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Procesal civil III

Resumen del Capítulo 1

Los Recursos

1.1 DEFINICION

Los recursos son las vías dadas por el legislador a las partes en un proceso y
excepcionalmente a los terceros para atacar o recurrir las sentencias dictadas por
un tribunal con las que no estén de acuerdo, a fin de obtener del tribunal
competente apoderado su reformación o revocación.

El Vocabulario Jurídico, redactado por profesores de derecho, magistrados y


jurisconsultos franceses, bajo la dirección de Henri Capitánt, define el
recurso como:

“el hecho de deferir a una autoridad administrativa o judicial un acto administrativo


o decisión judicial, para obtener su modificación, revocación o interpretación”.

Según el Dr. Rafael Alburquerque, las vías de recurso:

“son los medios que se ponen a disposición de los litigantes para obtener un
examen de nuevo de su caso. Constituyen el único instrumento para atacar un
acto jurisdiccional, ya que no se admite la nulidad principal contra una sentencia.
Gracias a estos medios se puede combatir, en primer lugar, la regularidad formal
de una decisión, así como el procedimiento seguido, y, en segundo término, se
puede cuestionar en cuanto al fondo si el litigio ha sido o no bien juzgado”.
ANTECEDENTES HISTORICOS DE LOS PROCEDIMIENTOS QUE HAN
REGIDO EL DESARROLLO DEL PROCESO Y LOS RECURSOS CONTRA LAS
DECISIONES DICTADAS EN MATERIA CIVIL, COMERCIAL, LABORAL,
INMOBILIARIA Y POR El TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

ASPECTO HISTORICO DE LOS RECURSOS Y SUS PROCEDIMIENTO EN


MATERIA CIVIL Y COMERCIAL

En la tesis de grado para optar por el Título de Maestro en Derecho Civil y


Procedimiento Civil, cursada en la Universidad Autónoma de Santo Domingo
(UASD), titulada “Unificación de los Procedimientos que regulan el desarrollo del
proceso en la Materias Civil, Comercial, Laboral y Tierras, en la República
Dominicana”. sustentada y defendida por los señores Dr. JOSE RAMON FRIAS
LOPEZ y la Licda. FRANCES ROSA HENRIQUEZ, afirmábamos que en el devenir
histórico del derecho procesal de la República Dominicana, hemos estado regidos
por normas procedentes de los diferentes países que militar y políticamente han
ocupado el país, principalmente por los modelos políticos y jurídicos que regían las
naciones ocupantes al momento de la intervención de nuestro país, siendo la
primera la legislación española, la cual se impuso a partir de la llegada de
Cristóbal Colón a la Isla. Esto obligó a que en la misma proporción se originaran
cambios frecuentes en nuestra legislación en todo lo referente a la estructura
judicial, así como en los procedimientos que debían regular el desarrollo de los
procesos, incluyendo lo relativo a los recursos.

Hay que admitir que los principales y más importantes antecedentes que sirven de
fuente jurídica a los procedimientos llevados a cabo en materia civil y comercial en
el país tienen su base en la legislación francesa correspondiente al año 1806,
principalmente la codificación napoleónica, específicamente la relacionada con los
procedimientos civiles, que llegan a Sant0 Domingo con la ocupación bonapartista
de toda la isla.

La referida legislación francesa luego influye en todas las demás leyes especiales,
como la referente a la materia laboral Y tierras, toda vez que en principio la
legislación de derecho común regía para todas las materias, es decir no existían
procedimientos especiales, ni tribunales para conocer una materia en particular, y
aun hoy el derecho común es supletorio de todas las normas especiales en
aquellos casos que sea necesario.

Muestra de lo dicho en el párrafo anterior está en el hecho de que, en el periodo


colonial, no existía la separación de los poderes, según lo afirma el profesor F.
Tavares Hijo, cuando dice:

“Los principales órganos en que residía la administración de la justicia eran:


Los alcaldes ordinarios, establecidos en todos los pueblos, investidos de
competencia limitada para conocer de ciertos asuntos de menor cuantía; los
alcaldes mayores y jueces letrados, establecidos en las localidades más
importantes, a quienes estaba atribuida la jurisdicción civil ordinaria; la Real
Audiencia, tribunal superior con variadas funciones judiciales,
administrativas y políticas, que es en la colonia el órgano dirigente de mayor
importancia; el Consejo Supremo de Indias, radicado en Madrid con
autoridad final y plena en todos los asuntos relativos a las colonias. Este
régimen fue mantenido en sus líneas generales por el régimen surgido al
entrar en vigor la Constitución de 1812 en la Provincia de Santo Domingo”.

El referido autor en el texto citado sostiene además que, en el 1821, al ser


proclamada la independencia de la parte española de la Isla, fue promulgada el
1ro. de diciembre del año 1821, la primera carta Constitucional que tuvo el pueblo
dominicano con el nombre de Reglamento Provisional para el Régimen de la
Nueva República, la cual contenía diferentes disposiciones, entre las que citamos
las siguientes:

1. Confiere a los jueces y tribunales la potestad exclusiva de administrar justicia en


lo civil y criminal, como una consecuencia del principio de la separación de los
poderes;

2. Instituye como órganos del Poder Judicial:

Los alcaldes ordinarios; los alcaldes mayores, jueces letrados; la Corte


Superior de Justicia, con función de tribunal de apelación. Agrega el autor que,
con excepción de la Corte Superior de Justicia, los demás órganos
jurisdiccionales son similares a los del período colonial, Como puede verse,
aquí seguimos el modelo español con un mínimo de cambio.

En la República del 1844, la Constitución del 6 de noviembre del año 1844 y la Ley
Orgánica de los Tribunales del 10 de junio de 1845, establecieron los siguientes
órganos del Poder Judicial:

1. La Suprema Corte de Justicia, sobre la que residía la primera magistratura


judicial, compuesta de un Presidente y tres vocales, elegidos por el Consejo
Conservador, ante la cual ejerce las funciones de ministerio público un agente
nombrado por el Poder Ejecutivo;

2. Un Tribunal de Apelación para toda la República compuesto de cinco miembros


y tres suplentes, elegidos por el Consejo Conservador y un agente del poder
ejecutivo con funciones de ministerio público;

3. Justicias mayores en cada provincia, compuesta de cinco miembros y tres


suplentes, elegidos por el Consejo Conservador ante las cuales actúa un
procurador fiscal con funciones de ministerio público; y

4, Alcaldes constitucionales en cada una de las comunes. La competencia


territorial de estos órganos era nacional para la Suprema Corte de Justicia y el
Tribunal de Apelación; Provincial para las justicias mayores y Comunales para los
alcaldes constitucionales.

