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El griego (en griego antiguo: Ἑλληνική ɣλῶσσα o Ἑλληνική ɣλῶττα; Ελληνική γλώσσα

[eliniˈci ˈɣlosa] o Ελληνικά [eliniˈka] en griego moderno; en latín: Lingua Graeca)


es una lengua originaria de Grecia, que pertenece a la rama griega de las lenguas
indoeuropeas. Es la lengua indoeuropea con la mayor historia documentada, puesto
que cuenta con más de 3400 años de evidencia escrita. El sistema de escritura que
ha utilizado durante la mayor parte de su historia y hasta la actualidad es el
alfabeto griego. Previamente utilizó otros sistemas, como el lineal B o el
silabario chipriota. El alfabeto griego deriva del fenicio, y a su vez dio lugar a
los alfabetos latino, cirílico y copto, entre otros.

El griego ocupa un lugar importante dentro de la historia de Europa, la llamada


civilización occidental y la cristiandad. El canon de la literatura griega antigua
incluye obras de importancia e influencia monumental para el futuro canon
occidental, como los poemas épicos de la Ilíada y la Odisea. También en griego se
escribieron muchos de los textos fundacionales de la filosofía occidental, como los
diálogos platónicos o las obras de Aristóteles. El Nuevo Testamento de la Biblia se
escribió en griego koiné, idioma en que se sigue celebrando la liturgia de varias
confesiones cristianas (especialmente la Iglesia ortodoxa y el rito bizantino de la
Iglesia católica). Junto con los textos latinos y las tradiciones del mundo romano,
profundamente influido por la antigua sociedad griega, conforma la disciplina de
los estudios clásicos.

El griego moderno, tal como se lo conoce hoy en día, deriva del griego antiguo a
través del griego medieval o bizantino y es el idioma oficial de Grecia y de
Chipre, además de ser una de las lenguas oficiales de la Unión Europea. El estándar
lingüístico actual se desarrolló tras la guerra de Independencia de Grecia (1821-
1831) y está basado en la lengua popular (el dimotikí), aunque con considerable
influencia de la lengua culta arcaizante desarrollada a lo largo de los siglos xix
y xx (el katharévousa), que fue la norma oficial hasta 1976.1 Existen minorías de
hablantes de griego en el sur de Albania y en el sur de Italia, donde se habla el
griko (o grecocalabrés) y el grecánico (o grecosalentino). En torno al mar Negro
quedan todavía minorías de hablantes del dialecto póntico. Además, desde finales
del xix existen comunidades grecoparlantes descendientes de emigrados en Francia,
Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Australia, Argentina, Uruguay,
Brasil, Chile, Venezuela y México.
Aspectos históricos, sociales y culturales
Historia
Artículo principal: Historia del idioma griego

El nombre genérico de griego antiguo (autoglotónimo: Ἀρχαία Ἑλληνικὴ ɣλῶσσα /


ɣλῶττα [Archaia Hĕllēnikḗ glṓssa / glṓtta]; griego moderno: Αρχαία ελληνική ɣλώσσα
o Αρχαία ελληνικά; Lingua Graeca antiqua en latín), se refiere a las lenguas y
dialectos hablados en Grecia durante la Antigüedad: griego homérico, arcaico,
clásico, helenístico, dórico, jónico, ático, entre otros, sin hacer distinción
entre ellos. Originalmente dividido en varias ramas dialectales, durante el periodo
helenístico predominó una variedad común del idioma denominada koiné. Desde la Edad
Media dio lugar a una lengua llamada griego moderno.

El griego antiguo es la lengua de muchas grandes obras literarias, entre ellas los
poemas homéricos y el Nuevo Testamento. Ha tenido una gran influencia en muchas de
las lenguas modernas de la actualidad, a través, principalmente, del latín.
Origen

El griego pertenece a la familia lingüística indoeuropea, cuyas lenguas derivan de


una hipotética lengua madre, el indoeuropeo, que era hablado en una gran extensión
de territorio de Europa y Asia antes del segundo milenio a. C. Una de las teorías
sobre la formación del griego lo explica por inmigraciones masivas que llegaron
hasta el sur de los Balcanes en torno al siglo XX a. C. Estos inmigrantes
indoeuropeos habrían tomado algunos elementos de las lenguas de los pueblos
prehelénicos que hablaban los habitantes que ya se encontraban allí cuando ellos
llegaron.1
Dialectos
Véase también: Dialectos del griego antiguo
Extensión de los dialectos griegos antiguos
1 a 4: eólico
5: jónico y 6: ático
7 a 14: dórico
15 a 18: noroccidental
19 a 21: arcado-chipriota

En la Edad del Bronce fueron surgiendo diversos dialectos del griego, aunque no se
conoce con precisión ni cómo se produjo la fragmentación ni cómo estuvieron
distribuidos en este periodo. Es a partir de la época histórica (siglo VIII a. C.)
cuando se puede establecer un panorama de la distribución dialectal.2 Si bien estos
dialectos eran mutuamente comprensibles, había diferencias fonológicas y
gramaticales sistemáticas entre ellos.

