si fuera espontáneo y que todos los vertices y las facetas del diamante
entren en relación entre sí sin miedos ni estridencias aparentes. Así no hay tensiones excesivas ni
Eso sí, no podemos pensar tampoco que este diamante ni ninguna forma canónica de comunicación
artística puedan mantenerse indefindidamente en una posición estable, por entero al margen de las
fluctuaciones -los excesos y defectos- que inevitablemente acabarán por afectar a todos y cada uno
Podemos empezar considerando cómo afectan estas fluctuaciones al eje vertical central del
diamante. Este es el eje a lo largo del cual, como hemos visto, se produce el desdoblamiento entre el
y sentimentaloide una experiencia como el desacoplamiento que la puede volver agreste e incluso
hostil. Esto último es lo que sucede cuando el proceso de desdoblamiento del objeto se hace
demasiado largo y expuesto, como si se tratara de una caravana que se ha arriegado a atravesar sin
En el eje central del diamante se puede observan como hay partes de la caravana que se pierden,
otras que se vuelven atrás, son asaltadas o pierden bultos por el camino. En esos casos la conexión
del objeto -en tanto estructura y modo de ser- con el objeto en tanto grupo de valores se va
volviendo más y más problemática, mucho más en cualquier caso que lo que concebía Tolstoi o lo
Por descontado que esa distancia entre la obra como producto consciente y la obra como resorte del
que emergen proyecciones de valor será tanto más problemática cuanto mayor sea la altura de ese
eje central. En los casos en los que predomina la dimensión de la altura cuesta ver cual puede ser el
misma -tal y como quería Susan Sontag- sino que se vuelve más y más complicado que haya un
proceso de recepción estética capaz de producir una catarsis digna de ese nombre.
Podríamos pensar la consistencia de este tipo de relaciones estéticas mediante un diagrama al que
podríamos llamar diamante enrevesado o diamante apepinado si preferis las denominaciones más
horticultivadas:
Lo que nos muestra este diagrama es que el diamante se ha excedido en altura y en consecuencia la
refracción de la luz en forma de valor se pierde y no logra emerger y acoplarse con algún receptor.
En estos casos suele ser habitual que tengamos que limitarnos a apreciar la techné con la que el
artista ha producido el objeto estratificado o las cualidades formales de éste... pero poco más.
Este diamante aparece en escena en los momentos en los que ya no hay un repertorio claramente
quejaba Sontag- no podrá ser sino una maniobra de simplificación o directamente de cancelación de
Justo lo contrario es lo que sucede cuando se sacrifica sin miramientos la dimensión de la altura
como sucede en el arte de propaganda o en el kitsch, cuyos artifices están tan preocupados de no ser
entendidos que el diamante acaba colapsando no por un exceso de altura cuanto por un defecto de la
misma. Este sería un diamante adecuado a esa tesitura. Si el anterior diamante nos recordaba a un
pepino, éste tendrá más bien forma de nabo. Podríamos entonces llamarle “diamante nabal”:
y aunque su hechura es justo la contraria de la del diamante apepinado, su efecto es exactamente el
mismo, puesto que tampoco podremos esperar de él una refracción o una emergencia de valores
estéticos.
En este caso el Objeto estratificado -la forma- y el objeto axiológico -el contenido- quedan tan cerca
uno del otro que casi se confunden. Tan cerca quedan que aquí puede el artista caer en la tentación
de intentar configurar él mismo directamente el conjunto de valores -la moraleja- que desea suscitar
con su trabajo. Si sucumbe a esta tentación logrará sin duda asegurar que el “mensaje” que desea
transmitir llegue al espectador. El precio a pagar sin embargo será la cualidad artística misma de
No cuesta mucho observar que en los dos diamantes que acabamos de ver -el apepinado y el nabal-
sugieren dos diagnósticos para la obra de arte fallida en la medida en que puede ser lo tanto por
En ambos casos puede también apreciarse cómo el disvalor estético aparece siempre vinculado a
alguna especie de error de cálculo que convierte nuestras -seguramente loables- intenciones en la
Pero no serán estos los únicos disvalores que podremos obsevar al someter a tensión los vértices y
arranque mismo de la relación estética... aunque también puede ser que, como le sucedía a Cecilia
Jimenez, o como sucede programáticamente en el caso de la pintura naif e incluso en buena parte
del Art Brut, esta inadecuación de la tekhné surja un objeto estratificado completamente inesperado
que sorprenda tanto al artífice como a los posibles espectadores que se verán liberados del yugo de
una recepción estética cansina, atada a un objeto axiológico ya agotado y carente de sorpresas para
encontrarse en un proceso cuya aparición y potencia nadie había previsto y que les puede conducir
Este diamante nos muestra entonces que la genialidad se dará cuando esa techne inoportuna y
desviada logre, pese a todo, generar un objeto estratificado capaz de desdoblarse en un nuevo objeto
axiológico propiciando así una nueva poética y todo un nuevo ciclo de experiencias estéticas.
Por supuesto que también podría suceder -y me temo que sea lo más habitual- que esa tekhné
desplazada sea incapaz de producir un objeto estratificado del que acabe por emerger una nueva
poética. En estos casos el artista es demasiado soberbio para aceptar su papel como artesano, como
continuador de una poética establecida y demasiado torpe como para concebir la simiente de una
nueva poética.
Vemos así en un mismo diamante la soberbia, la chapuza y la genialidad. Y es por esto que nos
gustan los diamantes lógicos.
Finalmente y ya para ser del todo exhaustivos en la exploración de las tensiones a las que se puede
someter al “Diamante Tostoi” podemos ahora ver qué sucede cuando lo que entra en crisis es la
Nos encontraremos ahora con un diamante que predica en el desierto puesto que el objeto
Aparecen aquí una arte y una sensibilidad que están como exiliados en el tiempo, que son victimas
de un decalage temporal como el que tuvo que sufrir en vida un pintor como Van Gogh. En estos
pero las circunstancias del paisaje más peregrinas como pueden ser la ausencia de habilidades
sociales por parte del artista, o la inexistencia de canales de distribución adecuados, etc... provocan
esperable.
...
Mal, muy mal habríamos hecho nuestro trabajo si alguien concluyera de lo que hasta aquí hemos
expuesto que los diferentes disvalores estéticos son algo así como las mazmorras y pozos del juego
de la oca, que están ahí en su casilla esperando a que algún incauto caiga en ellas. Antes al contrario
las mazmorras son parte integral e irrenunciable del premio gordo puesto que -eso nos enseñan los
Así las cosas que ahora son altas, pasado un tiempo quizá resulten anchas y a su vez las anchas que
todo el mundo admite, pasado un tiempo se habrán convertido en parte de la arqueologia de nuestra
sensibilidad, serán profundas pero quizás se hayan vuelto estrechas y apergaminadas, resultándonos
No se trata por tanto, en ningún caso, de que haya “obras altas” y “obras bajas”, obras condenadas
Lo que nos enseñan los diamantes lógicos es que lo que hay son transformaciones, equlibrios
dinámicos entre aquello “contenido” en los diferentes estratos de la obra, las categorías mediante las
que intentamos conocerlos y los valores con los que organizamos las prioridades de nuestra
atención y nuestra acción. Todo ello dentro de una dialéctica que siempre amenaza con convertir en
excesivamente frágil lo que se aventura y se aleja demasiado y en volver rígido o pomposo lo que se
...
Por supuesto que algo de esto quedó expuesto en el pensamiento axiológico de Aristóteles que
organizó en gran medida su Ética partiendo precisamente de considerar que cualquier valor
tiránico. Por esto no quiso Aristóteles nunca destacar del resto ningún valor aislado en el cual
residiera la virtud en términos morales o el buen gusto en términos estéticos... sino que apostó
siempre por una u otra forma de crasis -de mezcla temperada- de diferentes valores. En esa
composición reside la profunda prudencia tanto de la vida ética como del buen hacer en términos
estéticos y se tratará siempre, claro está, no de una única composición sino de una multitud de ellas
que se desplegarán además en mayor o menor medida en cada una de las diferentes dimensiones
del valor que hemos introducido.
Finalmente hay que aclarar que haríamos muy mal en creer que con los valores se trata tan sólo de
emitir juicios como suelen hacer los críticos de arte y los entendidos, apreciando esto o
menospreciando lo otro. Para nada pueden limitarse los valores a acompañar -màs o menos
servilmente- nuestros juicios de gusto. El papel de los valores consiste siempre tanto en lo que
Lukács296 llamaba una preparación anímica a las nuevas formas de la vida como en el recordatorio
de todas las formas y modulaciones de la dignidad y la gracia que la humanidad ha sido capaz de
producir y articular a lo largo de su historia en las diferentes culturas artísticas. Nada menos.
Todo ello nos llevará de lleno hacia el tema de la belleza que abordaremos tratando primero de las
pequeñas bellezas, para movernos luega hacia la Gran Belleza y volver -de nuevo- a las pequeñas
bellezas.
...
