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LGBT PRIMER BORRADOR

***El señor Mora***

En una oscura y fría noche de Octubre, el señor Mora estaba sentado en su sillón
bebiendo una cerveza mientras veía el juego del Junior contra el Millonarios, el marcador
iba 2 - 1 con el Millonarios llevando la cabeza del partido, el señor Mora le iba al Junior
entonces no estaba muy contento por cómo iba el marcador – ¡esos malparidos no saben
jugar! – gritaba el hombre de 72 años; su hogar se sentía solo, la única luz que emanaba
de allí era la del televisor la cual mostraba una imagen nítida de los jugadores corriendo
tras el balón; el señor Mora dio un sorbo a su bebida y la reposo sobre una mesita que
estaba entre el televisor y el sofá, giró su mirada hacia el cuadro de su esposa y su
perrita, era el que más destacaba dentro de una colección de pinturas que él mismo había
realizado, dio una sonrisa acompañada de un suspiro y siguió observando su juego.

El señor Carlos Mora era un hombre con un pasado muy trágico; su infancia ocurrió
durante los tiempos fuertes de violencia en el país, su familia vivió en el campo hasta que
las fuerzas armadas les quitaron sus tierras, todo ocurrió un día cualquiera cuando de la
nada tocaron a la puerta diciendo que tenían que llevarse sus cosas mientras les
apuntaban con armas que él jamás había visto, su familia lo único que hizo fue obedecer
con el temor de una muerte cercana en sus mentes, excepto su padre el cual se paró y
alzó la voz contra aquellos que querían sacarlo de su hogar, por esto, el hombre armado
presionó el gatillo dándole un tiro en el pecho y otro en la pierna, muriendo en acto
seguido; su familia observó todo y ahí Carlos supo que un hombre haría cualquier cosa
por defender a su hogar y a su familia.

Carlos era el menor de 3 hermanos, todos varones; al momento de la muerte de su padre,


él tenía solo 8 años, le seguía uno de 13 años y el mayor tenía 16. Los siguientes años la
pasaron viviendo en la pobreza, el hermano mayor trabajaba en una construcción
mientras que su madre se dedicaba a lavar y planchar ropa. Diez años después de la
muerte de su padre, su madre murió debido a un cáncer de mama que le diagnosticaron 2
años antes. Carlos Mora, a sus 18 años se enlistó en el ejército después de la muerte de
su madre. Perdió todo tipo de contacto con sus hermanos y se dedicó de lleno a combatir
a aquellos hombres que habían acabado con la vida de su padre.

Pasaron 18 años y Carlos estaba pronto a jubilarse, se encontraba en un pueblo a las


afueras de Boyacá mientras pensaba qué iba a hacer cuando esto ocurriera, estaba en su
descanso caminando por las hermosas calles del pueblito cuando decidió ir a una galería
de arte que se encontraba allí, se fascino por las obras de una mujer que retrataban la
belleza de la naturaleza; a Carlos le fascinaba el arte, siempre se dedicaba a pintar en sus
tiempos libres y admiraba a aquellos que tenían el valor de mostrar sus obras; “Miriam
Rodríguez” decía la tarjeta de presentación de la obra - ¿te gusta? – le preguntaron a sus
espaldas – sí, bastante – respondió sin quitar los ojos de la pintura que retrataba un Lirio
blanco en medio de un valle – la pinté cuando tenía 18 años, el óleo me llamó cuando vi
ese Lirio en el valle – estaba hablando con quien había realizado aquella obra, durante el
resto de la tarde siguieron hablando y fueron a tomar un café, habían quedado
encantados el uno del otro.
Le sorprendió saber que era soltera, pues era hermosa y muy trabajadora, era la mujer
perfecta en esos tiempos. Comenzaron a salir y en todos sus descansos Carlos iba a ese
pueblo para pasar tiempo con ella, él había conocido a muchas mujeres a lo largo de su
carrera como militar, pero ella era distinta, ella no era como todas las mujeres que
estaban al servicio del hombre, sino que ella tenía las riendas de su propia vida, no
necesitaba a un hombre para destacar, era muy inteligente y esto llamó completamente la
atención del coronel Mora, no dejaba que ningún hombre la dominara, estaba muy
adelantada a su época.

Después de 6 meses juntos, este le pidió matrimonio cuando estaban observando el


anochecer en el techo de su casa, ella accedió. La boda fue un evento muy grande en el
pueblo, pues allí todos querían mucho a Miriam; todos ayudaron a decorar las calles del
pueblo con globos y flores blancas, en el parque central todos se reunieron para realizar
la ceremonia, todos celebraron el amor y festejaron por 3 días, llenos de música, cerveza,
comida de toda clase y risas por todas partes. Fue el día más hermoso para Carlos, tuvo
que respirar un momento para analizar todo lo que había sucedido, era su boda y ahora
tenía un propósito después de su jubilación, amar a su mujer y juntos salir adelante.

Los hermanos Mora fueron a la boda, no se habían visto durante 19 años, ya todos
estaban casados y con hijos, se alegraron de verse y celebraron juntos los tres como si
nunca se hubieran separado, después de eso, los hermanos jamás perdieron contacto. 6
meses después, Miriam y Carlos vivían juntos en la ciudad. Se jubiló a sus 38 años,
después de 20 años de servicio. Los celebró solo con su esposa, fueron a cenar al
restaurante Bartolomé, el más lujoso de la ciudad, después de cenar, llegaron a la casa
que habían comprado y pusieron música en el tocadiscos, bailaron el suave ritmo de Put
your head on my shoulder de Paul Anka hasta que se fueron a dormir, no necesitaban
grandes fiestas para poder celebrar, el amor que compartían era suficiente para ellos dos.

