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Tal vez la pregunta más insistentemente repetida al hablar del Universo en sus diversas facetas
es la de su posible finitud o infinitud, en número de estrellas, dimensiones espaciales, edad en el
pasado y para el futuro. Y al describir situaciones límite de la materia, se puede también
encontrar una fórmula matemática que, en el límite de un proceso físico, predice valores infinitos
de densidad, temperatura, energía de cualquier tipo. Finalmente, hay interpretaciones de la
Mecánica Cuántica que parecen exigir un literal infinitud de "universos" paralelos o sucesivos para
acomodar todas las posibilidades que tienen una real probabilidad de existir según las ecuaciones
de onda de cada sistema.
Cuando vemos que el cociente de una división crece más y más al disminuir el divisor, intuimos
que el resultado de dividir por cero será mayor que cualquier número real: será infinito. La simple
adición interminable de unidades debe también llevar al mismo resultado. Y si, en lugar de
unidades, tuviésemos una suma inacabable de millones, también obtendríamos un infinito igual al
primero. Son éstos ejemplos elementales de lo que termina constituyendo una rama moderna de
la Matemática pura (después de los trabajos de Cantor sobre todo). Sin embargo, en esa rama de
la Matemática se habla de números "transfinitos" y de infinitos de diverso orden, unos mayores
que otros. Por ejemplo, se afirma que el conjunto de los números fraccionarios es mayor que el
conjunto de los números enteros, y el de los números irracionales mayor que ambos.
En realidad, si deseo poner en correspondencia unívoca los números enteros con cualquier otro
conjunto, nunca me faltan enteros para hacerlo, aunque intuitivamente parezca obvio que los
números racionales forman un conjunto más "denso". Estamos formando relaciones de conceptos
que pierden el significado original de número como expresión de una realidad que puede medirse
o contarse, y no es posible aplicar unívocamente esos conceptos sin caer en paradojas.
En el mundo de la Física se puede calcular, por ejemplo, la presión ejercida por una masa esférica
sobre el punto central, y, si hablamos de un "punto matemático" sin dimensiones, nos vemos ante
una división por cero que resulta en presiones infinitas. En la realidad no hay un área cero donde
la fuerza gravitatoria produzca tal presión. Del mismo modo, la atracción electrostática entre dos
partículas debe aumentar al disminuir la distancia entre ellas, y si las partículas no tienen diámetro
real, al reducir a cero la distancia entre ellas deben dar lugar a una atracción infinita. Pero otras
formas de interacción ocurren en esa hipótesis, y tal fuerza infinita no es real en ningún caso.
En aquellas ocasiones en que el formalismo matemático, aplicado a la Física, predice resultados
infinitos, se considera que es necesario evitar tal error por algún método de ajuste de valores que
respondan a la realidad. Es la llamada "renormalización", necesaria, por ejemplo, para que la
energía del electrón en interacción con su propio campo eléctrico no resulte en un valor infinito.
En teorías de partículas elementales, y , especialmente, en los intentos de unificación de fuerzas,
es necesario recurrir a ajustes semejantes para evitar infinitudes que, automáticamente, se
consideran desprovistas de significado real.
Dentro de los conceptos básicos de la Filosofía y de la Ciencia, espacio y tiempo son fuentes de
paradojas relacionadas con la infinitud. Si el espacio tridimensional permite distancias que
alcancen cualquier valor arbitrario, el espacio es infinito. No es posible pensar que el espacio
Euclídeo se termine sin caer en una contradicción: "más allá" de cualquier límite debe haber otro
espacio, negando el término que se postula. De una manera semejante, si el tiempo tuvo un
comienzo o si tendrá un fin, nos encontramos espontáneamente abocados a la pregunta: ¿qué
hubo antes? ¿qué ocurre después?. Por eso no es extraño que Newton considerase el marco
espacio-temporal de la naturaleza como algo independiente de la materia, infinito, existente desde
siempre, y últimamente, de carácter divino.
