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1. INTRODUCCIÓN.
En un sentido amplio, la distribución es un asunto más del mundo económi-
co que del mundo jurídico.
La comercialización es propia de toda actividad empresarial, industrial o
comercial. Todo el que produzca bienes o servicios, tiene un estadio fun-
damental que agotar para llegar al consumidor final y este ciclo es precisa-
mente el que llamamos distribución. En ese proceso se presentan vías cortas
y también largas para cumplir el cometido; desde la venta directa de fábrica,
hasta el paso por una serie de intermediarios que se encargan de hacer llegar
al público los productos. La comercialización y el término general que se
emplea, que es la distribución, no tiene una connotación jurídica hasta aho-
ra. Su significado en nuestro sistema es netamente económico: un eslabón
entre la producción y el consumo.
1. Real Academia Española. Diccionario de la Lengua Española, tomo III, 19a. Ed. Ed- Espasa. Madrid 1.982.
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2. Saldarriaga Lopera, Gustavo. “La distribución como fenómeno económico” - “derecho de la distribución comercial”.
Autores varios. El navegante - editores. Santafé de Bogotá. 1.995. Pág. 23.
3. Etcheverry, Raúl Aníbal. “Derecho Comercial y Económico. Contratos parte especial”. T.II. Astrea, buenos aires,
1995. Pág. 204.
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un tercero y esa persona es un simple gestor de ese interés ajeno que puede
tener o no su representación. Este podría ocupar de pronto, el más antiguo
de los lugares entre los instrumentos utilizados para la distribución y de allí
van evolucionando fórmulas novedosas; unas más estructuradas que bus-
can, que las empresas tengan una previsión de futuro entre ellas como es el
contrato de suministro; con una funcionabilidad adicional para la coloca-
ción de sus productos, que es el aseguramiento de su materia prima o de su
material de distribución, etc. No solamente el suministro, aparece como ins-
trumento, surge también la consignación como una alternativa de proveedo-
res con productos nuevos que buscan penetrar mercados, porque al fin y al
cabo es más fácil dejar la mercancía en consignación, que tener que lograr
una operación de venta en firme sobre la misma; al menos así, el dueño del
establecimiento tiene un atractivo con la consignación y es que no tiene que
pagar por ella hasta tanto no se realice su colocación; para el consignante
también tiene una enorme ventaja, pues es una forma de penetrar un merca-
do donde se le desconoce. Cada una de estas instituciones ha tenido su gé-
nesis en el mundo del tráfico económico y cumple una función concreta
dentro de los muchos espacios que brinda la distribución.
Aparece también la agencia comercial, ese gran contrato que se perfiló en el
surgimiento de la industria en las épocas decimonónicas. La agencia mer-
cantil, pilar fundamental de todo lo que ha sido el desarrollo del mundo ca-
pitalista. ¿Qué sería de las empresas sin los agentes mercantiles que les han
abierto el mercado? este, es un instrumento fundamental para la conquista
del mercado que requieren los empresarios de la producción.
Alguien produce y ese es su oficio, otro coloca ese producto en el mercado y
esa es su actividad. Este contrato se fundamenta en la profesionalización de
los empresarios en el tráfico económico.
Todos los problemas de la agencia mercantil, has surgido a partir del Có-
digo de Comercio del año 1971, en el que se tipificó y prácticamente se le
proscribió, porque se consagraron unas prestaciones finales en el artículo
1324 en favor del agente mercantil, supremamente gravosas. En primer
lugar la llamada por la doctrina cesantía mercantil, según la cual, al terminar
el contrato de agencia al agente mercantil tiene derecho a una prestación
adicional consistente en una doceava parte del promedio de la regalía o uti-
lidad de los últimos tres años, por cada año de vigencia del contrato; es de-
cir, la referida prestación tiene un carácter retroactivo, involucrando el
componente inflacionario, convirtiéndose en una pesada carga, más gravosa
incluso que las prestaciones laborales del más alto ejecutivo de la compañía.
