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GRITA / Grupo de Investigación en Técnica de la Psicoterapia Psicoanalítica

Documentos de Trabajo No 8

LA AFIRMACIÓN EN PSICOANÁLISIS​1

BJ​ø​RN KILLINGMO

Se ha argüido que los desarrollos recientes en la teoría del psicoanálisis han preparado el espacio
teórico para un concepto de afirmación y han hecho necesaria una discusión sobre la justificación
de las intervenciones afirmativas en la práctica clínica. Tomando como ejemplo una escena de una
de las obras de Bergman, una intervención afirmativa se define como una comunicación que
elimina la duda sobre la experiencia de la realidad y restablece un sentimiento de identidad. Esta
definición se compara con la explicación de Freud de la afirmación. Clínicamente, la afirmación
puede funcionar como un telón de fondo silencioso o como una intervención delimitada en primer
plano. Las intervenciones afirmativas se ilustran en una viñeta clínica. La entonación de la voz del
analista parece ser especialmente eficaz al transmitir mensajes afirmativos. La afirmación y la
interpretación se aplican a diferentes modos de experiencia. Son modos complementarios de
intervenciones, y el analista ha de oscilar entre los dos. En conclusión, la cuestión que se plantea
es si la afirmación puede reparar defectos estructurales que son resultado de un déficit de afecto
temprano.

INTRODUCCIÓN

Parece ser una observación común el que los psicoanalistas se refieran en la actualidad a la idea
de afirmación con mayor frecuencia de lo que lo hicieron hace unas cuantas décadas. En las
discusiones clínicas se produce la necesidad de adoptar una actitud afirmativa, además de la
cuestión de cuándo aplicar un tipo afirmativo de intervención. Sin embargo, incluso si una
comprensión común puede prevalecer a nivel clínico, el concepto de afirmación es bastante
vago cuando se convierte en una definición formal. Una búsqueda exhaustiva de las
descripciones “afirmación” y “confirmación” revelan que estos términos no ocupan un lugar
destacado en los escritos sobre psicoanálisis. Aunque estas palabras puedan aparecer en los
textos, no tienen asignado el estatus de palabras índice, y por lo tanto no aparecen cuando se las
busca.

Unos cuantos analistas selectos han expresado la afirmación en su lenguaje técnico. Schafer
(1983) habla de una cualidad afirmativa intercalada en la actitud analítica, y esa parte de la
utilidad del analista consiste en mantener una actitud afirmativa respetuosa.
Además, Emde (1990) ha incorporado la noción de afirmación dentro de su comprensión del
proceso terapéutico. Para él, la afirmación parece referirse tanto a una intervención del analista
como a un estado de experiencia en el paciente: “Con un buen tratamiento, el

1 ​Killingmo, Bjørn (1995). Affirmation in psychoanalysis​. Int. Journal Psycho-Analysis,​ 76: pp. 503-518. Versión
castellana revisada por el Colectivo GRITA
Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

paciente consigue un sentido afirmativo de continuidad de vida, en términos de


representaciones propias o ajenas” (p. 890). Aunque algunos teóricos del psicoanálisis han
adoptado el término, podemos concluir que el psicoanálisis tradicional ha prescindido de él, al
menos como un concepto con implicaciones sistemáticas. En contra de este telón de fondo, es
relevante preguntar si la observación empírica reciente o la elaboración teórica adicional
proporcionan una razón suficiente para colocar la afirmación en la agenda del psicoanálisis.

En una vista global, Leichtman (1990) sostiene que la teoría psicoanalítica basada en la
reconstrucción se enfrenta con un tremendo cambio procedente del crecimiento explosivo de la
investigación del desarrollo en la infancia temprana. Arguye que está teniendo lugar un
cataclismo en el psicoanálisis contemporáneo. Parece que el psicoanálisis está a punto de
cambiar de ser una teoría de estructuras conflictivas de la mente a una amplia teoría del
desarrollo de la personalidad a lo largo de un número de líneas de desarrollo. A continuación,
voy a elaborar tres áreas donde ya han ocurrido alteraciones sustanciales de la teoría clásica,
principalmente como resultado de un impulso de los estudios de desarrollo recientes. Estas
áreas son: (1) la ampliación de la concepción de motivación; (2) el incremento de la
importancia asignada a los afectos; (3) el ascenso de la experiencia subjetiva. La razón al elegir
estas áreas es que, en mi opinión, éstas constituyen las precondiciones teóricas para formular
un concepto terapéutico de afirmación.

Incluso si estos cambios en la perspectiva teórica son de origen reciente, sus precursores se van
a encontrar en los escritos de Freud. Algunos de los artículos de Freud difieren de otros en que
anuncian momentos decisivos en la teoría: “Sobre el narcisismo: una introducción” (1914) es
un ensayo así. Esto ha sido ampliamente demostrado en la reciente edición comentada del texto
de Freud (Sandler et al., 1991). En este artículo, no directamente sino por implicación, Freud se
aparta de una comprensión del narcisismo en términos energético-económicos y vuelve a
“conceptos que denotan estados emocionales y fantasías que son consecuencia del mundo
experiencial* de las relaciones” (Henseler, 1991, p. 198). De este modo, se anuncia una teoría
extendida de la motivación así como un ascenso del afecto y de la experiencia subjetiva en
relación con los objetos, y éstas son las últimas de las dimensiones que he mencionado arriba.
Además, la noción de afirmación la aborda Freud en su breve pero muy integrado artículo
“Negación” (1925). Considerando la importancia que Freud atribuye a la afirmación en este
artículo, uno se puede preguntar por qué el término no ha alcanzado el estado de una palabra
índice en la ​Standard Edition​. Freud adjunta la dimensión afirmación/negación a la función de
juicio. Incluso si el juicio es una función intelectual, está dinámicamente vinculado a los
impulsos instintivos. Por último, la función de juicio no es sino una extensión de las
necesidades del original Yo-placer “introducir en uno mismo todo lo que es bueno y echar de
uno mismo todo lo que es malo” (p.237). Finalmente, Freud conecta la polaridad del juicio a la
polaridad de los instintos duales: “ La afirmación -como sustituto de la unificación - pertenece
a Eros; la negación - sucesora de la expulsión - pertenece al instinto de destrucción” (p. 239).
Así, afirmación/negación se pueden ver como dos modos de experiencia, “sí” y “no” que
trascienden en la vida psíquica. Se refieren a todos los niveles de la teoría, desde la negación a
nivel clínico - por vía de la realidad que controla el

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Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

ego - al nivel más alto de abstracción, el de los instintos duales. El concepto de afirmación de
Freud está constantemente intercalado en términos de instinto. Sin embargo, su aclaración de
las ​funciones d​ e la afirmación parece estar también de acuerdo con un concepto extendido de
motivación.

FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA PARA UN CONCEPTO DE AFIRMACIÓN

Con respecto al concepto psicoanalítico de la motivación humana, se han mantenido dos


cuestiones en un debate continuo: (1) ¿ va a ser todavía considerada necesaria o provechosa la
línea mecánica de pensamiento conectada con un concepto de energía psíquica?; (2) ¿se va a
destronar el concepto de ​pulsión ​para dar cabida a una teoría de la motivación más integrada
(Killingmo, 1985b)?. Con respecto a la concepción de la energía psíquica, Rubinstein (1967) ha
argüido de una forma convincente que cualquier explicación en términos de energía psíquica
no es sino una pseudo-explicación. Desde luego, expeler el concepto de energía no es lo mismo
que rechazar el concepto de pulsiones. Sin embargo, es algo evidente que el concepto de
pulsión no es suficiente para abarcar ​todos l​ os tipos de motivación humana.