Pasó el tiempo y llevaban un año intentando tener hijos, al ver que no habían obtenido
resultado en todo ese tiempo, decidieron consultar a su médico. Al hacer ciertas pruebas
y exámenes se dieron cuenta que Miriam tenía un problema de falta de ovulación, los
ovarios no estaban liberando suficientes óvulos, lo cual le impedía tener hijos. Después de
la noticia, Miriam se deprimió, no quiso hablar por una semana y se la pasó sola,
pensando; Carlos, por más hacer intentaba animarla, comprándole ropa, sacándola al
parque, pero nada funcionaba; él también sentía gran dolor en el alma por no poder tener
hijos con la mujer que amaba, pero ahorita su prioridad era ella, no podía verla así más
tiempo.

Ya era el año 1989 y la relación de Miriam y Carlos estaba mal, casi no hablaban; Miriam
estaba deprimida, ya Carlos había intentado de todo para animarla, entonces también él
estaba deprimiéndose al ver a su esposa así. Carlos estaba mirando por la ventana hasta
que vio una pareja de adolescentes en patines paseando a un perro dálmata, se les veía
felices; a Carlos se le ocurrió comprarle un perrito a Miriam, era lo que necesitaban,
alguien a quien amar y a quien darle su atención, en ese mismo instante, se puso su
abrigo, prendió su coche y se fue a comprar al cachorro.

Volvió 3 horas después, Miriam estaba intrigada de que se haya ido sin anunciarle a
donde iba ni nada, entonces lo recibió en la puerta. Vio que traía una caja bastante
grande, entonces la intriga aumentó – te tengo una sorpresa – dijo Carlos
– Sí ya veo – respondió Miriam
Pasaron a la sala y Carlos puso la caja en piso, ambos se sentaron alrededor de ella, la
observaron por un instante, Miriam pudo ver la ilusión de su esposo en sus ojos; fue a
abrir la caja cuando de la nada, esta se movió, Miriam dio un sobresalto, asustada por lo
que vio. Abrió la caja rápidamente y sus ojos se llenaron de alegría, se trataba de un
cachorro Shih Tzu, todo pequeñito, confundido y peludito. Miriam dio un grito de alegría y
se lanzó a abrazar a su marido, Carlos le dio un beso; parecían adolescentes mientras
jugaban con el cachorro – se va a llamar Rudy – dijo Miriam – me encanta – respondió
Carlos mirando a su amada con tanta felicidad y amor como la primera vez.

Pasaron 11 años, los cuales la pasaron en completa calma y felicidad, era el año 2000;
Carlos celebraba sus 51 años, Miriam y él pasearon a Rudy por el parque mientras
comían un helado, se sentaron en una banca mientras la perrita jugaba con los demás
perros; las miradas de ambos se entrelazaron y se vieron perdidamente enamorados el
uno del otro, en ese momento tan tierno para ambos, Miriam se empezó a sentir mal,
Carlos al notar esto preguntó que si todo estaba bien; sin poder dar ninguna explicación
ella se desmayó el pleno parque, aquel momento tierno se había convertido en una
terrible pesadilla.

Llegó una ambulancia y la llevaron a un hospital, Carlos estaba desesperado y comenzó a


perder la paciencia; no fue sino hasta que un médico le dijo que podía pasar al
consultorio. El doctor le dio la terrible noticia de que Miriam padecía de cáncer de mama,
aquella enfermedad que ya se había llevado a la primera mujer de su vida, ahora iba por
la segunda, estaba devastado, en su interior surgían un montón de emociones como rabia
y tristeza, logró soltar una lágrima, pero se controló, respiró profundamente y preguntó por
alguna alternativa.

Pasaron 8 meses, los cuales Miriam había recibido Quimioterapia, no tenía cabello en su
cuerpo, estaba delgada, sin alientos. Carlos siempre estuvo a su lado hasta que ese 20
de Julio de 2001, Miriam muere debido a que el cáncer ya estaba muy avanzado. Carlos,
se hundió en la depresión, se quedó solo; la única compañía que le quedaba era Rudy la
cual también le dolía la ausencia de Miriam. Carlos se la pasaba encerrado en su cuarto,
así la pasó durante 2 meses, todo cambió a un color grisáceo, nada tenía sentido, no salía
para nada, dejó de pintar ya que era una actividad que hacía junto a su esposa, no quería
comer, se la pasaba la mayoría del tiempo durmiendo, cualquier cosa sería mejor que tal
sufrimiento; Rudy se acurrucaba a su lado y le lamía la cara para que se pusiera de pie,
iba todos los días, hasta que un día simplemente no llegó a su habitación. Esto le pareció
raro a Carlos y decidió ir a buscarla, la encontró en su camita, acurrucada, se le notaba
triste, al ver a Carlos comenzó a soltar un sonido que le partió el alma al pobre, estaba
llorando. Se vio reflejado en ella y supo que necesitaba arreglar su vida y superar a la
mujer que lo había hecho feliz por tanto tiempo, eso es lo que ella hubiese querido.

Empezó ordenando la casa, la limpió de arriba a abajo, cuando se dio cuenta, Rudy ya
había salido de su cama y estaba jugando con su pelota, se enorgulleció y siguió su labor;
iba de un lado a otro limpiando el polvo, barreando y trapeando, Rudy iba detrás suyo
para donde fuera que fuese, iba meneando su colita, se le notaba feliz; todo empezó a
tener color y luz, cuando terminó estaba rendido, y se recostó en su cama, Rudy se
acostó con él y le lamió la cara, ambos se quedaron profundamente dormidos; Carlos
entendió que cuando nos intentan ayudar de manera incondicional, es porque en serio
nos quieren, y cuando los ignoramos, les hacemos más daño a ellos que el daño que
tenemos en nosotros.
Empezó a pasear a Rudy todas las tardes y siempre se sentaba en la banca donde
Miriam aquel día se desmayó, también le llevaba una flor todos los días al cementerio, él
se sentaba en su tumba y pintaba mientras charlaba con ella como lo hacían en el
pasado, aquel inmenso prado junto a su esposa y Rudy, le daban mucha inspiración;
Rudy se acostaba encima de la tumba y ahí se quedaba dormida, siempre que se iban a
ir, ella lamía la lápida como despedida; esto le ayudó a seguir adelante su camino y se
empezó a sentir mejor. Rudy también estaba muy bien, era la que lo levantaba todos los
días, iba hasta su cuarto y le lamía la cara, él procedía a darle muchos besos y
acariciarla, ese amor siempre le ayudaba a subir los ánimos, ella a él y él a ella.