En el 1848, se elevó a dos los tribunales de apelación, establecidos uno en Santo


Domingo y el otro en Santiago. En el 1852 se establecieron los tribunales o
Consulados de comercio en Santo Domingo y Puerto Plata; el 27 de febrero del
año 1854, se le atribuyó al Poder Judicial los siguientes tribunales: La Suprema
Corte de Justicia, Tribunales de Primera Instancia, Tribunales de Comercio y
Alcaldes comunes. La ley de Organización Judicial del 24 de mayo del año 1857
determinó que los tribunales de Primera Instancia se compondrán de un
presidente, cuatro jueces, un fiscal y cuatro suplentes.

El profesor Froilán Tavares sostiene entre otras cosas, que al ocurrir en el año
1861 la caída de la República con motivo de la reincorporación a España,
sobrevinieron cambios en la legislación en general, principalmente en lo referente
a la organización judicial, la cual fue reemplazada por la organización existente en
esa época en las demás dependencias españolas de ultramar. Se determinó la
creación e instalación de una Real Audiencia con asiento en la Ciudad de Santo
Domingo, con las mismas facultades y atribuciones que las audiencias de las
demás provincias de ultramar, compuesta por un Regente, cuatro Magistrados, un
Fiscal, un Teniente Fiscal, un Secretario y demás subalternos.

Al momento de la restauración de la República, en el periodo del 1865 a 1908, al


desaparecer el régimen colonial, también se restauró el sistema judicial que se
había creado conforme la Constitución del 27 de Febrero 1954 y la ley orgánica
para los tribunales del 19 de mayo del año 1855, confiando el Poder Judicial a la
Suprema Corte de Justicia, a los tribunales de Primera Instancia y de Comercio y
Alcaldes comunales. Los Tribunales de Primera Instancia de colegiados pasaron a
ser unipersonales en el 1866, luego retornaron a ser colegiados e integrados por
tres, cuatro o cinco Jueces conforme lo determinaran las leyes.

La Constitución del 22 de febrero del año 1908 es la que crea la Corte de


Apelación con competencia para conocer las apelaciones contra las decisiones
dictadas por el Juzgado de Primera Instancia y la Suprema Corte de Justicia,
funcionaría como Corte de casación para conocer de los recursos de casación
interpuestos en contra de las sentencias dictadas en últimos recursos por la Corte
de Apelación y los demás tribunales del orden judicial, y excepcionalmente la
Suprema Corte funcionaría como tribunal de Apelación, para conocer de los casos
donde la Corte de Apelación conocía también excepcionalmente como tribunal de
primer grado,.

Según Froilán Tavares Hijo, el recurso de casación establecido por la Ley 1908
resultó imperfecto y deficiente, lo que motivó que, en el 1911, se promulgara una
ley destinada exclusivamente y regular el recurso de casación, inspirada en la
legislación francesa, La Ley sobre Procedimiento de Casación que rige
actualmente ex la Ley 3726 del 29 de diciembre del 1953, la cual sufrió su última
modificación a través de la Ley 491-08 del 19 de diciembre del 2008.

La normativa procesal civil que se aplicó tan pronto nació el Estado dominicano, y
que aún sigue vigente, es una traducción no bien adaptada a las particularidades
de la isla de Santo Domingo, de la legislación procesal civil de Francia
correspondiente al año 1806. Esta legislación no se correspondió con el nivel
cultural y desarrollo socioeconómico de la isla de Santo Domingo al momento de
su adaptación, la cual tenía, entre otros inconvenientes, la ausencia de un régimen
normativo en materia de organización judicial.
Hay que reconocer que hasta el día de hoy hemos vivido asechando los cambios
que se producen en materia procesal civil en Francia, que siempre se hacen al
compás y conforme la exigencia de los tiempos, para luego nosotros proceder a
copiarlos, teniendo que admitir que no siempre en nuestro país la copia y
traducción de las normas francesas o de cualquier otra latitud, se han hecho con la
eficacia que amerita, principalmente en cuanto al tiempo y adaptación a nuestras
cultura y costumbres.

En cuanto a los inconvenientes existentes en la adaptación de la legislación


francesa en el país, el jurista y profesor Artagnan Pérez Méndez, entre otras
cosas, dice lo siguiente:

“Nosotros adoptamos el Código de Procedimiento Civil en el mismo idioma en el


cual estaba redactado. Posteriormente, por medio del decreto-ley s/n, del 17 de
abril de 1884, adoptamos el Código de Procedimiento Civil, traducido al castellano
y adaptado a nuestra legislación. No obstante, sus imperfecciones, se ha
mantenido durante más de un siglo. Ha sido una reliquia casi intocable, salvo
retoques dados en el curso de los tiempos”.

En la misma línea el Dr. Jottin Cury sostiene que:

“El Código de Procedimiento Civil dominicano es un anacronismo. Comenzamos a


aplicarlo en 1845, aunque entonces era pura y simplemente el Código de
Procedimiento civil francés, cuyas dispersiones hicimos nuestra en su lengua
original. Traducido en virtud del Decreto del 10 de julio de 1857 y formalmente
aplicado, en su versión española, a partir del 20 de mayo de 1878, bien puede
afirmarse que no pocos de sus textos tienen hoy más de 300 años de existencia”.

Las afirmaciones de estos autores se refieren al origen de las normas que rigen el
desarrollo del proceso en materia general, también incluye todo lo relativo a los
recursos. De ahí, que, en lo referente al recurso de oposición, el Dr. Jottin Cury
dice:
“El defecto, generador del recurso de oposición, exige cirugía de gran alcance;
entre nosotros, como en Francia hasta el 1935, es en la mayoría de las veces, una
maniobra dilatoria del demandado, interesado en prolongar el proceso, cuya
insufrible duración favorece, además, las numerosas formalidades que lo rodean y
la defectuosa organización judicial dominicana”.

Más adelante el autor se pregunta:

“¿Por qué no hacer nuestra la sabia reforma francesa que redujo el dominio
del recurso de oposición cerrándole esta vía a las sentencias en defecto por
falta de concluir? Esto significa que el recurso de oposición viene regulado por el
mismo código de Procedimiento Civil Francés”.

Hay que destacar que la pregunta del Dr. Jottin Cury, encontró repuesta con las
modificaciones introducidas al Código de Procedimiento Civil Dominicano en el
año 1978 por la Ley 845 del 15 de julio del año 1978, específicamente en los
artículos 149 y siguientes de la misma. A través de esta reforma se suprimio el
recurso de oposición contra la sentencia dictada en defecto por falta de concluir, la
cual desde entonces son reputadas contradictorias para fines del recurso para
atacarla, tal como aspiraba el señalado autor.

En cuanto al recurso de apelación en materia civil y comercial, regulado en el


Código de Procedimiento Civil en sus artículos 443 y siguientes, también sufrió
considerables modificaciones en el mismo año 1978, con las modificaciones
introducidas por la referida Ley 845. También la Ley 834 del 15 de julio del mismo
año, derogó los artículos 458, 459 y 460 del referido código, sustituyéndolos por
los artículos del 137 al 139 de la citada ley.