Esto llevó a todas las empresas en Colombia a optar por solicitarles a sus
asesores legales, que recomendaran para la comercialización cualquier ins-
trumento contractual, siempre y cuando no se tratase de una agencia mer-
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La pregunta que se podría hacer el empresario es; ¿cuál de todos esos ins-
trumentos es el más adecuado para su actividad? La respuesta en principio
debería ser meramente funcional, es decir, que es lo que requiere el empre-
sario y de acuerdo a la función económica de cada tipo contractual, se esco-
gería el que concuerde con su necesidad. Pero en Colombia, debido a la
problemática advertida sobre la agencia mercantil introducida al momento
de su tipificación, esta escogencia dejó de hacerse de manera funcional,
guiada por las necesidades del empresario para atender a otros criterios no
funcionales, como es precisamente el de eludir por gravosa la agencia co-
mercial.
4. Arrubla Paucar, Jaime Alberto. Contratos Mercantiles - Tomo I, Ed. Diké, Medellín, 2004. Pág. 407.
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ellos y se ven abocados a tener que utilizar instrumentos parecidos que les
permitan, al máximo posible, no quedar cobijados bajo el régimen legal de
la agencia mercantil, a fin de no incurrir en las prestaciones o indemnizacio-
nes de que trata el artículo 1324 del Código de Comercio.
¿Qué hacer entonces, con las relaciones donde aparece como finalidad con-
creta la necesidad de conquistar un mercado para los productos de un em-
presario? Lo que sea, pero que no vaya a ser agencia mercantil. Se utilizan
otras figuras instrumentales como la venta, el suministro, la llamada distri-
bución o la concesión, pero por ningún motivo la agencia mercantil.
Así perdemos la lógica en la aplicación del método de derecho mercantil.
Comenzamos a utilizar las figuras que sirven para instrumentar la distribu-
ción, no de acuerdo a la función económica específica que cumple cada una
de ellas, sino, tratando de simular o esquivar la fatalidad que implicaría
cometer una agencia comercial.
Queda en nuestra vida empresarial y comercial un mundo oculto y subterrá-
neo, el de las agencias mercantiles que no asoma a la realidad consciente de
su verdadera función en el comercio; y una realidad aparentemente simula-
da, que muestra una serie de actos apartados de su función y usurpando el
lugar de otro instrumento.
Correspondía a la jurisprudencia declarar la prevalencia de lo real sobre lo
aparente. Observemos que respuesta ha dado la evolución jurispruden-
cial sobre el tema a partir de la expedición del Código de Comercio de l.971.
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5. Arrubla Paucar, Jaime Alberto. Contratos mercantiles. Tomo I. Ed-dike. Medellín, 2004 pág. 388-389.
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6. “... Quien distribuye artículos que ha adquirido en propiedad, no obstante que fueron fabricados por otro, al pro-
mover su venta en una determinada zona no ejecuta actividad de agente comercial, sino de simple vendedor o dis-
tribuidor de productos propios”. Jurisprudencia y doctrina. Enero 1.981. Tomo x nº 109 pág. 73.
7. De Greiff Restrepo, Gustavo. “reflexiones sobre el contrato de agencia mercantil”. Bogotá. Noviembre de 1993.
Derecho colombiano. Tomo 48. Pág. 402 a 415.
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Podemos agregar desde nuestro punto de vista, como una crítica a las co-
mentadas sentencias, que el precepto contenido en el artículo 1317 del Có-
digo de Comercio, que define el contrato de agencia comercial, no alude al
dominio o propiedad sobre los bienes o servicios objeto de la relación con-
tractual, por tanto, es lógico concluir que ellos podrían pertenecer o no al
empresario o pertenecer bajo modalidades o condiciones, o en asocio de
otros sujetos o incluso pertenecer al agente quien los adquiere con el propó-
sito de revenderlos, dentro del proceso de la cadena hacia el consumidor.
El agente puede adquirir momentánea o temporalmente los productos del
empresario, con el propósito de llegar al consumidor final, sin que por tal
razón se desvirtúe la relación comercial típica de agencia comercial. Inclu-
so, una de las modalidades en que puede consistir su actividad es la de dis-
tribuidor, sin distinguir la norma que coloque productos propios o ajenos.
Todo esto, por la sencilla razón de que lo esencial en la agencia no es
quien sea el dueño de unos determinados productos que están en tránsi-
to hacia el consumo, sino que exista el encargo de conquistar, mantener
o ampliar un mercado para los productos generales de un empresario,
los presentes y los futuros.
