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SENTENCIA CONSTITUCIONAL PLURINACIONAL 0572/2014

Sucre, 10 de marzo de 2014

SALA PRIMERA ESPECIALIZADA


Magistrado Relator: Tata Gualberto Cusi Mamani
Acción de amparo constitucional

Expediente: 02889-2013-06-AP
Departamento: Pando

En revisión la Resolución 01/2013 de 14 de febrero, cursante de fs. 41 a 42


vta., pronunciada dentro de la acción popular interpuesta por Duri Mar
Merelis Genaro, Presidente de la Central Indígena de Pueblos
Originarios de la Amazonía de Pando (CIPOAP) en representación sin
mandato de la Comunidad indígena “Takana El Turi Manupare II” contra
Miguel Ruiz Cambero.

I. ANTECEDENTES CON RELEVANCIA JURÍDICA

I.1. Contenido de la demanda

Por memorial presentado el 7 de febrero de 2013, cursante de fs. 6 a 7 vta., la


parte accionante, expone los siguientes fundamentos de hecho y de derecho:

I.1.1. Hechos que motivan la acción

La comunidad indígena “Takana El Turi Manupare II”, afiliada a la CIPOAP, fue


objeto de amenazas y amedrentamientos con armas de fuego por Miguel Ruiz
Cambero, quien dice tener derecho sobre más de 4000 ha en el lugar donde se
encuentra asentada dicha comunidad, la misma que, con la finalidad de
resolver el problema y ser escuchada, bloqueó las vías camineras, solicitando la
presencia del Gobernador del departamento de Pando. Luego de una reunión
efectuada entre la Viceministra de Justicia y los dirigentes de las distintas
comunidades indígenas, la organización campesina de Pando que los
representó, logró firmar un documento denominado “Acta de acuerdo y
compromiso de Nanawa”, por el que se convino: a) Conformar una comisión
para el análisis de las tierras en conflicto; b) Acuerdo para la zafra 2012-2013;
y, c) Formar una comisión técnica para la revisión de las concesiones
forestales.

Cuando la comisión se encontraba analizando el “decreto barraquero”, recibió la


llamada de los indígenas de la comunidad “Takana El Turi Manupare II”,
denunciando que Miguel Ruiz Cambero y un grupo de personas armadas,
ingresaron nuevamente al predio en conflicto, conminándoles a salir “por las
buenas”; caso contrario, no responderían de lo que pasara en el predio;
minutos después, recibió una segunda llamada, en la que con gritos de
desesperación sus hermanos indígenas le informaron que los hombres armados
ingresaron a las casas y sacaron sus cosas, temiendo que algo grave pasara.

I.1.2. Derechos supuestamente vulnerados

La parte accionante alega la lesión de sus derechos al hábitat o el domicilio y al


debido proceso, citando al efecto los arts. 13.I, 14.III, 15, 24, 25.I, 115.II y
135 de la Constitución Política del Estado (CPE).

I.1.3. Petitorio

Solicita se conceda la tutela, disponiendo el cese de cualquier acto de agresión


física y psicológica contra la comunidad indígena “Takana El Turi Manupare II”;
además, pide se remitan antecedentes al Ministerio Público, así como el pago
de daños y perjuicios.

I.2. Audiencia y Resolución del Tribunal de garantías

Celebrada la audiencia pública el 14 de febrero de 2013, según consta en el


acta cursante de fs. 36 a 40, se produjeron los siguientes actuados:

I.2.1. Ratificación y ampliación de la acción

La parte accionante, por intermedio de su abogado, reiteró los fundamentos


expresados en el memorial de demanda, aclarando: 1) El demandado tiene 500
ha tituladas; además, dice tener “derecho espectaticio” sobre más de 400 ha
que no son de su propiedad, en el lugar donde están asentados los indígenas;
2) El demandado reunió un grupo de personas en Riberalta, a quienes trasladó
al lugar de los hechos donde a “punta de pistolas hacen corretear” a los
indígenas en época de zafra, quemando sus casas para que salgan de esas
tierras; 3) Los indígenas se autoidentifican como descendientes originarios de
la amazonía de Pando, y solicitaron la dotación de tierras fiscales en las que se
encuentran asentados, cumpliendo una función económico y social; además, en
esta época se dedican a la recolección de la castaña; y, 4) El comunario
Rolando Mamani Tari -pidiendo la palabra en audiencia- declaró que catorce
casas, y no simples carpas, fueron quemadas por orden de Miguel Ruiz
Cambero; que el lugar en el que habitan y cosechan castaña se encuentra en
tierras fiscales y no tituladas. Adicionalmente, la comunaria, Diana Fernández,
dijo: “nosotros queremos que todos los problemas se acaben con el Sr. Ruiz, ya
no queremos más peleas, siempre hemos sido amenazados” (sic).

I.2.2. Informe de la persona particular demandada

El demandado Miguel Ruiz Cambero, en audiencia, expresó los siguientes


argumentos: i) Esas personas amedrentaron a más de cincuenta personas,
entre ellas a su esposa que es la que se hace cargo de más de 4000 ha, a
quien le habrían quitado la almendra en el año 2011; ii) Los documentos
emitidos por el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) y Autoridad de
Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierras (ABT) le avalan; además que
el fallo de un juez ordenó que se retiren el “27 de abril”; después, hubo
conciliación y pidieron salir el “17 de julio” a lo cual accedió, a sabiendas que
luego querrían quedarse con su propiedad; iii) Los comunarios, contratan a
taxistas y gente de dudosa reputación, “vándalos”, quienes entran y asustan a
la gente que vive en su propiedad, así el “4 de febrero” le robaron doscientos
cajas de castaña; iv) Sentó la denuncia, solicitando se emita un mandamiento
de desalojo contra los indígenas que entraron a sus tierras tituladas, él no
incendió nada, sino que personas borrachas prendieron fuego intencionalmente
con el fin de desacreditarlo; v) Negó que el 6 de febrero hubiera ingresado
armado a su predio titulado; además, en la zona no hay señal de teléfono; vi)
En el Juzgado Agroambiental se tramitó un interdicto de recobrar la posesión y
ellos firmaron un acuerdo para retirarse en el mes de abril, una vez que pase la
época de zafra; vii) Como es posible que se consideren un pueblo indígena
originario, si su existencia no es desde antes de la colonia, recién se asentaron
un año atrás; viii) Él, vive más de veinte años trabajando la tierra, siendo
ilegales los asentamientos en tierras fiscales después de la promulgación de la
Ley del Servicio Nacional de Reforma Agraria; ix) Los accionantes ingresan al
lugar solamente en “época de castaña”, pero no viven en el lugar, si tendrían
una casa habitable, podría darles la razón, pero están atentando contra la
seguridad jurídica y perjudicando su economía; y, x) La parte accionante tenía
que haber demostrado el supuesto daño que se le ha causado; sin embargo, no
ha demostrado nada, ni siquiera sufren una serie de atropellos y
avasallamientos, por eso se acudió al juzgado agroambiental, por lo que pidió
que se “rechace” la acción.

I.2.3. Resolución
La Sala de turno por vacación judicial del Tribunal Departamental de Justicia de
Pando, constituida en Tribunal de garantías, pronunció la Resolución 01/2013
de 14 de febrero, cursante de fs. 41 a 42 vta., por la que concedió la tutela
solicitada, ordenando al demandado Miguel Ruiz Cambero no realizar o ejercer
ningún acto que implique violencia física y psicológica contra la parte
accionante; además del pago de daños y perjuicios, averiguables en ejecución
de sentencia; decisión asumida en base a los siguientes fundamentos: a) De la
prueba cursante en obrados se sabe que Miguel Ruiz Cambero es propietario
del predio “Santa Felicidad”, que tiene un total de 500 ha, entre estos predios
existen 4.412,6497 ha de tierra fiscal no disponible, las que fueron solicitadas
“como” autorización transitoria especial de recursos forestales no maderables
por el demandado, solicitud que se tiene por desistida; b) Al parecer esta
extensión era explotada por Miguel Ruiz Cambero antes del saneamiento,
quedando reducido su derecho propietario a 500 ha; c) Por versión de ambas
partes, se evidenció que los miembros de la comunidad indígena “Takana el
Turi Manupare II”, se encontraban asentados en parte de las 4 412,6497 ha de
tierra fiscal, no disponible, por tanto es un asentamiento ilegal; d) De la
versión expuesta en audiencia, los propios comunarios, indican que el
demandado no fue el que entró al lugar, sino personas contratadas por él, para
trabajar en la “zafra de castaña”, ocasionando un conflicto, que amenaza traer
más violencia; e) Solo la autoridad jurisdiccional puede ordenar el desalojo,
derecho que no le es reconocido a ningún particular porque importaría justicia
por mano propia, más aún en este caso cuando el demandado no ha
demostrado ser el propietario o tener concesión alguna sobre dichas tierras; f)
Mandar a personas a castañear en tierras fiscales no disponibles, donde se
encuentran asentados los accionantes, además de quemar sus casas, para
lograr sus objetivos, implica actos de violencia, que vulneran el derecho a la
seguridad para el desarrollo de las actividades económicas, como la recolección
de castaña, reconocido por el art. 30 de la CPE, si se los considera como
comunidad indígena; y si no, tienen derecho a dedicarse a cualquier actividad
económica lícita siempre que no perjudique al bien colectivo y la recolección de
castaña no perjudica ningún bien colectivo; g) El interés particular del
demandado no puede ser protegido de forma directa, sino por medio de
acciones y recursos legales; y, h) También se vulneró el derecho al debido
proceso, al no permitirles el acceso a la justicia; por cuanto se pretendió, hacer
justicia por mano propia.

I.3. Tramite procesal en el Tribunal Constitucional Plurinacional

Por requerir de mayores elementos para resolver la presente causa, por decreto
de 3 de junio de 2013, a solicitud del Magistrado Relator, la Comisión de
Admisión de este Tribunal solicitó a la Unidad de Descolonización la elaboración
de un informe técnico especializado respecto a la comunidad “Takana El Turi
Manupare II” y su territorialidad ancestral (fs. 45). Asimismo, se solicitó
documentación complementaria al Presidente de la Sala Penal y Administrativa
del Tribunal Departamental de Justicia de Pando, al Director Departamental de
Pando de la ABT, al Director Departamental de Pando del INRA, al Juez
Agroambiental y al Fiscal Departamental, ambos del antedicho departamento;
suspendiéndose el plazo para emitir la Sentencia Constitucional Plurinacional
correspondiente (fs. 50 a 51).

Una vez remitida la documentación complementaria y el informe solicitado a la


Unidad de Descolonización, por decreto de 20 de febrero de 2014, se reanudó
el plazo para pronunciar la presente Sentencia Constitucional.

II. CONCLUSIONES

De la revisión y compulsa de los antecedentes que cursan en obrados, se tiene


lo siguiente:

II.1. El 23 de marzo de 2009, la Prefectura del departamento de Pando


otorgó la personalidad jurídica a CIPOAP, al amparo de la Resolución
Prefectural 55/2009 de la misma fecha (fs. 3).

II.2. Por documento de 25 de enero de 2010, la CIPOAP otorgó “aval” y


reconocimiento a la comunidad indígena “Takana el Turi Manupare II”,
señalando que está afiliada y reconocida por el ente matriz de la
CIPOAP; por lo que solicitaron a las autoridades nacionales,
departamentales, provinciales y comunales, brindar apoyo y
colaboración (fs. 2).

II.3. El 18 de septiembre de 2012, el Responsable de la Unidad Forestal


Municipal-SENA, David Dávalos Ayala, emitió el informe de inspección
al incendio ocurrido en la comunidad indígena “Takana Turi Manupare
II”; inspección realizada por una comisión compuesta por el “sargento
Iturri”, miembro de la Policía Nacional, Francisco Hillcha Justiniano,
Presidente de la Tierra Comunitaria de Origen (TCO), el dirigente de la
comunidad “Turi Manupare II”, David Dávalos y seis comunarios
afectados. De acuerdo al informe, la comisión evidenció la quema de
catorce viviendas nuevas, pertenencias derramadas, ocasionando que
las personas se quedaran sin nada; de las ocho fotografías adjuntas al
informe se observan algunas ollas de aluminio, un motor de luz y
viviendas totalmente quemadas (fs. 18 a 23).

II.4. De la nota de 3 de diciembre de 2012, se advierte que Durimar Merelis


Genaro el 29 de noviembre del citado año, solicitó a la ABT
certificación sobre la situación legal de la Tierra Fiscal no disponible
del predio Santa Felicidad de Miguel Ruiz Morales. De acuerdo a lo
informado, cursa una solicitud de otorgación de “Autorización
Transitoria Especial de Recursos Forestales no Maderables”, para la
barraca Santa Felicidad, de una superficie de 4 412,6497 ha, y que se
encuentra con Auto administrativo DGGJ- 073-2009, “que tiene por
desistida la solicitud presentada, sin que a la fecha se haya definido la
situación jurídica de las solicitudes desistidas, manteniendo su estatus
de tierra fiscal no disponible hasta que se haya definido el marco legal
para estos derechos” (fs. 24).

II.5. Cursa el “Acta de Acuerdo y Compromiso de Nanawa” de 30 de enero


de 2013, donde los tres pueblos “Takanas” y sus comunidades
dispersas, “Pueblo Cavineño y Pueblo Esse Ejjas”, se reunieron con la
Viceministra de Justicia, autoridades del INRA y la ABT, autoridades
campesinas, representantes de mujeres Bartolina Sisa y otros;
arribando a los siguientes acuerdos: 1) Conformar una comisión para
el análisis de un instrumento legal de abrogación o derogación del
Decreto Supremo (DS) 27572, conocido como “Decreto Barraquero”;
2) Sobre la base del acuerdo firmado para la zafra 2012-2013, se dé
cumplimiento al punto 3 de ese documento de conciliación entre
partes para el aprovechamiento de la castaña; y, 3) Conformar una
comisión interinstitucional para la auditoría técnica de las concesiones
forestales maderables, con la participación de organizaciones
campesinas e indígenas (fs. 4).

II.6. De la certificación de 14 de febrero de 2013, emitida por el INRA se


evidencia que el trámite de saneamiento simple a nombre de Miguel
Ruiz Cambero, sobre el predio denominado “Santa Felicidad”, ubicado
en el municipio del Sena, Sección Tercera de la provincia Madre de
Dios del departamento Pando-Polígono 08, se encuentra “TITULADO
con una superficie de 500.0000 has”; predio que cuenta con
Certificación de Tierra Fiscal (DS 27572 de 17 de junio de 2004) y “un
área con derecho expectaticio (Tierra Fiscal no Disponible) de
4412.6497” (SIC)(fs. 30).

II.7. El 14 de febrero de 2013, la ABT emitió informe respecto a la solicitud


de certificación sobre la vigencia del trámite de concesión forestal no
maderable sobre la barraca Santa Felicidad, señalando que: i) Cursa
en la oficina de la ABT la solicitud para la otorgación de la Autorización
Transitoria Especial de Recursos Forestales No maderables a nombre
de Miguel Ángel Ruiz “Morales”, en la superficie de 4 412,6497 ha; ii)
Que a la fecha la ABT no ha otorgado ninguna autorización Transitoria
Especial de Recursos Forestales No Maderable (Ex Concesión Forestal
no Maderable) a ningún solicitante; que ésta se encuentra en la
Oficina Nacional para su evaluación técnico legal; y, iii) Que a la
fecha, la solicitud de referencia se encuentra con Auto administrativo
DGGJ-073-2009 “que se tiene por desistida la solicitud presentada, sin
que a la fecha se haya definido la situación jurídica de las solicitudes
desistidas. En consecuencia, dicha solicitud se encuentra como áreas
con Certificación de Tierra Fiscal No Disponibles Nº 0026-2008 emitida
por el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA Pando) en una
superficie 4412.6497 ha, misma que se encuentra bajo la tutela del
solicitante, lo cual no autoriza de realizar ningún aprovechamiento
forestal maderable, desmontes ni quemas” (sic) (fs. 31, 34).

II.8. De acuerdo a la nota de 4 de marzo de 2011, la Dirección


Departamental de Pando del INRA, en respuesta a la nota presentada
el 4 de junio de 2010, por la cual la comunidad indígena “El Turi”
solicitó la dotación de 4000 ha, para los jóvenes mayores, señaló que
Miguel Ángel Ruiz Cambero tiene como desistida la solicitud de
concesión forestal no maderable, sugiriéndoles que conformen una
nueva comunidad, cumpliendo así con todos los requisitos para que
puedan ser tomados dentro del proceso de distribución de tierras, el
cual estaría ejecutando el INRA de Pando (fs. 32).

II.9. De acuerdo a la documentación complementaria remitida a este


Tribunal por el Director Departamental de Pando de la ABT, mediante
memorial de 10 de septiembre de 2011, Miguel Ruiz Cambero
denunció asentamiento ilegal y tala de árboles en su propiedad,
pidiendo se desaloje de esas personas (fs. 67 a 68 vta.), y por Auto
Administrativo AD-ABT-DDPA-PAS_538/2011 de 26 de octubre de
2011, se dispuso iniciar sumario administrativo contra Hirgen
Cartagena Flores y otros denunciados, por el desmonte de 4 ha (fs. 97
a 101).

II.10. El Director Departamental de Pando de la ABT, remitió el expediente


de solicitud de concesión forestal no maderable (fs. 105 a 198)
formulada por Miguel Ángel Ruiz Morales, predio “Santa Felicidad”, el
6 de abril de 2009. El solicitante argumentó que como producto de la
finalización del proceso de saneamiento desarrollado por el INRA, se
determinó que la superficie 4910,2925 ha., ubicada en el cantón
Bolívar, tercera sección de la provincia Madre de Dios, departamento
de Pando, se constituye en tierra fiscal, “perteneciente al predio
denominado ‘Santa Felicidad”, predio en el cual realiza “de manera
pacífica e ininterrumpida actividades tradicionales de aprovechamiento
de recursos forestales no maderables”(sic), vinculados a la recolección
de la castaña y otros, solicitando con dichos antecedentes se otorgue
en concesión forestal no maderable el área fiscal del predio “Santa
Felicidad” (fs. 106). De acuerdo al Dictamen jurídico de 22 de abril de
2010, suscrito por el Abogado consultor ABT, las observaciones
realizadas a la solicitud de concesión forestal no maderable efectuada
por Miguel Ángel Ruiz Morales no fueron subsanadas, motivo por el
cual “no procede la revisión y análisis de la mismas, al carecer de
documentación mínima para la otorgación de “Concesión Forestal No
Maderable…” (sic), por lo que se sugirió se dictamine por tener
como desistida la solicitud de concesión forestal no maderable
(fs. 195).

