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Ciencia vs. Filosofía.

Adrián Rama

Resumen: trataré de exponer de manera sintética el dialogo entre dos áreas destacadas del conocimiento
humano, a saber ciencia y filosofía, así como la evolución y el desarrollo de su relación, respetando el
criterio histórico que has establecido para la asignatura.

Palabras clave: científico, filósofo, unidad, saber y conocimiento.

Introducción: En lo que resta del ensayo me dirigiré hacia la polémica e histórica


relación que han mantenido la ciencia y la filosofía. Tras contextualizar su evolución a
lo largo del tiempo ofreceré mi opinión personal acerca del rol que ocupan dentro del
conocimiento humano. Mi aproximación, adelanto, tendrá una motivación conciliadora
que bien podría considerarse reaccionaria a los muchos debates acerca de la jerarquía de
una sobre otra.
Índice:

1. Los comienzos del saber racional. La Edad Antigua.


2. La crisis de la unidad teórica del saber. Antigüedad tardía y Edad Media.
3. Reconstrucción de la unidad del saber: René Descartes. La Edad Moderna.
4. El paradigma newtoniano.
5. Relación ciencia-filosofía en el contexto de la Ilustración.
6. Immanuel Kant, un punto de inflexión.
7. Consecuencias del divorcio.
8. La crisis de 1900.
9. El debate ciencia-filosofía de los s. XX y XXI.
10. Conclusión.
11. Bibliografía.
1. Los comienzos del saber racional. La Edad Antigua.

Contrariamente a lo que se cree no todo el conocimiento nace en Grecia y Roma, pues


ellos mismos son herederos de tradiciones culturales: Babilonia, Mesopotamia y Egipto
además del Valle Indio. En éstas era ya común el uso de la ciencia y la tecnología para
el vivir diario (matemáticas, medicina, astronomía…), sin embargo acerca de la filosofía
como tal no se tiene registro.

Además, al ser las primeras en desarrollar la escritura, desde un punto de vista histórico,
funcionan como sintetizadoras de grandes culturas anteriores (indias, fenicias y persas),
pues reconstruir culturas orales resulta imposible.

Transforman la memoria individual y colectiva, generan un corpus donde recogen todos


sus conocimientos, los cuales serán transmitidos y perpetuados con una mayor facilidad.
En definitiva, inician el patrimonio cultural que a lo largo de la historia irá sufriendo un
efecto análogo al de una bola de nieve rodando colina abajo.

Cronológicamente la primera personalidad que hay que mencionar es Tales de Mileto,


convencionalmente considerado como el primer filósofo de la tradición occidental. Es
sabido que Tales descubrió el primer teorema conocido de la geometría, fue pionero de
la predicción astronómica y, además, supo enriquecerse al predecir una gran cosecha de
aceituna. Por lo tanto, y haciendo justicia a la información que tenemos de él, habría que
considerarle además de filósofo, científico.

Tras él se prolonga una larga y prolífica tradición de filósofos en la Antigua Grecia que
irán preformando el saber racional. De todos ellos se suele hacer especial mención a; en
primer lugar los presocráticos, quienes ofrecieron una explicación pseudoracional del
origen del cosmos, en segundo lugar y mencionándolos juntos por su
complementariedad, el maestro Sócrates y su discípulo Platón, quienes expandirán los
límites de la filosofía hasta abarcar toda la realidad y sus múltiples performances (ética,
política, estética…), y por último, el que a mi juicio es el más brillante de todos ellos,
Aristóteles, con quien abandonamos definitivamente cualquier explicación mítica sobre
la realidad para darle un papel protagonista tanto al carácter racional como al empirista.
Son muchas las propuestas formuladas para separar la ciencia de la filosofía. La
principal diferencia que hay entre ellas es que unas promueven la concepción unitaria
del conocimiento (al menos del conocimiento racional) y otras aceptan que ciencia y
filosofía son formas de conocer esencialmente independientes.

La primera de las propuestas que pugna en favor de la unidad es, la del ya mencionado,
Aristóteles. Para él, la filosofía abarca todo el saber racional y dentro del mismo habría
una parte preparatoria sin contenido específico (la lógica) y tres partes que en esencia lo
componen: la física, ocupada de las cosas que cambian y de su movimiento; la
matemática, relativa a lo invariable que hay en lo que cambia; y la filosofía primera
(actual metafísica), centrada en los primeros principios y causas.

Aristóteles representa, a mi modo de ver, la fructífera cooperación entre ciencia y


filosofía. Pues siendo estrictamente filósofo en los temas que aborda, utiliza en aquellos
que le es posible la experiencia sensible como herramienta fundamental para ofrecer una
solución lógicamente argumentada y coherente en su cosmovisión.