Indiscutiblemente subyace un contenido económico importante en todo este
debate. Con el criterio formal que acoge la H. Corte Suprema en esa opor-
tunidad, al considerar solo agencias aquellas relaciones negociales que son
mandato, se constriñe considerablemente el campo de las agencias comer-
ciales en Colombia.
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Cas. 31 de Octubre de l.995. M.P. PEDRO LAFONT PIANETA.
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- ¿Se sientan las bases para una nueva doctrina sobre la agencia mercan-
til?
9. La sentencia está publicada en extractos en jurisprudencia y doctrina. Nº 288. Diciembre de 1.995. Consultamos
copia del texto completo.
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El salvamento de voto del Dr. Javier Tamayo Jaramillo, abre un camino pa-
ra recuperar la presencia de la agencia mercantil en el contexto de la activi-
dad comercial cuando advierte:
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. Ordinario de Agrosuarez Ltda.. contra Vecol S.A, expediente N.5497.
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Arrubla, Jaime. Ob. Cit. Pág. 385.
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Cas. 18 de Marzo de 2003. Demandantes NICOLA RICCARDI FERRARI y otra contra
ALITALIA. Expediente N.6892.
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Cas. 28 de Febrero de 2005. M.P. DR. CARLOS IGNACIO JARAMILLO. Exp.7504.
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Por supuesto que esta regla general no se opone a que, en casos parti-
culares, puede restarse eficacia a una cláusula así diseñada, si se de-
muestra, por vía de ejemplo, que ella vulnera el principio de autono-
mía de la voluntad; que es abusiva o leonina (cfme: cas. civ. de 2 de
febrero de 2001; exp.: 5670), o que muy a pesar de lo pactado, clara-
mente se burló –en la realidad- la eficacia del derecho reconocido en
el inciso 1º del artículo 1324 del Código de Comercio, como sería el
caso de no cancelarse la totalidad de la suma adeudada por el concep-
to a que dicha disposición se refiere. Pero es claro que la sola proba-
bilidad de que sea distorsionada la voluntad contractual, no autoriza
al intérprete, ab initio, para desconocer postulados que, como el de la
autonomía, insuflan el derecho de los contratos.
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del artículo 1324 del C. de Co., con la sumatoria de los abonos paga-
dos parcialmente.
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Referencia: Expediente No.11001-3103-023-1997-24529-01, M.P. JAIME ALBERTO ARRUBLA
PAUCAR.
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M. P. DR. Pedro Octavio Munar Cadena, Sentencia de 15 de diciembre de 2006. Ref.: Expe-
diente No.76001 3103 009 1992 09211 01.
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Cuando el agente realice negocios por cuenta del empresario, podrá de-
cirse que hay una coincidencia con el propósito funcional del mandato
mercantil, pero no es lo único que puede realizar el agente al tenor del
artículo 1317, pues perfectamente puede limitarse a la simple promoción o
a la distribución o fabricación en los términos de la citada norma, casos en
los cuales no habrá mandato. Sigue la jurisprudencia así:
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3.1. Introducción.
Hemos sostenido que la jurisprudencia de la H. Corte sobre agencia comer-
cial elimina el espacio a la agencia de hecho. Para demostrar esta hi-
pótesis realizaremos inicialmente un estudio general sobre lo que debe ser
la agencia de hecho, para concluir con la referencia jurisprudencial.
Muchas veces resultan distribuidores al azar, sin que nadie les haya formu-
lado encargos de conquista de mercado para un producto determinado;
simplemente en el afán de sobrevivir de todo ser humano, la economía de
mercado, les permite actuar en la intermediación de la oferta y la demanda;
y se convierten en actores del comercio; comprando para revender lo que la
intuición les indica que es un buen negocio. Así, en esa actividad espontá-
nea pueden darse resultados que interesan al derecho, concretamente al de-
recho de la distribución donde de pronto puede configurase una agencia de
hecho.
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Villey, Michael. En torno al contrato, la propiedad y la obligación. Ghersi Editor. Buenos Aires,
l.980. Pág. 26.
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Villey, Michael. Ob. citada. Pág. 31.
18
Villey, Michael. Ob. citada. Pág. 32.
