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a Artillería Antiaérea española

UNA FUERZA OBSOLETA EN PELIGRO DE


DESAPARICIÓN
03/05/2022 Artículos

Las necesidades expuestas por el Ejército de tierra, tanto en lo relativo a sus capacidades
futuras como a la forma en que se adaptan a la actual situación presupuestaria mediante
inversiones justificables solo por su fuerte impacto industrial, parecen haber dejado de
lado la imperiosa necesidad de relevar los medios de artillería antiaérea. De este modo el
Ejército, embarcado en un ambicioso programa de renovación de sus blindados y
helicópteros, así como de un entorno organizativo, la fuerza 2035, verdaderamente
novedoso, ha anunciado la carencia total de recurso financiero para renovar los medios
a disposición de nuestro Mando de Artillería Antiaérea, aplicando algunos programas de
sostenimiento de ciertas capacidades al borde de la obsolescencia, como los misiles Hawk
o la compra de Mistral III al gobierno francés.

No solo es una cuestión de dinero, también de prioridades; pues existen planes para
dotarse de algunos sistemas para afrontar la considerada primera amenaza actual,
como son los UAV y en general los objetivos LSS (Low, Small and Slow), debido a su
fuerte impacto mediático en el conflicto de Nagorno Karabaj y a lo fácil de su
adquisición por parte de cualquier actor, incluso no estatal, y en toda la esfera de
conflictos ; razón última para adquirir los citados Mistral III con carácter urgente y bajo
ninguna premisa industrial, pese a la presión del gigante MBDA.
Aparte de este hecho, la actual guerra de Ucrania nos ha recordado la importancia de
una adecuada capacidad AA, ya que al contrario que todos los enfrentamientos
acaecidos en las dos últimas décadas de lucha contra el terrorismo y/o conflictos
eminentemente asimétricos, ha puesto sobre el tapete la una vez olvidada amenaza
convencional proveniente de Rusia y con ella, la posibilidad de no tener como hasta
ahora un incontestable dominio del aire. No es que no fuera previsible, con la
estabilización y posterior resurgir de la un día maltrecha y económicamente asfixiada
federación rusa, pero lo cierto es que la decisión tomada en casi todos los ejércitos
de referencia fue reducir las diferentes armas de la artillería, desde la capacidad
altamente destructiva de las piezas de campaña a las unidades antiaéreas.

En este sentido, el Ejército de tierra, y por tanto España, nunca había considerado
durante aquellos años (conocidos como los dividendos de la paz) la pérdida de estas
capacidades, por lo que resulta especialmente curioso que ahora, con el resurgir de
la amenaza y cuando se cumplen ocho años del despliegue de nuestras capacidades
más significadas en Turquía (sistema Patriot), se antepongan necesidades propias de
los despliegues asimétricos, como si la realidad internacional no fuera suficiente para
revertir ciertas inercias.

Esta tendencia, refrendada con la falta de medios para las unidades de maniobra más
resolutivas, como son las acorazadas, pese a estar precisamente involucradas en el
este de Europa (despliegue en Letonia), tiene poca justificación; pues es bien sabido
que, si la adaptación de las fuerzas de combate a tareas de pacificación es posible,
el paso contrario no lo es, siendo los medios de intervención más livianos (Entry
Forces) inútiles para afrontar amenazas de alta intensidad.
Sistema antiaéreo Patriot del Ejército de Tierra. Fuente – Ministerio de Defensa.

Panorama actual de la Artillería Antiaérea en España


La actual doctrina del Ejército de tierra considera a la brigada como el elemento
fundamental para el combate, por lo cual trata de darle un conjunto de capacidades
globales propias de todo escalón interarmas. Por ello, dentro de su estructura existen
unidades de defensa AA, en concreto una batería de defensa próxima (SHORAD)
equipada con misiles Mistral [1].

