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1. El primer paso para crecer en Cristo es: Desechar , es decir, que nos debemos de despojar, quitar o
deshacer de toda malicia , engaño , hipocresía y envidia; porque todas esas cosas ya no deben ser parte
nuestra; y representarán un peligro si no las quitamos de nuestra vida. No debemos olvidar que ahora
somos nuevas criaturas en Cristo; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas ( 2 Corintios
5:17). Esto nos insta a dejar atrás nuestra vieja manera de vivir, de pensar y de actuar; para que dejemos
de ser niños espirituales y busquemos el alimento que nos nutra de manera adecuada.
2. El segundo paso para crecer en Cristo es: Desear , es decir que debemos tener un anhelo intenso de
ser alimentados; como nos dice la Palabra: con leche espiritual no adulterada, esta es: la Palabra de
Dios, ya que esto nos permitirá crecer espiritualmente, también nos hará avanzar y nos guardará de
retroceder. En este paso es muy importante que nos detengamos para llevar a cabo un auto análisis, en
el que examinemos nuestro corazón con sinceridad para indagar que tan intenso es nuestro anhelo por
recibir el alimento, y si hay pereza, indiferencia o apatía, debemos pedir ayuda al Espíritu Santo para que
avive el deseo en nuestro corazón para buscar a Dios con mayor pasión y anhelo. Algo muy importante
que debemos tomar en cuenta en este paso es la exhortación de ingerir leche no adulterada, esto quiere
decir que debemos ser muy cuidadosos acerca de las fuentes que estemos utilizando para alimentarnos,
porque en la actualidad abunda la mezcla de la Palabra con enseñanzas disfrazadas que no permitirán
un sano crecimiento espiritual.
3. El tercer paso para crecer en Cristo es: Edificar , en este paso debemos tener bien claro que, Cristo es el
fundamento de nuestra fe y de nuestra vida, que a través de él fuimos constituidos como piedras vivas,
somos templo del Dios viviente y Cristo es la Roca que sostiene todo el edificio la principal piedra del
ángulo que él es el templo del Dios viviente. Como creyentes debemos pasar el proceso de preparación
para ocupar el lugar que nos corresponde en su casa; porque no solo fuimos creados para ser la
habitación del Espíritu Santo; sino para usar los dones que Él nos dio para edificación de su Iglesia. Esto
significa que nadie puede edificarse solo, porque somos parte del cuerpo de Cristo y es en la casa de Dios
donde él nos puso ahí debemos edificarnos unos a otros en el Señor.
Las jóvenes
o A VECES las jovenes creen que solo necesitan amigas que esten en la misma etapa de vida que ellas.
o Amigas «relevantes» que entendieran sus luchas y que compartieran sus intereses.
o No se dan cuenta de lo que se estan perdiendo al creer esa mentira cultural.
o Amo a mis amigas jóvenes, pero reconozco que como cristiana no pertenezco solamente a mí «grupo
exclusivo de amigas», pertenezco al cuerpo de Cristo.
Dios no nos salvó para que nos relacionemos solo con los que son iguales a nosotros. Él
nos colocó en medio de la diversidad intergeneracional de la iglesia local con propósito. ¡Es
ahí donde florece el discipulado!
Moisés y Josué,
Elí y Samuel (1 Samuel 3:1-10),
Noemí y Rut (1:16),
María y Elisabet (Lucas 1:39-46),
Pablo y Timoteo (Filipenses 2:22).
En el libro a Tito, Pablo establece cómo deben lucir las relaciones entre las mujeres en la iglesia
local (Tito 2:3-5). Él no dice «que las jóvenes solo compartan entre ellas y que las ancianas se
reúnan en grupos pequeños a tejer». Él cambia las reglas del juego, él invita a las mujeres
maduras a involucrarse en la vida de las jóvenes, a enseñarles cómo vivir piadosamente en
los asuntos prácticos del día a día. Y de forma implícita, Él también está llamando a las jóvenes
a responder a esa relación con un corazón enseñable.
Así que sé intencional en acercarte a una mujer mayor piadosa (no dije «una mujer perfecta»,
porque no la vas a encontrar). Interésate en ella, busca maneras en las que puedas servirle y serle
de ayuda; y mientras lo haces, haz preguntas, abre tus oídos para escuchar y tu corazón para
aprender.
Existen miles de mujeres que necesitan conocer el Evangelio; otras, recibir consejo y ayuda
práctica en diversas áreas de su vida. No estoy refiriéndome aquí sólo a aquellas que forman parte
de alguna etnia no alcanzada, ni que están en algún país lejano sin acceso a la Biblia, ni a quienes
hablan un lenguaje al cual no se ha traducido la Palabra, ¡NO!, me refiero a esas mujeres con
quienes convivimos frecuentemente y necesitan de Dios y de Su sabiduría para vivir. ¡Ésas
mujeres tan cercanas a nosotras!
De acuerdo a Tito 2 es un MANDATO para cada mujer cristiana el enseñar a otras. No sé a ti, pero
esa pequeña palabra de 7 letras que con toda intención puse en mayúsculas, subrayada y
negritas… me sacude, me estremece en gran manera.
