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Título III.

El procedimiento administrativo 273

debe formularse dentro del plazo de 15 días desde la notificación de la negativa o del
vencimiento del plazo para la entrega de la información. El Consejo comunica el ampa-
ro al organismo público recurrido y a eventuales terceros interesados, quienes tienen un
plazo de 10 días hábiles para formular descargos (art. 25). El amparo se resuelve dentro
de quinto día del vencimiento de ese plazo, o del que se hubiera fijado para practicar
diligencias probatorias (art. 27). Contra la resolución del amparo sólo procede un recla-
mo de ilegalidad ante la Corte de Apelaciones respectiva (arts. 28 y ss.).
Este mecanismo de reclamo es, considerando su carácter semi-litigioso, extre-
madamente favorable al acceso a la información, así como lo demuestra la juris-
prudencia del Consejo para la Transparencia.
Debe advertirse que respecto de organismos dotados de un estatuto jurídico
particular (fundamental, pero no exclusivamente, autónomos), así como de ins-
tituciones ajenas a la administración del Estado, la Ley 20.285 contempla reglas
especiales, que aplican con matices los mecanismos antes referidos.

Capítulo 4
Estructura básica del procedimiento
395. La ley concibe al procedimiento como un conjunto de actos procedimen-
tales o “actos trámite” encaminados a la producción de un acto administrativo
resolutorio (LBPA, art. 18, inc. 1).
En un camino que guarda similitud con el de los procedimientos judiciales
cognitivos, los procedimientos administrativos se componen de tres fases o etapas
básicas: “iniciación, instrucción y finalización” (inc. 2). La iniciación determina
la finalidad del procedimiento, esto es, las cuestiones esenciales que se abordarán
(párrafo 1), la instrucción permite el acopio de antecedentes relevantes para resol-
ver (párrafo 2) y la finalización es la fase conclusiva (párrafo 3).
También están sujetas a alguna regulación procedimental fases posteriores a la
toma de decisiones, como el eventual control preventivo de legalidad (toma de ra-
zón, de competencia de la Contraloría), las exigencias de publicidad y la eventual
ejecución del acto. Por su importancia práctica, conviene analizar en particular
la regulación procedimental de los recursos administrativos (capítulo siguiente).

PÁRRAFO 1. INICIACIÓN
396. La primera fase de los procedimientos está definida por el acto (de la ad-
ministración o de interesados) que les da inicio. Con todo, eventualmente puede
haber actuaciones previas, como ocurre con las medidas provisionales.
274 José Miguel Valdivia

(a) Modalidades de iniciación


397. Los procedimientos administrativos pueden iniciarse de oficio o a peti-
ción de parte.
La ley determina que los procedimientos que se inician de oficio (art. 29) pue-
den serlo: por propia iniciativa del órgano, en cumplimiento de una orden su-
perior (vale decir de alguno de los órganos superiores de aquel que instruya el
procedimiento), por solicitud de otro órgano administrativo (subentendiéndose
que éste carece de competencia para instruirlo por sí mismo) o por denuncia.
En general, se inician de oficio aquellos procedimientos tendientes a la elabo-
ración de un acto con efectos normativos o generales (como los de planificación
urbana), así como los procedimientos tendientes al pronunciamiento de un acto
de efectos desfavorables para algún interesado.
En cambio, por regla general se inician a petición de “persona interesada”
aquellos procedimientos tendientes a la elaboración de un acto de efectos favora-
bles para esta. La ley determina los requisitos necesarios para proveer una solici-
tud de interesado (art. 30). Estos requisitos son bastante elementales; fundamen-
talmente corresponden a una identificación suficiente del interesado, incluyendo
la indicación de un domicilio u otro medio por el cual practicar las notificaciones
del caso, las razones que justifican su actuación, y las peticiones que dirija a la
administración, a quien también debe identificar. En caso de inconsistencias o
insuficiencia de la solicitud, la administración invitará al interesado a subsanarla
(art. 31).
La iniciación del procedimiento abre camino a su instrucción, e impone a la
administración el deber de concluirlo, en función de los antecedentes y las actua-
ciones que se verifiquen en él.

