Está en la página 1de 4

Acerca de la esquizofrenia.

En otras palabras, la psicosis nunca es reductible a la proyección de una fantasía sobre


una realidad neutra; en ese sentido, ella se distingue de la neurosis. Evidentemente, esa
proyección fantaseada existe, pero el papel que puede desempeñar en la eclosión de una
psicosis se origina en el potenciamiento que en tales casos tiene lugar entre la puesta en
escena fantaseada y lo que aparece en la escena de la realidad.

Demuestra la necesidad que tuvo el sujeto de reconocerse como fruto del odio, de
plantear una identidad entre, estado de pareja y estado de odio, y crear, a partir de allí,
una historia, la propia, que conservara algún sentido.

Designamos con los términos de esquizofrenia y de paranoia: los dos modos de


representación que, en determinadas condiciones, forja el Yo acerca de su relación con el
mundo; el denominador común de estas construcciones es fundarse en un enunciado de
los orígenes que remplaza al compartido por el conjunto de los otros sujetos.

Definimos como idea delirante todo enunciado que prueba que el Y o relaciona la
presencia de una “cosa” (cualquiera que sea) con un orden causal que contradice la
lógica de acuerdo con la cual funciona el discurso del conjunto; por ello mismo, esa
relación es ininteligible para dicho discurso.

La construcción psicótica o de construcción delirante para calificar la respuesta


proporcionada por el sujeto a una organización particular del espacio al que habría debido
advenir el Yo. Se comprobará la presencia de un enunciado acerca del origen que es
ajeno a nuestro modo de pensar: a esto lo llamamos pensamiento delirante primario.
Consecuencia del encuentro entre el Yo y una organización específica del espacio
exterior a la psique y del discurso que en ella circula, se convierte a su vez en una
condición previa necesaria para la eventual elaboración de las formas manifiestas de la
esquizofrenia y de la paranoia.

Definimos como pensamiento delirante primario la interpretación que se da el Y o acerca


de lo que es causa de los orígenes. Origen del sujeto, del mundo, del placer, del
displacer: el conjunto de los problemas que plantea la presencia ele estos cuatro factores
fundamentales encontrará una única e idéntica respuesta gracias a un enunciado cuya
función será indicar una causa que dé sentido a su existencia, A partir de este
pensamiento, podrá instaurarse un sistema de significaciones acorde con él.
Es posible, también, 'que este pensamiento no dé lugar a sistematización alguna, sino que
actúe como un~ interpretación única y exhaustiva que marque a toda experiencia cargada
de afecto y, por ende, significativa: todo lo que escape al poder de esta interpretación
única será descatectizado e ignorado por el sujeto y por su discurso. El primer caso
encuentra su forma acabada en el sistema paranoico, el segundo constituye la
potencialidad psicótica, el tercero caracteriza a la vivencia esquizofrénica.

Un lugar aparte debe ser atribuido a] autismo infantil precoz, en el que lo que no ha
podido elaborarse es el propio pensamiento delirante primario. Esta primera elaboración
del concepto de pensamiento delirante primario sería suficiente para mostrar la
importancia que atribuimos a la función del Yo en la psicosis: lejos de ser e] gran ausente,
es el artesano de una reorganización de la relación que deberá mantener con los otros
dos procesos copresentes en su propio espacio psíquico y con el discurso del
representante del Otro y del representante de los otros.

Puede esperar así hacer coincidir, de un modo más o menos defectuoso o forzado, el
desarrollo de su historia con un primer párrafo escrito por el pensamiento delirante
primario. Construcción de un Y o. que pretende preservar su relación con el discurso pero
que, al hacerlo inventa, como el aprendiz de brujo de la historia, una fórmula mágica que
conserva indefinidamente su poder de autonomizarse y de imponerle una derrota radical.

De este modo, la tarea del discurso del portavoz es ofrecerle al niño un primer enunciado
referente ·a ese origen de la historia: ello bastaría para demostrar el peligro que le hace
correr al Yo una falta de respuesta a este interrogante, o una respuesta inaceptable. Pero
para el Yo es igualmente determinante el poder de extrapolación que él proporcionará a
esta respuesta. La pregunta demuestra la relación que existe entre la interrogación que se
plantea el Yo acerca de la significación de su propia existencia y su intuición de que, de
ese modo, interroga al deseo y al placer de la pareja.