El recurso de tercería en materia civil y comercial también llega a nosotros


con la aceptación del Código de Procedimiento Civil Francés, y no ha sufrido
modificaciones importantes. Desde siempre ha estado regulado por los
artículos 474 y siguientes del Código de Procedimiento Civil dominicano, el
cual ha servido de base para este recurso en la materia laboral. Igual ocurre
con el Recurso de Revisión Civil contemplado para la materia civil y
comercial. Los artículos que los rigen son los mismos que asimilamos del
Código de Procedimiento Civil Francés en el 1884 y van desde el 480 hasta
504 del Código de Procedimiento Civil dominicano.

La aplicación en nuestro país de la legislación francesa en general y en lo que


concierne a este trabajo, la legislación relativa al derecho procesal civil, requirió un
largo proceso de adaptación y de asimilación de parte de los dominicanos.
Cuando nace el Estado nacional en 1844 la organización jurídica que adopta el
país, es la legislación francesa, heredada a través de la ocupación haitiana, en el
período 1822-1844. Pero no es sino hasta el año 1884 cuando son adaptados y
promulgados en nuestro país los códigos franceses con su debida traducción a
lengua castellana, a los cuales el legislador dominicano le ha hecho determinadas
modificaciones para mantener su actualización.

En este sentido, el profesor Artagnan Pérez Méndez, señala lo siguiente:

“Desde la promulgación del Código de Procedimiento Civil en lengua castellana


hecha en 1884 hasta el 1978, sólo hemos hecho reformas parciales, entre las
cuales citamos las siguientes: la operada por la Ley 1015 del 1935, que, aunque
directamente no modificó ningún artículo, incidió sobre la notificación de defensas
y réplicas, antes de que se obtuviera fijación de audiencias. La reforma hecha por
la Ley 1486, de 1938, sobre la forma de demandar al Estado Dominicano,
derogando los artículos 68 y 69, aunque de modo parcial. La Ley 296 de 1940, la
cual modificó el artículo 61 para que en los emplazamientos se hiciere constar la
común, ahora llamada municipio”.

El autor señala otras leyes que han introducido importantes modificaciones,


agregamos nosotros más autóctonas, pero siempre tomando como base la
legislación francesa, entre las que se señalan las siguientes:

a) la ley 296 del 1940, la cual modificó el artículo 61 referente al emplazamiento


como forma de apoderar el tribunal de primera instancia;

b) la ley 764 de 1944, la que considera de mayor alcance, y que modificó los
artículos desde el 673 al 740 del Código de Procedimiento Civil;
c) la ley 1337 del 1947 que cambió la denominación de Juez Alcalde por la de
Juez de Paz;
d) la ley 1821 de 1948, que modificó el artículo 73, relativo a los emplazamientos a
las personas domiciliada en el extranjero y el plazo que debe mediar entre su
notificación y la comparecencia;

e) la ley 5119 de 1959, la cual suprimió la tentativa de conciliación y consagró las


medidas conservatorias, tales como el embargo conservatorio de muebles y la
inscripción de hipotecas judiciales provisionales, por último, el referido autor
señala las leyes 834 y 845 del 15 de julio del 1978.

Podemos decir que después de la adaptación del Código de Procedimiento Civil


francés una de las leyes más importantes dictadas en la República Dominicana
como fuente del derecho procesal, es la Ley 821 del 21 de noviembre del año
1927, Sobre Organización Judicial, la cual con algunas modificaciones se
mantiene vigente. También la Ley 1306Bis de fecha 21 de marzo del 1937, que
regula todo lo relativo al divorcio y su procedimiento.

Hay que reconocer que también han sido dictadas recientemente leyes más
auténticas, como son las: 91-83, que crea el Colegio de Abogados de la República
Dominicana; Estatuto Orgánico y el Código de Ética del Colegio de Abogados; la
Ley 25-91, o Ley Orgánica de la Suprema Corte de Justicia del 15 de octubre del
año 1991; la Ley 16-92 del 29 de mayo del año 1992, recogida en el Código de
Trabajo; la Ley 38-98 que eleva la competencia en cuanto a la cuantía de los
juzgado de paz; la ley 50-00 que introduce el sistema presidencial para la Cámara
Civiles y Comerciales para los Distritos Judiciales de Santo Domingo y de
Santiago; la Ley 327-98 del 9 de julio del 1998, que regula la Carrera Judicial; la
Ley 189-01 del 22 de noviembre del año 2001, que deroga y modifica varios
artículos del Código Civil dominicano, relacionado con la Comunidad Matrimonial
de Bienes; la Ley 141-02, del 29 de septiembre del año 2002, que crea la Corte de
Apelación del Departamento Judicial de la Provincia de Santo Domingo y varios
tribunales en las provincias de Santiago y Santo Domingo, la Ley 108-05 y su
reglamento en materia inmobiliaria, que sustituye en todas sus partes la Ley de
Registro de Tierras, No. 1542 del 7 de noviembre del año 1947; y la Ley 491-08,
que modifica la Ley 3726 sobre Procedimiento de Casación, entre otras.
REFERENCIA HISTORICA EN MATERIA LABORAL

Podemos decir que hasta el surgimiento de la Ley No. 637, del 16 de junio del año
1944, la solución de los conflictos entre empleadores y empleados, así como el
procedimiento a usar en el desarrollo del proceso en materia laboral, estuvo
confiado al derecho común, incluyendo los tribunales encargados de conocer de
los mismos, ya que no existían tribunales especiales para conocer dicha materia,
tal como afirmamos anteriormente. Sobre este particular el profesor Rafael F.
Alburquerque,” entre otras cosas sostiene que:

“La Ley No. 637, del 16 de junio de 1944, confió la solución de toda
controversia surgida como consecuencia de la ejecución de los contratos de
trabajo a las denominadas alcaldías, que posteriormente pasaron a llamarse
juzgados de paz, en funciones de tribunales de trabajo. Las apelaciones
contra sus decisiones fueron conferidas a los juzgados de primera instancia
(arts. 48 y 49 de la ley 637)”.

Más adelante, el autor señala que, al promulgarse el Código de Trabajo de 1951,


sus artículos 435 y siguientes crearon tribunales especializados para conocer los
conflictos de trabajo: los juzgados y cortes de trabajo. No obstante, estos
tribunales nunca se pusieron en funcionamiento, de modo que el litigio laboral
permaneció dentro de la órbita de atribuciones de los juzgados de paz y de
primera instancia.