II.11. De acuerdo al informe emitido por el Director Departamental de


Pando, ABT, de 17 de junio de 2013, cursa en la oficina una solicitud
para la otorgación de autorización transitoria especial de recursos
forestales no maderables para la Barraca Santa Felicidad, a nombre de
Miguel Ángel Ruiz Morales en una superficie de 4412,6497 ha; que la
ABT no ha otorgado ninguna autorización a ningún solicitante, y que la
solicitud de referencia se encuentra con Auto administrativo DGGJ-
073-2009, que se tiene por desistida la solicitud presentada “sin que
a la fecha se haya definido la situación jurídica de las solicitudes
desistidas” (sic). En consecuencia, “dicha solicitud se encuentra como
área con certificación de tierra fiscal no disponible, que se encuentra
bajo la tutela del solicitante, “lo cual no autoriza realizar ningún
aprovechamiento Forestal Maderable, Desmontes ni Quemas” (sic) (fs.
196 a 197).

II.12. El Director Departamental INRA MDRyT-PANDO, remitió a este


Tribunal e informó sobre la siguiente documentación: a) Antecedentes
de la solicitud de dotación de tierras efectuada por la “Comunidad
Indígena El Turi II”, haciendo constar que dicho trámite se encuentra
paralizado, debido a que la “la comunidad solicitante de dotación se
encuentra sobrepuesta a un predio debidamente titulado (Predio Santa
Felicidad de Propiedad del administrado MIGUEL RUIZ CAMBERO) y a
una solicitud de Concesión Forestal No Maderable efectuada por el
administrado MIGUEL RUIZ MORALES, ante ABT” (sic); b)
Antecedentes de la comunidad indígena El Turi: Mediante Resolución
Administrativa RA-SS N1 0147/05 de 13 de julio de 2005, se dota en
favor de ésta y otras comunidades, las superficies identificadas en el
proceso de saneamiento; asimismo mediante RA RA-SS 0240/2006 de
13 de julio, que modifica el plano de ubicación de la comunidad El
Turi, aclarando que no se encuentra al interior de una Tierra
Comunitaria de Origen (TCO), adjuntándose un listado digitalizado de
las familias beneficiarias; y, c) Copia legalizada del certificado de tierra
fiscal (DDP-CTF- 0026/2008 de 20 de febrero, por el cual el INRA
certifica que la superficie 4 412,6497 ha, se constituye en tierras
fiscales, con la finalidad de someterse al proceso de conversión a
concesión forestal no maderable señalado en el DS 27572, art. 92.II,
Disposición Final Primera, Cuarta y Octava del DS 29215, certificación
emitida en favor del administrado Miguel Ruiz Morales hijo de Miguel
Ruiz Cambero, quien solicitó la concesión forestal no maderable que se
encuentran para la emisión de las resoluciones en la ABT,
encontrándose dicha área bajo la tutela del solicitante (fs. 364 a 822).

II.13. Por nota recibida el 5 de septiembre de 2013, el Director


Departamental a.i. INRA M.D.R. y T-PANDO remitió a este
Tribunal el expediente agrario, en dos cuerpos, del predio privado
Santa Felicidad de propiedad del administrado Miguel Ruiz Cambero
(fs. 1141vta.). Así, en el expediente se encuentra el proceso de
saneamiento simple de oficio, dentro del cual se citó a Miguel Ruiz
Cambero como propietario del predio Santa Felicidad (fs. 863 y ss),
quien suscribió un acta de conciliación el 16 de abril de 2005, con los
representantes de la Federación Sindical Única de Trabajadores
Campesinos, Regional Madre de Dios, representantes de FSUTCP,
representantes de la Subcentral el Sena, de la comunidad campesina
Remanso, sus asesores de CIPCA, entre otros, acordándose que el
predio Santa Felicidad quedaba sin sobreposición para convertirse a
concesión forestal no maderable en cumplimiento del DS 27572 de 17
de junio de 2004 (fs. 1077). Por Resolución Final de Saneamiento de
13 de julio de 2005, se adjudicó el predio “Santa Felicidad” a favor de
Miguel Ruiz Cambero, “clasificado como pequeña propiedad ganadera
en la superficie de 260.000 hectáreas…con Código Catastral
09030301008032, 240.0000 hectáreas (…) con código catastral
09030301008070 ubicado en el cantón Bolívar, sección Tercera,
provincia Madre Dios del Departamento de Pando” (sic) (fs. 1121),
haciendo un total de 500 ha.

II.14. Por nota de 8 de agosto de 2013, el Juez Agroambiental del


departamento de Pando, remitió el expediente 31/2011, sobre un
interdicto de recobrar la posesión seguido por Miguel Ruiz Cambero
contra Hirgen Cartagena Flores (fs. 360) presentado el 8 de noviembre
de 2011 (fs. 248), en el que el demandante adjuntó como prueba la
Resolución Final de Saneamiento (fs. 219 a 234), la certificación del
INRA por la cual se señala que no se tiene emitida ninguna resolución
de autorización a favor de la “Comunidad Indígena Turi II” (fs. 234);
informe técnico elaborado por el Asistente Técnico del INRA de 31 de
octubre de 2011, en el que se sostiene que se constató el
asentamiento ilegal de la comunidad indígena el Turi II dentro de la
propiedad “San Felicidad” (sic), sugiriendo que se socialice a los
integrantes de la comunidad El Turi II que el asentamiento en el que
se encuentran es en áreas no disponibles, “debiendo reubicarse en
otras áreas que se encuentren disponibles”. También se sugirió que
la comunidad indígena El Turi II regularice toda su documentación en
las oficinas de distribución de tierras (fs. 236 a 237).

Por memorial presentado el 22 de noviembre de 2011, Irguen


Cartagena Flores, contestó el interdicto, señalando que no ingresaron
al predio del demandante, sino a tierras fiscales con autorización de
INRA Pando en el mes de mayo de 2010. En la contestación
propusieron términos de conciliación: 1) Que si se encuentran
asentados en los predios titulados de Miguel Ruiz Cambero se
comprometen a salir pacíficamente de los mismos, al predio donde
INRA Pando les titule; y, 2) En caso de aceptarse esos términos, que
el ciudadano antes mencionado se comprometa a no ingresar en esos
predios (fs. 263 a 264).

En la audiencia pública desarrollada el 9 de enero de 2012, se logró la


conciliación de las partes, conforme, entre otras, a las siguientes
cláusulas:

i) Que durante la zafra 2011-2012 los demandados efectuarán el


aprovechamiento de la castaña en calidad de zafreros al interior del
predio “Santa Felicidad” y tierras fiscales no disponibles adjuntas a
dicha barraca, respecto a las cuales existen trámites para
concesión forestal no maderable que ha efectuado la familia Ruiz
ante ABT.
ii) El precio a pagarse por cada caja de almendra será el fijado para
los zafreros de Pando establecido en el contrato de zafreros.
iii) La castaña debe ser vendida exclusivamente a Miguel Ruiz
Cambero, y en caso que se compruebe que algún comunario
vendió castaña de las tierras referidas en la cláusula primera, a
terceros, será retirado del terreno con la ayuda de la fuerza
pública.
iv) Los demandados continuarán en la propiedad “Santa Felicidad”
hasta la conclusión de la zafra de castaña 2011-2012.
v) Los demandados se comprometen a respetar las áreas de tierras
fiscales no disponibles sujetas a trámite de concesión forestal
mientras el mismo sea resuelto, asimismo, Miguel Ruiz Cambero se
compromete a reconocer los derechos que emergieran para la
“Comunidad Indígena El Turi II” en virtud a los trámites efectuados
ante el INRA y ABT.

Dicho acuerdo fue homologado por el Juez Agrario del departamento


de Pando (fs. 302 a 303), y complementado en audiencia de
conciliación de 17 de mayo de 2012, conforme a lo siguiente:

a) Se estableció un nuevo plazo improrrogable e inmodificable para la


desocupación de la propiedad agraria “Santa Felicidad”,
estableciendo el 17 de junio de 2012, como fecha límite.
b) La “Comunidad Indígena Turi II” se compromete a no innovar
dentro de esa propiedad y tierras fiscales no disponibles anexas a
dicha propiedad, existiendo autorización para aprovechar de
manera sustentable los frutos silvestres de dicha propiedad hasta
que se cumpla el plazo y en caso de incumplimiento, se procederá
inmediatamente al desalojo.
c) Que el INRA-Pando viabilice el asentamiento de la comunidad en
tierras fiscales disponibles.

Acuerdo que fue homologado por la autoridad judicial antes referida


(fs. 308); sin embargo, por nota de 28 de mayo de 2012, las
autoridades indígenas de la CIPOAP, señalaron: “Los dirigentes y
Capitanes Grandes de los Pueblos Indígenas, desconocemos el
documento del Acta de Audiencia de conciliación firmada el día
jueves 17 de mayo de 2012 con el Sr. Miguel Ruiz Cambero, y la
comunidad indígena Takana El Turi 2, en el cual no hubo presencia de
los dirigentes de la CIPOAP, por lo tanto este acto jurídico está viciado
de nulidad, por tal motivo solicitamos a su autoridad deje a los
hermanos en la áreas fiscales no disponible, respetando su
áreas tierras tituladas del Sr. Ruiz mientras el INRA
DEPARTAMENTAL aclare y de acuerdo a la Ley 1770 sobre el
DERECHO ESPECTICIO, favoreciendo al sector Indígena” (sic)
(fs. 309).

Por decreto de 29 de mayo de 2012, el Juez Agroambiental del


departamento de Pando, dispuso que al no ser parte del proceso la
CIPOAP, el acta no surte efecto alguno respecto a dicha organización,
que el acuerdo tiene la autoridad de cosa juzgada y es susceptible de
ejecución.

Por memorial presentado el 5 de septiembre de 2012, Miguel Ruiz


Cambero solicitó a la autoridad judicial precedentemente citada emita
mandamiento de desalojo o desapoderamiento en cumplimiento del
acuerdo conciliatorio (fs. 312 y vta.) Por Auto de la misma fecha, la
autoridad judicial libró mandamiento de lanzamiento, comisionando su
cumplimiento a la Policía Nacional o Comando Conjunto Amazónico de
los departamentos de Beni o Pando (fs. 313); mandamiento de
lanzamiento que fue expedido el 6 de septiembre del mismo año (fs.
320) y ejecutado el 15 del citado mes y año, de acuerdo al informe
elaborado por el Instructor de la Capitanía de Puerto “Lino
Echeverría”, que sostiene que Miguel Ruiz Cambero, junto al Juez
Agroambiental y la asesora jurídica del INRA, arribaron a la localidad
de Santa Felicidad el 14 de septiembre de 2012 y luego, al día
siguiente, continuaron su recorrido llegando a una pequeña
comunidad denominada El Turi II “en el lugar se observó 11 cabañas
con techos de motacú, entre ellos 02 quemadas, y aún los troncos
estaban con brasa vida, no se encontró ninguna persona solo algunas
aves de corral, ropa de vestir, utensilios de cocina…” (sic); el
propietario, con el mandamiento de lanzamiento procedió a retirar
todos los materiales “de sapa, ropa de vestir, utensilios de cocina de
las cabañas(…) posteriormente la comisión se retiró del lugar para
volver a la localidad de Santa Felicidad” (sic) (fs. 328 a 329).

Por memorial de 5 de diciembre de 2012, Miguel Ruiz Cambero


nuevamente solicitó al Juez Agroambiental del departamento de
Pando, desalojo de su predio rural y se disponga “el rastrillaje para
expulsar a todos los destructores del Bosque y del medioambiente,
pidiéndole disponga sea con la ayuda del Comando Conjunto de las
Fuerzas Armas -Fuerza Naval- asentada en el Municipio del Sena y
Policía para evitar enfrentamientos con los avasalladores, y lograr que
la medida se cumpla, amparándose de manera efectiva mi derecho
propietario” (sic) (fs. 331 y vta.); solicitud que fue deferida por el
citado Juez por Auto de 7 del mencionado mes y año (fs. 332);
emitiéndose el correspondiente mandamiento de lanzamiento en la
misma fecha (fs. 334). Por nota de esa fecha, el Juez de la causa,
solicitó al Comandante provincial de la Policía de Riberalta proporcione
el número de efectivos necesario para dar cumplimiento al Auto de 7
de diciembre (fs. 344). De acuerdo al informe de 13 de enero de
2013, elaborado por Edyer Maija Aiguana, funcionario de la Fuerza
Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC), éste fue designado en la
comisión para la ejecución del mandamiento de lanzamiento, y que el
12 de enero de 2013, a diez minutos de la localidad encontraron a
varias personas que no quisieron identificarse, señalando que no
están habitando la propiedad de Miguel Ruiz desde el momento que
fueron víctimas de incendio, sino otro lugar fuera de su propiedad,
motivo por el cual se resistieron a abandonar dicho terreno (fs. 351).

III. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DEL FALLO

La parte accionante, considera que se vulneraron los derechos de la comunidad


indígena “Takana El Turi Manupare II”, al hábitat, al domicilio y al debido
proceso; por cuanto no obstante estar asentados en tierras fiscales, el
demandado, arguyendo tener derecho sobre ellas, contrató un grupo de
personas de Riberalta, quemó catorce casas recién construidas, amenazó
“revolver en mano” a los indígenas; por lo que piden el cese de cualquier acto
de agresión física y psicológica en contra de la mencionada comunidad
indígena.

En consecuencia, corresponde en revisión, verificar si tales extremos son


evidentes a fin de conceder o denegar la tutela solicitada; para el efecto,
considerando que se trata de una acción popular en la que alega la lesión a los
derechos al hábitat, domicilio y debido proceso de la comunidad indígena
“Takana El Turi Manupare II”, es imprescindible que esta Sala desarrolle la
siguiente argumentación, a efecto de analizar el caso concreto: 1) El
constitucionalismo plurinacional, comunitario y descolonizador y sus efectos en
la interpretación del derecho y de los derechos; 2) La interpretación de las
normas jurídicas desde y conforme a la Constitución Política del Estado y las
normas contenidas en Pactos internacionales sobre derechos humanos; 3) La
acción popular como vía idónea para la tutela de los derechos de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos y la reconducción procesal de acciones;
4) Los derechos al hábitat y el domicilio desde la perspectiva de los pueblos
indígenas; 5. El debido proceso desde una dimensión colectiva; y, 6. El análisis
del caso concreto.

III.1. Las características del constitucionalismo plurinacional


comunitario y descolonizador

El art. 1 de la CPE, sostiene que: “Bolivia se constituye en un Estado


Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario”; modelo de
Estado que fue el resultado de la fuerza descolonizadora de los pueblos
indígena originario campesinos, quienes plantearon el reto histórico de
dar fin al colonialismo, como sujetos políticos colectivos con derecho a
definir su destino, gobernarse en autonomías y participar en los nuevos
pactos de Estado.
Este nuevo modelo, tiene una inspiración anticolonialista que rompe con
la herencia del constitucionalismo monocultural, que nació a espaldas
de los pueblos indígenas, y del constitucionalismo pluricultural que
introdujo de manera subordinada un reconocimiento parcial a los
derechos de los pueblos indígenas. Nuestra Constitución marca una
ruptura respecto al constitucionalismo clásico y occidental concebido
por las élites políticas; es un constitucionalismo que expresa la voluntad
de las clases populares y los pueblos indígenas, creando una nueva
institucionalidad, transversalizada por lo plurinacional, una nueva
territorialidad, signada por las autonomías, un nuevo régimen político y
una nueva legalidad bajo el paradigma del pluralismo jurídico igualitario
en el marco de la Constitución Política del Estado.

Efectivamente, nuestra Constitución tiene características que la


distinguen e individualizan y dan cuenta de un constitucionalismo que
no tiene precedentes, y cuyos intérpretes deben ser fieles a sus
fundamentos, a los principios y valores que consagra, con la finalidad
de materializar y dar vida a las normas constitucionales, siendo sus
características más importantes, la plurinacionalidad, la descolonización,
el pluralismo jurídico igualitario, la interculturalidad, el carácter
comunitario del Estado y el paradigma del vivir bien como valor y fin del
Estado.
Es bajo ese nuevo marco que, como lo entendió la SCP 0790/2012 de
20 de agosto: “(…) la comprensión de los derechos, deberes y garantías
no puede realizarse desde la óptica del constitucionalismo liberal, sino
más bien abrirse a una pluralidad de fuentes del derecho y de derechos,
trascendiendo el modelo de Estado liberal y monocultural cimentado en
el ciudadano individual, entendiendo que los derechos en general, son
derechos de colectividades que se ejercen individualmente, socialmente
y/o colectivamente, lo cual no supone la negación de los derechos
y garantías individuales, pues el enfoque plurinacional permite
concebir a los derechos, primero, como derechos de colectividades,
luego como derechos que se ejercen individualmente,
socialmente y colectivamente en cada una de las comunidades
civilizatorias, luego como una necesidad de construir, de crear una
comunidad de comunidades; es decir, un derecho de colectividades,
un derecho que necesariamente quiebre la centralidad de una
cultura sobre las otras y posibilite diálogos, espacios políticos
de querella discursiva para la generación histórica y necesaria
de esta comunidad de comunidades de derechos.

El reconocimiento y adopción del pluralismo jurídico, hace posible un


diálogo intercultural entre derechos, pues ya no existe una sola fuente
de Derecho y de los derechos; de donde éstos pueden ser interpretados
interculturalmente, lo cual habilita el carácter dúctil y poroso de los
derechos, permitiendo un giro en la comprensión de los mismos,
generando su transformación para concebirlos como práctica de diálogo
entre culturas, entre mundos civilizatorios, en búsqueda de resignificar
constantemente el contenido de los derechos para cada caso concreto.

