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síntesis sobre el artículo “el desarrollo del cerebro” de Madeleine Nash 1997.

Las neuronas no transmiten señales de una manera dispersa, sino todo lo contrario, los estallidos
eléctricos proceden de ondas coordinadas de actividad neuronal, estas ondas cambian la forma del
cerebro, siguiendo modelos que a través del tiempo permitirán al niño recién nacido percibir la voz del
padre, el tacto de la madre, entre otras cosas, cabe agregar que este proceso comienza mucho antes del
nacimiento. Durante el primer año de vida, el cerebro produce trillones más de conexiones que podría
usar y luego elimina las que son menos usadas. Las conexiones excesivas sufren un proceso de poda, que
se inicia alrededor de los 10 años. Es urgente que los programas preescolares (sala cuna, jardín) sean
diseñados para impulsar la capacidad cerebral del niño, debido a que los primeros 3 años de vida son
cruciales y además pueden ayudar a muchos niños a superar déficits notorios en su medio ambiente.

La importancia del gen

Alrededor de la tercera semana de gestación, cuando una delgada capa de células en el embrión realiza
una maniobra doblándose hacia adentro dando nacimiento al “tubo neural” (estructura que se convertirá
en el futuro cerebro y médula espinal), es la naturaleza el autor principal en esta fase del desarrollo, pero
la crianza desempeña un papel de apoyo vital. Cambios en el medio ambiente del vientre materno, como
mala alimentación de la madre, abuso de drogas o una infección viral, pueden desencadenar ciertas
formas de epilepsia, retardo mental, autismo y esquizofrenia. Pero algo que asombra a los científicos que
estudian el cerebro es que luego de estos cambios en el medio ambiente del vientre materno, muchas
veces el cerebro en desarrollo funciona de forma correcta, esto es debido a las instrucciones
programadas por los genes. Los científicos descubrieron un gen apodado “Sonic, el puercoespín”, este
establece el destino de las neuronas de la médula espinal y el cerebro. Las proteínas codificadas por este
gen se difunden hacia el exterior de las células que lo producen.

Los primeros movimientos

Hasta este momento los genes han controlado el desarrollo del cerebro, sin embargo, tan pronto como
los axones realizan sus primeras conexiones, los nervios comienzan a emitir descargas, y lo que hacen
resulta ser cada vez más importante.

En los mamíferos adultos, los axones que conectan el sistema visual del cerebro se acomodan a sí mismos
en sorprendentes capas y columnas, pero estos axones parten enredados y lo que soluciona este enredo,
es la actividad neuronal.

Un descubrimiento informado por Goodman y sus colegas de Berkeley al estudiar el problema de cómo
las neuronas motoras de la mosca establecen conexiones con células musculares de sus extremidades.
Ellos sabían que existía un gen que mantiene juntos a racimos de axones mientras corren hacia las células
musculares, pero algo que los intrigó fue que las señales amplificaban la actividad de un segundo gen
llamado CREB. El gen CREB, relaciona el proceso de desarrollo que ocurre antes del nacimiento con el
que continúa mucho después, más que cualquier otro gen. Sin esta molécula los seres humanos no
pueden formar recuerdos a largo plazo.
El fruto de la experiencia

A los dos años, el cerebro de un niño contiene el doble de sinapsis y consume el doble de energía que el
cerebro de un adulto normal (15.000 sinapsis por neurona), y permanecen a este nivel hasta los 10 u 11
años. Lo que cablea el cerebro de un niño es la experiencia repetida, cuando un niño trata de tocar un
objeto atractivo, observa un rostro o escucha una canción de cuna, minúsculos estallidos eléctricos se
disparan a través del cerebro, entretejiendo a las neuronas en circuitos muy bien definidos. Los padres
son los primeros y más importantes maestros del cerebro, a través de adoptar la manera de hablar
silabeada y con dulce sonsonete conocida como parentese, esta manera parece ayudar a las criaturas. El
parentese acelera el proceso de conectar las palabras con los objetos que representan.

Sintonía de peligro

Lo más fundamental, es el rol que los padres desempeñan en el establecimiento de los circuitos
neuronales que ayudan al niño a regular sus respuestas al estrés. La psicóloga Geraldine Dawson y sus
colegas, controlaron los modelos de ondas cerebrales de niños nacidos de madres con depresión, estos
mostraron una actividad marcadamente reducida en el lóbulo frontal izquierdo, un área de la corteza que
sirve como centro de la alegría y otras emociones festivas. No obstante, no todos los niños nacidos de
madres deprimidas desarrollan estos modelos de ondas cerebrales, la causa de la diferencia es el tono
emocional de los intercambios entre madre e hijo, estableciendo que las madres despreocupadas,
irritables o impacientes tenían criaturas con cerebros tristes, pero aquellas que se las arreglaban para
superar su depresión, tenían criaturas con una actividad cerebral considerablemente más animada.
Muchos científicos creen que, en los primeros años de niñez, existen periodos muy sensibles o
“ventanas”, cuando el cerebro exige ciertos tipos de ingresos con el fin de crear o estabilizar algunas
estructuras de larga duración.

Ventanas de oportunidad

La capacidad para aprender un segundo idioma es mayor entre el nacimiento y los 6 años, es por esto por
lo que se debería enseñar en la escuela elemental e incluso antes. El periodo de crecimiento del cerebro
llega a su fin alrededor de los 10 años, durante los 7 años siguientes va a destruir implacablemente las
sinapsis más débiles, conservando sólo aquellas que hayan sido mágicamente transformadas por la
experiencia. Hacia el fin de la adolescencia, alrededor de los 18 años, el cerebro ha declinado en cuanto a
plasticidad, pero ha aumentado en poder. Los talentos y tendencias que hayan sido alimentados están
listos para florecer.

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