La propuesta aristotélica (recordemos; en favor de la unidad del conocimiento)


prevaleció durante casi dos milenios, hasta los preámbulos de la Edad Moderna. Con
dos importantes excepciones: la matemática y la medicina.

Hay textos aristotélicos que indican que en su tiempo la matemática ya se había


constituido como una ciencia separada, se independizó como teoría de la cantidad, y
pese a ello, la filosofía no se fragmentó, sino que continuaba integrando todos los
esfuerzos de la razón, aunque ciertamente la matemática tenía autonomía para
desarrollar sus puntos de vista y aplicaciones.

Ya se puede vislumbrar que el germen de la fragmentación de la filosofía (entendida


como todo el conjunto del saber) es el desarrollo de saberes especializados capaces de
formarse una identidad (basada en método y objeto de estudio) ajena a la misma
filosofía.

En los siglos posteriores se generó un cuerpo de conocimiento cada vez mayor, gracias
a la labor de autores como Euclides, Arquímedes o Ptolomeo. En aquel entonces la
filosofía estaba representada por la metafísica y la ciencia por la matemática, haciendo
que ambas confluyeran en una misma disciplina, la física.
Dicha disciplina se vio sometida a unas tensiones que a la larga fueron acentuándose,
amenazando así el carácter unitario del saber.

2. La crisis de la unidad teórica del saber. Antigüedad tardía y Edad Media.

Tuvo lugar en el siglo II d.C. en concreto cuando se constituyó el modelo astronómico


de esferas excéntricas, gracias a matemáticos como Hiparco de Rodas y Claudio
Ptolomeo. No había modo de conciliar esta teoría con la física aristotélica (Aristóteles
representaba en aquel entonces una figura autoritaria del saber), de manera que el
paradigma unitario entró en crisis.

Como solución se introdujo una doctrina de la doble verdad: la matemática (desligada a


partir de entonces de la metafísica) perseguiría la verdad matemática, la verdad
aparente, mientras que la física (continuadora de la metafísica) buscaría la verdad
filosófica, que se postulaba como verdad profunda, verdad sin más.

De facto, la matemática aplicada quedaría también desligada de la filosofía, formando


un subconjunto dotado de cierta independencia dentro de la misma matemática. Ej.: la
medicina.

Solución, a mi juicio, algo chapucera pero que consiguió no solo establecerse sino
perpetuarse durante casi quince siglos.

Dichas tradiciones de pensamiento convivieron en la antigüedad tardía y más adelante


en las primeras universidades de la Edad Media.

El colapso se produciría finalmente en el Renacimiento al recuperar corrientes


filosóficas como el pitagorismo y el platonismo, en las que se otorgan a la matemática
una relevancia filosófica plena. Esto supuso; centrar de nuevo el debate en la relación
ciencia-filosofía y la deslegitimación de la distinción entre matemática aplicada y física.

Finalmente se abolió el statu quo gracias a Nicolás Copérnico (siglo XVI), y más
adelante a Galileo Galilei (siglo XVII) quien fue el causante directo de las
consecuencias. Lo que hizo el italiano fue promover de nuevo la constitución de un
paradigma unitario a costa de abandonar las doctrinas aristotélicas (pese a que
compartían la concepción unitaria).
3. Reconstrucción de la unidad del saber: René Descartes. La Edad Moderna.

Galileo desacreditó definitivamente la física de Aristóteles, con lo que planteó a la


posteridad un gran desafío.

La física aristotélica incorporaba dos características que resultaron insostenibles: la


separación radical entre mundo supra- y sublunar, y la distinción entre movimientos
naturales y violentos. La escolástica aceptó ambas características dentro de su
reinterpretación aristotélico-platónica, el resultado fue una física de “cualidades
ocultas” capaz de explicarlo todo a posteriori, y por ello inservible. Su ruina era
cuestión de tiempo y lo único que en realidad hizo Galileo fue adelantar
acontecimientos.

René Descartes (siglo XVII), partidario de la unidad del saber, fue el primero en asumir
tras la crisis del aristotelismo el desafío de recomponer el sistema de la razón.

Intentó reintegrar la medicina dentro de un único árbol de las ciencias a través de una
concepción mecanicista de la biología. Pretendió también devolver a la filosofía la
dimensión matemática que la escolástica había dejado escapar, y reconstruir la física
desde los cimientos.

Invirtió la secuencia propuesta por Aristóteles haciendo que la filosofía empiece por la
metafísica en lugar de por la física. Las consecuencias de dichos cambios pese a parecer
buenas a corto plazo, resultaron a largo devastadoras.