(b) Medidas provisionales


398. A partir de la iniciación del procedimiento, pero eventualmente también
con anterioridad, el órgano administrativo está habilitado para adoptar “medidas
provisionales”. Estas medidas tienen una inequívoca naturaleza cautelar, pues es-
tán destinadas a asegurar el resultado del procedimiento o, en palabras de la ley,
la eficacia de la decisión.
La LBPA contiene una novedosa regulación sobre la materia (art. 32). Es ver-
dad que con anterioridad ya existía una que otra medida de esta especie (por
ejemplo, la clausura temporal de determinados locales o instalaciones), pero esta
ley brinda un marco genérico para otras que pudieran adoptarse.
Título III. El procedimiento administrativo 275

La ley no fija un catálogo de medidas provisionales, de modo que la adminis-


tración puede disponer las que juzgue apropiadas a la naturaleza del procedimien-
to. El límite está puesto en función de los efectos: “No se podrán adoptar medidas
provisionales que puedan causar perjuicio de difícil o imposible reparación a los
interesados, o que impliquen violación de derechos amparados por las leyes”.
Las medidas provisionales son siempre potencialmente gravosas, de modo que el
alcance que deba darse a este límite vinculado a los “derechos” debe armonizarse
con la eficacia de la acción administrativa.
Estas medidas son siempre provisionales, de modo que su eficacia está acota-
da a la extensión del procedimiento. Si aparecen circunstancias sobrevinientes o
que no pudieron tenerse en vista al tiempo de disponerlas, podrán modificarse o
alzarse mientras penda el procedimiento. En cualquier caso, su vigencia cesa con
la resolución que ponga término al procedimiento.
En cuanto a los requisitos, la ley establece pocos. Proceden de oficio o a pe-
tición de parte, sin necesidad de recabar la opinión de aquel a quien pudieren
afectar, en cuanto existan “elementos de juicio suficientes”. Es razonable pensar
que, aún en el silencio de los textos, la justificación sustantiva de estas medidas
dependa de criterios análogos a los que el derecho procesal postula para las me-
didas cautelares (fumus boni iuris y periculum in mora).
Mayores exigencias rigen para el caso de decretarlas con anterioridad al proce-
dimiento. Su procedencia depende de la urgencia y de la necesidad de protección
provisional de los intereses implicados. Además, el procedimiento debe iniciarse
dentro de los quince días siguientes, oportunidad en que las medidas habrán de
ser confirmadas, modificadas o levantadas, quedando sin efecto si así no se hiciere.

PÁRRAFO 2. INSTRUCCIÓN
399. La instrucción es la fase central del procedimiento, destinada a verificar
los antecedentes –en general, de hecho– necesarios para decidir. En tal sentido, la
ley define como actos de instrucción “aquellos necesarios para la determinación,
conocimiento y comprobación de los datos en virtud de los cuales deba pronun-
ciarse el acto” (art. 34). La importancia de la instrucción reside en su aptitud para
canalizar las informaciones que se recojan y sean relevantes para la decisión que
se trata de adoptar. Estas informaciones se contienen en las alegaciones de los in-
teresados (sección 1), la prueba de los hechos pertinentes (sección 2), los informes
que puedan allegar otros órganos administrativos (sección 3), y otras opiniones
(sección 4).
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Sección 1. Las alegaciones


400. Las alegaciones son los argumentos de hecho o de derecho que los inte-
resados planteen en relación con las materias sobre que recae el procedimiento.
Sin perjuicio de las que puedan haberse formulado en la solicitud que diera
inicio al procedimiento, los interesados pueden aducir alegaciones “en cualquier
momento del procedimiento” (y, además, aportar los documentos u otros elemen-
tos de juicio que estimaren del caso, según reza art. 10 de la LBPA). Un precepto
legal dispone que las alegaciones podrán plantearse “en cualquier fase del proce-
dimiento anterior al trámite de audiencia” (art. 17 letra f), pero este trámite –que
supone precisamente una última oportunidad para allegar argumentos ante la
administración, tras haber tomado conocimiento íntegro del expediente– no está
contemplado en la ley chilena con carácter general.
La relevancia de los planteamientos de los interesados se muestra en que “de-
berán ser tenidos en cuenta por el órgano competente al redactar la propuesta
de resolución” (art. 17 f). Ésta, como se sabe, debe recaer sobre las “cuestiones”
planteadas por los interesados. En suma, en la resolución definitiva la adminis-
tración debe dar respuesta a estos planteamientos, independientemente de que los
desestime en cuanto al fondo.

