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GRITA / Grupo de Investigación en Técnica de la Psicoterapia Psicoanalítica

Documentos de Trabajo Nº 7

CONFLICTO Y DEFICIT1

BJORN KILLINGMO

RESUMEN

Una de las tareas teóricas más desafiantes de la actualidad es integrar la psicología del déficit con la
concepción psicoanalítica tradicional del conflicto. En el presente artículo se plantea que dicha
integración debe producirse dentro de un marco de organización estructural. Utilizando las
características de la transferencia, el analista debe decidir si un determinado material clínico debe ser
visto principalmente como una expresión de conflicto o de déficit, El artículo muestra cómo pueden
aparecer los derivados del déficit en el diálogo terapéutico. Cuando estos están apunto de ser
predominantes, el analista debe modificar su estrategia, pasando de descubrir significados a
constituir significados, utilizando para ello intervenciones de tipo afirmativo. En la medida que el
nivel estructural fluctuará al interior de un mismo paciente de un punto del tiempo a otro o de un área
de su personalidad a otra, el analista tiene que estar en un estado de constante receptividad para poder
oscilar entre las dos posiciones estratégicas. Se concluye que si bien el psicoanálisis tiene que ampliar
tanto su concepción de psicopatología y su estrategia terapéutica no parece necesario ningún cambio
en la actitud analítica básica.

INTRODUCCION

En el psicoanálisis tradicional la psicopatología es conceptuada en términos de conflicto


intersistémico. Esto implica diferentes patrones de oposición entre los tres sistemas estructurales de la
personalidad ello, yo, super yo- y la realidad. Además, la fórmula principal de la evolución patológica es
la siguiente: deseo pulsional edípico- represión- regresión- formación de síntomas. Esta manera de
conceptuar la patología presupone un cierto grado de diferenciación estructural. En primer lugar, los
propios sistemas que se supone están en conflicto entre si tienen que estar separados. En segundo lugar,
tiene que establecerse una diferenciación relativamente estable entre la representación del sí- mismo y la
representación del objeto (constancia) de tal manera que se experimente la constelación interpersonal
triádica de la situación edípica. En tercer lugar, el individuo debe haber alcanzado un nivel de desarrollo
estructural que le permita utilizar la represión como el principal mecanismo de defensa.
Sin embargo tanto la experiencia clínica como la evolución teórica, especialmente durante los últimos
20 años, parecen exigir una revisión, o por lo menos una ampliación, de la teoría clásica. Primeramente,
una inmensa cantidad de evidencia clínica tiende a señalar el inicio de la patología antes de la etapa en
que se supone se ha producido la diferenciación estructural mencionada líneas arriba (Call, 1980). Luego,
las propias necesidades en juego en el proceso patológico no siempre parecen ser de naturaleza
fundamentalmente pulsional (libidinal o agresiva). También necesidades evolutivas (Tolpin, 1978), como
la necesidad de una fusión simbiótica (Mahler y otros, 1975) o la necesidad de la afirmación del
sentimiento básico del si-mismo (Kohut, 1977), pueden jugar un rol independiente como fuerzas
motivadoras de fenómenos patológicos (Killingmo, 1985). Finalmente, parece que el mecanismo de
funcionamiento de la patología no siempre es el de fuerzas que se oponen activamente unas a otras, como
se definía en la teoría tradicional. También puede ser el de un sufrimiento o trauma pasivo. El aporte
patógeno del medio ambiente no es fundamentalmente el de una condena moral que se opone a los deseos
pulsionales del niño. Más bien se trata de un problema de falla es decir, que el objeto no responde
emocionalmente de una manera adecuada en términos de las fases a las necesidades evolutivas del niño.
Por lo tanto, a nivel de principios, debemos hablar de dos mecanismos patológicos separados, el del
conflicto y el del déficit. A diferencia de la patología típica, basada en el conflicto, la patología basada en
el déficit se caracteriza por las fallas intrasistémicas, como una estructura defectuosa del si mismo, la
falta de constancia del objeto la difusión de la identidad, la escisión y la falta de capacidad para
1
Killingmo, B. (1989). Conflict and Deficit: Implications for Technique. Int. J. Psycho-Anal., 70:65-79. La
presente versión no incluye la figura que está incluida en el trabajo original. La traducción castellana ha
sido revisada por el Colectivo GRITA.
Bjorn Killingmo Conflicto y Déficit (versión castellana)

relacionarse emocionalmente con los objetos (Kernberg, 1975), es decir, que la propia evolución de la
estructura del yo ha sido dañada.
El enfoque cada vez más amplio de la psicopatología mencionado líneas arriba es resultado
principalmente de la evolución teórica dentro de la psicología de las relaciones objetales y de la
psicología del si-mismo. Obviamente, esta nueva perspectiva cuestiona el monopolio que ha ejercido el
concepto de conflicto dentro de la teoría tradicional. En líneas generales, tres posiciones teóricas respecto
al concepto de conflicto parecen ser las predominantes en el psicoanálisis contemporáneo:

(1) El conflicto debe ser concebido como existente desde el nacimiento. En última instancia, toda la
psicopatología se basa en el conflicto intrapsiquico. El psicoanálisis como procedimiento
terapéutico es aplicable, en principio, a toda la gama de patologías. Esta sería la posición
kleiniana.
(2) El conflicto debe ser restringido al conflicto intersistémico tradicional. El tratamiento
psicoanalítico también debe estar restringido a la patología basada en conflictos. El déficit
evolutivo, perteneciente a las primeras etapas evolutivas indiferenciadas, estrictamente hablando,
cae fuera del dominio teórico específico del psicoanálisis. Esta parece ser la posición de Anna
Freud (1981).
(3) El concepto de conflicto debe ser complementado por el concepto de déficit dentro de una teoría
amplia de la evolución estructural. El psicoanálisis, en su forma clásica, no puede enfrentar toida
la gama de patologías estructurales encontradas en la práctica clínica. Por lo tanto, se necesita
ampliar los alcances de la técnica analítica. Este ´tercer punto de vista´ parece estar implícito, si
bien no ha sido planteado abiertamente, en los escritos de varios teóricos contemporáneos (Gedo,
1981; Robbins, 1983; Tähkä, 1984). Es también el punto de vista que yo defiendo (Killingmo,
1985).

Este tercer punto de vista implica que la estructura de la personalidad tiene que ser profundamente
evaluada en cada caso específico. El analista2 debe derivar su estrategia terapéutica a partir de la
comprensión de la conformación estructural única del paciente y formular y aplicar sus intervenciones de
tal manera que se adecuen a dicha estructura. Con el fin de lograr esta tarea de una manera consistente, el
analista necesitará de una teoría que le permita una descripción detallada de la irregularidad estructural, es
decir de las variadas constelaciones de conflictos y estancamientos de la evolución y de su organización
resultante, así como de su estructura jerárquica. Equipado con tal instrumento, que le permita entender la
información clínica, el analista estaría en posición de ampliar sus intervenciones de tal manera que
correspondan con mayor exactitud al estado del Yo en cualquier momento dado de la terapia. Quizás esta
sea una situación ideal que nunca llegaremos a alcanzar. Pero, por otro lado, siempre será posible refinar
tanto la evaluación estructural como la intervención terapéutica, al igual que nuestro entendimiento de la
relación entre las dos.
El presente artículo tiene dos propósitos. Primero, discutir cómo la distinción conceptual entre déficit
y conflicto puede contribuir a un entendimiento más preciso y al manejo terapéutico de una variedad de
patrones estructurales, es decir, de la variación entre un paciente y otro, o entre un área de su personalidad
y otra. En segundo lugar, discutir cómo esta ampliación en la comprensión de la psicopatología afectara al
enfoque psicoanalítico estándar. Dentro de esta perspectiva, se discutirán con mayor detalle los siguientes
problemas:
1. ¿Qué diferencias produce la distinción entre conflicto y déficit en la estrategia terapéutica?
2. ¿Cómo se ve afectada la transferencia por el conflicto y el déficit respectivamente?
3. ¿Cómo aparecen los derivados del déficit en el material clínico?
4. ¿Implica el concepto de déficit una modificación de la actitud analítica?.