Robert Musil
Con la honorable excepción de Sir Roger Scruton, a nadie le sorprende que la belleza haya dejado
de ser el valor central de lo estético. Hablar de belleza, incluso en minúscula, parece llevarnos de
cabeza a los gustos clasicistas del principe de Gales, al kitsch, a las cremas antiarrugas o -válgame
Y la cosa va a peor si nos fijamos en la Belleza con esa B mayúcula tan inapropiada en nuestros
minúsculos tiempos. Seguramente quepa concluir que la Belleza haya sido víctima del mismo
proceso de relativización generalizada que ha hecho caer de sus marmóreos pedestales a otros
momios tan tronantes y eméritos como los del Bien y la Verdad. Y el caso es que no es extraño que
los grandes referentes colapsen o al menos se relativicen hasta la inoperancia cuando habitamos
sociedades tan dinámicas como la nuestra, en las que los hitos morales, estéticos y políticos se
desvanecen delante de nuestros ojos, arrastrados por crisis cada vez más recurrentes y por nuestra
propia incapacidad de callarnos y quedarnos quietos. En ese tipo de escenarios todo lo que pretende
Por su parte la novedad cotiza siempre al alza, siendo como es un valor fundamental cuando los
advenimiento del capitalismo financiero globalizado nos hemos metido de lleno en la fase de
centrifugado, con la salvedad de que esta lavadora tiene cuchillas en el tambor y como no podía ser
de otra manera todas las prendas que habían dentro se han convertido en harapos y tiras. Y claro así
no hay quien se vista de seda ni quien diferencie el pijama del traje de los domingos. En lo que
queda de biosfera tan sólo somos reyes “de andrajos y remiendos” como dice Hamlet de Claudio,
base para tramar un repertorio. Todos los diccionarios que recogían la diversidad y la coherencia de
nuestros lenguajes se han convertido en fragmentos, en astillas. Y claro, las astillas sirven para
encender un fuego pero no para calentarnos ni mucho menos para sostener el techo de una casa que
nos pueda acoger. Esta deriva nos ha convertido a todos en homeless repertoriales o en el mejor y
más afortunado de los casos en eso que JRJ, sin bajarse de Platero, llamaba aristócratas de
intemperie.
Esta situación que pensadores como Zygmunt Bauman entendieron como característica de una
modernidad líquida, implicaría la imposibilidad de llegar a nada parecido a una repertorialidad que
Eso sí, matizando las distinciones de Bauman, sería pertinente evitar contraponer lo líquido a lo
sólido tal cual. Pensaremos mejor en la correlación entre flujos laminares y flujos turbulentos que al
fin y al cabo están presentes, en diferentes proporciones, en todas las formaciones sociales. Lo que
el capitalismo de crisis ha introducido como forma final de acumulación ha sido una creciente
reiteración de los flujos turbulentos y una creciente dificultad para dar lugar a flujos laminares que
Lo que quiero decir es que lo que se pierde en la sociedad líquida es la capacidad de alternar y
combinar flujos laminares y flujos turbulentos. Es esa capacidad la que ha permitido en la práctica
totalidad de las culturas estéticas la aparición, fluidez y relativa permanencia de una repertorialidad
que recoja los patrones que se reiteran y los trame de un modo minimamente coherente dotándoles
panorama del arte moderno y contemporáneo, cuyas certezas y coherencias han ido durando menos
cada vez, dependiendo todo del virtuosismo o la desfachatez disposicional de las sucesivas poéticas
y artistas.
En ese paisaje que podríamos considerar característico de la “autonomía moderna” 297 las poéticas
del romanticismo y la vanguardia no han tenido más remedio que pelear por un lugar al sol a base
de ser más provocadoras, más geniales, que las de sus inmediatos antecesores: así los pocos, aunque
vistosos, pasos que van del frac azul y el chaleco amarillo de Werther a la banana en la pared de
Cattelan estaban dados... y seguramente en su momento -y hará cien años largos de eso- estuvo
bien: los gestos epatantes de los románticos y los vanguardistas sirvieron en su momento para
sacudir las panzudas conciencias de la burguesía industrial y phinanciera, como diría Ubu ... pero el
caso es que ahora, entrado el siglo XXI, este tipo maniobras bananescas quedan cerca, demasiado
cerca, de un oportunismo cínico que se conforma con dar la nota y ser el rey del mambo en las redes
El caso es que a estas alturas, y al calor del cambio climático y la larga caravana de colapsos en la
297Palabro Alert: El concepto de autonomía moderna ha sido expuesto y discutido en La república de los fines, un
libro fundamental para la historia del pensamiento estético, lleno de conceptos clave y hallazgos geniales que, mira
tú por donde, he escrito yo. Os lo veíais venir, fijo.
que ya estamos metidos, ni al capitalismo le va a quedar ya mucho que acumular, ni nosotros
podemos ir yendo por ahí poniendo cara de Lautreamont. Esta especie de broma infinita en la que
se ha convertido una parte del arte moderno ya hace tiempo que ha dejado de tener gracia y será
Nos pongamos como nos pongamos, para ese ajuste de cuentas va a ser imprescindible volver a
pensar tanto el tema de las bellezas, las pequeñas, cotidianas y situadas bellezas... pero también, por
extemporáneo que pueda parecer, el tema de la Gran Belleza, aquella que una y otra vez nos pone
En todo caso nos encontraremos con que es imposible pensar la Belleza Grande sin recurrir a las
pequeñas y viceversa, pero vaya esto tiene su historia y menester será contarla.
Bueno será empezar constatando que ni la belleza ni la Belleza llevaron muy bien verse encerradas
en ninguna forma ni fórmula concreta. Como dice Roman Ingarden: “cuando comparamos la
belleza de un templo corintio con la belleza de una basílica románica o de una catedral gótica...
todas estas grandes obras son indudablemente bellas en el auténtico sentido. Su belleza es, sin
embargo, intensamente distinta; tan intensamente, que si se pretendiera reunir en una sola obra
Pese a ello o quizás a causa de ello fue perfectamente viable, tal y como explica Tatarkiewicz, que
durante más de dos mil años la belleza se concibiera de un modo a la vez unitario y plural: unitario
porque remitía a ideas como las de simetría, proporción, o equilibrio... pero plural porque nunca se
intentó negar que las diferentes prácticas artísticas procedían -de hecho- rompiendo las simetrías
Esto permitiría entender que más allá o más acá de las continuas variaciones de las pequeñas
298Roman Ingarden, Lo que no sabemos de los valores, Ediciones Encuentro, Madrid 2002, pág.14
bellezas, en las que cada cual exploraba diversos estilos, permaneciera el referente compartido de
una Gran Belleza, de una común aspiración a la coherencia y la adecuación -como pedía Hamlet a
los actores- de la acción a la palabra y de la palabra a la acción. Una Gran Belleza que no tenía
entonces porqué ser una especie de ideal supremo y acartonado, sino una proporción, una
valores... un principio irrenunciable por lo demás, para cualquier poética capaz de funcionar como
un sistema auto-organizado.
Insistiendo, claro está, que hay muchas, muchísimas variantes de auto-organización. Por eso la Gran
posibles y a su vez les daba juego, el juego específico de cada una de ellas. Así sucedía que como
las modulaciones estilísticas de los ordenes dórico, jónico y corintio sabrían poner en juego
Otro tanto sucedería con toda la música antigua en la medida en que se organizaba, y eso explica las
rabietas de Platón, según diversos y múltiples modos: dórico, jónico, frigio, lidio, mixo-lidio etc
compartido de la Belleza.
Según Tatarkiewicz, esta inteligencia de lo posible y lo necesario, esta comprensión plural y sin
embargo sustantiva del arte y la belleza aspira a engendrar comunidades categoriales y de gusto en
las que nos podamos reconocer. Y ésta ha sido la inteligencia predominante en el ámbito del arte en
Esta Gran Teoría, según el historiador polaco, fue iniciada por los pitagóricos en el siglo V antes de
Cristo, se mantuvo vigente con variaciones y ligeros retoques durante toda la Edad Media, fue
sostenida durante el Renacimiento y aguantó a pie firme hasta bien entrada la Ilustración. Más de
dos mil doscientos años, no está mal.
Podría pensarse que la crisis de la Gran Teoría se debió a que de repente los gustos modernos
mostraron tener mayor complejidad y mucha más sofisticación que todo el arte producido en los dos
milenios anteriores. Pero sin duda haría falta una buena dosis de soberbia moderna para creerse esa
explicación: es difícil sostener semejante tesis a la vista de las variaciones y las multiplicaciones del
gusto que también se dieron entre la Era de Pericles y la Ilustración, nada menos, y que no lograron
hacer zozobrar la Gran Teoría. Hará falta algún otro tipo de cataclismo para poder dar cuenta de una
Es innegable que la transición hacia el capitalismo y el estado moderno trajo consigo toda una serie
de inéditos y vertiginosos cambios sociales, económicos y políticos 299. Los modos de producción y
de vida de la Europa rural se vieron completamente trastocados y en apenas 100 años cambiaron
más cosas que las que habían podido cambiar en los últimos diez milenios.
Esta Gran Transformación, como la llamó Polanyi, convirtió en crónica la dificultad de organizar y
mantener conjuntos estables de valores estéticos, o de cualquier otro tipo, capaces de reformularse y
adaptarse a las inevitables variaciones y ajustes que se exigen siempre de cualquier sistema
axiológico. La reacción ante tal grado –hasta entonces desconocido- de inestabilidad, desarraigo y
fragmentación, fue la orientación hacia una cultura estética claramente escorada hacia lo
episódico porque en gran medida no había otra opción: no había casa donde volver, ni repertorio
compartido al que remitirnos. Así las cosas, el arte en el que bailaban juntos necesidad y
posibilidad, o la Gran Belleza y las pequeñas bellezas... dificilmente podría ser cultivado ni mucho
menos apreciado. Este arte que lograba construir islas de compresión en un oceano de tensión300
299Incluyendo el abandono y el vacíado del campo que en términos estéticos han estudiado y vivido desde dentro
autores tan fundamentales como John Berger.