Posteriormente con la Ley No. 5055 del 19 diciembre del 1958 se dispuso la
creación de sendos juzgados de trabajo, con exclusividad para conocer los
asuntos de trabajo, uno para el Distrito Nacional y el otro para el municipio de
Santiago, la misma ley consagró la creación de dos Cámaras de Trabajo, una para
el Distrito Nacional y otra para el Distrito Judicial de Santiago, estas cámaras se
encargarían de conocer los recursos de apelación interpuestos contra las
sentencias dictadas por los juzgados de trabajo de sus respectivas jurisdicciones.
Años después, la Cámara de Trabajo de Santiago fue suprimida.
El recurso de apelación en materia laboral estaba contemplado en el Código de
Trabajo del año 1951, en los artículos desde el 586 hasta el 605; el recurso de
casación lo regulaban los artículos desde el 606 hasta el 614 del mismo código,
mientras que el recurso de tercería estaba normado en los artículos desde 625
hasta el 619 del referido código. Con la entrada en vigor del Código de Trabajo de
1992, que es el que rige actualmente, se crearon los juzgados y cortes de trabajo
y se dispuso que su funcionamiento comenzaría a partir del 1 de enero del 1993,
esto sólo se llevó a cabo en el Distrito Nacional y Santiago, en el resto del país
esta tarea quedó y continúa en manos de los juzgados de primera instancia y las
cortes de apelación como tribunales de derecho común, desapareciendo la
competencia del juzgado de paz para conocer los asuntos laborales en primer
grado y la apelación pasó a las cortes, las cuales antes eran conocidas por el
juzgado de primera instancia.

El profesor Alburquerque justifica en su obra citada la necesidad de la creación de


una jurisdicción laboral para que conociera de los conflictos surgidos entre
empleadores y trabajadores, los cuales eran conocidos por los tribunales
ordinarios de derecho común, cuando cita” al profesor español GALLART
FOLCH, quien para justificar los tribunales de trabajo sostiene:

“La jurisdicción civil ordinaria es complicada, lenta y costosa y aun cuando


puede hacerse más sencilla, más rápida y más barata, siempre es ello dentro
de una cierta relatividad, pues si no la sencillez sería en perjuicio de la
debida consideración de todas las facetas de los complejos litigios de
carácter contractual, patrimonial y familiar, la rapidez privaría a las partes de
las garantías que para sus derechos pueden exigir y la baratura favorecería
la multiplicación de los litigantes de mala fe. En cambio, el litigio de trabajo
exige extremada sencillez, gran rapidez y absoluta gratuidad, porque sin
estas condiciones es absolutamente inoperante”.

También el profesor Alburquerque cita en la página 23 del mismo texto a PLA


RODRIGUEZ, quien abogó en el 1947 por la constitución de una justicia de
trabajo especializada y dijo:
“El litigio de trabajo ha de resolverse aplicando principios y normas peculiares,
usando una técnica más ágil y amplia en materia de pruebas, términos y de
recursos, y, sobre todo, encarándolo con un espíritu nuevo”.

El juzgado de trabajo en la República Dominicana se asimilaba en el ámbito


laboral al juzgado de primera instancia de derecho común, por lo que, según
Alburquerque debería existir un juzgado de trabajo en cada Distrito Judicial
cuya jurisdicción geográfica corresponde a la provincia, pero por asunto
principalmente de presupuesto y cantidad de expedientes que se manejan, el
Código de Trabajo del 1992, sólo previó la existencia y funcionamiento de un
juzgado de trabajo para el Distrito Nacional y Santiago. Después por leyes
especiales fueron creados los juzgados de trabajo de los distritos judiciales
de Monseñor Nouel, San Pedro de Macorís, Duarte, Puerto Plata, la Romana,
El Seybo, La Vega, Sánchez Ramírez, Espaillat. Al momento de elaborar este
trabajo, también se habían creado el Juzgado y la Corte de Trabajo para la
provincia de Santo Domingo.

En aquellas provincias donde no existen juzgados de trabajo, ejercen sus


atribuciones los juzgados de primera instancia ordinarios de derecho
común. Si éste está dividido en cámaras, en razón de la materia corresponde
conocer el asunto a la cámara de lo civil, comercial y de trabajo, y en razón
del territorio la competencia pertenece al tribunal del domicilio del
demandado. Igual tratamiento se le da en lo referente al recurso de
apelación, el cual corresponde conocerlo a la cámara de lo civil y comercial
de la corte de apelación del departamento judicial a que corresponda la
cámara que conoció la demanda en primer grado y dictó la sentencia objeto
del recurso.

En cuanto a la corte de trabajo, el profesor Alburquerque, señala que se le otorga


en materia laboral la misma categoría de las cortes de apelación de derecho
común, por lo que debería existir tantas cortes de trabajo como cortes de
apelación establecidas en la Ley de Organización Judicial (Ley No. 821, y sus
modificaciones, del 21 de noviembre del año 1927), pero por las mismas razones
establecidas para la constitución de los juzgados de trabajo, la creación de las
cortes fue limitada a los departamentos judiciales del Distrito Nacional y Santiago.
Después se crearon las cortes de trabajo de los departamentos judiciales de San
Pedro de Macorís, Duarte, La Vega, y por último Puerto Plata y la provincia de
Santo Domingo. En aquellos lugares donde no exista corte de trabajo corresponde
conocer como tales a las cortes de derecho común en materia civil, comercial y de
trabajo.
RESEÑA HISTORICA EN MATERIA INMOBILIARIA

Todo parece indicar que hasta el surgimiento de la Orden Ejecutiva No. 511 del 1
de julio del 1920, todo lo relativo a las litis surgidas con relación a la propiedad
inmobiliaria y su juzgamiento estaba regulado por el derecho común, conforme se
evidencia de los artículos 2103 hasta el 2265, entre otros, del Código Civil
dominicano.

Sobre el particular el Magistrado Rafael Ciprián entre otras cosas dice:

“Es con la ley u Orden Ejecutiva No. 511 del 1 de julio del año x 1920, del
Gobierno de Ocupación Norteamericana, que se da con seriedad el gran paso que
nos llevaría por la senda del adecentamiento jurídico del régimen legal de la
tenencia de las tierras en nuestro país. Y es una pena que tuvo que producirse
ese acontecimiento de carácter histórico militar para que comenzáramos a
organizarnos”.

Más adelante el autor, en el texto citado, dice:

“Es precisamente con la Orden Ejecutiva 511 que se crea el Tribunal de Tierras en
nuestro país. Con ella nace la Jurisdicción Catastral dominicana. Y es con ella
que, por primera vez, se instituye el Fiscal ante el Tribunal de Tierras, que fue el
germen llamado a evolucionar en el futuro próximo como Abogado del Estado y
Fiscal ante el Tribunal de Tierras, objeto del estudio que nos ocupa.