Holt recientemente ha contribuido con una exposición erudita de la presentación artística de la


teoría psicoanalítica. Con respecto al concepto de motivación, dice:

Es clínicamente obvio que el sexo y la agresión, en sus múltiples manifestaciones, son


predominantemente importantes; pero el miedo, la ansiedad, la dependencia, el amor propio, la
curiosidad, las pertenencias de grupo (por nombrar sólo unos cuantos que son obvios) no se
pueden reducir con validez a sexo y agresión, y son temas motivacionales que el terapeuta no
puede ignorar (1989, p.179).

Sandler y Sandler (1978) mantienen que además de complacer deseos-pulsiones, los humanos
también se esfuerzan por satisfacer deseos para la seguridad, confianza, gratificación narcisista
y afirmación. Éste es uno de los pocos pasajes en que aparece la afirmación como un término
en la literatura psicoanalítica. Los deseos o necesidades que se refieren aquí no son derivados
de pulsiones; son fuerzas motivacionales por su propio derecho.

La diferencia psicológica entre necesidades-drive y necesidades relacionales se puede presentar


diciendo que las primeras son “fuerzas internas de deseo” (Rapaport, 1960) que luchan por la
tensión-reducción a través de la consumación, mientras que las otras luchan por conseguir y
conservar las cualidades preferidas de la propia experiencia o estados de existencia a través de
sus relaciones con el objeto. Así, la afirmación pertenece a una clase de motivos que se pueden
nombrar “necesidades relacionales” (Killingmo, 1985a).

La investigación del niño corriente también ha proporcionado evidencia a favor de que se


postule una necesidad para la afirmación. Según Emde:

Incluso después del desarrollo de la expresión verbal, el educador tiene la necesidad de


reafirmar un sentido compartido de “nosotros”. Las observaciones repetidas muestran que

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es importante que el niño reciba un conocimiento de que se ha entendido un estado


intersubjetivo (1988, p.286).

Crafoord (1986) describe lo que él llama un diálogo en desarrollo entre el niño y la madre.
Cuando los estímulos externos provocan una tensión, el niño se volverá hacia la madre en
busca de una “respuesta”. La “réplica” de la madre tiene un efecto triple: presenta la cualidad
emocional de la situación; presenta que la situación se ha percibido correctamente; y presenta
que la relación con la madre es segura. Este feedback (retroalimentación) ​afirmativo ​del objeto
prepara al niño para una nueva exploración del entorno. De acuerdo con la teoría estructural del
afecto, las dos clases de fenómenos psicológicos, afecto y cognición, se han visto al final como
derivados de pulsiones. Los afectos surgen como válvulas de seguridad e indicadores de la
tensión de la pulsión “cuando la descarga de la pulsión por la acción de la misma no es posible
debido a la ausencia del objeto pulsional en la realidad” (Rapaport, 1953, p. 505). Según esta
concepción, los afectos se degradan comparados con el rol que se les atribuyó en el período de
catarsis (Breuer & Freud, 1893-5).

Como resultado de la reciente investigación del desarrollo, la unidad entrelazada de


pulsión-cognición-afecto está a punto de disolverse, proporcionando afecto con una línea de
desarrollo propia. Se ha reconocido que no hay afecto sin contenido. En lugar de considerar el
afecto como una propiedad puramente cuantitativa, se debería considerar como un tipo de
lenguaje primario que constituye el núcleo de la comunicación entre la madre y el niño
preverbal. De este modo, el afecto ha recuperado su importancia y desempeña una parte mucho
más importante en la actualidad de la comprensión psicoanalítica de lo que lo hacía en la
concepción clásica estructural.

En opinión de Sandler & Sandler (1978), cualquier experiencia de significado, tanto


desarrollada como funcionalmente, se refiere a estados de sentimientos; no hay significado sin
una relación de afecto. También introducen el concepto de ​deseo de interacciones​, lo cual
implica que un deseo nunca se dirige únicamente a un objeto para ser gratificado. La noción de
gratificación de deseos tiene que suplementarse con la idea de deseo de relaciones. Así, se
construye una perspectiva relacional dentro del último concepto de motivación. Los deseos de
una persona, tanto reales como de fantasía, siempre aparecen dentro del contexto de una
relación ​afectiva p​ referida. Nosotros llegamos a la conclusión de que el marco emocional tiene
prioridad sobre el contenido del deseo. O dicho de otra forma: el agente motivacional
inmediato siempre es un cierto sentimiento. De este modo, el afecto asciende a un modo
psicológico de primer orden y abarca las demás manifestaciones dinámicas.

La concepción revisada de afectos perfilada más arriba está íntimamente relacionada con el
reciente ascenso de la ​experiencia subjetiva ​en la teoría psicoanalítica. Meissner (1991)
propone cuatro tipos diferentes de datos que pueden constituir la fundación de la teorización
psicoanalítica: datos históricos, datos observacionales, datos asociativos y datos introspectivos.
La última de estas categorías es la que se ha hecho notar durante los últimos años. Ésta tiene
que ver con los datos de un tipo de experiencia, que implican que el analista use su experiencia
afectiva subjetiva para comprender la del paciente. Esta

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perspectiva intersubjetiva implica que las cualidades de de los estados del self y la última
experiencia de existencia adquieren una posición central como conceptos teóricos así como
variables clínicas. Un estado del self implica aspectos de demarcación, continuidad y valor, los
cuales han de ser afirmados en un contexto intersubjetivo.

La investigación reciente de niños ha demostrado que en el desarrollo emergente de las


relaciones de objeto, la cualidad de experiencia afectiva desempeña una parte decisiva. El
concepto de sintonía de afecto de Stern (1985) en la relación madre/hijo expresa esta cuestión.
Este concepto se refiere a estados de experiencia propios que prevalecen antes de que se
desarrolle la capacidad de representación simbólica del niño. Gedo (1990) subraya que
aspectos de la afinidad constituidos a este nivel preverbal se convierten en el núcleo de una
experiencia afectiva, los cuales repite el individuo durante su vida para mantener un
sentimiento de continuidad. Es una cuestión de cualidades interaccionales que afectan el fondo
del sentimiento de existencia e identidad del individuo. La ausencia o fracaso de dicha sintonía
sería un ejemplo de lo que se ha referido con el término ​déficit ​(Killingmo, 1989).

Resumiendo los desarrollos dentro de estas tres áreas en la teoría psicoanalítica perfilada arriba,
podemos determinar que la relación afectiva entre uno mismo y el objeto se ha convertido en
una unidad conceptual central. Para un número de psicoanalistas hoy en día, la idea de la díada
(pareja) madre/hijo ha adquirido prioridad sobre la idea de instintos fundamentados en lo
biológico para explicar el origen de la vida psíquica del individuo. Mitchell afirma de forma
sucinta:

La unidad básica de estudio no es el individuo como una entidad separada, cuyos deseos
chocan con la realidad externa, sino una zona interaccional dentro de la cual el individuo se
alza y lucha para hacer contacto y articularse a sí mismo (1988, p.3).

En realidad no es una cuestión de pulsiones ni de relaciones. El aspecto a resaltar es que


cualquier deseo, el que sea, se experimenta siempre en contextos relacionales. Al tomar esto
por su posición ventajosa, el psicoanálisis pasa de ser psicología de una persona a una
psicología de dos personas.

