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El discurso trata sobre la evolución del significado de la filosofía a través de los siglos. Explica que la filosofía originalmente significaba la suma total del saber humano, pero luego se fue dividiendo en disciplinas específicas como la física y la biología. Sin embargo, siempre ha habido un núcleo central de la filosofía compuesto por la ontología y la ética, que estudian enunciados generales sobre cualquier objeto y la naturaleza humana respectivamente. Además, la historia de la filosofía forma parte
El discurso trata sobre la evolución del significado de la filosofía a través de los siglos. Explica que la filosofía originalmente significaba la suma total del saber humano, pero luego se fue dividiendo en disciplinas específicas como la física y la biología. Sin embargo, siempre ha habido un núcleo central de la filosofía compuesto por la ontología y la ética, que estudian enunciados generales sobre cualquier objeto y la naturaleza humana respectivamente. Además, la historia de la filosofía forma parte
El discurso trata sobre la evolución del significado de la filosofía a través de los siglos. Explica que la filosofía originalmente significaba la suma total del saber humano, pero luego se fue dividiendo en disciplinas específicas como la física y la biología. Sin embargo, siempre ha habido un núcleo central de la filosofía compuesto por la ontología y la ética, que estudian enunciados generales sobre cualquier objeto y la naturaleza humana respectivamente. Además, la historia de la filosofía forma parte
Deseo, en primer lugar, agradecer profundamente a la
Universidad Austral la espléndida y altísima distinción que me ha otorgado. Sé, al mismo tiempo, que recibir un título académico, y nada menos que un doctorado Honoris Causa, conlleva un compromiso de seguir trabajando, con el fin de ser leal a quien nos ha honrado, y ha confiado en nosotros.
Quisiera aprovechar estos minutos para hacer algún comentario
en torno a la naturaleza de esa disciplina llamada filosofía. ¿Qué es filosofía? El significado de la palabra filosofía ha evolucionado notablemente. En los últimos cuatro o cinco siglos, sin ir más lejos, ha pasado de designar la suma total del saber humano a significar algo muy reducido y especial. Es interesante considerar el nombre de la institución académica, fundada en 1743 por Benjamín Franklin, con el fin de fomentar el desarrollo de todas las ciencias: física, matemáticas, geología, biología, ciencias sociales, humanidades, incluso el saber tecnológico. Esta sociedad fue llamada, al fundarse, y se sigue llamando, American Philosophical Society. Pocos filósofos (en el sentido actual) están enterados hoy de la existencia de esa sociedad; yo me enteré casualmente, hace ya varios años, gracias a un colega del departamento de física de la universidad de Texas (famoso por haber acuñado la expresión “black hole”), quien me contó que se iba de viaje, a una reunión de una sociedad filosófica en Filadelfia. Lo felicité, sorprendido, por sus nuevos intereses intelectuales, pero pronto me aclaró que se trataba de pura física, nada de lo que yo imaginaba.
Luego de significar todo, el término “filosofía” se contrajo: la física
se llamó física y no filosofía, la biología se llamó biología y no filosofía, y así sucesivamente; en el siglo XIX la psicología se desgajó del conjunto inicial, y la lógica, en su forma llamada “matemática55 pareció hacer lo mismo. Semejante disolución pareció dar la razón a los paleo- positivistas del siglo XIX y a los neo-positivistas del siglo XX, en sus respectivas proclamaciones de la muerte de la filosofía. Pero, resultó que los positivistas olvidaban dos cosas fundamentales. Una, que en cada disciplina especial puede ocurrir y es bueno que ocurra un movimiento que podemos describir como opuesto al normal. Un ejemplo espléndido lo proporciona Gottlob Frege, que no bien había terminado su tesis doctoral en matemáticas, hacia 1879, cambió de rumbo, y en vez de dedicarse a probar nuevos teoremas se puso a hurgar en las raíces de su especialidad. Toda su vida fue dedicada a esclarecer la naturaleza del número. A más de un siglo de distancia, un grupo internacional de químicos, hace dos o tres años, también decidió cambiar de rumbo, y en vez de empujar su ciencia hacia adelante, o hacia arriba (según prefiramos construir nuestra metáfora), se metieron en los sótanos de su especialidad, y fundaron una nueva revista titulada, sugestivamente, Foundations of Chemistry. Ejemplos similares son numerosísimos en la historia de las ideas, y se siguen multiplicando. Los positivistas que vaticinaban la muerte de la filosofía se olvidaban de este enorme deseo, que tienen algunos de los miembros de cada especialidad, de hacer lo que puede llamarse la "filosofía de": filosofía de la matemática, filosofía de la química, filosofía del derecho, filosofía de la medicina, etc.
El otro hecho no visto por los positivistas es la existencia de un
rinconcito de teoría que no se puede ignorar o destruir, y al que hay que reconocer y dar un nombre. En ese rinconcito se cultivan, fundamentalmente, desde la antigüedad griega, a la sombra de Platón y Aristóteles, dos temas. En primer lugar, se estudian enunciados que valen para todo objeto, no solamente para células, o para átomos, o para obras de arte, o para códigos jurídicos, o enfermedades, sino para todo objeto. Y se dice, por ejemplo, que todo objeto tiene al menos una propiedad, y que ningún objeto tiene una propiedad y su negación al mismo tiempo. ¿Qué es este estudiar enunciados que hablan de "cualquier cosa" (en el buen sentido de la frase)?
Es algo que ha sido llamado, accidentalmente, metafísica y luego,
con razón erudita, ontología. Es imposible reducir esto al formato de "filosofía de". Los neopositivistas reconocieron este territorio ontológico, pero lo ocultaron diciendo, erróneamente, que se trataba de lógica. El segundo tema que se desarrolla dentro del antiguo perímetro de la Academia y del Liceo aristotélico es la reflexión ética, o quizás, con más amplitud, el “'estudio de la naturaleza humana” (como se acostumbra designar, en inglés, a lo que los alemanes han llamado “antropología filosófica”). Tampoco esto puede reducirse a ser "filosofía de". En suma, ontología y ética constituyen el núcleo autónomo de la teoría filosófica. Por cierto, ha habido conatos de usurpación de este sitio central (por ejemplo, la filosofía del lenguaje en el siglo XX, o la epistemología en la época moderna).
Para completar el inventario de lo que es filosofía es preciso
añadir algo curioso, contrario a lo que es habitual en la mayoría de las disciplinas científicas. En el caso de la filosofía, la historia de la disciplina, sin llegar a identificarse con la disciplina, es parte esencial de la misma.
He ahí lo que quiere decir "filosofía" en el sentido profesional y
actual, tan distante del que Franklin tuviera en mente al fundar su sociedad. Esta es también la filosofía que hoy florece más que nunca y que se anuncia, a tambor batiente, para el nuevo siglo— la philosophy for the 21st century, como dice el título de un muy representativo manual (fruto de la colaboración de docenas de muy jóvenes autores) que acaba de publicar Oxford.
Tal filosofía es parte esencial de la idea de universidad, y de la
universidad actual. El que se "recibe" de filósofo tendrá que conocer el núcleo central, en clave histórica, y, luego, tener competencia en, al menos, una de las “filosofías de”. Implementar correctamente esta combinación de saberes en los planes de estudio es un reto muy difícil (sobre todo en lo que se refiere a la “filosofía de”) para quienes dirigen y administran instituciones universitarias.
De nuevo, mi profunda gratitud por la distinción recibida.
Discurso del profesor Ignacio Angelelli (Universidad de Texas) al recibir el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Austral. (Pronunciado el 29 de septiembre de 2003)