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14 de junio de 2023

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CONTRATAPA

La noche en que Mariano


TEMAS
La noche de los lápices
Fito Páez

Moreno y Fito tuvieron razón

Por María Seoane


11 de junio de 2023 - 01:37

Esta historia comenzó en la madrugada del sábado 7 de junio de 1986,


Día del Periodista en honor a la fundación del primer periódico patrio
creado por Mariano Moreno, cuando cerca de las dos de la mañana, en
una oficina de San Telmo, con mi colega Héctor Ruiz Núñez pusimos
punto final a la revisión del libro La noche de los lápices. Lloramos y nos
abrazamos. Festejábamos haber llegado a tiempo para no fallarle a los
chicos y para entregarlo a la editorial Contrapunto cuyo editor, Eduardo
Luis Duhalde, nos había conminado a que saliera antes de cumplirse
los diez años de aquella tragedia del secuestro y asesinato de
adolescentes secundarios en La Plata ejecutado por la dictadura
militar, crimen que había comenzado el 16 de setiembre del 76.
Debíamos terminarlo antes del estreno de la película que ya estaba
filmando Héctor Olivera, previsto también para setiembre. Con Héctor,
sólo pudimos brindar con café en medio de la rara mixtura que nos
producía la alegría de terminar y la angustia de separarnos de nuestros
protagonistas: “Por los chicos” y “Por todos los periodistas que se
animen” a contar la tragedia ocurrida en la Argentina, dijimos. 

Mi trabajo en la revista El Periodista de Buenos Aires, para la cual había


estado acreditada en el Juicio a las Juntas Militares hasta 1985, me
había permitido conocer a fondo el testimonio de Pablo Díaz, uno de
los sobrevivientes del grupo de estudiantes desaparecidos y, por
entonces, el único testigo directo del caso en el juicio. Héctor se había
sumado a mi pedido de hacer el libro ya que él y su equipo
colaboraban ya para la revista Humor de la misma editorial la Urraca de
Andrés Cascioli, que editaba El Periodista: con su equipo de
investigación trabajaban hacía unos meses en el develamiento de la
estructura represiva en la provincia de Buenos Aires, donde había
ocurrido ese crimen, un hueso durísimo de roer, un territorio tenebroso
de dominio del general Ramón Camps surcado por el ocultamiento de
los hechos y el destino de los adolescentes que estaban aún
desaparecidos. 

El libro, por tanto, más que centrarse en esa estructura mortal y


cruzada por los pactos de silencio y sangre de los represores, era
considerado por mi como “letras de emergencia” donde el eje debía ser
la luminosa historia de lucha de los estudiantes desaparecidos, aunque
no renunciáramos a encontrar respuestas sobre el destino de los
chicos y el nombre de los asesinos. Nos iluminaba el antecedente
genial de Operación masacre de Rodolfo Walsh. La forma de investigar y
de narrar la historia tenía sus enseñanzas definitivas. Era, así, también
un homenaje al maestro. 

Semanas después, con el libro ya en la calle- la primera edición ocurrió


el 21 de julio-, nos empecinamos en presentarlo en el Centro Cultural
San Martín, dirigido, por ese entonces, por Javier Torre, hijo del genial
cineasta Leopoldo Torre Nilson. Creo recordar, sin precisión luego de
tantos años, que mi entrevista con Torre, muy afectuoso y atento, tuvo
ribetes cómicos. A pesar de las numerosas amenazas de bombas que
solía haber entonces ante la irreversible avalancha de denuncias sobre
los crímenes de la dictadura- ya que por otro lado el Teatro San Martín
había sido la sede de las denuncias de la Conadep-, Javier estaba
decidido a que el libro se presentara, sí o sí, allí. Me ofreció realizar el
acto en la sala A-B (ambas salas se unían para hacer un espacio
mayor de unas 2500 personas). Me asusté. “No”, le dije, “no… es
demasiado grande”. Javier quería convencerme; yo me resistía.
“Dejemos la A, por favor”, supliqué. “Bueno, siempre se puede correr
los paneles y ampliar… porque habrá que prepararse para que vengan
muchos centros de estudiantes”, sentenció. Tal vez para no achicarme,
le dije: “no sólo hablaremos los que hicimos el libro. Y estarán Pablo
Díaz y familiares de los chicos. Y vamos a pedirle a Charly García que
venga a cantar una canción…” Javier aplaudió, pero comentó: “Ojalá lo
logres…”

La verdad no sabía qué pasaría. Intentamos llegar a Charly y nos


dieron un sí a secas. Pero era un sí. Hablamos con Olivera para que
todo el elenco de la película, que el día señalado debía estar filmando
en Aries las últimas escenas, viniera a la presentación del libro. Los
siete jóvenes actores elegidos nos prometieron que contra viento y
marea estarían a la hora señalada en el acto. Debían venir de lejos,
con una combi desde la provincia de Buenos Aires. Habían sido
seleccionados para la película- basada en nuestra investigación con
guión de Olivera y Daniel Kon- por la directora más talentosa de
casting para esos perfiles, Eugenia Levín. Los actores seleccionados
representaron la lucha de los chicos en La Plata por el boleto
estudiantil y que compartieron el cautiverio final en el campo de
concentración llamado Pozo de Banfield. Actuaron Vita Escardó por
Claudia Falcone; Alejo García Pinto por Pablo Díaz; Adriana Salonia
por María Clara Ciocchini; Pablo Machado por Claudio de Acha;
Leonardo Sbaraglia por Daniel Racero y Pepe Monje por Francisco
López Muntaner. Todos tenían entre 16 y 18 años cuando fueron
secuestrados y, excepto Pablo Díaz, asesinados. A pesar de la
resistencia de Olivera a interrumpir el rodaje, apremiado por terminar la
película, los jóvenes actores juraron que harían lo posible para llegar,
por acompañar a Pablo Díaz, a los familiares de los chicos
desaparecidos y a nosotros. 

