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Periodismo y

Literatura

Trabajo Práctico Número 3:


Aguafuertes Porteñas

Nicolás Sartoris - 40.063.563

“La vagabundez del soñador”

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Comienzo por declarar que creo que para vagabundear mientras uno está cursando
Periodismo y Literatura se necesitan excepcionales (diría únicas) condiciones de soñador. Uno
necesita un poco de ese escepticismo requerido para vagabundear como aquellos perros que
tienen hambre y que cuando uno los llama menean la cola pero en vez de acercarse, se alejan. Ese
escepticismo es necesario si uno quiere poder salir vivo de la cursada de Periodismo y Literatura. A
medida que uno va avanzando en la carrera se escuchan voces en el pasillo que comentan: "La
materia más difícil de todas es Periodismo y Literatura", "Aprobar PYL es casi imposible", "En el
ensayo te parten al medio". Mucho no le erraban aquellos que escupían esas y muchas más frases.
La tortura que provoca semana tras semana esta materia es increíble.

Claro está que el escepticismo planteado por Roberto Arlt presenta diferentes dudas
frente a hechos concretos, presuntas “verdades” que nos dan pie a cuestionarlas. Esa verdad que
plantea el autor de las “Aguafuertes porteñas” y que me gustaría presentar ante ustedes es la que
se refiere a ver si uno puede cursar Periodismo y Literatura y mientras tanto poder llevar a cabo
una vida tranquila y agradable, con tiempo para disfrutar de otras cosas en esos cuatro meses de
cursada (si es que llega vivo al final de ella), sin estresarse, sin transpirar cascadas de agua por los
nervios de sentirse presionado todas las clases.

Creo que la presión nos permite auto exigirnos más a cada uno de los estudiantes, dar lo
mejor para poder regularizar la materia, dar un examen final y así ir escalando peldaños para llegar
a nuestro objetivo, que es convertirnos oficialmente en periodistas. Todo eso suena muy
gratificante, muy bonito, pero queda de lado si uno se inscribe en Periodismo y Literatura. Cada
encuentro de los martes por la tarde/noche comienza con un: "¿Tienen dudas sobre el ensayo?",
"¿Trajeron algo pensado sobre las hipótesis?". Obviamente las respuestas se encuentran cargadas
de dudas. Hipótesis mal formuladas. Siendo sincero, nadie sabe como hacer una hipótesis.
Podemos plantear un millón de supuestos, pero ninguno la pega ni de casualidad. Mejor ni les
cuento como es el resto de la clase para que no se asusten tanto.

La primera vez que uno cursa esta materia comienza bien o al menos parece eso. Uno se
encuentra haciendo los trabajos semanales, tratando de llevar la lectura al pie del cañón pero
cuando van pasando los días, las semanas y hasta los meses uno se da cuenta que no llega a hacer
todo. Primero uno asimila el compromiso, realiza las cosas con cierta soltura y busca el equilibrio
entre realizar todo con tiempo y estar liberado los fines de semana. A medida que uno va
superando los obstáculos (llámense libros, trabajos prácticos, hipótesis del ensayo final) siente
como la cursada de PYL se lo va devorando. No hace los trabajos, pospone lecturas y termina
abandonando la materia.

Luego de volver a anotarse y cursarla nuevamente empieza con la misma situación que la
primera vez que transcurrió la cursada y trata de asimilar ese proceso de entendimiento y busca
que el equilibrio encontrado tiempo atrás dure para siempre, o por lo menos funcione los
siguientes meses. Entonces uno pone diferentes pensamientos en la balanza, pero siempre la
vagabundez termina pesando más.

Pero lo que deseo remarcar es que cada estudiante quiere llevar una carrera universitaria
adelante pero también quiere salir un sábado por la noche. En mi caso, los sábados son sagrados.
La Santa Biblia relatada y escrita por Nicolás Sartoris marca lo siguiente: “Si ser feliz quieres, los
sábados salir debes”. Entendámonos. Si un sábado no hago algo siento que toda la semana fue
una pérdida de tiempo en mi vida, que no valió la pena ir a la facultad, trabajar y/o estar en mi

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casa. Necesito rotundamente estar fuera de mi casa en la especial madrugada del domingo. No
importa si llueve, truene, nieve o un calor agobiante se hace presente.

Me encontraba en esa situación de sábado por la noche. Pensando, asimilando la


situación, preguntándome una y otra vez si iba a ir a un bar, a un boliche, a la casa de un amigo o si
me iba a quedar divirtiéndome con los trabajos prácticos y los libros de la querida Periodismo y
Literatura. En mi caso, siempre pienso con tiempo si el fin de semana me gustaría adelantar los
trabajos prácticos y las lecturas de PYL para después no tener que andar “corriendo”.

En Periodismo y Literatura ocurrió lo mismo el cuatrimestre pasado y sigue ocurriendo lo


mismo hasta el día de hoy. Gustavo, Sabrina e Ivana nos quieren tanto que nos inundan con sus
conocimientos todas las clases y luego buscan que nosotros nos inundemos (hasta llegar al punto
en el que nos terminamos ahogando) con libros completos para luego realizar trabajos prácticos
que anda a saber en qué nos van a servir cuando terminemos la carrera y si Dios quiere,
trabajemos de periodistas en radio, medios gráficos, televisión o donde sea. Entendámonos. La
única forma de poder realizar todo en tiempo, forma y orden es que le dedique exclusivamente
cada minuto de su vida a esta dichosa materia. El otro recurso que imagino es que les cambie el
pensamiento a los profesores y nos dejen aprobar sin leer y sin hacer el ensayo final. Soñar no
cuesta nada, y creo que soy un soñador de la hostia.