Toda vez que muchos de los sistemas de armas y capacidades que deben convertir
a la brigada en una unidad autónoma son demasiado escasos para su distribución
generalizada, se concentran en unidades específicas dentro de la Fuerza Terrestre.
Estas unidades, además de reforzar las citadas brigadas tienen la responsabilidad de
equipar los escalones superiores, muchas veces no orgánicos, como son división o
cuerpo de ejército. En el caso de la DAA (Defensa Antiaérea), se recurre al MAAA o
Mando de Artillería Antiaérea, que aglutina un conjunto de medios de corto, medio y
largo alcance que se integran dentro de un sistema de mando y control (C2) único.
Nos estamos refiriendo al conocido por COAAAS o Centro de Operaciones de
Artillería Antiaérea Semiautomático, del que existen dos modelos, precisamente uno
para defensa SHORAD de entidad batería o modelo L (ligero) en servicio en las
unidades Mistral de Brigada, y otro medio o M, de entidad grupo y utilizado por el resto
de los sistemas, excepto el Patriot/Hawk (con su propio centro de control de grupo o
ICC).

Este último permite combinar diferentes sistemas de armas en UDAAs (Unidad de


Defensa Antiaérea) de carácter heterogéneo, y por tanto complementarias entre sí,
aprovechando las virtudes de los diferentes sistemas para ofrecer una cobertura
eficaz a todas las distancias y altitudes.

De esta forma, El COAAAS-M a través de su UCE (Unidad de Control de Empeños)


es capaz de controlar simultáneamente cuatro baterías SAM (con una FDC o Fire
Distribution Center, cada una) o incluso un grupo Hawk completo (esclavizando su
ICC o vía enlace colateral), hasta 6 COAAAS-L o 18 terminales inteligentes (TI) de
puesto de tiro, sea DT SkyDor o Mistral (conocido por SILAM); así como 6 terminales
TIPOT propios (Terminal Inteligente del Puesto de Observación y Tiro) con los que
seguir hasta 60 trazas simultáneamente.

Toda vez que aparte de acompañar a las unidades terrestres en sus despliegues
(LCAD o Land Component Air Defense) el Ejército de tierra es el encargado de
proporcionar las unidades de defensa aérea territorial (en la mayoría de países de
referencia pertenecen a la Fuerza Aérea) o de puntos sensibles del mismo, como
instalaciones estratégicas y bases (misión conocida como GBAD o Ground Based Air
Defense), el MAAA incluye elementos de defensa de punto o a baja cota que vienen
a replicar los disponibles en las brigadas de combate.

Esto ya de partida, y en el explícito momento actual de falta de recurso financiero,


representa una duplicidad inasumible. Ya que las brigadas o divisiones que se formen
no pueden acudir a ningún conflicto, aún asimétrico, sin la cobertura de misiles de
medio alcance y altitud (al menos para afrontar UAV de tipo II) presentes en el citado
MAAA, la capacidad propia de cobertura SHORAD o de baja cota de las actuales
brigadas resulta insuficiente y carece de valor añadido si se compara con aquel.

Igualmente, aunque asumamos que España no va a verse involucrada en una guerra


como la de Siria o Ucrania, debe proporcionar una respuesta a la citada amenaza
LSS y las nuevas disciplinas de protección contra proyectiles, conocidas por sistemas
C-RAM (Counter Rockets, Artillery and Mortar), conjunto conocido actualmente por C-
EAT (Counter Emerging Air Threat), que hoy están representados o bien por
complejos misiles como el Iron Dome israelí, o comúnmente por los sistemas de cañón
de tiro rápido, eso sí cada vez más complejos e integrados en sistemas de dirección
de tiro propios de los CIWS navales [2].

