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La renovada ambición de EE UU, los grandes esfuerzos de China y la

aparición de nuevos protagonistas estatales o privados marcan una


competición estratégica.

LA NUEVA CARRERA ESPACIAL DESPEGA

Andrea Rizzi

Madrid, 6 de febrero de 2022

Mientras ya iba acumulando tropas y armamento en la


frontera con Ucrania, el pasado 15 de noviembre Rusia
disparó un misil con el que destruyó su satélite Kosmos-1408,
una reliquia soviética lanzada en 1982. La prueba causó una
gran polémica internacional al haber producido una nube de
residuos que puso en peligro a astronautas y otros aparatos.
A la vez, el disparo fue un claro recordatorio de la importancia
esencial del espacio en la vida contemporánea y, por tanto,
del equilibrio de fuerzas entre potencias.

El espacio tiene un enorme interés por motivos estratégicos y


económicos, sobre todo por su papel en la recolección y flujo
de datos. Los satélites son neurálgicos para las
telecomunicaciones o la geolocalización, claves para fines
comerciales, de espionaje o militares. Las Fuerzas Armadas
modernas dependen de sistemas espaciales para desarrollar
sus operaciones. El espacio es además importante por
motivos tan diversos como las posibilidades de investigación
científica que abre o las perspectivas futuras de minería.

En este contexto, el mundo asiste a una renovada carrera


espacial, de características muy distintas de las que marcaron
el pulso entre Estados Unidos y la URSS en el siglo pasado.

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Entonces era una lucha entre superpotencias. Ahora, hay
decenas de Estados con programas espaciales, pero además
hay un enorme fermento en el sector privado —no solo
grandes empresas como las de Elon Musk, Jeff Bezos y Sir
Richard Branson, sino también de menor tamaño o start-
ups— oen el educativo —con la actividad de algunas
universidades—.

El fermento es considerable. Por un lado, se registra “un


enorme incremento en la actividad de lanzamiento de
satélites en los últimos años”, señala Jonathan McDowell, de
la Universidad de Harvard. “Es notable cómo ha cambiado el
equilibrio entre actividad gubernamental y privada. Ahora, a
diferencia del pasado, esta última es la mayor”. De los cerca
de 5.000 satélites ahora activos en órbita, unos 2.000 los ha
lanzado SpaceX, la empresa de Musk, que tiene previsto
lanzar decenas de miles en los próximos años. La actividad
estatal de exploración espacial es también muy consistente.
El proyecto Artemis de EE UU prevé volver a enviar
astronautas a la luna (en 2024). China avanza en ambiciosos
programas, desde el próximo estreno de su estación espacial,
Tiangong (este año), hasta un proyecto de cooperación con
Rusia para instalar una base en la luna (de horizonte
temporal lejano y muy incierto).

El equilibrio de fuerzas. “En términos de capacidades,


Estados Unidos sigue siendo la potencia preeminente”,
considera Mark Hilborne, jefe del grupo de investigación
sobre la seguridad espacial del King’s College de Londres.
Por experiencia, tecnología, medios, contexto empresarial,
Washington mantiene una significativa ventaja sobre

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competidores y adversarios. “Pero China tiene una enorme
ambición, un enorme potencial y empieza a desafiar EE UU
en varias áreas”, prosigue el experto. “En sus documentos de
planificación se detecta un tono agresivo y competitivo, con la
intención de convertirse en potencia dominante a mediados
de los años cuarenta de este siglo”, dice.

Rusia, señala Hilborne, cuenta con el activo de una larga


experiencia. “Entienden el espacio”, dice. Pero el Kremlin no
compite al mismo nivel que Washington o Pekín. “Las
capacidades están significativamente limitadas por falta de
tecnologías (aquí las sanciones occidentales importan) y de
capital humano, debido a limitaciones financieras y baja
eficiencia económica”, dice Pavel Luzin, experto en asuntos
de Defensa, Seguridad y Política rusa.

