Está en la página 1de 20

SISTEMA DE PARTIDOS EN MÉXICO

Trabajo por Edson Andrés Toranzo Atilano

Para entrar en contexto definiremos que son los Partidos Políticos y la


redefinición de un Gobierno democrático-representativo, en este caso, la
democracia es definida doctrinalmente como una forma de gobierno en la que la
soberanía reside en el pueblo y por tanto, el poder político es (o debiere ser)
ejercido por todos los ciudadanos del Estado o integrantes de determinada
asociación, grupo o corporación que adopte esta forma de gobierno.
De acuerdo con lo anterior, el ejercicio de la democracia exige la
participación de todos los miembros para la toma de decisiones.
Respecto al grado o forma de participación, la doctrina distingue entre la
democracia directa, si se ejerce sin la mediación de representantes, a través de
asambleas vecinales, referéndums o iniciativas ciudadanas por citar algunos
ejemplos.
Caso contrario, si se ejerce a través de representantes surgidos de
elecciones libres y periódicas, entonces se hablará de una democracia
representativa.
La necesidad de una representación para la toma de decisiones es implícita
al crecimiento y nivel de preparación de la población. Pese que pertenecemos a
una misma comunidad, municipio, estado o nación, lo cierto es que no todos
pensamos igual, ni compartimos las mismas necesidades, prioridades o carencias,
o la forma de afrontar o solucionar éstas.
En efecto, la población de un país, Estado, municipio o comunidad no es
homogénea. Se integra por grupos o asociaciones que comparten un interés
común, una ideología o identidad.
En la medida que estos subgrupos de la sociedad pretenden incidir en el
ejercicio del poder político, Sartori (1980) distingue entre la creación de facciones
y de partidos políticos. Ambos se integran por personas unidas por ideas o
intereses comunes dentro de una agrupación o colectividad, sin embargo, la
primera se caracteriza por el uso de canales violentos para imponer o conseguir
sus intereses, principios o afectos, mientras que los segundos, pretenden
conseguir el mismo fin a través de canales menos drásticos: a través del
compromiso político como sostiene Manin (2016).
El surgimiento de facciones y de partidos confirma la existencia de una
pluralidad cultural, social y política; con ideales, intereses y prioridades diversas,
pero convergentes en una determinada sociedad. Producto de esa convergencia
surge la necesidad de anidar y conciliar dicha pluralidad para mantener un orden y
relativa paz que permita la convivencia, desarrollo y progreso pacífico de todas las
personas pertenecientes a una colectividad que se dice democrática.
Luego entonces, sí en una sociedad democrática todos deben participar en
la toma de decisiones, ¿qué voz (subgrupo) es la qué hay que escuchar? Y sobre
todo, ¿qué necesidad (interés) habrá de atenderse en primer lugar?
Particularmente en una democracia de Partidos Políticos (Manin, 2016), la
estabilidad política en una sociedad plural es posible a través de la división de la
sociedad y el cumplimiento de los acuerdos entre partidos, que pueden ser o no,
coincidentes con las necesidades de la fracción de la sociedad que dicen
representar.
Así pues, el surgimiento de los partidos políticos implicó un cambio en la
representatividad democrática y por ende en la forma de gobernar. Aquí los
ciudadanos no pretenden incidir directamente en la toma de decisiones de la
comunidad a la que pertenecen, sino más bien se conforman con pertenecer a un
partido con el cual se identifiquen (sentido de pertenencia).
Conforme lo anterior, el ciudadano no se preocupa por elegir un
representante por su capacidad o propuesta de gobierno, confía en que la persona
propuesta por su partido es la opción correcta, y en que aquél, actuará conforme a
los designios del Partido al cual pertenece.
Así pues, la forma de gobernar no debe preocuparse en escuchar, atender
y mucho menos satisfacer las necesidades de toda la población, sino únicamente
lograr el acuerdo entre los dirigentes de las fuerzas políticas constituidas en
partidos políticos.
En tal virtud, el surgimiento de los partidos políticos en la vida democrática
de los Estados modernos constituye una herramienta que perpetúa la antigüa
(más no obsoleta) estrategia griega de “divide y vencerás”, reinventada
posteriormente por Napoleón en “divide y reinarás”; orientada básicamente a
mantener bajo control a la población a través de la división y fragmentación del
poder político en partidos.
Paradógica o ingeniosamente, la división de la sociedad en partidos
políticos es lo suficientemente heterogénea como para que eventualmente se
unan dos o más partidos formando así un solo centro de autoridad, y lo
suficientemente homogénea, como para evitar que surgan grupos más pequeños
con una cohesión suficientemente fuerte como para dar lugar al surgimiento de
facciones violentas.
En definitiva, en una sociedad plural con alto índice poblacional resulta
difícil pensar una forma de gobierno democrática-representativa sin la existencia
de partidos políticos.

