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DISCURSO DEL PROF.

IGNACIO ANGELELLI

Deseo, en primer lugar, agradecer profundamente a la


Universidad Austral la espléndida y altísima distinción que me ha
otorgado. Sé, al mismo tiempo, que recibir un título académico, y
nada menos que un doctorado Honoris Causa, conlleva un
compromiso de seguir trabajando, con el fin de ser leal a quien
nos ha honrado, y ha confiado en nosotros.

Quisiera aprovechar estos minutos para hacer algún comentario


en torno a la naturaleza de esa disciplina llamada filosofía. ¿Qué
es filosofía?
El significado de la palabra filosofía ha evolucionado
notablemente.
En los últimos cuatro o cinco siglos, sin ir más lejos, ha pasado
de designar la suma total del saber humano a significar algo muy
reducido y especial. Es interesante considerar el nombre de la
institución académica, fundada en 1743 por Benjamín Franklin,
con el fin de fomentar el desarrollo de todas las ciencias: física,
matemáticas, geología, biología, ciencias sociales, humanidades,
incluso el saber tecnológico. Esta sociedad fue llamada, al
fundarse, y se sigue llamando, American Philosophical Society.
Pocos filósofos (en el sentido actual) están enterados hoy de la
existencia de esa sociedad; yo me enteré casualmente, hace ya
varios años, gracias a un colega del departamento de física de la
universidad de Texas (famoso por haber acuñado la expresión
“black hole”), quien me contó que se iba de viaje, a una reunión
de una sociedad filosófica en Filadelfia. Lo felicité, sorprendido,
por sus nuevos intereses intelectuales, pero pronto me aclaró que
se trataba de pura física, nada de lo que yo imaginaba.

Luego de significar todo, el término “filosofía” se contrajo: la física


se llamó física y no filosofía, la biología se llamó biología y no
filosofía, y así sucesivamente; en el siglo XIX la psicología se
desgajó del conjunto inicial, y la lógica, en su forma llamada
“matemática55 pareció hacer lo mismo. Semejante disolución
pareció dar la razón a los paleo- positivistas del siglo XIX y a los
neo-positivistas del siglo XX, en sus respectivas proclamaciones
de la muerte de la filosofía. Pero, resultó que los positivistas
olvidaban dos cosas fundamentales. Una, que en cada disciplina
especial puede ocurrir y es bueno que ocurra un movimiento que
podemos describir como opuesto al normal. Un ejemplo
espléndido lo proporciona Gottlob Frege, que no bien había
terminado su tesis doctoral en matemáticas, hacia 1879, cambió
de rumbo, y en vez de dedicarse a probar nuevos teoremas se
puso a hurgar en las raíces de su especialidad. Toda su vida fue
dedicada a esclarecer la naturaleza del número. A más de un
siglo de distancia, un grupo internacional de químicos, hace dos
o tres años, también decidió cambiar de rumbo, y en vez de
empujar su ciencia hacia adelante, o hacia arriba (según
prefiramos construir nuestra metáfora), se metieron en los
sótanos de su especialidad, y fundaron una nueva revista
titulada, sugestivamente, Foundations of Chemistry. Ejemplos
similares son numerosísimos en la historia de las ideas, y se
siguen multiplicando. Los positivistas que vaticinaban la muerte
de la filosofía se olvidaban de este enorme deseo, que tienen
algunos de los miembros de cada especialidad, de hacer lo que
puede llamarse la "filosofía de": filosofía de la matemática,
filosofía de la química, filosofía del derecho, filosofía de la
medicina, etc.

El otro hecho no visto por los positivistas es la existencia de un


rinconcito de teoría que no se puede ignorar o destruir, y al que
hay que reconocer y dar un nombre. En ese rinconcito se
cultivan, fundamentalmente, desde la antigüedad griega, a la
sombra de Platón y Aristóteles, dos temas. En primer lugar, se
estudian enunciados que valen para todo objeto, no solamente
para células, o para átomos, o para obras de arte, o para códigos
jurídicos, o enfermedades, sino para todo objeto. Y se dice, por
ejemplo, que todo objeto tiene al menos una propiedad, y que
ningún objeto tiene una propiedad y su negación al mismo
tiempo. ¿Qué es este estudiar enunciados que hablan de
"cualquier cosa" (en el buen sentido de la frase)?

Es algo que ha sido llamado, accidentalmente, metafísica y luego,


con razón erudita, ontología. Es imposible reducir esto al formato
de "filosofía de". Los neopositivistas reconocieron este territorio
ontológico, pero lo ocultaron diciendo, erróneamente, que se
trataba de lógica. El segundo tema que se desarrolla dentro del
antiguo perímetro de la Academia y del Liceo aristotélico es la
reflexión ética, o quizás, con más amplitud, el “'estudio de la
naturaleza humana” (como se acostumbra designar, en inglés, a
lo que los alemanes han llamado “antropología filosófica”).
Tampoco esto puede reducirse a ser "filosofía de". En suma,
ontología y ética constituyen el núcleo autónomo de la teoría
filosófica. Por cierto, ha habido conatos de usurpación de este
sitio central (por ejemplo, la filosofía del lenguaje en el siglo XX, o
la epistemología en la época moderna).

Para completar el inventario de lo que es filosofía es preciso


añadir algo curioso, contrario a lo que es habitual en la mayoría
de las disciplinas científicas. En el caso de la filosofía, la historia
de la disciplina, sin llegar a identificarse con la disciplina, es
parte esencial de la misma.

He ahí lo que quiere decir "filosofía" en el sentido profesional y


actual, tan distante del que Franklin tuviera en mente al fundar
su sociedad. Esta es también la filosofía que hoy florece más que
nunca y que se anuncia, a tambor batiente, para el nuevo siglo—
la philosophy for the 21st century, como dice el título de un muy
representativo manual (fruto de la colaboración de docenas de
muy jóvenes autores) que acaba de publicar Oxford.

Tal filosofía es parte esencial de la idea de universidad, y de la


universidad actual. El que se "recibe" de filósofo tendrá que
conocer el núcleo central, en clave histórica, y, luego, tener
competencia en, al menos, una de las “filosofías de”. Implementar
correctamente esta combinación de saberes en los planes de
estudio es un reto muy difícil (sobre todo en lo que se refiere a la
“filosofía de”) para quienes dirigen y administran instituciones
universitarias.

De nuevo, mi profunda gratitud por la distinción recibida.


Discurso del profesor Ignacio Angelelli (Universidad de Texas) al
recibir el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Austral.
(Pronunciado el 29 de septiembre de 2003)

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