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“Por conservar la libertad, la muerte, que es el último de los males, no se debe

temer” Cicerón.
Ante este solemne marco castrense y en este instituto donde se cultivan los más altos
valores militares, morales y éticos, nos encontramos reunidos para rendir homenaje a los
héroes del Pichincha, soldados que ofrendaron sus vidas para legarnos la libertad un 24
de Mayo de 1822, día sublime en que culminó la epopeya libertaria, en una de las gestas
más gloriosas y de mayor trascendencia en América, pues se liberó al pueblo ecuatoriano
del coloniaje español.

Fue un trayecto largo que se inició en Camino Real, constituyéndose el bautizo de fuego
que abrió el camino de la libertad. Sucre estrenaba su espada en territorio de la
Presidencia de Quito con una reconfortante victoria en Cone y llega a Cuenca donde es
reforzado, y el 12 de Abril de 1822 con el apoyo determinante de la división auxiliar del
sur, el ejército multinacional inicia operaciones camino al encuentro con la gloria, con una
determinación tal que hizo vanos los esfuerzos realistas de frenar la ofensiva de
conquistar Quito. El General Sucre que se hallaba en Riobamba, movilizó su ejército de
3000 hombres hacia el norte. El ejército español ocupaba el pueblo de Machachi.
Conocedor Sucre de estas noticias toma el camino denominado Limpiopungo por las
faldas orientales del Cotopaxi y Sincholagua, acampando el 16 de mayo en el Valle de los
Chillos.

Percatados los estrategas españoles de este movimiento ocuparon con sus fuerzas la
ciudad de Quito la noche del 16 de Mayo, organizándose defensivamente en las
elevaciones del cerro de Puengasí dificultando el acceso patriota, pero Sucre burla aquel
peligro eminente para el combate, concentrándose al fin los patriotas en Chillogallo y los
realistas o españoles en las entradas meridionales de la ciudad.

El 23 de Mayo por la noche Sucre ordena a su ejército trepar las escabrosas faldas del
Pichincha, demorando y dificultando la marcha y a las ocho de la mañana del día 24 de
Mayo encuéntranse sobre la ladera que domina el convento de San Diego. Los españoles
al descubrir las posesiones que habían tomado, apresuranse a obtener la misma altura y
aquel esfuerzo de tan forzada tensión los fatiga y debilita, y más aún inutiliza la excelente
caballería que otras veces había resuelto el triunfo de las armas españolas.

Indudablemente aquella disposición de Sucre de tomar posesiones forzadas, fue una


táctica de astucia para asegurar el triunfo de su ejército. El joven coronel Córdova rompe
los fuegos con dos compañías del batallón “Magdalena” y el “Cazadores del Paya”
sostiene bravamente con tesón reforzados con dos compañías del batallón “Yaguachi”
mandadas por el coronel Morales y la infantería a ordenes del general Mires.

Y en la media mañana del 24 de mayo de 1822, se produce ese encuentro de titanes que
hoy rememoramos emocionados y admirados, en las laderas del majestuoso volcán. Se
inician los épicos episodios de la batalla del Pichincha con el chocar de sables y
bayonetas, estampidos de fusiles y el rugir del cañón, y entre la humareda de pólvora
quemada surgen coloridos uniformes de soldados que avanzan y retroceden al redoble de
tambores y toques de clarines, en un bullicio de voces de mando, amenazas, y gritos de
dolor. Todo ello hace que el feroz enfrentamiento de casi tres horas , con demostraciones
de heroísmo de ambos bandos, se constituya en una obra maestra del arte bélico, hasta
que finalmente una carga fulminante del Magdalena obliga al enemigo a emprender la
retirada, dejando muertos y desolación en el campo de batalla y dando paso a la victoria
patriota y a que el pueblo quiteño alborozado exprese su emoción en medio de gritos de
¡Viva la Libertad!.

¡Victoria alcanzada en las altas faldas del volcán Pichincha, teniendo como espectador al
gran pueblo quiteño, que doce años antes lanzara su formidable grito de independencia
que repercutiera en todo el continente despertando para la lucha al alma americana
dispuesta a conquistar su libertad y autonomía que la dignificará.

Después de la Batalla del Pichincha, a pesar de los intentos autonomistas de Guayaquil,


Cuenca e incluso de Quito, estas regiones, en razón de la presencia militar colombiana, de
su inevitable garantía para la reafirmación de la independencia de España, forzosamente
tuvieron que integrarse, con el nombre de departamento del Sur de la llamada República
de la Gran Colombia, desde el 29 de Mayo de 1822 hasta el 13 de Mayo de 1830.
La Gran Colombia se había distribuido en tres grandes distritos para su administración. La
antigua Capitanía General de Venezuela era el Distrito Norte, el Nuevo Reino de Granada
constituía el Distrito Central y lo que actualmente es la Republica del Ecuador era el
Distrito del Sur.

Esto tuvo como consecuencias, que en cada uno de estos distritos se comiencen a formar
movimientos separatistas tendientes a disolver la Gran Colombia, para constituir los
pueblos en Estados Independientes, a base de las antiguas circunscripciones coloniales,
surgieron impetuosos y verdaderamente incontenibles.

La antigua Capitanía General de Venezuela proclamó la urgencia de su separación de


Colombia. Habló de una segunda emancipación y convoco a un Congreso Constituyente
que, en efecto el 6 de Mayo de 1830 se proclama estado libre e independiente. Al mismo
tiempo después de haber sido desterrado y declarado fuera de la ley a Simón Bolívar, en
Bogota asume el poder de Colombia el General José Antonio Páez.

El agobiado Departamento del Sur y sus elites autonomistas que no habían cesado en
ningún momento su actividad separatista, decidieron separarse de Colombia y fundar la
República del Ecuador. En efecto, el 14 de Agosto de 1830 se reunían en Riobamba la
asamblea constituyente y proclama al General Juan José Flores, Jefe del Departamento
del Sur como Primer Presidente de la nueva República. El Ecuador fue libre desde aquel
día memorable, 24 de mayo de 1822, fecha gloriosa y una de las más significativas de la
historia ecuatoriana, porque fue el término del sacrificio, fatigas y padecimientos de
nuestros progenitores y que dejara de caer sobre las espaldas de los ecuatorianos el
flagelo de la tiranía española con los pueblos de América por resolución patriótica a favor
de la independencia.

Compañeros, es nuestro deber trabajar por el progreso de nuestra nación, y poniendo por
testigos a nuestros héroes, perseverar las nobles virtudes militares de disciplina, valor,
honor, y lealtad, por las cuales somos dignos del respeto, admiración y afecto de nuestro
pueblo.

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