2 años después, a Rudy ya le costaba hacer ciertas cosas, tenía 14 años y ya no podía
caminar como lo hacía antes, había perdido gran parte de la vista y su pelaje tenía gris
por muchas partes, Carlos la llevó al veterinario en donde le dijeron que tenía que
prepararse para una despedida, él se sentía listo, o eso creía él – A todos nos llega la
hora – decía, y sí es cierto, pero el 2 de septiembre de 2003, Rudy Mora, fallece en los
brazos del señor Mora mientras él la acariciaba y le decía que estuviese tranquila, que se
fuese en paz. Esto le afectó mucho, su amiga querida con quien había pasado sus días
de lucha se había ido, la enterró junto a su esposa, y todos los días les iba a llevar una
flor a ambas, el duelo lo dejó tumbado en cama otra vez, intentaba levantarse pero no
podía, solo salía a la hora de visitarlas, ni siquiera pintaba, solo les llevaba las flores y
lloraba durante horas sin consuelo; un día se motivó y decidió sacar sus pinturas y se
sentó en la terraza donde solía pintar junto a su esposa, realizó un cuadro en el que se le
veía a Miriam y a Rudy juntas rodeadas de nubes, para él fue bellísimo y lloró mientras lo
hacía, pero se sintió muy bien cuando lo terminó.

El señor Mora ya no sentía que su casa fuese su hogar, se sentía un vacío en el aire, ya
no era lo mismo, así que decidió mudarse a un pueblo a las afueras de la ciudad, dejó
todo de lado, tenía 54 años y buscó nuevos aires; compró un departamento en un pueblo
llamado Oblivion, un lugar muy tranquilo donde podía descansar en paz sus últimos años.
El departamento que compró era mucho más pequeño que la casa donde vivía; era un
segundo piso que tenía un color café claro en su fachada y unos grandes ventanales, la
entrada era una puerta que daba a unas escaleras oscuras que llevaban a su puerta; al
entrar por primera vez, notaba la ausencia de muchas cosas, todo se sentía vacío, pero la
idea era empezar de nuevo, no se sentía seguro de lo que pasaría en su vida, notó que
faltaba una cosa por desempacar, era el cuadro que había hecho de su esposa y Rudy,
de su rostro salió una sonrisa cuando lo vio, lo colgó de una vez en la sala y notó como
ahora su hogar se llenó de vida, ahora sí se sentía como en casa.

****La noche en que todo cambió****

La misma noche en que el señor Mora estaba viendo su juego, en la parada del autobús
estaba Gabriel, esperando tranquilamente a que un autobús pasara. Gabriel era un chico
tímido y reservado, en realidad su único amigo era Bryan Torres, con quien siempre lo
molestaban de que era su novio, Bryan se lo tomaba con humor y se burlaba al respecto;
en cambio para Gabriel era una tortura constante que siempre lo hicieran ver así. Dudaba
si en realidad le gustaban los hombres o no, era un constante enigma en su cabeza que
no lo dejaba dormir, sentía afecto por Bryan, pero no sabía si de esa manera.
Gabriel tenía 15 años, en plena etapa de la adolescencia se sentía inconforme con su
cuerpo, cada noche se encerraba en su cuarto y se quedaba horas mirándose al espejo,
observando cada imperfección de su cuerpo, la impotencia de no poder hacer nada lo
hacía temblar, en realidad su cuerpo estaba bien, todo el mundo le decía que estaba
delgado y tenía buena forma, era algo bajito, pero podría considerarse guapo, delgado,
cabello rizado y dorado, piel blanca y ojos verdes, pero su cuerpo no lo sentía suficiente;
se agarraba su barriga y sentía la necesidad de reducirla, para eso, cada vez que comía,
iba al baño e introducía el dedo en su boca, para que así pudiera adelgazar; esto nadie lo
sabía y así se tenía que quedar.

Gabriel con su mirada en la dirección de donde se supondría que vendría el autobús, vio
una luz de un coche que se dirigía hacia él, en un principio pensó que era algún adulto
que estaba desesperado por llegar a su hogar a dormir después de un arduo día de
trabajo, pero no, resultó que era Halsen Higgins, el tipo más insoportable que Gabriel
había conocido en la vida; se encargaba de hacerle la vida imposible a él, ya que siempre
le gritaba que era un marica por los pasillos de la escuela, él siempre pasaba del tema,
pero siempre eran tediosos sus comentarios. En el asiento de atrás, alcanzó a notar a
Carlos García y a Richard Pérez, los dos amigos de Hansel, algo bastante cliché, pero
todos jugadores de fútbol, insoportables.

Al ver el auto, Gabriel lo ignoró completamente, creyó que haciéndose el desinteresado


estos no le harían caso y se irían, pero no fue así; el coche freno frente a él y se escuchó
una voz – ¿Cómo estás? florecita, ¿dónde está tu noviecito? – Gabriel al instante notó
que estaba borracho, las palabras se le enredaban y hablaba muy despacio.
– Échate a dormir Halsy – dijo Gabriel
– No se me da la puta gana de hacerle caso a un mariquita – respondió Halsen con una
voz soberbia y burlona
– Pues creo que este mariquita tiene los sentidos más activos que tú en este instante.
– ¿te estás burlando de mí?
– Lárgate, no quiero problemas.
– Pues los tendrás.
Los chicos de atrás se bajaron del auto de una manera muy brusca, y de una patada,
Halsen abrió su puerta.

Mientras rodeaba el auto iba diciendo:


– ¿Te crees muy especial? Los que son así como tú piensa que lo son, pero en realidad,
no son nadie.