300 Pido prestadas aquí sus palabras a Buckminster Fuller que, lo supiera o no, hablaba de belleza al usarlas.
seguiría existiendo pero quedaría fatalmente desplazado en nuestra inteligencia de lo estético que,
en adelante y en esto marcharía al unísono con el resto de la sociedad, quedaría limitada a los
juegos del hambre de lo disposicional. Sin necesidad de ponernos elegiacos es fácil observar cómo
la llegada de la modernidad capitalista “liberará” o más bien sacará al mercado nuestros talentos y
capacidades, nuestras disposiciones, pero a la vez nos instalará en la más desacoplada de las
precariedades y hará cada vez más dificil que podamos sedimentar y compartir un repertorio digno
de ese nombre.
Expongo esto aquí porque creo firmemente que esta Gran Transformación, este desacoplamiento
del que luego hablaremos con más detalle ha sido uno de los factores cruciales en el ocaso de la
Belleza como referente compartido por las diferentes poéticas y modulaciones del estilo. 301
Sea cual sea el caso vamos a dejarnos de lamentos y vamos a plantearnos en qué medida el
pensamiento modal nos puede ayudar a recuperar una noción fuerte y significativa de Belleza que
no tenga que renegar -obviamente- de todas las bellezas aportadas por la producción artística de los
Hemos visto cómo mediante las categorías modales de lo disposicional y lo repertorial, tal y como
Emprenderemos ahora la maniobra para entender ese mismo juego desde la trama de estratos,
En griego belleza se decía Kallós que deriva del verbo Kaleo302 que,a su vez, significa llamar,
invitar. Parecería entonces que cada belleza es un llamado, un atractor que recluta y organiza las
301Otro libro absolutamente crucial e impresincidible a este respecto y también -qué se le va a hacer- escrito por mi es
Desacoplados, Editorial UNED, 2017
302Pseudo Dioniso, De divinis nominibus, IV, 7: También porque llama (kaloûn) a todas las cosas hacia sí, por eso
recibe el nombre de belleza (kállos). Citado en Tatarkiewicz, HE II, pág. 36
Y si algo ha generado consenso entre los pensadores de la antigüedad, los medievales y buena parte
de los modernos es que ese llamado en que consiste la belleza no se dirige a una parte específica y
aislada de nuestra sensibilidad, sino que invariablemente no sólo se apoya en una pluralidad de
estratos sino que moviliza y coordina a una pequeña multitud de categorías y valores estéticos.
Esto lo que sostiene Jorge Santayana cuando se atreve a definir la belleza precisamente como una
cooperación de placeres, una coreografía o una pelea de boxeo en la que coinciden con armonía y/o
en conflicto diferentes estratos, categorías y valores de tal manera que si bien todos ellos
contribuyen -con esa cooperación- a la belleza, ninguno de ellos puede por sí solo pretender
Con ello no hace Santayana sino reformular en un lenguaje más actual ideas tan brillantes como las
que en su día sostuvieron pensadores como Duns Scoto, para quien la belleza no era una cualidad
absoluta de un cuerpo, sino el conjunto de todas las propiedades que el cuerpo posee…así como el
En esto seguía a Agustin de Hipona que ya había sostenido anteriormente que toda belleza es una
relación, evitando el peligro de simplificar y reducir la belleza a alguno solo de los placeres que nos
antiguo.
Así pues de Aristóteles a Plótino la belleza era una relación objetivamente existente entre las partes
del objeto que sólo gracias dicha relación existía, una relación que nos habla del cumplimiento o
refinamientos de la Gran Teoría no se dejó de avanzar en esa dirección. Así, por ejemplo, Basilio
Magno sostuvo que la belleza no tenía que limitarse necesariamente a una relación entre las partes del
objeto, sino que cabía pensarla también como la relación que existe entre el sujeto y lo que éste
contempla. Vitelio también mantuvo este carácter relacional y disposicional para explicar la evidente
diversidad de gustos: al objeto de contemplación se cruzan siempre los hábitos que forman el carácter,
303Duns Scoto, Opus Oxoniense I, q. 17. Citado por W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, vol. II, Barcelona, Akal,
1989, pág. 289
e l propius mos, la costumbre característicamente propia de cada cual. En este sentido, la belleza
pertenecería tanto al objeto como al sujeto, volviendo a nuestros términos, sería inherente al modo de
relación que daba efectividad a ambos al abarcar tanto “lo relacionado” como “lo que relaciona”.
El peligro acecha siempre que pretendamos congelar dicha relación o más bien extirpar y considerar
Ese es justo el peligro que bordea Roger Scruton 304 cuando expone su clasificación de cuatro
No es difícil constatar en cada uno de estos cuatro ordenes la hegemonía inmoderada de cada uno
de los cuatro estratos305. Y desde luego es obvio que no podremos asumir que ninguna de esas
bellezas por separado, ni tampoco admitiremos que ninguna combinación concreta de ellas, pueda
Este mismo peligro conjuraba Hartmann cuando sostenía – con evidente picardía filosófica- que si
en vez de fijarnos en el proceso a lo largo del cual se da esta cooperación de placeres, esta apta
partium coniuctio306, nos fijamos en algún momento aislado del mismo, puede bien suceder que se
produzcan ciertas confusiones, puesto que en la vida estamos acostumbrados a llamar "bello"
incontables cosas: a lo que sólo es útil para algo, a lo que hace gracia, a lo agradable, o también a
lo moralmente "bueno"307.
Sabemos pues que ni la belleza, ni mucho menos la Belleza, están en este o aquel placer o en este o
diferentes modulaciones mediante las que se organiza el libre juego de las facultades que ya Kant
Tendremos ahora que ver cómo la pensaremos, si pretendemos como dice Hartmann- mantener lo
"Bello" como valor fundamental estético universal y subsumir bajo ello todo lo logrado y eficaz
artísticamente308.
En lo que sigue consideraremos la belleza como un óptimo modal, es decir, como el máximo grado
En esto ha sido muy militante el físico teórico y filósofo David Bohm para quien es signi ficativo
constatar que en la antigüedad, la palabra “medida” signi ficaba límite. En ese sentido podía
decirse que todo tenía su medida apropiada. Por ejemplo, se pensaba que cuando la conducta
humana iba más allá de su medida-límite el resultado sería trágico, y esto es lo que mostraba el
drama griego. La medida y la mesura eran consideradas como algo esencial para entender que
pudiera ser lo bueno. No en vano el origen de la palabra “medicina” es el verbo latino “mederi”
que signi fica curar y que comparte raíz precisamente con modo y medida. En consecuencia, estar
sabiduría equivalia a la moderación y la modestia (cuya raíz común es la misma raíz que nos da
medida y modo) validando la idea de que el sabio es aquel que mantiene todo en su justa medida.
Para ilustrar este signi ficado de la “medida” en física, podríamos decir que “la medida del agua
está entre cero y cien grados”, es decir, la medida nos proporciona los limites de las cualidades o
Será gracias a esa correlación entre forma, proporción y modo de relación que podremos entender
cabalmente el pensamiento antiguo y medieval que nos orientaba a buscar belleza en la forma de
también “speciosus” que deriva de especie o forma310. Y no tiene porqué haber en ello ninguna
especie de trampa sustancialista: la palabra latina species, procede de la raíz indoeuropea spek que
significa observar y que vincula la noción de especie y lo específico con aquellos rasgos comunes
entenderemos que más allá de las especies biológicas o las platónicas, podremos seguir in-
ventando, es decir encontrando especies, a las que para evitar confusiones llamaremos modos de
relación. Este nos parece un buen término teórico para aludir a las especies en lo estético, puesto
que eso son todas las poéticas: modos de relación característicos. Toda belleza será así una función
conspiratio partium era -como ya hemos adelantado y como seguiría defendiendo Schiller mucho
más tarde- la capacidad de darse a sí misma su propia norma, estableciendo las específicas pautas
Los modos de relación estéticos consistirán en las diferentes proporciones que rigen cada proceso
puede apreciar a través de la forma. Por eso dirá Buenaventura que todo lo que existe tiene alguna
forma, y todo lo que tiene alguna forma posee belleza311: de ahí vendrá nuestro vocablo “hermoso”,
de lo “formoso”, de lo que muestra de manera óptima una forma determinada. Sabiendo que esa
específica forma no se corresponde con ninguna esencia caída del cielo o emanada del mundo de las
ideas. La forma aquí es la que corresponde a la coevolución de las criaturas y los lenguajes, al juego
Se reconoce así a cada obra de arte una fisonomía concreta de manera, dice Raymond Bayer, que
cada perfección hace del arte un ser único 312, concreto... pero no se trata de una concreción
310Forma est pulchritudo omnis rei,...Ideo etiam pulchrum alio nomine vocatur speciosus a specie sive forma. Ulrico
de Estrasburgo, De pulchro, citado por Tatarkiewicz, Historia de la Estética, tomo II pág. 257
311Buenaventura citado por Tatarkiewicz, pág 249
312 Raymond Bayer, Historia de la estética, pág. 107
cualquiera, sino de una concreción modulada, ordenada de tal manera que revela lo mejor de sí
misma, lo más potente y lo más potenciador del modo de relación en que consiste, de la crasis
En el despliegue de todo modo de relación hay medida y hay exceso, la dosis y orden específico de
exceso que cada criatura o cada poética es capaz de asumir. Por eso, para Pseudo-Dionisio, la
contención, a los límites internos de cada poética o criatura, mientras que el esplendor alude a la
Esto nos proporciona la clave de la recurrente idea de perfección tan largo tiempo asociada a la
belleza. De nuevo y también aquí no se trata –claro está- de una Perfección generalizable o
absoluta, válida para cualquier criatura u objeto, sino de una perfección humilde, un dar algo por
acabado así sea provisionalmente porque nos parece que ha llegado, no a ninguna especie de
destino final o de objetivo pre-estableido, sino que simplemente ha llegado. Una perfección
entendida como el frágil y siempre dudoso momento de cumplimiento de cada específico modo de
relación. ¿No es esto lo que experimentamos a cada momento en nuestras propias vidas y en las
relaciones en las que entramos? No es eso lo que le pasa a ese personaje de John Berger 313 que
cuando ve reír a su amada piensa: Cuando se ríe somos más altos que nadie....