Por ello, la construcción de la institucionalidad plurinacional parte del


desmontaje de las lógicas de colonialidad, desmistificando la idea de
que impartir justicia es solamente una ‘potestad’; sino por el
contrario, asumirla como un servicio al pueblo, concebida como
facultad/obligación, pues fruto de la colonialidad antes construida, se
ha estructurado una ‘administración de justicia’
extremadamente formal, cuasi sacramental, reproductora de
prácticas judiciales desde la colonia y el periodo republicano, fundadas
en la señorialidad de esta actividad bajo la concepción de ‘potestad’
antes que de ‘servicio’, sustentado por todo un aparato
normativo, doctrinal e institucional. Corresponde al Tribunal
Constitucional Plurinacional, romper esas relaciones y prácticas que se
reproducen en lo social, cultural, político e institucional, constituyéndose
en un instrumento destinado a la generación de espacios de diálogo y
relacionamiento de las diferentes concepciones jurídicas en el marco del
Estado Plurinacional Comunitario, aportando al proceso de
interpretación intercultural de los derechos humanos y fundamentales,
así como de las garantías constitucionales, con énfasis en los
derechos colectivos y de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos” (el resaltado es nuestro).

Como se ha señalado, una de las características del constitucionalismo


boliviano es la plurinacionalidad que supone la construcción colectiva
del Estado, donde la diversidad de pueblos se vea representada en la
estructura del Estado, y donde se garantice plenamente sus derechos
para la construcción de una sociedad justa y armoniosa, cimentada en
la descolonización, sin discriminación ni explotación, con plena
justicia social, para consolidar las identidades plurinacionales, conforme
establece el art. 9.1 de la CPE, como fin y función del Estado.

Conforme a lo precedentemente señalado, la descolonización es


entendida por nuestra Constitución como el sustento, el fundamento del
Estado Plurinacional; pues la construcción de éste sólo puede hacerse
realidad a partir de la modificación de las relaciones de poder, de
subordinación que la colonialidad supone.

Y es que un Estado Plurinacional, que se construye a partir de la


diversidad existente, solo puede consolidarse en la medida en los
diferentes pueblos, colectividades y personas se encuentren en una
relación de equilibrio y armonía, donde esté ausente la discriminación
que tiene como fundamento, precisamente, a las relaciones coloniales
de poder, cuya modificación implica, desde la visión de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos, la reconstitución de sus
territorios, sus estructuras, instituciones, formas de vida, saberes, y
conocimientos; pues, solo cuando se consiga esta reconstitución podrá
existir un relacionamiento sobre la base de la igualdad.

El sentido de la descolonización puede encontrarse en el informe


presentado por la Comisión Visión País de la Asamblea Constituyente,
en el que se señala que la descolonización tiene un sentido liberador,
que se traduce en la reparación y el resarcimiento de los daños
ocasionados por el Estado colonial: “Reparar y resarcir a las naciones y
pueblos indígenas, originarios y campesinos, de los daños e injusticias
históricas, garantizando su participación en la construcción de la
institucionalidad del nuevo Estado”; añadiendo que el: “…Estado
Plurinacional es un modelo de organización política para la
descolonización de nuestras naciones y pueblos…”.

Es esta perspectiva descolonizadora la que se encuentra en la base y


fundamento de nuestra Constitución Política del Estado; que está
presente desde el Preámbulo, en el que la denuncia de los pueblos
indígenas se alza con fuerza al señalar: “Dejamos en el pasado el
Estado colonial, republicano y neoliberal. Asumimos el reto histórico de
construir colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho
Plurinacional Comunitario, que integra y articular los propósitos de
avanzar hacia una Bolivia democrática, productiva, portadora e
inspiradora de la paz, comprometida con el desarrollo integral y con la
libre determinación de los pueblos”.

La descolonización como fin del Estado, se presenta en una doble


perspectiva: la constitución de una sociedad justa, armoniosa y sin
discriminación, eliminando, por tanto las relaciones de subordinación
que encarna la colonialidad del poder en los diferentes ámbitos, entre
ellos el jurídico, y, por otra, la consolidación de las identidades
plurinacionales a través de la reconstitución de los pueblos indígenas,
con la finalidad de lograr un verdadero equilibrio e “igualación” en
dichas relaciones de poder.

III.1.1. La interpretación del derecho a partir de los postulados


de la plurinacionalidad y el pluralismo
En el ámbito de la justicia, el pluralismo supone redimensionar
el sistema jurídico ius positivista, a partir de la experiencia y
prácticas de los sistemas jurídicos indígenas, pero también
implica considerar las prácticas, los principios y los valores de
las naciones y pueblos indígena originario campesinos en el
marco de un interpretación plural de los derechos y garantías
cuando se denuncie su lesión en los supuestos en los que las
naciones y pueblos indígena originario campesinos ejerzan sus
sistemas de justicia, y, finalmente, efectuar ponderaciones
cuando dichos derechos o garantías se encuentren en
conflicto. En síntesis, esta Sala considera que, a partir del
postulado de la descolonización, como fin y función del Estado,
las autoridades administrativas, jueces y tribunales de justicia,
deben asumir una interpretación de las normas jurídicas, de
los derechos y garantías, que atiendan, fundamentalmente a
los siguientes aspectos:

i) La flexibilización de los requisitos formales y la


reconducción procesal de acciones. Se ha señalado que
el sistema jurídico ius postivista, como herencia colonial, se
ancla en formalismos que, lejos de resolver los conflictos,
permite dilatarlos indefinidamente sin obtener justicia, así, en
contrapartida, la plurinacionalidad y el pluralismo supone
pensar y adoptar medidas que permitan dar soluciones
integrales, con celeridad, a los conflictos que se presentan,
desterrando toda práctica dilatoria que únicamente se demora
en cuestiones formales sin tutelar de manera inmediata los
derechos y garantías.

Así, esta Sala considera que, a partir del carácter plural de la


justicia, se deben materializar de manera oportuna e inmediata
los derechos y garantías tanto en su dimensión individual como
colectiva, más allá de los ritualismos procesales y la exigencia
de requisitos propios de un sistema jurídico colonial, que debe
ser redimensionado a partir de los postulados de nuestra
Constitución Política del Estado, lo que implica que dichas
exigencias formales no pueden constituirse en un obstáculo
para un real acceso a la justicia constitucional, cuando
efectivamente se constata la lesión de derechos y garantías
constitucionales.

Lo señalado encuentra sustento, además, en los principios de


prevalencia del derecho sustantivo respecto al formal, justicia
material, principio pro actione y el principio de no formalismo;
los cuales deben ser aplicados con mayor fuerza en la justicia
constitucional y, en especial, tratándose de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos, cuya tradición
jurídica no reconoce las formalidades propias del
sistema occidental y, en ese ámbito, deben
flexibilizarse los requisitos para materializar su
derecho de acceso a la justicia o tutela judicial efectiva.

De lo señalado, esta Sala concluye que es posible flexibilizar


los requisitos que impidan un real acceso a la justicia
constitucional, conforme lo ha hecho el Tribunal Constitucional
Plurinacional en las Sentencias Constitucionales Plurinacionales
0957/2013, 1697/2013, 1784/2013, 1745/2013, 1883/2013,
1977/2013, 2007/2013, 1414/2013, entre muchas otras; en
ese ámbito, también es posible reconducir procesalmente las
acciones tutelares cuando exista una evidente lesión de
derechos y garantías constitucionales, como lo ha venido
haciendo este Tribunal en diferentes Sentencias
Constitucionales Plurinacionales, como en las 0645/2012,
2271/2012, 0210/2013, 02897/2013, entre otras; reconducción
que se constituye en un deber tratándose de naciones y
pueblos indígena originario campesinos, a partir de las
características de nuestro Estado, pues, como se analizará en
el siguiente punto, de conformidad al art. 8.1) del Convenio
169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), al
aplicar la legislación nacional a los pueblos interesados
deberán tomarse debidamente en consideración sus
costumbres o su derecho consuetudinario.

ii) El principio de respeto a los derechos humanos y los


criterios constitucionalizados para su interpretación

Además de las características propias, que han sido descritas


en el Fundamento Jurídico III.1.1 de esta Sentencia
Constitucional Plurinacional, como la plurinacionalidad, el
pluralismo, la interculturalidad y la descolonización, el modelo
de Estado boliviano tiene características que lo inscriben
dentro del marco de los Estados Constitucionales actuales, en
los que se apuesta por Constituciones plurales, garantizadas y
normativas, con un amplio catálogo de principios, valores,
derechos y garantías fundamentales, que se encuentran
dotadas de garantías específicas de interpretación, que hacen
que la parte axiológica y dogmática de la Constitución Política
del Estado tenga un peso decisivo no solo en cuanto a su
aplicación directa, sino también porque se constituyen en
fundamento y límites de las diferentes funciones del poder
público.

Efectivamente, los derechos fundamentales y garantías


constitucionales tiene un lugar preeminente en el orden
constitucional, que se ve reflejado no solo en el amplio catálogo
de derechos fundamentales y garantías jurisdiccionales que
consagra nuestra Constitución, sino también en los fines y
funciones esenciales del Estado, siendo uno de ellos el de
“garantizar el cumplimiento de los principios, valores, derechos y
deberes reconocidos y consagrados en esta Constitución” (art.
9.4 de la CPE), así como en los criterios de interpretación de los
derechos humanos que se encuentran constitucionalizados, los
cuales deben ser utilizados no sólo por el juez constitucional, sino
también por los jueces y tribunales de las diferentes
jurisdicciones previstas en nuestra Ley Fundamental, quienes,
conforme lo entendió la SCP 112/2012 de 27 de abril, se
constituyen en los garantes primarios de la Constitución y de los
derechos y garantías fundamentales.

Así, deben mencionarse a los arts. 13 y 256 de la CPE, que


introducen dos principios que guían la interpretación de los
derechos fundamentales: La interpretación pro homine y la
interpretación conforme a los Pactos internacionales sobre
Derechos Humanos, a los que debe añadirse el principio de
progresividad que se desprende del art. 13 de la CPE y la directa
justiciabilidad de los derechos prevista en el art. 109 de la misma
Norma Suprema; norma que establece que todo los derechos
reconocidos en la Constitución son directamente aplicables y
gozan de iguales garantías para su protección, y que se
constituye en una concreción del carácter normativo de la
Constitución Política del Estado, como otra de las características
fundamentales del Estado Constitucional. El principio de
aplicación directa de los derechos, como sostuvo la SCP
0121/2012 de 2 de mayo, supone la superación formalista del
sistema jurídico y se constituye en un postulado para consolidar
el valor normativo de la Constitución Política del Estado:

“(…) la premisa en virtud de la cual se debe asegurar la eficacia


máxima de los derechos fundamentales, exige en términos de
teoría del derecho, la superación de una concepción
ius-positivista y formalista del sistema jurídico, e implica la
adopción de postulados jurídicos enmarcados en cánones
constitucionales no solamente destinados a limitar el poder, sino
fundamentalmente direccionados a consagrar y consolidar la
vigencia material de los derechos fundamentales.

…el principio de aplicación directa y eficaz de los derechos


fundamentales, constituye un postulado que consolida el valor
normativo de la Constitución, por el cual, los derechos
fundamentales tienen una efectividad plena más allá de un
reconocimiento legislativo o de formalismos extremos que
puedan obstaculizar su plena vigencia, aspecto que caracteriza la
‘última generación del Constitucionalismo’, en el cual, el
fenómeno de constitucionalización del ordenamiento jurídico, se
consagra y alcanza su esplendor a través del principio de
aplicación directa de los derechos fundamentales, el cual se
materializa a través del nuevo rol de las autoridades
jurisdiccionales en su labor de interpretación constitucional
acompañada de una coherente teoría de argumentación jurídica”.

En ese marco, la Constitución Política del Estado introduce


criterios para la interpretación de los derechos y garantías, pero
además establece principios rectores para la función judicial en el
art. 178, al sostener que la potestad de impartir justicia emana
del pueblo boliviano y se sustenta en los principios de
independencia, imparcialidad, seguridad jurídica, publicidad,
probidad, celeridad, gratuidad, pluralismo jurídico,
interculturalidad, equidad, servicio a la sociedad, participación
ciudadana, armonía social y respeto a los derechos.

Conforme se aprecia, la función judicial ejercida por las diferentes


jurisdicciones que componen el órgano judicial, y también por la
justicia constitucional, tiene entre sus principios, el respeto a los
derechos, el cual, se constituye en la base de la administración
de justicia, y así lo reconoce la misma Ley del Órgano Judicial en
el art. 3. Este principio, guarda armonía con la preeminencia que
en nuestro sistema constitucional tienen los derechos
fundamentales y garantías jurisdiccionales, los cuales si bien
tienen como garantes en general a las diferentes jurisdicciones
del Órgano Judicial, encuentran en la justicia constitucional, y en
particular en el Tribunal Constitucional Plurinacional, su máximo
resguardo, protección y órgano de interpretación.
Ahora bien, debe quedar claramente establecido que los
derechos de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos al mismo tiempo son derechos humanos en
su dimensión colectiva y, por ende, en el marco de la
igualdad jerárquica de derechos contenida en el art.
13.III de la CPE, gozan de los mismos principios y pautas
de interpretación que han sido anotados
precedentemente, los cuales deben ser utilizados por las
autoridades y jueces de las diferentes jurisdicciones a
momento de aplicar el derecho; derechos que, además,
deben ser interpretados pluralmente; es decir, de acuerdo
a los criterios que emanan de la propia comunidad.

iii) La interpretación plural del derecho

Esta Sala considera que toda interpretación de las normas


jurídicas, cuando en un proceso judicial o administrativo
intervienen naciones y pueblos indígena originario campesinos,
debe ser efectuada de manera plural, considerando sus
características, sus principios, valores, su cosmovisión, dando
efectividad a lo previsto por el art. 8.1 del Convenio 169 de la
OIT, al que se ha hecho referencia anteriormente.

Efectivamente, debe considerarse que nuestro Estado


Plurinacional se construye a partir de la diversidad existente,
para la construcción de una sociedad justa y armoniosa, sin
discriminación y explotación, siendo la interculturalidad, la
forma en que deben desarrollarse las relaciones entre las
diferentes identidades nacionales, bajo el fundamento del
pluralismo igualitario.

La interculturalidad, por lo tanto, supone el relacionamiento en


equilibrio, armonía, y si se quiere, “igualdad” entre los
naciones y pueblos, que solo podrá conseguirse en la medida
en que se propicien medidas que modifiquen las relaciones de
desigualdad y discriminación; por ello se sostiene que la
interculturalidad es algo por construir, un relacionamiento que
aún no existe; empero, en la medida en que aquéllas se
modifiquen y se logren relaciones de “igualdad”, se podrá
alcanzar la interculturalidad en el relacionamiento entre las
diferentes identidades nacionales.

Efectivamente, la interculturalidad supone el relacionamiento


entre sujetos “similares e iguales”, en términos fácticos; pues
una interculturalidad en la que se mantenga la base de
subordinación y desigualdad no existe; de ahí que el sustento
y el contenido de la interculturalidad se asienta en la
descolonización, y supone ir más allá de la relación de respeto
entre desiguales; pues dichas relaciones difícilmente podrán
construirse si es que materialmente no existe igualdad entre
culturas.

Teniendo esta realidad, que es innegable, la interculturalidad


se replantea de modo particular a la luz de la descolonización,
y tiene como presupuesto la adopción de medidas que
permitan lograr la igualación de quienes se encuentran,
fácticamente, una relación de subordinación, donde la
descolonización opera como un mecanismo de nivelación del
indígena e irradiación hacia lo colonial.

El carácter intercultural del Estado boliviano está reconocido en


el propio art. 1 de la CPE. Por otra parte, se reconoce como
fines y funciones del Estado el fomentar el respeto mutuo, el
diálogo intracultural, intercultural y plurilingüe (art. 9.2 de la
CPE). A ello se añade la declaración de Bolivia como Estado
pacifista que promueva la interculturalidad (art. 10.I) y, entre
otros artículos, se reconoce a la interculturalidad como
principio de la potestad de impartir justicia (art. 178 de
la CPE).

Entonces, la justicia constitucional y las diferentes


jurisdicciones del Órgano Judicial, en el marco del pluralismo,
están obligadas a interpretar el derecho a partir del propio
contexto de la nación y pueblo indígena originario
correspondiente. La interpretación plural del derecho puede
ser comprendida desde una perspectiva general, vinculada a la
consideración de los principios, valores, normas,
procedimientos de los pueblos indígenas cuando se encuentren
como demandantes, demandados, recurrentes, recurridos,
etc., ante las diferentes autoridades administrativas o
judiciales de las diferentes jurisdicciones previstas en la
Constitución Política del Estado y también ante la justicia
constitucional, lo que supone, conforme se ha señalado,
flexibilizar requisitos de admisión y ritualismos procesales,
tomando en cuenta sus procedimientos y normas propias, y
también en el ámbito sustantivo, considerar la forma en que
dichas naciones y pueblos indígena originario campesinos,
conciben el hecho o acto que está siendo sometido a
controversia, para en su caso, establecer los correctivos
necesarios en la aplicación del derecho, que es lo que sucede,
por ejemplo, en el ámbito penal, donde, de acuerdo al art. 391
del Código de Procedimiento Penal (CPP), cuando un miembro
de una nación o pueblo indígena originario campesino sea
imputado por la comisión de un delito y se lo deba procesar en
la jurisdicción ordinaria, tanto los fiscales como los jueces
deben estar asistidos por un perito especializado en
cuestiones indígenas y que antes de dictarse sentencia, éste
debe elaborar un dictamen a los “efectos de fundamentar,
atenuar o extinguir su responsabilidad penal…” o en su caso,
desde una interpretación plural extensiva y favorable, a efecto
que pueda ser juzgado en su propia comunidad, según sus
normas y procedimientos propios.

Por otra parte, la interpretación plural está vinculada, de


manera específica, a la interpretación de derechos y garantías,
en los supuestos en los que existan conflictos entre derechos
individuales y derechos colectivos, supuestos en los cuáles es
indispensable que se analice -fundamentalmente la justicia
constitucional, pero no sólo ella- el derecho o garantía
supuestamente lesionada a la luz de los principios, valores,
derecho, cosmovisión de la nación y pueblo indígena originario
campesina, a efecto de evitar interpretaciones monoculturales.

La interpretación plural de los derechos supone, entonces, que


el carácter universal de los derechos humanos previsto en el
art. 13 de la CPE, sea ser contextualizado en determinado
ámbito, tomando en cuenta las particularidades de la nación y
pueblo indígena originario campesino correspondiente, a
efecto de no imponer una sola visión e interpretación
occidental de los derechos.