Gabriel, impactado por la manera con la que lo miraba Halsen, intentó escapar, pero ya
Carlos y Richard lo tenían agarrado; Gabriel vio en Halsen un odio profundo en sus ojos,
como si él hubiese asesinado a su hermano o algo así, en ese instante, él temió por su
vida. Todo pasó muy rápido y cuando se dio cuenta, Halsen le lanzó un primer golpe muy
fuerte en el estómago que lo dejó sin poder respirar, de su boca no salió ni un ruido, no
tenía aire ni para gritar.

Después de ese golpe lo siguió otro, y otro... Y otro... Gabriel cayó rendido en la acera y
entre los tres lo estaban pateando. Gabriel no podía escuchar nada, pero lo más seguro
es que le estuvieran insultando, los golpes cada vez dolían más, era como si poco a poco
le fueran arrancando una parte de él; sentía como la sangre dentro de su boca no lo
dejaba respirar, además tenía la fría sensación de cómo poco a poco la sangre iba
recorriendo su cara; Halsen le lanzó un escupitajo en la cara, después de esto, se
detuvieron, Gabriel escupió toda la sangre de su boca dejando un charco de sangre en el
piso; Halsen le lanzó una patada en la cara y con el crujido de su nariz rompiéndose,
Gabriel se desmayó.

Los tres matones, al ver que Gabriel no respondía, decidieron salir corriendo y montarse
al coche; Halsen volteó un momento para ver lo que habían hecho y vio el rostro de un
pobre chico deforme, sintió lastima y puso cara de preocupación, pero al ver a sus amigos
riéndose y nada arrepentidos sonrió falsamente, en realidad le pesaba lo que hizo, pero
aun así dijo con desprecio – se lo merece – encendió el auto y se fueron con mucha
velocidad.

El señor Mora, escuchó unos golpes fuera de su casa, esto no era normal, pues todo
siempre era tranquilo; mientras ponía su cerveza en la mesa, escuchó el derrape de un
auto a toda velocidad, este se asomó con curiosidad por la ventana y vio el auto ya
bastante lejos como para distinguir las placas, de inmediato supo que eran adolescentes
ya que nadie pasaba por ahí a tal velocidad; al voltearse hacia la parada del autobús, la
angustia invadió su cuerpo, vio a alguien bañado en sangre tirado en el piso; el señor
Mora no supo ni cómo reaccionar, pensó que estaría muerto entonces lo primero que hizo
fue llamar a la policía. Lo más rápido que pudo se puso unos pantalones y salió a auxiliar
al chico.

El señor Mora a sus 72 años iba lo más rápido que podía, se acurrucó con el chico e
intentó reanimarlo, notó que aún respiraba, entonces le empezó a dar golpes en la cara
para que se despertara. No le importó mancharse de sangre, no vio ninguna herida con
algún arma sino de puros golpes; estaba casi seguro de que habían sido esos chicos que
había visto huir a toda velocidad; sintió que una vida dependía de él, entonces decidió
aplicar algunas cosas que había aprendido en el ejército para poder socorrerlo, temía por
la vida del chico y sin darse cuenta estaba llorando, el chico abrió los ojos y vio a aquel
hombre que no conocía pero aun así lo estaba ayudando.

La ambulancia llegó y el señor Mora dijo que era el abuelo del chico para poder
acompañarlo en la ambulancia, Gabriel no podía hablar, le dolía intentar hacerlo, pero
todo su cuerpo estaba entumecido por un dolor intenso que no le dejaba espacio para
pensar; nunca se habían visto, no sabían sus nombres pero aun así, el señor Mora se
subió en aquella ambulancia con tanta angustia como si fuera el mismo padre del chico;
todo esto mientras se anunciaba que el Junior había remontado al Millonarios y había
ganado el partido, todo en los últimos momentos del partido, lo catalogaron como un
“milagro”.

****El reencuentro****

Mientras el señor Mora iba en una ambulancia junto al chico del cual ni siquiera sabía su
nombre, Bayron Nixon, estudiante de la misma escuela a la que iba Gabriel, veía el
mismo partido que minutos atrás el señor Mora tuvo que interrumpir. Bayron no estaba
viendo el partido con mucho interés, estaba ahí para acompañar a su padre, el cual era
fanático del deporte.
Bayron, un chico de 16 años de tez morena, ojos y cabello negro, cuerpo delgado pero
atlético; desde que tenía 5 años, su padre lo inscribió a clases de futbol, en un principio
era malo pero fueron pasando los años y mientras más iba creciendo, más bueno se fue
volviendo en el deporte, a tal punto de ser el capitán del equipo de su escuela Los Leones
y estaba siendo buscado por algunas de las universidades más prestigiosas del país; pero
así como iba creciendo su habilidad, iba creciendo su desinterés por el deporte, era muy
querido por todos en el pueblo ya que los había hecho ganar muchos torneos; pero se
empezó a dar cuenta que las personas nombraban las victorias como si fueran de ellos:
“¡Nos hiciste ganar!” “¡Nos llevaste a las finales!”, ya estaba harto de que cada cosa que
hiciera, le pusieran el “Nos” como si ellos hubiesen hecho algo.

Bayron no entendía la obsesión de la gente por el deporte, llegaban a pelearse por un


simple juego. Ganen o pierdan, a ellos no les afecta en absolutamente nada, le afecta al
equipo, a la gente del pueblo no. Bayron quería dejarlo, pero más que tenerle miedo a la
gente por lo que le podrían decir, le temía a su padre. Armando Nixon, era el entrenador
del equipo Los Leones, le exigía mucho a Bayron, pero este ya estaba acostumbrado a
eso, las constantes humillaciones que le hacía pasar su padre y el esfuerzo que tenía que
hacer para ser el mejor era impresionante, mientras los demás entrenaban 2 horas
diarias, él entrenaba 5, ya estaba harto de todo.