Parece probable que los seres humanos estén buscando una cualidad especial de experiencia en
sus relaciones con los objetos, un feed-back afectivo de ​afirmar u​ n sentimiento espontáneo de
significatividad* - un sentimiento de “yo soy”. El niño pequeño depende de recibir este
feedback de los objetos que están físicamente presentes. En el niño mayor y en el adulto, esto
también puede tener lugar en la fantasía así como en un diálogo interno con objetos
internalizados, principalmente a un nivel de inconsciencia. Los defectos en la internalización
temprana perjudicarán, sin embargo, la habilidad individual para dicho diálogo
auto-confirmante. De la anterior discusión, podemos concluir que la afirmación se refiere a una
necesidad en el sujeto así como a una reacción esperada por parte del objeto, tanto externa
como interna. La necesidad de afirmación se hace vital sólo cuando se amenaza su realización.
Sin embargo, es de primera necesidad que sea ​activada, ​y por lo tanto constituye un incentivo
motivacional inmediato en cualquier momento. Por ello, es un motivo de primer orden.
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Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

UNA VIÑETA LITERARIA

En la discusión anterior, he intentado demostrar que los desarrollos recientes en la teoría


psicoanalítica han hecho necesario un concepto de afirmación y además han despejado un
espacio teórico para dicho concepto. Sin embargo, éste es sólo un primer paso. Quedan muchos
problemas: ¿cómo se ha de formular una definición precisa de afirmación?, ¿cuál es el
propósito clínico de la afirmación?, ¿cuáles son los procesos psicológicos involucrados en el
acto de afirmar?, ¿qué posición debe ocupar la afirmación en el tratamiento psicoanalítico, y
cómo se debe realizar una intervención afirmativa en la situación clínica?. Estas cuestiones
apuntan a un gran área todavía sin explorar. Lo que voy a decir, por lo tanto, se debería
considerar como el principio de una discusión.

Comenzaré con dos cuestiones: cómo se va a definir la afirmación y cuál es el propósito clínico
de la afirmación. Para elucidar estas cuestiones, tomaré como punto de partida una de las obras
televisivas de Ingmar Bergman. En (​Face to Face)​ (1976), el personaje principal, una mujer,
Jenny, está en la cama de un hospital. Está a punto de recuperarse después de haber tomado una
sobredosis. Tomás, su amigo, sentado a su lado, le habla con calma mientras ella revela con
desesperación sus emociones profundamente ambivalentes sobre sus padres y abuelos, que
oscilan entre el odio, el amor y despiadadas autoacusaciones, culminando en un estado de
gestos mudos, paralizados. De repente, tras un instante, ella rompe el silencio y dice en voz
alta: “¿Puedes imaginarte encerrar a una niña que teme la oscuridad en un armario ropero?.
¿No es asombroso?” (p.95). Tomás, sentado expectante en su silla, responde en voz baja y de
un modo definitivo: “Sí, es asombroso”. El estado de la mente de Jenny cambia con la
respuesta de Tomás. Se tranquiliza gradualmente. La agonía ha terminado. Algo ha llegado a su
fin.

Utilizando esto como ilustración de una respuesta afirmativa, estamos preparados para formular
una definición: ​una respuesta afirmativa se refiere a una comunicación donde se comprueba
un determinado asunto o se supone que es correcto.​ Este asunto, en nuestro caso, es el estado
de asombro de sucesos en los que gente mayor puede encerrar a un niño en un armario ropero,
incluso a un niño al que le aterra la oscuridad. La respuesta verifica la opinión de la mujer. ¡Es
asombroso!. Uno no hace ese tipo de cosas. Algo ha sido establecido. ¡Ella ha tocado fondo! La
cuestión de Jenny, así como su actitud, expresan una duda inextricable (imposible) y roedora.
Ella está en un estado de atormentada y crónica expectación, esperando una respuesta, y
cuando al final recibe la respuesta que ha estado esperando, la duda ya no tiene ninguna base y
el tormento ha acabado. De esto podemos concluir que ​el propósito de una intervención
afirmativa es eliminar la duda​. Lo que puede asombrar a un lector de la obra de Bergman es
que esta simple declaración afirmativa sea tan efectiva. El nivel de funcionamiento de Jenny
cambia casi dramáticamente. De ser como una niña indefensa, al borde de la confusión, se
tranquiliza de una forma lenta pero segura y emerge como una mujer madura que puede cuidar
de sí misma. La intervención afirmativa crea un momento decisivo, si bien es cierto que no
estamos tratando con un caso de la vida real. Tenemos que considerar que es una pieza de
ficción y como tal, se le debe conceder licencia poética. No obstante, la escena es creíble.

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Podemos admitir de forma intuitiva que la psicología es sostenible. ¿Por qué es así? Para
responder esto, tenemos que investigar el tipo de duda expresada en este caso. La cuestión es
que en el momento de la pregunta, la duda de Jenny ya no se refiere a fuerzas intra- psíquicas
que se oponen entre sí, manteniéndola perpetuamente en un estado infantil. No es una cuestión
de duda dentro de la esfera del crimen y castigo, como en el caso del neurótico compulsivo.
Más bien es sobre la duda ​fuera d​ e la culpa, lo que podríamos llamar duda existencial.

Si volvemos al texto de la obra, veremos que durante mucho tiempo Jenny permanece en un
intenso estado de ambivalencia. Obviamente, su oscilación entre los ataques agresivos hacia la
abuela y la auto represalia es un derivado de los conflictos internos de amor y odio. Tras el
descanso (de la obra, el intermedio), sin embargo, ha tenido lugar un cambio. Su estado de
mente ha cambiado. Obsérvese que su voz es además ahora clara. Ella habla desde otro nivel de
personalidad. Es como si pudiéramos oírle decir: “Bueno, he estado equivocada, no lo voy a
negar. Sin embargo, ¿cómo pudieron hacerme eso a mí, cómo puede hacer la gente mayor tales
cosas a una niña?. Es como si se hubiera movido una regla básica, que todos esperamos que sea
irrompible, una especie de garantía última de seguridad, de continuidad, de sentido e identidad.
Quizás éste es un modo de parafrasear lo que Hartmann (1939) alude en su concepto del
“entorno esperable normal”. La misma noción también se expresa en la canción popular
antigua noruega sobre Olav y Kari: “​¿Cómo crecerá hierba sobre la tierra, si el hijo no puede
confiar en su madre?”. ​Esto tiene que ver con la cualidad de las relaciones de objeto fuera de
la comprensión de un niño, que amenaza la última experiencia de existencia.

Lo que Jenny siente parece ser algo como esto: “Si los adultos pueden hacer esto a un niño,
entonces no entiendo nada. Luego debe de haber algo equivocado conmigo y mi existencia”.
Resumiendo: nos enfrentamos con un estado de confusión de identidad, con una aguda
amenaza a la integridad de la persona. Cuando este estado de duda existencial desaparece, ella
es capaz de levantarse y seguir en la vida. Sobre este telón de fondo podemos concluir que la
función de una respuesta afirmativa es ​eliminar la duda conectada a la experiencia de la
realidad y de ese modo establecer o restablecer un sentimiento de identidad​2​.

¿En qué coincide esta explicación de la función de la afirmación con la de Freud? En el artículo
“Negación”, Freud dice:

La función del juicio tiene que ver principalmente con dos tipos de decisiones. Esto afirma o no
la posesión por una cosa de un atributo particular; y afirma o cuestiona el que una presentación
tenga una existencia en la realidad (1925, p.236).

Estos propósitos de la afirmación parecen estar a la par con lo que he interpretado de la viñeta
literaria. La respuesta decisiva de Tomas afirma un atributo especial de los

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Se debe averiguar que la “realidad” en su contexto se refiere a una experiencia de realidad en el aquí y
ahora, y no implica una postura como en el debate continuo sobre verdad histórica v. narrativa en el
psicoanálisis.

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pensamientos de Jenny, a saber, lo inconcebible de la noción de que los adultos puedan hacer
tales cosas a los niños. Por lo tanto él también afirma la existencia real ​externa d​ e algo que está
presente en sus pensamientos. Su experiencia de la realidad es válida. Hay otro punto de Freud
que parece coincidir. Freud declara:

Juzgar es la acción intelectual que decide la elección de la acción motor, que coloca un final al
aplazamiento debido al pensamiento y que conduce del pensamiento a la acción (1925, p. 238).