Sección 2. La prueba
401. La decisión que se trata de adoptar puede estar condicionada por elementos
de hecho. Así ocurre usualmente en los procedimientos tendientes a la elaboración
de actos de efecto singular; pero su comprobación también puede ser relevante en
decisiones de otra índole (normativas, por ejemplo) sujetas a estándares exigentes de
motivación. La comprobación de estos hechos puede efectuarse de distintas maneras:
a) mediante una actividad inspectiva o fiscalizatoria previa por parte de la administra-
ción, b) por iniciativa del interesado en la solicitud que da inicio al procedimiento, o c)
mediante la prueba que se agregue durante la instrucción del procedimiento.
Es bastante evidente que en la regulación de la prueba la ley se ha inspirado de
las reglas imperantes en el ámbito jurisdiccional. Con todo, el informalismo de los
procedimientos administrativos, conforme al cual los interesados pueden allegar
antecedentes en todo momento, puede tornar innecesaria esta regulación.

(a) Oportunidad e iniciativa de la prueba


402. En los términos de la LBPA, la prueba recae sobre los antecedentes de he-
cho aducidos por los interesados, siempre que “a la Administración no le consten”
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y su comprobación no “sea manifiestamente improcedente o innecesaria” (arts. 35,


incs. 2 y 3). De proceder su averiguación, se dispondrá “la apertura de un período
de prueba, por un plazo no superior a treinta días ni inferior a diez, a fin de que
puedan practicarse cuantas juzgue pertinentes” (art. 35, inc. 2). La administración
deberá motivar las decisiones por las cuales excluya pruebas propuestas por los
interesados. Algunas de estas diligencias probatorias dependen de la actividad de
los interesados, aunque otras pueden ser practicadas por la administración misma.

(b) Medios de prueba


403. En cuanto a los medios de prueba admisibles en el procedimiento administra-
tivo, la ley prácticamente no fija límites. Dispone que los hechos pueden “acreditarse
por cualquier medio de prueba admisible en derecho” (art. 35, inc. 1), expresión con
la que deben entenderse excluidos los medios ilícitos de prueba. La ley no contempla
reglas pormenorizadas sobre los medios de prueba en particular; según se ha plan-
teado en derecho comparado, esta fórmula legal no importa una remisión a las reglas
probatorias propias del procedimiento civil o penal, cuya ritualidad no siempre es
compatible con la informalidad que caracteriza a los procedimientos administrativos.
Las pruebas más relevantes en el ámbito administrativo consistirán en documentos
(escritos o no), eventuales testimonios y análisis periciales sobre determinados hechos.

(c) Valoración de la prueba


404. Por último, la flexibilidad impera en la apreciación de los antecedentes
por parte de la administración, quien debe proceder “en conciencia”, es decir, en
función de un juicio valorativo a su respecto, sin ceñirse a parámetros prestable-
cidos por la ley.

Sección 3. Los informes


405. El juicio de la autoridad puede ser iluminado mediante el análisis de informes
elaborados por otros órganos administrativos, normalmente dotados de competen-
cias sectoriales o técnicas en alguna materia relevante para el asunto en decisión.
Algunos informes los exige la ley con carácter obligatorio, pero la administra-
ción puede requerir que se emitan otros, según “juzgue necesario”, motivándolo
(art. 37). Tratándose de los informes ordenados por la ley, la administración está
obligada a solicitarlos, aunque no tengan carácter vinculante, pues debe hacerse
cargo de ellos en la motivación del acto; según la jurisprudencia, la omisión de
278 José Miguel Valdivia

este requerimiento configura un vicio de forma sustancial que afecta la validez de