Nunca supe la magnitud de lo que se había puesto en marcha hasta


aquella noche de julio de 1986- un mes después de haber terminado el
libro- cuando salí, muerta de miedo para esa presentación (la primera
de mi vida) en el Centro Cultural San Martín. Lo cierto es que hubo
miles rodeando el complejo tanto en la avenida Corrientes como en la
calle Sarmiento por donde se entraba, barras cada discurso, que
Olivera cedió y acompañó a sus actores al promediar el acto, que
nadie faltó esa noche. Que miles de porteños estaban ahí, rodeando a
las madres y abuelas de Plaza de Mayo y a los familiares de los
chicos. Los nombres se pierden en la memoria. ¿Y Charly? Charly no
llegó, pero estuvo: le pidió especialmente a Fito Páez que no nos
dejara solos.

Y llegó Fito. Y cantó por primera vez allí, en esa catedral del teatro, “Yo
vengo a ofrecer mi corazón”, una y otra vez… una y otra vez, entre
ovaciones y lágrimas y gritos y juramentos de no olvidar nunca más lo
ocurrido. Han pasado muchos años y por suerte Emilse Moler,
sobreviviente de aquella noche trágica- no había llegado a testimoniar
en las audiencias del juicio- completó con su libro La larga noche de los
lápices la historia de nuestras letras de emergencia que dieron origen a
esta memoria. Por suerte la lucha política de los estudiantes y no sólo
por el boleto estudiantil hizo posible que se consagrara el Día del
Estudiante Secundario para que nunca más los argentinos
abandonáramos a nuestros jóvenes en sus luchas.

Héctor ya no está. Una tarde de 2011 tomé un café con él en la


esquina de Juncal y Salguero. Me dijo que estaba enfermo y que iba a
morir. Hubo un largo silencio. Le recordé aquella madrugada cuando
pusimos el punto final del prólogo, sellándolo con una frase de Borges:
contar esa historia era “nuestra fatalidad y nuestro privilegio”,
escribimos. Cuando nos despedimos solo atiné a decirle: “Te quiero
mucho.” Han pasado muchos años. Pero este día del periodista en que
cuento esta historia- 7 de junio de 2023- resume la vida vivida y por
vivir. Porque por suerte, como dicen los estudiantes secundarios, los
lápices siguen escribiendo. Y Mariano Moreno sigue siendo el patriota
que amamos; y Charly siguió componiendo y Fito siguió ofreciendo su
corazón y el amor siguió después del amor porque nunca nada está
perdido.

Nunca. 

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Beiset hace 2 días

Bellisimo relato Maria, de un tan triste suceso.


Gracias por mantener viva y despierta nuestra memoria.

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rps hace 2 días

Salud

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eroberto hace 2 días

Muy bueno, señora; recordar y contar, siempre, para no olvidar mientras


se nos aguachentea la vista. Gracias.

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silhafford hace 2 días

Gracias por esta nota! Siempre hay algo más para conocer, emocionarse
y dolerse.

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PedroAngel hace 2 días

Gracias, por estas lágrimas que pensé estaban ya secas.

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Elena68 hace 2 días

Gracias Seoane, conmueve saber que no todo está perdido. Hay


esperanza, siempre!

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MariaA5 hace 2 días


Sra. un placer infinito leer su nota. Gracias por hacerme sentir humana
en mis lagrimas

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titorose hace 2 días

Uff Maria…hermosa elegía para esos tiempos rumorosos.

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caro1946 hace 2 días

Hermosa publicación, me emocionó Me llevo a esa época, muchos


recuerdos No estoy enterada del día del estudiante secundario’ Si
pueden recordarme el día Gracias 

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andreamolfetta hace 2 días

hermoso! muchas gracias

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anclem hace 2 días

Me emocione con tu nota Maria!!! Gracias!!! NUNCA MAS!!!

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gabrielsedler hace 3 días

Hermosa nota, necesitamos todes el periodísmo... aún.  Me llamó la


atención que no te imaginabas la repercusión que podía tener la
investigación, pero estamos aquí, los lectores, los que apreciamos a los
que descifran los gritos y leen los silencios. Saludamos a los periodistas 
y los queremos.

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danuso hace 3 días

Excelente

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hace 3 días
Aquario  (Editado)
Recuerdo emocionante de una gesta periodística que ayudó a despabilar
la memoria adormecida por la dictadura. Gracias, María. Vos sos una
gran periodista!!!

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LilianaPL hace 3 días

Hermoso !!!

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Lizzie hace 3 días

Gracias María por tu emotivo recuerdo

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hace 3 días
usernamer  (Editado)
lloré...gracias.

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monimazzetti hace 3 días

Cuántos sentimientos compartidos en esta nota, María! Gracias a usted


y Ruiz Nuñez por su compromiso de siempre en busca de Memoria,
Verdad y Justicia. 

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kusmin hace 3 días

Conmueve!, gracias

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calin hace 3 días

Gracias!! una nota hermosa!!

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La noche de los lápicesFito Páez

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