El abordar la metafísica antes  que la física hizo que no pudiera beneficiarse de las


aportaciones de ésta. Además, la renuncia a introducir en filosofía procesos de medida y
expresiones algebraicas desaprovechó lo que había descubierto Galileo cuando postuló
que la naturaleza es un libro escrito con caracteres matemáticos. En definitiva, la
herencia de Descartes fue introducir la discordia en la parte especulativa de la filosofía y
un intuitivo mecanicismo en la física.

La física cartesiana (res extensa, cogitans e infinita), tuvo un gran éxito momentáneo y
además puso de moda el estudio de la naturaleza en la Modernidad, pero la metafísica
(pese a su intención) no suscitó adhesiones, sino controversias.
4. El paradigma newtoniano.

Los físicos cartesianos ya se habían dado cuenta de lo insostenible del sistema, con ellos
se produce de nuevo la ruptura de la unidad del saber, porque no tuvieron la pretensión
de eliminar la metafísica, sino tan solo de liberarse de su tutela.

Simultáneamente a la crítica que autores como Hobbes y Locke dirigían a la filosofía de


Descartes, apareció un pensador con quien la ciencia despegaría: Isaac Newton. Quien
no fue una figura aislada (aunque si la mas destacada), en la Gran Bretaña del siglo
XVII un grupo de físicos transformaron por completo nuestra concepción acerca no solo
de las interacciones físicas sino de la misma razón.

El éxito newtoniano responde a cinco factores principalmente:

El primero es que gracias al cálculo de fluxiones (simultáneamente descubierto por


Leibniz como cálculo infinitesimal) otorgó a la matemática una flexibilidad y potencia
sin igual para describir procesos graduales de cambio.

El segundo es, que supo dar respuesta a las exigencias galileanas porque, en oposición a
Descartes, hizo de la matemática el lenguaje adecuado para objetivar los contenidos
aportados por la experiencia.

El tercero se deriva también de las matemáticas, y es que gracias a ellas supo reducir
fenómenos físicos de gran complejidad a fórmulas numéricas, lo que influyó
posteriormente a otras disciplinas científicas que también trataron de simplificar así sus
soluciones (véase Durkheim).

El cuarto es que, por motivos religiosos, Newton y sus contemporáneos estaban


convencidos de que Dios había hecho la estructura del universo accesible al intelecto
humano.

El quinto y último radica en que supo aprovechar las aportaciones de casi todos los
matemáticos, físicos y astrónomos anteriores a él, transformando así la ciencia en una
empresa colectiva.

5. Relación ciencia-filosofía en el contexto de la Ilustración.


Finalmente la física newtoniana (tras forcejear con la cartesiana) se estableció como
paradigma de la nueva filosofía.

El punto más débil de la física newtoniana era lo artificial de la frontera entre las
matemáticas y la metafísica (que le servía para fundamentar la unidad del saber): la
metafísica servía para aclarar los puntos que la física deja sin explicar. Sin embargo, el
mismo Newton había predicho un aumento de la potencia explicativa de la física en el
futuro, progreso que consecuentemente tendría que ocurrir en detrimento de la teología
física.

Hacia este punto se dirigían las críticas de Leibniz, quien le reprochaba que utilizara el
concepto de Dios para tapar los agujeros de su sistema. Cien años más tarde Laplace
justificó dicho reproche.

En el siglo XVII se gestó definitivamente la hoy llamada “ciencia moderna”, la cual


nació presumiblemente de una matriz filosófica. Dos escuelas asistieron a este
nacimiento y ambas coincidían en situar la filosofía natural (actual física teórica) en un
contexto más amplio. Sin embargo resultó muy problemático poner en contacto la
filosofía natural (de Descartes y Newton) con otras disciplinas, sobre todo con la
metafísica, lo que parecía favorecer la ruptura ciencia-filosofía.

En resumen, tanto Descartes como Newton trataron de asociar físicas de gran magnitud
a metafísicas controvertidas o frágiles.

El único autor que estuvo que representaba una alternativa válida para evitar la
inminente ruptura de la unidad del conocimiento fue Gottfried Leibniz. Pues a
diferencia de sus rivales, hay un equilibrio y coherencia notable en sus realizaciones
como físico, matemático y metafísico. Sin embargo su pensamiento no consiguió
transcender ni en su contexto histórico por múltiples motivos.