Esto es precisamente lo que ocurre en el momento decisivo de la obra. A través de la respuesta


afirmativa de Tomas, Jenny recupera una posición estratégica interna. Por lo tanto, puede
comenzar a actuar, dejando atrás la circularidad paralizadora de pensar. Finalmente, es
interesante notar que Jenny usa la palabra simple “asombroso”, más bien una insuficiencia en
esta situación dramática. Es como si ninguna palabra tuviera la habilidad de contener su
indefensión; todas se han agotado. Ella debe recurrir a palabras llanas, no contaminadas, para
expresar lo monstruoso. Esto debería recordarnos como terapeutas que debemos expresarnos de
un modo discreto y fáctico (que se refiera a los hechos), que es exactamente lo que hace
Tomás. Él responde con las mismas palabras: “Sí, es asombroso”. La respuesta es directa, no
hay nada escondido o ambiguo en ella; es completa, no hay nada más que encontrar. La
entonación de su voz expresa seguridad. Es como la calma del padre, alentando al niño
preocupado: “Sí, así es, mi pequeña niña”. Hasta aquí, dos conclusiones generales: 1) Una
respuesta afirmativa referida a reacciones desde el objeto elimina la duda sobre la validez de la
experiencia. 2) Una respuesta afirmativa encuentra una necesidad básica significativa en la
experiencia de uno mismo, una necesidad que está presente en cada individuo en un momento
dado, pero que no se hace notar hasta que es amenazada.

LA AFIRMACIÓN EN EL MARCO TERAPÉUTICO

Para explicar el rol clínico de la afirmación, postularé tres modos de experiencia, o auto-
estados, que el analista dirige en los pacientes. El primero es el de ​conocer ​o adquirir
conocimiento experimentando cómo están conectadas las cosas. El segundo es de sentimiento
conectado a​ una base firme (segura). Éste parece corresponderse con la noción de Sandler de
un telón de fondo de seguridad (1960). El tercero es de ​significatividad* ​en la experiencia de
uno mismo, un sentimiento de estar vivo y de tener el derecho de estar así. Aunque estas
cualidades de experiencia puedan mezclarse, digamos que es apropiado mantenerlas aparte. En
el marco terapéutico saldrán a la superficie alternativamente, formando el foco emocional al
que ha de responder el analista. Sin embargo, tenemos que asumir que la experiencia de
conocer es secundaria a las otras dos, porque éstas forman la base de la primera. Para poder
funcionar dentro del modo de conocimiento, se ha de establecer primero un grado razonable de
afinidad y significatividad de experiencia. Esto viene de la afirmación hecha antes en este
artículo de que el sistema de afinidad emocional predomina sobre el de las pulsiones. Por lo
general, las necesidades, que sostienen

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sentimientos de afinidad y significatividad, son suficientemente atendidas por los elementos de


sostenimiento y afirmación, y son parte de la actitud analítica (Schaer, 1983). Constituyen un
tipo de afirmación “silenciosa”, que actúa como una infraestructura de la relación analítica. La
afirmación también puede tomar la forma de una intervención delimitada y específica. Esto es
especialmente válido cuando el proceso terapéutico activa los defectos subyacentes en la
auto-estructura del paciente (Killingmo,1989). En este caso, la ausencia de afinidad y
significatividad se hacen notar, y funcionar dentro del mundo de conocimiento ya no tiene
ninguna validez emocional. La urgente necesidad del paciente es tener ahora renegociada la
relación con el terapeuta, para que se restablezcan los sentimientos de afinidad y
significatividad. Hasta entonces el paciente no puede continuar funcionando dentro del modo
de conocimiento. De esta manera, podemos concluir que la afirmación es relevante en el
proceso terapéutico en dos niveles: (1) como un telón de fondo silencioso para el modo de
conocimiento; (2) como una intervención en primer plano, especialmente cuando los derivados
de déficit relacionales distinguen la transferencia.

¿Cómo se va a formular una intervención afirmativa? Probablemente sea más fácil describir
varias intervenciones a lo largo de la línea estratégica que pretende una interpretación e insight.
Las intervenciones relevantes para este propósito buscan asociaciones, señalar, aclaración y
confrontación, todo lo cual prepara el terreno para la interpretación. Apenas podemos delimitar
o agrupar las intervenciones afirmativas del mismo modo. Como se refiere más a una cualidad
emocional, la afirmación se puede expresar entre, o incluso a través, de otras afirmaciones. En
el escenario de Bergman, se filtró un mensaje afirmativo a través del contenido de las palabras:
¡Es asombroso que los adultos puedan encerrar a un niño en el ropero!. En terapia, la
afirmación también se puede impartir verbalmente en breves declaraciones tales como:
“Apenas podrías sentirte de otra manera en la situación en la que estabas”. A veces pueden ser
necesarias ​reconstrucciones ​más amplias para aclarar la confusión y referir a quién pertenece
de modo realista la causa y la responsabilidad. Una afirmación más compleja podría ser ésta:

Sí, tienes buenas razones para sentirte insegura cuando yo no te respondo. Es como lo que
sentiste cuando mamá no te respondió cuando eras pequeña y necesitabas saber
desesperadamente lo que ella pensaba de ti. Y ahora sientes que yo soy como ella y que te voy
a abandonar (Killingmo, 1989, p.73).

Un proceso organizado se debe entender como algo que está teniendo lugar continuamente en
la vida psíquica. En el adulto, se combinan los derivados del déficit y conflicto tempranos en
patrones tan complejos de carácter que es casi imposible distinguir claramente el uno del otro
(Killingmo, 1989). Así:

A menudo, un conglomerado emocional tiene que interpretarse inicialmente sobre una base
conflictiva. A continuación, los elementos del mismo grupo han de responderse
afirmativamente hasta que, al menos, el patrón como una totalidad se interprete de nuevo como
una expresión de conflicto (pp. 74-5).

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Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

En la siguiente viñeta clínica, ilustraré esta interconexión y cómo se formularon algunas


intervenciones afirmativas en el análisis de una estructura de carácter compulsivo.
El paciente, un abogado de 44 años, vino a tratarse y presentó el siguiente problema: “Me
siento completamente bloqueado cuando empiezo a preparar casos para el tribunal. No puedo
ponerme a escribir en el papel. Tengo que exprimir cada palabra, y no es que no esté
concentrado, lo estoy, pero es un enorme esfuerzo. Tengo que forzar cada oración cada vez. Es
duro seguir y lo aplazo hasta que es absolutamente necesario, hasta que es urgente. ¡No quiero
hacerlo, pero a la vez no puedo librarme de hacerlo!.

La noche anterior a presentar un caso en el tribunal, él trabaja febrilmente para producir el


papel de trabajo necesario, y pasa todo el tiempo fantaseando sobre una enfermedad, suicidio, o
lo que se imagine que pueda librarle de esa tortura. Por la mañana, cuando está a punto de
entrar en el edificio del tribunal, “vuelve sobre mí ese peculiar sentimiento, como si fuera un
extraño o alguien irreal. No puedo entrar en el edificio como si fuera yo. Es como si nada
tuviera ningún significado. No me parece real. No soy yo el que está allí”. Sin embargo, él ha
conseguido ocultar estos síntomas. Ni su mujer ni sus hijos saben de su sufrimiento. Entre sus
colegas, está considerado como un abogado capaz y de éxito. Así pues, estamos tratando con
un drama que está teniendo lugar principalmente en un estado privado interno.

