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Daniel Arroyo LAS CUATRO ARGENTINAS Ideas y caminos para lograr una sociedad integrada

Las cuatro realidades de hoy A mediados de los años 70 comenzó una nueva etapa, que
permaneció hasta el 2001, caracterizada por la presencia de un Estado neoliberal. A diferencia de
un primer período, que ubicamos al comienzo de este apartado entre los años 30/40 y mitad de
los 70, entre 1976 y 1983 -bajo el régimen dictatorial y luego, con el advenimiento de la
democracia- existió la fuerte convicción que el Estado debía ausentarse para dar lugar prioritario al
mercado. Esta manera de concebir la política trajo aparejada la implementación de ajustes y la
conformación de una nueva y compleja estructura social. Este nuevo período del país puede ser
visto de dos maneras: 1- Argentina se “latinoamericanizó”. Se produjo la casi anulación de la clase
media y el mapa social quedó conformado por incluidos-excluidos, ricos y pobres. 2- La otra
manera de interpretar la estructura social existente en el período 1976- 2001 parte de una
concepción personal que fui construyendo en estos años y la denomino “compleja”.
Fundamentalmente, divido el mapa o pirámide social de Argentina en cuatro partes: a. El sector de
pobreza estructural. Los integrantes de este grupo no lograban cubrir sus necesidades básicas, lo
mínimo indispensable. Por ejemplo, su vivienda no tenía piso de material, tampoco poseía los
servicios básicos y estaban en situación de clara pobreza por falta de acceso a los servicios
elementales. Asimismo, destaco que la pobreza estructural también era intergeneracional. Dicha
intergeneracionalidad no sólo imposibilitaba insertarse en el mercado laboral o mejorar las
condiciones económicas, sino que también implicaba la naturalización 13 de la pobreza: “Siempre
fuimos pobres, vamos a seguir siéndolo”. De esta manera, se produjo una ruptura con el mundo
del trabajo y el educativo que, inevitablemente, generó un quiebre con la posibilidad de movilidad
social ascendente. En este sentido, se efectuó un doble proceso: dejó de existir el camino
educativo y de haber un trabajo que permitiese tal movilidad. Si bien esta estructura se pudo ver
con claridad en los años 90, lo cierto es que su gestación se produjo a mediados de los 70 y fue
tomando cada vez mayor impulso. b. El sector de nuevos pobres, la gran novedad en la década del
90. En términos conceptuales, estos sectores estaban vinculados al mundo del trabajo -
principalmente público-, en fuerte caída debido al proceso de ajuste o de retracción del Estado.
Eran docentes, jubilados, trabajadores estatales, pequeños emprendedores y/o comerciantes,
cuentapropistas que encaraban actividades del sector formal o informal y que veían bajar su nivel
de ingreso claramente. A diferencia del pobre estructural, tenían una red de capital social que los
hacía más fuertes. Lo que más sufrió este segundo sector es la privación relativa que tuvieron que
asumir ya que sus ingresos, cada vez menores, no pudieron responder a sus expectativas de
consumo. Y como consecuencia de esta realidad, este sector sintió mucha bronca y trató de
resistir a los ajustes. Objetivamente, quienes formaban parte de este grupo estaban mejor que los
pobres estructurales pero experimentaron un claro proceso de caída económica y social. c. La
clase media, conformada por los sectores medios que tenían la posibilidad de ascender y
descender y que estaban vinculados al mercado, no al Estado. En algunos casos, eran afines a la
globalización o a la industria del software, por lo cual estaban en transición ascendente. En otros
casos, quienes estaban vinculados al mercado interno, experimentaron una clara transición
descendente. A diferencia de los nuevos pobres, los sectores medios no dependían del Estado,
motivo por el que lograron adaptarse de mejor manera al modelo que promulgaba la
preeminencia del mercado. Además, y como consecuencia, este fenómeno de sectores medios en
transición generó un fuerte proceso de individualismo competitivo. d. Los sectores altos. Después
de un largo ciclo en Argentina, variaron sus intereses. Ya no eran sectores vinculados
exclusivamente a una rama de actividad (agroindustrial, financiera o industria con productos
destinados al mercado 14 interno), sino que concentraron la producción y diversificaron sus
actividades. Fueron menos y más concentrados. Eso también marcó un fenómeno nuevo en la
Argentina. Ahora bien, en esta estructura social compleja, los sectores más pobres fueron quienes
generaron los movimientos de protesta contra el ajuste: la “Carpa Blanca” docente, la primera
etapa del conflicto en la provincia de Jujuy, con Carlos “Perro” Santillán como líder, son algunos
ejemplos. Lo destacable, en este contexto, es que, en 1995, Carlos Menem logró su reelección
gracias a una alianza entre los sectores altos y bajos, un hecho sin antecedente en la historia de
nuestro país. A comienzos de 2012 podemos ver que la estructura social tiene otras
características. Sigue siendo compleja y fragmentada. La diferencia entre el 10% más rico y el 10%
más pobre es de 22 a 1, es decir, una sociedad efectivamente más integrada aunque los niveles de
integración no son los de los primeros años de la década del 70, ni reconstruye su esquema