FIN DEL PARTIDO POLÍTICO HEGEMÓNICO EN MÉXICO


En México, las condiciones políticas y el escenario electoral han
experimentado cambios importantes en las últimas décadas; en particular, han
experimentado una sinuosa transición de un régimen autoritario combinado con un
sistema hegemónico de partidos, a un sistema presidencialista democrático
caracterizado por la pugna entre diversos partidos políticos, donde la alternancia y
coaliciones preelectorales en los tres niveles de gobierno, constituyen los
determinantes clave de competencia Desde el año 2000, México ha sido
catalogado como un país democrático; sin embargo, dicho adjetivo puede adquirir
un significado ambiguo de acuerdo a lo que se entiende por democrático, y al
analizar la evidencia empírica a través de factores institucionales y
contextuales .El proceso de democratización es innegable pero puede no ser del
todo claro a primera vista; por lo tanto, se requieren explicaciones causales para
determinar si el país puede ser considerado democrático, mediante la descripción
de los procesos involucrados en dichos cambios, a fin de evaluar los elementos y
hechos acentuados por los viejos hábitos autoritarios dentro de las condiciones
democráticas. Esto puede ser verdaderamente revelador para profundizar en
estudios de casos específicos como el mexicano, entendiendo las realidades
políticas actuales.
Las reformas electorales han jugado un papel muy importante en la
democratización de México. La forma en que los partidos compiten en la arena
electoral está fuertemente relacionada con el nivel de democracia que ha
alcanzado el país. Así, tales mejoras constitucionales reflejan la voluntad de los
actores políticos de dejar atrás el régimen autoritario.
La reforma electoral de 1977 fue crucial, pues se centró en “abrir el sistema
de partidos, dando entrada a nuevas fuerzas políticas [...] y también abriendo
espacios de representación partidaria, reconociendo a la oposición de manera
consistente” (Córdova 2008).
El derrumbe del Partido Revolucionario Institucional, las reformas
electorales y la modernización de la administración pública en México, abrieron las
puertas a nuevas condiciones en la competencia electoral, como en la
configuración y ejercicio de los gobiernos. Una de las consecuencias más
emblemáticas de la transición a la democracia en México es el vuelco político
(presente en los tres niveles de gobierno). Un estudio cuantitativo sobre las
elecciones mexicanas ha demostrado que la existencia de reglas electorales
justas aumenta la probabilidad de alternancia. El efecto marginal de las reglas
electorales sobre la probabilidad de rotación alcanza casi el 40 por ciento. El
argumento muestra que los marcos institucionales garantizan una competencia
más limpia y minimizan la posibilidad de fraude electoral (Soto, 2012).
El aumento de la competitividad electoral ha obligado a los partidos políticos
a colaborar a través de la estrategia de las coaliciones preelectorales, ya que
“permite a los partidos de oposición aumentar sus posibilidades de derrotar a
quienes ocupan el gobierno, mientras que el partido en el gobierno une esfuerzos
para no perder elecciones” (Reynoso, 2011).
Para 1988, en pleno auge de la globalización, la internacionalización del
capital, la precaria situación económica y las consecuencias de la polémica
elección, al PRI no le quedó otra alternativa que pactar con el diseño y aprobación
de mecanismos democráticos de competencia. La oposición partidista comenzó a
tener éxito en la arena política local y en la formación del poder legislativo,
mientras que los contrapesos constitucionales y ciudadanos adquirieron un papel
destacado. Frente a una diversidad mucho más amplia de sectores sociales y
políticas neoliberales, las demandas sociales se hicieron no solo más numerosas,
sino más específicas. Por tanto, la oferta política se diversificó en un entorno
mucho más competitivo, mientras que empresarios y líderes de movimientos
sociales también se involucraron (por su poder político) y comenzaron a
desempeñar el papel de promotores de las demandas sociales, hecho que
representó una alta complejidad en el procesamiento de las demandas dentro de
un sistema político mexicano que ya no tenía las mismas características que
antes. Junto con la existencia de un nuevo sistema multipartidista con mayor
representación en el congreso, el proceso de toma de decisiones se complicó y el
sistema político se vio incapaz de satisfacer todas las demandas sociales.
Posteriormente, en 1997, las reformas y el comportamiento electoral
desencadenaron el fin del presidencialismo mexicano. Por primera vez el PRI no
había logrado la mayoría en el congreso ( Nacif, 2004 ), hecho que influyó en la
victoria electoral del 2000 del PAN, partido más asociado a las políticas
neoliberales, que sin duda sería el ojo de la ciudadanía y de la comunidad
internacional. receptor, obligado a cumplir con altas expectativas. En dicho punto,
se había generado incertidumbre respecto a: a) la inexperiencia del PAN sobre el
gobierno federal y el desempeño de un nuevo presidente atípico, b) los niveles de
corrupción y su papel dentro de la política, c) las políticas sociales y económicas a
diseñar e implementar, yd) la posible erradicación de los problemas nacionales.
El nuevo gobierno asumió una gran responsabilidad al desviar parcialmente
la atención del antiguo partido hegemónico. A lo largo de 12 años, el PRI logró
posicionar a un carismático candidato como Enrique Peña Nieto para el proceso
electoral de 2012 y recuperar la presidencia ( Olmeda y Armesto, 2013).). Sin
embargo, su gestión se asoció a la violencia y la inseguridad, y a las
desagradables repercusiones de las reformas estructurales que impulsó y logró
aprobar, haciendo casi imposible que el PRI mantenga la presidencia.
Innegablemente, los mecanismos democráticos generales, los contrapesos
constitucionales y ciudadanos, y la conformación de un sistema multipartidista en
condiciones justas de contienda, parecen estar correlacionados con la
incertidumbre sobre los resultados electorales y la rotación según el ejercicio del
gobierno; una característica bastante común en los sistemas políticos
desarrollados.
Los cambios institucionales y regulatorios significan costos sustanciales
( Ongaro, 2008 ; Dussauge 2009 ); en ese sentido, la modernización de la
administración pública y las reformas electorales, tuvieron efectos intencionados y
no planificados por las condiciones de implementación y los actores.
El federalismo en México también ha cambiado, aunque el diseño
institucional del país considera esta característica. Con la debacle del PRI y el
aumento de la competitividad política nació un nuevo federalismo.
Si bien los partidos ahora compiten en condiciones democráticas de
competencia y el gobierno se realiza con principios de decisión colectiva, ¿por qué
no pueden satisfacer las demandas sociales?, ¿sería posible que la lucha
democrática por el poder esté consumiendo a los actores, y llegando a un no
¿Etapa de tramitación de demandas específicas?, ¿o falta vocación política al
servicio de la ciudadanía, anteponiendo los intereses personales y partidistas a los
colectivos?