Perfecto aquí no es por tanto lo que se asemeja de modo servil a ningún ideal ajeno o impuesto.
Perfecto propiamente es todo aquello logrado, todo aquello que haya cumplido íntegramente su
propio ciclo, habiendo producido su propia medida haciendo coincidir -así sea por un momento- su
posibilidad y su necesidad, así como el equilibrio de estratos, categorías y valores que lo carateriza.
Atisbos de esta relación -nunca exenta de tensiones- de la belleza con lo específico logrado, su
la cualidad de lo plenamente llegado- para entender la belleza como «idea visible de la perfección:
sichtbare Idee der Vollkommenheit, en el caso del pintor o de modo muy interesnate en Mendelsohn
como una especie de figuración confusa de la perfección -undeutlich Bild der Vollkommenheit. Y es
interesante porque nos ayuda a entender que la Belleza siendo una expresión de lo logrado no por
ello puede quedar inmovilizada ni dejar de estar sometida a tensiones. Para todo el pensamiento
clásico esto se dejaba ver mediante el momento de la aristeia, del máximo logro de uno mismo y de
su curso de acción característico. Aunque por supuesto la aristeia siempre se situa en un territorio
ambiguo, puesto que es a la vez cenit y amenaza de declive: la aristeia en su apogeo se asoma
siempre a sus propios límites, a las lindes de su propio exceso a partir del cual la belleza puede bien
Así las cosas, tanto las pequeñas y evanescentes bellezas de lo disposicional como la gran belleza
de lo repertorial serán hitos de los procesos de auto-organización que rigen las diferente poéticas.
Queremos ahora entender cómo funciona todo esto cuando se halla contenido, plegado -como diría
Deleuze, rico en ardides- en un medio homogéneo… Para ello pasaremos de los diamantes lógicos a
Considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay
Este es un libro sobre la relación estética y sabemos que no puede haber “relación” alguna si no
Hemos ido estudiando la medida en que nuestras prácticas artísticas y nuestras experiencias
estéticas suceden a partir de “lo relacionado”: tramas de estratos, categorías y valores que se
reclaman y se discuten unos a otros mediante “lo que relaciona”, es decir mediante la tabla modal
así como la efectividad y la inefectividad...a través suyo hemos visto entrar en acción lo repertorial,
Hemos visto que dichas tramas tienden a decantarse formando modos de relación: figuras
reconocibles, dotadas de patrones que se reiteran y en los que nos perdemos y nos reconocemos.
De eso va la estética a todo esto, y en esto se halla su radical relevancia al permitirnos percibir y
Adorno, en que éste se ponga a arengar. En el fondo se tratará de entender cómo cualquier modo
de relación construye y cuida su propia forma de atención, una forma de atención que podemos
llevar a nuestras vidas, de manera que el arte y la sensibilidad no se vean condenadas a ser algo por
Pero no lo tenemos fácil, porque el tipo de inteligencia que hemos desarrollado en la modernidad
nos ha proporcionado una mirada muy poco adecuada para dar cuenta de la producción artística y la
experiencia estética.
Muy a menudo las diversas teorías y escuelas, incluso las más notorias, se han comportado como
No quiero con ello decir que Panofsky, Arnheim o Danto hayan ido por ahí bramando y comiéndose
gente, me re fiero más bien a que en su pensamiento había algo que tendía a reducir la complejidad
de lo estético a lo que su único ojo podía ver. Y eso se compadecía mal con el hecho de que -como
hemos constatado- buena parte del enigma de la experiencia estética deriva tanto de su composición
de múltiples estratos, categorías y valores, como su darse en el paisaje a partir de las lógicas de lo
Así las cosas no era de extrañar que los cíclopes estuvieran rabiosos y que cuando -como homéricos
excursionistas- nos metíamos en sus cuevas acabáramos convertidos en pincho moruno... nosotros y
Es por eso que ya en la EM1 hemos ido en busca de sistemas de presentación que -como los
atractores extraños, los diagramas de Maxwell o los diamantes lógicos- nos permitieran una especie
sistemas formales que llamamos poéticas, cuya “verdad” no consistirá en una determinación cerrada
sino en el juego entre una necesidad y todo un campo de posibilidades -amplitud de probabilidad
le llamaba Feynman- que forman juntos un espacio de fases, un terreno de juego en el que
movernos, dentro del cual podemos andar en verdad -como decía también Santa Teresa- y en el que
aprenderemos y experimentaremos mucho más y de una manera mucho más generosa de lo que
cíclope y su ojo solitario, sino más bien al que nos proporcionan -ya que estamos con ojos- las
mariposas que cuentan nada menos que con unos 30.000 ojos, cada uno de los cuales tiene nueve
células fotoreceptoras y su propio nervio óptico. Me parece importante considerar cómo ven el
mundo todas estas criaturas, cuyos ojos no sólo son compuestos, como deberían serlo los de
cualquier estudioso de la Estética, sino que tienen facetas abombadas y están dispuestos de tal modo
que cada uno puede mirar en una dirección ligeramente diferente. Esto permite a la mariposa -entre
otras criaturillas- percibir simultáneamente un mismo movimiento desde miles de sitios a la vez,
A ese tipo de inteligencia, sin duda alguna, debería aspirar la estética. A esa inteligencia y a la que
supone el hecho de que es con esos ojos, duros y estriados, con los que la mariposa logra romper el
menester -eso siempre va bien- como para ser capaces de ver la obra de arte a cámara lenta, como
la ven ellas y como un medio homogéneo practicable pero indecidible porque no nos podemos
quedar con ninguna de las imágenes parciales que nos llegan sino que tenemos que ser capaces de
las figuras lógicas de los diamantes, especialmente si hacemos que trabajen como si fueran prismas
de Newton, capaces de recibir por un lado la luz blanca que aporta cada artista o poética mediante
sus operaciones categoriales... y de emitir por el otro lado la gama de refracciones a cuya luz
apreciamos las obras y emitimos juicios de gusto. El caso es que el dibujo parece más adecuado
para una discoteca de los 80 o una peluquería New Age que para un libro de Estética tan serio como
justo las tres secciones en las que está dividido este libro: en el centro -con aspecto de diamante-
conflictos.
Por la izquierda se aprecia la luz blanca que como nuestras categorías, converge en el objeto,
cognitivo.
Y por la derecha se deja ver el espectro cromático producto de la refracción que, como lo axiológico
irradia, como tantas otras posibilidades que salen de la obra e inevitablemente se alejan de ella y de
Y conviene tener presente que aunque esas tramas tiendan a formar -como los diamantes- medios
extraños, llamados “inclusiones”. El caso es que no sólo no hay diamantes ni obras de arte
inmaculadamente perfectas, sino que parece que parte de su grandeza reside precisamente en saber
sacar partido de todas esas impurezas: huellas de conflictos pasados que no dejan de resonar en la
obra, amenazando con volverla inefectiva, contingencias que se han colado sin pedir permiso
a la obra. Un diamante perfecto, pura necesidad sin impureza alguna sería sólo luz, es decir muerte.
Algo de esto ha recogido Bertold Brecht en su breve ensayo póstumo sobre la escultura, en el cual
sostiene que para la nueva escultura -estamos a finales de los año 60- los artistas no entienden que
el modo de relación a tratar tenga que ser algo armónico, sino que tienden a concebirlo como una
cosa contradictoria y consideran su deber, no el eliminar de sus rostros tales contradicciones, sino
el representarlas. Un rostro humano es para ellos algo así como un campo de batalla sobre el que
libran entre sí fuerzas opuestas una eterna lucha, una lucha sin conclusión. En todo caso y con ello
se plantea el carácter dinámico del medio homogéneo no se trata que de tal manera venga a faltar la
armonía: las fuerzas que combaten acaban por equilibrarse; así como un paisaje puede estar en
La segunda característica común a los diamantes y los modos de relación de los que se ocupa la
estética, es que cada átomo o cada operación categorial que participa de su formación está
vinculada, enganchada a otras por enlaces covalentes muy fuertes y muy cortos315. A esta cercanía
de los enlaces se debe la extrema dureza del diamante316.... y a ella misma se debe también la
relación.