Al respecto, y precisamente por su utilidad contra esta amenaza, los un día


arrinconados cañones automáticos tipo Oerlikon GDF (sistema suizo bitubo en calibre
35×228 mm) se han revalorizado, manteniéndose en el MAAA, las comandancias
generales de Ceuta y Melilla y el MACANA o Mando de Canarias, dentro de grupos
específicos SHORAD con radares RAC 3D de exploración y direcciones de tiro (radar)
Skydor o Skyguard; igualmente se les ha equipado con sistemas de programación en
boca de la espoleta para sus proyectiles (munición AHEAD) de fragmentación, siendo
teóricamente muy eficaces en un rango de hasta 4.000 m.

Estos sistemas tienen dos problemas fundamentales. Por un lado, su menguante


efectividad general, puesta en evidencia en pruebas recientes (polígono de tiro de
Médano del loro, Huelva) debida seguramente a una configuración algo desfasada
para las nuevas amenazas; y por el otro su carácter de pieza remolcada que necesita
de asentamientos fijos para hacer fuego (tanto los cañones como los sistemas
asociados).

Estas razones han impulsado al Ejército a lanzar un programa de adquisición de un


sistema dual cañón-misil autopropulsado [3] que releve a los lanzadores Mistral sobre
VAMTAC y a los citados cañones bitubo de 35mm.

Lanzador mistral del Ejército de tierra integrado en plataforma VAMTAC. Fuente –


Ministerio de Defensa.
Por encima de los sistemas de corto alcance se sitúan los conocidos SAM de medio
y largo alcance, en teoría destinado a negar el acceso a cazabombarderos enemigos
de altas prestaciones, existiendo los Patriot, Hawk y NASAMS (misil AMRAAM C5).
El más moderno sin duda es el NASAMS, si bien su veteranía exige de una renovación
de su software y equipos de control de batería a un estándar más avanzado (2+) que
pueda recibir soporte del fabricante (Kongsberg). Este misil sirve en cuatro baterías
de solo dos lanzadores (lo normal es tres) asociados a un radar MPQ-64 Sentinel.
Tres baterías forman el grupo II/73 de Cartagena, la cuarta se integra en el grupo I/94
de Las Palmas de Gran Canaria.

Por su parte el Patriot, aun en configuración 2+, debe también ser actualizado al más
avanzado 3+, siendo intención del ejército adquirir una batería de este tipo de
segunda mano equipada con misiles PAC-3 de capacidad ABM mejorada; sin saber
qué futuro espera al resto del grupo (actualmente disponemos de 3 baterías).

Por último, hay que citar al Hawk, el más veterano de todos y del que se dispone de
dos grupos. La falta de un sustituto ha obligado al ET a adquirir sistemas dados de
baja por otros ejércitos para obtener repuestos, someter a un grupo a un cuarto
escalón (relativo a lanzadores, tractores y equipos en general) y a digitalizar otro que
aún se mantenía con arquitectura analógica, pese a ser del estándar PIP III, proceso
que se está realizando en Grecia.

El misil en sí, conocido por MIM-23K, de la casa Raytheon, aún puede ser un arma
efectiva, sobre todo si tenemos en cuenta la amenaza descrita, pues la mayoría de
UAV actuales de alta cota son medios grandes, de vuelo lento, alta reflectividad radar
y poco maniobreros, aunque si se les deja, como inexplicablemente ha sucedido en
el conflicto ucraniano con el TB-2 (de origen turco), pueden hacer estragos. Hay que
recordar al respecto que las bajas de UAV tipo MQ-9 Predator o Reaper reportadas en
Libia, Irán o Yemen han sido producidas, presumiblemente, por misiles SA-6 de largo
alcance, un sistema considerado desfasado en la actualidad.

Obviamente como respuesta contra sistemas aéreos (tripulados o no) de quinta


generación o furtivos, están completamente superados; pero en otras circunstancias,
siempre que los medios de adquisición y seguimiento sean modernos y tengan ECCM
eficaces, el sistema aún es bastante útil, en tanto que el misil depende del radar para
ser preciso (guiado semiactivo), tiene una potente ojiva de guerra de 54 kg (por tanto
un área letal con espoleta de proximidad bastante amplia) y prestaciones muy
relevantes (2,4 mach y 40 km de alcance).