Desde los 10 años, Bayron se empezó a fijar en las reacciones de su padre cuando
jugaba algún equipo importante y ellos lo veían por la televisión. Armando era un hombre
exigente pero muy amoroso con su hijo, pero cuando estaba viendo un partido, ni Bayron
lo reconocía; el padre insultaba a los jugadores, les gritaba como si ellos le escucharan y
pegaba palmadas a la pared o la silla cuando alguno cometía un error; a esa edad fue la
primera vez que se preguntó: ¿Si cometo algún error él hará lo mismo?

Desde entonces ya no veía el futbol con el mismo interés o alegría de cuando era
pequeño. Se repetía todo el tiempo cuando veía que alguien insultaba por el deporte: “es
un juego, es solo un juego”, pero nadie lo comprendía. A los 13 años, intentó hablar con
su padre de que quería dejar el deporte, ya no le llamaba la atención; pensó que su padre
lo entendería y lo apoyaría, pero lo que hizo fue gritarle: “sabes que vas a hacer que el
equipo pierda, ¿no?; todos te van a odiar, porque así es la gente, cuando le quitas lo que
más quieren, su orgullo, te destruyen”. Esas palabras quedaron grabadas en su cabeza
“te destruyen”, salió de ahí casi llorando y se sentó en el borde de un mirador a pensar
que haría, pero dentro de él lo sabía, seguir jugando.

Mientras estaba concentrado en la pantalla del televisor, Bayron recibió un mensaje, era
de su novia, Vanessa Ortega; la había conocido cuando ambos tenían 10 años, le cautivó
su cabello rubio, con su piel morena y sus ojos color avellana, era perfecta, ella iniciaba
como porrista y él estaba mejorando en el futbol. Se hicieron pareja cuando tenían 12, sus
padres estuvieron de acuerdo, eran niños, pero se notaba que se gustaban mucho,
entonces los dejaron y siguieron así durante los 4 años siguientes, a sus 16 años, ella era
capitana de porristas y él capitán del equipo de futbol, eran la “pareja más envidiada de
todas”; el mensaje decía: “Oye guapo, puedes venir a recogerme a la casa de Luisa, estoy
muy ebria como para conducir”. Luisa era la mejor amiga de Vanessa, había invitado a
todo el mundo en la escuela a su casa, había mucho alcohol, pero Bayron no fue porque
no tenía ganas de ir a una fiesta. Él le respondió: “Vale, llego en 5”. Se despidió de su
padre, cogió las llaves del coche y se fue.
Bayron conducía un Hyundai i10 cian, modelo 2020, mientras iba por la calle 32, vio que
una nueva familia se estaba mudando a la que era la casa de los Pérez, no se habló
mucho con el hijo de la familia, Daniel, se llamaba, iban en la misma clase pero no
charlaban mucho. Observó con cautela quienes eran los nuevos vecinos, pero no pudo
ver a nadie, solo las cosas regadas por todo el jardín y el camión en donde las trajeron.
Bayron dio vuelta en la intersección para tomar la carrera tercera y unas cuadras más
adelante se encontraría en la casa de Luisa.

Cuando llegó había música a todo volumen, la casa de Luisa quedaba apartada del resto
del pueblo entonces no molestaba mucho. Había gente bailando, otros jugando, otros
besándose y uno que otro estaba vomitando. Bayron se había puesto un suéter gris con
un jogger negro para ir a recoger a Vanessa, no pensaba quedarse mucho, por eso se
había puesto esa ropa. Al llegar, preguntó a un grupo de chicas por su novia, le dijeron
que estaba en la cocina vomitando; no se le hizo raro, se dirigió hacia allá pasando por un
montón de gente ebria y drogada.

Al llegar a la cocina encontró a Luisa tirada en el piso, dormida, suponía él; junto a ella
estaba Vanessa vomitando en el lavaplatos. Le dio dos toques en el hombro y dijo – ¿Ha
solicitado usted, transporte señorita? – brindándole la mano. Ella le sonrió y le pidió
disculpas, él le dijo que no había problema, tomó una servilleta y le ayudó limpiándole la
cara, la ayudó a parar y la alzó como una damisela en apuros. La acostó en la parte de
atrás del coche y ella se durmió, él encendió el auto y se fueron.

Tardaron 15 minutos en llegar a la casa de Vanessa, sus padres no estaban como era de
costumbre, abrió la puerta con la llave de Vanessa y la cargó hasta su cuarto. La dejó en
su cama y cuando se iba a ir, ella lo cogió de la mano insinuándole que se quedara. Él se
negó diciendo que ella tenía que descansar, ella se puso de pie y poco a poco se fue
quitando la blusa y después la falda, quedando solamente con un panty cachetero y el
brasier, se quitó el brasier quedando con los senos al descubierto – ¿Seguro? – dijo con
una voz coqueta; se quedó 5 segundos admirando el hermoso cuerpo de su novia, pero
no, no podía hacerlo, estaba ebria – perdón, estás ebria, necesitas descansar – ella dio
un suspiro, pero lo aceptó, se tumbó en la cama y no duró mucho en dormirse, él le dio un
beso de buenas noches y salió de ahí.

Cuando iba de regreso, mientras iba por la 32, se dio cuenta que las cosas de aquella
casa a la que se estaban mudando, no estaban, ya las habían entrado; Bayron tardó más
o menos 35 minutos en ir y volver, habían entrado todo muy rápido. Iba despacio hasta
que se detuvo en frente de la casa, estaba viéndola, había algo que le parecía fascinante,
que le gustaba, algo en el ambiente, era como si esa casa le hubiese dado los mejores
momentos de su vida, se sentía tranquilo, se sentía protegido.

