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Siguiendo el estilo de Albert Camus o Daniel Defoe, elabora una crónica sobre tu

experiencia en la pandemia.

Me acuerdo perfectamente de cómo empezó todo. Estaba en la academia de inglés a la que yo voy
todos los lunes y miércoles. Era lunes y quedaba ya poco tiempo para que acabase la clase cuando
a todos los que estábamos allí nos llegaron mensajes por todas partes: de los grupos de WhatsApp,
de Instagram… Todos decían lo mismo: el día siguiente sería el último antes de que empiece el
confinamiento por coronavirus. Llegó el martes, el último día antes de confinarnos. Todos en la
clase lo estábamos celebrando, yo también estaba muy contento porque ¡no iba a tener que ir al
colegio durante 15 días! Pero pronto me iba a dar cuenta de que no era motivo de tanta alegría. Ya
era martes por la noche y aún no me lo acababa de creer. ¡Encerrado durante 15 días sin tener que
madrugar, que ir a las clases…! Aunque no iba a durar tanto la alegría porque el miércoles por la
mañana temprano todos los profesores nos mandaron deberes, trabajos, proyectos… “Claro, es
que esto no son vacaciones”, decían todos. Pero bueno, yo sabía que si lo llevabas al día todo no
iba a ser ningún problema, y en efecto, fue así. A partir de ese día mi rutina fue siempre la
siguiente: levantarme a las 8:00 de la mañana, desayunar, ducharme y ponerme a trabajar sobre
las 8:45. A las 11 tomarme un descanso para comerme una pieza de fruta y después seguir
trabajando. A las 14:00 ya no trabajaba y descanso con mi hermano viendo capítulos de nuestra
serie hasta que empecemos a comer, sobre las 15:00. Después me echo la siesta leyendo un rato,
trabajaba un poco más y por la tarde, hacer deporte con mi familia, o jugar a juegos de mesa o ver
películas… Ah, y los lunes y miércoles sigo teniendo academia de 19:00 a 20:30. La verdad es que
esta nueva rutina es mucho mejor que la que tenía antes. Lo único que echo de menos es estar con
los amigos y compañeros y jugar en los recreos. Pero por todo lo demás, se puede quedar así como
está ahora. Los buenos cambios que ha habido en mi rutina son varios. Por ejemplo, normalmente
me levantaba a las 6:50 y tenía mucho sueño siempre que me levantaba y ahora que me levanto a
las 8 me puedo acostar más tarde y aún a así, dormir más que antes. Otra cosa buena es a la hora a
la que comía; antes comía a las 16:30 y ahora a las 15, lo que significa que puedo leer un rato
después de comer. Este cambio se debe a todo lo que tardaba en ir desde mi casa hasta el colegio y
desde el colegio a casa, otra cosa que no echo de menos: el desplazamiento. Sin embargo, un día,
vino una noticia malísima: ¡se iba a alargar la cuarentena y nos íbamos a quedar sin poder viajar
esta Semana Santa! Digo que era muy mala noticia por dos cosas: porque siempre en Semana
Santa mis padres, mi hermano y yo viajábamos a Málaga a visitar a la familia y aprovechábamos
para dar paseos por la playa y disfrutar… y la segunda cosa es que nuestro piso es pequeño y 15
días no nos molestaba, ¡pero ya más de 15 días y encima no poder viajar! Aunque siendo creativos
conseguimos rellenar la mayor parte del tiempo que no teníamos nada que hacer. Por ejemplo, mi
hermano y yo jugamos al ping-pong en la mesa del salón y nos lo pasamos muy bien. Y, además,
estamos aprovechando para ver muchas series y películas que antes no teníamos tiempo de ver,
para leer muchos libros…Pero bueno, qué le íbamos a hacer. Si eso era lo que había que hacer para
frenar los contagios por coronavirus, entonces había que hacerlo. Yo cada día pienso en toda la
gente que estaba muriendo en los hospitales por esta pandemia y también en todos los
enfermeros, médicos, y toda la gente que trabaja en los hospitales porque ellos tienen muchas
más posibilidades para contagiarse. Por esto, cada día a las 20:00 salía y sigo saliendo a aplaudir a
todas estas personas con muchas ganas y energía.
Espero que este esfuerzo que todos estamos haciendo sirva para que esta pandemia se frene y que
no se contagie ni muera más gente. En definitiva, prefiero valorar todas las cosas positivas que esta
situación está aportando y aprender a valorar más las cosas que tenemos y a las personas que nos
rodean.

Elabora un breve ensayo sobre las lecturas de Edmundo Valadés

Edmundo Valadés representa una de las figuras que toda tradición literaria necesita para
consolidarse. Gracias a la edición de la revista El Cuento y a su amplia trayectoria como
antologador del género, tendió puentes entre la literatura de México y las letras universales,
colaboró en la formación de un público lector de los relatos breves y diversificó el cultivo de uno de
los géneros en el que México ha hecho contribuciones a la tradición hispánica. Es autor de una
obra clásica, La muerte tiene permiso (1955). Con ella anunció un momento estético posterior a su
época en que ya no sería operante la separación de relato rural y relato urbano para México.
Prefirió el final sorpresivo, la historia cerrada y recreó algunas inflexiones dialectales del habla
popular del altiplano, con lo que amplió las posibilidades expresivas de narradores que lo
sucedieron. También publicó los cuentarios: Las dualidades funestas (1966) y Sólo los sueños y los
deseos son inmortales, palomita (1980). Su labor como periodista ha quedado registrada en
Excerpta (1984). Además de columnista, exploró las posibilidades del reportaje. Dos ensayos sobre
literatura nos permiten apreciar su concepción estética de la narración, La Revolución y las letras
(1960, en coautoría con Luis Leal) y Por caminos de Proust (1974). Enormemente apreciado por su
humilde generosidad y la calidad literaria de su breve obra, Valadés recibió en vida el
reconocimiento de sus pares y varios homenajes nacionales: en 1981, le entregaron el Premio
Nacional de Periodismo y, en 1982, el Premio Rosario Castellanos del Club de Periodistas de
México; en 1984, le aplaudieron en la Galería del Centro Cultural Guadalupe Posada; en 1985, le
dedicaron el Encuentro de narradores en Morelia; asimismo en 1985, le rindieron homenaje en la
Universidad Nacional Autónoma de México; en 1987, le entregaron el Doctorado Honoris Causa en
Letras (Universidad de Sonora); y en 1989, le dedicaron La Feria Internacional del Libro de
Guadalajara. Edmundo Valadés es uno de los máximos conocedores del cuento en el México del
siglo xx y su máximo difusor.

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