Así, bajo esos parámetros, tendrá que analizarse el acto,


decisión o resolución vinculada a la nación o pueblo indígena
originario campesino, a partir de sus propios principios,
valores, derecho y cosmovisión, para posteriormente analizar
su compatibilidad con los principios y valores de nuestra
Constitución Política del Estado, otorgando así una
interpretación plural al derecho o garantía que se encuentra en
conflicto.
Es en ese marco que, en muchos casos, los jueces estarán
obligados a efectuar una ponderación de los derechos
colectivos de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos con los derechos individuales que, conforme se
ha dicho, a partir de lo previsto en el art. 13.III de la CPE, tienen
igual jerarquía; ponderación en la que se deberá analizar si la
medida adoptada, limitadora de un derecho tiene un fin
constitucionalmente legítimo, analizando si dicha medida es
idónea, necesaria y proporcional, los tres principios propios de los
juicios de ponderación: idoneidad, necesariedad y
proporcionalidad, principios que, empero, deben ser interpretados
pluralmente, considerando, se reitera los principios, valores,
normas de las naciones y pueblos indígena originario campesinos.

III.2. La interpretación de las disposiciones legales desde y conforme


a la Constitución Política del Estado y las normas contenidas en
Pactos internacionales sobre Derechos Humanos

La interpretación de las disposiciones legales deriva del principio de


supremacía constitucional o principio de constitucionalidad, previsto en
el art. 410 de la CPE, que dispone:

“I. Todas las personas, naturales y jurídicas, así como los órganos
públicos, funciones públicas e instituciones, se encuentran sometidos a
la presente Constitución.

II. La Constitución es la norma suprema del ordenamiento jurídico


boliviano y goza de primacía frente a cualquier otra disposición
normativa. El bloque de constitucionalidad está integrado por los
Tratados y Convenios Internacionales en materia de Derechos Humanos
y las normas de Derecho comunitario, ratificadas por el país…”

Conforme a dicho principio, antes de aplicar las disposiciones legales, se


debe efectuar una interpretación de éstas desde y conforme a la
Constitución Política del Estado, precautelando, en especial, el respeto a
los derechos fundamentales y garantías constitucionales que -como se
tiene señalado- tienen preeminencia en nuestro sistema constitucional
y, por ende, su respeto debe ser la base de las autoridades judiciales o
administrativas.

Debe precisarse que el principio de constitucionalidad no solo alcanza al


texto formal de la Constitución Política del Estado, sino también, a las
normas que forman parte del bloque de constitucionalidad y, en ese
entendido, la interpretación de las disposiciones legales no sólo debe
considerar a la Ley Fundamental, sino también a las normas del bloque
de constitucionalidad; consiguientemente, deberán considerarse las
normas contenidas en pactos internacionales sobre derechos humanos,
así como la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, que también forma parte del bloque de constitucionalidad, de
acuerdo a la SC 0110/2010-R de 10 de mayo.

En ese ámbito, debe hacerse mención a los arts. 13 y 256 de la CPE,


que introducen dos principios que guían la interpretación de los
derechos fundamentales: la interpretación pro homine y la
interpretación conforme a los Pactos internacionales sobre Derechos
Humanos. En virtud a la primera, los jueces, tribunales y autoridades
administrativas, tiene el deber de aplicar aquella norma que sea más
favorable para la protección del derecho en cuestión-ya sea que esté
contenida en la Constitución Política del Estado o en las normas del
bloque de constitucionalidad-y de adoptar la interpretación que sea más
favorable y extensiva al derecho en cuestión; y en virtud a la segunda
(interpretación conforme a los Pactos internacionales sobre Derechos
Humanos), tienen el deber de ejercer el control de convencionalidad,
interpretar el derecho de acuerdo a las normas contenidas en
Tratados e Instrumentos Internacionales en materia de
Derechos Humanos ratificados o a los que se hubiere adherido
el Estado, siempre y cuando, claro está, declaren derechos más
favorables a los contenidos en la Norma Suprema; obligación que se
extiende, además al contraste del derecho con la interpretación que de
él ha dado la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

En el marco de lo señalado precedentemente, es evidente que al


momento de aplicar las leyes, los jueces y tribunales tienen la
obligación de analizar la compatibilidad de la disposición legal no sólo
con la Constitución Política del Estado, sino también, como lo señala
nuestra propia Constitución en los arts. 13 y 256 y lo ha entendido la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, están
obligados a efectuar el control de convencionalidad, a efecto de
determinar si esa disposición legal es compatible o no con los
Convenios y Pactos internacionales sobre Derechos Humanos y con la
interpretación que de ellas hubiera realizado la Corte Interamericana de
Derechos Humanos. En ambos casos, los jueces y tribunales están
obligados a interpretar la disposición legal desde y conforme a las
normas de la Ley Fundamental y las normas contenidas en Pactos
internacionales sobre Derechos Humanos y, cuando dicha interpretación
no es posible, formular, de oficio, la acción de inconstitucionalidad
concreta.

Efectivamente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos


estableció en el caso Almonacid Arellanos contra Chile, que son los
jueces y tribunales internos los que deben efectuar el control
de convencionalidad, conforme al siguiente razonamiento: “124. La
Corte es consciente que los jueces y tribunales internos están sujetos al
imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones
vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha
ratificado un tratado internacional como la Convención
Americana, sus jueces, como parte del aparato del Estado,
también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar por
que los efectos de las disposiciones de la Convención no se
vean mermados por la aplicación de leyes contrarias a su objeto
y fin y que desde un inicio carecen de efectos jurídicos. En otras
palabras, el Poder Judicial debe ejercer una especie de ‘control
de convencionalidad’ entre las normas jurídicas internas que
aplican en los casos concretos y la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. En esta tarea, el Poder Judicial debe tener en
cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación
que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete
última de la Convención Americana” (las negrillas son nuestras).

Este control de convencionalidad que inicialmente debía ser ejercido


solo por el Órgano Judicial, fue posteriormente ampliado a otros
órganos. Así, en el caso Cabrera García y Montiel Flores contra México,
la Corte Interamericana de Derechos Humanos sostuvo que: “225. (…)
las autoridades internas están sujetas al imperio de la ley y, por ello,
están obligadas a aplicar las disposiciones vigentes en el ordenamiento
jurídico 332.

Pero cuando un Estado es Parte de un tratado internacional


como la Convención Americana, todos sus órganos, incluidos
sus jueces, también están sometidos a aquél, lo cual les obliga
a velar por que los efectos de las disposiciones de la
Convención no se vean mermados por la aplicación de normas
contrarias a su objeto y fin” (las negrillas fueron añadidas). En el
mismo sentido, el caso Gelman contra Uruguay.

Entonces, conforme a dicho entendimiento, todas las autoridades, pero


sobre todo los jueces, están obligados a analizar si las disposiciones
legales que aplicarán son compatibles con los Pactos internacionales
sobre Derechos Humanos e, inclusive, con la jurisprudencia emanada
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

En ese sentido, tanto el principio de constitucionalidad (art. 410 de la


CPE) como el de convencionalidad (arts. 13.IV y 256 de la CPE) -que en
mérito al bloque de constitucionalidad previsto en el art. 410 de la CPE,
queda inserto en el de constitucionalidad exigen- a las autoridades
interpretar las normas desde y conforme a la Constitución Política
del Estado y a las normas del bloque de constitucionalidad,
precautelando el respeto a los derechos fundamentales y garantías
constitucionales, las cuales, conforme se ha visto, tienen una posición
privilegiada en nuestro sistema constitucional.

Los jueces y tribunales, bajo esa perspectiva, en virtud a las


características de imparcialidad, independencia y competencia, como
elementos de la garantía del juez natural, son quienes deben efectuar
un verdadero control de convencionalidad, garantizando el efectivo
goce de los derechos y las garantías jurisdiccionales previstas en la
Constitución Política del Estado y las normas del bloque de
constitucionalidad, como ya lo anotara la Corte Interamericana en los
casos antes referidos.

III.3. La acción popular como vía idónea para la tutela de los


derechos de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos

Dentro de las acciones tutelares previstas en la Constitución Política del


Estado, se encuentra la acción popular, contemplada en el art. 135 de
la CPE, como un mecanismo de defensa de los derechos e intereses
colectivos relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad y
salubridad pública, el medio ambiente y otros de similar naturaleza
consagrados por la Ley Fundamental, tales como los derechos
establecidos por el art. 30 de la citada Norma Suprema, cuyos
titulares son las naciones y pueblos indígena originario
campesinos.

Efectivamente, conforme interpretó la SC 1018/2011-R de 22 de junio,


la acción popular protege: “además de derechos e intereses
colectivos, derechos e intereses difusos -ambos contenidos
bajo el nomen iuris ‘Derechos Colectivos’- y, en ese sentido,
cualquier persona perteneciente a colectividad o comunidad afectada
puede presentar esta acción que, como su nombre indica, es popular”
(las negrillas fueron añadidas) y en ese sentido, las Sentencias
Constitucionales Plurinacionales 0176/2012, 0300/2012 y 0645/2012,
entre otras, señalaron que la tutela de los derechos de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos debía ser efectuada a través de
la acción popular.

La tutela de los derechos de las naciones y pueblos indígena originario


campesinos a través de la acción popular se justifica plenamente si se
consideran las características de esta acción que tiene una amplia
flexibilidad procesal y en la que no están previstas causales de
improcedencia como la subsidiariedad, y no existe un plazo de
caducidad para su interposición; presupuestos configurativos de orden
procesal que fueron desarrollados por la SCP 1158/2013 de 26 de julio,
conforme a lo siguiente:

“…1) La sumariedad, característica en virtud de la cual, este medio de


defensa tiene un procedimiento rápido y oportuno para la tutela de
derechos colectivos y también de derechos difusos tal como se explicará
más adelante; y, 2) La flexibilización procesal, presupuesto configurador
a partir del cual, se establece que este mecanismo de defensa no
tiene un plazo específico de caducidad, sino que podrá ser
utilizado durante el tiempo que subsista la vulneración o
amenaza a los derechos objeto de su tutela, aspecto plasmado en el
art. 136.I de la CPE; de la misma forma, a partir del presupuesto
referente a la flexibilización procesal, debe establecerse también que a
este mecanismo de defensa, no le es aplicable el principio de
subsidiariedad, razón por la cual, de la misma forma, en mérito a
esta característica y por la naturaleza de los derechos objeto de tutela
por esta acción, existe una amplia flexibilización de la
legitimación activa, es decir, de la aptitud legal para activar este
medio de defensa, por eso, el art. 136 de la CPE, en su segundo
parágrafo establece que esta acción podrá ser interpuesta por
cualquier persona, a título individual o en representación de
una colectividad, aspecto en virtud del cual, se tiene que las reglas
de la legitimación activa aplicables a la acción popular, son diferentes a
los presupuestos establecidos para las demás acciones tutelares” (el
resaltado es nuestro).

La flexibilización procesal es una de las características esenciales de


esta acción popular que se manifiesta, conforme a la jurisprudencia
glosada, en la inexistencia de un plazo de caducidad, del principio de
subsidiariedad y la legitimación activa amplia, en la medida en que
puede ser presentada por cualquier persona, a título individual o
colectivo. Además de dichas características, debe señalarse que esta
acción no puede ser rechazada por el incumplimiento de los requisitos
previstos en el art. 33 del Código Procesal Constitucional (CPCo), pues
tiene una naturaleza informal en virtud, precisamente, a la naturaleza
colectiva o difusa de los derechos protegidos.

En el marco de lo anotado, y de las características de nuestro modelo


de Estado, la acción popular es el mecanismo idóneo, para la
tutela de los derechos de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos, frente a actos u omisiones de las autoridades
o personas individuales o colectivas que violen los derechos colectivos
previstos en el art. 30 de la CPE, en el Convenio 169 de la OIT y la
Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos
Indígenas, así como los otros derechos subjetivos previstos
tanto en nuestra Constitución como los Pactos internacionales
sobre derechos humanos, ejercitados colectivamente por las
naciones y pueblos indígena originario campesinos, en el marco
de lo previsto por el art. 1 de la Declaración de las Naciones Unidas
sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, que establece que: ”Los
indígenas tienen derecho, como pueblos o como individuos, al
disfrute pleno de todos los derechos humanos y las libertades
fundamentales reconocidos por la Carta de las Naciones
Unidas, la Declaración Universal de Derechos Humanos y la
normativa internacional de los derechos humanos”; dimensión
colectiva de los derechos que ya se encontraba prevista en el art. 3
del Convenio 169 de la OIT, que señala: “Los pueblos indígenas y
tribales deberán gozar plenamente de los derechos humanos y
libertades fundamentales, sin obstáculos ni discriminación. Las
disposiciones de este Convenio se aplicarán sin discriminación
a los hombres y mujeres de esos pueblos” (el resaltado es nuestro).

III.4. El derecho al hábitat y los recursos naturales

III.4.1. El derecho al hábitat desde la mirada indígena

El art. 19.I de la CPE, señala que toda persona tiene derecho a


un hábitat y vivienda adecuada, que dignifiquen la vida familiar
y comunitaria. El hábitat hace referencia al conjunto de
condiciones ambientales y materiales que permiten la
satisfacción de necesidades vitales y la supervivencia de una
especie. Tratándose de los seres humanos, la definición de
hábitat tiene que considerar, además, factores económicos,
sociales y culturales que faciliten o limiten el acceso a los
bienes y servicios que una sociedad.
Ahora bien, este derecho al hábitat se encuentra
estrechamente vinculado con el art. 30.4 de la CPE, que se
refiere al derecho de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos a la libre determinación y territorialidad,
complementado por el numeral 6 del mismo artículo que hace
referencia al derecho a la titulación colectiva de tierras y
territorios; finalmente el numeral 10 del art. 30 de la CPE,
hace referencia al derecho de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos a “vivir en un ambiente sano, con
manejo y aprovechamiento adecuado de los ecosistemas”.

De dichas disposiciones se infiere el derecho de las naciones y


pueblos indígena originario campesinos a su hábitat, que es
concebido no sólo en el ámbito limitado de la tierra, sino
también del territorio, entendido como el espacio ancestral,
donde se desarrolla la cultura, espiritualidad, historia y forma
de organización social y política los pueblos indígenas, donde
ejercen el control sobre los recursos naturales y se despliegan
todas sus instituciones.

Es que la Constitución Política del Estado señala la especial


relación de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos con la tierra y el territorio; afirmación que, además
ya se encontraba en el Convenio 169 de la OIT, al señalar en
el art. 13 que: “…los gobiernos deberán respetar la
importancia especial que para las culturas y valores
espirituales de los pueblos interesados reviste su relación
con las tierras o territorios o con ambos, según los casos,
que ocupan o utilizan de alguna otra manera y en particular
los aspectos colectivos de esa relación”.

En ese sentido, el mismo artículo del Convenio, en su numeral


2, de manera expresa sostiene que la utilización del término
tierras debe incluir el concepto de territorios, “lo que cubre la
totalidad del hábitat de las regiones que los pueblos
interesados ocupan o utilizan de alguna otra manera”
(las negrillas son agregadas).

Dada la importancia de esta relación y de la ancestralidad del


territorio de los pueblos indígenas, el art. 14 del citado
Convenio señala que los Estados deben reconocer: “…a los
pueblos interesados el derecho de propiedad y de
posesión sobre las tierras que tradicionalmente ocupan.
Además, en los casos apropiados, deberán tomarse
medidas para salvaguardar el derecho de los pueblos
interesados a utilizar tierras que no estén
exclusivamente ocupadas por ellos, pero a las que
hayan tenido tradicionalmente acceso para sus
actividades tradicionales y de subsistencia. A este
respecto, deberá prestarse particular atención a la situación de
los pueblos nómadas y de los agricultores itinerantes” (el
resaltado fue añadido).

En ese sentido, el art. 14.2. del Convenio 169 de la OIT,


establece que: “Los gobiernos deberán tomar las medidas que
sean necesarias para determinar las tierras que los pueblos
interesados ocupan tradicionalmente y garantizar la protección
efectiva de sus derechos de propiedad y posesión” y, el
parágrafo 3, que: “Deberán instituirse procedimientos
adecuados en el marco del sistema jurídico nacional
para solucionar las reivindicaciones de tierras
formuladas por los pueblos interesados” (el remarcado es
agregado).

Ahora bien, conforme se ha visto, el término territorio,


comprende a los recursos naturales existentes en él, por ello,
el art. 15 del Convenio 169 de la OIT, establece que los
derechos de los pueblos interesados a los recursos naturales
existentes en sus territorios: “deberán protegerse
especialmente. Estos derechos comprenden el derecho de esos
pueblos a participar en la utilización, administración y
conservación de dichos recurso”.

Estas normas fueron consideradas por la Corte Interamericana


en el caso de la comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni
contra Nicaragua, Sentencia de 31 de agosto de 2001, y
pronunciada en virtud a que los integrantes de la comunidad
Mayagna reclamaron la titularización de sus tierras
tradicionales al Estado de Nicaragua sin obtener respuesta
favorable, surgiendo el conflicto a partir que empresas
transnacionales ingresaron a las tierras de la comunidad para
la explotación de recursos forestales, motivo por el cual la
comunidad hizo sus reclamos en la vía judicial sin resultados
positivos.
La Corte consideró que la comunidad Awas Tingni tiene
derechos colectivos a sus tierras tradicionales, recursos y
medio ambiente, y que la falta de reconocimiento, garantía,
respeto e implementación efectiva de ese derecho estaba en
conflicto con las obligaciones estatales derivadas de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta
Sentencia, la Corte concluyó que: “los miembros de la
Comunidad Awas Tingni tienen derecho de propiedad sobre las
tierras que habitan actualmente”, y que el Estado debía
garantizar el respeto por los derechos territoriales, que incluye
la emisión y el registro de títulos formales y la demarcación
para fijar y hacer conocer los límites del territorio.

Por su parte, la misma Corte, en el Caso del Pueblo Saramaka


contra Surinam, Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y
Costas, sentencia de 28 de noviembre de 2007, estableció que
“Los integrantes de los pueblos indígenas y tribales tienen el
derecho de ser titulares de los recursos naturales que han
usado (…) y ocupado tradicionalmente durante siglos(…) De
allí la necesidad de proteger las tierras y los recursos que han
usado tradicionalmente: para prevenir su extinción como
pueblo(…) el derecho a usar y gozar del territorio
carecería de sentido en el contexto de los miembros de
los pueblos indígenas y tribales si dicho derecho no
estuviera conectado con los recursos naturales que se
encuentran dentro del territorio” (el resaltado es nuestro).