Al principio del análisis, contó un sueño: “​Estaba sentado en un orinal y me estaba cayendo
por el aire. Intentaba sujetarme a los bordes, pero no había nada donde sujetarse, por lo que
no hacía más que caer y caer​”. Este sueño se convirtió en la entrada a recuerdos y fantasías
sobre asuntos anales. En la edad escolar, él había padecido encopresis. Cuando aumentaba la
necesidad de ir al baño, solía presionar sus nalgas contra la costura de sus pantalones para
posponer la defecación lo más posible. Recordaba una sensación de placer y triunfo, sintiendo
la presión del taburete en su ano antes de que lo soltara en sus calzoncillos. También recordaba
un sentimiento de humillación y degradación, especialmente cuando recibía reproches no
manifiestos de sus padres.

En la sesión analítica, el paciente reposa inmóvil en el sofá. La forma de su discurso es


declamatoria. Cuando termina una oración, hay un “pero”, como si tuviera lugar una discusión
continua e interminable. La voz se fuerza en un tono alto. Su actitud es de escepticismo y
arrogancia, como si dijera al analista: “ Si no puede sugerir mejores interpretaciones que esa,
también debería ahorrarse el problema. Lo que dice usted no son más que tópicos”.

Cuando se revela el material analítico, se hacen notorios los múltiples puntos de similitud entre
sus actitudes conectadas con el conflicto infantil y su manera de relacionarse como un adulto.
Igual que retenía sus productos anales en una lucha por la autonomía con sus padres,
abiertamente liberales, pero latentemente degradantes, ahora él retenía palabras escritas,
símbolos de disciplina y deber, para rescatar un sentimiento de libertad y auto determinación.
Entonces, como ahora, se posponían las obligaciones hasta que se hacían urgentes. En el
tribunal, este tema conflictivo se activaba inconscientemente. El escenario del tribunal implica
éxito: se espera de ti que pronuncies argumentos bien formados en el

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Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

momento oportuno; puedes ganar o perder; te arriesgas a un fracaso total cara a cara con el
juez. Al mismo tiempo es una arena de combate, donde tienes la oportunidad de presionar a tu
oponente. Además, la actuación, la defensa, es congruente con un estilo compulsivo: primero
en un lado, después en el otro.

Los lazos inconscientes entre este conflicto infantil y sus síntomas se interpretaron,
especialmente cuando se expresaron en la transferencia. Él intentó forzar al analista a la
posición de un oponente, para poderle acusar agresivamente, para imponerle el golpe final:
usted no es un adversario respetable en este tribunal de hombres​3​. Esto parecería una buena
ilustración de inversión de rol. Se forzó al analista al papel de víctima, un papel bien conocido
por el niño que no puede pronunciar lo correcto en el momento oportuno, mientras que él
mismo toma el rol de la imagen paternal degradando al analista por no sacar a colación material
valioso.

A pesar de esta fuerte resistencia -aceptar una interpretación para él equivale a sumisión y
fracaso- el paciente comprende lentamente su modo indirecto de expresar la agresión y su
tendencia a manipular las relaciones sociales dentro de escenarios de poder. Sin embargo,
incluso si las interpretaciones en términos del conflicto infantil dominaban la ansiedad, y de
este modo hacían su inhibición menos aguda, el insight permanecía algo intelectual. Ni hizo
captar esta perspectiva interpretativa otros aspectos de sus síntomas En primer lugar no
facilitaba una explicación razonable del sentimiento de irrealidad que le invadía al entrar en el
edificio del tribunal. En segundo lugar, no proporcionaba un telón de fondo satisfactorio para
entender la cualidad de desesperación total de su necesidad de escapar. Por último, este
paradigma del conflicto no explicaría otro tema de transferencia, el de “los hombres de pelo
gris”: “La visión de los hombres de pelo gris como tú me conmueven. Cuando los veo por la
calle -veo sus caras, un sentimiento tan extraño- ya no van a estar ahí nunca más”. Este tema
solía desencadenar en un llanto transitorio pero intenso. No aparecían recuerdos o fantasías,
sólo un sentimiento de infinita desesperación. Este modo pasivo de desesperación surgía en
marcado contraste con el modo activo de agresión usual, y tenía que ser explicado desde otro
conjunto de circunstancias que habían influido en la organización de la estructura de
personalidad del paciente.

Poco después de su nacimiento, se le descubrió un defecto congénito del corazón, que hizo
necesarias dos largas hospitalizaciones antes de la edad de 10 meses. También había tenido
estancias prolongadas en el hospital en varias ocasiones durante la infancia. Como la familia
vivía en el campo, donde no había especialistas disponibles, se le mandó a instituciones lejos
de casa. De un modo muy preciso, él describe la atmósfera de sus últimas hospitalizaciones así:
“Recuerdo especialmente la luz inclinada del sol, los sonidos que se desvanecían en el gran
edificio por la tarde y el viento que silbaba por los árboles del exterior -en el otro mundo-
donde vivían los que estaban sanos. De alguna manera, era delicioso estar tumbado escuchando
los sonidos sin hacer nada por mí mismo, sólo seguir tumbado allí”. Sin embargo, la tendencia
oculta emocional, que a él le cuesta un gran esfuerzo describir en palabras, es un sentimiento de
irrealidad y extrañeza, una extraña esfera aislada de la propia casa: “Me sentía como si
estuviera en una tierra desolada donde

3​
En realidad, los componentes de la rivalidad edípica también tienen lugar en esta lucha.

11
Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

yo tenía que arreglármelas, sobrevivir solo”. De su última estancia en el hospital recuerda lo


que luchó- por su vida- cuando tuvo que ser enviado lejos. Pero no había escapatoria. Él tenía
que ceder. Como en sus separaciones anteriores, sólo podemos hacer suposiciones. Las
experiencias no están codificadas en palabras, pero las reminiscencias del desorden emocional
pasado parecen estar activadas por estímulos particulares visuales y auditivos.

Antes he perfilado dos organizadores motivacionales diferentes en la personalidad del paciente:


la motivación del conflicto, referida a derivados del antagonismo entre las modalidades anales
de contener y soltar (Erikson, 1950), y la motivación del déficit, que se refiere a derivados de
experiencias tempranas de abandono e indefensión. Debido a su sello institucional, el tribunal
actúa como un activador simbólico de ambos sistemas emocionales. Como en los siguientes
síntomas, algunos se derivaban principalmente del conflicto, otros del déficit, mientras que en
otros la amenaza de deseos-drive y la amenaza de la pérdida del objeto parecían combinarse y
reforzarse mutuamente. Esta doble determinación era importante en su necesidad imperativa de
encontrar una salida. No era sólo una cuestión de escapar de la humillación y el castigo por
haber desafiado las imágenes paternales internalizadas sino además, de lo que él percibía
inconscientemente como una separación amenazadora de la vida y una pérdida del objeto. Es
este entrelazamiento de las dos fuentes motivacionales lo que suministraba la escena del
tribunal, con su cualidad de desesperación final.

Cuando la cualidad emocional de la transferencia o el contenido asociativo apuntaban en la


dirección de la motivación de déficit, las intervenciones del analista cambiaban de un modo
interpretativo a un modo afirmativo. Como, por ejemplo, cuando el desesperante elemento de
“inevitabilidad*” salía con fuerza en el material, el analista diría: “Puede que no sea lo peculiar
de tener que atravesar el tribunal lo que aumente la ansiedad. Usted ha experimentado el mismo
tipo de situación antes. Ud. retiene sus heces hasta que tiene que terminar con ello y aguanta la
humillación. Además, cuando fue enviado al hospital tenía que terminar con ello. Luchó
desesperadamente contra ello, pero tuvo que ingresar. No había escapatoria”.