LA INSTITUCIONALIZACIÓN PARTIDISTA Y SU DINAMICA DE DISTRIBUCIÓN


DEL PODER.
Aproximaciones conceptuales a la institucionalidad partidista. La
institucionalización es en efecto el proceso mediante el cual la organización
incorpora los valores y fines de los fundadores del partido. Este proceso implica el
paso de la organización “fungible” (es decir, puro instrumento para la realización
de ciertos fines a la institución. Lo característico de un proceso de
institucionalización logrado es que para la mayoría el bien de la organización
tiende a coincidir con sus fines: ósea, que es bueno para el partido, lo que va en la
dirección de su reforzamiento frente a frente de las organizaciones competidoras,
tiende a ser automáticamente valorado como parte integrante del fin mismo.
La organización se convierte ella misma en un fin para un amplio sector de
sus miembros, de este modo se carga de valores. Con la institucionalización,
aquellos objetivos se articulan, en el sentido especificado anteriormente, con las
exigencias de la organización.
La aplicación del concepto de institucionalización 1 a los partidos políticos se
nutre de los estudios organizacionales, los cuales encuentran un importante
referente en la obra de (Selznick, 1962). Para este autor la institucionalización
debe ser abordada en una doble dimensión –interna y externa–, en donde el
aspecto interno sería la rutinización de un sistema formal de reglas y objetivos y el
aspecto externo sería el proceso que implica la internalización de valores. Por su
parte, (Huntington, 1997:22) plantea una conceptualización similar de la
institucionalización y la aplica a las instituciones políticas en particular, partiendo
de la idea de que la institucionalización es “el proceso por el cual adquieren valor y
estabilidad las organizaciones y procedimientos” y puede ser analizada a partir de
cuatro dimensiones: i) adaptabilidad-rigidez; ii) complejidad-simplicidad; iii)
autonomía-subordinación y, iv) coherencia-desunión. La definición de
(Huntington,1997) es una de las más empleadas en la literatura de la ciencia
política, habiendo incluso autores que lo reconocen como el padre del concepto 2
(Randall y Svåsand 2002: 5).
Las bases de la institucionalidad partidaria. La institucionalidad se basa
en cómo el partido consolida su organización y funcionamiento. Las primeras
investigaciones sobre la organización de los partidos fueron realizadas por
Ostrogorski y Michels.3 El primero analizó los partidos como maquinaria electoral
1
Término normalmente caracterizado como polifacético, difícil de operacionalizar y en ocasiones propicio al argumento
tautológico (Gunther y Hopkin 2007: 166), ampliamente utilizado, pero deficientemente definido (Levitsky 1998: 77), con una
aparente falta de elaboración de un conjunto de indicadores operativos (Yardimci-Geyikci, 2013: 3).
2
Sin embargo, ha sido también sometida a una amplia discusión y diversidad de críticas a nivel conceptual (Sigelman,
1979), a nivel de variables (Peters, 2000: 9), el sentido de su relación causal (Levitsky 1998; Duque, 2005), etcétera.
3
Véase Los Partidos Políticos en México en el Procesos de Institucionalidad Partidaria, Instituto “Belisario Domínguez”, del
Senado De La República, Lic. Raúl López Flores Director , Dr. Octaviano Moya Delgado, Lic. José Alberto Aparicio Cedillo
nvestigadores.
de los Estados Unidos, mientras que Michels estudio el Partido Conservador
Inglés y el Partido Socialdemócrata Alemán. Duverger por su parte, distinguía
entre partidos de articulación débil y articulación fuerte, distinción que estaba en
función de la existencia o no de una sólida coordinación a nivel central. Una
organización cuya unidad de base, célula o la milicia establecía normalmente una
coherencia estructural mayor que otra basada en la sección de tipo territorial; y
esta última, a su vez, mayor que una organización basada en los comités.
Punto de vista de Angelo Panebianco. Panebianco por su parte
manifestó que “las organizaciones no se institucionalizan todas del mismo modo,
ni con la misma intensidad. Existen diferencias considerables entre unos y otros.
Todos los partidos tienen que institucionalizarse en una cierta medida para
sobrevivir, pero mientras en ciertos casos el proceso desemboca en instituciones
fuertes, en otros da origen a instituciones débiles. Los partidos se diferencian
principalmente por el grado de institucionalización alcanzado, el cual, a su vez,
está en función de las modalidades del proceso de formación del partido, y del tipo
de modelo originario”.
Además, sostiene que las características organizativas dependen, entre
otros factores, de su historia de cómo la organización haya nacido y se consolida.
El proceso de formación de un partido es en la mayoría de los casos, un proceso
complejo y consiste a menudo en la aglutinación de una pluralidad de un grupo
político, a veces incluso fuertemente heterogéneos. Para Panebianco existen tres
factores que contribuyen a definir el modelo originario particular de cada partido. El
primero tiene que ver con el modo en que se inicia y se desarrolla la construcción
de la organización: por penetración o por difusión territorial, o por una combinación
