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La Lámpara de Diógenes

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


lamparadediogenesbuap@yahoo.com.mx
ISSN (Versión impresa): 1665-1448
ISSN (Versión en línea): 1870-4662
MÉXICO

2002
Carmen Romano Rodríguez
¿POR QUÉ FILOSOFAMOS?
La Lámpara de Diógenes, año/vol. 3, número 006
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Puebla, México
pp. 59-61

Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal

Universidad Autónoma del Estado de México

http://redalyc.uaemex.mx
¿Por qué filosofamos?*
Carmen Romano Rodríguez

“Los verdaderos argumentos perecen ser de gran


utilidad no sólo para el concimiento, sino tambi´ne para
la vida, porque, estando en armonía con los hechos, son
convincentes, y así exhortan a los hombres inteligentes
a vivir de acuerdo con ellos”

Aristóteles, Ética Nicoméquea, X:1, 1172b, 1-9

Sabemos de la importancia de repensar los porqués que nos llevan a la praxis filosófi-
ca; por tal motivo, a continuación pretendo compartir con ustedes algunas inquietu-
des en relación con tales porqués, uniéndome así a su bienvenida como alumnos re-
cién ingresados a este Colegio de Filosofía.
Toda vez que la reflexión sobre tales porqués requiere del análisis de los términos:
filosofía, filosofías y filosofar, con el esbozo de la reflexión sobre tales conceptos,
abordaré los y mis porqués.
Inicio señalando algo que supongo ya habrán escuchado en sus clases: en lo que
respecta a la definición etimológica del término (“amor a la sabiduría”), no contamos
con una noción de filosofía plenamente aceptada, pareciendo posible afirmar que hay
tantas filosofías como filósofos.
¿Por qué no se acepta una única noción de filosofía? Entre otras razones, porque en
la actividad filosófica ni las respuestas son definitivas, ni las preguntas son siempre las
mismas. A lo largo de su historia, la filosofía va construyendo sus objetos y los métodos
de acceso a éstos, haciendo del recurrente preguntar un quehacer característico.
¿Entonces por qué hablar de filosofía y no de filosofías? Si bien el filosofar tiene
múltiples objetos de estudio, no obstante, las diversas filosofías de alguna manera
comparten un “aire de familia”. Existen ciertas actitudes y saberes específicamente
filosóficos, los cuales constituyen el constructo referencial que es común a quienes
filosofan. Este referencial, al que denominamos filosofía, está conformado por un
esfuerzo acumulado durante siglos, el cual permite cierta caracterización. En efecto,
al referirnos a la Filosofía aludimos a una disciplina sumamente rigurosa, la cual,
motivada de manera fundamental por el interés de comprender y dar razón de la
realidad, utiliza la teorización, los cánones de la argumentación y el análisis concep-
tual de manera altamente sofisticada, construyendo cuerpos categoriales sometidos a
la crítica continua.
Si la filosofía construye sus objetos de estudio en el transcurso de la historia ¿quie-
re esto decir que se puede filosofar sobre cualquier cosa? La tradición nos ha mostrado

* Escrito leído en las “2das. Jornadas Filosóficas de Bienvenida: Por qué filosofar”, en el
Colegio de Filosofía de la Universidad Autónoma de Puebla en septiembre 2002.