Si de algún modo la respuesta que se proporciona al sujeto acerca de su origen lo


indujese a considerar que su existencia ha sido causa de displacer para el portavoz y la
pareja, en tal caso corre el riesgo de plantear como causa del displacer el deseo del Otro
de imponérselo, retomando así por su cuenta la interpretación fantaseada, y de interpretar
el placer como efecto de un error, del no saber, de una falta cometida: se opera así una
inversión entre las dos causas que hubiesen debido ser atribuidas respectivamente al
placer y al displacer.
El discurso y el deseo del padre, las causas que facilitaron la respuesta psicótica en lugar
de ofrecer al niño un reporte que lo ayudase a relativizar las fallas del portavoz,
desempeñan un papel igualmente determinante en la organización del espacio psíquico
que encuentra el infans; su análisis es el único que puede permitir comprender la acción
que ejerce la realidad psíquica de los otros sobre el niño y los riesgos que puede hacerle
correr.

El primer factor es el que puede inducir el destino esquizofrénico: aquel cuyo nacimiento
hubiese debido testimoniar normalmente la realización de un anhelo no encuentra ningún
deseo que le concierna como ser singular. El sujeto nace en un medio psíquico en el que
su deseo, que muy precozmente se constituye como deseo de ser deseado.

Emprenderemos ahora el análisis de los factores responsables de una organización del


espacio exterior a la psique que puede hacer necesaria la creación de este pensamiento.
Entre estos factores, se deben distinguir los que actúan en forma manifiesta sobre la
realidad que el infans y el niño encuentran en toda oportunidad en que se ven frente a la
conducta y el discurso maternos, de aquellos otros que son los responsables de estas
mismas expresiones y que dependen, a su vez, de la organización singular del Y o paren
tal.

Lo que ella desea sigue siendo «el hijo de la madre», ella espera el retorno de sí misma
en cuanto fuente del placer materno. En este caso, el niño sólo puede seguir siendo
objeto de su deseo si puede mantenerlo en esa posición insostenible en la que él
representa .al que vuelve a dar cuerpo a una posición fantaseada que le concierna a ella;
de este modo, ella puede identificarlo con una imagen reencontrada de sí misma que le
permite vivir en forma invertida una relación incestuosa y arcaica que dirige a su propia
madre. Por la misma causa, no solo ese discurso nunca podrá designar al deseo de la
pareja como causa originaria del niño, sino que, más radical y dramáticamente, el
discurso materno se negará a reconocer la existencia de un momento en que llegó al
mundo algo original.

Ese «no deseo de un deseo» que se manifiesta a través del rechazo de obtener placer
alguno en todo lo que atestigua la singularidad del niño se expresará en el registro del Y
o: aunque el Yo materno ignora lo que se juega en su subconsciente, ese mismo Yo sabe
y enuncia que el acto procreador, o bien no estaba sostenido por el deseo o bien se
negaba a reconocer en el padre un deseo de hijo legítimo que se tendría derecho de
satisfacer. Esta «conciencia» se manifestará en una conducta de captación del hijo y de
negación del tercero, y en un discurso que no puede proporcionar al sujeto un enunciado
acerca del origen.

El placer de oír puede intentar diferir el momento en que será necesario aprehender; pero
para que haya placer se requerirá de todas formas, que existan sonoridades, que la
excitación del infans no sea, en cada oportunidad en que se produce, una fuente de
sufrimiento y que el nervio auditivo pueda funcionar sin obstáculo.

Este primer bosquejo de la relación madre-hijo permite plantear que el pensamiento


delirante primario remodela la realidad de algo aprehendido referente a experiencias que
le han sido efectivamente impuestas al sujeto y que conciernen: 1) al encuentro con una
madre que manifiesta y expresa que la causa del origen del sujeto no es ni el deseo .de la
pareja que le ha dado vida, ni un placer de «crear algo nuevo» que ella podría reconocer y
valorizar; 2) al encuentro con experiencias corporales, fuente de sufrimiento, que
confirman que el que ha nacido en el dolor sólo puede encontrar al mundo con dolor; 3) al
encuentro con algo aprehendido en el discurso materno que, o bien se niega a reconocer
que el displacer forma parte de la vivencia del sujeto, o bien impone un comentario acerca
de él que priva de sentido a esa experiencia y a todo sufrimiento eventual.

Como hijo o hija del «atributo» se Je solicitará que se defina a su vez a través de una
relación con ese mismo y único atributo. Esta reducción de la significación del concepto
que, en realidad, es su negación puede imposibilitar al niño el encuentro de un lugar en un
sistema de parentesco que le dé acceso a lo simbólico. El poder de atiborrar, frustrar,
rechazar, al igual que cualquier otro poder, remitirá siempre a un «poder ser» y a un
«poder hacer» exclusivos de la madre; este poder nada dice acerca de lo que esta función
solo puede operar gracias a la participación de los otros, y en el primer lugar, del padre.

También podría gustarte