Entonces, sábado a la noche otra vez. Decisiones. Sensaciones. Colores. Me gusta


relacionar a las sensaciones con los colores. Es una de las tantas manías que forman parte de mí.
Me fascina debido a que creo que hay más similitudes entre sensaciones y colores de lo que todo
el mundo piensa.

La situación no era muy alentadora que digamos. Tenía que hacer un millón de cosas para
Periodismo y Literatura. El domingo me tenía que levantar temprano para ir a trabajar e iba a
perder todo el día ahí. Era un panorama violeta. Violeta porque no tengo ganas de usar un típico
color de los que todos utilizan para describir cosas o situaciones que no pretenden ser
alentadoras. Me parece un lindo color el violeta. Me gusta ver las cosas desde otro lado.
Generalmente, todas las personas asocian el amor con el color rojo, el frío con el azul, la esperanza
con el verde, la paz con el blanco. Si todos hacen eso, ¿por qué no iba a poder asociar al violeta
con situaciones poco alentadoras a pesar de creer que es un color admirable?

Los colores representan dichas sensaciones, situaciones que uno atraviesa. Para mí, estar
contento es ver todo rojo, estar triste lo relaciono con el amarillo, estar eufórico es sentirme
naranja. No sé, a veces siento que realizar todas estas asociaciones me convierten en un loco pero
al final, cada individuo tiene sus locuras. Sin locuras no se puede vagabundear.

Sin embargo, volvamos al sábado. Volvamos a lo violeta. Me encontraba en mi escritorio,


con la pantalla de la computadora en frente y cero ganas para arrancar a leer, interpretar y escribir
algo. Analizaba la situación después de haber comido unas ricas milanesas con papas fritas. ¿Qué
hacer? Ese era el dilema. ¿Me quedo en casa y aprovecho el tiempo para hacer todo lo que tengo
pendiente? o ¿salgo con mis amigos a tomar algo, a bailar, a vagabundear por las calles del
conurbano bonaerense?

Los pensamientos viajaban a cien kilómetros por hora. Iban desde mi cabeza, se tomaban
un avión y volvían a ella. Corrían más rápido que Usain Bolt. No me dejaban tranquilo por un
segundo. Capaz lo mejor era acostarme, ir a dormir y ver qué onda al otro día. El “ver qué onda”
me gusta bastante, porque nunca va a ocurrir lo mismo dos días seguidos. Este ver qué onda era

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rezar para que me den una mano en el trabajo, salir en un horario razonable y volver a casa
relativamente temprano para encontrarme con Roberto Arlt y sus amigos. A eso me refería con ser
soñador o buscar serlo. Soñaba cosas que difícilmente iban a ocurrir. Más que sueños, eran
milagros.

Por momentos pensaba: “Me quedo despierto y aprovecho toda la noche. Somos la amada
Periodismo y Literatura y yo, Nicolás. Nadie me va a sacar de la computadora hasta que haya
terminado todo”. Claro está que si me quedaba en casa y “aprovechaba” la noche solamente iba a
escribir dos párrafos de un texto, leer diez hojas de un libro, hacer la caratula del trabajo práctico y
no mucho más… Entendámonos. El estudiante promedio dice que va a aprovechar la noche… para
ver televisión, una serie en Netflix, visitar las redes sociales, nunca se va a dedicar de lleno (vacío
suena mejor) a las cosas de la facultad.

Por otro lado, la noche me sienta bien para deambular, para vagabundear y no solo por las
calles de Buenos Aires sino también para hacerlo en las hojas de los libros, para entrometerme en
la tinta que llena cada una de las oraciones de los textos. “Los siete locos” y otros textos de
Roberto Arlt me esperaban con cuchillo y tenedor si es que tomaba la decisión de quedar
enjaulado en mi hogar. Quedar encerrado bajo llave, candado, chaleco de fuerza y un par de
objetos más. Así me iba a sentir si me quedaba en casa. ¿Qué hacer entonces? ¿Traicionar y pecar
a la Santa Biblia Sartoriana o serle fiel a mi religión?

Estaban por llegar las doce de la noche y seguía con mil dudas. No nombro tanto a la
“duda” porque soy dubitativo, para nada… Dicen que la duda mata pero por lo menos te da la
oportunidad de elegir entre dos o varias opciones. La duda exige, te pone al límite, casi tanto
como Gordillo y sus secuaces. La duda seguía siendo si era mejor pensar en mi futuro como
periodista o disfrutar y vivir el presente.

Entonces me dije a mi mismo: “Si siempre hago las cosas a último momento para
Periodismo y Literatura, ¿por qué no hacerlo nuevamente?" Pero bueno... dicen que la esencia
nunca se pierde y creo que mi vagabundez de soñador nunca se va a ir, por lo menos por ahora...

Para realizar este trabajo práctico decidí tomar un poco del espíritu,
el estilo y la estructura del aguafuerte "El placer de vagabundear" debido a
que fue una de las que más me gustó y busqué copiar ciertos aspectos de
ese artículo. Me sentí un poco identificado con la vagabundez descripta por
Roberto Arlt. Creo que todos somos un poco o muy escépticos y esto nos
lleva a vagabundear en diversos aspectos de la vida.

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