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El caucho o llamado también ‘el árbol que llora’, ‘el emperador’, ‘el rey máximo’, ‘oro negro’ o lágrimas de la
selva’, el árbol de la goma o Heveas brasiliensis, endémico de la Amazonia, ha sido aprovechado incluso
desde antes de que llegaran los españoles a América. Se sabe que los indígenas de la región, desde remotos
tiempos precolombinos, se alumbraban con teas que preparaban haciendo estopas con fibras vegetales que
prendían luego de impregnarlas con el látex o savia de los árboles de caucho. Otros practicaban algunos
adminículos utilitarios, como zapatos y vasijas dúctiles e irrompibles, e impermeabilizaban las canoas con las
que navegaban por los ríos, así como los cueros, pieles y cortezas de ciertos árboles que usaban para cubrir
algunas partes de su humanidad. Se sabe también que muchos amerindios, como es el caso de los de
Chiquitos y los de Moxos, elaboraban con el caucho pelotas de goma de gran rebote con los que practicaban
juegos peculiares, uno de sus mayores y más gratos pasatiempos.
LA GUERRA DEL ACRE:
Conceder territorios próximos al Acre (de hecho, Bolivia los había entregado a Brasil años antes),
que suman 3000 km² (Brasil se quedaba con más del 90% del Acre y dejaba de reclamar algunos
pequeños territorios que Bolivia había considerado propios desde su fundación).
Construir un ferrocarril entre las ciudades de Riberalta y Porto Velho, para la exportación del
caucho de aquella época (Ferrocarril Madeira-Mamoré).
Permitir a Bolivia acceso no soberano a los ríos brasileños para el transporte de mercaderías
hasta el Atlántico.
Permitir a Bolivia construir aduanas en las ciudades brasileñas de Corumbá, Belém y Manaus,
así como en otras ciudades brasileñas fronterizas.
Pagar al gobierno boliviano la cifra de dos millones de libras esterlinas, lo que equivaldría al año
2010 a 293 774 770,80 dólares estadounidenses, a cambio de ceder el territorio del Acre.