DOS ESTRATEGIAS TERAPÉUTICAS

Como se mencionara anteriormente, el concepto de conflicto intersistémico presupone cierto grado


de diferenciación entre los sistemas del ello, el yo y el super-yo. Además, debe producirse una
diferenciación dentro del propio yo. Esto incluye una cierta capacidad de representación en lo que
respecta a:
1. La relación entre causa y efecto circunscrito.
2. El sí-mismo como iniciador de pensamientos y acciones.
3. El sí-mismo como entidad independiente de otros objetos y sucesos.

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En este artículo, se utiliza el término “analista” aún cuando las intervenciones técnicas aplicadas caen fuera lo que
comúnmente se considera como psicoanálisis.

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Bjorn Killingmo Conflicto y Déficit (versión castellana)

Dadas estas características estructurales, podemos imaginarnos a un niño capaz de experimentar que
cierto evento “malo” tuvo lugar por una razón determinada y que él mismo tuvo algo que ver con que ello
sucediera, pero sabiendo simultáneamente que “no era totalmente culpable” (Myerson, 1981). El yo se ha
desarrollado hasta un nivel en el que es capaz de experimentar y representar la intencionalidad primaria.
Es decir, se ha designado a la representación del si-mismo como centro responsable de los impulsos,
acciones y sentimientos propios del niño (más adelante regresaré al asunto de la intencionalidad
secundaria). Este niño, al ser capaz de concebirse a si mismo, por lo menos de una manera rudimentaria,
como un agente de su propia vida también tendrá la capacidad de atemorizarse antes sus propias malas
intenciones. En consecuencia, el yo establecerá mecanismos para engañarse a sí mismo, principalmente la
represión, con el fin de evitar descubrir de quién teme qué. De esa manera, podemos conceptuar la
esencia de la patología basada en conflictos como una patología de significados ocultos.
La principal diferencia entre conflicto y déficit puede ser formulada en términos de representación del
significado intencional. Así, el déficit hará referencia a una patología donde no existe una intencionalidad
primaria. Debido ya sea a un estímulo abrumador, a un estímulo inadecuado o a la privación, el yo ha sido
dañado en un momento en el que su capacidad para representar causas y efectos y su capacidad para
experimentar el sí- mismo como un centro estratégico no se han desarrollado todavía. El resultado de esta
falta de diferenciación del yo es un estado de confusión y de sentimientos amorfos de vergüenza y culpa.
Por lo tanto, en la patología basada en el déficit no se trata de defenderse contra la angustia relacionada
con las malas intenciones, por ejemplo, necesidades, fantasías y sentimientos prohibidos dirigidos hacia el
objeto, como sucede en el conflicto. Contra lo que uno se defiende es, fundamentalmente, contra la
angustia de fragmentación, es decir contra la pérdida de la propia sensación de identidad.
¿Qué implicancias tiene esta diferenciación entre conflicto y déficit para la estrategia terapéutica y el
tipo de intervención? En lo que respecta a la patología basada en conflictos, la tarea del analista es apoyar
al yo en la arriesgada aventura de enfrentarse a impulsos y afectos arcaicos, hacia representaciones
objetales internalizadas que son proyectadas en el analista. Tal empresa presupone una alianza entre el
analista y el paciente para descubrir, es decir, para buscar los significados ocultos. Sin embargo, en lo que
respecta a la patología basada en el déficit, el esfuerzo terapéutico no se dirige principalmente a revelar
los significados ocultos sino más bien a ayudar al yo a experimentar el significado mismo. No se trata de
encontrar algo más sino de sentir que algo existe.
Al trabajar dentro del dominio del material basado en conflictos, el analista espera que el paciente se
alíe a él para investigar tanto el conflicto como la resistencia contra el propio esfuerzo de investigación.
La perspectiva terapéutica será principalmente topográfica y las intervenciones serán de tipo
interpretativo, siguiendo la fórmula de: -Lo que usted ha estado deseando pero que al mismo tiempo lo
ha atemorizado y le ha causado culpa, resistiéndose por lo tanto a tomar conciencia de ello, es ________-.
Incluso aunque le cause incomodidad, el paciente será capaz de aceptar que la invitación a explorar dentro
del significado latente es básicamente una actitud de ayuda por parte del analista.
Sin embargo, al trabajar con derivados del déflcit1 el analista no puede esperar que el paciente
experimente sin más ni más su invitación a investigar como un benevolente acto de ayuda. Es más
probable que sea interpretada en términos de crítica, provocación o ataque. Esto debilitará la alianza de
trabajo y en última instancia constituirá una amenaza para la continuación de la terapia Por lo tanto, con
respecto al material basado en un déficit, la perspectiva terapéutica no es principalmente topográfica sino
que busca (1) corregir y separar las representaciones sí-mismo-objeto distorsionadas o difusas y (2)
producir la estructuración de aspectos de las relaciones objetales que todavía no se ha alcanzado en la
evolución previa. Con este propósito,las intervenciones del analista deben tener no una naturaleza
interpretativa sino una naturaleza afirmativa.
¿Cuáles son las características de una intervención afirmativa? Los cuatro elementos planteados
por Cissna y Sieburg (1981) parecen establecer la esencia psicoanalítica del concepto: (1) el elemento de
existencia, (2) el elemento de relación, (3) el elemento de valor y (4) el elemento de validez de la
experiencia. Una intervención afirmativa no siempre incluye los cuatro elementos, sino que puede
enfatizar uno de ellos. Así, algunas veces la validez de la experiencia será la característica que necesita
ser confirmada con mayor urgencia. Una intervención pertinente sería más o menos de la siguiente
manera: Lo que usted siente es conecto. En esa situación usted no tenía otra opción. Usted hizo
exactamente lo mejor que podía haber hecho. La naturaleza afirmativa puede ser transmitida mediante
intervenciones de diferente complejidad lógica y contextual que van desde oraciones simples como 'Lo
que usted vio debe haberle resultado tremendamente perturbador' hasta reconstrucciones más integrales
que busquen deshacer las conexiones falsas tanto a nivel emocional como cognitivo
Se han utilizado varios términos para hacer referencias a intervenciones distintas a la interpretación
tradicional. Así, Ornstein y Ornstein (1980) hablan de la 'interpretación empática reconstructiva; Thanká
(1984) de 'explicación empática', mientras que otros utilizan el término 'reconstrucción' como otra
categoría amplia de intervenciones distintas de la interpretación Sandler, 1984). Yo sugeriría que todos

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estos términos se agrupen bajo el rotulo de intervenciones afirmativas. En mi opinión, esta amplia
categoría también incluirla términos como 'contener' (Bion 1962) y 'sostener' (Modell, 1976; Winnicott,
1965). Si bien estos términos engloban más aspectos y hacen también referencia a otros aspectos más
implícitos del comportamiento del analista, contribuyen al establecimiento de la calidad de significación a
lo experimentado. Ciertamente, lo afirmativo no depende de las palabras; puede ser transmitida por medio
de un silencio pertinente.
Para concluir, a nivel de principios podemos distinguir entre dos tipos de estrategia terapéutica: (1) la
revelación del significado y (2) la creación del significado; siendo la primera pertinente principalmente en
contextos de conflicto y la segunda en contextos déficit estructural. Si lo que se busca es revelar un
significado, el tipo pertinente de intervención es la interpretación, mientras que la creación de significado
se obtiene a través de intervenciones de tipo afirmativo.