de ambas modalidades. Se está en un caso de penetración territorial cuando un
centro controla, estimula y dirige el desarrollo de la periferia, es decir, la
constitución de las agrupaciones locales e intermedias del partido, y será por
difusión cuando el desarrollo se produce por generación espontánea: cuando son
las élites locales las que, en un primer momento, constituyen las agrupaciones
locales del partido y sólo a continuación estas se integran en una organización
nacional.
En un desarrollo por penetración territorial se necesita la existencia de un
centro suficientemente cohesionado, en un reducido grupo de líderes nacionales
que den vida a la organización, estos formarán el primer núcleo de su futura
coalición dominante unida. En estos casos, la estructura organizativa tendrá un
carácter centralista, con poca autonomía para los liderazgos regionales. Para este
autor existe una tercera forma la que denomina “mixta”, en esta el desarrollo inicial
es por difusión; un cierto número de agrupaciones locales se constituyen
autónomamente en varias zonas del territorio nacional. Estas después se unen en
una organización nacional, y, finalmente, la organización nacional desarrolla por
penetración las agrupaciones locales allí donde aún no se han constituido.
De lo dispuesto por los artículos 41 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos; 34 a 48 de la Ley General de Partidos Políticos y 2.3
de la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral, se
consideras mecanismos que incentivan la institucionalización de los partidos y del
sistema partidista
Dando el caso, que la a Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos (CPEUM), en su artículo 41 da una definición de partido político,
garantizando su existencia al darle una importancia vital para el Estado, pues
señala que son entidades de interés público; con lo anterior se les reconoce a
dichas organizaciones un papel importante en el funcionamiento de la vida
democrática.
Ahora bien, por lo que respecta a la Ley General de Partidos Políticos
(LGPP) y la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia
Electoral (LGSMIME), estas garantizan la estructura e independencia del actuar de
los partidos políticos. Ello, sin que válidamente se pueda establecer que las
limitaciones que se establecen en tales disposiciones son una manera de frenar la
institucionalización de los partidos políticos, ya que ningún derecho es absoluto,
sino que siempre encuentra límites, que se justifican por la simple razón de que
continuamente están en roce con los derechos de otros, por lo que es necesario
establecer reglas claras para su ejercicio; las limitantes son necesarias para un
funcionamiento fluido.
Esto se da como resultado de la institucionalización de los partidos, lo que
se materializa desde el momento en que las disposiciones exigen requisitos
mínimos para que un partido se conforme, como el número de afiliados al exigir
0.26 % del padrón electoral, lo cual significativamente bajó si se considera el total
del padrón, que de nueva cuenta hace ver cómo esa existencia partidista se ve
garantizada con un requisito asequible.
Por otra parte, la ley exige que existan instrumentos en los que se
establezcan los principios fundacionales que reflejen la ideología y la manera en
que la actuación del partido logrará la consecución de sus fines; pero, además,
sus estatutos, que indican su forma de organización interna, son un claro símbolo
de institucionalización, ya que como lo señala Panebianco, en esos instrumentos
“la organización incorpora los valores y fines de los fundadores del partido, […]
elaborando las metas ideológicas y eligiendo los valores claves”
Otro signo de consolidación de los partidos políticos son las prerrogativas
que se les conceden para la consecución de los fines constitucionalmente
establecidos. Así, dichas organizaciones tienen prerrogativas como el uso de
medios de comunicación, que se les otorgan de manera equitativa en función de
los votos obtenidos, y se les da otro tanto de recursos públicos. De esa forma, el
Estado garantiza un piso mínimo de sustento económico para la permanencia del
partido.
Además de lo anterior, los partidos políticos pueden obtener recursos
privados derivados de las cuotas y donaciones de sus militantes y simpatizantes,
así como de mecanismos propios de generación de recursos, que, si bien son
fiscalizados en aras de la legalidad, son acciones que les permiten su
institucionalización. Asimismo, esta se ve reforzada cuando las disposiciones
hacen que ciertos rubros sean atendidos, destinando un porcentaje de los
recursos señalados, como son la capacitación, la educación y la investigación
socioeconómica y política de su militancia.
Ello es así, ya que como lo refiere Panebianco, de esa manera se genera
un aleccionamiento de sus militantes, lo que, además, coadyuva a que el partido
pueda analizar las necesidades actuales y estructurarse en torno a ellas, dado que
los partidos son “una estructura en movimiento que evoluciona, que se modifica a
lo largo del tiempo y que reacciona a los cambios exteriores” de tal forma que los
partidos, si buscan permanecer, deben ajustarse a los cambios del ambiente.