la decisión que se adopte.
Con todo, si los informes no se evacuaren por los organismos interesados, el
procedimiento podrá seguir su curso (art. 38, inc. 2).
Sin perjuicio de lo dispuesto en reglas especiales, los informes se entienden no
vinculantes (art. 38, inc. 1), en el sentido de que la autoridad que resuelve no está
obligada a seguir el parecer expresado en ellos. Ahora bien, con prescindencia
de su carácter meramente ilustrativo u orientativo, la autoridad debe justificar
suficientemente (en la motivación del acto) las razones por las que se aparta del
parecer expresado en un informe emanado de otro órgano. Si la administración
sigue el parecer expresado en el informe, en la motivación del acto podrá remitirse
a él, sin necesidad de reproducir sus planteamientos (art. 41, inc. final).
Los informes vinculantes, en cambio, condicionan el contenido de la resolu-
ción que se trata de dictar. En verdad, cuando un órgano administrativo debe
proceder previo informe favorable de otro, la ley configura una especie de compe-
tencia compartida, cuya observancia necesariamente incide en la validez del acto.

Sección 4. Otras opiniones


406. El trámite de “información pública”, al que la administración puede pro-
ceder “cuando la naturaleza del procedimiento lo requiera” (típicamente cuando
la decisión tiene efectos generales o normativos), permite precisamente recoger las
“observaciones” o planteamientos de la comunidad respecto del asunto en deci-
sión. Al efecto la autoridad debe anunciar el trámite mediante publicación en el
Diario Oficial, y exhibir el expediente o ponerlo a disposición del público, con el
fin de recoger sus opiniones, dentro de los plazos que define la ley (LBPA, art. 39).

PÁRRAFO 3. FINALIZACIÓN
407. El procedimiento está encaminado a la elaboración de una resolución
final, aunque puede ponérsele término mediante actos distintos (sección 2). Más
aún, la fase terminal del procedimiento se compone, además, de ciertas operacio-
nes previas a su clausura (sección 1) y a otras posteriores (sección 3).

Sección 1. Trámites previos a la terminación del procedimiento


408. A diferencia de la ley española que le sirvió de modelo, la LBPA no contem-
pla los trámites de vista y audiencia de los interesados. Mediante estos trámites,
Título III. El procedimiento administrativo 279

los interesados pueden consultar íntegramente el expediente (vista), con el objeto


de formular una última presentación con argumentos –y eventuales antecedentes
probatorios– que cierren la discusión (audiencia). La LBPA alude incidentalmente
a este trámite (art. 17 letra f), pero no lo regula. Es verdad que en el ambiente de
transparencia que hoy día impera respecto de los procedimientos administrativos,
los interesados siempre pueden requerir la consulta del expediente (art. 17, letra
a) y también les asiste el derecho de formular alegaciones en cualquier momento
(art. 10). Por cierto, es enteramente posible que este trámite se contemple, por vía
reglamentaria u oficiosa, en algunos procedimientos.
En cambio, sí se prevé en la ley chilena una solicitud del interesado tendiente
a que se certifique que el expediente se encuentra en estado de resolver (art. 24,
inc. final). Según la LBPA, a partir de tal certificación la autoridad contaría con un
plazo de 20 días para dictar la resolución.
En forma previa a la resolución, la administración, debe estudiar acuciosamen-
te el expediente, con el objeto de preparar la resolución. Si advirtiera “cuestiones
conexas”, subentendiéndose por tales aspectos relevantes para la decisión, pero
sobre los cuales aún no se ha levantado discusión, los significará a los interesados
para recabar su opinión dentro de un plazo de 15 días, vencido el cual podrá
resolver (art. 41, inc. 2). También es posible que, a semejanza de lo que ocurre
en procedimientos judiciales civiles, la administración disponga la práctica de
algunas diligencias probatorias para ilustrar mejor su parecer en forma previa a
la decisión.
La fase de estudio previa a la toma de decisiones es necesariamente interna a
la administración y, teóricamente, una operación intelectiva difícilmente regula-
ble por el derecho. Con todo, la ley alude a la “redacción” de una “propuesta de
resolución” (art. 17, letra f), que precedería a la resolución en términos formales.
Ciertamente, en órganos colegiados, esta operación intelectual transcurre median-
te un cauce procedimental específico: la deliberación conjunta del asunto por los
integrantes del colegio, de la que –en armonía con el principio de publicidad de
los asuntos públicos– debe dejarse constancia escrita.