Enseñar jamás será algo ligero, es un enorme privilegio y responsabilidad, en Santiago 3:1
recibimos esta advertencia: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros,
sabiendo que recibiremos un juicio más severo”. Es algo para tomar con mucha seriedad. Luego
más adelante en el versículo 20 del capítulo 5, leemos: “Sepa que el que hace volver a un
pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados”.
Al leer ambos versículos podemos darnos cuenta que enseñar tendrá repercusiones no solamente
en esta vida, sino en la eternidad, ¡Qué grande y hermosa comisión nos dejó el Señor a todas!, “Id,
pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28:19-20).
“Pero ¡¿yo qué voy a enseñar?!”, pudieras preguntarte; en Tito 2:3-5 se nos dejan instrucciones
muy claras y prácticas, con un objetivo final muy importante: -Las ancianas asimismo sean
reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a
las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de
su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada-.
El Señor puede capacitarnos para enseñar a otras sobre Él, sólo necesitamos de Su ayuda, de Su
dirección y estar dispuestas a compartir lo que ha hecho en nuestras vidas.
Considéralo: Hay una generación de mujeres más jóvenes buscando una ayuda, un ejemplo, una
amiga, una hermana, una maestra de la Palabra, una mentora...
Necesitamos ser congruentes y enseñar con nuestras propias vidas el precioso diseño divino y
bíblico para la mujer, atrevernos a ser vulnerables y contar nuestra historia, tener un testimonio
vibrante, vital y efectivo en medio de nuestro mundo.
Al principio de este viaje de 30 días compartí cómo fue parte de mi travesía para aceptar y
disfrutar mi diseño como mujer, Dios ha sido fiel y continúa guiándome a Su verdad cada día
respecto a estos aspectos de la feminidad biblica, quiero ser parte de esa contrarrevolución por
recuperar el diseño divino en humildad, obediencia, amor y oración, compartiendo estas verdades a
otras.
Comienza con una total dependencia del Señor. Podemos ayudar a la siguiente generación,
no por nuestros propios méritos ni gran bondad, sino SÓLO por misericordia, Su suficiencia,
escandalosa gracia y sublime amor.
Comienza por las mujeres y niñas en tu esfera de influencia, inicia por tu casa, tu familia, tus
hijas, sobrinas, vecinas, nietas, niñas de tu colonia, de tu iglesia o cualquier lugar donde
estés.
¡Comienza ya! (si conoces al Señor), comparte con otras lo que vas aprendiendo de la
Palabra. No esperes a saberlo todo, ni a estar perfectamente capacitada o ser “buena” en
todas las áreas, o a tener un historial “perfecto” así se te pudiera ir la vida entera. Puedes
compartir incluso los materiales que te son proporcionados en ANC (blogs, series de radio,
gráficos y versículos, correos electrónicos, etc).
Siendo una persona con tantos errores, tropiezos y fallas, esta frase de Nancy Demoss me ha
ayudado mucho al recordar mi lamentable pasado y verlo como una oportunidad de ayudar a otras
y a mirar hacia adelante con esperanza:
“Enseña con tu vida, Enseña de tus fracasos. Enseña de lo que Dios te mostró cuando echaste
algo a perder, cuando no confiaste en Él; enseña lo que aprendiste a través de eso, sobre dónde te
encontró Dios, de las adicciones que tenías; enseña sobre las maneras como fracasaste. Enseña
con tu vida, y ayuda a aquellos que vienen detrás de ti para que sean protegidos y guardados en
sus pasos”
Quiero recordarte amiga y hermana que: Para alguien más y seguramente sin saberlo, tú
también has sido, eres y seguirás siendo una bendición y un ejemplo. Disfruta, vive y
representa dignamente a tu Padre Celestial.
Preguntemos continuamente en oración: “¿Señor, a quién deseas que enseñe?, ¿En quién quieres que siembre? ¿En
quién quieres que invierta y dónde deseas que me multiplique?”
¿Hay alguna mujer cerca de mí que necesite ser enseñada sobre la Palabra de Dios o algún aspecto práctico de su
vida personal o familiar?
¿Hay alguna mujer que ha mostrado interés en que le enseñe y a quien necesito dedicarle tiempo e incluirla en mi
vida?... ¿A quién puedo bendecir en esta etapa de mi vida?
¿Cuáles decisiones radicales he de tomar siendo buena mayordoma de mi tiempo para poder invertir en otras? ¿A qué
cosas triviales o irrelevantes puedo renunciar a fin de sembrar mi vida en algo más valioso y eterno, como son las
almas?
¿Qué haremos con ese privilegio y mandato de enseñar a otras? ¿Qué haremos con este gran privilegio y
responsabilidad? Que Su Espíritu nos guíe para responder esas preguntas cada día de nuestras vidas.
PIDE A DIOS sabiduría, pídele unción de Su Santo Espíritu; no enseñes lo que se te ocurra,
prepárate bien, con la lectura de la palabra, con ayuno y oración. Usa la prudencia y toda la
instrucción que has recibido. Proponte ayudar a una joven mujer por semana, pídele a Dios
tambien te muestre a quien aconsejarás.
¡Hermanas amadas, si hemos caminado algunos años en esta jornada hermosa de la vida en
el Señor, tenemos la obligación y la bendición de llevar a otras en ese camino con nosotras!
Abandonemos los prejuicios y el pecado que nos asedian y nos pesan, y corramos con paciencia
y dedicación esta carrera que es la mentoría espiritual.