LOS PARTIDO CARTEL Y LA GESTIÓN GUBERNAMENTAL


De acuerdo con la revisión crítica de los Partidos Cartel de Víctor Hugo
Martínez (2016) un partido cartel está integrado a su vez por diversos partidos,
diferentes entre sí, pero leales a una cúpula organizacional. Así pues, este partido
cartel no busca distinguirse de otros por una ideología o plataforma de gobierno
propia, más bien, busca aumentar su presencia electoral a través de la
representación de distintas fuerzas políticas, aun cuando éstas tengan diferentes
ideologías. Por esta razón, la ideología y preferencias en este tipo de partidos es
muy laxa e incluso contradictoria, ya que no están claramente definidos como de
izquierda o de derecha, sino más bien la propensión de coludirse para logar una
pacífica coexistencia, implicando esto el desvanecimiento de la frontera entre
gobierno y oposición.

El impacto que tiene este pacto multi e inter-partidario en las elecciones es


convertir éstas como una mera práctica ritual que no tiene por objeto o fin
verdadero contender por la preminencia de una ideología o plan de gobierno
diversa, sino más bien la selección y legitimación de la persona (líder) de
determinada élite política que ocupará determinado cargo público.

Adicionalmente, este tipo de partidos son catalogados como partidos del


Estado, ya que representan los intereses de éste, no de la sociedad, y por ende
funcionan más como mecanismos de control estatal que como vehículos
democráticos de acceso al poder. Su fin se erige en la búsqueda de un reequilibrio
de las funciones gubernativas y no fomentar tareas de expresión o de
representatividad (Martínez, 2016).
Desde esta lógica, los partidos políticos que integran el cartel ya no se
preocupan (más de lo necesario) por llegar al poder, ya no tienen que desgastarse
para llegar al poder; lo único que tienen que hacer es esperar su turno para
gobernar pues, como se ha apuntado, no existe una verdadera oposición. Existe
una sola cúpula política, un plan de gobierno y una lista de prospectos para ocupar
los cargos públicos.

Esta reconfiguración organizacional del sistema de partidos también


impacta en la gestión gubernamental. De entrada, puede haber o no una
concordancia ideológica entre un determinado funcionario o representante político
y el partido dominante; no obstante, en cualquiera de ambos casos habrá una
cierta lealtad al proyecto de gobierno.

Esta ambivalencia hace posible que la renovación periódica de gobernantes


no altere o implique una afectación a los intereses de las fuerzas políticas con
presencia en el Estado. Como ya se dijo, la alternancia partidaria en el poder no
implica en sí un cambio en la forma de gobierno porque todos los partidos que
integran el cartel han pactado la continuidad y estabilidad de la organización
estatal.

Es difícil precisar si la gobernanza es causa o efecto de la cartelización de


partidos. Como hemos visto este sistema constituye un método para la toma de
decisiones y aplicación de políticas públicas. Según Prud’homme (s.f.) el nuevo
modelo de gestión pública llamada gobernanza se caracteriza por un modo de
movilización de intereses. Ésta movilización es posible gracias a la intervención
conjunta de instituciones de gobierno y de actores políticos que bien pueden
provenir del gobierno como de la sociedad; así como por la conformación de una
red de acción colectiva autogobernada para la búsqueda de soluciones a los
problemas económicos y sociales.