En conjunto, el Ejército de tierra cuenta con dos grupos cañón, dos mixtos cañón-misil
mistral, uno exclusivamente con este misil, otro con NASAM, uno más con Patriot y
dos con Hawk; existe además un grupo con hasta tres sistemas distintos (GDF, Mistral
y NASAM), encuadrado en el RAAA 94 y ocho baterías independientes con misil
Mistral para otras tantas brigadas.

Las unidades peninsulares tienen asignadas diferentes rotaciones para activar y tener
preparada una UDAA dentro de las fuerzas permanentes de defensa (OPLAN Marco),
mientras que el citado RAAA 94, tiene la responsabilidad exclusiva de la defensa del
archipiélago canario, para la que no se dimensiona adecuadamente, ya que los únicos
SAM de cierta entidad son los dos lanzadores NASAMS (tienen como principal función
la defensa de punto de la B.A. Gando).

ANEXO
I. ORBAT actual de artillería antiaérea.

Plan de mejoras para la artillería antiaérea


No solo sufrimos un alto grado de obsolescencia en los diferentes sistemas de armas.
Al propio sistema COAAAS también le ha llegado el momento de la renovación,
estando previsto dentro de los estudios Fuerza 2035, implantar un sistema en red
completamente automatizado y enlazado mediante link 16, en vez del actual de
datos/fonía, ATDL-1 o link 11B [4]. Así mismo contará con IFF mod 5 y terminal ARS
compatible con el Ejército del Aire para integrarlas en el MDOA (Mando de defensa y
operaciones aéreas).

Queda igualmente pendiente la cuestión de dotar a las UDAA de una mayor movilidad,
siendo así capaces de establecer una zona de exclusión aérea (denegación de área)
en la zona de responsabilidad de la unidad táctica a la que proporcione cobertura,
aun cuando esta se encuentre en movimiento. Esto pretendía cubrirse con el
programa Sagitario que, a la baja del sistema Roland, planteaba incorporar misiles
AMRAAM en afuste abierto (de raíl) sobre plataforma 4×4, siendo congelado hace
varios años por falta de presupuesto.

Actualmente, los sistemas asociados al COAAAS-L disponen de esta capacidad, al


menos de forma teórica, al ir montados en vehículos VAMTAC (salvo el radar Raven,
que es remolcado). La batería dispone de 12 PT, pero solo cuenta con dos radares
Raven, de los que uno puede ir en inalámbrico y otro conectado por cable, por lo que
la capacidad de dar cobertura a una unidad tipo Brigada en movimiento, efectuando
continuos cambios de posición, es muy limitada.

El actual puesto SILAM (Lanzador + térmica + TI) a bordo del VAMTAC tiene también
varias limitaciones; para empezar debe desmontar el misil y la unidad de seguimiento
del lanzador antes de iniciar el movimiento, además los puestos de tiro tienen
capacidad para un solo proyectil, requiriendo un tiempo para la recarga y son
dependientes así mismo de una unidad de refrigeración de duración muy limitada (la
pila dura 45 segundos), razones por las que no pueden permanecer en disposición
de abrir fuego durante mucho tiempo o empeñarse contra dos trazas consecutivas.

Esto solo puede solucionarse adquiriendo el sistema Jabalí, que consta de un


lanzador doble completamente automatizado a bordo de un VAMTAC, ejerciendo el
control del afuste desde un TI en cabina, en caso contrario la movilidad actual podrá
considerarse una ventaja operacional, incluso estratégica, pero no en el desempeño
táctico.

Más allá de su dependencia orgánica, los dos sistemas SHORAD, Skydor/GDF y


SILAM, deberían trabajar juntos; combinando la capacidad destructiva y alcance del
misil con la cadencia (fuego continuado) de los cañones, así como aprovechar la
flexibilidad que proporciona a la hora de atacar blancos según su grado de
rentabilidad, empeñando los escasos y caros misiles contra aeronaves tripuladas y
los cañones para las amenazas múltiples de tipo C-EAT.