Cuando el sonido de la voz del paciente cambió de la agresividad habitual, condescendiendo a


cada una de las monótonas protestas, el analista respondería a la cualidad del sonido antes que
él comentara sobre el contenido de la transferencia: “Creo que puedo captar un timbre en tu
voz. No suena como una queja contra mí, una canción desde un lejano pasado sin palabras, sólo
un tono triste”. Cuando el analista, mediante metáforas de silencioso aislamiento, describe la
cualidad de su experiencia subjetiva, él empezaría a respirar más profundamente, y su voz
tendría un sonido más rico y más cálido. El tema de los hombres de pelo gris evocaría una triste
y atenta consideración para la persona del analista, a lo cual responde el analista: Usted me
tiene lástima, porque soy viejo y he dejado la vida atrás. A la vez, parece como si se
reconociese a usted mismo en los hombres viejos. La vida ya ha pasado por mí, y ahora estoy
solo en el frío, igual como se debió sentir usted aquella vez que estuvo en el hospital. Luchó
por su vida, pero tuvo que abandonar. Se le encerró fuera de la vida, como si se hubiera hecho
viejo antes de tiempo.

12
Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

El sentimiento de ser alguien que ha de soportar “aislamiento eterno” se expresó en las sesiones
cuando el paciente estiraba sus brazos y trataba de asir vehemente el aire, para dejarlos caer de
nuevo desesperado. El analista comentó: “Es como si sus manos quisieran apoderarse de
alguien. Pero no hay nadie allí y por lo tanto abandonan, mientras se siente totalmente
desamparado, incluso por mí. Al mismo tiempo, hay todavía fuerza en esas manos”.

Respecto a la sensación de convertirse en un “extranjero en el mundo” cuando entraba en el


edificio del tribunal, el analista comentó: “Ud. parece haber tenido que ajustarse a dos
realidades diferentes. En una, se siente como en casa. La otra es extraña para usted. Pero fue
forzado durante tanto tiempo a permanecer en la realidad extraña que tuvo que aceptarla
también como una especie de hogar. Ahora no se siente realmente en casa en ninguna parte, ni
aquí en el análisis. Se siente como un extraño”. Paciente: “Sí, me siento como un extraño,
como si la sensación del hospital me hubiera infectado, se hubiera extendido por todo mi ser,
sobre la última experiencia de estar vivo”. Analista: “ Creo que ésta ha sido una descripción
precisa de lo que sintió, el que fuera como una infección. Fue algo que se le impuso, no fue su
culpa. Lo comprendo”. En ese momento, el paciente rompe a llorar.

En lo anterior, he ofrecido ejemplos de intervenciones que tienen en común exponer y justificar


cualidades de estados de sentimiento subjetivos. También comunicaban al paciente que el
carácter distintivo de su experiencia se podía compartir con otra persona. Al hacerlo, afirmaban
la validez de la experiencia y una sensación de ser compartido. Directa o indirectamente
también colocaban la responsabilidad de los sucesos más allá de la esfera de la influencia del
paciente, deshaciendo de ese modo sus falsas conexiones auto- impuestas emocional y
cognitivamente. Sólo entonces, cuando se disipaba la duda, se podía sentir seguro de dejar que
sus sentimientos de desesperación sin palabras se hicieran notar del todo. Estas intervenciones
no se destinaban a explorar las intenciones inconscientes propias del paciente, lo cual es el
propósito de las intervenciones interpretativas. Sin embargo, debido a la interacción entre las
dos fuentes dinámicas, las intervenciones afirmativas han de continuarse con intervenciones
interpretativas y viceversa. El material casi siempre parecía tener una determinación múltiple.
Como resultado de eventos fuera de intencionalidad primaria (Killingmo, 1989), el paciente se
sentía profundamente aislado. Al mismo tiempo él no quería salir de su aislamiento.
Primeramente, porque daba una sensación de seguridad. En segundo lugar, quedarse en la
posición de aislamiento, evitando obligaciones y demandas, era placentero, como había sido
placentero retener la defecación y estar en la cama del hospital. Por último, la pasividad de la
posición aislada era un modo efectivo de expresar agresión y de castigar representaciones
externas de imágenes paternas.

Las cuestiones de pérdida y retención están en el centro de la estructura de carácter anal. En


nuestro paciente, como resultado de experiencias traumáticas, las cualidades de pérdida de
objeto y auto-fragmentación se añadieron a estas cuestiones basadas en el instinto. A nivel del
carácter, los dos organizadores motivacionales se habían combinado en un patrón de ​triunfo
pasivo​, condensados (resumidos) acertadamente en el sueño en que aparecía sentado en su
orinal, incapaz de sujetarse en algo o alguien. Este patrón tenía que abordarse
interpretativamente una y otra vez.

13
Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

En la viñeta de arriba he ofrecido algunos ejemplos de afirmación comunicada a través del


contenido de palabras. Para estar seguro, puede suceder que los pacientes rechacen o no
respondan productivamente a una afirmación. Sin embargo, en sí mismo, éste no es un
argumento contra la utilidad de este tipo de intervención; además es un recuerdo de que una
intervención afirmativa no es una propiedad estática. La cuestión crucial es ​cómo ​se comunica
el mensaje afirmativo. Puede suceder que un paciente no acepte una intervención que tiene la
intención de ser afirmativa simplemente porque no expresa la ​cualidad ​afirmativa, debido a
unas palabras imprecisas o a una ausencia de sabor evocativo.

La experiencia clínica nos enseña que a menudo no se aceptan las afirmaciones o que tienen un
efecto emocional sólo si se expresan a un nivel semántico. Esto está en línea con una noción
central en la reciente teoría del desarrollo, donde la mayoría de las experiencias de relación con
el objeto de central importancia son de una naturaleza preverbal (Cashdan, 1988). Éstas se
almacenan preverbalmente y han de ser activadas no verbalmente. No se alcanzan con el
contenido de palabras. Este punto de vista tiene consecuencias de largo alcance. ¿Cómo
establecer un diálogo con significado emocional sin usar palabras? En realidad es un reto
técnico, especialmente cuando los derivados de patología de déficit se han de incluir en nuestra
estrategia terapéutica. En mi opinión, ésta es una esfera donde la investigación y las
formulaciones teóricas están todavía en un estadio temprano.

Quiero señalar una línea de comunicación relevante en esta conexión. Varios autores
(Killingmo, 1990; Steiner, 1987; Strenger 1989) han subrayado la enorme importancia de la
entonación o el tono de la voz del analista al expresar mensajes afectivos. Steiner mantiene:

La entonación que uno elige adoptar en sus aspectos positivos contribuye enormemente, por lo
tanto, a la construcción de un núcleo afectivo de nuevos objetos o estados internos del ser, a la
revitalización de los antiguos para permitir que se forjen nuevos vínculos (1987, p.269).

Strenger subraya que el modo en que se pronuncia una intervención puede dar a un contenido
significados completamente diferentes. También llama la atención sobre la importancia de un
“mhmm”, quizá lo más frecuente de todas las intervenciones del terapeuta. Dependiendo de la
cualidad del sonido, la pronunciación de esta vocal simple puede, en mi opinión, expresar un
mensaje emocional complejo que sea como éste: “Sí, así es como te sientes, así es como uno se
puede sentir. Estoy de acuerdo con ello. Lo acepto sin reprochártelo. Así es como se le permite
sentirse a uno en un mundo como éste. Todavía estoy a tu lado. No te voy a dejar solo”. La
cuestión es que este mensaje podría no haber sido aceptado por el paciente si se hubiera
expresado con palabras. Sólo el último tono de la voz puede atravesar los estados de
experiencia más allá de la semántica (Killigmo, 1990). Quizá un mensaje tan emocional es
parte de lo que alude el concepto de contención, una afirmación de la sensación de existencia.