En tercer lugar hay que decir que el diamante se forma a través de la repetición y el apilado de
cuestión no es que “tenga” esas tres dimensiones -como las tiene este libro o todo hijo de vecino
tridimensional de los de toda la vida- sino que tanto el diamante como el modo de relación en
cuestión serán capaces, como hemos visto en el capitulo anterior, de ponerlas en juego según una
proporción característica, una proporción que le permita producir su propio valor, que la pueda
complejidad estratificada,
Ahí queda resumida en tres líneas este libro y la consistencia misma de los modos de relación con
Dicho en los términos que manejaba Feynman estaríamos ante la noción de acción entendida como
directamente proporcional al transito entre energía potencial y cinética y el tiempo que ocupa ese
tránsito. Como es notorio, la ausencia de uno solo de estos tres rasgos impide el desempeño del
Vamos ahora a elucidar cada una de esas tres características en las que, como es obvio, resuenan
….
Empezaremos por la efectividad que siempre es, como decía Hartmann, un complexo. Esto supone
que la homogeneidad del modo de relación comparece siempre estratificada, formando capas que
Podemos seguir ciñéndonos a la figura del diamante y considerar que los diamantes después de ser
317 Por ciert que la enumeración de estos rasgos nos da un buen punto de vista para discernir la distancia entre lo
estético y lo ético-político: el objeto de análisis tanto en lo ético como en lo político suele más bien ser una
heterogeneidad estratificada; a su vez se invierte completamente la orientación modal de las categorías y los valores,
puesto que en lo ético-político se buscará coherencia en lo axiológico y se dará por buena la pluralidad categorial.
tallados nos ofrecen también cuatro estratos: la tabla, la corona, el filetín y el pabellón:
En la parte superior encontramos la tabla que es la parte más visible, más evidente del diamante. Es
lo primero y lo último que se ve de un diamante siendo, igual que sucede con el estrato de lo social-
objetivado, una especie de interfaz por el que el diamante o la obra se muestran al mundo.
Inmediatamente por debajo aparece la corona con sus múltiples facetas, que como sucede con el
El filetín, como el estrato de lo orgánico, es el borde que separa la obra viva de la obra muerta318.
Finalmente por debajo y por detrás de todo está el pabellón en el que reposan y del que dependen
todos los procesos de refracción puesto que éste debe estar tallado con las proporciones justas para
La proporción y el relativo (des) acoplamiento entre estos cuatro estratos determinará en cierta
medida el carácter y el alcance mismo de cada obra o experiencia. Y digo en cierta medida porque
evidentemente para que los estratos de diamante puedan hacer su trabajo será preciso que el artista o
interacción entre este quehacer categorial y la distribución de los estratos dependerá cómo dé en
circular la luz dentro mismo del diamante, moviéndose de una faceta a otra como si estuviera
atrapada en una multidireccional catarata de espejos, recogiendo y despidiendo finalmente la luz por
la tabla y las facetas superiores del diamante. Como sucede en cualquier modo de relación,
descuidar el juego de las propociones provocará que la luz se pierda, y que la cosa no tenga el
318 Como sabe cualquier grumete que se precie, la obra viva es la parte de la embarcación que hace su quehacer
trabajando debajo de la línea de flotación, mientras que la obra muerta es lo que se luce por encima de la misma.
esplendor que esperábamos:
Es pues el juego de las proporciones, de los modos, el que produce el esplendor tanto del diamante
como del modo de relación, atrapando la luz en su interior como hemos visto que lo haría una
resistencia eléctrica: no bloqueando la luz sino modulando su paso. Tendiéndole una trampa, una
Apate, gracias a la cual cautivamos la atención de la luz o del espectador y hacemos brillar a ambos.
Que ese brillo suceda y se pueda mantener dependerá como hemos dicho de las proporciones: así
tanto si hay una anchura como una altura excesiva, el diamante no logrará captar la luz y no la hará
brillar.
Esto es lo que provocaría una talla en exceso ancha o una talla que se excediera en la altura, como
En ninguno de esos casos seríamos incapaces de captar la luz, hacerla atravesar algunas de las 57
facetas de una talla clásica en redondo, o de las 144 facetas de la talla Royal y volver a salir por las
...
mediante la confluencia altamente tramada de diferentes categorías que actuan como una única
necesidad, es decir como una única coherencia coordinada para dar forma al medio homogéneo de
la obra de arte.
ahora analizando cómo funciona el haz de luz blanca que incide bien para construir, bien para
conocer lo efectivo.
Este haz de luz blanca actúa de tres maneras sobre el diamante, ejecuta tres tipos de operaciones que
podemos llamar reflexión, refracción y birrefringencia... o mimesis, poiesis y apate que se hacen
rebota al llegar a una super ficie de separación con otro medio, también transparente, y al rebotar
En la re flexión el ángulo que forman el rayo incidente y el re flejado respecto a la perpendicular del
plano es el mismo. Es en este sentido que debe entenderse la categoría de la mimesis, sabiendo que
si atendemos a las irregularidades que pueden existir en la super ficie de re flexión, podemos
b) La re flexión difusa, que es la que se produce cuando las irregularidades del medio son de un
orden de magnitud comparable al tamaño de la longitud de onda de la luz incidente, de manera que
Así podemos entender que en la re flexión como en la mimesis, aunque nos mantengamos en un
mismo medio físico, estético o cultural, cabe esperar variaciones importantes, sin tener esto presente
será mucho más fácil incurrir en una forma u otra de mala inteligencia considerando que el re flejo
nos devuelve tal cual lo re flejado y eso como acabamos de ver está muy lejos de ser cierto.
En segundo lugar nos encontramos con la práctica de la refracción que sucede cuando el rayo de
luz incidente no se mantiene en el mismo medio por el que ha llegado sino se adentra en otro medio
dotado de una densidad diferente y en el que, en consecuencia, la luz se propaga con distinta
velocidad.
Y esto es exactamente lo que sucede con la Poiesis, en la que obtenemos un rayo de luz dotado de
una dirección y una velocidad diferente, tanto que parece otro rayo, un rayo creado de la nada. Por
supuesto que como es notorio -por muy modernos o muy divinos que seamos- nada se puede crear a
partir de la nada. El autor -como vimos en la EM1- es siempre un “aumentador”, una especie de
transformador que modula -refracta- aquello que -lo sepa o no- ha recibido. Por supuesto -y esto
mismo en todas las direcciones, de modo que en el salto entre dos medios se producirán diferentes
será dicha orientación la que determinará la interactuación de la luz con el cristal, o de los
Ello nos acercará al tercer tipo de operación, la tercera tekné que contribuye a formar un diamante.
provoca la birrefringencia es una especie de duplicación de la realidad, una ilusión en la cual en vez
de ver un punto vemos dos. El diamante resulta así ser -como se decía de algunos herejes- tanto
illuso como illudente y nos mete así de lleno en la categoría de la Apate o Ilusión estética.
Teóricamente no debería haber birrefringencia en los diamantes ya que ésta pertenece al sistema
cúbico, pero cuando el diamante es observado con el polariscopio muestra birrefringencia a causa
de sus tensiones internas. Huelga decir que los diamantes y los modos de relación que no tienen
Hemos visto que podemos entender los valores como vectores de apreciación. Sentidos que le
Cada valor o grupo de valores pone de mani fiesto el aprecio especí fico que damos a una
determinada forma de brillar, una forma de destacarse, de hacer que algo sea especial -como pedía
Dissanayake-.
La tekne inherente a toda práctica artística encuentra aquí su paralelo en el proceso de talla del
diamante mediante el que se obtienen múltiples facetas. Son ellas las que nos permiten concebir, e
-tantos como seamos capaces de detectar o suscitar- que tomados individualmente podrían parecer
incompatibles, pero que la figura del diamante logra hacer coincidir en la extensión de un modo
fértil.
Es muy importante advertir que el proceso de aprehensión de un diamante como el de una obra de
arte nunca se detiene. Podemos haber descubierto cinco, seis o más tipos de valores, pero no
podemos estar seguros de haberlos descubierto ya todos ni de que el tiempo, ese gran tallador de
Lo que la axiología estética nos enseña no es nunca un modelo fijo con el que la obra o nuestra
sensibilidad deban encajar. Lo que la estética nos enseña es a tener presente la complejidad y la
alguna ni las más celebradas obras de arte ni nuestras más vívidas experiencias estéticas.
Imposible cerrar este juego de analogías sin llevarlo hasta en punto en el que podamos tener
presente que tanto el arte como los diamantes han tendido a ser, a lo largo de la mayor parte de
nuestra historia, patrimonio exclusivo de los muy ricos y poderosos. Que los mercados que los
administran son igualmente propensos a especular con los precios manteniendo una descarada
escasez artificial, fomentando por encima de todo el fetichismo con el que intentan proteger el aura
de los “originales” y ya de paso sus inversiones e ingresos, frente a la amenaza de los diamantes
sintéticos que se vienen produciendo desde 1954, más o menos cuando Vostell andaba haciendo sus
primeros decollages, bastante tiempo al menos para que tuviéramos que seguir adorando ídolos de
de humo o de carbono.
