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debe formularse dentro del plazo de 15 días desde la notificación de la negativa o del
vencimiento del plazo para la entrega de la información. El Consejo comunica el ampa-
ro al organismo público recurrido y a eventuales terceros interesados, quienes tienen un
plazo de 10 días hábiles para formular descargos (art. 25). El amparo se resuelve dentro
de quinto día del vencimiento de ese plazo, o del que se hubiera fijado para practicar
diligencias probatorias (art. 27). Contra la resolución del amparo sólo procede un recla-
mo de ilegalidad ante la Corte de Apelaciones respectiva (arts. 28 y ss.).
Este mecanismo de reclamo es, considerando su carácter semi-litigioso, extre-
madamente favorable al acceso a la información, así como lo demuestra la juris-
prudencia del Consejo para la Transparencia.
Debe advertirse que respecto de organismos dotados de un estatuto jurídico
particular (fundamental, pero no exclusivamente, autónomos), así como de ins-
tituciones ajenas a la administración del Estado, la Ley 20.285 contempla reglas
especiales, que aplican con matices los mecanismos antes referidos.
Capítulo 4
Estructura básica del procedimiento
395. La ley concibe al procedimiento como un conjunto de actos procedimen-
tales o “actos trámite” encaminados a la producción de un acto administrativo
resolutorio (LBPA, art. 18, inc. 1).
En un camino que guarda similitud con el de los procedimientos judiciales
cognitivos, los procedimientos administrativos se componen de tres fases o etapas
básicas: “iniciación, instrucción y finalización” (inc. 2). La iniciación determina
la finalidad del procedimiento, esto es, las cuestiones esenciales que se abordarán
(párrafo 1), la instrucción permite el acopio de antecedentes relevantes para resol-
ver (párrafo 2) y la finalización es la fase conclusiva (párrafo 3).
También están sujetas a alguna regulación procedimental fases posteriores a la
toma de decisiones, como el eventual control preventivo de legalidad (toma de ra-
zón, de competencia de la Contraloría), las exigencias de publicidad y la eventual
ejecución del acto. Por su importancia práctica, conviene analizar en particular
la regulación procedimental de los recursos administrativos (capítulo siguiente).
PÁRRAFO 1. INICIACIÓN
396. La primera fase de los procedimientos está definida por el acto (de la ad-
ministración o de interesados) que les da inicio. Con todo, eventualmente puede
haber actuaciones previas, como ocurre con las medidas provisionales.
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PÁRRAFO 2. INSTRUCCIÓN
399. La instrucción es la fase central del procedimiento, destinada a verificar
los antecedentes –en general, de hecho– necesarios para decidir. En tal sentido, la
ley define como actos de instrucción “aquellos necesarios para la determinación,
conocimiento y comprobación de los datos en virtud de los cuales deba pronun-
ciarse el acto” (art. 34). La importancia de la instrucción reside en su aptitud para
canalizar las informaciones que se recojan y sean relevantes para la decisión que
se trata de adoptar. Estas informaciones se contienen en las alegaciones de los in-
teresados (sección 1), la prueba de los hechos pertinentes (sección 2), los informes
que puedan allegar otros órganos administrativos (sección 3), y otras opiniones
(sección 4).
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Sección 2. La prueba
401. La decisión que se trata de adoptar puede estar condicionada por elementos
de hecho. Así ocurre usualmente en los procedimientos tendientes a la elaboración
de actos de efecto singular; pero su comprobación también puede ser relevante en
decisiones de otra índole (normativas, por ejemplo) sujetas a estándares exigentes de
motivación. La comprobación de estos hechos puede efectuarse de distintas maneras:
a) mediante una actividad inspectiva o fiscalizatoria previa por parte de la administra-
ción, b) por iniciativa del interesado en la solicitud que da inicio al procedimiento, o c)
mediante la prueba que se agregue durante la instrucción del procedimiento.
Es bastante evidente que en la regulación de la prueba la ley se ha inspirado de
las reglas imperantes en el ámbito jurisdiccional. Con todo, el informalismo de los
procedimientos administrativos, conforme al cual los interesados pueden allegar
antecedentes en todo momento, puede tornar innecesaria esta regulación.
PÁRRAFO 3. FINALIZACIÓN
407. El procedimiento está encaminado a la elaboración de una resolución
final, aunque puede ponérsele término mediante actos distintos (sección 2). Más
aún, la fase terminal del procedimiento se compone, además, de ciertas operacio-
nes previas a su clausura (sección 1) y a otras posteriores (sección 3).