Pues bien, este cambio de control (gobernabilidad) por la coordinación y


orientación (gobernanza) de la que habla Prud’homme como bien puede
interpretarse en la socialización de la gestión pública, también puede entenderse
como el desvelo de la cartelización de partidos políticos. Ello, porque como de
acuerdo a esta reconfiguración partidaria, existe una identidad entre la élite
política, la élite partidaria y la élite gubernamental; lo que explica el cambio de
paradigma de la gestión gubernamental: si no existe una oposición que gobernar,
no se necesita controlar, se necesita es trabajo de coordinación y orientación para
la ejecución del plan aprobado por la cúpula.

MODIFICACIONES AL SISTEMA DE PARTIDOS EN MÉXICO


(REFORMAS 1996, 2002, Y 2007)
El sistema de partidos comprende tanto el número, tamaño y tipo de
partidos que compiten por obtener la preferencia de los ciudadanos y
eventualmente el poder político; como las relaciones que los partidos tienen entre
sí y con la sociedad.
El sistema de partidos mexicano ha evolucionado con el pasar de los años,
migrando de un sistema (no competitivo) de partido dominante, a un sistema
pluralista competitivo. Entre los cambios que dieron forma al sistema de partidos
en México, destaco las siguientes:
1. Equidad y competencia electoral (1996)
2. Género (2002)
3. Justicia intrapartidaria (2007)
Equidad y competencia electoral
La reforma de 1996 significó un cambio importante en materia de equidad y
competencia electoral, poniendo fin al hasta entonces vigente sistema de partido
hegemónico.
Esta reforma dispuso, entre otras cosas, que ningún partido político podría
contar con un número total de diputados federales electos por ambos principios
(mayoría relativa y representación proporcional) que significase más de 8%
respecto a su porcentaje de votación en el ámbito nacional.
Lo anterior implicó el fin de la cláusula de gobernabilidad, que significaba
una sobrerrepresentación del partido mayoritario.
La reforma también dispuso la prevalencia del financiamiento de carácter
público, con la correspondiente reformulación de la fórmula para el cálculo y
distribución equitativa del financiamiento, establecimiento de nuevos topes a los
gastos de campaña con restricciones a las aportaciones privadas, y la sujeción al
procedimiento de fiscalización (permitir auditorías y verificaciones, origen y monto
de los ingresos, empleo y aplicación).
Asimismo, se estableció la obligación de afiliación individual de sus
militantes, y el incremento del 1.5% al 2% del umbral de votación para acceder a
la representación proporcional.
Genero
Otro gran cambio en el sistema de partidos mexicano se dio a raíz de la
reforma de 2002, con la incorporación de las cuotas de género.
Esta reforma estableció por primera vez una cuota máxima de 70% para
“candidatos propietarios de un mismo género” (Cofipe 2002, artículo 175-A); y
restringió el orden de la lista de candidatos plurinominales, de modo que las
mujeres aparecieran por lo menos en una de cada tres posiciones dentro de las
primeras nueve de cada lista.
También se establecieron sanciones ante el incumplimiento de cualquier
partido político respecto a la cuota de género, con excepción aquellos casos en los
que las “candidaturas de mayoría relativa que sean resultado de un proceso de
elección mediante el voto directo” (sic).
Justicia intrapartidaria
La reforma 2007 contempló, entre otros aspectos, el fortalecimiento de la
autodeterminación de los partidos políticos con la implementación de un sistema
de justicia intrapartidaria. De acuerdo al artículo 41 constitucional, las
inconformidades de la militancia respecto de actos o decisiones internos de los
partidos políticos deben ser primero resueltos por los propios partidos políticos a
través de las instancias de justicia partidista existentes, y solamente cuando éstos
se hayan agotado, aquellos podrán acudir a la protección de la justicia electoral
impartida a través de los tribunales.
De acuerdo con el autor consultado, esta reforma surgió con motivo de los
excesos en que el Tribunal Electoral incurrió en años previos, por lo cual puede
afirmarse que el fin pretendido de esta modificación al sistema de partidos tuvo por
efecto de devolver a éstos la potestad de conocer y resolver de manera directa e
interna, todo aquello que pudiera atentar contra los actos y decisiones de sus
órganos dirigentes, y los derechos de sus afiliados.