Así funcionaba el sistema Toledo, recientemente desmantelado al dar de baja los


misiles Aspide, que se combinaban en secciones mixtas con cañones y las DT
Skyguard (más antiguas). Actualmente las secciones mistral no se combinan con
estos cañones y las más avanzadas DT Skydor, un sistema capaz de proporcionar
trazas al mistral exactamente igual que hace con el cañón, esto se debe a que no
tiene activado el segundo par de conectores disponibles, por lo que solo admite dos
PT GDF. En esta configuración la sección tiene escaso volumen de fuego y no se
amortiza su personal, ya que la estación de control SkyDor está mandada por un
oficial para solo 11 sirvientes por sección.
El principal problema de esta colaboración es el carácter fijo de la sección
Skydor/GDF, que resta movilidad a las pelotones Mistral, impidiendo que acompañen
a las unidades tácticas, por lo que la posibilidad de combinar sus fuegos no debe
hacerse a costa de esta última.

La alternativa puede ser la de baterías mixtas, pero disgregadas por secciones


homogéneas, constando de un COAAAS-L, dos secciones Skydor y una Mistral,
además de un radar Raven; de esta forma pueden actuar de forma colaborativa sin
esclavizar los PT móviles SILAM a las DT Skydor [5].

Por su parte, la Skydor puede incorporar un tercer cañón, que solapado con los otros
y con la dispersión (1500 m) soportada por la DT, forma un triángulo efectivo (triángulo
de Reuleaux) de letalidad máxima en torno al objetivo y tres zonas de solapamiento
dual con un diámetro de fuego de hasta 11 km en 360º [6]; apropiado para explotar
los 20 km de alcance del sistema de exploración y seguimiento y consiguiendo que la
UME (Unidad mínima de empleo) pase de la batería a la sección. Igualmente, la
estructura de mando resulta más adecuada, contando cada una con tres pelotones al
mando de un oficial (15 pax).

Esto minimiza el problema que representa una batería con varias DT, ya que no
permiten asignarles trazas de forma coordinada, al no transmitir aquellas los datos en
orden ascendente (hacia la UCE) sobre los blancos detectados, por lo que su modo
de combate es ‘autónomo’ o propio de sección; esta es la razón por la que operan
directamente con un COAAAS-M, sin escalón C2 de batería.

Con un COAAAS-L, el oficial desde la UCE debe ejercer como TCO (Tactical Control
Officer) de sus DT (aunque sea vía fonía) y nodo de enlace entre la DT y el COAAAS-
M, descargando a este de dicha responsabilidad; igualmente el radar Raven permite
a las DT trabajar en pasivo/silencio electromagnético (modo optrónico) de forma más
independiente que a través del Rac 3D del grupo, radar alejado del ámbito táctico de
la unidad.
Diagrama de Venn mostrando un despliegue omnidireccional por tres puntos de una
sección SkyDor/GDF. Fuente – Elaboración propia.

Un elemento fundamental para que la batería SHORAD actúe como unidad C-RAM
es la alerta previa de proyectiles en vuelo gracias a un sistema de detección y
predicción de trayectoria, caso del Arthur, enlazado con COAAAS para transmitir las
trazas susceptibles de ser batidas por las secciones SkyDor; esta información sería
transmitida desde la malla de fuegos al COAAAS-M mediante link 11B o link 16,
destinando un TIPOT específico para la gestión del fuego C-RAM.

Un típico Grupo SHORAD podría contar orgánicamente con tres baterías de este tipo,
totalizando cuatro UCE (batería y grupo), cuatro radares (1 Rac-3D + 3 Raven), 18
cañones Oerlikon y 12 PT SILAM.