Esa Orden Ejecutiva No. 511 del 1 de julio del año 1920, es que le sirve de modelo
al Legislador Dominicano, que la copia casi íntegramente, para crear la No. 1542 o
ley de Registro de Tierras, de fecha 7 de noviembre de 1947”.
Inmediatamente el autor agrega que es con la Ley 1542 del 7 de noviembre del
1947, que surge definitiva y formalmente el órgano catastral u oficina del Abogado
del Estado y Fiscal ante el Tribunal de Tierras.

Por otro lado, y en el mismo tenor, el Dr. Manuel W. Medrano V. bajo el título
de: “El Derecho No Titulado”, dice:

“Ahora bien, la Ley de Registro de Tierras de 1920 que no derogó las reglas del
derecho común, como no las deroga la Ley actual, en cuanto a la manera de
ADQUIRIR y de PROBAR el derecho, aunque sí le hizo una innovación al
establecer una forma especial de prescripción, que luego estudiaremos, le atribuyó
una señalada importancia a un hecho, posesión, para convertirlo en un
PRECEPTO LEGAL”.

El objetivo principal de la Ley 1542 del 7 de noviembre del 1947.

Fue registrar todos los terrenos que forman el territorio de la República, las
mejoras construidas o fomentadas sobre los mismos, y los otros derechos
reales que pudieran afectarlos:

 El deslinde.
 Mensura.
 partición de los terrenos comuneros y la depuración de los títulos de
acciones de pesos.

Que se refieran a dichos terrenos, esas operaciones se declararían de interés


público, según lo dispuso el artículo 1 de la referida ley.

También la Ley 1542, modificada posteriormente por la ley No. 3719 del 28 de
diciembre del año 1953, le dio competencia exclusiva al Tribunal de Tierras, para
conocer de todo lo relativo al saneamiento inmobiliario y las acciones sobre
terrenos registrados, cuando sus artículos 7, 9 y 11 decían:
Art.7- (Modificado por la Ley No-3719 del 28 de diciembre de 1953).

El tribunal de Tierras tendrá competencia exclusiva para conocer:

1 de los procedimientos relativos al saneamiento y registro de todos los terrenos,


construcciones y mejoras permanentes, o de cualquier interés en los mismos.

2. De los procedimientos para las mensura, deslinde y partición de terrenos


comuneros.

3, De la depuración de los pesos o títulos de acciones que se refieren a terrenos


comuneros.

4. De las litis sobre Derechos registrados.

5. De los demás procedimientos y casos específicamente y tratados en la presente


Ley.

Asimismo, conocerá de todas las cuestiones que surjan con motivo de tales
acciones o que sea necesario ventilar para la correcta aplicación de esta Ley, sin
excluir las que pueden referirse al estado, calidad, capacidad o filiación de los
reclamantes.

“Dichos procedimientos serán dirigidos in-rem contra las tierras, sus


construcciones o mejoras y acciones de terreno, y las sentencia que dicte el
Tribunal de Tierra afectará directamente a dichos terrenos, mejoras, y acciones de
terrenos, y establecerá el derecho de propiedad, del cual Derecho quedará
investido quien sea declarado como dueño.
“PARRAFO I Cada vez que la Ley atribuya competencia al Tribunal de Tierra para
decidir acerca de un asunto y no le señale el procedimiento de Derecho común,
dicho Tribunal seguirá las reglas de su propio procedimiento.

“PÁRRAFO ll. En todas las acciones que surjan en el curso de un saneamiento y


que por su naturaleza sea de la competencia del Tribunal de Tierras él decidiría,
inclusive la demanda en falsedad, la verificación de firmas y el peritaje, se
sustanciará el expediente conforme a las reglas del procedimiento establecido en
esta Ley y en sus reglamentos.

“Art. 9. (Modificado por la Ley 1860 del 18 de diciembre de 1948). Mientras dure el
período de saneamiento, la competencia del Tribunal de Tierras es absoluta y
exclusiva para conocer de todas las acciones que se refieran a los bienes en
saneamiento, salvó las excepciones previstas en la presente Ley. El Tribunal de
Tierras podrá ordenar, en Jurisdicción Original, no obstante revisión o cualquiera
otro recurso, medidas provisionales que no causen perjuicio al fondo, en los casos
de urgencia, o cuando se trate de falla provisionalmente sobre las dificultades
relativas a la ejecución de un título ejecutivo o de una sentencia”.

“Art. 11. El Tribunal de Tierras en ejercicio de sus funciones tendrá facultad:


1. Para celebrar audiencias.
2. para citar testigos y obtener su comparecencia y declaración.
3. para exigir la presentación de pruebas documentales, ya se trate de
documentos públicos, ya de privados, o ya de cualesquiera otros elementos de
prueba.
4. Para dictar órdenes de allanamiento en cualquier jurisdicción.
5. para imponer el orden en las audiencias, ya en presencia de los jueces, ya de
las personas que hayan sido autorizadas a practicar una investigación judicial.
6. para requerir la ayuda o cooperación de la fuerza pública, siempre que fuere
necesario y lo haga por la vía legal correspondiente.
7. para fijar el monto de la fianza que deba prestar un acusado en los
procedimientos penales o por desacato, y fijar y aprobar las garantías que crea
necesarias para asegurar la comparecencia de un acusado y para ponerle en
libertad cuando dichas garantías sean aceptadas.
8. para requerir la presentación de cualquier acto o documento que estimare
necesario para la instrucción.

9. para disponer discrecionalmente, cuantas medidas estime conveniente para la


mejor solución de los casos que se le sometan”.

El recurso de apelación ante la jurisdicción de tierras conforme la Ley 1542 del


1947, estaba previsto en los artículos desde 120 hasta 131 de la misma.

En ese sentido el artículo 120, decía:

“Toda persona interesada podrá apelar, por ante el tribunal Superior de Tierras, de
cualquiera decisión dictada por un Juez de Jurisdicción Original que deba ser
revisada por aquel”.

Esta ley contemplaba además la revisión de oficio de todos los fallos dictados por
los jueces de Jurisdicción Original, principalmente cuando las partes no
interponían el recurso de apelación contra la decisión dictada, es decir las
decisiones de los jueces de jurisdicción original eran conocidas por el Tribunal
Superior de Tierras, cuando eran recurridas en apelación por una o ambas partes
o de oficio por exigencia de la misma ley. En este sentido el artículo 124 de la
referida ley decía lo siguiente:
“El tribunal Superior de Tierras procederá a revisar de Oficio, después de un mes
de haber sido publicados, todos los fallos Que dicten los Jueces de Jurisdicción
Original, salvo en los casos exceptuados por la presente Ley. La sentencia de
revisión deberá dictarse dentro de los treinta días subsiguientes al vencimiento del
plazo indicado en el presente artículo, salvo prórroga por un término no mayor de
treinta días adicionales por motivo justificados que deberán expresarse en la
sentencia”

En cuanto al recurso de casación estaba regido por los artículos que van
desde el 132 hasta el 136 de la ley 1542, en tal virtud el artículo 132, sostenía:
“El recurso de casación podrá ejercerse contra las sentencias definitivas del
Tribunal Superior de Tierras y contra las de los Jueces de Jurisdicción Original en
los casos en que sean dictadas en último recurso. El recurso afectará únicamente
a las parcelas a que se refiera”.