original. Ahora se puede distinguir una sociedad dividida en cuatro partes que mantiene algunas
características de los años 90, mientras que otras se han transformado. Por un lado, aparece el
sector de pobreza estructural, que continúa con las mismas características conceptuales, sin cubrir
sus necesidades mínimas, que está concentrado en los grandes centros urbanos y, especialmente,
en el NOA, el NEA y el conurbano bonaerense. El sector de pobreza estructural continúa con las
mismas características conceptuales, es decir, que no cubren lo mínimo, tiene pobreza
intergeneracional, no hay movilidad social ascendente, no está incorporada al mundo del trabajo
pero sí es sujeto de gran parte de las políticas sociales argentinas. Se pasa de las políticas sociales
más acotadas y específicas a las grandes políticas como la Asignación Universal por Hijo (AUH) que
no toma sólo a este sector, sino que abarca también al sector que está un poco más arriba en la
pirámide social. Como consecuencia de esto se produce una mejora de infraestructura
(condiciones mínimas en las viviendas, por ejemplo) en los sectores de pobreza estructural. La
tendencia es una mayor capitalización de otros sectores. El estado puso en marcha diversas y
exitosas políticas sociales y mejora la transferencia de dinero. Sin duda, los sectores de pobreza
estructural a inicios del 2012 son menores y se encuentran mejor que durante los años 90, aunque
conceptualmente 15 tienen las mismas dificultades. El trabajo y la educación aún no son las vías
para generar una movilidad social ascendente en el sentido de inclusión en el mundo del trabajo.
Justamente, uno de los grandes desafíos para el Estado es lograr remplazar la asistencia directa
por mecanismos que les permita generar autoingreso. Otro grupo que compone la estructura
social vigente está integrado por los sectores vulnerables vinculados al mundo del trabajo informal
(Argentina tiene entre 35% y 37% de informalidad económica), sea por trabajo no registrado o, la
mayoría, por ser cuentrapropistas (gasista, plomero, carpintero, etc.). Los sectores vulnerables
claramente se auto-sostienen económicamente y viven de su propio ingreso, no tienen asistencia
estatal directa aunque, en ocasiones, pueden ser beneficiados por la Asignación Universal por Hijo.
Lo que marca su modo de vida es la precariedad, como primer concepto fuerte, y la falta de
previsibilidad. Un docente tiene idea de lo que va a ganar durante un año, puede proyectar sus
vacaciones si tiene o no ahorros. Es decir, tiene un horizonte de futuro bastante claro.
Contrariamente, los sectores vulnerables no gozan de esta posibilidad de previsión. Pueden ganar
más o menos que un docente, pero esa falta de previsibilidad es, en gran parte, su preocupación.
También paga más impuestos y tiende a ver al Estado como generador de políticas para el sector
de pobreza estructural y no para sí mismo. Estos grupos, a diferencia del fenómeno de la nueva
pobreza, no están en un proceso de movilidad ascendente. Sin dudas están mejor que en la
década de los 90 y también tienen muchas dificultades de vida cotidiana que les hace la situación
más difícil. La clase media en Argentina se reconstruye vinculada al Estado y al mercado interno.
Los docentes, los trabajadores estatales, los empleados de comercio, vuelven a formar parte de la
clase media pero con algún nivel de integración y no en situación de precariedad. Asimismo, se
puede observar el aumento del consumo y de la previsibilidad. A partir de estas cuestiones, se
percibe claramente la mayor presencia del Estado en el escenario político y social. De todas
maneras, frente a esta mejoría quedan algunas cuestiones que modificar: por ejemplo, los
trabajadores que son formales pero contratados por determinado tiempo tienden a consolidarse
como vulnerabilidad o como clase media formalizada. Por último, la clase alta continúa con sus
niveles de diversificación y concentración, y presenta mayor tensión tanto durante el gobierno de
Néstor 16 Kirchner como el de Cristina Fernández de Kirchner. Los fenómenos de concentración
continúan siendo fuertes y el fortalecimiento de la actividad primaria permite que el sector tenga
mucha vinculación con el mundo de la producción agrícola- ganadera y, especialmente, con la soja.
A modo de conclusión de este análisis descriptivo de la estructura social actual, podemos decir
que la Argentina está frente a una nueva organización social. Ha resuelto problemas importantes
originados o consolidados en los años 90 y no se percibe un fenómeno generalizado de movilidad
social descendente. También reconstruyó el aparato estatal, tanto en la atención para los sectores
de pobreza extrema como en la consolidación para los que tienen trabajo en el sector público.
Lamentablemente, aún no ha logrado rehacer la idea del camino de la movilidad ascendente por
medio de la educación. Este es un problema serio porque hay un contexto de mejora económica
en el que no se logra visualizar cuál es el trayecto que se debe seguir para que a nuestros hijos les
vaya mejor que a nosotros. Queda claro, entonces, que los próximos años nos enfrentan al desafío
de integrar y reconstruir la movilidad social ascendente.

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