De la casa salió una persona, se le hizo raro ya que eran las 11:30 de la noche, casi nadie
salía a esa hora, era una noche bastante profunda y silenciosa, por más que el pueblo
fuese seguro, era raro ver a alguien por las calles, a menos de que fueras adolescente y
vayas a una fiesta. Al ver de quien se trataba, quedó completamente absorto, su
respiración comenzó a temblar, sintió mucho frío, bastante frío, pero no paraba de sudar,
recordó aquellos tiempos de cuando tenía 13 años, algo lo hizo volver, mejor dicho, él lo
hizo volver.
****Un primer vistazo****

Bayron corría, se sentía humillado por aquellas palabras de su padre, “te destruyen”,
mientras corría la voz de su padre iba y volvía “te destruyen” “te destruyen” “¡te
destruyen!”. No supo ni cuanto corrió, aproximadamente 2 kilómetros, creería él; se había
alejado del pueblo, solo le rodeaba metros y metros de un espeso bosque. El cansancio le
hizo parar, estaba en una colina, a esa parte la llamaban “el mirador”, ya que desde ahí se
lograba ver gran parte del pueblo desde las alturas.

Había un tipo de muro que impedía que los autos se fueran colina abajo en el borde del
camino, se sentó ahí a pensar qué iba a hacer. Muchos autos siempre se detenían ahí
para apreciar las vistas, en especial a esa hora, eran las 5:42 de la tarde y en el cielo se
podía observar el rojo crepúsculo en el horizonte, pero esa vez por alguna extraña razón
no había nadie, solo él, con aquella tortura de pensamiento, de lo que debía hacer,
¿escuchar a su padre y no ser feliz?... Te destruyen… o ser feliz y decepcionar a todo el
mundo… Te destruyen…

Bayron no sabía qué hacer, la desesperación se lo estaba comiendo poco a poco, lo


agobiaba; se acurrucó rodeando sus piernas con sus brazos y agachando la cabeza
colocando la frente en sus rodillas, comenzó a llorar. Solo quería que todo acabara, que
todo se olvidara, quería volver a divertirse, volver a ser niño.

Estuvo ahí por media hora, ya cada vez había menos atardecer que apreciar; ya no
estaba llorando, pero aún tenía los ojos un poco rojos y húmedos; estaba mirando
directamente al sol, aquella luz naranja chocaba con su cara y la fresca brisa de la tarde
hacía su cabello ondear, después de estar tranquilo, sonrió.
No quería irse, por fin había encontrado tranquilidad, se había encontrado a sí mismo.

Estaba tan concentrado en el atardecer que no se percató que alguien venía hacia allí –
Es hermoso, ¿no? – dijo esa persona. Bayron sin despegar la vista del cielo respondió –
Nunca me había detenido a ver lo hermoso que era – cuando terminó su frase, Bayron
cerró los ojos por 3 segundos y dio un suspiro profundo de tranquilidad. Volteó a ver quién
era la persona con quien hablaba, era un chico de su edad, misma estatura que él, ojos
cafés claros al igual que su cabello, tenía cuerpo atlético; Bayron no lo conocía, pero se le
hizo familiar, de pronto lo había visto en la escuela o algo así.

Este chico preguntó si se podía sentar junto a él, a lo cual Bayron accedió. – Me llamo
Alejandro, pero puedes llamarme Alex – Dijo esto extendiendo su mano – Soy Bayron –
respondió estrechándole la mano. Bayron lo miró a los ojos, Alex estaba sonriendo y le
contagió esa sonrisa, pudo notar que a Alex se le achinaban los ojos cuando sonreía, eso
le pareció gracioso, de alguna manera.

– ¿Qué haces aquí? – preguntó Alex


– Pensando en la vida, ¿tú?
– Pues más o menos a esta hora siempre vengo a ver el atardecer
– ¿Por algún motivo en especial?
– No lo sé, me da paz
– Te entiendo
– Nunca te había visto en este lugar
– Supongo que la vida me trajo aquí
Alex le sonrió, y aquella sonrisa que antes le había parecido graciosa, esta vez le había
parecido linda.
Pasaron dos horas charlando, ya estaba muy oscuro, lo único que alumbraba donde ellos
estaban era una farola que poco iluminaba; ambos compartieron historias de la vida de
cada uno, se rieron un montón, Bayron nunca había disfrutado tanto una charla, cuando
vio la hora en su teléfono, ya iba a ser las 8 de la noche, tenía que llegar a casa para
cenar. Durante esas dos horas en ningún momento pensó en lo que había pasado con su
padre, se sintió tranquilo, se sintió protegido.

Bayron anunció que tenía que irse y Alex dijo que lo acompañaría hasta su casa, Bayron
agradeció el gesto; ambos se pusieron de pie y comenzaron a caminar, Bayron caminaba
lento apropósito, no quería que ese momento terminara. Se la pasaron todo el camino
charlando y riendo, cuando ya veían el pueblo, Bayron recibió una llamada, era su padre,
en realidad tenía 8 llamadas perdidas de él, solo que no recibió las llamadas porque no
tenía señal en donde estaban.

Cuando contestó, su padre estaba furioso, Bayron le explicó pero este no escuchó, lo
único que estaba haciendo era gritarle que era un irresponsable, Bayron soltó una lagrima
y solo le dijo: “ya voy en camino” y colgó; recordó todo lo que había pasado unas horas
atrás y se puso triste otra vez; sintió unas manos que le empezaron a masajear los
hombros, Bayron se estremeció, – oye, tranquilo, todo estará bien – se trataba de Alex, el
cual intentaba relajarlo, Bayron le sonrió y siguieron caminando; Bayron a pesar de estar
mejor, se empezó a sentir incomodo, ya que después de que Alex lo masajeó, este tuvo
una erección.

Durante todo el camino se sintió incomodo, Alex creyó que era por la llamada de su padre
que se empezó a comportar raro, por eso no preguntó. Al llegar a la casa de Bayron, Alex
se despidió diciendo que la había pasado muy bien, Bayron le sonrió diciendo que igual,
le dijo que estaba pasando por un momento difícil antes de que él llegara y que cuando
comenzaron a charlar se olvidó de todo. Alex volvió a hacer esa sonrisa que ahora a
Bayron le parecía muy linda y tierna, chocaron los puños y Alex se marchó.