El recurso de Revisión por Causa de Fraude, estaba contemplado en la Ley 1542,


sobre registro de tierras, en los artículos desde el 137 hasta el 142, y el Recurso
de Revisión por Causa de Error Material estaba regido por los artículos desde 143
hasta el 147 de la referida Ley. La Ley 1542 del 1947 no contemplaba los recursos
administrativos de Reconsideración, Jerárquico y Jurisdiccional, hoy regulados por
la ley 108-05 que rige actualmente la Jurisdicción Inmobiliaria y que derogó en
toda sus partes la Ley 1542, sobre Registro de Tierras.

HISTORIA DE LOS RECURSOS Y SUS PROCEDIMIENTOS EN MATERIA


CONSTITUCIONAL

El Tribunal Constitucional de la República Dominicana es obra de la Constitución


de la República del año 2010, que lo consagra en los artículos 184 y siguientes; no
así el control de la constitucionalidad de las normas, lo cual ha estado en manos
del Poder Judicial desde el 1844, según autores que citaremos más adelante.

En cuanto a lo señalado en el párrafo anterior el magistrado Hermógenes


Acosta de los Santos, en su libro titulado: “El control de constitucionalidad
como garantía de la supremacía de la Constitución”, primera edición,
octubre 2010, página 213, entre otras cosas dice:

“La historia del control de constitucionalidad puede dividirse en cuatro


periodos:

 El primero comprende desde 1844 hasta 1924.


 El segundo de 1924 a 1927.
 El tercero desde 1927 hasta 1994.
 El cuarto del 1994 al 2010.
1. En el primer periodo estuvo vigente el control difuso.
2. En el segundo el control concentrado.
3. En el tercero el control difuso de nuevo.
4. En el cuarto el modelo mixto o iberoamericano”.

Más adelante en la obra y página señalada el autor afirma: “…En efecto, en el


artículo 125 de la Constitución de 1944 se estableció que: “Ningún tribunal podrá
aplicar una ley inconstitucional ni los decretos y los reglamentos de administración
general, sino en tanto que sean conforme las leyes”.

El citado autor sostiene que en el período 1924 a 1927, el control difuso de


constitucionalidad fue sustituido por el control concentrado, mediante la reforma
constitucional de 1924. Aunque aclara que la doctrina dominicana no estuvo de
acuerdo en lo que respecta a la primera Constitución que estableció el modelo de
control de constitucionalidad que nos ocupa, estableciendo que JORGE PRATS
sostiene, al referirse al artículo 67.1 de la Constitución de 1994, que: “Este texto
restaura el sistema de control concentrado instaurado por vez primera en la
historia de la República Dominicana en la reforma constitucional de 1924 y
suprimida en la reforma constitucional de 1927.”

En la página 218 de la citada obra el autor sostiene: “Sin embargo, VALERA


MONERO, finalmente señala como precedente del control concentrado de
constitucionalidad a las constituciones de 1874 y 1875. En efecto el indicado autor
afirma que: “Las Constituciones del 1874 y 1875 enmarcan lo que es la primera
presencia del control concentrado en el derecho dominicano. Lamentablemente,
no se guardan decisiones que haya podido tomar la Suprema Corte, basándose
en el citado párrafo...”

mientras que en relación a la reforma de 1908 sostiene que: “... No se estableció


un control concentrado”.

Sobre lo establecido por VALERA MONTERO, en relación al momento en que se


adopta por primera vez el control que constitucionalidad en el país, en el texto
citado página 219, el magistrado Acosta de los Santos sostiene que:
“Nos parece que VALERA MONTERO tiene razón en cuanto y que el hecho de
atribuirle competencia expresamente a la Suprema Corte de Justicia para controlar
la constitucionalidad de las leyes, tipifica el modelo concentrado. Pero, por una
parte, al no diseñarse una acción directa en inconstitucionalidad o la obligación de
los jueces de sobreseer y remitir el expediente a la Suprema Corte de Justicia,
cuando una parte en un proceso invocare la inconstitucionalidad, hizo inoperante
el modelo.

“Por otra parte, como de manera expresa no se prohibió a los jueces ordinarios el
conocimiento de la constitucionalidad de las leyes, entendemos que el control
difuso permaneció vigente...”

En cuanto a la Constitución del 1924 el referido autor señala que rige el modelo
concentrado de constitucionalidad, cuando en la página 220 de la obra citada
entre otras cosas dice: “en la Constitución de 1924, en cuyo artículo 61.5 se
establecía que corresponde exclusivamente a la Suprema Corte de Justicia, sin
perjuicio de las demás atribuciones que le confiera la ley:

“Decidir en primera y última instancia de la constitucionalidad de las leyes,


decretos, resoluciones y reglamentos, cuando fueren objeto de controversia
entre partes ante cualquier tribunal, el cual, en este caso, deberá sobreseer
su decisión sobre el fondo, hasta después del fallo de la Suprema Corte; y,
en interés general, sin que sed necesario que haya controversia judicial,
cuando se trate de leyes, decretos resoluciones o reglamentos atentatorios a
los derechos individuales consagrados por la presente Constitución”.

El autor justifica su parecer en el hecho de que el constituyente del 1924 sustituyó


el control difuso de constitucionalidad Y estableció el control concentrado, en
razón de que, primero atribuyó a la Suprema Corte de Justicia competencia
exclusiva para conocer en primera y última instancia de la constitucionalidad de la
leyes y, segundo, porque estableció a los jueces ordinarios, la obligación de
sobreseer lo relativo al fondo del asunto principal, cuando se presentare la
excepción de inconstitucionalidad, dejando establecido que los jueces a quien se
planteara la excepción no podían resolver el alegato de inconstitucionalidad.

En relación al período 1927 a 1994, el autor afirma que resurge el control difuso de
constitucionalidad, cuando entre otras cosas señala: “El novedoso sistema
instaurado en el año 1924 produjo las reacciones que indicamos en el número
anterior y creó las condiciones para que se reinstaurara el sistema difuso. En las
modificaciones constitucionales de 1927, 1929, y 1930, se volvió al sistema de
1908, en el cual se indicaba como una de las competencias de la Suprema Corte
de Justicia el conocimiento en última instancia de la inconstitucionalidad de la ley,
decreto, resoluciones y reglamento, siempre y cuando existiere controversia entre
partes, dejando abierta la posibilidad, obviamente, de que cualquier juez pudiera
inaplicar las normas invocadas en un caso.”