Que debemos tener presente la medida en que unos y otras proceden de expolios coloniales y de
Durante muchísimos años se pensó que Las hilanderas podía ser apreciado simple y llanamente
como un cuadro de tema costumbrista. Un cuadro que mostraba en primer plano el retrato de un
grupo de mujeres de distintas edades hilvanando lana y trabajando con telares. Un cuadro que,
como El aguador de Sevilla y tantos otros de Velázquez, retrataba de modo amable a personajes
populares que aportaban un cierto grado de frescura y pintoresquismo a las colecciones de cuadros
Pero como es sabido, allá por los años 30-40 del siglo XX y confirmando una hipótesis apuntada
por Aby Warburg se constató que la obra aparecía catalogada en los inventarios realizados por su
antiguo propietario como “Fábula de Palas y Aracné”. Semejante hallazgo hizo que la atención de
Allí, efectivamente, se podían apreciar dos figuras femeninas, una de ellas equipada con un
repolludo casco griego, disputando acerca de un tapiz apenas visible en el fondo del cuadro.
Ante las evidencias y después de los preceptivos golpes en el frente, se decidió que el tema
principal ya no eran las hilanderas sino la historia de Aracné, especialmente tal y como fue relatada
en las Metamorfósis de Ovidio, en la que Aracné se atrevía a competir como tejedora con Atenea y
Claro que no pasó mucho tiempo hasta que los expertos se dieron cuenta de que podían ir aun más
al fondo en el cuadro para llevar ahora nuestra atención hasta el tapiz sobre el que aparentemente se
centraba la discusión. La cosa es que dicho tapiz mostraba una representación del Rapto de Europa,
pero no se trataba de cualquier representación, sino de la que habia sido pintada por Tiziano para
Felipe II allá por el 1560. Resulta que justo ese mismo cuadro fue uno de los que Rubens -ya
entonces un maestro consumado- copió cuando estuvo en Madrid, en compañía del joven Velázquez
en 1628... Y claro, eso volvió a cambiar todo, puesto que se interpretó que el verdadero motivo del
cuadro era el homenaje entre pintores de Rubens hacia Tiziano en 1628 y de Velazquez hacia
Rubens y Tiziano casi tres décadas después... Ese y no otro sería ahora el tema principal del cuadro
que debía verse en consecuencia -estábamos bajo el influjo de la posmodernidad intertextual- como
una maniobra autorreferencial, igual que lo serían otras obras del Barroco como el Quijote, sin ir
más lejos, que no tendrían más objeto que el hablar de sí mismas... como nos sucede a muchos
Pasados los furores posmodernos parece claro que esta explicación aportaba luz al cuadro, pero
difícilmente podríamos decir que tenía la última palabra. De hecho quedarnos en ella suponía una
maniobra un tanto forzada,implicaba un cierto nivel de violencia hacia al cuadro, al esforzarnos por
contenerlo dentro del marco y esterilizar cualquier otra forma de recepción o valoración más
situada tanto en un plano somático como en uno psíquico o de orden social. En consecuencia no
pasó mucho tiempo hasta que se le intentó dar un nuevo giro en clave política, que insistiría en
devolverle el protagonismo a la escena de las mujeres hilando... sólo que ahora en vez de apreciar
feminista que Velázquez rinde a las trabajadoras de la fábrica de tapices, sin las cuales -como es
Con independencia de que una u otra u otra u otra de las recepciones nos caiga mejor o nos parezca
estratos, categorías y valores será que logremos librarnos de la tensión que nos impone el tener que
decidir cual de entre todos sea el tema principal de esta o de cualquier otra obra.
Si ponemos pie en la teoría de estratos veremos cómo ésta habla de lo que hay, de lo que está ahi
puesto en sucesivas y alternantes capas, en el cuadro. En ese sentido nos deja ver cómo todas las
visiones anteriormente citadas de la obra se apoyaban en algo que, efectivamente, estaba puesto en
no en lo que nos muestra en uno u otro estrato, no lo que nos revela el recurso a esta o a aquella
categoría, ni tampoco el conjunto de juicios de gusto que la obra admita, sino en el juego de
equilibrios y transiciones que se da entre todos ellos, en la proporción y alternancia que nos permite
advertir el “modo de relación” que nos propone cada obra. Para ello es vital conceder protagonismo
a la maniobra que Hartmann llamaba “hendidura del trasfondo”, la operación que impide que
nuestra atención quede presa, por así decir, en las aportaciones de un estrato determinado
facilitando que nuestra atención pase de un estrato a otro y a otro... y otro más. Sería interesante
reconsiderar la kantiana “finalidad sin fin” desde el punto de vista y acción que nos proporciona
En el caso de Las hilanderas parece especialmente transparente no sólo la correlación entre las
sucesivas interpretaciones que ha recibido la obra y los diferentes estratos que ella misma pone en
juego mediante la hendidura del trasfondo, sino que también podremos ver cómo dichas
Así si empezamos por la interpretación que hacía de Las hilanderas un cuadro costumbrista
aparecerá con claridad el peso que aquí lleva la mimesis, el reflejo de la cotidianeidad de la fábrica
de tapices que pone en primer plano elementos procedentes de los estratos de lo inorgánico y lo
orgánico entre los que reconocemos materiales y herramientas como los ovillos de lana o la rueca,
así como la disposición de los cuerpos de las mujeres que trabajan juntas. Para advertir la presencia
y el operar de estos primeros estratos no hace falta, desde luego, ser un experto en mitología ni en
historia del arte. Y esto colabora a que la dimensión axiológica de la anchura sea aquí la
Ahora bien una vez se han reconocido estas figuras como producto de una mimesis y como factor
de cierta respuesta axiológica, los personajes y objetos que aparecen en esos estratos van a empezar
a jugar otro juego cooperando desde su composición misma para que aparezca -junto con la
segunda interpretación del cuadro- una dinámica categorial y axiológica completamente distinta..
Así, serán esas mismas figuras las que servirán como el material mismo en el que se apoyará
Velázquez para construir una deliberada poiesis del espacio pictórico. Así las figuras de las
hilanderas situadas en primer plano, sin disolverse ni desaparecer, aparecen dispuestas de tal modo
que logran canalizar nuestra atención hacia ese segundo plano en el que, dotadas una mayor
luminosidad, aparecen las figuras de Atenea y Aracné. A ello contribuye desde luego toda la
Así el grupo de mujeres, herramientas y materiales que en una primera aproximación eran la forma,
el tema del cuadro, se convierten ahora en materia de una ulterior poiesis, de una construcción
pictórica que conduce nuestra atención a las figuras que aguardan más adentro del cuadro para
recordarnos el mito de Aracne y su disputa con Atenea. Con ellas -huelga decirlo- aparecen con más
claridad los estratos de lo psíquico y lo social-objetivado puesto que es preciso que conozcamos con
cierto detalle la mitología griega o la versión de la misma que da Ovidio en sus Metamorfosis para
que podamos apreciar la tensión de la disputa, el orgullo de Aracne y que anticipemos el castigo que
está a punto de sufrir. Todo ello, claro está nos aleja un tanto de la anchura y nos acerca a la
dimensión axiológica de la profundidad, puesto que nuestros valores ahora no podrán dejar de
reaccionar ante la antigüedad del mito y sus implicaciones emocionales y el mitema constituido por
el tema del desafío prometeico a los dioses, el consiguiente orgullo de los humanos y el castigo de
las moiras y los envidiosos dioses. Así habremos pasado de la mimesis y la anchura a la poiesis y la
profundidad.
Pero claro, no se detiene ahí ni mucho menos la hendidura del trasfondo, puesto que del mismo
modo que sucedía con las hilanderas, las figuras de la diosa y sobre todo la de la tenaz tejedora
quedan, a su vez, envueltas por la la imagen de fondo sobre la que están disputando, y que -como
ahora sabemos- corresponde a la representación del Rapto de Europa 319 realizada en su día por por
Tiziano. Para adevertir la importancia de ese detalle ello se hace preciso que seamos unos buenos
conocedores de las vicisitudes de la historia del arte, y en concreto el cruce de influencias italianas y
flamencas en el que se sitúa el mismo Velázquez... Todo ello no puede sino desplazar nuestra
En todo caso y por si fuera poco, alcanzado ese fondo narrativo pictórico, Velazquez se preocupará
aún por situar un personaje al fondo mismo de la composición, que en vez de estar atento a la
disputa y el tapiz mira fijamente hacia las hilanderas situadas en primer plano y hacia el espectador
mismo, reiniciando así de nuevo el juego de estratos y hendiduras, evitando que nos quedemos
instalados en la tercera interpretación como si esta fuera el hallazgo final, más allá del cual no
cabe pensar en ir. Al contrario, la obra de arte seguirá siéndolo en la medida en que siga siendo
Ello no puede sino hacernos considerar que tanto la progresión hacia los diferentes estratos que van
apareciendo en el fondo del cuadro, así como el eventual regreso desde el fondo a los primeros
estratos... están ahí puestos: construidos como una trampa de luz y perspectivas que nos lleva en
volandas de unos a otros estratos, captando nuestra atención y haciéndola atravesar toda la espesura
estratificada del conjunto del cuadro. Con ello aparece en toda su gloria una más de las categorías
clásicas: la Apate, que aquí, como en tantas otras obras, consigue generar un medio homogéneo, un
bucle de espacios y situaciones que nos lleva y nos trae de lo cotidiano a lo mítico, de lo mítico a lo
319 Eso hace, claro está, que la ofensa de Aracné sea doble: no sólo teje mejor que Atenea sino que además se permite
un chascarrillo sobre las torpezas eróticas de Zeus, que aquí se muestra como una especie de dios emérito, cuyas
metidas de pata o de lo que sea tiene que enmendar Atenea.
artistico y de nuevo hacia la aparente humildad -la fuerza en realidad- de lo matérico y lo físico, del
trabajo y la capacidad humana para tejer, ya se trate de tejer tapices, mitos o secuencias de
En todo caso, el tipo de inteligencia poliédrica que persigue el pensamiento modal nos ayudará a
entender que ninguna de las diferentes y sucesivas recepciones de la obra es, de suyo, más certera o
más intensa que las otras. Pero ojo, porque esto no será consecuencia de relativismo alguno, sino
que encuentra su explicación en el hecho de que tanto el crítico especializado como el observador
ocasional pueden quedarse -y a menudo lo hacen- en uno solo de los estratos, una sola de las
operaciones categoriales o una sola de las apreciaciones axiológicas... perdiéndose con ello justo
aquello que la obra de arte en cuestión tiene para ofrecerles: su concreta modulación de la hendidura
del trasfondo, su específico juego de estratos, categorías y valores, esto es su modo de relación.