DOS PATRONES DE TRANSFERENCIA

Siguiendo el modo de razonamiento presentado líneas arriba, resulta una tarea importante para el
analista el decidir si el material disponible se basa principalmente en un conflicto o en un déficit Al tomar
esta decisión, ciertos aspectos cualitativos de la transferencia pueden servir como gula
Dentro de la tradición Kohutiana, se hace una distinción entre transferencia del objeto y transferencia
del objeto si mismo (Orstein, 1980). En líneas generales, la primera hace referencia a la transferencia
derivada de un conflicto, mientras que la otra hace referencia a derivados de un déficit Sin embargo, para
los propósitos del presente trabajo, puede cuestionarse la utilidad del concepto de transferencia del objeto
si-mismo. En la medida que hace referencia sólo a tres patrones de transferencia narcisista, 'imagen
especular', 'idealización' y hermano gemelo' (Kohut, 1984), el concepto parece demasiado limitado como
para abarcar todos los tipos de transferencia de relaciones objetales distorsionadas que se asocian a la
patología basada en el déficit, como por ejemplo la transferencia- 'fusión' (Hedges, 1983). Además, no
sólo el contenido de la transferencia es de interés clínico, sino también aspectos formales como la
coherencia, la diferenciación, la rigidez y la estabilidad de la transferencia, los cuales son tremendamente
relevantes. Estos aspectos, que transmiten información sobre el nivel de organización estructural, no son
enfatizados por el concepto Kohutiano. Otra objeción es que el concepto de transferencia del objetos si
mismo, tal como la explica Kohut, implica concebir al analista únicamente como herramienta para la
confrontación de estructuras, descuidando su posición también como objeto de acciones y afectos
relacionados con las pulsiones (Curtis, 1983). En última instancia, el analista no sólo actúa como una
'comadrona' en el nacimiento de una representación coherente del sí- mismo sino que también es el
modelo para una amplia gama de funciones del yo. Así, pues, necesitamos de conceptos más amplios, por
lo que en lo sucesivo utilizare los términos transferencia de conflicto y transferencia de déficit,
respectivamente.
¿En qué se diferencia la transferencia de conflicto de la transferencia de déficit? Según el nivel de
diferenciación estructural involucrado en el conflicto, la transferencia que se origina en un conflicto
también será de una naturaleza diferenciada En el conflicto, nos enfrentamos con impulsos y afectos
dirigidos hacia representaciones internalizadas de objetos emocionales que anteriormente fueron
importantes en la vida de la persona. Estas representaciones y las diferentes necesidades asociadas a ellas
son proyectadas inconscientemente en el analista con la esperanza de recibir una gratificaci6n por parte de
el. Formalmente, ellas constituyen representaciones objetales completas, independientes y especificas,
inmersas en patro~ nes complejos de relaciones objetales Además, están estructuradas en base al impacto
del principio de realidad, por lo que no perturbarán seriamente la alianza terapéutica ni encubrirán el
aspecto de realidad de la situación terapéutica
A través de la internalización de aspectos del objeto y de su 'transmutación' en estructuras
despersonalizadas, duraderas, el individuo obtiene una independencia relativa de la presencia y
gratificación directas del objeto. Así la dependencia compulsiva de la aprobación del objeto disminuirá
en la medida que se estructuren las funciones afirmativas del objeto. Si. la internalización de las
representaciones del objeto y de sus funciones no ha sido completada, el individuo se mantendrá más o
menos dentro de una relación pre estructural (funcional) con el objeto. Esa es la esencia de la
transferencia que se origina en el déficit A diferencia de la transferencia de conflicto, la transferencia de
déficit no está cargada con un contenido representacional específico. Se trata más bien de una
externalización directa o de una repetición de una estructura subdesarrollada o distorsionada.
Así, en principio, la transferencia de conflicto hace referencia a la repetición de necesidades dirigidas
hacia las representaciones de objeto. mientras que la transferencia de déficit hace referencia a la
repetición de necesidades dirigidas hacia objetos que no han sido internalizados. Sin embargo,
clínicamente, la estructuración deficiente difiere en cuanto a grado y magnitud. Por lo tanto, una persona