En la reforma del 1942, citando a MANUEL A. AMIAMA, el autor establece, que la


comisión que trabajó en dicha reforma propuso que se eliminara la mención de un
recurso que permitiera a la Suprema Corte de Justicia declarar inconstitucional de
manera general una norma y sugirió que se estableciera que: “El examen de
constitucionalidad de las leyes, decretos resoluciones o reglamentos o actos de
cualquier naturaleza pueda promoverse como simple alegato en toda controversia
entre partes, de cualquier estado de causa o hacerse de oficio por el juez
apoderado del litigio, en razón de que ese examen es necesario para que el juez
pueda decidir la contestación conforme a derecho y en ejecución de las
disposiciones expresas del artículo 40 de la Constitución del Estado.”

Para el período 1994 al 2010, el citado autor sostiene que entra en vigencia el
modelo iberoamericano o mixto, en tal virtud en la página 226 de la obra citada
sostiene entre otras cosas: “El 14 de agosto de 1994 fue modificada la
Constitución de la República y en el artículo 67. 1, se estableció que la Suprema
Corte de Justicia tiene competencia para conocer: “(...) de la constitucionalidad de
las leyes, a instancia del Poder Ejecutivo, de uno de los Presidentes de las
Cámaras del Congreso Nacional o de parte interesada.” y más adelante sostiene
que con ese texto se consagra el control concentrado de constitucionalidad,
aunque con un alcance mayor que el que existió entre los años 1924 y 1927. “En
efecto, la primera diferencia que existe es que mientras el otrora control
concentrado era concreto como regla general y excepcionalmente abstracta, el
control concentrado actualmente vigente es abstracto en su totalidad, es decir que
no se necesita de controversia entre partes.

“Pero lo más relevante es que dejó intacto el control difuso, el cual tenía su
fundamento en el artículo 46 de la Constitución, texto según el cual “Son
nulos de pleno derecho toda ley, decreto, resolución, reglamento o acto
contrarios a esta Constitución”.
El referido autor sostiene en la página 227 de la obra citada, que; “La última
modificación al modelo de control de constitucionalidad se produjo el 26 de enero
del 2010, fecha en que fue proclamada la actual Constitución. Aunque en esta
última se mantuvieron ambos modelos, los cambios fueron muy significativos
porque se creó un Tribunal Constitucional y que la legitimación para accionar en
inconstitucionalidad de los presidentes de las Cámaras del congreso fue
transferida a una tercera parte de los senadores o de los diputados”.

En la Constitución del 2010 aparece también claramente establecido el control


difuso de constitucionalidad, a través del cual se otorga competencia a los
tribunales del orden judicial apoderado de un litigio para inaplicar las normas que
entiendan contraria a la Constitución, conforme lo prevé el artículo 188 de la
Constitución.

Hay que destacar que, hasta el surgimiento del Tribunal Constitucional, a través
de la Constitución del 2010, no existían recursos especiales para atacar una
decisión donde un tribunal ordinario o del orden judicial dejara de aplicar una
norma por considerar la inconstitucional, sino que estas decisiones se recurrían a
través de los recursos ordinarios o extraordinarios reservados para atacar las
sentencias definitivas o de carácter interlocutoria dictadas por los tribunales sobre
el fondo del asunto principal, tales como la oposición, apelación, tercería, revisión
civil, casación etc., según la materia y el tribunal que dictara la sentencia.

Conforme la Constitución de la República del 2010 y según con lo establecido por


la Ley 137-11, sobre el Tribunal Constitucional y los Procedimientos
Constitucionales, modificada por la Ley No. 145-11 del 4 de julio del 2011,
tenemos el recurso ordinario de la apelación para atacar las decisiones que
acogen la excepción de inconstitucionalidad sin conocer el fondo del asunto y para
aquellas que rechazan la excepción de inconstitucionalidad en virtud al control
difuso de constitucionalidad. La primera se puede recurrir inmediatamente y la
segunda, es decir cuando se rechaza la excepción, hay que recurrirla
conjuntamente con la sentencia que ha conocido sobre el fondo del asunto.
También existe el recurso de revisión constitucional de las decisiones
jurisdiccionales, a través del cual el Tribunal Constitucional a solicitud de parte,
tendrá la potestad de revisar las decisiones jurisdiccionales que hayan adquirido la
autoridad de la cosa irrevocablemente juzgada.

ASPECTO CONSTITUCIONAL DE LOS RECURSOS


Sobre los recursos, la Constitución de la República del año 2010, establece
en su artículo 69 numeral 9, relativo a la tutela judicial efectiva en el debido
proceso:

“9) Toda sentencia puede ser recurrida de conformidad con la ley. El tribunal
superior no podrá agravar la sanción impuesta cuando sólo la persona condenada
recurra la sentencia;..”

En el mismo tenor el artículo 149 de la Constitución refiriéndose al Poder


Judicial, en su párrafo Ill, dice:

“Toda decisión emanada de un tribunal podrá ser recurrida ante un tribunal


superior, sujeto a las condiciones y excepciones que establezcan las leyes”.

Estos artículos contienen un mandato general aplicable a toda, la materia civil,


comercial, penal, laboral, tierras, contencioso administrativo, municipal, de niños,
niñas y adolescentes, asi como de cualquier otro tribunal creado por ley. No
excluye el recurso de alzada para ser usado contra las sentencias dictadas por los
tribunales, ni por cuantía de lo juzgado ni por la materia tratada. Pero le abre una
brecha al legislador para que establezca excepciones, lo que permite éste suprimir
o limitar los recursos de alzada en los casos que entienda prudente hacerlo, así
como reglamentarlos y establecer las formas, los plazos y las condiciones que
deberán observarse al incoarlos.

Podemos decir que la nueva constitución, vino a reglamentar lo que se venía


haciendo en la práctica por mucho tiempo, cuando el referido artículo dice:
“sujeto a las condiciones y excepciones que establezcan las leyes”, toda vez
que con frecuencia el legislador suprimía el recurso de alzada a través de
leyes adjetivas sin que estuviera autorizado por la constitución, así lo hizo
tanto con el recurso de apelación como en el recurso de casación, tal como
se explicará y demostrará más adelante.

Conforme lo dicho en el párrafo anterior, el artículo 71 de la constitución


vigente hasta el 26 de enero del año 2010, refiriéndose al recurso de
apelación decía:
“Son atribuciones de las Cortes de Apelación:

“1. Conocer de las apelaciones de las sentencias dictadas por los juzgados de
Primera Instancia.

“2. Conocer en Primera Instancia de las causas penales seguidas a los jueces de
Primera Instancia, Jueces de Jurisdicción Original del Tribunal de Tierras, Jueces
de Instrucción, Procuradores Fiscales y Gobernadores Provinciales.

“3. Conocer de los demás asuntos que determinen las leyes”.