La existencia de infinita masa distribuida por igual en todas direcciones lleva también a
consecuencias absurdas. El potencial gravitatorio será infinito en cada punto, y sin diferencias de
potencial, no puede haber fuerzas gravitatorias netas: cada partícula estará en equilibrio entre
fuerzas infinitas que actúan en direcciones opuestas.
La Termodinámica excluye también un Universo estático y eterno. Todo proceso físico para la
producción de energía en las estrellas exige algún tipo de combustible, químico o nuclear. Dado
que cada estrella es un sistema finito, con una duración eterna en el pasado ya no brillarían las
estrellas, por haber agotado todas las fuentes de energía. Solamente una continua creación de
nueva materia permitiría formar continuamente nuevas estrellas para sustituir a las ya apagadas, y
esta creación supone el aumento constante de masa y también de densidad en un Universo
estático.
En años recientes, la Teoría del Estado Estacionario o Creación Continua ha sido abandonada
casi universalmente.
En el proceso evolutivo de estrellas de gran masa la fase final lleva a un colapso casi instantáneo
del núcleo superdenso, que puede tener varias veces la masa del Sol. Según las leyes físicas,
ninguna fuerza puede entonces impedir que la presión gravitatoria convierta al cadáver estelar en
un "agujero negro", predicho por la Relatividad, quedando la masa oculta a nuestras
observaciones tras el llamado "horizonte de sucesos", más allá del cual es imposible que señal
alguna nos alcance. Pero la contracción gravitatoria no tiene por qué cesar cuando la masa deja
de ser observable: teóricamente debe continuar hasta comprimir el cadáver estelar en un volumen
cero, con densidad infinita. Así se predice una condición en que las ecuaciones que describen a
la materia ya no son aplicables, y los físicos hablan de una "singularidad" que parece desafiar
todos nuestros esfuerzos de comprensión.
Lo mismo ocurre teóricamente cuando se calcula hacia el pasado el estado del Universo, hoy día
en expansión: al acercarnos al momento cero, la densidad y temperatura crecen sin límite y llevan
a predecir una singularidad de valores infinitos para esos parámetros en el momento inicial. Una
vez más nos encontramos con un proceso sin límite lógico en valores finitos, y nuestras
extrapolaciones llevan a situaciones sin descripción física aceptable.
¿Es necesario admitir tales singularidades como parte de la evolución de la materia en el mundo
real? En la sección previa se hizo notar que la presencia de infinitos en cualquier teoría se
considera automáticamente como una indicación de error o de extrapolación incorrecta, y se
recurre a procesos de renormalización para evitar la consecuencia inaceptable cuando otra teoría
libre de infinitos no parece posible. En los casos citados de singularidades, podríamos reflexionar
en la humilde prudencia de Einstein, que proponía sus ecuaciones como una descripción de la
materia “normal”, no aplicable a tales situaciones extremas.1
Incluso desde la Mecánica Cuántica se afirma que tiempo y espacio son discontinuos, con valores
mínimos reales, de tal manera que ningún proceso ni sistema físico puede darse en dimensiones
inferiores. Y mucho antes de alcanzar las dimensiones de Planck, el Principio de Indeterminación
de Heisenberg niega también la posibilidad de comprobación experimental de las condiciones de
la materia, aun en caso de que una tecnología futura pareciese capaz de conseguirla: según la
interpretación de Copenhague no tiene realidad física ni la localización ni el desarrollo de un
fenómeno por debajo del límite impuesto por la indeterminación.