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puede permanecer en una relación pre-estructural en lo que respecta a ciertas funciones o aspectos del
objeto, mientras que otras funciones u otros aspectos pueden haber 'pasado' a una relación estructural.
Desde un punto de vista terapéutico, podemos decir que el paciente con una transferencia de déficit es una
persona que necesita un objeto capaz de suministrarle las condiciones apropiadas para corregir las
representaciones objetales distorsionadas y para internalizar las funciones del objeto. Este es un
prerrequisito para que se produzca una mayor diferenciación estructural
La discusión en curso puede haber dejado la impresión de que la transferencia de conflicto y la
transferencia de déficit son fenómenos psicol6gicos diferentes Sin embargo, la diferencia se da más a
nivel conceptual que a nivel de la observación clínica. Por definición; la transferencia de déficit hace
referencia a una orientación emocional sin un contenido específicamente dirigido al objeto. Sin embargo,
en la práctica clínica no se presentará así. Como la transferencia de conflicto, la transferencia de déficit
estará cargada de significadas que son proyectados en los objetos. La razón para esto es que en la vida
psíquica siempre se está produciendo un proceso de organización (Killingmo, 1985). A través de este
proceso, los defectos estructurales que se originaron a partir de traumas tempranos serán organizados
dentro de estructuras posteriores de origen conflictivo y de esa manera adquirirán un significado dentro de
contextos continuamente cambiantes. En el adulto, el proceso de organización se habrá venido
desarrollando durante un tiempo prolongado combinando derivados de déficit y de conflicto en patrones
complejos del carácter- de manen que es casi impasible distinguir con precisión uno del otro.
Lo que denominare 'intencionalidad secundaría' puede servir como ejemplo. En una sección anterior,
se introdujo el concepto de intencionalidad .primaria en referencia a la capacidad rudimentaria del yo del
niño para experimentar la representación del si mismo como responsable de sus necesidades y
sentimientos. Se supone que esta diferenciación estructural constituye un prerrequisito para el desarrollo
de una patología a nivel de conflictos. Sin embargo, las patologías que se origina a nivel de déficits
también pueden presentar como característica la intencionalidad- pero en esto caso como un fenómeno
secundario. Inicialmente, el niño no tiene una participación intencional en el trauma, pero es posible que,
como un acto de organización posterior, transfiera las malas intenciones de otras relaciones conflictivas
hacia el trauma, con el fin de otorgarle significado a una experiencia que de lo contrario resulta con fusa o
aterradora. Después de todo, el mundo puede resultarle más tolerable a un niño pequeño si piensa que su
madre lo dejó porque era un niño malo en vez de tener que enfrentar el hecho de que su madre
simplemente lo abandono. Además, esta realidad simple probablemente desencadenaría una ira de una
naturaleza tan amenazadora que resulta más seguro culparse uno mismo. Por lo tanto, podemos hablar
de don tipos de sentimientos de culpa (1) uno basado en las malas intenciones que desde un inicio se
experimentan como propias y (2) otro basado en las malas intenciones que son autoimpuestas
posteriormente para eliminar una confusión. Los dos tipos tienen fuentes diferentes pero, a nivel clínico
pueden parecerse mucho y pueden tener efectos dinámicos semejantes. Es sólo a través de aspectos sutiles
de la transferencia que se puede rastrear la diferencia en el origen.
De acuerdo a cómo se lleva a cabo el proceso organizativo, pueden surgir diferentes combinaciones de
déficit y conflicto. La intencionalidad secundaria muestra cómo el déficit adquiere significado al ser
interpretado en términos de conflicto. Los derivados del déficit también pueden crear o iniciar un
conflicto. Por ejemplo, cuando estructuralmente la agresión está demasiado indiferenciada (muy poco
neutralizada) como para llegar a una formula de compromiso con las restricciones normales impuestas
por los progenitores o cuando privaciones previas han dejado detrás un hambre de objetos tan intensa que
no podrá ser satisfecha con relaciones de amor mutuo. En general, el déficit estructural tendera a
intensificar los conflictos evolutivos comunes. Así, la angustia de castración del conflicto edípico puede
adquirir una dimensión equivalente a un desastre o a un fracaso total cuando se añade a la figura un si-
mismo previamente fragmentado.
En la medida que los derivados del conflicto dinámico y los derivados de los defectos estructurales
están organizados en patrones complejos, no se les debe considerar como componentes separados que han
sido reunidos sino más bien como aspectos diferentes de fenómenos uniformes. Este punto de vista parece
estar en concordancia con lo planteado por Wallerstein: 'Pues en el flujo del material clínico analítico
siempre estamos en el mundo del tanto/como'. Constantemente nos enfrentamos tanto con lo edípico,
donde existe un si-mismo coherente, como con lo pre-edípico, donde éste no existe; tanto con regresiones
defensivas como con paralizaciones de la evolución, tanto con transferencias defensivas, como con
resistencias defensivas y con recreaciones de estados traumáticos más tempranos' (1983, p. 564).
Siguiendo este razonamiento debería anularse también la distinción entre transferencia de conflicto y
transferencia de déficit. Cuando se aplican a la situación clínica, parece mas adecuado considerarlas como
expresiones de cualidades diferentes de la transferencia antes que como formas diferentes de
transferencia.

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IMPLICACIONES CLINICAS

Las implicancias terapéuticas de la distinción entre déficit y conflicto hacen que la manera de escuchar
del analista cobre mayor importancia. Además de tamizar el material clínico en busca de significados
inconscientes el analista continuamente tiene que dejar que el material pase a través de un proceso de
enjuiciamiento del grado de diferenciación estructural que se refleja en el. Ciertamente, este no es un
proceso de decisión consciente. En el clínico experimentado, se trata de una forma altamente
automatizada de percepción que forma parte de la atención libre flotante. Sin embargo, incluso los
clínicos más experimentados pueden fácilmente dejar pasar indicios sutiles que apuntan hacia derivados
de déficit Superficialmente, puede parecer que el material tiene su origen en un conflicto, lo que lleva al
analista a intervenir en un nivel que es demasiado alto con respecto al nivel donde está organizado el
núcleo emocional del material. Al hacer esto, deja de ser accesible para el paciente, quien en
consecuencia no puede sacar provecho de la intervención.
Como ya se planteo, la distinción entre transferencia de conflicto y transferencia de déficit puede
resultar útil como herramienta conceptual para juzgar el material disponible. Sin embargo queda la
siguiente interrogante: ¿Cómo se reflejan a nivel clínico los derivados del déficit, cuáles son las señales
clínicas que el analista debe recoger? A continuación, se presentará un breve extracto de un diálogo
terapéutico, con el propósito de ilustrar clínicamente y llamar la atención sobre el problema de intervenir
terapéuticamente a nivel estructural, así como mostrar algunas cualidades características de la
transferencia de déficit.
La paciente, una mujer de 28 años, vino al tratamiento quejándose de una sensación crónica de vacío y
falta de alegría Ella se estaba desempeñando muy competentemente en su profesión de enfermera. Sin
embargo; no habla tenido relaciones intimas con ningún hombre y, aunque tenía muchas amigas, no sentía
a ninguna emocionalmente cercana y experimentaba un sentimiento constante de soledad. Ella era la
mayor de cinco hermanos y desde muy corta edad se esperó que se ocupara de sus hermanos menores;
pero sin darle a cambio ningún tipo de créditos o de privilegios. La madre parecía haber sido una persona
muy egocéntrica e inestable, muy poco afectiva con sus hijos a los que demandaba una disciplina estricta.
La paciente nunca había estado segura de contar con la aprobación de su madre. Tan pronto como la
madre se sentía mortificada con los niños, y especialmente con la paciente, quien por ser la mayor se
suponía que debía saber cómo comportarse, abandonaba repentinamente la casa. Los niños se quedaban
angustiados, esperando su retorno, sin saber si éste se produciría.
La paciente había estado en psicoterapia de orientación psicoanalítica durante tres años. La
transcripción proviene de una fase de la terapia en la que se había llegado a un punto de estancamiento.
Sesión a sesión, la paciente insistía repetitivamente en que el analista debía decirle lo que ella estaba
pensando mientras permanecía sentada en silencio. En numerosas ocasiones y de diferentes maneras, el
analista habla comentado sobre la naturaleza insistente de su demanda y la habla incentivado a que tratara
de descubrir qué necesidades estaban siendo expresadas por esta actitud. Sin embargo, estos comentarios
eran experimentados regularmente por la paciente como un rechazo, lo que a su vez daba como resultado
una actitud de mayor demanda. La secuencia elegida se desarrolla de la siguiente manera:

1. A: Mi invitación era a que juntos miráramos lo que estaba sucediendo en su interior ante esta
situación. Es como si esa perspectiva se hubiera perdido.

2. P: Sí, se ha perdido. Yo sólo siento que usted la ha introducido por mi.

3. A: Es provechoso que esto salga, ¿no? Después de todo, demuestra qué tan
insegura está usted de mi y cuan presionada se siente, por la que perspectiva dc trabajo que
teníamos se ha perdido. Me imagino que 1o mismo sucede fuera de la terapia también.

4. P: Si así es .Pero afuera no me preocupa. Aquí es diferente. Aquí se presiona todo hasta el limite.

5. A: Si. ¿y no es eso provechoso? Nos da la oportunidad de trabajarlo aquí.

6. P: Si pero me hace sentir muy insegura.

7.A: Pero, ¿no cree usted que podría seria útil dejarlo salir, de manera que pudiéramos trabajar
precisamente esa sensación?

8. P: Si, pero al mismo tiempo puede hacerme retroceder.

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9. A: ¿Retroceder?