Entre las variantes arcaicas griegas (Αρχαιοελληνικές διάλεκτοι) registradas se


encuentran:

El panfilio, también considerado μιξοβάρβαρος (semibárbaro) por los griegos de


la madre patria, hablado en la costa de Panfilia; y efectivamente contaminado por
las influencias extraídas de la lengua epicórica no griega.
El dialecto noroccidental, hablado en el Peloponeso del noroeste, la Grecia
central y Epiro; aunque los griegos consideraban μιξοβάρβαρος (‘semibárbara’) a la
lengua de las regiones periféricas del noroeste).
El dórico, hablado en el Peloponeso del sureste, Creta y la Doria
microasiática; además de ser la lingua franca en la colonia itálica de Magna
Grecia.
El eólico, hablado en Tesalia, Beocia, las Islas Cicládas septentrionales, la
isla de Lesbos y, en menor medida, en la Eolia microasiática.
El arcado-chipriota, último reducto del griego micénico, propio de los
descendientes de los refugiados micénicos sobrevivientes de la Edad Oscura
asentados en Arcadia y en la isla de Chipre. El chipriota moderno, hablado por los
grecochipriotas, no tiene su origen en el arcadio-chipriota, más bien se deriva de
la koiné, que llegó a Chipre y fue sustituyendo al dialecto originario.
El jónico-ático, hablado en las islas Egeas, la Jonia microasiática, las
colonias jónicas de ultramar y en el Ática (la región de Atenas).
El griego homérico, es una variante del griego empleada por Homero en la
Ilíada y la Odisea, basado principalmente en el dialecto jónico.

Dórico
Artículo principal: Dórico (dialecto)

El Δωρική διάλεκτος fue un dialecto griego que sustituyó al arcado-chipriota en la


mayor parte del Peloponeso. Probablemente se introdujo en la península griega desde
los Balcanes durante las emigraciones de los dorios (en torno al 1150 a. C.). Se
hablaba también en las islas Cícladas del Sur, la de Creta, las colonias dorias de
Asia Menor, Sicilia e Italia.
Eólico
Artículo principal: Eólico (dialecto)

Originario de la región de Tesalia y Beocia, el Αιολική διάλεκτος fue llevado por


colonos a la región de Eolia. Fue la lengua en la que escribieron sus poemas Alceo
y Safo, y Teócrito, en tres de los Idilios. Se piensa que los hablantes de eólico
representan la segunda ola migratoria de griegos (helenos) desde Europa central.
Arcado-chipriota
Artículo principal: Arcado-chipriota
Fragmento de una elegía de Mimnermo

Las lenguas o dialectos griegos constituyen juntos la rama o subfamilia helénica de


la familia indoeuropea. Con un registro escrito de unos 3400 años, el griego es una
de las lenguas (propiamente un grupo de lenguas) cuyo desarrollo histórico puede
seguirse durante un mayor período, superada solo por los escritos en lenguas
chinas, egipcias e hitita.2 La historia de la lengua griega se puede dividir en al
menos siete etapas:

Orígenes: la prehistoria de la lengua griega ha avanzado sobre todo debido a


las teorías del indoeuropeo desarrolladas desde mediados del siglo xix. El griego,
al igual que las lenguas del grupo indoario y armenio, deriva lingüísticamente de
los dialectos hablados por pueblos que probablemente se desplazaron a mediados del
IV milenio a. C.]] desde las estepas del norte del mar Negro (o Ponto Euxino) al
valle bajo del río Danubio. Desde esta región los hablantes de protohelénico se
desplazaron en dirección sur, hacia la península balcánica.