Cuando Bayron recordó que tenía que enfrentar a su padre, se puso tenso, no sabía ni
que decirle. Metió la llave en la cerradura y al abrir la puerta lo primero que vio fue el reloj,
marcaba las 8:50. El chico cerró la puerta con cautela como si hubiera llegado a las 3 de
la madrugada; pasó a la sala de estar y ahí estaba su padre viendo televisión, por suerte,
estaba dormido, habían pasado 25 minutos desde la llamada, tiempo suficiente para que
se hubiera dormido.
Bayron subió rápido a su habitación y desde su ventana vio como Alex ya estaba lejos,
estaba dando la vuelta para tomar la calle 32.

Bayron se tiró en su cama, como si hubiese corrido un maratón, estaba confundido, no


sabía que había pasado esa tarde, lo único que sabía, era que le había gustado. Se
sentía muy feliz, a pesar de todo, no tenía de que quejarse, la había pasado muy bien.
Eso pensaba del momento que había pasado con él, pero ¿qué hay de él?, que fue eso
que había pasado en sus pantalones. Ya había tenido una erección antes, una vez que
había encontrado a Vanessa en su habitación desnuda, fue la primera vez que pasó.
Desde pequeño le enseñaron que amar a otro hombre estaba mal, era pecado, en
realidad él había conocido muchas personas que les gustaban las personas del mismo
sexo y estaban bien, Luisa, por ejemplo, la mejor amiga de Vanessa, a ella le atraían las
mujeres y era muy feliz, pero ¿qué hay de él? Le gustaba Vanessa, pero ¿si eso que
sentía por Alex también era amor? En que lo convertía a él, no lo sabía y eso lo sofocaba,
después de tanto pensar, se durmió.

A la mañana siguiente, Bayron se despertó gracias al hambre, no había cenado y su


cuerpo le pedía alimento. Se levantó de la cama y lo primero que hizo fue ir al baño a
asearse, mientras se cepillaba los dientes, mirándose en el espejo, recordó que tenía que
enfrentar a su padre, escupió la crema, se echó agua en la boca, se lavó la cara y bajó a
la batalla.
Al llegar a la cocina, su padre estaba sentado en la mesa leyendo el periódico, no se le
veía la cara, los platos estaban sobre la mesa, el desayuno era una ensalada de fruta
bañada en yogurt con unas galletas integrales; Bayron se sentó, nadie dijo ni una sola
palabra, el silencio era tenso, estaba afligido; no fue hasta que su padre con una voz
bastante seria: No cenaste, a lo que Bayron dijo que no, le dio una pequeña charla de que
tenía que cuidar su alimentación para poder triunfar, todo esto sin mirarle la cara, siempre
con el periódico en la mano.

Estaba en vacaciones de mitad de año, entonces no tenía mucho por hacer, estaba
entrenando todas las mañanas y tenía el resto del día libre, a veces salía con Vanessa
pero era muy de vez en cuando; se la pasaba leyendo un libro o mirando televisión.
Cuando terminaron de desayunar ambos fueron a la cancha y entrenaron, salieron a eso
del medio día, almorzaron juntos y después su padre salió a algo del trabajo; además de
ser el entrenador del equipo, se encargaba de toda la logística de los partidos de la zona y
era maestro de gimnasia; se acercaba un torneo entonces por eso estaban entrenando
tan duro.

Cuando fueron las 3 de la tarde, Bayron quiso ir al mirador, estaba solo, entonces solo le
envió un mensaje a su padre diciéndole que iba a salir, él le mandó un emoji de manita
con el pulgar arriba, entonces Bayron salió de su casa y tomó el camino para llegar al
mirador, tardó unos 45 minutos. Al llegar vio a Alex sentado en el mismo lugar donde la
noche anterior habían estado hablando; esta vez no sintió la tranquilidad de ver el cielo,
sino se sintió tranquilo de verlo a él.

Alex se percató de que Bayron venía y lo saludó, haciendo aquella sonrisa que a Bayron
le encantaba; Bayron se sentó a su lado y nadie dijo nada, solo se quedaron viendo el
cielo,
– ¿cómo estuvo todo anoche? – preguntó Alex
– Cuando entré mi padre estaba dormido, entonces no me dijo nada
– Eres suertudo, a mí mis padres me preguntaron que con qué chica había estado
– Pero estuviste conmigo – Bayron soltó una risa
– Creo que tú eres mejor compañía que cualquier chica

Bayron se puso muy rojo, en sus pantalones, había vuelto a pasar lo de la noche anterior;
viendo el rostro de Alex, supo que le gustaba, le atraía, estaba seguro de eso y en sus
pantalones estaba la prueba.
Alex notó que Bayron se sonrojó y le dio mucha risa, le rodeó con su brazo y le dijo que
estuviera tranquilo; eso debía tranquilizar a Bayron, pero pasó lo contrario, su corazón
latía muy fuerte, se puso aún más rojo y empezó a sudar; nunca le había pasado eso,
estaba nervioso y Alex no colaboraba, lo único que hacía era empeorar la situación con
ese abrazo con el Bayron pudo tocar su piel por primera vez, pero sentía que su corazón
iba a estallar.
Alex le propuso ir por un helado y Bayron accedió, se pusieron de pie y empezaron a
caminar; Bayron jamás había estado tan incomodo en su vida, caminaba raro ya que sus
pantalones estaban que se rompían. Su camisa estaba empapada de sudor; Alex notó la
incomodidad y le preguntó que si no quería ir que no pasaba nada, Bayron dijo que todo
estaba bien y siguieron caminando. Poco a poco, Bayron se fue calmando hasta estar
completamente tranquilo, pensó en que no tenía por qué estar nervioso, era amigos ¿no?