Obsérvese que, en principio, de la lectura del numeral 1 del transcrito artículo 71,
se interpreta que todas las sentencias dictadas por los tribunales de primera
instancia, eran susceptibles del recurso de apelación, sin excepción, y en ninguna
parte autorizaba al legislador a suprimir el referido recurso a través de leyes
adjetivas, o sea, la anterior constitución no condicionaba este recurso a ningún
requisito o condición y como sabemos y hemos dicho, con frecuencia el legislador
lo suprimió, haciéndolo inadmisible por diversas razones.

El transcrito artículo 149 de la nueva Constitución, sólo se refiere a los recursos


ante un tribunal superior, es decir, los recursos de apelación, casación e
inconstitucionalidad, este último sólo aplicable cuando los tribunales de la
República conozcan los asuntos constitucionales (mejor dicho de
inconstitucionalidad, ya que parece que al transcribir el artículo 188 de la
Constitución se deslizó un error tipográfico, cuando dice “excepción de
constitucionalidad” cuando debe ser excepción de inconstitucionalidad) de
conformidad al control difuso regulado por el artículo 188 de la Constitución.
Hacemos la aclaración porque la acción principal y directa de inconstitucionalidad,
que es la forma correcta como debe llamarse la demanda a través de la cual se
solicita la inconstitucionalidad de una ley, decreto, reglamento, resolución u
ordenanza y no recurso de inconstitucionalidad como erróneamente se le
denomina en la práctica, será conocida en única instancia por el Tribunal
Constitucional, conforme lo previsto por el artículo 185 de la Constitución de la
República.

También cuando la Constitución establece en el transcrito artículo 149 párrafo Ill,


que: “toda decisión emanada de un tribunal podrá ser recurrida ante un tribunal
superior”, deja claramente establecido que los recursos de alzada siempre serán
facultativos de las partes y no una imposición legal, es decir éstas pueden hacer
uso de ellos o renunciar a los mismos, de manera tácita o implícitamente,
convencional o unipersonalmente, antes de todo proceso, en el curso de éste o
después de la sentencia.

Conforme la ley, la doctrina y la jurisprudencia, cuando las partes o una de ellas,


intenta un recurso contra una sentencia por ante un tribunal superior, el objetivo de
este recurso es que se reforme la decisión atacada, con el mismo se puede
Conseguir que se revoque o modifique la sentencia recurrida en los punto, que
han sido atacados, sea que el recurso sea total o parcial, Por el contrario, cuando
se intenta un recurso contra una sentencia por ante el mismo tribunal que la dictó,
lo que se busca es la, retractación de ésta, ejemplo el recurso de oposición y el de
tercería principal.

Como se lee del señalado artículo 149, párrafo lll de la Constitución, este sólo
faculta para que las decisiones emanadas de un tribunal sean recurridas por ante
un tribunal superior, no autoriza a las partes intentar contra esas decisiones otro
tipo de recurso, aunque tampoco lo prohíbe. Entonces nos preguntamos, ¿qué
pasará con los recursos cuyo objetivo es la retractación de la sentencia recurrida?,
¿los cuales se interponen por ante el mismo tribunal que dictó la decisión atacada,
como el de oposición, la tercería principal, revisión civil ante la jurisdicción
ordinaria y los recursos de reconsideración, de revisión por error material y por
causa de fraude ante la jurisdicción inmobiliaria?
¿Podrá el legislador a través de leyes adjetivas crear otros recursos para atacar
decisiones de los tribunales, que puedan ser conocidos por el mismo tribunal que
dictó la decisión recurrida?

En caso de respuesta afirmativa, ¿en virtud de cuál mandato constitucional podría


hacerlo? ¿O podrá decirse que la Constitución, ni permite ni prohíbe taxativamente
estos recursos y que en Virtud de la máxima “lo que no está prohibido, está
permitido”, podrían crearse otros recursos que persigan la retractación de las
sentencias recurridas?

Tratada la inquietud con el Dr. Víctor R. De Frías C., abogado, manifestó lo


siguiente:

“En mi opinión, lo que está mal en el Art. 149, párrafo lll, de la Constitución
es la redacción del mismo, que en vez de decir “toda decisión emanada de
un tribunal podrá ser recurrida ante un tribunal superior” debió decir “toda
decisión emanada de un tribunal podrá ser recurrida en la forma establecida
por las leyes”.

Entendemos que la Constitución debió ser más flexible facultando al legislador a


crear a través de leyes adjetivas los recursos que entendiera convenientes para
ser usados contra las decisiones dictadas por los tribunales de la República.

El referido artículo sólo se refiere a que se podrán recurrir ante un tribunal superior
las decisiones emanadas de un tribunal, es decir, las dictadas por los tribunales
del orden judicial, como son los de derecho común: primera instancia y corte de
apelación, así como los de excepción que son todos aquellos cuya competencia
está limitada a lo que taxativamente le asigne la ley, como son los juzgados de
paz, tribunales de la jurisdicción inmobiliaria, laborales, municipales, niños, niñas y
adolescentes, contencioso administrativo, y los que pudieran ser creados por leyes
adjetivas.

Conforme lo dicho en el párrafo anterior, todo parece indicar que no se podrá


recurrir ante un tribunal u órgano superior las decisiones dictadas por aquellas
instituciones u órganos que aunque deliberan y dictan decisiones asignando
derechos a las partes de manera administrativa no tienen la categoría de
tribunales; por ejemplo, las decisiones dictadas por Director Nacional de Registro
de Títulos, que a través del recurso jurisdiccional la conoce el Pleno del Tribunal
Superior de Tierras, de acuerdo al artículo 166 del Reglamento de Registro de
Títulos.

De igual forma ocurre con la decisiones definitivas dictadas por el Director


Nacional de Mensuras Catastrales, cuyo recurso jurisdiccional es conocido por el
Pleno del Tribunal de Tierras de la Jurisdicción territorial donde se encuentre
operando la Dirección Regional de Mensuras Catastrales que emitió la actuación
originalmente recurrida, conforme el artículo 212 del Reglamento General de
Mensuras Catastrales, así como las dictadas por árbitros conforme la Ley No. 489-
08 del 30 diciembre del 2008. Igual ocurre con las resoluciones dictadas por el
Control de Alquileres de Casas y Desahucios conforme lo establecido en el
Decreto No. 4807 del 16 de mayo de 1959, que son recurridas ante la comisión de
apelación de dicho organismo ¿podríamos decir, que si la Constitución no lo
prohíbe está permitido? y en tal virtud se pueden crear y permitir recursos
decisiones administrativas?

Hacemos esta observación porque los organismos que han dictado las decisiones
recurrida ante el pleno del tribunal de tierra no tiene categoría de tribunales, y en
virtud chocan con lo establecido en el articulo149, párrafo lll de la constitución
vigente.

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