MODIFICACIONES AL RÉGIMEN DE PARTIDOS POLITICOS, A PARTIR DE LA


REFORMA CONSTITUCIONAL DE 2014.
Siguiendo a Enrique Cuna Pérez, la reforma político electoral promulgada
en 2014 en nuestro país, “se suma a la ya larga lista de cambios que desde 1977
ha sufrido la reglamentación electoral como respuesta a las recurrentes demandas
políticas y sociales que han acompañado la llamada transición democrática y al
perfeccionamiento constante del sistema político a través de las modificaciones al
sistema electoral y al sistema de partidos”.
Dicho profesor sostiene que debemos tener en cuenta como antecedentes
de la reforma del 2014 en análisis, las modificaciones del año 1977, en la que se
abrió la posibilidad para que grupos inconformes, disidentes o guerrilleros
participaran en política; la de 1994-1996, en la que se consolidó la autonomía y
ciudadanización del árbitro encargado de la organización de los comicios, el
Instituto Federal Electoral (IFE); la de 2007, que impulsó cambios, más que en la
extensión de los derechos políticos de los ciudadanos, en la transparencia y
equidad de los procedimientos electorales y para reconstruir equilibrios entre el
poder público y los poderes fácticos.
Hasta que llegamos a la reforma del 2014, que introducen la figura de
gobierno de coalición, permiten la reelección legislativa, modifican la estructura y
facultades de organización electoral de IFE (al que desaparece y nombra Instituto
Nacional Electoral), e imponen a los partidos políticos la obligación de garantizar la
paridad de género, entre otros cambios.
Cambios que impactaron de manera significativa en el régimen de partidos.
La reforma electoral del 2014 impactó de manera importante y trascedente al
régimen de partidos, algunas de dichas modificaciones son el requisito para
mantener el registro, este porcentaje también está relacionado con el acceso a las
prerrogativas; ordena la creación de una Ley General de Partidos Políticos que
establezca un sistema uniforme de coaliciones para los procesos electorales
federales y locales; Introduce las coaliciones flexibles y la modificación en la
definición de la coalición parcial; se impuso a los partidos políticos la obligación de
garantizar la paridad de género e impuso un nuevo modelo de fiscalización.
Importancia de las modificaciones aludidas. En este punto me permito hacer
hincapié en tres aspectos fundamentales de la reforma: régimen de partidos y
conservación de registro; coaliciones partidistas y en la paridad de género.
En cuanto al régimen de partidos y conservación de registro, es preciso
establecer que la reforma eleva la proporción de votos necesaria para que un
partido político mantenga su registro y el consecuente acceso a prerrogativas:
ahora se requiere 3% de la votación válida emitida en las elecciones para renovar
el Poder Ejecutivo o las cámaras del Congreso de la Unión (artículo 41, base I de
la Constitución). El mismo porcentaje aplica para las diputaciones de
representación proporcional: será necesario que el partido logre al menos 3% del
total de la votación válida emitida para las listas regionales de las
circunscripciones plurinominales, para que tenga derecho a que le sean atribuidos
diputados por este principio (art. 54, base II de la Constitución).
Es relevante señalar que la reforma buscó la reducción de partidos políticos
y la exigencia de mayor potencia electoral, y en este punto (Hernández y Gimate,
2017) señalan que “[s]i bien, encontrar causales determinantes sobre la
disminución-aumento del número de partidos merece un estudio teórico-empírico
profundo, podemos afirmar que, al menos en México, aumentar exclusivamente el
umbral electoral no tuvo ese efecto en el número de partidos, a pesar de la
premisa que indica que a menor número de partidos, menor fragmentación y
mayor estabilidad política.”
Por lo que hace a las coaliciones partidistas, este postulado fue
desarrollado en la mandatada Ley General de Partidos Políticos (LGPP) que
estableció, entre otras cosas, un sistema uniforme de coaliciones para los
procesos electorales federales y locales. El cambio más importante es la
introducción de las coaliciones flexibles (para postular al menos a 25% de las
candidaturas en un mismo proceso electoral federal o local, bajo una misma
plataforma electoral) y el cambio en la definición de coalición parcial (para postular
al menos a 50% de las candidaturas en un mismo proceso electoral federal o local,
en una misma plataforma) (art. Segundo transitorio, fracción I, inciso f)
Respecto a la paridad de género, tenemos la obligación de los partidos
políticos de garantizar la paridad de género, es decir, que se integren las listas con
50% de hombres y 50% de mujeres en la postulación de candidaturas a
legisladores federales y locales (artículo 41, base I de la Constitución). En este
sentido, la realidad política ha demostrado que el Congreso mexicano ya no tiene
capacidad política para apuntalar ninguna iniciativa originada por un solo partido.
En las últimas décadas se ha incrementado la capacidad de cooperación
parlamentaria, percibiendo los cálculos estratégicos que permitan el ascenso a
espacios de poder de los actores políticos. Los partidos mayoritarios buscan
fortalecerse con los minoritarios por medio de alianzas políticas en el quehacer
legislativo, tal y como ocurrió en las votaciones sobre la reforma al umbral
electoral.
Dicha reforma resultó significativa, porque en ese entonces había un 37 %
de mujeres en la Cámara Baja y un 33 por ciento en el Senado. En 2013, el
promedio nacional de escaños ocupados por mujeres en los 31 congresos
estatales y la Asamblea Legislativa del Distrito Federal era de 27 %, mientras que
solo 11 entidades federativas en México tenían la paridad en sus marcos
electorales estatales, por lo que, con esta reforma constitucional, México se
sumaba a las Naciones que buscaban acelerar el ritmo para que la igualdad
sustantiva.