También debe mencionarse al caso Yakye Axa contra


Paraguay, en el que la Corte Interamericana de Derechos
Humanos sostuvo que los pueblos indígenas que hubieren
perdido sus tierras por causas ajenas a su voluntad, no han
perdido completamente sus derechos sobre sus territorios
tradicionales, manteniendo su pretensión válida, pues: “Los
Estados …deben tener en cuenta que los derechos territoriales
indígenas abarcan un concepto más amplio y diferente que
está relacionado con el derecho colectivo a la supervivencia
como pueblo organizado, con el control de su hábitat como
una condición necesaria para la reproducción de su cultura,
para su propio desarrollo y para llevar a cabo sus planes de
vida(…) Al desconocerse el derecho ancestral de los miembros
de las comunidades indígenas sobre sus territorios, se podría
estar afectando otros derechos básicos como el derecho a la
identidad cultural y la supervivencia misma de las comunidades
indígenas y sus miembros”.

Así frente a un conflicto entre los derechos de los pueblos


indígenas y la propiedad privada, la Corte se inclina hacia el
reconocimiento de prioridad del derecho de propiedad comunal
indígena, sin perjuicio de la indemnización que pueda
corresponder al propietario de buena fe; aclarando sin
embargo que “Esto no significa que siempre que estén en
conflicto los intereses territoriales particulares o estatales y los
intereses territoriales de los miembros de las comunidades
indígenas, prevalezcan los últimos sobre los primeros”; pues
los Estado pueden verse imposibilitados, por razones concretas
y justificadas a devolver el territorio, supuesto en el cual, los
pueblos indígenas tienen derecho a la “elección y entrega de
tierras alternativa, el pago de una justa indemnización o
ambos”, debiendo los pueblos participar en la elección de las
tierras.

También debe hacerse mención al caso Sawhoyamaxa contra


Paraguay, en el que la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, hizo referencia al derecho a la reivindicación de los
pueblos indígenas respecto a sus territorios ancestrales,
señalando que “…la base espiritual y material de la identidad
de los pueblos indígenas se sustenta principalmente en su
relación única con sus tierras tradicionales. Mientras esa
relación exista, el derecho a la reivindicación
permanecerá vigente, caso contrario se extinguirá”;
aclarando que: “Dicha relación puede expresarse de distintas
maneras, según el pueblo indígena del que se trate y las
circunstancias concretas en que se encuentre, y puede incluir
el uso o presencia tradicional, ya sea a través de lazos
espirituales o ceremoniales; asentamientos o cultivos
esporádicos, caza, pesca o recolección estacional o
nómada; uso de recursos naturales ligados a sus
costumbres; y cualquier otro elemento característico
de su cultura” (las negrillas fueron añadidas).

Por su parte, el art. 26 de la Declaración de las Naciones


Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de manera
expresa señala que:

“1. Los pueblos indígenas tienen derecho a las tierras,


territorios y recursos que tradicionalmente han
poseído, ocupado o utilizado o adquirido.
2. Los pueblos indígenas tienen derecho a poseer,
utilizar, desarrollar y controlar las tierras, territorios y
recursos que poseen en razón de la propiedad tradicional u
otra forma tradicional de ocupación o utilización, así como
aquellos que hayan adquirido de otra forma.
3. Los Estados asegurarán el reconocimiento y
protección jurídicos de estas tierras, territorios y
recursos. Dicho reconocimiento respetará debidamente
las costumbres, las tradiciones y los sistemas de
tenencia de las tierras de los pueblos indígenas de que
se trate” (las negrillas son agregadas).

Debe considerarse que las naciones y pueblos indígena


originario campesinos, en la mayoría de los casos, todavía
habitan en su territorio o realizan actividades en él, aunque no
tengan un asentamiento permanente en el territorio que
vivieron sus antepasados y ancestros, siendo para ellos, la
tierra
<http://www.monografias.com/trabajos15/origen-tierra/origen
-tierra.shtml> no un simple bien o un medio de producción
<http://www.monografias.com/trabajos54/produccion-sistema
-economico/produccion-sistema-economico.shtml>, sino parte
de su vivencia, de su ser, de su existencia, concebida como
una integralidad, la casa en la cual vivieron sus antepasados,
el territorio que vio el comienzo de los tiempos, viviendo en
comunidad con sus hermanos, plantas animales y otros seres a
quienes se les llama “achachilas”, “Awichas”, “Waq’as”, etc.

Entonces, el hábitat de los indígenas, comprende no sólo la


tierra, sino también el territorio; es decir, abarca el espacio
ancestral donde se desarrolla sus específicas formas de vida,
donde se desarrolla su cultura, espiritualidad, su organización
social y política, así como sus conocimientos en relación a los
recursos naturales y se despliegan todas sus instituciones.

Así, todo ese espacio geográfico es su casa grande, donde


todas las cosas pertenecen a todos y a nadie en particular,
bajo una comprensión integral, entonces su hábitat, son sus
ríos, cerros, montañas, cascadas, bosques, plantas
<http://www.monografias.com/trabajos14/plantas/plantas.sht
ml>, árboles
<http://www.monografias.com/trabajos15/composicion-follaje/
composicion-follaje.shtml> etc., cada uno en su especie, están
llenos de significados profundos sobre la cosmovisión de estos
pueblos, para ellos el hábitat es el santuario, pues allí está su
medicina, sus alimentos, lo que da vida, lo que mantiene y
alivia el espíritu, es el principio y el fin, es su vida misma, en
conexión con el “multiverso”
<http://www.monografias.com/trabajos7/creun/creun.shtml>
y aún después de la muerte
<http://www.monografias.com/trabajos15/tanatologia/tanatol
ogia.shtml> sus “ajayus” estarán allí, bajo otra forma de
expresión, por ello deben ser preservados y respetados.

El hábitat de las naciones y pueblos indígenas, es fundamental


para su pervivencia y continuidad, por ello es que las
diferentes normas internacionales y la jurisprudencia de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos reconocen la
importancia fundamental de los derechos territoriales
indígenas, y la necesidad de garantizarlos y establecer los
mecanismos necesarios para su materialización; pues, de no
hacerlo, se atenta contra la existencia misma de estos pueblos.

Los pueblos indígenas tienen prácticas y concepciones propias,


donde la tierra y el territorio son compartidos y heredados de
generación en generación, con un valor
<http://www.monografias.com/trabajos14/nuevmicro/nuevmic
ro.shtml> de uso y no de cambio, dichas concepciones
devienen de una concepción que va más allá del sentido de
“propiedad” o “apropiación”, por cuanto la cosmovisión de las
naciones y pueblos indígenas está vinculada a la
naturaleza, que no es objeto de apropiación sino
también sujeto de derechos. Es la casa grande, donde
cada nación, pueblo y comunidad
<http://www.monografias.com/trabajos910/comunidades-de-h
ombres/comunidades-de-hombres.shtml> indígena tiene el
derecho de usar, gozar, disfrutar y administrar un bien
material o inmaterial, cuya titularidad pertenece a todos y cada
uno de sus miembros y que es fundamental, como se tiene
señalado, para la existencia misma del pueblo indígena.

Conforme a las normas antes referidas y a la jurisprudencia de


la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es evidente
que los pueblos indígenas tienen derecho a la titulación de las
tierras y territorios que tradicionalmente han ocupado; derecho
que se extiende a los recursos naturales que se encuentran en
los mismos. Para la materialización de este derecho tanto el
Convenio 169 de la OIT, como la Declaración de las Naciones
Unidas, establece que los Estados deben adoptar las medidas
necesarias para determinar las tierras de los pueblos
indígenas, garantizando su protección, además de instituirse
procedimientos adecuados para solucionar las reivindicaciones
de tierras formuladas por los pueblos indígenas.

Ahora bien, conforme se ha visto, los proceso de


reconstitución de las tierras y territorios puede ser solicitada
por los pueblos indígenas, debiendo los Estados tomar en
cuentan la naturaleza de los derechos territoriales indígenas,
que tienen un concepto más amplio y diferente, y que se
relacionan con el derecho colectivo de reconstitución de sus
territorios como una condición necesaria para la reproducción
de su cultura, de sus instituciones y plan de vida. Por ello, la
misma Corte se inclinó por la prevalencia de los intereses
territoriales indígenas por sobre los particulares estatales,
aclarando, empero que ello no significa que en todos los casos
se de esta prevalencia, pues pueden existir razones concretas
y justificadas que impidan devolver el territorio, supuesto en el
cual, los pueblos indígenas tienen derecho a elegir y a que se
les entreguen tierras alternativas, el pago de una justa
indemnización o ambos.

III.4.2. Derecho al aprovechamiento de los recursos


<http://www.monografias.com/trabajos4/refrec/refrec.shtml
> naturales

Como se ha señalado en el anterior Fundamento Jurídico, el


derecho al aprovechamiento de los recursos naturales se
encuentra dentro del alcance del derecho a la tierra y al
territorio, y está inserto en el derecho al hábitat, concebido, de
manera integral como el espacio ancestral donde se desarrolla
la vida social, económica, cultural, jurídica y espiritual de la
comunidad, y donde, precisamente se aprovechan y se usan
sosteniblemente los recursos naturales, y así lo reconoce el
art. 15 del Convenio 169 de la OIT, que determina, como ya
se ha señalado, que los pueblos indígenas tienen derecho a
participar en la utilización, administración y conservación de
los recursos naturales. En igual sentido, el art. 26 de la
Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los
Pueblos Indígenas, que establece el deber de los Estados de
asegurar el reconocimiento y protección no sólo de las tierras y
territorios, sino también de los recursos naturales.

En nuestra Constitución también se reconoce el


aprovechamiento exclusivo de los recursos naturales en el art.
30.17, norma que establece como derecho de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos: “A la gestión territorial
indígena autónoma, y al uso y aprovechamiento exclusivo
de los recursos naturales renovables existentes en su
territorio sin perjuicio de los derechos legítimamente
adquiridos por terceros” (las negrillas son nuestras).

En ese sentido, debe señalarse que el aprovechamiento de los


recursos naturales en el territorio indígena por parte del
Estado o particulares que hubieren adquirido legítimamente
ese derecho dentro del territorio indígena, se debe desarrollar
sin lesionar la integridad cultural, social y económica de los
mismos, previa información
<http://www.monografias.com/trabajos7/sisinf/sisinf.shtml> y
consulta de las comunidades, naciones y pueblos indígena
originario campesinos, quienes, de conformidad al art. 30.17
de la CPE, tienen derecho preferente sobre el uso y
aprovechamiento de los recursos naturales renovables
existentes en su territorio.

III.4.3. El DS 27572 de 17 de junio de 2004 y las normas


posteriores sobre el aprovechamiento de los recursos
naturales no maderables

Como se ha señalado en los anteriores fundamentos, los


pueblos indígenas tienen derecho a la titulación de las tierras y
territorios que tradicionalmente han ocupado y sobre los
cuales han tenido dominio ancestral; derecho que comprende
a los recursos naturales que se encuentran en ese territorio,
por ello, tanto el Convenio 169 de la OIT, como la Declaración
de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos
Indígenas, establecen que los Estados deben adoptar las
medidas necesarias para determinar las tierras de los pueblos
indígenas, garantizando su protección, además de instituirse
procedimientos adecuados para solucionar las reivindicaciones
de tierras formuladas por los pueblos indígenas.
En el marco de las consideraciones efectuadas
precedentemente, el art. 3 de la Ley del Servicio Nacional de
Reforma Agraria (LSNRA), bajo el nombre de “Garantías
Constitucionales”, establece en el parágrafo III, que:

“Se garantizan los derechos de los pueblos y comunidades


indígenas y originarias sobre sus tierras comunitarias de
origen, tomando en cuenta sus implicaciones económicas,
sociales y culturales, y el uso y aprovechamiento sostenible de
los recursos naturales renovables…”; añadiendo
posteriormente que: “En la aplicación de las leyes agrarias y
sus reglamentos, en relación a los pueblos indígenas y
originarios, deberá considerarse sus costumbres o derecho
consuetudinario…”.

Ahora bien, con el argumento que “han existido y existen


usuarios tradicionales del bosque, que aprovechan recursos
forestales no maderables, principalmente castaña, que no
están reconocidos por el marco legal vigente” y que, por tal
motivo, deben regularse sus actividades, incorporándolas al
régimen forestal vigente, estableciendo un procedimiento para
su debida calificación y reconocimiento, el DS 27572, regló:
“de manera excepcional la aplicación de la unidad mínima de
dotación por familia, atendiendo las necesidades emergentes
del proceso de saneamiento en el norte amazónico del país, a
fin de garantizar el derecho de propiedad comunal, así como el
derecho de acceso a personas individuales o colectivas
a través de la concesión forestal al aprovechamiento de
los recursos forestales no maderables y al uso
sostenible de los recursos naturales renovables” (el
resaltado fue añadido) (art. 1).

De acuerdo al art. 2 del DS 27572, esta norma tiene dos


finalidades: regular el procedimiento de saneamiento aplicado
en el norte amazónico con el fin del garantizar el derecho de
propiedad agraria de comunidades campesinas e indígenas, y
reconocer “el derecho de acceso al aprovechamiento vía
concesión forestal en el marco de las leyes y normas conexas,
a personas individuales o colectivas, que se benefician de los
recursos forestales no maderables por lo menos cinco (5) años
antes de la promulgación de la Ley Nº 1700
<http://www.lexivox.org/norms/BO-L-1700.html> de 12 de
julio de 1996”.
La segunda finalidad es desarrollada en el Título III del citado
Decreto Supremo, señalando en el art. 21 que las tierras
disponibles en que se ejecuta el procedimiento son aquellas en
las que se hubiere realizado el proceso de saneamiento, cuyo
resultado declare la calidad de tierra fiscal, y el art. 23, bajo el
nombre de derechos de acceso y aprovechamiento, establece
que:
“I. Para fines de reconocimiento legal y preferente a personas
individuales o colectivas, el Estado otorgará los derechos de
acceso y aprovechamiento de los recursos forestales no
maderables en calidad de concesión forestal sin
licitación pública, a través del reconocimiento de los
derechos forestales expectaticios definidos en el presente
Decreto Supremo.

II. Este derecho concesional preferente se constituye sobre


tierra fiscal en concordancia con lo establecido en las Leyes Nº
1700 y Nº 1715” (las negrillas son agregadas).

Respecto a los beneficiarios, el art. 24 señala que: “…son las


personas individuales o colectivas que accedieron de
hecho y de manera pacífica a un área, en el cual
realizan actividades de aprovechamiento de recursos
forestales no - maderables, cuya antigüedad se
encuentre en el plazo estimado en el Artículo 20 del
presente Decreto Supremo” (el remarcado fue añadido).

Ahora bien, el Capítulo II, del Título en análisis, hace


referencia al procedimiento del reconocimiento al
derecho de acceso y aprovechamiento de recursos
forestales no maderables, cuyo art. 25 sostiene que una
vez declarada la tierra fiscal, el beneficiario podrá solicitar a la
Superintendencia Forestal la concesión, bajo un procedimiento
que tiene las siguientes fases:

Primera, deberá formularse la solicitud dentro del plazo de


ciento ochenta días calendario desde la ejecutoria de la
Resolución que dispone la calidad de tierra fiscal, acreditando
la legitimación del solicitante, adjuntando el memorial de
solicitud, fotocopia de cédula de identidad u otro documento
que acredite identificación, declaración jurada señalando el
tiempo de la posesión y los antecedentes; pruebas
documentales de la posesión, mejoras e inversión; certificado
del Gobierno Municipal de su jurisdicción, señalando que se
encuentra en posesión del área solicitada; plano de ubicación
de la posesión elaborado en pericias de campo por el INRA;
certificado de la citada entidad estatal sobre la calidad de
tierra fiscal e Informe de verificación de campo de la Comisión
de Conciliación, Arbitraje y Resolución de Conflictos, en caso
de no haber sido registrado en el proceso de saneamiento.

Segunda, la Superintendencia otorgará, en un plazo de


noventa días calendario de recibida la solicitud, la
concesión en tierras fiscales de disponibilidad cierta,
declaradas como tales mediante el proceso de
saneamiento, sin afectar derechos de terceros agrarios
y forestales legalmente constituidos. Una vez otorgada
la concesión, ésta se regirá por lo establecido en la Ley
Forestal y su reglamento.

Si bien el Decreto Supremo no establece de manera


expresa cuáles son las consecuencias en caso que se
incumplan con los requisitos previstos en la misma
norma, se entiende que, por una parte, que de no
cumplirse con lo previsto por el art. 25 de dicho
Decreto Supremo; es decir, con el procedimiento de
reconocimiento al derecho de acceso y
aprovechamiento de recursos forestales no
maderables, no podrá otorgarse la concesión forestal;
por otra parte, ante la ausencia de un reconocimiento
estatal de dichos derechos, los “beneficiarios” a los que
alude el DS 27572 no pueden quedarse en una
situación de hecho sobre la tierra declarada fiscal no
disponible, alegando la existencia de derechos
expectaticios, y tampoco puede sostenerse que los
mismos tengan un control sobre dicha tierra, o que la
misma esté bajo su tutela; pues ello implicaría
perpetuar en el tiempo una situación irregular, no
cobijada por nuestro ordenamiento jurídico, más aún
cuando existe el reclamo de naciones y pueblos
indígena originario campesinos, que alegan el carácter
ancestral de dichas tierras.

Por otra parte, debe hacerse mención al Título IV del DS


27572, que hace referencia a la Comisión de Conciliación,
Arbitraje y Resolución de Conflictos, conformada, de acuerdo
al art. 26, para la resolución de conflictos emergentes durante
el reconocimiento de derechos en la aplicación del indicado
Decreto Supremo.

De acuerdo al art. 29, esta Comisión -compuesta de acuerdo al


art. 27 por representantes del poder ejecutivo, del sector
campesino, del sector indígena, castañero y de los
concesionarios forestales maderables- tiene, entre otras
atribuciones, la de conciliar las diferencias en los conflictos
emergentes del Decreto Supremo, en sujeción a la
Constitución, leyes y demás normativa aplicable, realizar
audiencias y emitir resoluciones de conciliación y arbitraje.
Conforme al art. 30, dicha Comisión “reconocerá el derecho
preferente de la comunidad campesina o indígena sobre las
concesiones, contratos o autorizaciones de aprovechamiento
forestal, en caso de existir sobreposición de derechos durante
la aplicación de sus funciones establecidas en el Artículo
anterior”.