Finalmente la dichosa ruptura en la unidad del saber llegaría con:

6. Immanuel Kant, un punto de inflexión.

La responsabilidad más directa en la separación entre ciencia y filosofía corresponde sin


duda al filósofo prusiano del siglo XVIII, Immanuel Kant.
Kant propone convertir la filosofía teórica en una reflexión sobre el conocimiento (algo
así como metaconocimiento) cuyo resultado es que sólo la matemática y la ciencia
natural poseen contenido propio.

Kant fracasó en la tarea de convencer a los filósofos contemporáneos para que


reorientaran su actividad, más tarde la escuela neokantiana siguió intentándolo
infructuosamente, sin embargo sí convenció a casi todos de que ciencia y filosofía eran
cosas muy diferentes. En consecuencia al pensamiento kantiano muchos sucedáneos
concluyeron que la ciencia es la única fuente de conocimiento certero: el positivismo
del siglo, el neopositivismo del siglo y buena parte de la filosofía analítica.

Otros pensaron que había que efectuar una división otorgando a la ciencia competencia
exclusiva para el estudio de la naturaleza y reservando a la filosofía lo específicamente
humano, la cultura o el espíritu. Quienes se encontraron con la dificultad de definir
hasta dónde llega exactamente lo “natural”.

Finalmente hubo también quien rechazó la propuesta kantiana y trató de conseguir una
filosofía omnicomprensiva, eso sí, en contraposición a la nueva ciencia: la filosofía
romántica de Fichte, Schelling, Hegel y muchos otros.

Un gran resto (aceptando las tesis de Kant) trató reinventar la filosofía por la vía de la
especialización, buscando legitimización al reducir sus competencias y encontrando
procedimientos de actuación exclusivos. Esa tendencia ha perdurado hasta la actualidad.

7. Consecuencias del divorcio.

La gran ventaja que tuvieron los científicos respecto de los filósofos es que no estaban
afectados por una problemática identitaria. Además, entonces se veía en la ciencia una
fuente inagotable de salud, paz y prosperidad, lo que la hizo posicionarse al alza en la
relación ciencia-filosofía.

A finales del XIX, y como consecuencia de los triunfos obtenidos por la ciencia,
empezó a difundirse vagamente un malestar entre los que la cultivaban. Se tenía la
impresión de que los grandes descubrimientos escaseaban, y que la ciencia muy
probablemente iba a morir de éxito (simplemente porque al explicar todo lo accesible a
ella terminaría su labor).
Sin embargo, no mucho después se produjo un auténtico torrente de descubrimientos
empíricos, que abrieron las puertas al universo lejano y al mundo subatómico.

8. La crisis de 1900.

La crisis de final de siglo lo fue más bien de crecimiento, puesto que la primera mitad
del XX ha conocido una auténtica avalancha de descubrimientos.

Bajo el criterio que define “científico”  como lo que atiende a un determinado objeto y


método, y “filosófico” como lo que trasciende las fronteras conocidas, no cabe duda de
que lo que hicieron Albert Einstein, Max Planck, y tantos otros fueros prestaciones
filosóficas. Es significativo que los mejores filósofos de la ciencia de los dos últimos
siglos no fueron filósofos, sino científicos. Y es significativo porque pone en evidencia
que la crisis en realidad afecto a los filósofos pero no a la filosofía (pues siguió
cultivándose de la mano de científicos).

En base a la distinción de Kuhn entre ciencia normal y ciencia revolucionaria, es cierto


que para practicar la primera no hace falta ser filósofo, pero para la segunda resulta
absolutamente indispensable. Por ello y bajo influencia de Kuhn cabe afirmar que un
buen científico ha de ser también filósofo (quizás sea este su punto de mayor
intersección).

9. El debate ciencia-filosofía de los s. XX y XXI.

La ciencia representa el conocimiento por excelencia, un modo confiable de captar la


realidad, sin embargo hay problemas que se admiten fuera del alcance científico. Es ahí
donde popularmente se ubica el rol de la filosofía; abordar esos dilemas que la ciencia
es incapaz mediante elaboraciones teóricas sobre las que sus mismos autores son
incapaces de llegar a acuerdo.

Esta es la imagen convencional que en la actualidad domina el “hombre normativo”, la


cual se ve claramente influenciada por la valoración que forjaron en el s. XIX los
positivistas y los históricos de la ciencia.
Sin embargo, y aquí está servido el debate, los historiadores de la ciencia (y los de la
filosofía) de los siglos XX y XXI han establecido que aquella visión es una
simplificación prejuiciosa.