Griego arcaico: se estima que alrededor del ii milenio a. C. llegó al


Peloponeso y algunas islas del mar Egeo la primera ola de hablantes de dialectos
griegos. Se han identificado como los ἀχάιοι (akháioi, 'aqueos') de Homero y los
ahhiyawa de las fuentes hititas. El habla de los aqueos parece ser la base de los
posteriores dialectos jónico-áticos. Los habitantes prehelénicos de la península
(pelasgos) fueron desplazados o absorbidos por los hablantes griegos, aunque
dejaron un substrato patente sobre todo en la toponimia. También dejó cierto
sustrato lingüístico la lengua no indoeuropea de los minoicos, que se ha conservado
escrita en lineal A, aunque no ha sido descifrada todavía. Los aqueos dieron lugar
a la civilización micénica, de la que se han conservado inscripciones en escritura
lineal B, derivada de la escritura lineal A minoica. La lengua de estas
inscripciones en bustrófedon es claramente una forma de griego, bastante uniforme a
lo largo de todo su dominio, que se conoce como griego micénico. En el siglo xi a.
C. la civilización micénica llegó a su fin a causa de las invasiones de otro grupo
griego, hablantes de dialectos dóricos. El lineal B dejó de usarse y comenzó una
«época oscura» sin testimonios escritos directos. Entre los siglos xi y viii a. C.
se escribieron los poemas homéricos, basados en una tradición oral anterior que se
remontaría a la época micénica. Estos poemas fueron escritos en una mezcla de
dialectos eolios y dialectos jónicos y en un alfabeto basado en un modelo fenicio,
que acabaría derivando en el alfabeto griego clásico.
Se denomina como Imperio romano de Oriente, Imperio bizantino o, simplemente,
Bizancio 3 a la mitad oriental del Imperio romano desde el 395, que pervivió
durante toda la Edad Media y el comienzo del Renacimiento. Su capital se encontraba
en Constantinopla (griego: Κωνσταντινούπολις, actual Estambul), construida sobre la
antigua Bizancio, importante ciudad colonial de la Tracia griega fundada hacia eI
667 a. C. El Imperio bizantino es también conocido como el Imperio romano de
Oriente, especialmente para hacer referencia a sus primeros siglos de existencia,
durante la Antigüedad tardía, época en que el Imperio romano de Occidente todavía
existía. Debido a su posterior carácter helenístico —al punto de reemplazar al
latín por el griego como lengua oficial— algunos historiadores han optado por
referirse a este Estado como un imperio esencialmente griego.4

A lo largo de su dilatada historia, el Imperio bizantino sufrió numerosos reveses y


pérdidas de territorio, especialmente durante las guerras contra los sasánidas,
normandos, búlgaros, árabes y, por último, turcos. Aunque su influencia en África
del Norte y Oriente Próximo decayó como resultado de estos conflictos, el imperio
continuó siendo una importante potencia militar y económica en Europa, Oriente
Próximo y el Mediterráneo oriental durante la mayor parte de la Edad Media. Tras
una última recuperación durante la dinastía Comneno en el siglo XII, el Imperio
comenzó una prolongada decadencia que culminó con la caída de Constantinopla y la
conquista del resto de territorios bizantinos por los turcos otomanos en el siglo
XV.

Durante este milenio de existencia, el Imperio fue un bastión del cristianismo e


impidió el avance del islam hacia Europa Occidental. También fue uno de los
principales centros comerciales del mundo, estableciendo una moneda de oro estable
que circuló por toda el área mediterránea. Influyó de modo determinante en las
leyes, los sistemas políticos y las costumbres de gran parte de Europa y de Oriente
Medio, y gracias a él se conservaron y transmitieron muchas de las obras literarias
y científicas del mundo clásico y de otras culturas.

En tanto que es la continuación oriental del Imperio romano, su transformación en


una entidad cultural diferente de Occidente puede verse como un largo proceso que
se inició cuando el emperador Constantino I el Grande trasladó la capital imperial
a Constantinopla en el año 330, continuó con la división definitiva del Imperio
tras la muerte de Teodosio I en 395 y la posterior caída en 476 del Imperio romano
de Occidente, y alcanzó su culminación durante el siglo VII, bajo el emperador
Heraclio I, con cuyas reformas el Imperio adquirió un carácter marcadamente
diferente al del viejo Imperio romano. Algunos académicos, como Theodor Mommsen,
han afirmado que hasta Heraclio puede hablarse con propiedad del Imperio romano de
Oriente, pues este sustituyó el antiguo título imperial de «augusto» por el de
basileus (palabra griega que significa 'rey' o 'emperador') y reemplazó el latín
por el griego como lengua administrativa en el 620, tras lo cual el Imperio tuvo un
marcado carácter helénico.

En todo caso, el término Imperio bizantino fue creado por la erudición ilustrada de
los siglos XVII y XVIII y nunca fue utilizado por los habitantes de este imperio,
que prefirieron denominarlo siempre Imperio romano (en griego: Βασιλεία Ῥωμαίων,
Basilía Roméon o Ῥωμανία, Romanía) durante toda su existencia.
El término «Imperio bizantino»
Imperio romano oriental en el 480.