Finalmente, es necesario hacer referencia al DS 29215 de 2 de


agosto de 2007, que en sus disposiciones finales, vinculadas
al: “Saneamiento, compensación y dotación a comunidades
indígenas y campesinas y regulación del otorgamiento de
derechos forestales no maderables en el norte amazónico de
Bolivia”, establece en la Disposición Final Primera II que dicho
Título tiene, además como objeto: “…regular el otorgamiento
de concesiones forestales de aprovechamiento de recursos
forestales no maderables, vía concesión forestal sin licitación
pública, en aplicación de los precitados Decretos Supremos N°
27572 y N° 28196, con las modificaciones contendidas en el
presente reglamento, garantizando la seguridad jurídica de los
mismos”.

Por su parte, la Disposición Final Cuarta establece que se:


“garantiza el derecho de los usuarios tradicionales a acceder a
las concesiones forestales de aprovechamiento de recursos
forestales no maderables, en el marco de las conciliaciones
realizadas de acuerdo con los Decretos Supremos N° 27572 y
N° 28196 mencionados.

Para efectos de la aplicación de los Decretos Supremos N°


27572 y N° 28196 y el presente Título, para el otorgamiento y
reconocimiento de concesiones forestales de aprovechamiento
de recursos forestales no maderables, se entenderá por
‘Usuario Tradicional’ a aquella persona natural o jurídica, que
bajo la denominación de barraquero se dedica en la actualidad
y desde antes de 1996 a la actividad extractivista de la castaña
y la goma, de manera pacífica y continua, como su medio de
vida, usando y aprovechando los recursos forestales no
maderables de manera sostenible, en beneficio de la sociedad
y el interés colectivo, en el marco del respeto a los derechos
laborales fundamentales, y que, cuenta con inversiones dentro
de una unidad productiva, traducidas en establecimientos y
estructura adecuada para este fin.

El otorgamiento de las concesiones forestales podrá realizarse


de manera simultánea al proceso de titulación de las
comunidades”.

Por último, la Disposición Final Octava referida a las “Nuevas


Comunidades”, establece que tratándose de: “…nuevas
comunidades indígenas y campesinas organizadas
después de la conclusión del saneamiento agrario, que
no hubiesen sido objeto de dotación, tendrán el
derecho preferente a la dotación, luego de haberse
procedido al otorgamiento de concesiones de derechos
de aprovechamiento forestal no maderable.

Los zafreros, para acceder a la dotación de tierras fiscales,


podrán organizarse en comunidades, debiendo constituir
residencia de carácter definitivo en el lugar.

De existir tierras fiscales disponibles, la dotación podrá


realizarse de manera simultánea al otorgamiento de derechos
de aprovechamiento forestal no maderables, respetando la
preferencia establecida precedentemente” (el remarcado es
nuestro).

Conforme a las normas antes glosadas, se concluye que: a) El


DS 27572 reconoce el derecho de acceso al aprovechamiento
vía concesión forestal a las personas individuales y colectivas
que se benefician de los recursos forestales no maderables por
lo menos cinco años antes del 12 de junio de 1996; b) El
reconocimiento de dicho derecho supone un trámite que debe
ser cumplido por los beneficiarios y, ante su incumplimiento,
las solicitudes pierden el derecho, no pudiendo permanecer en
una situación de hecho de manera indefinida; y, c) De acuerdo
a la Disposición Final Octava del DS 27572 las nuevas
comunidades indígenas y campesinas organizadas después de
la conclusión del saneamiento agrario, tendrán el derecho
preferente a la dotación, luego de haberse procedido al
otorgamiento de concesiones de derechos de aprovechamiento
forestal no maderable, debiendo entenderse que el
derecho de las nuevas comunidades se extiende a los
supuestos en que dichas concesiones no fueron
concedidas por incumplimiento de los requisitos
contenidos en el DS 27572.
Adicionalmente a lo señalado, debe considerarse que al
momento de aplicar las disposiciones contenidas en el DS
27572, las autoridades deben efectuar una interpretación a
partir del principio de constitucionalidad contenido en el art.
410 de la CPE que, como se tiene señalado, comprende
también al principio de convencionalidad (art. 256 de la CPE)
y, en ese sentido, corresponde que sean interpretadas desde y
conforme a la Constitución Política del Estado y las normas
contenidas en Pactos internacionales sobre Derechos
Humanos.
Así, las autoridades deben tomar en cuenta el dominio
ancestral sobre los territorios de la nación y pueblo indígena
originario campesinos correspondiente, que desde una
perspectiva integral, comprende el espacio donde desarrollan
todas sus actividades, incluido el uso y aprovechamiento de los
recursos naturales y donde se desenvuelven sus instituciones
sociales, políticas y jurídicas; por ello, de acuerdo al Convenio
169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas, sobre
los Derechos de los Pueblos Indígenas, los Estados deben
adoptar las medidas necesarias para que se determinen y
reivindiquen las tierras de los pueblos indígenas, que desde la
perspectiva de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos, implica la reconstitución de sus territorios
ancestrales.

Entonces, considerando todos estos elementos es evidente que


la segunda finalidad del DS 27572 -vinculada a reconocer el
acceso al aprovechamiento vía concesión forestal a personas
individuales o colectivas que se beneficien de los recursos
forestales no maderables por los menos cinco años antes de la
promulgación de la Ley Forestal- debe ser comprendida a
partir de la existencia o no -en el espacio donde se
pretende efectuar el reconocimiento- de territorios
ancestrales de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos, territorios que comprenden,
conforme se ha señalado, los lugares donde
tradicionalmente han usado y aprovechado los recursos
naturales.

En ese sentido, el acceso al aprovechamiento de los


recursos naturales, vía concesión forestal, a las
personas individuales o colectivas no puede desconocer
la ancestralidad del territorio de los pueblos indígenas
ni impedirles el aprovechamiento de los recursos
naturales que se encuentran en esos territorios;
existiendo, en ese sentido, una presunción de
ancestralidad del territorio -con todos los elementos
que lo integran, incluidos los recursos naturales- que,
en todo caso, para futuras dotaciones o concesiones,
deberá ser desvirtuada por los interesados y las
autoridades, debiéndose, además, ineludiblemente,
efectuarse la consulta previa a los pueblos indígenas
del entorno.

Bajo la lógica descrita, las tierras sobre las cuales se


ejecute el procedimiento de reconocimiento al acceso
al aprovechamiento vía concesión forestal a personas
individuales o colectivas, deben ser aquellas que no
correspondan al territorio ancestral de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos.

El razonamiento expuesto es coherente con la obligación del


Estado de instituir procedimientos adecuados para resolver las
reivindicaciones de tierras formuladas por los pueblos
indígenas, conforme se ha señalado precedentemente; pues,
como lo entendió la Corte Interamericana en el Caso Yakye
Axa contra Paraguay, al que se ha hecho referencia, los
pueblos indígenas que hubieren perdido sus tierras por causas
ajenas a su voluntad, no han perdido completamente sus
derechos sobre sus territorios tradicionales, pues éstos
abarcan un concepto más amplio y diferente, vinculado a la
supervivencia como pueblo organizado, con el control de su
hábitat como una condición necesaria para la reproducción de
su cultura, para su propio desarrollo y para llevar a cabo sus
planes de vida.

Conforme a ello, es evidente que, como lo entendió la misma


Corte, y como se ha explicado en el Fundamento Jurídico III.1
de esta Sentencia Constitucional Plurinacional frente a un
conflicto de intereses entre los derechos de los pueblos
indígenas e intereses de terceras personas, que pudiera
surgir en los procesos en trámite en los que se esté
aplicando los Decretos Supremos (DDSS) 27572 y
29215, las autoridades deberán efectuar una
ponderación de derechos, tomando en cuenta la
importancia del territorio y los recursos naturales para los
pueblos indígena originario campesinos, analizando si la
medida a ser adoptada -concesión- limitadora de los derechos
de las naciones y pueblos indígena originario campesinos que
alegan derechos ancestrales sobre el territorio y el uso y
aprovechamiento de los recursos naturales, tiene un fin
constitucionalmente legítimo, si la misma es idónea, necesaria y
proporcional, tomando en cuenta, además, los estándares
establecidos por la jurisprudencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, respecto al derecho al territorio y los
recursos naturales de los pueblos indígenas, a los que se ha
hecho referencia en el Fundamento Jurídico III.4.1 de este fallo.
III.5. Derecho al debido proceso

El debido proceso tiene una triple dimensión entendida como: principio,


derecho y garantía constitucional; en el caso presente, se debe
entender como el derecho que tiene toda persona o colectividad a un
proceso justo, equitativo, donde se respeten las disposiciones jurídicas
vigentes, sea en la vía ordinaria, agroambiental o indígena originaria
campesina, en el que puedan ser escuchados de manera imparcial, en
igualdad de condiciones, ejerciendo plenamente su derecho a la
defensa.

En la misma línea la SCP 0645/2012 de 23 de julio, lo definió como:


“…el debido proceso es una garantía inherente a cualquier ciudadano
bajo jurisdicción estatal, que debe hacerse efectiva en la tramitación de
procesos judiciales o administrativos, a consecuencia de los cuales
pueden verse afectados derechos fundamentales; en el caso de las
naciones y pueblos indígena originario campesinos, dicha garantía
resulta aún más indispensable puesto que dada su especial condición,
como resultado de sus características propias, condiciones económicas
y sociales, sus instituciones representativas y, normas y procedimientos
propios; la eventual afectación de sus derechos y garantías repercute
de modo más sensible que si se diera en otros sectores de la población.
Más aún cuando dentro de un proceso administrativo o judicial no se ha
garantizado por parte del Estado el derecho a la defensa que asiste a
cualquier ciudadano y peor aún, si como emergencia de ello, se ha
deducido una Resolución desfavorable y lesiva de sus derechos
fundamentales que les asisten como sujetos colectivos.

Con relación al debido proceso y las garantías judiciales la Corte


Interamericana de Derechos Humanos en el Caso Comunidad indígena
Yakye Axa Vs. Paraguay estableció: ‘Los recursos efectivos que los
Estados deben ofrecer conforme al artículo 25 de la Convención
Americana, deben ser sustanciados de conformidad con las reglas del
debido proceso legal (artículo 8 de la Convención), todo ello dentro de
la obligación general a cargo de los mismos Estados de garantizar el
libre y pleno ejercicio de los derechos reconocidos por la Convención a
toda persona que se encuentre bajo su jurisdicción. En este sentido, la
Corte ha considerado que el debido proceso legal debe respetarse en el
procedimiento administrativo y en cualquier otro procedimiento cuya
decisión pueda afectar los derechos de las personas. En lo que respecta
a pueblos indígenas, es indispensable que los Estados otorguen una
protección efectiva que tome en cuenta sus particularidades propias,
sus características económicas y sociales, así como su situación de
especial vulnerabilidad, su derecho consuetudinario, valores, usos y
costumbres’ (Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso
Comunidad indígena Yakye Axa Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 17 de junio de 2005, No. 16, párr. 62 y 63).

La citada jurisprudencia interamericana también ha sido confirmada en


el caso de la comunidad indígena Sawhoyamaxa Vs. Paraguay,
señalando: ‘la Corte recuerda que el debido proceso legal debe
respetarse en el procedimiento administrativo y en cualquier otro
procedimiento cuya decisión pueda afectar los derechos de las
personas. Asimismo, conforme a la jurisprudencia del Tribunal, es
indispensable que los Estados otorguen una protección efectiva que
tome en cuenta las particularidades propias de los pueblos indígenas,
sus características económicas y sociales, así como su situación de
especial vulnerabilidad, su derecho consuetudinario, valores, usos y
costumbres’ (Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa Vs. Paraguay.
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 29 de marzo de 2006, n,
párr. 82 y 83)”.

III.6. Análisis del caso concreto

La parte accionante, considera que se vulneraron los derechos de la


comunidad indígena “Takana El Turi Manupare II”, al hábitat, al
domicilio y al debido proceso; por cuanto no obstante estar asentados
en tierras fiscales, el demandado, arguyendo tener derecho sobre ellas,
contrató un grupo de personas de Riberalta, quemó catorce casas
recién construidas, amenazó “revólver en mano” a los indígenas; por lo
que piden el cese de cualquier acto de agresión física y psicológica en
contra de la mencionada Comunidad Indígena Takana.

Ahora bien, sobre la base de los fundamentos desarrollados


precedentemente y con la finalidad de resolver el caso concreto y dar
una solución integral al problema jurídico planteado, es preciso que
esta Sala Especializada, analice los siguientes aspectos: 1) El derecho
del demandado, Miguel Ruiz Cambero, sobre los territorios y recursos
naturales en conflicto; 2) El carácter ancestral del territorio y de la
recolección de castaña del pueblo indígena Takana II; y, 3) La causa
inmediata del conflicto y la situación actual del territorio donde se
encontraba asentada la comunidad “El Turi Manupare” II; 4) La
resolución, propiamente, del caso concreto.

III.6.1. El derecho alegado por el demandado sobre el territorio


y recursos naturales en conflicto

De acuerdo a los antecedentes cursantes en obrados y los que


fueron solicitados por este Tribunal, por RA RAP-SS 0147/05
de 13 de julio de 2005, pronunciada por el Director
Departamental del INRA, se adjudicó a Miguel Ruiz Cambero el
predio Santa Felicidad, clasificado como pequeña propiedad
ganadera en la superficie de “260.000 ha y 240.000 ha”,
ubicado en el municipio del Sena, sección Tercera, provincia
Madre de Dios del departamento de Pando, haciendo en total
una superficie total de “500.0000 ha”.

Por otra parte, conforme al certificado de tierra fiscal de 20


de febrero de 2008 (DDP-DTF-0026/2008 de 20 de febrero),
otorgado por el Director Departamental a.i. INRA Pando, como
producto del proceso de saneamiento desarrollado en vigencia
de la Ley del Servicio Nacional de Reforma Agraria, modificado
por la Ley 3545 y su Reglamento, se determinó que la
superficie de 4412,6497 ha. ubicada en el cantón Asunción,
sección Tercera, provincia Madre de Dios, del departamento de
Pando, se constituye en tierra fiscal, con la finalidad de
someterse al proceso de conversión a concesión forestal no
maderable señalado en el DS 27572, certificación emitida en
favor del administrado Miguel Ruiz Morales, en la que se aclara
que la misma “no constituye la declaración de
reconocimiento de ningún derecho de propiedad
agraria como tampoco implica la regularización de
derecho concesional alguno sobre el área de
referencia”.

De acuerdo al Informe del Director Departamental de Pando


de la ABT de 17 de junio de 2013: i) Cursa en la oficina la
solicitud para la otorgación de Autorización Transitoria Especial
de Recursos Forestales No Maderable (Ex Concesiones
Forestales No Maderables) para la Barraca Santa Felicidad, a
nombre de Miguel Ángel Ruiz Morales, en una superficie de 4
412,6497 ha.; ii) No se ha otorgado ninguna autorización
transitoria especial de recursos forestales no maderables a
ningún solicitante y que “estas se encuentran en la Oficina
Nacional en la Jefatura de Administración de Derechos de
Aprovechamiento y Uso de Bosques y Tierra en proceso de
evaluación técnico legal una vez se tenga la figura legal para
su continuidad”; y, iii) La solicitud de Miguel Ángel Ruiz
Morales se encuentra con” Auto Administrativo
DGGJ-073-2009 que tiene por desistida la solicitud
presentada, “sin que a la fecha se haya definido la
situación jurídica de las solicitudes desistidas” (sic). En
consecuencia, dicha solicitud se encuentra como áreas con
certificación de tierra fiscal no disponibles 0026-2008 emitido
por el INRA Pando en una superficie de 4412,6497 ha, “misma
que se encuentra bajo la tutela del solicitante, lo cual no
autoriza realizar ningún aprovechamiento Forestal Maderable,
Desmontes ni quemas” (sic).

De dichos antecedentes se tiene que: a) El demandado es


titular del predio “Santa Felicidad”, ubicado en el Municipio del
Sena, Sección Tercera de la provincia Madre de Dios del
departamento Pando-Polígono 08, que tiene una superficie de
“500.0000 ha”; b) Miguel Ángel Ruiz Morales solicitó concesión
forestal no maderable ante la ABT para el predio Santa
Felicidad, en una superficie de 4412,6497 ha, con la finalidad
de someterse al proceso de conversión a concesión forestal no
maderable señalada en el DS 27572, art. 92.II, Disposición
Final Primera, Cuarta y Octava del DS 29215; y, c) Que la
indicada solicitud se encuentra con Auto administrativo
DGGJ-073-2009, que tiene por desistida la solicitud
presentada.
De lo anotado se concluye que si bien inicialmente existió una
solicitud por parte del demandado para la concesión forestal
no maderable ante la ABT en la superficie antes señalada y, en
virtud a la misma, se generaron derechos expectaticios de
conformidad al DS 27572; sin embargo, es evidente que, por
una parte, -como lo han señalado las mismas autoridades de la
ABT y del INRA- la solicitud de conversión a concesión forestal
no maderable, no implica en sí misma, la declaración del
reconocimiento de ningún derecho de propiedad agraria ni
regularización de derecho concesional alguno sobre dicha área
y, por otra, a la fecha, dicha solicitud se tiene por desistida;
por ende, no existe ningún derecho regularizado que le
otorgue la tutela y la exclusividad en la explotación de
los recursos naturales existentes en la superficie de
4 412,6497 ha en la que se efectuó la solicitud de
concesión forestal.

III.6.2. El carácter ancestral del territorio del pueblo indígena


Takana y los recursos naturales existentes en él

i) La Comunidad Takana El Turi Manupare II, sus


autoridades y su representación

Antes de analizar el carácter ancestral del territorio reclamado


por la comunidad “Takana El Turi Manupare II”, es necesario
señalar que dicha comunidad es una de las trece comunidades
Takanas que constituyen el pueblo indígena originario
Takana, en el departamento de Pando; el cual posee identidad
cultural, idioma, instituciones, territorialidad y cosmovisión
propias, características que garantizaron la sostenibilidad de su
hábitat y su sobrevivencia.

El pueblo indígena originario Takana, cuenta con una


organización tradicional que se denomina la Capitanía. El Capitán
Grande (Cuaraji), constituye la máxima autoridad del Pueblo
Indígena Originario Takana, representando a las trece
comunidades Takanas de la región.