En favor de esta conclusión ofrecen una contraargumentación dirigida específicamente a


dos puntos del metarrelato positivista:

Se dirigen primero hacia un mito aceptado por el discurso positivista; la Edad Media es
una “época oscura” en la que la incipiente ciencia grecorromana habría sido limitada
por el obscurantismo religioso y la especulación escolástica.

La segunda falacia contra la que se pronuncian es aquella que afirma que en cada
momento histórico se distinguen nítidamente los límites exactos donde acaba la filosofía
y empieza la ciencia.

La frontera que delimita ambas ha sido siempre confusa además de cambiante. Más aún
cabe decir; es en esta frontera donde se han desarrollado además de debates
fundamentales para ambas disciplinas, personalidades muy influyentes, descriptibles
como interseccionalidades. Albert Einstein se reivindicó a sí mismo como filósofo a la
par que científico (y no con falta de criterio). Este fenómeno de superposición que se da
en la práctica está más que fundamentado teóricamente.

Es más, en el mismo método científico hay ciertos pasos que se suelen categorizar como
pertenecientes a la actividad filosófica. Estos a los que me refiero son en concreto los
tres primeros: observación, pregunta e hipótesis. A su vez, de un filósofo que se halle
ante x problema y adopte una solución empírica, cabría decir que está utilizando el
método científico.

La que considero mejor descripción dada acerca del panorama actual de esta relación:

“La filosofía es algo intermedio entre la teología y la ciencia. Como la teología,


consiste en especulaciones sobre temas de los cuales, hasta aquí, ha sido
inalcanzable un conocimiento definido; pero como la ciencia, apela a la razón
humana más que a la autoridad. Todo conocimiento definido pertenece a la
ciencia; todo dogma acerca de lo que sobrepasa el conocimiento definido
pertenece a la teología. Pero entre la teología y la ciencia hay una tierra de nadie,
expuesta al ataque por todos lados; esta tierra de nadie es la filosofía”. (Russell,
1945, p.156)
10. Conclusión.

La tesis que trato de defender es que en realidad toda disciplina científica se incluye, en
última instancia, dentro de un conjunto más general, a saber la filosofía. La ciencia es
posiblemente el mejor de los métodos que ha desarrollado la misma filosofía en su
intención de conocer el mundo. Es cierto que consecuencia de la evolución científica
ésta ha generado una identidad propia reconocible por método y objeto de estudio. A lo
que atribuyo menos sentido es a su intención secesionista pues, y como he dicho antes,
en su mismo método se pueden observar procedimientos tradicionalmente filosóficos.

Todo conocimiento nace necesariamente por ambición filosófica. En nuestros primeros


pasos racionales tratamos precisamente de establecer x razones para x fenómenos, pero
esto no hubiera sido posible si antes no nos preguntáramos sobre lo que nos
circunscribe. Esta curiosidad inherente al ser humano ha sido el motor de nuestra
racionalidad y responde fielmente a un amor por la sabiduría.

En definitiva filosofía y ciencia son actividades complementarias que pugnan hacia la


misma dirección, el conocimiento.
Bibliografía:

Adolfo, J. (2002). Ciencia y filosofía. 2004, de Revista Métode Sitio web:


https://metode.es/revistas-metode/document-revistes/document-ciencia-y-filosofia.html

Alvarado, J. (2015). Ciencia y filosofía: la vida y su porque. Esfinge, V, 85.

Arana, J. C. (1999). Las raíces ilustradas del conflicto entre fe y razón. Madrid, España:


Encuentro.
Arana, J. C. (2015). El proceso histórico de separación entre ciencia y
filosofía. Madrid, España: Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Arana, J. C. (2016). Evolución histórica de la relación ciencia-filosofía. 2016, de
Diccionario Interdisciplinar Austral Sitio web:
http://dia.austral.edu.ar/Evolución_histórica_de_la_relación_ciencia-filosofía
Aristóteles. (1970). Metafísica. Madrid, España: Gredos.
Clarke. S. 1980. La polémica Leibniz Clarke. Madrid, España: Taurus.
Horgan, J. (1998). El fin de la ciencia. Barcelona, España: Paidós.
Uribe, J. & Manuel, J. (1997). Thomas Kuhn. Santiago de Cali, Colombia: Universidad
del Valle.
Jacques, M. (1968). Los grados del saber. Buenos Aires, Argentina: Club de Lectores.
Koyré, A. (1966). Estudios galileanos. Paris, Francia: Hermann.
Koyré, A. (1968). Estudios newtonianos. Paris, Francia: Gallimard.
Paul, M (1981). Le Développement de la Physique Cartésienne. New York, Estados
Unidos: Arno.
Russell, B. (1945). Historia de la filosofía occidental. Inglaterra: Thémata.

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