La expresión «Imperio bizantino» (de Bizancio, antiguo nombre de Constantinopla)


fue una creación del historiador alemán Hieronymus Wolf, quien en 1557 —un siglo
después de la caída de Constantinopla— lo utilizó en su obra Corpus Historiae
Byzantinae para designar este período de la historia en contraste con las culturas
griega y romana de la Antigüedad clásica. El término no se hizo de uso frecuente
hasta el siglo XVIII, cuando fue popularizado por autores franceses tales como
Montesquieu.

El éxito del término puede guardar cierta relación con el rechazo histórico de
Occidente a reconocer al Imperio romano de Oriente como continuación legítima de
Roma, al menos desde que, en el siglo IX, Carlomagno y sus sucesores esgrimieron el
documento apócrifo conocido como «Donación de Constantino» para proclamarse, con la
connivencia del papado, emperadores romanos. Desde esta época, en las tierras
occidentales el título Imperator Romanorum ('Emperador de los Romanos') quedó
reservado a los soberanos del Sacro Imperio Romano Germánico, mientras que el
emperador de Constantinopla era llamado, de manera un tanto despectiva, Imperator
Graecorum ('Emperador de los Griegos'), y sus dominios, Imperium Graecorum
('Imperio Griego'), o incluso Imperium Constantinopolitanus ('Imperio de
Constantinopla'). Está de más decir que los emperadores en Constantinopla nunca
aceptaron estos nombres. Esta distinción tampoco existió en el mundo islámico. El
imperio bizantino fue conocido por los turcos como ‫( روم‬Rûm, 'tierra de los
Romanos') y sus habitantes como rumis, calificativo que por extensión acabó
aplicándose a los cristianos en general, y en especial a aquellos que se
mantuvieron fieles a su fe en los territorios conquistados por el islam.

El adjetivo «bizantino» adquirió después un sentido despectivo, como sinónimo de


«decadente», debido a la obra de historiadores como Edward Gibbon, William Lecky o
el propio Arnold J. Toynbee, quienes, comparando la civilización bizantina con la
Antigüedad clásica, vieron la historia del Imperio bizantino como un prolongado
período de decadencia. Influyó seguramente también en esta apreciación el punto de
vista de los cruzados de los reinos de Europa occidental que visitaron el Imperio
desde finales del siglo XI.

La visión de los bizantinos como hombres sutiles y frívolos sobrevive en la


expresión italiana «discusión bizantina», en referencia a cualquier disputa
apasionada sobre una cuestión intrascendente, seguramente basada en las
interminables controversias teológicas sostenidas por los intelectuales bizantinos.
Identidad, continuidad y conciencia

Bizancio puede ser definido como un Imperio multiétnico que emergió como un Estado
cristiano y terminó sus más de 1000 años de historia en 1453 como un Estado griego
ortodoxo, adquiriendo un carácter verdaderamente nacional. Los bizantinos se
identificaban a sí mismos como romanos, y continuaron usando el término cuando se
convirtió en sinónimo de helenos. Prefirieron llamarse a sí mismos, en griego,
romioi (es decir, pueblo griego cristiano con ciudadanía romana), al tiempo que
desarrollaban una conciencia nacional como residentes de Romania.

El patriotismo se reflejaba en la literatura, particularmente en canciones y en


poemas como el Digenis Acritas, en el que las poblaciones fronterizas (de
combatientes llamados akritai) se enorgullecían de defender su país contra los
invasores. Con el tiempo, el patriotismo se volvió local, porque no podía ya
descansar en la protección de los ejércitos imperiales. Aun cuando los antiguos
griegos no fueran cristianos, los bizantinos se enorgullecían de estos ancestros.
Aun en los siglos que siguieron a las conquistas árabes y lombardas del siglo VII y
la consecuente reducción del Imperio a los Balcanes y Asia Menor, donde residía una
muy poderosa y superior población griega, continuó este carácter multiétnico. A
pesar de todo, desde el siglo IX se agudizó el proceso de identificación con la
antigua cultura griega.

A medida que avanzó la Edad Media pasaron de referirse a sí mismos como romioi
('romanos') a helenoi (que tenía connotaciones paganas tanto como el de romios) o
graekos ('griego'), término que fue usado frecuentemente por los bizantinos, para
su autoidentificación étnica, en especial en los últimos años del Imperio. La
disolución del Estado bizantino en el siglo XV no deshizo inmediatamente la
sociedad bizantina. Durante la ocupación otomana, los griegos continuaron
identificándose como romioi y helenos, identificación que sobrevivió hasta
principios del siglo XX y que aún persiste en la moderna Grecia.

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