Lo llamamos “nueva guerra fría”, pero la relación, competencia y colaboración entre


Estados Unidos y China no solo no lo es, sino que guiarse por este concepto puede
llevar a errores de visión y de política (policy). Más aún entre China y la Unión
Europea, que ve, correctamente, a la superpotencia asiática como “socio, competidor
y rival sistémico”. Utilizamos el término de guerra fría por pereza intelectual, y
porque estamos inmersos en un periodo de transición, es decir, de desorden, de un
orden mundial a otro cuyos contornos se divisan aún mal. La guerra fría responde a
otra época y situación. No es un concepto útil hoy. Pese al discurso de la tensión
entre Washington y Pekín, la realidad es otra. El episodio de los globos es un reflejo.

A diferencia de la antigua Unión Soviética, China participa plenamente en la


economía global, y en las cadenas de suministro que la conforman, aunque la
globalización se haya frenado algo con la pandemia y con la competencia
tecnológica y estratégica entre Washington y Pekín. Desde Occidente, sobre todo
desde EEUU, se avanza hacia un acortamiento de estas cadenas, por medio de
políticas de reshoring, nearshoring o friendshoring de empresas. No solo por
razones geopolíticas o geoeconómicas, pues tiene mucho que ver con la política
interna estadounidense. Con su política de America First, Donald Trump y su
republicanismo radical atrajeron a una parte importante, venida a menos con la
deslocalización y la automatización, de la clase obrera y media baja de EEUU. Joe
Biden quiere con su política antichina y de Buy American –más allá de indudables
consideraciones estratégicas de una superpotencia que teme que le haya surgido una
rival– restablecer puentes con esos votantes que había perdido el Partido Demócrata.
Es, además, un terreno de entendimiento con el propio Partido Republicano,
radicalizado, con el que ahora tiene que tratar dado que controla la Cámara de
Representantes. La política hacia China tiene mucho de política interna
americana. All politics is local.

La actual administración estadounidense, inspirándose en tiempos de la guerra fría,


se ha metido en una política de control de las exportaciones de tecnología avanzada
hacia China, en la que está incorporando a aliados como Países Bajos, Japón y Corea
del Sur, esenciales para la fabricación de los chips (microprocesadores) y otros
elementos más avanzados. Un problema es que cada vez es más difícil diferenciar
entre aplicaciones civiles y militares de estas tecnologías. Indudablemente, hay una
carrera tecnológica entre EEUU y una China cuyos avances quiere frenar
Washington tras percatarse, demasiado tarde, de que su incorporación a la economía
mundial, en especial a partir de 2001 con la entrada en condiciones ventajosas de
Pekín a la Organización Mundial del Comercio, no produjo la liberalización
económica y política que, de manera ingenua y con desconocimiento de la cultura
imperante en China, esperaba. Un ingenuidad y desconocimiento que también es
frecuente en España.

«China tuvo su primer ‘momento Sputnik respecto a la


inteligencia artificial con la derrota, en 2018, de un maestro
del juego Go por la computadora AlphaGo de Deepmind
(empresa adquirida por Google)»