CONCLUSIONES
Aunque es cierto que la historia de la vida democrática en México es aún
corta, los partidos políticos mexicanos comparten uno de los problemas más
característicos de los partidos de hoy en el mundo: el desequilibrio entre sus
funciones institucionales y de representación, donde las primeras —vinculadas a
los procesos electorales— parecen ocupar un lugar privilegiado y, en algunos
casos, casi exclusivo entre las prioridades partidistas.
De lo anterior, válidamente se puede arribar a la determinación de que todo
lo analizado y el material consultado, el sistema de partidos y la legislación
generan condiciones posibles que incentivan la institucionalización de los partidos
políticos, por una parte, cuando se logran facilidades para su conformación y, por
otra, cuando se dan otras bases para su estructuración; así, al adaptarse a las
necesidades que se van presentando y al contar con financiamiento público
consiguen su fortalecimiento y, con ello, su consolidación.
Destacada competitividad electoral que han moldeado las reformas, este
trabajo invita a reflexionar sobre la necesidad de repensar la democracia; si bien
las cuestiones electorales son importantes, es necesario “extender la democracia
de autorización a una democracia de ejercicio, cuyo fin es garantizar en los
políticos y servidores públicos unas cualidades personales esperadas y reglas
para organizar sus relaciones con los ciudadanos.

Bibliografía
Duverger, M. (1987) Los Partidos Políticos. México: Fondo de Cultura Económica.
pp. 15-33.
Manin, B. (2016) Los Principios de Gobierno Representativo. Madrid: Alianza
Editorial.
Prud’homme, J.F. (2000) Teoría de los Partidos en Léxico de la Política. México:
Fondo de Cultura Económica. pp.753-758.
Sartori, G. (1980) Partidos y Sistemas de Partidos. Madrid: Alianza Editorial
Córdova, L. (2008). La Reforma Electoral y el Cambio Político en México. En
Zovatto, D, y Orozco, J. (Coords.). Reforma Política y Electoral en América
Latina 1978-2007. México. UNAM/IDEA Internacional.
Nohlen, D. (1999). Sistema de Gobierno, Sistema Electoral y Sistema de Partidos:
opciones institucionales a la luz del enfoque histórico-empírico. México,
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Instituto Federal
Electoral, Fundación Friedrich Naumann.
Huntington, Samuel P. (1997) El orden político en las sociedades en cambio.
Barcelona: Paidós Ibérica.
Ostrogorski, Moisei. 2008. La democracia y los partidos políticos. Madrid Trotta.
Selznick, Philip, citado por Los Partidos Políticos en México en el Procesos de
Institucionalidad Partidaria, Instituto “Belisario Domínguez”, del Senado de
La República, Lic. Raúl López Flores Director, Dr. Octaviano Moya Delgado,
Lic. José Alberto Aparicio Cedillo investigadores.
Martínez González, V.G. (2016) Partidos Cartel. Una revisión crítica del concepto
en Foro Internacional. Volumen LVI (4).
Prud’Homme, J.F. (S.F.) Los Partidos Políticos y la Gobernanza. Léxico de la
Política. México: Fondo de Cultura Económica.
Alcocer V. J. (2008) La regulación de los partidos políticos. El sistema de partidos
en la Reforma de 2007, en: Estudios sobre la Reforma Electoral 2007.
Hacia un nuevo modelo. Coordinadores: Lorenzo Córdova Vianello y Pedro
Salazar Ugarte. (Páginas 301-331). México: Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación.
HERNANDEZ DE GANTE, Alicia  y  GIMATE-WELSH, Adrián. El debate
legislativo en torno al umbral electoral en la reforma político-electoral de
2013-2014. Rev. mex. cienc. polít. soc [online]. 2018, vol.63, n.232 [citado 
2022-10-21], pp.17-44. Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?
script=sci_arttext&pid=S0185-19182018000100017&lng=es&nrm=iso>.
ISSN 0185-
1918.  https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2018.232.59325.
Celorio Suárez, Mariana La Reforma Político-Electoral de 2014: avances,
retrocesos y vacíos. El Cotidiano. 2015; (190):109-117. [fecha de Consulta
2 de septiembre de 2022]. ISSN: 0186-1840. Disponible en:
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32536845013
La Reforma Político Electoral de 2014. Diagnósticos, Primeros Resultados y
Principales Desafíos, autor. Roberto Castellanos Cereceda. Coordinadores:
Gerardo Esquivel Hernández, Alejandro Encinas Nájera, Noel Pérez
Benítez. Disponible en:
http://www.bibliodigitalibd.senado.gob.mx/bitstream/handle/123456789/3403
/ELECTORAL.pdf?sequence=1&isAllowed=y
El régimen de partidos políticos en México: su regulación en la legislación
electoral (1911-2004), ¿hacia una ley de partidos? Manuel Larrosa* Yanelly
Guerra** Disponible en:
https://pdba.georgetown.edu/Parties/Mexico/Leyes/Regimen.pdf

También podría gustarte