(i) Desistimiento
411. Importa una manifestación de voluntad del interesado promotor del pro-
cedimiento en orden a no perseverar en él.
El desistimiento produce únicamente efectos procedimentales (y no sobre el
fondo), de modo que no impide volver a solicitar la apertura de otro procedimien-
to análogo con posterioridad. Sus efectos son estrictamente personales respecto
del interesado que lo hubiere formulado; el procedimiento podría seguir en curso
respecto de otros interesados que lo hubieren promovido.
• La forma típica
420. Por lo general, los actos resolutorios constan de tres partes diferenciadas:
un encabezamiento, una parte considerativa y una parte resolutoria.
El encabezamiento permite individualizar el acto, indicando el órgano de la
administración del que emana, la fecha de su adopción, el número respectivo –
usualmente vinculado a la condición de estar afecto o exento del trámite de toma
de razón (habiendo por lo general dos numeraciones paralelas)– y una referencia
a su contenido.
La parte considerativa constituye la motivación del acto. Contiene tanto los motivos
jurídicos como fácticos que justifican la decisión. La parte usualmente designada como
“vistos” da cuenta de los textos legales que confieren a la autoridad las potestades para
adoptar el acto, y los demás que incidan en la materia. A su vez, la sección denominada
“considerandos” da cuenta de los razonamientos, suscitados por circunstancias de he-
cho relevantes, que movieron a la autoridad para obrar como lo hizo.
La parte resolutoria expresa el objeto del acto, es decir, la decisión. Por lo gene-
ral, la decisión va seguida de unas fórmulas imperativas (“imperativos del acto”),
que denotan la obligación de proceder a gestiones administrativas posteriores a su
emisión, que pueden variar en función de su contenido, y cuyo objeto es el siguiente:
– “Anótese”: dar número y fecha al acto;
– “Refréndese”: verificar la existencia de recursos disponibles para atender el
gasto que representa el acto;
– “Regístrese”: dejar constancia del acto en un registro, tratándose de deci-
siones relativas a la condición estatutaria de un funcionario o bien a los
bienes del Estado;
– “Tómese razón”: remitir el acto a la Contraloría General de la República
para su control de legalidad;
– “Comuníquese”: informar del acto a la Tesorería General de la República
para que disponga el pago de una suma de dinero;
– “Notifíquese” o “publíquese”: proceder a las medidas de publicidad que
correspondan al alcance o la naturaleza del acto.
Los actos deben ser firmados por su autor, la autoridad dotada de las com-
petencias respectivas. Requisitos de doble firma, calificados expresamente como
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esenciales, rigen para los decretos del Presidente de la República, que deben “fir-
marse por el Ministro respectivo” (Constitución, art. 35).
• En especial, la motivación
421. La única exigencia formal que enuncia la LBPA es la de motivar la de-
cisión: “las resoluciones contendrán la decisión, que será fundada” (art. 41, inc.
4). Como se ha señalado en otro lugar, la motivación es la expresión formal del
motivo o justificación del acto.
El tenor literal de la regla y su ubicación sistemática en la ley dan a entender
que la motivación es una exigencia común a todo acto administrativo resolutorio.
Por eso, parece haber perdido peso aquel planteamiento que entendía que la mo-
tivación era una exigencia excepcional, aplicable sólo a los casos en que la ley la
exigía expresamente. Con todo, en aquellos casos en que la ley sigue exigiéndola
para casos puntuales (por ejemplo, respecto de actos de gravamen o de resolución
de recursos administrativos, LBPA, art. 11, inc. 2), el deber de motivar el acto
debe cumplirse con mayor desarrollo que en la generalidad de los casos, en que
puede bastar una motivación sucinta. A las exigencias legales de motivación debe
agregarse un número cada vez mayor de exigencias jurisprudenciales en el mismo
sentido, generalmente asociadas a actos dictados en ejercicio de potestades con
componentes discrecionales que puedan afectar a valores sensibles, individuales
o colectivos.
Ahora bien, debe advertirse que, dada la naturaleza esencialmente formal del
requisito, su ausencia puede tenerse por constitutiva de un vicio de forma que, en
caso de actos más o menos sencillos, carezca de trascendencia invalidante.