10 .P Si, usted está pensando: 'oh, Dios, ella ha estado viniendo todo este tiempo aquí y todavía
muestra -¡esto es todo lo que ha avanzado!'

11 A: Usted todavía no está segura de que yo pueda aceptarla

12. P: Y el hecho de que usted use la palabra 'invitación'. También la uso la sesión pasada -que yo la
estoy invitando' a algo. En primer lugar, no entiendo qué tipo de invitación es ¿se da cuenta? Yo
no la veo como una invitación. Para mi es una provocación y un ataque mientras que usted tenía
una intención totalmente diferente. ¡Jaque mate!

13. A: Si, la comprendo. Así es como usted me ha experimentado.

Anotaciones:

Nº 1: Al utilizar la palabra 'invitar’, A presupone que P está motivada a descubrir algo. También da
por hecho que P tiene tanto la capacidad como la voluntad para soportar el displacer a cambio del
beneficio de alcanzar un objetivo de orden superior que ha venido siendo pospuesto. Esto implica un
funcionamiento del yo a un nivel organizativo complejo.

Nº 2: La respuesta de P no refleja ninguna alianza de trabajo, lo que indica que el yo no está


funcionando en el nivel esperado. Así, lo que A pretende que sea un trueque ventajoso es
experimentado por P como un acto de malicia. Este seria un claro ejemplo de desencuentro
estructural.

Nº. 3: Sin embargo. A no percibe que el ya no es emocionalmente accesible para P. Por el contrario,
al introducir la palabra 'provechoso', A espera que P adopte una cierta actitud instrumental que
requiere que el yo este funcionando al mismo nivel o a un nivel superior. Por esto, la presión se
incrementa y A se torna aun mas distante a nivel emocional para P.

Nº. 4:P responde expresando casi abiertamente cómo la relación con A constituye un asunto de vital
importancia. Nada más importa. Es como si P estuviera haciendo sonar una alarma.

Nº. 5: Todavía A no recibe la señal. Al insistir en la actitud instrumental (véase No. 3). el pierde la
oportunidad de captar el casi desesperado grito subyacente en el discurso de P: 'Si usted me deja -
¡todo habrá terminado'.'

Nº. 6: P no se ha resignado. Todavía trata de hacer llegar su mensaje: '¡usted no debe dejarme'.'. Sin
embargo, la palabra 'pero' indica que la desesperación ha tomado un matiz más agresivo. Esto puede
amenazar en última instancia la esencia de la alianza terapéutica.

Nº. 7: Como respuesta, A también adopta la palabra 'pero'. Esto transmite una actitud argumentativa
que añade a la situación un elemento agresivo y generador de culpa. Ciertamente, la relación entre A
y P ya no es de cooperación sino de confrontación.

Nº. 8: En su respuesta, P elige un término bastante especial, 'retroceder'. Superficialmente esto


suena algo impreciso. Sin embargo, dinámicamente, esta misma falta de precisión puede constituir
un punto importante. Es probable que sirva como cubierta de un peligro más serio posiblemente el
de suicidio aun cuando P no sea consciente de ello.

N. 9: Obviamente, la metacomunicación transmitida a través de la palabra 'retroceder' intriga a A y


le hace modificar el nivel de intervención. Ahora, él se abstiene de presionar a P para que colabore
más y se restringe a plantear una pregunta simple.

N. 10: En respuesta, P expresa abiertamente su temor de ser abandonada por A.

N. 11: Aun cuando la palabra todavía puede comunicar un cierto reproche por parte de A, el
mensaje de P parece haberse hecho visible. Ahora A se da cuenta de la aguda necesidad de P de
tener confirmados sus sentimientos inmediatos Esto es satisfecho por A simplemente planteando

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como está experimentando P la situación. De esta manera, él transmite su comprensión y aceptación


de lo que significa ser P.

No. 12: El pasaje más extenso que viene a continuación indica que el matiz afirmativo de la
intervención de A ha disminuido el nivel de tensión en P. Ella ahora es capaz de tomar cierta
distancia respecto a sus necesidades y, de esa manera, brindar una explicación más coherente de
cómo está experimentando su relación con A. Esta seria una muestra de cómo la afirmación puede
mejorar el funcionamiento del yo.

No. 13: Ahora A está completamente consciente del desencuentro estructural. En consecuencia, ha
modificado su intervención de una destinada a develar significados a una que busca crear un
significado. Nuevamente es emocionalmente accesible para P.

En este extracto, hemos visto a un analista que está interviniendo en un nivel demasiado elevado para
la capacidad estructural que tiene la paciente en ese momento. El analista presupone que la paciente es su
aliada en una actitud compartida de 'descubrir'. Pero no se da cuenta de que el material real se
deriva fundamentalmente de un déficit no de un conflicto. En consecuencia, la paciente no tiene
motivación alguna para descubrir nada. Tal actitud no tiene realidad psíquica para ella. Su motivación
funciona a un nivel más indiferenciado. Ella necesita experimentar la calidad de ser. Esta necesidad
constituye el centro emocional en ese momento. Podemos describir la relación entre P y A mediante una
metáfora: P está llamando a la puerta de la casa de A mientras que A abre la ventana del segundo piso. De
esa manera, no deja entrar a la paciente.
La invitación a buscar un significado implica una actitud de esfuerzo mental continuo y dirigido hacia
una meta. Sin embargo, para una persona con déficit, esta actitud no resulta atractiva. No la experimenta
como una empresa excitante, estimulante, ni siquiera peligrosa. Básicamente, la experimenta como una
carga agotadora que uno está obligado a soportar o algo que se tiene que aceptar de la boca para afuera,
mientras se espera desesperadamente a que llegue lo verdaderamente significativo. En términos
metafóricos, la persona con déficit esta siempre esperando a Godot. Al mismo tiempo, cuando se habla de
un paciente con déficit, debe enfatizarse que el término no hace referencia a la personalidad en su
conjunto sino aquella parte de la constitución psicológica que se ha derivado del déficit. Ni siquiera a
nivel hipotético sería razonable concebir a un individuo totalmente sin conflictos.
Hemos llegado a la tercera pregunta planteada en la introducción de este artículo. ¿Mediante que
signos puede decidir el analista si el material clínico al que se enfrentase basa principalmente en un déficit
o en un conflicto? En la discusión precedente se planteó que la calidad de la transferencia puede ser útil
para que el analista identifique el nivel estructural involucrado. Hablando en estos términos, podemos
decir que A ,en el ejemplo dado, no advirtió ciertas señales que podrían haberle indicado que no estaba
enfrentándose a una transferencia de conflicto sino a una de déficit.
Regresando al dialogo, ¿qué indicios significativos pueden extraerse de la manera en que la paciente se
relaciona con el analista? Primeramente, existe una característica de persistencia monótona en la forma en
que la paciente hace sus demandas. Ella no varía el tema ni hace distinciones sutiles a nivel emocional ni
cognitivo. Es como tocar una melodía simple en un instrumento con pocas cuerdas. Probablemente, esto
es reflejo de una carencia de objeto a un nivel más profundo, que predomina en sectores de la vida mental
que se originaron en el déficit: Falta la variedad de afectos y fantasías coloridas que acompañan a una
orientación objetal completamente desarrollada.
En segundo lugar, existe una tendencia especial hacia lo directa tanto en el estilo como en la elección
de las palabras. Es la 'franqueza' de la persona que no tiene nada que esconder y, por lo tanto puede
mantener obstinadamente su posición sin correr el riesgo de que el peso de las evidencias se vuelva en su
contra. Es probable que esta actitud sea reflejo de la ausencia de una intencionalidad primaria en la
patología del déficit. Ella tiene su origen en la sensación básica de ser tratado injustamente ,no por objetos
específicos en una relación mutua de amor y odio sino por e1 impacto impersonal de la realidad.
En tercer lugar, el matiz emocional se caracteriza por una oscilación entre esperanza apremiante y
resignación, sin dejar sitio para una posición intermedia moderada. Tanto la propia labilidad como la
calidad extrema de los afectos sugieren que se trata de un asunto de importancia vital. Probablemente lo
que vernos es el reflejo de una subyacente anticipación de una catástrofe relacionada con la
fragmentación de la estructura del si-mismo.
Finalmente, debernos señalar que la propia paciente utiliza palabras corno 'inseguridad' y ataque para
describir su relación con el analista, palabras que indican a una persona que es víctima de una agresión
más que participante en un complot Un paciente con una patología de conflicto también puede describir la
relación con su analista en términos negativos, con el fin de ganar seguridad, pero al mismo tiempo existe
en ese caso una característica da responsabilidad compartida. Inconscientemente, el paciente con un