Sección 2. El acto de terminación del procedimiento


409. La LBPA ha contemplado de modo novedoso en el derecho administrativo
chileno diversas hipótesis en que el procedimiento puede concluir sin resolución
sobre las cuestiones debatidas en él. En principio, sin embargo, el procedimiento
está concebido para que la autoridad se pronuncie sobre el fondo, conforme al
deber de resolver que conlleva el llamado principio de “inexcusabilidad” (art. 14).
280 José Miguel Valdivia

(a) Terminación sin pronunciamiento en cuanto al fondo


410. La ley chilena contempla cuatro hipótesis:

(i) Desistimiento
411. Importa una manifestación de voluntad del interesado promotor del pro-
cedimiento en orden a no perseverar en él.
El desistimiento produce únicamente efectos procedimentales (y no sobre el
fondo), de modo que no impide volver a solicitar la apertura de otro procedimien-
to análogo con posterioridad. Sus efectos son estrictamente personales respecto
del interesado que lo hubiere formulado; el procedimiento podría seguir en curso
respecto de otros interesados que lo hubieren promovido.

(ii) Renuncia a derechos


412. Si el interesado promotor renuncia al derecho envuelto en la pretensión
para la cual ha dado inicio al procedimiento, éste también debe concluir. En el
fondo, la renuncia a este derecho priva de objeto al procedimiento. Conforme a
las reglas generales, pueden renunciarse los derechos que miran sólo al interés
personal del renunciante y siempre que su renuncia no esté prohibida (Código
Civil, art. 12). No se contemplan formalidades para la renuncia.
A diferencia del desistimiento, la renuncia concierne al fondo (y por consi-
guiente impide plantear nuevamente un procedimiento análogo, con el mismo
fundamento que aquel que concluye). La renuncia también es estrictamente per-
sonal, y no alcanza a otros interesados que hubieren promovido el procedimiento.

(iii) Abandono del procedimiento


413. Según se ha referido con anterioridad (§ 385), el procedimiento iniciado a
instancias de interesado y cuya progresión se haya paralizado por más de treinta
días precisamente por inactividad del interesado (frente a trámites que dependen
de sus gestiones), puede declararse abandonado. En forma previa a la declaración
de abandono la administración debe apercibir en tal sentido al interesado moro-
so, dándole un plazo de 7 días para materializar las diligencias de su cargo.
El abandono no produce efectos extraprocedimentales, ni determina la pres-
cripción de las acciones o derechos del interesado; pero las gestiones del procedi-
miento abandonado se entienden carecer de mérito suficiente para interrumpir los
plazos de prescripción que hubieren estado corriendo al tiempo de su iniciación.
Título III. El procedimiento administrativo 281

(iv) Imposibilidad material sobreviniente


414. Este caso, previsto en el inciso final del artículo 40 de la LBPA, está con-
templado en otro precepto como la “desaparición sobreviniente del objeto del
procedimiento” (art. 14, inc. final). En caso de sobrevenir circunstancias de hecho
que impidan la continuación y conclusión del procedimiento por privarle de ob-
jeto, corresponde dictar una resolución fundada que lo declare así, omitiéndose
pronunciamiento sobre el fondo.
Racionalmente, la imposibilidad de resolver debe obedecer a antecedentes de
hecho que determinen la pérdida de objeto del procedimiento. Así ocurriría, por
ejemplo, en caso de muerte de un interesado imputado en procedimiento sancio-
natorio, o de renuncia del funcionario que hubiere promovido un procedimiento
relativo a sus derechos estatutarios, de destrucción del inmueble de cuya protec-
ción patrimonial se trata, etc.

(b) La resolución final


415. El acto terminal del procedimiento es la resolución recaída sobre las cues-
tiones objeto del mismo.
Por obvio que parezca, conviene subrayar que la voz “resolución” está tomada
aquí en su sentido genérico (como acción y efecto de resolver algo) y no en cuan-
to categoría nominal de determinados tipos de actos, distinta a los decretos (cf.
§ 254). En otros términos, la elaboración formal de decretos está sujeta al mismo
régimen jurídico.
La resolución debe satisfacer requisitos sustantivos y formales, algunos de los
cuales están descritos en el artículo 41 de la LBPA.