Si se extrajera un denominador común de todas las intervenciones afirmativas, parecería ser la


de transmitir una experiencia de ​ser entendido.​ Al tomar la perspectiva interna propia del
paciente, el analista demuestra, bien con palabras o entonación, que él realmente

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Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

comprende/alcanza lo que es ser como él y que es legítimo sentir como lo hace. Cuanto más
exacto pueda formular el analista esta comprensión, más efectiva será la afirmación. El impacto
de la comprensión del analista se divide en dos partes: 1) Rompe el aislamiento emocional del
paciente, afirmando un sentimiento de ser compartido. En términos de experiencia: “Puedo ser
entendido, no estoy solo en el universo, he llegado del frío”. 2) Expresa un tipo de lógica
emocional al paciente, afirmando un sentimiento de sí mismo. En términos de experiencia: “Él
me entiende, luego otros me pueden entender, por consiguiente debo existir”.

En otra de sus películas (A través de un cristal, misteriosamente)​4​, Bergman nos da un ejemplo


notorio de este tipo de meta-lógica. En la última escena de la película, el encantador pero
narcisista padre se vuelve de repente a su adorado pero rechazado hijo, y por primera vez le
habla directamente. Lo decisivo para el hijo no es lo que dice el padre, sino el hecho de que el
padre se dirija a él. De alguna manera, el chico se ha notificado y registrado en el censo. Es
como si se pudiera decir a sí mismo: “Ahora también yo soy”. Su sentimiento de revelación se
expresa en la última línea hablada de la película: “Padre me habla”. Esta escena se puede
considerar también un ejemplo de intersubjetividad, la experiencia de compartir algo con otro
ser humano. Éste es un tema principal en varias películas de Bergman. Estas películas penetran
en las capas de la vida psíquica, donde las experiencias de existencia y de ser compartido están
arraigadas, y exponen el paisaje interno desolado de gente que, en un sentido más profundo,
carecen de afirmación de su identidad.

De los dos ejemplos de Bergman que he mencionado, podemos esbozar una conclusión sobre la
técnica: Para que una intervención afirmativa funcione terapéuticamente, no puede ser sólo una
frase o un artificio técnico, tiene que expresar la auténtica experiencia del analista.

En el psicoanálisis clínico, los recursos técnicos están subordinados a la interpretación. La


noción presentada en este artículo es que, debido al amplio ámbito del resultado del
psicoanálisis de los estudios de desarrollo, el analista debe incluir también intervenciones
afirmativas en su repertorio técnico. Sin embargo, la afirmación no se puede considerar una
intervención al servicio de la interpretación. Como señaló Schafer (1983), la actitud psicológica
implicada en la interpretación es la de averiguar/buscar. Una interpretación representa una
respuesta a una cuestión explícita o implícita. Para aprovecharse de una estrategia
interpretativa, el paciente ha de ser capaz de compartir con el analista una actitud común de
búsqueda. En términos de los tres modos de experiencia elaborados en este artículo, la
“búsqueda” de la interpretación corresponde al modo ​conocer​. Así, la interpretación se puede
definir como cualquier intervención que señala el modo de conocer con la intención de ocultar
elementos inconscientes del funcionamiento psíquico. Como ya se ha señalado, sin embargo,
para aprovecharse de la interpretación, tiene que prevalecer un
4​
Por ahora vemos a través de un cristal, misteriosamente; pero luego cara a cara; ahora conozco parte, pero
luego sabré incluso como soy conocido. Y atenerse a la fe, esperanza, caridad; estas tres; pero la mayor de éstas
es la caridad”. Carta de Pablo a los Corintios xiii, 11.

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Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

sentimiento básico de afinidad y significatividad en la experiencia propia. Si esto no sucediera,


el analista ha de cambiar esta estrategia terapéutica de averiguar a otra de afirmar (Killingmo,
1989). El propósito de la afirmación no es averiguar lo que sea: no implica ninguna cuestión.
Así, la interpretación y la afirmación no son rivales sino técnicas complementarias. Operan
dentro de modos de experiencia diferentes.

En un artículo anterior, he argüido que uno no puede prescindir de la interpretación (Killingmo,


1989). Las fijaciones infantiles, basadas en conflicto o en déficit, se pueden modificar sólo si se
interpretan las transformaciones del trauma original o de la experiencia conflictiva, según se
revelan en la transferencia. Así, el analista debe interpretar siempre que haya algo que
interpretar, y como regla, siempre lo habrá. En mi opinión, como una regla, también siempre
habrá algo que afirmar. Los defectos en las relaciones internalizadas de uno con los demás que
derivan de déficits afectivos tempranos son probablemente más comunes de lo que solemos
creer (Killingmo, 1989; Pine 1992). Desde un punto de vista técnico, esto no implica que uno
tenga que alternar entre la interpretación o la afirmación. Éstas se pueden expresar
simultáneamente como interpretaciones con elementos afirmativos, o como afirmaciones con
un matiz interpretativo. A menudo la entonación o la cualidad del sonido de la voz del analista
será un factor decisivo para regular la balanza entre las dos. La cuestión es tener la
comprensión más compleja seguida de la perspectiva de desarrollo incorporada en la estrategia
terapéutica. Esto también implica que las interpretaciones logran su poder mutativo no sólo
siendo interpretaciones de transferencia, sino también por el hecho de que tienen lugar en un
campo intersubjetivo (Meissner, 1991). De lo precedente, podemos concluir que la inclusión de
la afirmación como una medida técnica no invalida la interpretación ​per se.​

Antes he argüido en favor de ampliar la esfera de técnica. A nivel de principio esto plantea la
cuestión de qué se va a considerar campo apropiado del psicoanálisis como una disciplina
terapéutica. ¿Esto se va a delimitar a derivados de conflictos inconscientes y su expresión
simbólica, o abarcará además consecuencias dinámicas de defectos de desarrollo impuestos en
el individuo por déficits de afecto (Killingmo, 1992)?. En mi opinión, la respuesta a esta
cuestión no se debe dejar al dogmatismo, sino a una discusión abierta.
AFIRMACIÓN Y GRATIFICACIÓN

En “Líneas de avance en la terapia psicoanalítica” Freud afirma: ​“El tratamiento analítico debe
llevarse a cabo siempre que sea posible, bajo privación, en un estado de abstinencia”(​ 1919,
p.162). Esta recomendación ha permanecido como uno de los principios más inflexibles que
caracterizan al psicoanálisis como un método terapéutico. El argumento principal de Freud de
no gratificar los deseos de transferencia del paciente fue que al suministrar satisfacción
sustituta, disminuiría la cantidad de energía psíquica disponible como una fuerza de
movimiento en la terapia. Incluso si consideramos el punto de vista energético-económico
como anticuado, hay todavía un buen número de razones para ser fiel al principio de
abstinencia. Quizá el más importante es que salvaguarda un análisis ​consistente d​ e la
transferencia. Si el analista cede a las demandas del paciente, también facilita implícitamente al
paciente con un argumento casi incontestable de

16
Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

permanecer en una posición demandante: “Cuando el analista me gratifica una vez, ¿por qué no
ha de hacerlo de nuevo?”. Esta actitud se puede volver una difícil resistencia que impidaa al
analista de reasumir del todo su postura analítica. Mientras permanecemos dentro del
paradigma de drive clásico, parece poco polémico mantener la noción de abstinencia, al menos
a nivel de principio. Pero si se adoptan las necesidades relacionales como fuerzas
motivacionales en su propio derecho, igual para drives, entonces la regla de abstinencia debe
también considerarse. Al suministrar una intervención afirmativa, el analista lleva a cabo
obviamente un acto de necesitar- gratificación (need-gratification). Por lo que nos enfrentamos
a una paradoja: el análisis debería realizarse, en la medida de lo posible, en un estado de
privación; al mismo tiempo, no se puede realizar el análisis a menos que se proporcione alguna
need-gratification. ¿Cómo se va a resolver esta aparente contradicción?.