Recordemos que la matemática es, originalmente, un lenguaje construido por nosotros para
describir a la realidad, aunque luego se desarrolló en ramas que tienen su propia lógica y valor
independientemente de toda relación al mundo material: no todo lo matemático tiene que
verificarse unívocamente en el mundo real accesible a la ciencia. Esto es claro en el caso de
soluciones de problemas físicos en que se consigue satisfacer formalmente una ecuación con un
valor tal vez imaginario de la incógnita, pero no se atribuye realidad sino a valores expresables
con números reales, adecuados al problema. Y ninguna situación física exige lógicamente la
1 "For large densities of field and matter, the field equations and even the field variables which enter into
them will have no real significance. One may not therefore assume the validity of the equations for very high
density of field and of matter, and one may not conclude that the 'beginning of the expansion' must mean a
singularity in the mathematical sense. All we have to realise is that the equations may not be continued over
such regions". En "The Meaning of Relativity" (p.129), 5ª edición, Princeton U. Press, New Jersey, 1956.
realidad de valores infinitos para ningún parámetro de la materia. Ni es posible nunca verificar
experimentalmente una predicción de infinito, pues ningún instrumento tiene capacidad ilimitada
de reacción a una actividad de la materia. Y la comprobación experimental posible es la exigencia
final de la ciencia en su búsqueda de certeza.
¿INFINITOS UNIVERSOS?
Tomando esta interpretación en un sentido riguroso queda sin respuesta satisfactoria el por qué
de cada estado real: no hay razón física de que sea uno más que otro (dentro de valores posibles
de cualquier parámetro) el que de hecho se observa. ¿Por qué se frustran todas las otras
probabilidades, todas igualmente válidas y "reales" como soluciones de la ecuación de onda?
Según el modo de pensar de algunos físicos, toda solución matemáticamente aceptable debe
representar a la realidad. Si en un experimento, por ejemplo de echar una moneda a cara o cruz,
se observa que se obtiene "cara", es necesario afirmar que también ha salido "cruz". Y como ese
resultado no se observa, solamente se mantiene la validez de ese principio si se acepta la
existencia de "otro Universo", no detectable, donde el resultado es opuesto al que nosotros
observamos en nuestro mundo físico.
Aplicando el raciocinio a todos los posibles experimentos de todos los sistemas físicos, desde
cada electrón individual hasta los sistemas macroscópicos más vulgares (por ejemplo, el número
que obtiene el primer premio en una lotería de millones de números), resulta necesario afirmar un
continuo desdoblamiento de la realidad en múltiples universos en número infinito. Esta es la
hipótesis propuesta hace unos años por Everett, y aceptada como solución lógica por quienes
suscriben el principio de que toda posibilidad matemática exige realizarse objetivamente. Se llega
así a la negación de la base metodológica de la ciencia: lo que no es observable, ni siquiera en
principio, no tiene "status" científico.
Como no puede someterse a prueba la realidad de "universos" que, por definición, son ajenos al
mundo observable, sin posibilidad de influir ni directa ni indirectamente sobre nuestros
instrumentos, es perfectamente válida la actitud de considerarlos simplemente una ficción que no
merece discutirse dentro del ámbito científico. Son parte de esa "nueva mitología" en que se da
valor real a cualquier concepto, simplemente porque evita solucionar los problemas de teorías
incompletas e insatisfactorias.
Al hablar del comienzo del Universo observable, se presenta también la necesidad de explicar por
qué se dieron los valores iniciales de masa, energía, relaciones de las diversas fuerzas, etc.
Como no existe un estado previo que pueda describirse por una ecuación de onda, resulta
imposible aplicar leyes físicas si primero no establecemos condiciones iniciales tanto de las
diversas propiedades de la materia como de su proceder. Y esto exige hacer una elección
"arbitraria", que solamente puede evitarse afirmando la existencia de infinitos universos, cada uno
con un conjunto distinto de propiedades, todos evolucionando independientemente, separados e
incognoscibles mutuamente, de modo que lo que ocurre en el que de hecho observamos no sea
nada especial.
Una vez más, se viola el sentido de rigor científico. Cualquier afirmación, por pueril que sea, tiene
el mismo valor en la infinitud de "universos" exigidos para explicar el único que es objeto del
trabajo científico: caemos en la multiplicidad de seres imaginarios de las mitologías primitivas.