Los países europeos, por su parte, disponen de altas


capacidades tecnológicas y un sector privado bastante
vibrante. Pero la falta de unión política en la materia y la
menor atención militar al asunto comparado con otras
potencias limitan su proyección.

“Europa, a diferencia de otras potencias, no tiene una


aproximación al espacio como instrumento de dominación, la
suya es de perfil económico y científico. En ello, tiene una
posición bastante única. En ese marco, la vertiente militar
supone nada más de un 10-15% de las actividades”, comenta
Jean-Jacques Tortora, director del Instituto de Política
Espacial Europea (ESPI). “La Agencia Espacial Europea es
un activo tremendo”, dice. “Pero obviamente no es un actor
político. La Unión Europea no tiene competencias de peso en
la materia y hay reticencias de países miembros para avanzar

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en ese sentido. Así, en un entorno cada vez más competitivo
y congestionado, los Gobiernos se dan cuenta de que es
necesario tomar posiciones, y asistimos a un florecer de
iniciativas nacionales”.

Las alianzas. Europeos, estadounidenses y otros países


occidentales desarrollan una estrecha cooperación desde
hace tiempo. El proyecto lunar Artemis liderado por la NASA,
por ejemplo, cuenta con una amplia red de colaboración.
Estas sinergias permiten grandes ventajas con un reparto
eficiente del trabajo. Durante las últimas décadas, los países
occidentales han cooperado también con Rusia en algunas
iniciativas. Pero esta perspectiva se reseca a pasos
agigantados en un escenario geopolítico de conflicto entre
Moscú y Occidente.

En ese marco, se replica en el espacio el acercamiento entre


Rusia y China que también avanza en otros sectores. Los dos
países desarrollan diversas iniciativas conjuntas en el
espacio. Hay elementos de peso para esa convergencia:
Moscú tiene la experiencia, Pekín las finanzas; ambas
recelan de Occidente. Sin embargo, hay motivos para dudar
del potencial real de esa cooperación.

“No hay suficiente confianza entre Rusia y China para una


cooperación a plena escala”, argumenta Luzin. “Además, la
colaboración de Moscú con Occidente se apoyaba en la idea
de interdependencia. La estrategia de China, en cambio, no
contempla ningún tipo de interdependencia. Por tanto, solo es
posible un nivel limitado de cooperación. Aun así, Rusia usa
la retórica de la alianza con China como elemento de presión
con Occidente”.

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El sector privado. El desarrollo de la actividad privada es en
muchos sentidos asombroso. No solo SpaceX de Elon Musk
es el principal lanzador de satélites, sino que empresas como
las de Bezos y Branson han dado enormes pasos adelante y
empiezan a hacer realidad el turismo espacial. La aceleración
es extraordinaria, y el panorama de las compañías privadas
puede reforzar el potencial de los Estados. Es evidente que
EE UU goza en esta área de una ventaja considerable. El
Gobierno ha alentado el crecimiento de estas compañías y
cuenta con ellas para el desarrollo de ciertos proyectos. Tanto
McDowell como Hilborne consideran que China cuenta con
un sector menos visibilizado que el estadounidense pero
crecientemente pujante. “En este apartado, en cambio, Rusia,
se halla completamente rezagada”, dice el experto del King’s
College.

Otros actores. La actividad es intensa; y la pluralidad de


actores, creciente. Entre ellos, cabe por ejemplo destacar el
proyecto de Emiratos Árabes Unidos, que planea colocar en
la luna su aparato Rachid. El programa cuenta con ayuda de
tecnología japonesa para el alunizaje, y el lanzamiento
correría a cargo de SpaceX. Muchas otras naciones dan
pasos cada vez más decididos. La nueva carrera espacial es
concurrida. La competición celestial tiene un gran impacto en
los equilibrios terrestres.
Fuente: https://www.pressreader.com/spain/el-pais-1a-edicion/20220206/
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