El discurso de frenar a China predomina en EEUU, donde hay un amplio consenso


al respecto. Algunas medidas restrictivas pueden lograrlo, al menos temporalmente.
Por ejemplo, limitando la capacidad china de desarrollar la más avanzada
inteligencia artificial (IA), respecto a la cual Pekín ha tenido lo que el experto e
inversor Kai-Fu Lee llamó el “momento Sputnik”. Se refería al susto de EEUU
cuando la URSS lanzó en 1957 el primer satélite artificial. Generó una carrera
espacial, que llevó a EEUU a poner a un hombre en la Luna, a donde ahora parece
que quieren volver diversas potencias, empezando por China. El primer “momento
Sputnik” chino en referencia a la IA llegó en 2018 con la derrota de un maestro del
juego Go por la computadora AlphaGo de Deepmind (empresa adquirida por
Google). (Dicho sea de paso, estos días, un jugador humano aficionado ha vencido
al programa, tras descubrir en él, gracias a la IA, algunos fallos en el programa.) El
segundo momento, para Pekín, ha sido el lanzamiento por OpenAI (en la que
Microsoft tiene grandes intereses) de la inteligencia artificial generativa de lenguaje
natural ChatGTP, que tanto revuelvo ha causado, y las de otras empresas. Corriendo,
Pekín va a intentar presentar la suya. China, el mayor consumidor mundial de chips,
no es (¿aún?) capaz de diseñar o fabricar los más avanzados, que necesita para esta
carrera. Las medidas limitativas de Washington le están llevando a desarrollar su
propia capacidad. Tomará un tiempo y el éxito no está garantizado. Pero, ejemplo de
la capacidad china, en diciembre pasado Huawei solicitó su propia patente para un
componente de la litografía por luz ultravioleta extrema, tecnología que hasta ahora
tenía en exclusividad la empresa ASLM de Países Bajos, esencial para fabricar los
semiconductores más avanzados.

Pese al discurso oficial desde Washington de una relativa separación (decoupling)


tecnológica y en otros aspectos de China, la realidad es algo diferente. El déficit
comercial de EEUU con China creció el año pasado un 8,3% anual hasta los 382.900
millones de dólares, el segundo más alto registrado. Las inversiones estadounidenses
en China van viento en popa, aunque se han frenado en startups. Apple quiere
comenzar a distanciarse de China, abriendo fábricas en India, además de impulsando
su colaboración con países como Vietnam, pero no lo logra de forma significativa,
debido al grado de sofisticada integración de sus sistemas de producción en la nueva
superpotencia. China, por su parte, alberga muchas materias primas estratégicas en
la era digital, desde el litio a las tierras raras. Aunque la administración
estadounidense no lo reconozca de manera oficial, EEUU y China se necesitan
mutuamente. De seguir la tensión, podrían acabar –con los europeos pillados en
medio– como los protagonistas del cuadro de Goya Duelo a garrotazos o como esos
boxeadores que, agotados, acaban enganchados el uno al otro en el ring.

Duelo a garrotazos, de Francisco de Goya. Fuente: Wikipedia

En cuanto a Taiwán, Washington está reforzando sus relaciones políticas y


estratégicas con la isla, ante la posibilidad de una invasión desde la China
continental. Sin embargo, es significativo que Warren Buffet haya anunciado una
desinversión de 86% en TSMC, la empresa taiwanesa que fabrica (no diseña) un
54% de los chips mundiales. ¿Por el reshoring o por otra razón? Buffet suele acertar
en las tendencias mundiales.

«Tan significativo es que China haya propuesto un plan para


un ‘acuerdo político’ en 12 puntos, formalmente acorde con el
Derecho Internacional, aunque no distingue entre agresor y
agredido, como que Occidente lo haya rechazado de plano
pese a tener algunos avisos interesantes»
Está, además, la competencia geopolítica en el Sur Global. EEUU intenta rodear a
China en el Pacífico por medio de alianzas con países de la región (Filipinas es el
último). China (y Rusia) refuerza sus bases navales y su presencia económica y
estratégica en África y en América Latina. Aunque, tras las advertencias
estadounidenses, si China empieza a apoyar a Rusia con suministros militares para la
guerra en Ucrania –que incomoda a China, aunque ve ahí que Occidente se puede
debilitar–, la tensión se puede incrementar de manera notable. Moscú se habrá
echado a los brazos de Pekín, todo lo contrario de lo que buscaron Nixon y Kissinger
con su apertura a China. Pero tan significativo es que China haya propuesto un plan
para un “acuerdo político” (no lo llama plan de la paz) en 12 puntos, formalmente
acorde con el Derecho Internacional, aunque no distingue entre agresor y agredido,
como que Occidente lo haya rechazado de plano pese a tener algunos avisos
interesantes, por ejemplo, contra el uso del arma nuclear. Por detrás, hay un intento
por parte de China de generar un orden mundial más acorde a sus intereses que el
que nació de la guerra fría y la posguerra fría. Ese es un largo e importante proceso,
o pulso, que cambiará la gobernanza global.