(i) Requisitos sustantivos


416. La resolución contiene “la decisión” que conviene tomar al cabo del pro-
cedimiento (art. 41, inc. 4). La decisión es el contenido del acto administrativo,
que varía en función del tipo de cuestiones para que se haya iniciado el procedi-
miento o que se hayan discutido en él.
De un modo general, la ley expresa que la resolución “decidirá las cuestiones
planteadas por los interesados”, con lo cual significa que en el pronunciamiento
que emita, la administración debe hacerse cargo de todos los planteamientos de
(todos) los interesados. Sin embargo, en concreto es necesario distinguir si el pro-
cedimiento se ha instruido de oficio o a petición de interesado.
282 José Miguel Valdivia

• Procedimientos iniciados a instancias de interesado


417. La LBPA sólo se ocupa de regular los procedimientos tramitados a soli-
citud del interesado. En ellos, expresa, “la resolución deberá ajustarse a las peti-
ciones formuladas por éste” (art. 41, inc. 3). Esta exigencia es designada por la
doctrina como requisito de “congruencia”. Por supuesto, que la administración
deba ajustarse a las peticiones del interesado no supone necesariamente que deba
acogerlas, pues eso depende de los datos del derecho positivo y de los anteceden-
tes que obren en el procedimiento: el principio de congruencia se satisface tanto
por la aceptación como el rechazo de tales peticiones.
En cambio, defrauda el principio de congruencia el que la administración re-
suelva, en este tipo de procedimiento, sobre la base de elementos que no hayan
sido objeto de discusión. Desarrollando un aspecto puntual del principio, la ley
expresa que la decisión en ningún caso podrá agravar la situación inicial del inte-
resado que promueva el procedimiento, de modo que éste no se vuelva una ame-
naza en su contra. Con esta regla la ley parece condenar la reformatio in pejus en
esta clase de procedimientos.
La prohibición de reformatio in pejus es una regla estrictamente procedimen-
tal que podría conducir a resultados contrarios a derecho. Supóngase que una
persona sancionada en un procedimiento administrativo formula un recurso de
reposición para que se rebaje su sanción, pero la administración advierte que la
sanción inicialmente impuesta no se ajusta a derecho, porque la ley exige para
ese caso una sanción más drástica; la prohibición referida podría impedir a la
administración adoptar la resolución que jurídicamente corresponde. En verdad,
la ley es débil al condenar la reformatio in pejus, pues a reglón seguido agrega
que ella no obsta a la potestad de la administración de incoar de oficio un nuevo
procedimiento, si fuere procedente. Por razones de economía procedimental, tam-
bién satisfaría las exigencias legales la instrucción paralela de otro procedimiento
iniciado de oficio, acumulado con el primero, que eventualmente conduzca a des-
medrar la posición del interesado.

• Procedimientos iniciados de oficio


418. El contenido de la resolución en este tipo de procedimientos no puede
determinarse a priori, pues dependerá de las potestades con que cuente la admi-
nistración y de los antecedentes que se hubieren vertido en el procedimiento. La
exigencia de congruencia procedimental debe entenderse referida a esos antece-
dentes, vale decir, fundamentalmente, las alegaciones y probanzas que consten en
el expediente.
Título III. El procedimiento administrativo 283

(ii) Requisitos formales


419. La ley no determina la forma típica de los actos administrativos resoluto-
rios. Esta resulta de prácticas tradicionales, algunas con sustento normativo.