Al llegar a la heladería, Alex pidió un helado de chocolate, mientras que Bayron uno de
fresa. Se sentaron a hablar y a contar historias graciosas; hubo un momento en el que
Bayron probó su helado y le quedó un poco en la nariz, Alex se reía muy fuerte y Bayron
no sabía por qué, al final, el propio Alex fue el que le quitó el helado de la cara con su
dedo, después este se lamió ese dedo para quitarse el helado; ese acto le pareció muy
candente y tierno al mismo tiempo.
Pasaron la tarde juntos, ya eran las 6 de la tarde, entonces se despidieron y volvieron a
sus casas, con la promesa de volver a verse al día siguiente; y así fue, esa vez fueron a la
piscina del pueblo, pasaron toda la tarde dentro de la piscina hasta que la cerraron a las
5, Bayron pudo ver sin camisa a Alex y algo dentro de él le parecía que era muy atractivo,
su cuerpo le parecía perfecto, se dio un golpe y pensó que tantos pensamiento así eran
por las hormonas de la adolescencia y en parte sí lo eran, pero seguía cuestionándose
sobre lo que sentía, “solo es mi amigo” se repetía a sí mismo, esto es pasajero, tengo que
calmarme; así la pasó Bayron el resto de las vacaciones cuando salía con Alex, al fin y al
cabo, ambos se sentían seguros cuando estaban con el otro

****El acto****

Hubo una ocasión en la que Bayron no pudo encontrarse con Alex porque iba a salir con
Vanessa, fueron a cine a ver una película que no estuvo tan buena, solo era por verla, al
final fueron a la casa de ella, sus padres no estaban, ya Vanessa estaba bastante
acostumbrada a quedarse sola en casa, ya no le afectaba la constante ausencia de sus
padres, o eso decía ella; se encerraron en su cuarto y empezaron a hablar, ella
contándole cómo la había pasado el día anterior con Luisa, ya que ambas fueron de
compras al centro comercial. Bayron la escuchó con total atención, Vanessa le parecía la
persona más hermosa y estaba realmente enamorado de ella. Cuando ya se aburrieron y
no tuvieron de qué hablar, decidieron seguir viendo una serie que hacía tiempo habían
empezado, era un tanto aburrida para ambos, venían de ver una película y seguir con una
serie no era el plan ideal, pero pues tenían que estar juntos y aprovechar el momento;
entonces Vanessa le dio un beso en el cuello a Bayron que lo estremeció por completo, el
rose de sus suaves labios era como ser golpeado por los pétalos una rosa, pero aún así,
no pudo evitar sentir como el calor de su cuerpo iba en aumento, y poco a poco, en sus
pantalones, algo se fue poniendo más duro, él se puso rojo, pero se sentía bien, se sentía
bien con ella.

Cuando Vanessa se percató de esto no hubo mucha sorpresa, pues dentro de si misma
esperaba que esto ocurriera, así que poco a poco fue bajando su mano pasando por su
abdomen plano, hasta a llegar a sus pantalones, la respiración de Bayron empezó a
aumentar su velocidad, la temperatura en la habitación iba en aumento, el rose de sus
pieles era una sensación inefable que abría sus apetitos sexuales del uno del otro.
Vanessa puso pausa a la serie y se puso encima Bayron – estoy lista – dijo mirándolo, él
captó el mensaje de inmediato, una gota de sudor de la frente de ella cayó en la mejilla de
él, y sin poner resistencia, dejó que ella tomara la iniciativa para calmar esa hambre
voraz. Vanessa empezó besándole el cuello, la satisfacción que él sentía, era
inexplicable; después le quitó la camisa, este procedió a quitársela a ella, le quitó el
sostén; era la primera vez que veía unos senos tan cerca, los había visto antes en la
computadora, pero jamás en la vida real, no era como se los imaginaba, no eran tan
redondos, eran más bien caídos, pero aun así, eran grandes y le encantaban; ella siguió
encima de él y siguió besándole el cuello, fue bajando poco a poco hasta llegar a su
abdomen; muy despacio, ella le fue quitando el pantalón, después él la bajó de encima de
manera un tanto brusca, esta vez fue él quien estaba encima, puso su nariz en su cuello,
y la olfateo, olía muy bien, su olor era como el de un prado de flores, así que pasó sus
labio por ahí, mientras tanto su manos iba bajándole la falda, muy cuidadosamente.

Poco a poco él le fue quitando el panty, dejándola completamente desnuda, poco a poco
su boca iba pasando por cada rincón de su cuerpo, le subió las piernas e introdujo su
lengua dentro de ella, por su parte, Vanessa se estremecía del placer, Bayron ya había
visto cómo podía hacerlo por internet, siempre supo que el momento llegaría y era ese, él
se quitó los calzoncillos y ambos quedaron completamente desnudos, el calor de sus
cuerpos se entrelazaba para brotar aquella pasión vivida que juntos trasformaban en
placer; él cogió un condón que llevaba en su cartera y se lo puso; ya estaba listo para
entrar - ¿puedo? - Dijo con una voz bastante sexy en ese momento para Vanessa – por
favor – respondió ella, ya lista para el impacto. Fue entrando poco a poco, ella le pidió que
fuera despacio, él le hizo caso, Bayron sintió como el himen se rompió, además de que
Vanessa dio un quejido de dolor cuando esto pasó, él comenzó a empujar muy
suavemente, era un dolor satisfactorio para Vanessa, le estaba gustando bastante. No
duraron ni 5 minutos, cuando ya Bayron sintió que se iba a venir, así que salió
rápidamente de ella y cerró los ojos, Vanessa recordaría la cara de satisfacción que él
hizo mientras de él salía aquel líquido blanco que presenciaba por primera vez, ella
estaba impresionada, tal placer podía llegar a ser adictivo, fue lo que pensó, así que él se
inclinó para besarse, todo fue fantástico para ambos, una primera vez excelente, tenían
que seguir haciéndolo.

Ambos se dirigieron a la ducha y mientras las gotas golpeaban el suave rostro de su


novia, Bayron pensaba en lo que había ocurrido, todo fue exquisito con su novia, pudo
saciarse por primera vez, tantas noches encerrado en su baño no se comparaba a tal
maravilla, pero se sentía culpable por la ultima cosa que había pasado, mientras salía de
Vanessa cerró los ojos casi que por instinto, fue en automático, la sensación de estar
dentro de ella era increíble, pero al cerrar los ojos, lo único en que pudo pensar, fue en el
cuerpo sin camisa de Alex.

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