Cada comunidad cuenta con sus propias organizaciones


comunales, representados por un directorio. Según datos de Ana
Merelis, Capitana Grande de la CIPOAP, cada comunidad cuenta
con su propio directorio, conforme a sus normas y
procedimientos propios. Así, la comunidad “Takana El Turi
Manupare II”, se encuentra organizada por un Presidente,
Vicepresidente y su directiva, compuesta por las Secretarias de
organización, salud, educación, tierra - territorio, conflictos y
vocalías.

Conforme se tiene señalado, el pueblo indígena originario


Takana, cuenta con su propia organización territorial que es la
Capitanía, compuesta por 13 comunidades Takanas,
representadas por el Capitán Grande y su directiva, conformada
por las Secretarias de salud, educación, tierra y territorio,
conflictos y vocalías.

El citado pueblo indígena, forma parte de la CIPOAP, Central que


aglutina a los siguientes pueblos:

“Pueblo Indígena Originario Takana.



Pueblo Indígena Originario Cavineño.

Pueblo Indígena Originario Yaminagua.

Pueblo Indígena Originario Esse Ejja.

Pueblo Indígena Originario Machineri

Pueblo Indígena Originario Pacahuara, estos últimos no

contactados”.

La CIPOAP es un referente muy importante de los pueblos


indígenas originarios que se encuentran en el departamento de
Pando que se fundó en el año 1997. La Elección del Capitán
Grande (Cuaraji) de la CIPOAP, se realiza en un Congreso
Departamental de cinco organizaciones matrices cada cuatro
años (no participa el Pueblo Indígena Pacahuara, por
considerarse pueblo no contactado). Participan los Capitanes
Grandes regionales de los pueblos indígenas y la elección es
realizada de manera rotativa. A partir de la nueva Constitución
Política del Estado, para estos cargos, se aplica la equidad de
género; actualmente una mujer es Capitana Grande de la
organización departamental CIPOAP.

La citada Central indígena, tiene representación departamental y


a nivel nacional se encuentra afiliada a la Confederación Indígena
del Oriente Boliviano (CIDOB).

ii) La territorialidad ancestral del pueblo Takana

La historia sobre la identidad cultural del pueblo indígena Takana,


se remonta hasta el periodo precolonial. Así, se sostiene que ‘“…
el Pueblo hoy conocido como Tacana, durante el periodo
preincaico e incaico, ocupaba parte del territorio correspondiente
al Antisuyu. La investigadora Wentzel (1989) citada por CIPTA
(2001), sostiene la probabilidad de una relación de visitas mutuas
entre los pueblos del Tawantinsuyu y Tacana, con fines de
trueque o de intercambios rituales, más que por una
denominación directa y de tributo. Existen datos que confirman
que la interacción entre las tierras altas y bajas data desde el año
1200 A. de C.”’ (CEJIS, 2003: 151)’”(sic).

La información bibliográfica y oral, ratifica la existencia ancestral


del pueblo indígena originario Takana, con identidad cultural,
idioma, instituciones, territorialidad y cosmovisión, desde el
periodo anterior a la colonia.

Ancestralmente se encontraba gobernado por el Huaraji y el Baba


ecuai como máxima autoridad del territorio Takana: ‘“La máxima
autoridad del Pueblo Takana era el Huaraji”, luego viene el
Cacique y el Capitán Grande en la actualidad’. (Ismael Mayo
Labo, Capitán Grande Takana - Cavineño; 2013)” (sic)

El Huaraji, se constituía en la figura política, espiritual y cultural


del pueblo indígena originario Takana, cuya función principal era
administrar el territorio. El Huaraji y el Baba ecuai eran elegidos
por su fuerza y valentía en las guerras, así como de cualidades y
destrezas de un buen cazador y curandero; antiguamente,
dirigían y guiaban al pueblo Takana.

El pueblo Takana, cuenta con su propia lengua materna que es el


Takana. Las investigaciones desarrolladas sobre el origen de la
lengua Takana, sostienen que la familia lingüística es del mismo
nombre: ‘“… Esta familia forma parte de una rama pano-tacana
que incluye idiomas indígenas del Perú, Bolivia y Brasil
(Ottaviano, 1986:6). Este idioma era hablado por otras tribus o
unidades socio-culturales diferentes, con variantes en el dialecto,
por lo que no supone una sola identidad étnica’”. (CEJIS, 2003:
150) (sic).

Realizada la observación de campo, en relación a los procesos


comunicativos que establece el pueblo Takana, se ha podido
advertir que sus miembros aún conservan la lengua originaria
Takana; aunque también se advierte que existe una fuerte
preferencia por el uso del castellano como medio de
comunicación; esta diglosia se produjo históricamente por los
procesos de colonización ejercida por agentes externos.
La colonia, cambió el sistema de vida tradicional de los pueblos
indígenas originarios Takanas, provocando modificaciones en sus
estructuras de organización política, económica, social y cultural.
Así, los Huarajis y los Baba ecuai fueron sobre puestos por
nuevos cargos coloniales como el Cacique, Corregidor, Capitán,
Sargento, Alcalde y otros:

‘“Para gobernar en las misiones, el Virrey, a veces el mismo Rey,


nombraba Maestres de Campo, quienes a su vez designaban:
Sargentos, Capitanes y otros jefes, por su generalidad a
mestizos. El primer día de enero, se juntaban los indios de cada
pueblo y elegían a su Alcalde Mayor y dos Alcaldes Ordinarios. El
Misionero daba cuenta al Maestre de Campo, quien confirmaba
en su oficio y les daba jurisdicción’ (CEJIS, 2003:152)” (sic).

La creación de la República, legitimó la reestructuración del


territorio en provincias y cantones, impulsando expediciones a la
amazonia boliviana para desarrollar un reconocimiento y
extracción de las riquezas existentes en la región, con la finalidad
de comercializar sus productos al extranjero; este proceso dio
lugar al primer ciclo que se denomina extractivista:

‘“En 1840 comenzó la época de la quina, que trajo a varios


Takanas, quienes salieron de sus pueblos a trabajar en la
recolección de dicho producto. Varios pueblos Takanas estuvieron
a punto de desaparecer por la captación de mano de obra
indígena para su explotación’” (CEJIS, 2003: 155)” (sic).

El segundo ciclo extractivista, corresponde a la explotación de la


goma, recurso natural propio de la región, esta actividad estuvo
ligado al desarrollo del capitalismo mundial:

‘“Durante el auge de la goma, el pueblo Takana, fueron


reclutados por la fuerza para atender las demandas de la mano
de obra. Este proceso provocó la dispersión de los grupos, dando
origen a la formación de pequeñas comunidades sobre las riveras
del rio Madre de Dios, Beni y Manupire’” (CEJIS, 2003:155)” (sic).

La mano de obra de los Takanas, como de otros pueblos como


los Yaminahua, Cavineña, Esse Ejja, Pacahuara y otros, eran
reclutadas por los “enganchadores” y las Autoridades oficiales,
como el Corregidor, para ser enviados a los diferentes lugares
donde se explotaba la goma, la castaña; así también se los
incorporó como barraqueros y otros similares. Muchas de las
personas reclutadas, fueron presa fácil de los compromisos
contraídos con sus “empleadores”; por ejemplo, el
endeudamiento por los alimentos consumidos, la dotación de
herramientas, materiales de trabajo y otros, convirtiéndose en
eternos deudores que no les permitió volver a sus lugares de
origen.

Durante los periodos de la colonia y la república, los pueblos


indígenas fueron dispersados a lo largo y ancho de la amazonía,
siendo sobrepuesta sus formas y estructuras de organización.

Desde la reforma agraria del 52, las comunidades indígenas


Takanas, se fueron independizando de la explotación directa de
la mano de obra. A consecuencia de este proceso independista,
según el Capitán Grande del pueblo Takana, se fueron
constituyendo nuevas comunidades, nuevos asentamientos en las
tierras donde dejaron los patrones.

Sin embargo, con la reforma agraria, continuaron las concesiones


forestales a personas particulares en el departamento de Pando,
y los pueblos indígenas de la amazonia, se organizaron con la
finalidad de lograr mayor incidencia en la atención de sus
demandas (sociales, económicas, políticas y culturales) ante el
Estado.

Para los Takanas, el territorio ancestral es concebido como el


espacio de producción y reproducción de la vida; conforme a su
propia cultura, identidad, costumbres, tradiciones y otros
elementos de acuerdo a su cosmovisión, y en ese sentido, el
territorio donde se encuentra asentada la comunidad El Turi
Manupare II -que está catalogada como tierra fiscal no disponible
y sobre la cual el demandado tiene una solicitud de concesión
forestal- es considerado por sus miembros como territorio
ancestral. Sus habitantes manifiestan que sus abuelos siempre
vivieron y murieron en el territorio, y que la lucha por el
territorio en las comunidades Takanas es un proceso de
afirmación política de su identidad.

La visión de territorialidad para los Takanas representa su medio


de vida -todo el entorno geográfico- como medio de producción y
reproducción de la vida, enraizada en la fe, en la creencia y su
poder. La territorialidad, a partir del entorno geográfico, hace
referencia a la producción y reproducción de la vida social,
política, económica y espiritual.

‘“Para nosotros el territorio es la Tierra Comunitaria de Origen


(TCO), ahora se denomina Territorio Indígena Originaria
Campesina (TIOC), porque reconoce y garantiza nuestros
derechos económicos, sociales y culturales de los pueblos
indígenas’” (Karen Martínez Carvajal; Presidente de la CIMAP.
2013)”.

Históricamente el pueblo indígena originario Takana, estableció


un sistema de manejo y uso del territorio, basado en la
integración de los elementos físicos y espirituales, que vincula un
espacio de la naturaleza con el pueblo indígena, donde los
animales, las plantas y las aguas tienen voz para el hombre. La
espiritualidad es la relación sagrada y extraordinaria, donde los
seres humanos se reconocen y se relacionan con el mundo
natural y la totalidad cósmica, cuya finalidad consiste en la
búsqueda permanente del equilibrio integral de las existencias,
donde lo material y lo espiritual, el hombre y la naturaleza, todos
los elementos opuestos son capaces de interactuar e
interrelacionarse bajo principios de la reciprocidad,
complementariedad y el consenso universal de las leyes que
regulan la totalidad existencial.

Los recursos naturales son aprovechados para la sobrevivencia de


la comunidad; para tal efecto desarrollan actividades y labores
productivas como la caza, la pesca; la recolección de frutas,
semillas, la castaña y otras especies existentes. Estas
actividades de supervivencia son realizadas de acuerdo a
creencias espirituales; como por ejemplo, las creencias sobre los
amos del monte y los castigos sobrenaturales; esta cosmovisión
les permite tener un control social y ecológico en su contexto.

Los Takanas, por su forma de vida, desarrollaron un sistema de


manejo territorial, similar a los pisos ecológicos, determinado por
territorios de la amazonia alta y amazonia baja. Los Takanas
periódicamente recorren por los diferentes territorios de la
amazonia, según épocas estacionales del año, desarrollando un
control social, productivo, espiritual y cultural, como base de su
organización.

La producción de la castaña en los últimos tiempos, ha cobrado


mayor importancia económica, siendo codiciada por los
castañeros, hecho que ha provocado conflictos territoriales con
los pueblos indígenas originarios Takanas. Una parte de la
castaña recolectada por los indígenas, es utilizada para el
consumo familiar, y otra parte, para la venta y con ello cubrir las
necesidades básicas de la familia. Según Caren Martínez,
Presidenta de la organización de mujeres Takanas de Pando:

“…la época de la cosecha de la castaña se inicia a partir del mes


de octubre y concluye el mes de abril, época en que maduran las
castañas en los bosques selváticos de El Turi Manupare II; esta
actividad de recolección de la castaña les permite a las familias
Takanas, un ingreso económico seguro, permite cubrir las
necesidades básicas, especialmente para la compra de útiles y
vestimentas escolares para los niños y para casos de curación de
enfermedades” (sic).

En el mismo sentido, Duri Mar Merelis sostuvo que la actividad de


la castaña no significa lucro, sino un medio de subsistencia
familiar:

“Mientras los empresarios sólo piensan en comercializar este


producto natural que existe en los territorios de los indígenas
Takanas; los realizan sin ningún sacrificio como los indígenas. Sin
embargo, los Takanas cosechan para la sobrevivencia familiar y
comunal, viven cuidando el medio ambiente sin realizar chaqueos
ni tala de árboles…” (sic).

De dichos datos y testimonios se concluye que el pueblo Takana


tiene dominio ancestral sobre el territorio en el que el
demandado tenía una solicitud -actualmente desistida- de
concesión forestal, y sobre el que el pueblo Takana ejerce el uso
y aprovechamiento de los recursos naturales, en especial la
recolección de castaña; actividades a los que tienen derecho en
su calidad de pueblos indígenas, de conformidad a lo previsto por
el art. 30 de la CPE.

III.6.3. La causa inmediata del conflicto y la situación actual del


territorio donde se encontraba asentada la comunidad El
Turi Manupare II

La Ley del Servicio Nacional de Reforma Agraria fue promulgada


el 18 de octubre de 1996, con la finalidad de reordenar la
tenencia de tierras en todo el territorio del Estado y fue producto
de las marchas y movilizaciones desarrolladas por los pueblos
indígenas de la amazonia boliviana, como por ejemplo la marcha
por el Territorio y la Dignidad realizada hacia la ciudad de La Paz
(1990 - 1996) en defensa de los derechos al territorio ancestral.

El saneamiento de tierras, permitió regularizar el derecho


propietario de los pueblos indígenas, no sólo en la amazonía sino
en todo el país. La Ley estableció, desde su promulgación, un
plazo de diez años para el saneamiento y, en este marco legal, el
departamento de Pando concluyó el saneamiento de sus tierras
en toda su extensión departamental (durante doce años, 1996 -
2008), siendo el primer departamento en el país en sanear sus
tierras.

‘“En 12 años (1996 - 2008) se concluyó el saneamiento de los 6,3


millones de hectáreas que tiene el departamento de Pando,
reconociendo el derecho agrario 2,7 millones de hectáreas para
5.761 beneficiarios, además de establecer la situación legal y
técnica de tierras fiscales, áreas protegidas, concesiones
forestales, áreas urbanas y de dominio público’” (sic).

La conclusión del saneamiento de tierras en el departamento de


Pando, conforme a ley, estableció dos categorías de tierras
fiscales: tierra fiscal disponible y tierra fiscal no disponible;
encontrándose dentro de las segundas, las susceptibles de
compensación por tierra insuficiente para comunidades
campesinas e indígenas y de conversión a concesiones de
aprovechamiento forestales no maderables, en el marco del DS
27572.

A la comunidad “Takana El Turi Manupare II” no le fueron


dotadas tierras en el proceso de saneamiento, pues su solicitud
de dotación, como nueva comunidad, fue efectuada el 4 de
marzo de 2011; sin embargo, dicha solicitud fue observada
debido a que el asentamiento de la comunidad se encontraría en
parte del predio “Santa Felicidad” titulado a favor de Miguel Ruiz
Cambero y en un área de tierra fiscal no disponible
sobre la que cursa un trámite ante la ABT para
concesión forestal de aprovechamiento de recursos
forestales no maderables.

Es precisamente sobre esta última área donde surgieron los


conflictos con el ahora demandado; pues, de conformidad a lo
señalado en el Fundamento Jurídico III.5.1 de este fallo, la
familia de Miguel Ruiz Cambero solicitó la concesión forestal
para el aprovechamiento de los recursos forestales no
maderables, la cual, a la fecha, se encuentra desistida, de
acuerdo al Auto administrativo DGGJ-073-2009.

No obstante que, como se ha concluido en el Fundamento


Jurídico antes referido, el actual demandado no tenía un
derecho regularizado que le otorgue la explotación de los
recursos naturales existentes en la superficie de 4 412,6497 ha
en la que se efectuó la solicitud de concesión forestal, que
además se constituye, conforme se ha señalado, en un
territorio ancestral del pueblo Takana, el demandado inició un
interdicto de recobrar la posesión contra Hirgen Cartagena
Flores, el 8 de noviembre de 2011, adjuntando como prueba,
entre otras, la Resolución Final de Saneamiento, y el informe
técnico elaborado por el Asistente Técnico del INRA de 31 de
octubre de dicho año, que sostiene que se constató el
asentamiento ilegal de la comunidad indígena el Turi II dentro
de la propiedad “San Felicidad”; aspecto que fue negado por el
demandado quien sostuvo en su respuesta que ingresaron en
posesión de tierras fiscales con autorización de INRA Pando en
el mes de mayo de 2010.

El 9 de enero de 2012, se desarrolló la audiencia dentro del


indicado proceso, arribando las partes a una conciliación en la
que pactaron lo siguiente: a) Que durante la zafra 2011-2012
los demandados efectuarían el aprovechamiento de la castaña
en calidad de zafreros al interior del predio “Santa
Felicidad” y tierras fiscales no disponibles adjuntas a
dicha barraca, respecto a las cuales existen trámites para
concesión forestal no maderable que ha efectuado la familia
Ruiz ante ABT; b) Que el precio a pagarse por cada caja de
almendra será el fijado para los zafreros de Pando establecido
en el contrato de zafreros; c) Que la castaña debe ser vendida
exclusivamente a Miguel Ruiz Cambero, y en caso que se
compruebe que algún comunario vendió castaña de las tierras
referidas en la cláusula primera, a terceros, será retirado del
terreno con la ayuda de la fuerza pública; d) Los demandados
continuarán en la propiedad “Santa Felicidad” hasta la
conclusión de la zafra de castaña 2011-2012; y, e) Los
demandados se comprometen a respetar las áreas de
tierras fiscales no disponibles sujetas a trámite de
concesión forestal mientras el mismo sea resuelto,
asimismo, Miguel Ruiz Cambero se compromete a reconocer
los derechos que emergieran para la comunidad indígena “El
Turi II” en virtud a los trámites efectuados ante el INRA y ABT.

Dicho acuerdo, homologado por el Juez Agrario del


departamento de Pando, fue complementado en audiencia de
conciliación de 17 de mayo de 2012, estableciéndose un nuevo
plazo improrrogable para la desocupación de la propiedad
agraria “Santa Felicidad”, señalando al 17 de junio del citado
año, como fecha límite; además, la comunidad indígena “El
Turi II” se comprometió a no innovar dentro de esa propiedad
y tierras fiscales no disponibles anexas a dicha propiedad,
existiendo autorización para aprovechar de manera sustentable
los frutos silvestres de dicha propiedad hasta que se cumpla el
plazo y en caso de incumplimiento, se procedería
inmediatamente al desalojo, y que el INRA viabilizaría el
asentamiento de la comunidad en tierras fiscales disponibles;
acuerdo que también fue homologado por el Juez
Agroambiental del citado departamento.