A todo esto, es de la mayor importancia constatar que considerar la importancia del “modo de
relación en que consiste la obra no convierte a ésta en una obra autorreferencial, centrada en sí
Ante esta mala inteligencia es preciso constatar que justo la reflexión y la atención a esa
modulación de la hendidura del trasfondo es aquello que en mayor medida convierte a la obra de
arte no en un sistema autista, sino en algo relevante para nuestras vidas. La apuesta en el fondo es
distribuidos.
Las obras de arte, por lo demás, no inventan dichos modos de relación: los re-encuentran y los
reformulan una y otra vez, de modo que su relevancia no sufre menoscabo alguno por el hecho de
que afecten otras parcelas de nuestras vidas, más allá de servirnos para exhibir capital cultural y
erudición pomposa.
Lo que la obra de arte, en tanto medio homogéneo como querría Lukacs, se puede permitir acaso es
el lujo de mostrarnos su modo de relación con un nivel de detalle y dedicación que no siempre
podemos permitirnos en la vida cotidiana.
Cerraremos este libro considerando que toda la reflexión sobre la centralidad de la hendidura del
trasfondo y sobre la complejidad irreducible que constituye la obra de arte no puede ni debe
El pensamiento modal
Sabemos bien que no se trata de descubrir ahora cual es el modo de relación que pone en juego
Velázquez, como si éste fuera reducible a palabras o se pudiera meter en una fórmula que acabará
con las disputas. Al contrario, el empeño del pensamiento modal no apunta a acabar con las disputas
sino a alimentarlas bien. Y a dibujar con la mayor precisión el mapa del conflicto, del campo de
batalla que es toda poética o toda obra de arte. El objetivo no consistirá en retirarnos con el rabo
entre las piernas, sino en pertrecharnos adecuadamente para participar desde la máxima lucidez en
el combate por la cultura que queremos, por los modos de relación en los que queremos vivir.
Así y apoyándonos en el análisis estatigráfico podemos ver que en la obra de Velázquez, al igual
que sucede con otros artistas que le son contemporáneos como Lope de Vega, Cervantes o
Shakespeare, se plantea una poiesis del espacio de representacion en el que aparecen juntos en un
mismo escenario o un mismo marco personajes nobles y épicos, así como personajes humildes y
cercanos. Al igual que hace en Las Meninas su particular forma de combinar los estratos de la obra
le permite hacer lo -hasta entonces- impensable, esto es que aparezcan en un mismo lienzo los reyes
y los bufones, la infanta, el cortesano y el pintor mismo. En el caso de Las hilanderas, Velazquez
logra dejar claro, mediante la estructura misma del espacio pictórico que deliberadamente construye
,que para que los pintores tengan cuadros que pintar, para que la historia de la disputa entre Atenea
y Aracné pueda siquiera existir es preciso que haya lana y mujeres que la hilen.
sólo de una maniobra del estilo de las que practicaba Marx cuando insistía en poner la dialéctica
hegeliana sobre sus pies, sino también una maniobra en la que la importancia de esos pies se
Para entender la relevancia de esta apuesta modal es imprescindible tener en cuenta que los palacios
de los emperadores como Adriano o en los de los reyes absolutistas se construirán de modo que
exista toda una red de pasillos ocultos por los que circula todo un ejército de trabajadores y
sirvientes que se encargan de todas las tareas de palacio sin ser vistos 320. Son ellos los que alimentan
las estufas de porcelana desde detrás de los muros, o los que transportan la comida, la ropa y lo que
Lo que el “Arte nuevo de hacer comedias” o la poética pictórica de Velázquez pone de manifiesto
es que se acabó el tiempo en el que -los pocos privilegiados- podíamos vivir como si fuéramos
niños malcriados que no son conscientes siquiera de la cantidad de trabajo y cooperación que es
necesaria para que ellos medren. Seguro que aún habrá entre nosotros quien piense que en nuestras
vidas modernas de clase media no existen ya estos pasillos ocultos, que ya no hay criados
trabajando para nosotros detrás de los muros. Quien así lo crea, especialmente ahora que la
René Char
Hará cosa de cuatro años que salió de imprenta la EM1. Por aquel entonces organicé buena parte de
procedente del repertorio de términos con los que los griegos antiguos pensaban la religiosidad, y
con el que se nombraba una especie de «proceder cuidadoso» o «atención selectiva». La Eulabeia se
podía pensar según Kerenyi, como un re finado talento para escuchar y el ejercicio continuado de
este talento.321
Esto de concluir un libro académico hablando de la atención cuidadosa y del talento para escuchar
no dejaba de parecer un tanto rarito y desde luego el peor de los peligros no era que bien podía
El caso es que las cosas han cambiado y concluir ahora esta EM2 apelando a la Eulabeia resuena de
modo muy diferente. Escribo estas lineas con finado en mi casa a causa de una pandemia cuyo
origen está claramente vinculado a una negligencia de escala planetaria, una negligencia sistémica
que entre otras minucias ha llevado a la destrucción de 178 millones de hectareas de bosque en los
últimos treinta años. Un periodo de tiempo en el que países como Uganda han reducido la super ficie
total de bosque de un 24% de su territorio a un escaso 9%, acelerando con ello la extinción de
especies y ecosistemas enteros y provocando de rebote la expansión de virus que como el Ebola, el
Sars o el Covid-19 han tenido que saltar de las especies que los albergaban hasta nosotros.
Este es -y no puede ser otro- el contexto en el que quiero situar las lineas que siguen y el proceso
...
Ya en la EM1 destacábamos que la Eulabeia no era un modo de relación más, sino que constituía la
condición misma para que multiples y diversos modos de relación -tantos como diferentes
Es por eso que para entender el alcance de la Eulaebia323 y la razón por la que recurrimos a ella,
también en el cierre de esta EM2, será preciso que indaguemos tres orientaciones, tres actitudes que
para los antiguos eran parte fundamental de la Eulabeia y que han sido claves para la emergencia
recepción estética. Son desde luego operaciones que están muy bien arraigadas en los
comportamientos estéticos desde la antigüedad clásica. Por supuesto que como por aquel entonces
la estética no se había inventado324 habrá que rastrearlos mediante términos vinculados a otras
dimensiones de la experiencia como pueden ser las características de las relaciones de cuidado y
crianza, así como las derivadas de cierto sentido de la religiosidad griega arcaica.
ante la riqueza del mundo y de las relaciones en las que entramos con él.
Postularemos en primer lugar que no puede concebirse experiencia estética alguna que no venga
precedida por alguna forma de reverencia, entendida como la actitud que da acceso a esa misma
experiencia. Hablamos de reverencia puesto que la nota dominante aquí será la de una forma
especialmente intensa de respeto, derivada de una certera intuición de la grandeza de aquello que
-sea lo que sea- tenemos delante. La reverencia entonces no implica sumisión ni suspensión de
capacidad crítica alguna. La reverencia es simplemente la actitud de quien tiene cierto sentido de lo
323 A ese respecto no puedo más que recomendar vivamente el trabajo de Esteban Calderón Dorda, especialmente el
que le dedica a investigarel concepto de la Eulabeia en Plutarco. “Prometheus” 45, 2019, pp.182-191
324Es relativamente habitual entre profesores pensar que antes de que un colega como Baumgarten inventara la palabra
no habría propiamente experiencias, categorías o valores estéticos. Es una muestra de soberbia peculiar desde luego
que, exportada a otros campos, nos llevaría a pensar que tampoco existían los quarks, los ecosistemas o las galaxias
que tuvieron la mala suerte de quedar demasiado lejos de nuestro planeta.
grande, y por ello sabe reconocerlo y respetarlo cuando se lo encuentra de bruces.
infatuado y lo petulante: eso nos gusta, claro que sí. Su contrario se halla más bien en la
mezquindad, en el juicio rácano de quien es incapaz de tolerar nada más valioso que su propia y
Por eso la reverencia para los griegos movilizaba dos emociones: sebas y aidos325, es decir una
especie de temor -que no miedo- ante esa grandeza y una sensación como de vergüenza, siendo
aquí la vergüenza una especie de apuro por el que nos sentimos invadidos cuando sabemos que nos
hallamos ante algo grande y completo por sí mismo. En griego lo contrario de esta aidos o
vergüenza sería el hybris, el orgullo de quien que se crece, se confía y llega a creerse omnipotente.