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que el campo de investigación filosófica es tan diverso como diversa es la realidad. Sin
embargo, lo que permite reconocer la “huella filosófica” tiene que ver con el firme
compromiso de intentar dar razón de lo real y el interés por comprender los aspectos
fundamentales de la cuestión. Esta labor de alguna manera supone el diálogo con la
mencionada tradición filosófica.
Dicho lo anterior, es necesario advertir que la filosofía tiene como característica
primordial el ser una acción, y en este sentido, se trata del esfuerzo personal llevado
a cabo por quien, instalado en un determinado horizonte histórico cultural, construye
su propio filosofar. Apunto al hecho de que, para filosofar, no es suficiente el conoci-
miento erudito de la tradición; se requiere también que asimilemos dicha tradición
desde nuestro aquí y ahora, motivados por el deseo que conlleva la búsqueda rigurosa
y comprometida de la razón, que da cuenta de lo real. Este compromiso autoasumido
supone una actitud que ilustraré mediante el consabido llamado husserliano de “ir a
las cosas mismas”. Ir a las cosas mismas no en el sentido de que hubiera cosas en sí, al
margen de nosotros, esperando a mostrarnos u ocultarnos la verdad, sino en el de
estar atentos a evitar prejuicios y criterios de autoridad que obstaculizarían el cono-
cimiento buscado.
Ahora bien, ¿para qué todo este esfuerzo? Si se requiere tanto de nosotros ¿por
qué filosofar? Son muchas las razones para sostener que se trata de una actividad de
vital importancia; por otra parte, también estoy convencida de que el porqué y el
propio filosofar carecen de rutas preestablecidas. La realidad es un bosque con múlti-
ples senderos y cada uno debe encontrar y construir su propio camino en el gran mapa
de lo real llamado filosofía.
El camino del filosofar cuenta con grandes avenidas de acceso común. Estos accesos
comunes permiten reconocer los porqués del filosofar, además de, en buena medida,
transparentar la importancia de esta labor. Así, entre otras razones se filosofa porque:
1. En tanto humanos nos apasiona reflexionar. “Todos los hombres apetecen natu-
ralmente saber” decía Aristóteles al inicio de su Metafísica. Y saber, para Aristóteles,
no es sólo el conocimiento producto de la experiencia, ni siquiera el del conocedor
que más allá del campo aplicativo reconoce las causas que explican los hechos. Saber,
en sentido estricto, tiene que ver con la actividad reflexiva encargada de investigar
los primeros principios y las primeras causas. 1 Es decir, no se trata de una ocupación
banal, se trata del reflexionar constitutivo de lo humano, toda vez que intenta dar
cuenta de manera fundamental de su ser en el mundo. Filosofamos porque estamos
llevados a ello; llevados en el sentido en que lo decía Nicol, 2 en cuanto vocación
reflexiva constitutivamente originaria semejante a otras actividades eminentemente
humanas, como las de producir y disfrutar el arte, o la de intentar conocer científica-

1ARISTÓTELES Metafísica, I:2, 982b, 5-10. Tr. V.G.Yebra, Madrid, Gredos, 2da. ed., 1990.
“...Trata propiamente de lo primero, y de aquello de lo que dependen las demás cosas y por
lo cual se dicen.” Ibid, IV:2 1003b, 15-20.
2 E. Nicol, La Vocación Humana, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1997.

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mente. Filosofamos por que necesitamos saber y porque construyendo este saber nos
autoconstituimos. Desde luego, en tanto vocación humana, somos llamados a esta
tarea, sin embargo, es eminentemente personal la decisión de dedicarse a ella de
manera profesional.
2. Filosofamos porque la realidad nos impele a hacerlo. No se trata de una activi-
dad que responda a un vano afán, a un capricho de mentalidades carentes de mejor
ocupación; mucho menos se trata de una actividad que especula al margen de lo real
por el mero interés de ejercitarse. Somos cotidianamente violentados y admirados por
lo real. Filosofamos por el afán de comprender de manera más cabal nuestra realidad.
3. Filosofamos porque esta actividad permite someter las creencias y prejuicios al
examen de la reflexión crítica. 3 Mediante esta actividad cuestionamos la apropiación
no razonada de la tradición cultural que nos constituye. Filosofamos porque al hacerlo
se abren posibilidades vitales inusitadas, se rompen estructuras mentales que obsta-
culizan nuestro pleno desarrollo.
4. Filosofamos porque la dimensión social que nos constituye obliga a revalorar
las praxis personales y colectivas. El filosofar nos permite redimensionar las fuerzas
actuantes en las colectividades y se vincula con la búsqueda de la plena
autoconstitución que, en tanto seres eminentemente sociales, nos connota como
personas éticamente responsables.
Frente a opiniones que suelen circundar nuestro entorno y que afirman que el
filosofar y el estudio de la filosofía son labores inútiles y superfluas, incluso tan impro-
visadas que cualquiera puede considerarse experto en su ejercicio, estas líneas se
encaminaron a compartir con ustedes la idea de que han elegido una profesión muy
importante, sumamente rigurosa que exige mucho compromiso y mayor esfuerzo. Al
respecto, ya Hegel decía que “nadie duda que para hacer un par de zapatos es preciso
haber aprendido y ejercitado el oficio de zapatero... Sólo para filosofar (suele creerse
que) no se necesitará ni estudio, ni aprendizaje, ni trabajo.” 4
A esto les estoy dando
la bienvenida. Les espera un apasionante pero muy intrincado camino. Afortunada-
mente no están solos en esto, desde ahora y motivados por sus personales porqués,
forman parte de la comunidad interesada en el estudio de la filosofía.

3 B. Russell, El Valor de la Filosofía. Obras Completas , T.2, Madrid, Aguilar, 1973.


4 Hegel, G.W.F. Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas , Madrid, 1992, Alianza, & 6.

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