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Bjorn Killingmo Conflicto y Déficit (versión castellana)

conflicto sabe que el mismo ha contribuido al complot al plantear exigencias que son fundamentalmente
propias. Por lo tanto, al desarrollar sus criticas, él se cuidara de que su aporte propio no sea activado o
revelado. En consecuencia, ejercerá un control sutil que se manifestará en menciones indirectas,
diplomacia, vaguedad y disimulo en su relación con el analista Sin embargo, el paciente con déficit, al
sentir que no tiene tal obligación, puede tomar la posición clara de víctima sin mucha dificultad.
Asumiendo que en el ejemplo presentado A hubiera captado la señal antes, ¿cuál hubiera sido la
intervención adecuada? El punto óptimo parece estar después del No. 2 Obviamente aquí P se está
sintiendo no sólo rechazada sino también profundamente insegura y necesita de manera casi desesperada
una confirmación de su estado afectivo. Simultáneamente, la agresión todavía no ha sido completamente
movilizada. La posible intervención de A podría ser algo así: 'Si, usted tiene buenas razones para sentirse
insegura cuando yo no le respondo. Es como lo que usted sentía de niña cuando su madre no la respondía
y usted necesitaba desesperadamente saber lo que ella pensaba de usted realmente. Y ahora siente que yo
soy exactamente como ella y que la dejaré’ Por supuesto, no podemos estar seguros de que esta
intervención, construida retrospectivamente, hubiera sido óptima. Quizás debería ser expresada en
palabras que concordaran más con el 'dialecto emocional de la paciente' para que funcione clínicamente.
Sin embargo, a nivel de principios este tipo de intervención ilustra algunos aspectos significativos de la
afirmación:

(1) Objetivación. Al comunicar la característica experiencial de 'ya puedo sentir lo que es ser
usted', A contribuye a hacer que el estado afectivo de P sea menos privado.
Se convierte en algo que tiene forma, que puede ser compartido con otro y, finalmente, que
puede ser puesto en palabras.

(2) Justificación. Al introducir una relación causa-efecto, el estado afectivo es entendido dentro de
un contexto de eventos naturales razonables. De esa manera, disminuirán tanto la confusión
como la carga de la culpa secundaria.

(3) Aceptación: Al incluir el contexto histórico, A suministra las condiciones en que entiende lo
expresado por P Esto transmitirá a P una impresión mas confiable de una persona que
realmente la entiende. Al llevar su entendimiento al nivel infantil, A también hace que sea más
fácil para P aceptar la manera en que el analista la acepta ,a pesar de la culpa y el embuste que
de lo contrario podrían colorear su actual imagen de si misma.

Los objetivos de las intervenciones afirmativas, como la ejemplificada, son tres: (1) restaurar la
accesibilidad emocional del analista, (2) crear una situación emocional óptima, de tal manera que las
fallas empáticas del analista puedan funcionar como motivación para la internalización, (3) reducir la
dependencia compulsiva de la aprobación del analista,(5) es de esperar que esto logre que la orientación
del paciente pase de la exigencia al examen de la propia actitud de exigencia. Es decir, al satisfacer la
necesidad inmediata de significado, el yo podrá elevar su nivel de funcionamiento y adoptar una actitud
de investigación por lo menos durante un momento.
El énfasis que se ha dado en los años recientes a la patología del déficit puede haber llevado a resaltar
las técnicas afirmativas en desmedro de la interpretación de la intencionalidad activa. Al sobre-enfatizar
el aspecto afirmativo, fácilmente puede pasarse por alto la complejidad estructural. Primero, como ya se
ha subrayado, en la personalidad adulta, los derivados de déficit y de conflicto están organizados juntos
de manera indisoluble, dando forma a complejos patrones de carácter. Segundo, aun si un patrón de
carácter patológico se basa principalmente no en un conflicto sino en una herida estructural infligida por
el medio ambiente, el la interpretación de la herida que realiza el sujeto lo que nosotros tratamos en la
terapia. La realidad psíquica del evento es construcción propia del paciente. Entonces, aun cuando el
componente de déficit domine la conformación patológica y, en consecuencia, tenga que dotarse de una
calidad afirmativa a la mayoría de intervenciones, esto no será suficiente. También se necesitará de
intervenciones analíticas para sacar a luz las resistencias y para interpretar las fantasías en que se ha
basado el paciente para reinterpretar la realidad. Como lo plantea Langs: 'al reconocer las realidades de
los traumas tempranos (Khan, l983) sufridos por estos pacientes, uno no debe descuidar sus componentes
fantaseados y distorsionados en el proceso de reelaboración y reinterpretación posterior de dichas
experiencias tempranas, en el cual juegan un rol importante las fantasías inconscientes y las
introyecciones' (1976, p. 113). En tercer lugar, la privación infantil no se mantendrá corno una situación
simple de escasez en espera de una recarga. La decepción, la ira y el rencor conducirán a un cambio en las
propias necesidades. Ellas se estructuraran como necesidades ambivalentes, cuya característica es que la
persona simultáneamente acepta y rechaza lo que se le ofrece.