• La forma típica
420. Por lo general, los actos resolutorios constan de tres partes diferenciadas:
un encabezamiento, una parte considerativa y una parte resolutoria.
El encabezamiento permite individualizar el acto, indicando el órgano de la
administración del que emana, la fecha de su adopción, el número respectivo –
usualmente vinculado a la condición de estar afecto o exento del trámite de toma
de razón (habiendo por lo general dos numeraciones paralelas)– y una referencia
a su contenido.
La parte considerativa constituye la motivación del acto. Contiene tanto los motivos
jurídicos como fácticos que justifican la decisión. La parte usualmente designada como
“vistos” da cuenta de los textos legales que confieren a la autoridad las potestades para
adoptar el acto, y los demás que incidan en la materia. A su vez, la sección denominada
“considerandos” da cuenta de los razonamientos, suscitados por circunstancias de he-
cho relevantes, que movieron a la autoridad para obrar como lo hizo.
La parte resolutoria expresa el objeto del acto, es decir, la decisión. Por lo gene-
ral, la decisión va seguida de unas fórmulas imperativas (“imperativos del acto”),
que denotan la obligación de proceder a gestiones administrativas posteriores a su
emisión, que pueden variar en función de su contenido, y cuyo objeto es el siguiente:
– “Anótese”: dar número y fecha al acto;
– “Refréndese”: verificar la existencia de recursos disponibles para atender el
gasto que representa el acto;
– “Regístrese”: dejar constancia del acto en un registro, tratándose de deci-
siones relativas a la condición estatutaria de un funcionario o bien a los
bienes del Estado;
– “Tómese razón”: remitir el acto a la Contraloría General de la República
para su control de legalidad;
– “Comuníquese”: informar del acto a la Tesorería General de la República
para que disponga el pago de una suma de dinero;
– “Notifíquese” o “publíquese”: proceder a las medidas de publicidad que
correspondan al alcance o la naturaleza del acto.
Los actos deben ser firmados por su autor, la autoridad dotada de las com-
petencias respectivas. Requisitos de doble firma, calificados expresamente como
284 José Miguel Valdivia

esenciales, rigen para los decretos del Presidente de la República, que deben “fir-
marse por el Ministro respectivo” (Constitución, art. 35).

• En especial, la motivación
421. La única exigencia formal que enuncia la LBPA es la de motivar la de-
cisión: “las resoluciones contendrán la decisión, que será fundada” (art. 41, inc.
4). Como se ha señalado en otro lugar, la motivación es la expresión formal del
motivo o justificación del acto.
El tenor literal de la regla y su ubicación sistemática en la ley dan a entender
que la motivación es una exigencia común a todo acto administrativo resolutorio.
Por eso, parece haber perdido peso aquel planteamiento que entendía que la mo-
tivación era una exigencia excepcional, aplicable sólo a los casos en que la ley la
exigía expresamente. Con todo, en aquellos casos en que la ley sigue exigiéndola
para casos puntuales (por ejemplo, respecto de actos de gravamen o de resolución
de recursos administrativos, LBPA, art. 11, inc. 2), el deber de motivar el acto
debe cumplirse con mayor desarrollo que en la generalidad de los casos, en que
puede bastar una motivación sucinta. A las exigencias legales de motivación debe
agregarse un número cada vez mayor de exigencias jurisprudenciales en el mismo
sentido, generalmente asociadas a actos dictados en ejercicio de potestades con
componentes discrecionales que puedan afectar a valores sensibles, individuales
o colectivos.
Ahora bien, debe advertirse que, dada la naturaleza esencialmente formal del
requisito, su ausencia puede tenerse por constitutiva de un vicio de forma que, en
caso de actos más o menos sencillos, carezca de trascendencia invalidante.

• Indicaciones sobre los recursos administrativos disponibles


422. La LBPA precisa que en la resolución se indicarán “los recursos que con-
tra la misma procedan, órgano administrativo o judicial ante el que hubieran de
presentarse y plazo para interponerlos”. Esta indicación no parece formar parte
de la resolución misma, sino del acto por el cual se la comunica, es decir, la notifi-
cación; su ausencia vicia la notificación más que la resolución misma. Por cierto,
esta mención es de carácter orientativo, y no impide a los interesados ejercitar
cualquier otro recurso que estimen oportuno.

Sección 3. Trámites posteriores a la resolución del procedimiento


423. Por lo general en los “imperativos del acto” (v. § 420) se enuncian los trá-
mites posteriores a su emisión. Entre éstos, para el derecho los más significativos
son la toma de razón y las medidas de publicidad.

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