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Pues bien, nos hemos tomado el tiempo de indagar un poco sobre la historia
de la concepción del contrato para darle un sentido al Art. 1331 del Código
de Comercio, el cual señala, en nuestra opinión, un reconocimiento legal a
una situación que se toma de la realidad, del acontecer fáctico, en principio
ajeno a toda idea individualista de acuerdo de voluntades. La disposición
que estudiamos debe entenderse como una introducción del derecho natural
clásico en nuestras categorías individualistas del derecho, una especie de
retorno a la concepción contractual romana, la cual parte de la realidad de
las cosas para procurarles sus efectos en derecho.
No podemos, por todo lo anterior, compartir criterios muy respetados que
han querido darle alcance a la norma que estudiamos, simplemente cuando
se presenta una ausencia de formalidades en el contrato de agencia, pues
como ya lo dijimos, para hacerse acreedora a dicha relación jurídica verbal
el régimen regulado no habría sido necesario el Art. 1331, bastaría simple-
mente probar el contrato.
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3.2. Concepto.
Se presenta una agencia de hecho, cuando un comerciante, sin haber recibi-
do encargo para la conquista de un mercado para unos determinados pro-
ductos o marcas, emprende autónomamente la tarea de promocionarlos y
acreditarlos, consiguiendo el fin propuesto.
Ese fin conseguido, consistente en haber acreditado un producto o una mar-
ca, goza del favor del derecho, quien le otorga los mismos beneficios como
si ese sujeto hubiese actuado en razón de un encargo.
3.3. Elementos.
3.3.1. El encargo. En la agencia de hecho claramente se excluye el ele-
mento encargo, precisamente por no existir acuerdo contractual entre las
partes encaminado a la conquista de un mercado, no se ha producido una
encomienda con tal propósito.
Puede haberse dado acuerdos para otras finalidades, pero no para la con-
quista del mercado. En este sentido, no siempre que hay contrato se ex-
cluye la agencia de hecho, pues esta puede darse a partir de ventas, permu-
tas, consignaciones, suministros, etc.
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Peláez, Eduardo. Revista Derecho del Colegio de Abogados de Medellín. N. 102. 1978. Pag. 61
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es ese mismo empresario beneficiado que sería la otra parte de facto. Pero
no se descarta que también deba responderle otro empresario intermediario
o mayorista.
Por ello hay que admitir, al menos en gracia de discusión, que entre el agen-
te de hecho y el empresario se presenta seguramente una relación negocial
distinta a la de la agencia, pues si lo que hay es convención, con el encargo
de la conquista de un mercado, así sea verbal o escrita, lo que habría que
examinar es si se configura el contrato de agencia.
Esa relación negocial puede ser de venta, de suministro, de consignación,
de comisión, de concesión, etc. Se trata de cualquier tipo de negocio que
justifique en un momento dado el tráfico de los productos o marcas por las
manos del agente de hecho. Esa situación, desprovista de un encargo para
la conquista de un mercado, no constituye agencia mercantil en sentido con-
tractual. Sin embargo, es la base fundamental, para que mutuo propio el
agente de hecho despliegue su labor de conquista que lo acredita como tal.
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Corte Suprema de Justicia. M.P. Germán Giraldo Zuluaga. Diciembre 2 de l.980. Revista Jurispru-
dencia y Doctrina. Enero l.981. Pág. 74.
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Corte Suprema de Justicia. M.P. Germán Giraldo Zuluaga. Diciembre 2 de l.980. Revista Jurispru-
dencia y Doctrina. Enero l.981. Pág. 74.
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vención (f. 5 del cuaderno 3º.), compraba al por mayor pinturas y otros
elementos a la sociedad ICO Pinturas S.A. para luego revenderlas a través
de su establecimiento comercial, que para el efecto había abierto en la ciu-
dad de Medellín, no obstante que tenía la calidad de distribuidor, no era
agente comercial de aquella sociedad, puesto que su función no era actuar
a nombre y por cuenta de ella, sino a nombre y por cuenta propios”. Efec-
tivamente, lo que importa en el criterio antes expuesto no es la conquista de
un mercado para un tercero, sino un actuar a nombre y por cuenta de un ter-
cero, para efectos de configurar la agencia mercantil. Más difícil se torna la
configuración de la agencia mercantil de hecho, pues va a ser indispensable
acreditar la existencia del mandato como condición sine qua non para poder
afirmarla, con lo cual opinamos, se termina con el magnífico avance logrado
por la norma.
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