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Bjorn Killingmo Conflicto y Déficit (versión castellana)

Las características evolutivas mencionadas representan resistencias estructurales que impiden el acceso
directo al estado de déficit original.: La única forma de modificar el estado infantil, sea que este se base
en ultima instancia en un conflicto o en un déficit, esa través del análisis de las transformaciones
estructurales de los traumas originales. Además de estas resistencias estructurales, existen también
resistencias dinámicas. En el caso descrito anteriormente, era predominante el pedido desesperado de un
reconocimiento por parte del analista, pedido que se originaba en la falla empática de la madre. Sin
embargo, existe algo más que este estado de privación y el pedido desesperado de 'recarga'. La insistencia
en la demanda de la paciente también tiene un elemento de demostración agresiva de la incapacidad del
analista para ayudarla. Inconscientemente, e1 es identificado con la madre. Así, al llevar la terapia al
fracaso, la paciente podía obtener de manera triunfal su revancha contra la madre. Se hubiera producido
una grave falla si no se le hubiera mostrado e interpretado a ella esta resistencia agresiva.
Las implicancias clínicas de lo que se ha avanzado hasta ahora en la discusión pueden ser resumidas
mediante, la ilustración que aparece arriba . Al pasar a través del 'lente conceptual de la transferencia de
déficit/conflicto, el material clínico se dispersa en dos direcciones. En la medida que el material señale
principalmente en la dirección del conflicto, la estrategia que se debe elegir es la de revelar el significado
a través de intervenciones de tipo interpretativo. Cuando el material señale en la dirección del déficit, la
estrategia será establecer el significado a través de intervenciones, de tipo afirmativo. En cada paciente
podemos hablar de un punto de giro estructural (véase la figura).Allí es donde la transferencia de
conflicto se debilita y la transferencia de déficit toma el control. Al pasar dicho punto la actitud
investigadora deja de ser adecuada para el nivel estructural del paciente y el analista tiene que cambiar su
estrategia.
De no ser así, es probable que sus intervenciones aparezcan como un ataque contra la representación
del sí mismo que tiene el paciente. Esto queda ampliamente ilustrado en el caso clínico descrito. El último
comentario de P (el No. 12) demuestra en palabras directas que la adopción de una actitud investigadora,
que puede ser experimentada por otros pacientes como una invitación, es percibida por P corno un ataque.
P está funcionando por debajo del punto de giro, por así decirlo.
También debe recordarse que la calidad de la transferencia puede estar cerca al punto de giro
estructural y por lo tanto estar proclive a un cambio rápido. En consecuencia, el analista debe permanecer
en un estado de receptividad constante para percibir la oscilación entre las dos posiciones estratégicas.
Con frecuencia, un grupo de emociones tiene que ser interpretado inicialmente sobre la base de un
conflicto.. luego, elementos del mismo grupo tienen que recibir una respuesta afirmativa, por lo menos
hasta que el patrón en su conjunto sea interpretado nuevamente corno la expresión de un conflicto. Esta
oscilación de la estrategia refleja la estrecha interacción y la estructuración jerárquica del material
proveniente de un conflicto y de un déficit respectivamente.
La necesidad de oscilación en la estrategia terapéutica descrita líneas arriba se basa en aportes teóricos
recientes. ¿Cómo se enfrentaban estos problemas antes de que se contara con las nuevas distinciones
conceptuales? Existen razones para creer que muchos análisis han sido llevados a cabo en un nivel
estructural que no concordaba con el nivel en el que estaban organizadas las emociones cen-
trales del paciente. Les dos análisis del Sr Z (Kohut, 1979) plantean este problema. Al ir a un nivel
estructural demasiado alto, es probable que los afectos basados en un déficit no hayan sido atrapados por
el proceso analítico. Ellos más bien habrán permanecido invariables y aun más aislados, dando forma a
una corriente oculta de infelicidad y decepción crónicas. En parte, esto puede deberse a una adherencia
rígida por parte del analista a la concepción clásica del conflicto como el único principio de la patología
Por otro lado, tenemos razones para creer que sé han llevado a cabo análisis exitosos aun a pesar de que
hayan existido elementos obvios de déficit en la constitución psicológica de los pacientes. La razón para
ello puede ser que los buenos terapeutas, se trate de analistas clásicos o psicoterapeutas, siempre han
adaptado su técnica de tal manera que ella responda a la combinación específica de déficit-conflicto de
cada paciente, aun cuando esto todavía no hubiera sido articulado teóricamente ni tuvieran plena
conciencia de lo que estaban haciendo.
Queda una última interrogante: El aporte a la comprensión de la patología y a la técnica terapéutica
mencionado aquí, ¿llevará al abandono o, por lo memos, a una modificación de la actitud analítica
tradicional? ¿Tendrá el analista que cambiar también su actitud emocional hacia el paciente en la medida
que cambie su estrategia? ¿Necesitará el paciente de un apoyo emocional adicional además del ya
incluido en la actitud analítica al activarse un material basado en el déficit? (Modell, 1976) ¿Tiene que
adoptar el analista una forma más 'afectuosa', 'cercana', 'empática' de relacionarse con el paciente?
¿Porqué es pertinente plantear estas preguntas? La discusión en curso y la revisión de la teoría clásica
puede llevar a ciertas dudas respecto precisamente a las características de la actitud del analista.
Especialmente, las últimas formulaciones teóricas de Kohut (1984). que plantean que toda patología tiene

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Bjorn Killingmo Conflicto y Déficit (versión castellana)

que ser conceptuada en términos de una estructura deficiente del si-mismo y que incluso la persona adulta
madura depende de una respuesta empática permanente por parte de sus objetos-sí-mismo, pueden dar la
impresión de que el analista también tiene que actuar como un objeto-sí-mismo del paciente. Es decir. que
el analista tome el rol de un proveedor que suministra al paciente algo que él no ha obtenido de los
objetos-si-mismo originales -o en cantidad insuficiente- ya sea amor, aprobación o empatía. Aunque el
propio Kohut parece ser de la opinión de que la interpretación es el principal mecanismo técnico también
cuando se está enfrentado una patología basada en el déficit, es decir, el principal mecanismo para
corregir y reparar a una estructura deficiente del si-mismo, su perspectiva psicológica general parece
abrir el camino para una orientación hacia el 'suministro Obviamente, tal orientación es contraria a la
actitud analítica tradicional.
Para solucionar el problema relacionado con la actitud analítica, debe elaborarse un supuesto
respecto a qué característica de la relación terapéutica es decisiva para impulsar el progreso terapéutico.
Un concepto útil para esto parece ser el de disponibilidad emocional (Bowlby 1973). El concepto de
disponibilidad del analista ha sido mencionado en varias oportunidades en la discusión precedente. Ahora,
debe colocársele en su lugar apropiado. Al estar emocionalmente disponible, le transmite al paciente una
sensación de no estar aislado. Se asume que esta característica de la experiencia es una condición
fundamental para que se produzca un cambio. Así, la disponibilidad emocional es tan importante cuando
se trabaja en la esfera de conflictos como cuando se está enfrentando derivados del déficit El analista
tiene que estar siempre disponible para que la terapia progrese. Sin embargo, la característica relacional
que hace que el analista esté disponible al nivel del conflicto no necesariamente lo sigue manteniendo
disponible cuando el paciente está funcionando en el nivel de déficit, tal como se demostró en el caso
clínico líneas arriba. Por lo tanto, al escuchar empática y cuidadosamente, el analista tiene que entender
qué características especificas de las relaciones objetales se reflejan en la transferencia y ajustar sus
intervenciones de acuerdo con ello.
Tomando corno punto de partida el principio de disponibilidad emocional, la pregunta es: ¿Qué hace
que el analista esté disponible en el nivel de déficit? ¿Es necesaria una cantidad adicional de amor,
cuidado o aprobación? En mi opinión, la respuesta no se encuentra dentro de la perspectiva de una
provisión adicional. El tratar de estar disponible mediante la satisfacción de las necesidades del paciente
parece descansar en el supuesto de que es posible lograr un acceso directo a las necesidades infantiles en
el adulto. Por las razones mencionadas anteriormente en este artículo, tal supuesto es insostenible, pues
no toma en cuenta las complejas transformaciones estructurales que han experimentado, durante su
evolución posterior, las necesidades infantiles y las relaciones objeta les fijadas. En la paciente
mencionada en el caso clínico, si el analista hubiera respondido sus pedidos de aprobación ofreciéndole
realmente una evaluación positiva, podrían haberse generado complicaciones serias. Primero ,debido aun
fuerte sentimiento de culpa a ella no le hubiera resultado aceptable a un nivel profundo el recibir tal
regalo. Inconscientemente, el sentimiento de culpa se hubiera incrementado. Segundo, recibir un regalo
hubiera resultado tremendamente amenazador para esta mujer, debido a que toda su identidad está
construida en torno a concebirse como alguien a quien no se le reconocen sus méritos'. Esta es la 'historia'
que la paciente quiere que el analista confirme en ese momento, la de no ser reconocida por sus obietos-
sí-mismo originales. Así al brindarle su aprobación, en vez de comentar su pánico a estar en una
posición receptora, el analista se habría colocado a una distancia emocional mayor de la paciente.
El 'terapeuta proveedor' parece no distinguir claramente entre ser un objeto si-misrno y ser como un
objeto-si-mismo en la transferencia. La característica empática del encuentro terapéutico activa en la
paciente la transferencia de experiencias con objetos si mismo fijados. Sin embargo, el analista no
responde a estas experiencias desplazándose a la posición de suministro propia del objeto si-mismo
infantil. Lo que hace es confirmar la necesidad y el derecho. que tiene el paciente de ser confirmado .Es
decir que brinda su comprensión empática de cómo debe haber sido no haber recibido el reconocimiento
aflorado cuando más lo necesitaba y lo esperaba, justificando que se sienta así. Al confirmar exactamente
la manera en que se siente el paciente, el analista se relaciona con la necesidad mas urgente de un
paciente con déficit, es decir, la necesidad de sentir que 'yo soy' y que ‘tengo el derecho de ser'. Al
transmitir precisamente esta característica de la experiencia, el analista se muestra emocionalmente
disponible y, de esa manera, puede continuar el proceso, en el cual el paciente expresara su pérdida y su
odio, pasando luego a investigar de qué manera ha bloqueado sus propios sentimientos y se ha apartado
de un vinculo cercano, Al mismo tiempo, esta manera de tratar la transferencia de objeto si mismo puede
ser conceptuada como una representación madura del objeto-sí-mismo. Así, el analista cumple el papel
tanto de un objeto-sí-mismo de transferencia como de un objeto si-mismo nuevo, teniendo este último la
propiedad de estimular la construcción de estructuras. La experiencia de este objeto sí mismo maduro, en
oposición a los objetos si mismo infantiles previos, prepara el terreno para que el paciente torne el control
de las funciones de autorregulación en casos en que se produzca una empatía óptimamente inexistente
por parte del analista (Kohut, 1977). Sin embargo, queda por precisar si esta internalización