Los acuerdos antes referidos fueron cuestionados por las


autoridades indígenas de la CIPOAP, señalando que: “Los
dirigentes y Capitanes Grandes de los Pueblos Indígenas,
desconocemos el documento del Acta de Audiencia de
conciliación firmada el día jueves 17 de mayo de 2012 con el
Sr. Miguel Ruiz Cambero, y la comunidad indígena Takana El
Turi 2, en el cual no hubo presencia de los dirigentes de la
CIPOAP, por lo tanto este acto jurídico está viciado de nulidad,
por tal motivo solicitamos a su autoridad deje a los
hermanos en la áreas fiscales no disponibles,
respetando su áreas tierras tituladas del Sr. Ruiz
mientras el INRA DEPARTAMENTAL aclare y de
acuerdo a la Ley 1770 sobre el DERECHO ESPECTICIO,
favoreciendo al sector Indígena” (sic) (fs. 309).

Por decreto de 29 de mayo de 2012, el Juez Agroambiental del


departamento de Pando, dispuso que al no ser parte del
proceso la CIPOAP, el acta no surtía efecto alguno respecto a
dicha organización, que el acuerdo tiene la autoridad de cosa
juzgada y es susceptible de ejecución.

Así, por memorial presentado el 5 de septiembre de 2012,


Miguel Ruiz Cambero solicitó a la citada autoridad judicial
emita mandamiento de desalojo o desapoderamiento en
cumplimiento del acuerdo conciliatorio (fs. 312 y vta.), y por
Auto de la misma fecha, la autoridad judicial antes mencionada
libró mandamiento de lanzamiento, comisionando su
cumplimiento a la Policía Nacional o Comando Conjunto
Amazónico de los departamentos de Beni o Pando (fs. 313), el
cual fue expedido el 6 de septiembre.

Ahora bien, de acuerdo al informe elaborado por el Instructor


de la Capitanía de Puerto “Lino Echeverría”, Miguel Ruiz
Cambero, junto al Juez Agroambiental del antedicho
departamento y la asesora jurídica del INRA arribaron a la
localidad de Santa Felicidad el 14 de septiembre de 2012 y
luego, al día siguiente, continuaron su recorrido llegando a una
pequeña comunidad denominada El Turi II “en el lugar se
observó 11 cabañas con techos de motacú, entre ellos 02
quemadas, y aún los troncos estaban con brasa vida, no se
encontró ninguna persona solo algunas aves de corral, ropa de
vestir, utensilios de cocina…” (sic); el propietario, con el
mandamiento de lanzamiento procedió a retirar todos los
materiales “de sapa, ropa de vestir, utensilios de cocina de las
cabañas… posteriormente la comisión se retiró del lugar para
volver a la localidad de Santa Felicidad” (sic).

De acuerdo al informe antes referido, antes de la ejecución del


mandamiento de lanzamiento, a través de vías de hecho, con
violencia y quemando las casas, se desalojó a los miembros de
la Comunidad Takana “El Turi Manupare II” del territorio en el
que el demandado efectuó su solicitud de concesión forestal, y
que ancestralmente le corresponde al pueblo indígena Takana,
conforme se ha concluido en fundamentos precedentes.

Posteriormente, por memorial de 5 de diciembre de 2012,


Miguel Ruiz Cambero nuevamente solicitó al Juez de la causa
desalojo de su predio rural y se disponga “el rastrillaje para
expulsar a todos los destructores del Bosque y del
medioambiente, pidiéndole disponga sea con la ayuda del
Comando Conjunto de las Fuerzas Armas -Fuerza Naval-
asentada en el Municipio del Sena y Policía para evitar
enfrentamientos con los avasalladores, y lograr que la medida
se cumpla, amparándose de manera efectiva mi derecho
propietario” (sic); solicitud que fue deferida por el Juez por
Auto de 7 de dicho mes y año, emitiéndose el correspondiente
mandamiento de lanzamiento en la misma fecha, así como la
solicitud, por parte de la citada autoridad judicial, al
Comandante provincial de la Policía de Riberalta para que
proporcione el número necesario de efectivos para dar
cumplimiento al Auto de 7 de diciembre de 2012.

De acuerdo al informe de 13 de enero de 2013, elaborado por


Edyer Maija Aiguana, funcionario de la FELCC, éste fue
designado en la comisión para la ejecución del mandamiento
de lanzamiento, y el 12 de dicho mes y año, a diez minutos de
la localidad encontraron a varias personas que no quisieron
identificarse y que señalaron que no están habitando la
propiedad de Miguel Ruiz Cambero, sino otro lugar, motivo por
el cual se resistieron a abandonar dicho terreno.

Por su parte, Ismael Mayo Labo, Capitán Grande


Takana-Cavineño, señaló en su testimonio que: “… los
comunarios fueron desalojados brutalmente por la policía y
personas contratadas por el propietario Miguel Ruiz Cambero,
quienes ingresaron con escopeta, machetes y palos en las manos
en horas de la madrugada; más, no conformes con este hecho,
prendieron fuego y quemaron todas las casas, (techo de hoja de
motacu, las paredes de palo y motacu), mujeres y niños lloraban
al ver las casas quemadas” (sic).

En la actualidad, como producto del conflicto con el demandado


en la presente acción popular, la comunidad Takana de “El Turi
Manupare II” se encuentra fuera de su territorio ancestral. Así,
de acuerdo al relato de Duri Mar Merelis, ex dirigente del pueblo
Takana:

“En la actualidad los indígenas Takanas están fuera de su


territorio, hay familias que están en otras comunidades, otros
están en la localidad de Sena, tres familias están en la sede de la
CIPOAP y un buen número se encuentra con paradero
desconocido, por temor a la represalia que podía realizar el señor
Migue Ruiz Cambero” (sic).

“Los Takanas, desde que fueron desalojados y expulsados de su


territorio, sufren y añoran volver a vivir y ocupar su territorio
ancestral donde han nacido, se han desarrollado y en allí están
enterrados sus seres queridos, hijos, padres y abuelos” (sic).

En palabras de Ismael Mayo Labo, Capitán Grande Takana


Cavineño:
‘“La comunidad Takana de El Turi Manupare II, respecto al
espacio donde se encuentra establecido, es sobre su territorio
ancestral, en el lugar han sido muertos y enterrados sus abuelos
y padres, hoy los hijos continúan viviendo y que sufren atropellos
de los blancos barraqueros asentados en el lugar’”. (Ismael Mayo
Labo, Capitán Grande Takana - Cavineño; 2013)” (sic).

III.6.4. La resolución del caso analizado

De acuerdo a las conclusiones a las que se arribaron en los


puntos precedentes, se tiene que el demandado, de manera
ilegal, amparado en supuestos derechos expectaticios y
una concesión forestal que fue desistida, desalojó a la
comunidad “Takana El Turi Manupare II” del territorio en el
que se encontraba asentada que, como se tiene señalado,
tiene carácter ancestral y sobre el cual el pueblo indígena
Takana ejerce sus derechos de uso y aprovechamiento de los
recursos naturales.

En ese ámbito debe quedar claramente establecido que el


asentamiento de la comunidad “Takana Manupare II”, desde
una interpretación plural del territorio, considerando la
cosmovisión del pueblo indígena Takana, bajo ninguna
circunstancia puede ser considerado ilegal, pues, corresponde
a su territorio ancestral y es coherente con los proceso de
reconstitución de sus territorios ancestrales, el cual, conforme
se ha explicado, es concebido integralmente, como el espacio
de producción y reproducción de vida, en el que vivieron y
murieron sus abuelos, donde encuentran los recursos
necesarios para la vida, y desarrollan sus instituciones sociales,
políticas y económicas. El territorio así concebido, integra a
los elementos físicos y espirituales, a la comunidad humana y
la naturaleza, en una relación que busca el equilibrio, siendo
los recursos naturales aprovechados para la sobrevivencia de
la comunidad y, en especial, la castaña recolectada, les
permite cubrir las necesidades de la familia que es a su vez
parte de su viva digna necesariamente vinculada a su
territorio.

Entonces, el demandado, al desalojar a la comunidad “Takana


Manupare II”, ejerciendo además, violencia sobre los miembros
de dicha comunidad, efectivamente lesionó su territorio ancestral
e impidió que los miembros de la comunidad continuaran usando
y aprovechando los recursos naturales provenientes del mismo.

En ese marco, y toda vez que, además de las vías de hecho


del demandado, existen resoluciones que emanaron del Juez
Agroambiental del departamento de Pando, es preciso analizar
su actuación que, por una parte homologó el acuerdo dentro
del proceso interdicto seguido por el actual demandado,
negando la participación de la CIPOAP y, por otra, emitió el
mandamiento de lanzamiento contra los miembros de la
comunidad “Takana El Turi Manupare II”; pues si bien dicha
autoridad judicial no ha sido demandada, es imprescindible
hacer mención a su actuación, con la finalidad de desvirtuar
una pretendida ejecución de una orden judicial de
lanzamiento.

Así, con relación al acuerdo suscrito, es evidente que la citada


autoridad judicial no consideró los derechos de los pueblos
indígenas al hábitat, al territorio y al uso y aprovechamiento de
los recursos naturales, y tampoco tomó en cuenta la
cosmovisión del pueblo Takana respecto a su territorio al
homologar un documento contrario a sus derechos y ordenar
el desalojo de su territorio ancestral.

Efectivamente, a través del acuerdo, el Juez de la causa actuó


sin precautelar los derechos del pueblo indígena Takana,
homologando una renuncia a su derecho ancestral al territorio
y a los recursos naturales que les correspondían, estableciendo
plazos para el desalojo del territorio, bajo amenazas de usar la
fuerza pública, sobre la base -se reitera- de derechos
expectaticios y una concesión forestal inexistente. Además,
en el acuerdo se imponen condiciones a la actividad de
recolección de la castaña realizada por el pueblo Takana,
estableciendo un precio único y la exclusividad de la venta de
lo recolectado, lo que evidentemente resulta, a todas luces,
desproporcionado y lesivo a sus derecho al uso y
aprovechamiento de los recursos naturales y su derecho a la
libre determinación.

El acuerdo antes anotado fue cuestionado por las autoridades


indígenas de la CIPOAP, debido a que ellas no tuvieron
participaron; sin embargo, la autoridad judicial con un criterio
formalista y desconociendo la organización del pueblo indígena
Takana y sus niveles de representación, negó dicha
participación, señalando que la CIPOAP no era parte en el
proceso y que el acuerdo tenía calidad de autoridad de cosa
juzgada, no obstante las violaciones a los derechos de los
pueblos indígenas; agravando las mismas al disponer, como se
tiene señalado, el desalojo de la comunidad “Takana El Turi
Manupare II”; desalojo que se ejecutó, además, con violencia
hacia los miembros de la dicha comunidad y que derivó -como
señalan los testimonios- en la dispersión de las familias, que
no cuentan con un hábitat y donde vivir, afectando, además,
otros derechos, colectivos e individuales de la comunidad y sus
miembros, como el derecho a la dignidad y a la vivienda.

En definitiva se concluye que las acciones realizadas por el


demandado, que como se ha concluido constituyen vías de
hecho, tampoco encuentran amparo en el lanzamiento
dispuesto por el Juez Agroambiental del departamento de
Pando; pues, dicha decisión, conforme se ha analizado, es
absolutamente lesiva a los derechos del pueblo indígena
Takana y, por ende, no puede ser el sustento ni la legitimación
de acciones que, además de continuar con la vulneración de
derechos, las agrava, al ejercer violencia sobre los miembros
de la comunidad indígena, conforme se constata de los
informes presentados a este Tribunal, donde se informa -como
se ha explicado- que se quemaron catorce viviendas;
información que además se confirma con las fotografías que se
adjuntan al expediente y que demuestran los actos ilegales
cometidos por el demandado.

En conclusión, se reitera que el asentamiento de la comunidad


Takana desde ninguna perspectiva puede ser considerado
ilegal, pues ello implicaría desconocer el proceso de
reconstitución de su territorio ancestral y del aprovechamiento
de los recursos naturales y, en ese ámbito, es evidente que la
comunidad tiene derecho a continuar con sus actividades de
recolección de castaña.

En ese sentido, debe señalarse que en el marco del derecho a


la restitución y reconstitución de los territorios de los pueblos
indígenas, conforme a los lineamientos desarrollados en el
Fundamento Jurídico III.3, de este fallo constitucional la
situación de las tierras que inicialmente fueron solicitadas por
el demandado, debe ser formalmente definida por las
autoridades de la ABT y el INRA, interpretando las
disposiciones legales contenidas en el DS 27572 desde y
conforme a la Constitución Política del Estado y las normas
contenidas en los pactos internacionales sobre derechos
humanos, en el marco de la interpretación desarrollada en el
Fundamento Jurídico III.4.3 de la presente Sentencia
Constitucional Plurinacional.

Por lo expuesto, es evidente que se ha lesionado el derecho al


hábitat y el domicilio de la comunidad “Takana El Turi
Manupare II”, desde la interpretación efectuada en el presente
fallo, que comprenden su territorio y el uso y aprovechamiento
de los recursos naturales, que representan la base esencial de
su existencia, al privarles del medio para mantener a su familia
y su comunidad, vulnerando derechos conexos como la
dignidad y existir libremente.

Por otra parte, es evidente que también se ha lesionado el


derecho-garantía al debido proceso en su elemento del
derecho a la defensa, toda vez que la expulsión de la
comunidad “Takana El Turi Manupare II” de su territorio fue
realizada a través de vías de hecho, con violencia,
adelantándose a la ejecución de un mandamiento de
lanzamiento, el cual, además, emergió de un procedimiento en
el que la citada comunidad no pudo defenderse de manera
adecuada y a través de sus representantes, atendiendo a sus
formas de organización y autoridades, si se considera que la
autoridad judicial que intervino en el proceso interdicto no
escuchó a las autoridades del CIPOAP y, como se tiene dicho,
no consideró los derechos de la comunidad “Takana El Turi
Manupare II” al homologar el acuerdo y disponer su
lanzamiento de su propio territorio ancestral, lo que demuestra
que no hubo un real ejercicio de su derecho a la defensa; más
aún si se consideran las denuncias efectuadas en la presente
acción en sentido que los actos violentos continuaron
posteriormente, inclusive después de la firma del acta de
acuerdo y compromiso de Nanawa de 30 de enero de 2013,
donde los tres pueblos “Takanas” y sus comunidades
dispersas, Pueblo Cavineño y Pueblo Esse Ejjas, se reunieron
con la Viceministra de Justicia, autoridades del INRA y la ABT,
autoridades campesinas, representantes de mujeres Bartolina
Sisa y otros, en el que acordaron conformar una comisión para
el análisis del DS 27572 y la conformación de una comisión
interinstitucional para la auditoría técnica de las concesiones
forestales maderables.

Por lo expresado precedentemente, la situación planteada se encuentra dentro


de las previsiones y alcances de la acción popular, por lo que el Tribunal de
garantías al haber concedido la tutela , efectúo una adecuada compulsa de los
antecedentes procesales y dio correcta aplicación a esta acción tutelar.

POR TANTO

El Tribunal Constitucional Plurinacional, en su Sala Primera Especializada, en


virtud a la autoridad que le confiere la Constitución Política del Estado
Plurinacional de Bolivia y el art. 12, 7 de la Ley del Tribunal Constitucional
Plurinacional, en revisión, resuelve:

1º CONFIRMAR la Resolución 01/2013 de 14 de febrero, cursante de fs. 41 a


42 vta., pronunciada por la Sala de turno por vacación judicial del Tribunal
Departamental de Justicia de Pando; y en consecuencia, CONCEDER la
tutela solicitada, conforme a los fundamentos expuestos en la presente
Sentencia Constitucional Plurinacional, ratificando lo dispuesto por el
Tribunal de garantías, respecto a que el demandado no realice ni ejerza
ningún acto que implique violencia física y psicológica contra la comunidad
indígena “Takana El Turi Manupare II”, ni contra los accionantes, además
del pago de daños y perjuicios.

2º Disponer que la comunidad indígena “Takana El Turi Manupare II”,


retorne a su territorio ancestral, catalogado como “tierra fiscal no disponible”
con una superficie de 4 412,6497 ha, sobre la que el demandado efectuó la
solicitud de concesión forestal y que actualmente se la tiene por desistida.

3º Exhortar a INRA de Pando y a la ABT, que definan la situación del territorio


en conflicto a partir de la interpretación efectuada en el Fundamento
Jurídico III.4.3 de la presente Sentencia Constitucional Plurinacional.

4º Exhortar al INRA de Pando, ABT y Juez Agroambiental del departamento


de Pando, que al momento de aplicar disposiciones legales a los pueblos
indígena originario campesinos, consideren los criterios de interpretación
contenidos en la presente Sentencia Constitucional Plurinacional.

5º Ordenar, la difusión del presente fallo a la ABT, INRA y a la jurisdicción


agroambiental, así como a los diferentes Tribunales Departamentales de
Justicia, y a las organizaciones de los pueblos indígenas.

6º Disponer que la CIPOAP informe a este Tribunal, a través de la Unidad de


Coordinación Departamental de este Tribunal, en el plazo de un mes, sobre
si el proceso de retorno al territorio por parte de la comunidad indígena
“Takana El Turi Manupare II”, ha sido efectuado sin ninguna obstrucción por
parte de la parte demandada, otras personas o instituciones.

7º Disponer que el Tribunal de garantías, efectué el seguimiento


correspondiente al cumplimiento de la presente Sentencia Constitucional
Plurinacional, exigiendo los informes pertinentes a la ABT e INRA sobre el
tercer punto dispuesto en este fallo.

8º Disponer que la Unidad de Coordinación Departamental de Pando


de este Tribunal supervise el cumplimiento de la presente Sentencia
Constitucional Plurinacional.

Regístrese, notifíquese y publíquese en la Gaceta Constitucional Plurinacional.

Fdo. Tata Gualberto Cusi Mamani


MAGISTRADO

Fdo. Dra. Ligia Mónica Velásquez Castaños


MAGISTRADA

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