La distinción de Winnicott (1965) entre dos grupos de motivos “deseos” y “necesidades” puede
ser útil. En su concepción, los deseos son derivados de drive mientras que las necesidades son
derivados del ego, incluyendo las relaciones de objeto. Con esta distinción en mente,
podríamos decir que los deseos-drive son el tipo de motivos que se han de mantener en un
estado de abstinencia durante el análisis, mientras que las ego-necesidades no. Aunque útil, esta
distinción no es poco polémica. Para Freud, los drives fueron el único poder emocional en los
seres humanos: todo comportamiento y experiencia se derivan al final de ellos. Los drives son
previos a las relaciones de objeto individuales y también las forman básicamente. Hay varios
teóricos del psicoanálisis, sin embargo, que no se suscriben a esta definición estricta de Freud,
aunque se adhieran al concepto de drive. Como arguyó Greenberg (1991), los teóricos como
Jacobson, Loewald y Kernberg no conciben los drives como determinantes exclusivamente
endógenos previos a toda experiencia. Mantienen que las cualidades de la relación con objetos
primarios se han de integrar en el propio concepto de drive. De este modo, al permitir una
posición para las experiencias de objeto en el nivel básico de motivación, parece desvanecerse
una nítida distinción entre las dos categorías de motivos. Así, para poder hacer una clara
distinción en la situación clínica, tenemos que recurrir a formulaciones más descriptivas: los
motivos que se refieran a mezclas de amor y odio hacia representaciones de objeto, y que se
activen en la transferencia, no se gratificarán; los motivos que se refieran a ciertas necesidades
de auto-sustento, tales como los sentimientos de afinidad, seguridad, significatividad y
legitimidad de experiencia, han de satisfacerse en un grado razonable para que el ego funcione
dentro del modo de conocimiento.

En un sentido más amplio, la gratificación es una parte de todos los tipos de psicoterapia
dinámica, también del psicoanálisis. La última experiencia de recibir la atención fiel del otro
satisfará - si no conscientemente, después inconscientemente- las necesidades narcisistas, y el
aspecto de interés del marco analítico cumplirá con una necesidad de seguridad. No podemos
escaparnos de la gratificación. Sin embargo, en mi opinión, no es razonable usar la
gratificación en su sentido más amplio. El término debe usarse en un sentido más restringido,
que se refiera a la gratificación de los deseos específicos de amor/odio, activados en la
transferencia, mientras que la gratificación en el sentido más amplio se puede considerar como
parte de la infraestructura emocional del marco analítico.

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Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

No sólo tenemos que distinguir entre diferentes tipos de motivos para desentrañar la paradoja
de la abstinencia, sino también tenemos que diferenciar entre distintos tipos de gratificación. La
intervención afirmativa del analista a su paciente no está a la par con la respuesta afirmativa de
los padres a sus hijos; los diferentes tipos de gratificación están implicados. Al apreciar al niño
y a su comportamiento, los padres “cargan” la propia imagen del niño con un valor
incrementado. Al suministrar una intervención afirmativa, el analista no evalúa la propia
imagen del paciente, pero refuerza su sentido de existencia y significatividad. Dentro del marco
analítico, afirmar es validar la experiencia. Gullestad (1992) se refiere a la diferencia entre la
actitud de los padres y la del analista como la que hay entre una confirmación de primer y
segundo orden. Para concluir: al hacer distinciones considerando el tipo de motivo y el tipo de
gratificación, parece posible preservar la regla de Freud de la abstinencia incluso dentro de una
visión más abarcativa de la teoría del desarrollo.
LA AFIRMACIÓN Y LA TEORÍA DE CURACIÓN

En esta presentación he argüido que el analista tiene que oscilar entre una estrategia
interpretativa y otra afirmativa, dependiendo del modo de experiencia del paciente en un
momento dado. Las intervenciones afirmativas se necesitan mantener vivas en el proceso
terapéutico. Esto es especialmente relevante cuando los derivados de déficits infantiles influyen
en la transferencia (Killingmo, 1989).

También es esperable que la actitud afirmativa del analista pueda tener un efecto activante y
revitalizante sobre afectos congelados o inmovilizados, trayéndolos al diálogo terapéutico
(Killingmo, 1990). En el caso referido arriba, el principal efecto de la afirmación parecía ser
que liberaba afectos, derivados de déficit temprano, que habían permanecido inmovilizados por
el aislamiento, el mecanismo total de la estructura de carácter del paciente. Mientras que la
teoría psicoanalítica de la motivación se confine a un conflicto de drive, la interpretación y
percepción constituirán los principios predominantes de curación. Al incluir necesidades
relacionales como agentes motivacionales independientes, tenemos que reconsiderar la
concepción de la curación. ¿Podemos esperar que las intervenciones afirmativas tengan un
efecto reparador sobre defectos estructurales que vienen de déficits afectivos en las relaciones
tempranas madre e hijo?.

De acuerdo con Bowlby (1969), el comportamiento de apego y la sexualidad representan


sistemas de organización separados. ¿Implica esto que las necesidades derivadas de los dos
sistemas tienen diferente dinámica y propiedades estructurales, manifestándose de forma
diferente en la transferencia y de este modo estando sujetas a diferentes principios de cambio
terapéutico? La distinción de Modell (1990) entre transferencia ​dependiente/contenedora ​e
icónica/proyectiva p​ arece relevante a esta cuestión. El primer tipo de transferencia representa
una actualización simbólica de conflictos de desarrollo, mientras la segunda representa una
recreación de imagos (-) específicos. Una diferencia principal entre las dos es que aquélla es
primariamente una respuesta a elementos inherentes en el marco terapéutico, mientras que ésta
es primariamente una proyección de intenciones internas dentro del marco. La transferencia
dependiente no posee la retorcida

18
Bjorn Killingmo Afirmación en Psicoanálisis (versión castellana)

idiosincrasia y la tendencia interpretativa de la transferencia proyectiva. Así, no está sujeta a la


misma revelación analítica de un agente proyectante inconsciente. La transferencia dependiente
implica una actitud más pasiva-receptiva con una buena voluntad para reencontrar categorías
emocionales de experiencias relacionales tempranas. Si el analista - en la transferencia- es
capaz de sintonizar con residuos de déficit de afecto temprano, la propia cualidad afirmativa
puede promover el desarrollo de una regulación interna de afecto y propia experiencia. Si es
así, éste sería el ejemplo de un efecto reparador que tiene lugar más allá de la interpretación. En
un artículo anterior (Killingmo, 1989) señalé que, debido a transformaciones estructurales
subsecuentes, las necesidades infantiles fijas no se podían dirigir directamente a la persona
mayor. Incluso si los derivados de déficit de afecto temprano no tenían las propiedades
dinámicas de necesidades de pulsión reprimidas, se podían echar a la fuerza, con cierta
frecuencia tras una coraza de carácter. Para el paciente capaz de apoyarse en el clima
afirmativo del marco analítico, el analista tiene que combinar sus intervenciones afirmativas
con interpretaciones para mostrar al paciente cómo se había encerrado él mismo en la estrategia
defensiva creada por sí mismo, que no era algo que “justo sucediese” o una cuestión del
destino. El que la afirmación se pueda adscribir a un efecto reparador independiente sobre los
defectos resultantes del conflicto de desarrollo o del déficit de afecto parece ser todavía
discutible. Sin embargo, el argumento de Modell parece conducir a una exploración adicional
de la cuestión de cómo el modo contenedor y afirmante de la iniciativa analítica actúa sobre
diferentes tipos de defectos estructurales.

Desde un punto de vista general, los dos casos de transferencia ideados por Modell parecen
reflejar las dos líneas actuales en la teoría psicoanalítica contemporánea: la posición
racionalista de Freud (Greenberg, 1991), que ve al hombre como creador de su mundo; y la
posición empirista de los interpersonalistas, que ven al hombre como creado por su mundo. La
oscilación del analista entre la interpretación y la afirmación es un reflejo del nivel técnico de
estas dos perspectivas.

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