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Bjorn Killingmo Conflicto y Déficit (versión castellana)

transmutadora difiere a nivel de principios de la internalización que se produce en el análisis clásico.


Hablando en términos generales, en ambos casos el analista sirve como modelo para aprender actitudes
de yo más diferenciadas.

Por lo tanto, hasta ahora, no se indica ningún cambio en la actitud analítica. Elementos como
objetividad paciencia, estabilidad y tolerancia todos integrados dentro de la actitud analítica parecen ser
tan adecuados para enfrentar derivados del déficit como lo son dentro de la esfera de los conflictos. No es
necesaria ninguna característica adicional o especial en la participación emocional. Sin embargo, una
característica distintiva de la actitud analítica es el énfasis en investigar (Schafer; 1983). Según el
razonamiento presentado en este articulo, este mismo énfasis está muy alejado o no tiene relación alguna
con la realidad psíquica de los pacientes en un contexto de déficit. En la medida que este elemento se
mantenga, se tendrá que desarrollar obviamente una modificación en la actitud analítica. Sin embargo,
excluir al elemento de investigación no implica dejar de lado la actitud analítica en su conjunto. La
actitud analítica constituye una manera compleja de relacionarse a nivel cognitivo y emocional y está
conformada por diferentes elementos, entre los cuales existe también un elemento afirmativo (Schafer,
1983). Entonces, tanto el modo investigativo como el afirmativo están incluidos en principio dentro de la
actitud analítica y se les tiene que dar prioridad de manera alternada. ¿Puede decirse que existe un común
denominador subyacente a ambos modos que constituye un elemento más básico de la actitud analítica?
En mi opinión, tal elemento común existe y puede ser formulado corno el principio de dejar ser al
paciente. No debe confundirse este concepto con la neutralidad emocional. Por el contrario, se transmite
un profundo respeto al derecho del paciente a ganar experiencia en base a sus propias premisas y a confiar
en su habilidad para hacerlo si se le brinda la oportunidad. Esta característica de libertad, que nunca debe
ser excluida de la terapia, es quizás el mejor apoyo que el analista puede darle al paciente en su camino
hacia la autonomía.
Finalmente, ¿que hay del concepto de neutralidad psicoanalítica? ¿Debe el analista dejar de lado este
elemento de la actitud analítica sostenido durante tanto tiempo? Ninguno de los principios analíticos
parece haber sido peor entendido o más distorsionado por los críticos del psicoanálisis que el principio de
neutralidad planteado por Freud en sus recomendaciones técnicas<1912>. Primeramente, debe
establecerse que la neutralidad no es sino un aspecto de la actitud analítica. Luego, la neutralidad no
excluye la característica humana de simpatía como un matiz básico que impregna al proyecto
psicoanalítico en su conjunto. Finalmente, la neutralidad tiene que ser concebida como un principio para
enfrentar la transferencia y no como una descripción del comportamiento emocional real del analista.
Recientemente, Hoffer (1985) ha planteado una visión de la neutralidad que parece coincidir con la
línea de razonamiento del presente trabajo. Según Hoffer, el objetivo principal del analista es identificar,
definir y comprometer al paciente en relación con sus conflictos conscientes e inconscientes. Con este
punto de partida, la neutralidad se define como l aposición optima desde la cual el analista puede observar
conflictos especificables. Entonces, la neutralidad no es una descripción del comportamiento general sino
una manera de identificar conflictos. De hecho, existe una conexión entre empatía y neutralidad,
entendida como la apreciación genuina por parte del analista de los dilemas y conflictos del paciente
desde el punto de vista de este. Por lo tanto, los conceptos de neutralidad y empatía se refuerzan
mutuamente y no son antitéticos (P 783), Hoffer también señala que, en el adulto, el conflicto
frecuentemente se experimenta en torno a lo esfuerzos por ocultar el 'déficit' o los sentimientos de
necesidad que el paciente asocia a él (p. 773). Por lo tanto, en el paciente adulto, el déficit estructural
generalmente aparecerá clínicamente en contextos de conflicto y, en consecuencia, tendrá que ser
abordado inicialmente utilizando mecanismos analíticos.
Resumiendo: la actitud analítica es una manera de relacionarse cognitiva y emocionalmente compleja,
compuesta de diferentes elementos, todos los cuales convergen en un elemento clave que es la simpatía.
La posición asumida en el presenta trabajo es que puede producirse una oscilación entre una estrategia
interpretativa y una afirmativa al interior de la actitud analítica, al poner el énfasis alternativamente en
elementos parciales diferentes del racimo actitudinal. No parece necesario un cambio en la actitud básica
a nivel teórico ni a nivel clínico.

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