En la guerra fría, la URSS exportaba ideología, comunismo soviético, y Occidente


defendía la democracia liberal para sí. Cabe recordar la reguera de apoyos
estadounidenses a golpes de Estado, como el de Pinochet en Chile. El Occidente
democrático ha dejado, en general, de intentar exportar democracia liberal, salvo
para defender la suya y la de sus socios (como Hungría y Polonia) o la de sus
vecinos inmediatos (Ucrania). Su última y larga gran experiencia al respecto,
Afganistán, salió mal. Pero la democracia avanzó en el mundo, aunque últimamente
esté retrocediendo. En esta competencia, en la que desempeña un papel fundamental
la desinformación, China intenta hacer atractivo su modelo desarrollo. Pero sabe que
es único y de difícil repetición, aunque ya ha dejado sentado que crecimiento
económico y tecnológico no requiere democracia liberal. Prefiere a los regímenes
autoritarios, a los que no pide cuentas, sino contrapartidas económicas. La vigilancia
de los ciudadanos/usuarios se da en todos los sistemas, aunque el uso que se hace de
ella difiere. ¿Exporta China tecnoautoritarismo, con sistemas de vigilancia, censura
y represión avanzados? Sin duda. Aunque también lo hace EEUU (y varios países
occidentales). Si China exporta IA de reconocimiento facial a través de cámaras (a
menudo con tecnología estadounidense), EEUU no se queda atrás. Una diferencia,
según un reciente estudio de Brookings, es que estas exportaciones chinas se
reparten entre democracias fuertes y débiles (56 % vs. 46 %), mientras EEUU lo
hace más hacia las fuertes (76 % vs. 24 %).

La guerra fría comenzó con EEUU gozando de superioridad nuclear y la URSS de


superioridad convencional en una Europa tomada como rehén de esta competición.
Un equilibrio precario. Luego, con el desarrollo por ambos de sus capacidades
nucleares, se llegó a la disuasión mutua asegurada (la Doctrina MAD) y a la paridad
nuclear. Con el auge de China, las cosas cambian. Si China, como parece, está
ampliando de forma significativa su arsenal nuclear para llegar a 1.500 cabezas en
2035, frente a las 3.700 de EEUU y a las 4.500 de Rusia en la actualidad, la
disuasión cambiará por completo, por mucho que Pekín diga mantener la doctrina de
que no será el primero en usarlas (no first use). Como indica el analista Andrew
Krepinevich, la disuasión basada en la paridad funcionaba entre dos, pero la paridad
deja de tener sentido entre tres. Habrá, sin embargo, potencial suficiente para
destruir el planeta varias veces. Deberá repensarse por completo la ecuación nuclear
–base del orden mundial–, más aún cuando Vladímir Putin ha sacado a Rusia del
único gran acuerdo de control de armamentos nucleares que quedaba, el Nuevo
Start. Habrá que pensar, como poco, en triadas. Más complejidad. Más inestabilidad.

No es, pues, una nueva guerra fría. Pero sí una situación de dependencia mutua y de
profunda competencia entre una superpotencia que quiere seguir prevaleciendo y
otra que quiere seguir ascendiendo. Un pulso polidimensional (con dimensiones que
se alimentan entre sí). El término “nueva guerra fría” es facilón, y por eso se usa.
¿Entonces qué? ¿“Lucha existencial” para lo que queda de siglo, como la ha
calificado el republicano Mike Gallagher, de la nueva comisión bipartita de la
Cámara de Representantes de EEUU para combatir la competencia china?
Esperemos que no. Para Rana Foroohar, analista de Financial Times, China y EEUU
están atrapados en una “codependencia destructiva”. Puede valer. Pero habrá que
encontrar una mejor definición de esta competencia interdependiente. No son
tiempos de simplismos.

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