Pasando del griego al latín constatamos que en el término latino reverentia se puede rastrear el
verbo latino vereri que también alude a una especí fica forma de temor impregnado de respeto, de
reconocimiento de algo que nos nos supera en su grandeza o importancia. La palabra misma
“vergüenza” comparte raíz etimológica con vereri y reverentia. No deja de ser signi ficativo de la
soberbia de nuestros tiempos que “vergüenza” sea ahora un vocablo con connotaciones tan
En todo caso, lo más característico de la reverencia como actitud estética y la razón por la que nos
interesará destacarla aquí es que, en nuestros clásicos, la reverencia aparece como una petición de
principio, una necesidad previa a la experiencia misma. Justo eso es lo que plantea Quijote en su
primera salida, cuando apremia a los comerciantes para que celebren la superior belleza de Dulcinea
antes de conocerla, puesto que admirarla habiéndola conocido no tendría mérito alguno: la
importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, a firmar, jurar y defender326
En ello no hay ninguna especie de irracionalidad o fanatismo. Nada más lejos. El sobrecogimiento,
propiamente lo que vamos a experimentar, sabemos en qué consiste, o mejor dicho sabemos que es
una parte clave de un repertorio: lo que nos completa, lo que nos redondea por así decir, como
de los hermanos Coen cumplía la imprescindible función de darle coherencia a la habitación -“ties
the room together” dice Jeff hasta siete veces. Le da una especie de unidad a la habitación o a la
Así mediante la reverencia sentimos vivo el valor de lo que experimentamos, en la medida en que
demuestra ser algo necesario, es decir algo que completa y sanciona una coherencia. Sebas y aidos,
temor y vergüenza, también aluden a la maravilla que nos sobrecoge al cerrar un repertorio, al
culminar una historia, aunque se trate de una historia imposible, que para eso estamos en los
dominios de lo estético.
Sebas y Aidos, a todo esto, son las palabras que escoge Homero para describir 327 lo que
experimenta Odiseo ante la belleza y la gracia de Nausicaa328, sabiendo -lo sabe él y lo sabemos
nosotros- que ya no podrá quedarse junto a ella y que sin embargo junto a ella podría vivir como no
Encontrad una Nausicaa, un Dulcineo o una alfombra -a ser posible no meada- y reverenciadla. Os
hará bien. Sentid temor, vergüenza y maravilla ante ella, porque si no lo sentís ni siquiera la veréis
y se os pasará por alto como les pasa por alto a los aldeanos de El Toboso la gentil y sin par belleza
de Dulcinea.
El segundo componente de la Eulabeia que queremos considerar aquí es la veneración, término que
nos lleva de lleno a entender cómo la efectividad estética es siempre una efectividad del goce, de la
entrega o el entusiasmo estéticos. Y no es extraño que así sea puesto que “veneración” tiene su raíz
en Venus. La actitud estética correspondiente al goce efectivo es pues una actitud venérea. Y si, de
nuevo, nos fijamos en los antiguos encontraremos que su ámbito podría describirse como erótico-
festivo. Eludiendo la sorna con la que ahora se utilizaría semejante par de cali ficativos, para los
327En el maravilloso Canto VI de la Odisea: Mujer...al mirarte me atenaza el asombro. Una vez en Delos vi que crecía
junto al altar de Apolo un retoño semejante de palmera... Así es que contemplando aquello quedé entusiasmado
largo tiempo, pues nunca árbol tal había crecido de la tierra. Del mismo modo te admiro a ti, mujer, y te
contemplo absorto al tiempo que temo profundamente abrazar tus rodillas.
328El nombre de Nausicaa significa “quema de barcos”, así que mira tú si no está claro el carácter clausurador de un
repertorio o un viaje...
clásicos lo sagrado equivalía precisamente -eso dice Kerenyi- a lo festivo, y festivo signi fica aquí lo
excepcional, lo que otorga una distinción absoluta329. Se trata de distinguir un determinado modo de
relación al que nos podamos entregar, que podamos venerar en su belleza especí fica. Apreciar algo
estéticamente bajo el modo de lo efectivo conlleva pues esa distinción absoluta, la misma que
aplicamos cuando nos enamoramos. En Valencia y en algunas partes de Aragón hacer la corte se
llama festejar, festejar a alguien es la manera de hacer evidente que él o ella is the one... que nuestro
Esto, precisamente, nos revela cual es el disvalor aquí. La distracción será pues lo contrario de la
veneración. La distracción que en inglés signi fica locura o desquiciamiento sería la peor ofensa y lo
Cuando festejamos, sigue Kerenyi330, nos vemos elevados a un nivel donde todo es como lo habría
sido el primer día, reluciente, nuevo, sucediendo como si fuera la primera vez.; donde estamos en
compañía de los dioses, donde nosotros mismos nos divinizamos. Esto es lo que los antiguos
llamaban entusiasmo que deriva de entheos y que literalmente quiere decir que llevamos un dios
dentro. ¿No es esa la experiencia que tenemos una y otra vez cada vez que nos enamoramos hasta
las trancas o cada vez que nos enganchamos con una obra de arte y ésta nos sobrecoge?
Hablamos aquí de dioses considerando que la vida histórica de los dioses sucede entre dos
momentos... el momento cuando los dioses salen de las cosas habitadas y el momento cuando se
retiran a ellas. Esta vida -sigue Kerenyi- no supone la compleción de ninguna especie de biografía,
sino más bien un “ahora e ficaz” que pone en juego sus variaciones en sucesos imaginales (imagistic
happennings).
Es este “ahora e ficaz” el que les proporciona una cualidad festiva, un “hacer especial” en el sentido
experiencia estética efectiva para nada excluye la repetición, antes al contrario, la exige y le quiere
un ritmo. El variado y rico juego que ésta produce en el espíritu se llama mitología, aunque bien
podría llamarse, como intuyeron Warburg y Levi-Strauss, historia del arte, considerando que sus
sentido de la gratitud. Gracia y gratitud derivan de la raíz indoeuropea gwere que alude
precisamente a la acción de apreciar y alabar. No hay gratitud sin aprecio y es un aprecio que no
necesariamente tiene que limitarse a ser una reacción ante lo recibido sino que puede también ser un
comienzo. Se trata aquí de una gratitud que no nos encierra sino que más bien nos deriva hacia
Dios es siempre el que da y el hombre el que recibe 331, en la figura de las Tres Gracias encontramos
que al recibir sigue el compartir y que ambos actos pueden completarse eventualmente con nuestra
La misma noción de reciprocidad absoluta está recogida en la Pietas romana -un ejemplo que le
habría encantado a Dissanayake- cuyo templo estaba construido en el solar de una antigua una
prisión en la que una madre logró sobrevivir gracias a la leche que le daba su propia hija332.
Este ciclo del recibir-compartir-dar implica que la gratitud no nos limitará al reconocimiento y la
alabanza de algo ya sentido, no será sólo una consecuencia de lo ya vivido, sino que también será
causa agente de una nueva experiencia que acaso vamos a a vivir o vamos a producir para otros. Y
esto sucede, como siempre, como un contrario y como un complemento. Recibir y dar son
contrarios, pero sólo porque hemos recibido podemos dar, de la misma manera que sólo gracias a
una forma u otra de mimesis -de re flejo o imitación- podemos acceder a la poiesis -a lo creativo y
original-.
Esto nos llevará a entender que lo contrario de la gratitud, por tanto, no es tan sólo la ingratitud de
quien se zampa su plato de comida sin aclamarse a dios ni al diablo, es algo más hondo que quizá
tenga que ver con la manera en que hemos construido lo que Campbell llama el héroe de las mil
caras: de Moises a Superman, pasando por Anakin Skywalker... el protagonista de nuestro teatrillo
interior y el que hace de galán en el mundo en que aun vivimos con finados es un personaje que no
331Auer y Ratzinger, Curso de Teología dogmática: El evangelio de la Gracia, Herder, Barcelona, 1975, pág. 88
332Carl Kerenyi, op.cit., pág.119
debe nada a nadie: él es el elegido y llega al mundo en su cesta de carreras o su nave espacial para
bebés, ya sobradamente dotado de superpoderes. Cuando uno es el elegido no tiene que guardar
...
términos que suenen menos meapilescos, el sentido de lo grande, cierta capacidad para el
entusiasmo y la lucidez sobre la propia relevancia... será tanto mayor en la medida en que nos ayude
a recalibrar nuestra mirada para el valor, toda vez que, cansados o desorientados, el mundo se nos
aparece como algo mezquino y limitado, para recordarnos que lo que hay es siempre mucho más
complejo y más rico que lo que podemos conocer y lo que somos capaces de apreciar.
de alguna manera le exigimos que lo siga siendo, que sea generoso en alguno de los sentidos en el
….
Entendemos que este es uno de los sentidos en el que la estética puede aportar algo relevante a los
Habrá que sacar consecuencias de una inteligencia de la estética basada en procesos de auto-
Habrá que ser capaces de poner en valor las más diversas formas de autopoiesis y tener el sentido de
la composición y la medida que nos permita tramarlas todas ellas en el paisaje efectivo que
333 Hemos visto el papel de la reverencia, la veneración y la gratitud y los hemos puesto en tensión con los modos de
la necesidad, la efectividad y la posibilidad, pero ¿qué pasa con los modos negativos?