Contabilidad y Análisis Financiero

Comprendiendo los Estados Financieros: ¿Puede quebrar una empresa con utilidades?

Comprendiendo los Estados Financieros: ¿Puede quebrar

una empresa con utilidades?

Una reunión de amigos le permitió a Juan y a José darse cuenta de que sus inversiones no iban
tan bien como ellos pensaban, pero un café y una conversación un tanto tensa terminó por ser
de gran ayuda. En este caso, la importancia de entender los análisis financieros en su conjunto
se vuelve fundamental para el correcto análisis de la gestión financiera y contable.

Juan y José fueron amigos hace muchos años. Compartieron el colegio y la universidad, pero además fueron
amigos del barrio, es decir, llevan toda una vida juntos. Aunque ambos tenían –se podría decir– una vida en
común, siguieron caminos distintos y perdieron el contacto después de sus estudios de Contabilidad.
Juan estaba actualmente mejor en lo económico, en buena parte gracias a una herencia recibida: nada menos
que un fundo de 500 hectáreas en el sur del país. José, por su parte, era un hombre que se dedicó al transporte
de pasajeros: Firmó un contrato con una empresa en la que prestaba el servicio de pasar a buscar a los
empleados a sus casas muy temprano por las mañanas para llevarlos a sus faenas y luego, en las tardes, el
mismo bus los esperaba para devolver a cada uno de los trabajadores a sus hogares.
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Ninguno de los dos había sido un eximio estudiante de Contabilidad, pero a pesar de ello, manejaban algunos
conceptos. Vale decir que ninguno conocía el real significado de la información contable que obtenían
periódicamente a través del trabajo de sus contadores.

Aunque Juan y José obtenían información contable de forma periódica, ninguno conocía el real
significado de ésta ni su importancia para la gestión financiera y contable.

Felices, pero ineficientes y quebrados

Un día Juan encontró a través de las redes sociales a José, a quien contactó esperanzado y lleno de nostalgia por
volver a ver a su amigo de tanto tiempo. Por su parte José, también muy emocionado, le propuso juntarse a tomar
un café en el mismo lugar al que iban en sus épocas de estudiantes, tal vez para hacer más significativa la
conversación y el fuerte abrazo que ambos se darían.
La tarde del encuentro conversaron de muchas cosas, entre las cuales y como siempre sucede, ambos querían
saber cómo les había ido a cada uno en la vida. Juan le comentó a su amigo que le había ido muy bien, que había
heredado un fundo sin deudas y que estaba muy contento por ello.
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-¿Recuerdas la contabilidad? -le pregunto su amigo José-. ¿En cuanto está avaluada tu propiedad?
Juan le respondió que su fundo estaba avaluado en un millón de dólares.
-Es decir, ¿tienes activos por ese monto y no debes nada? -le volvió a consultar José-. Qué suerte tienes, amigo
mío. ¿Y qué haces con tus tierras?
La respuesta de Juan fue muy extraña. Le dijo que nada, absolutamente nada, “no me genera ingresos de ningún
tipo, pues no tengo siembras ni plantaciones, no tengo cuidador, no cultivo nada y estoy exento de cualquier tipo
de tributo”, respondió Juan.
En tono de broma y en forma muy amistosa, José le indica a Juan:
-O sea que contablemente eres un poderoso ineficiente, pues tienes un gran Activo de un millón de dólares y un
Pasivo de cero, lo que te da un Patrimonio neto de un millón de dólares, pero no haces nada con ese Capital.
A Juan no le pareció bien el comentario. La palabra ineficiente no le causó gracia y le responde a José:
-He sido mucho más eficiente que tú, pues tengo activos grandes sin pasivos y por diferencia mi capital es muy
grande. ¿Y tú José?, cuéntame de tus negocios -le pregunta de vuelta en un tono ya no tan amistoso, pues se
había sentido ofendido.
José, aún sonriente, le indica que tiene un bus cuyo valor es de cien mil dólares, que debe la mitad al banco aún y
por lo cual debe pagar cuotas.
En un tono un tanto irónico, Juan le indica a José: ¿ves quién es más eficiente? ¿Yo, que tengo Activos por un
millón de dólares y cero Pasivos, es decir un Capital de un millón de dólares o tú, que tienes un Activo de cien mil
con un Pasivo de cincuenta mil, es decir un Capital de apenas de cincuenta mil dólares? Como nos podemos
comparar, obviamente yo soy más eficiente, le indicó Juan, en un tono casi desafiante.
José recuerda en ese momento algunos conceptos contables que había aprendido mientras estudiaba con Juan,
respondiéndole en forma ya menos amistosa.
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-Más poderoso eres, pero no más eficiente. ¿O acaso no recuerdas lo que es un Balance General? Tu Balance es
más fuerte que el mío, obviamente -le indica José-, pero insisto en tu ineficiencia, pues no generas nada con él.
Yo, sin embargo, con lo poco que poseo entrego un servicio, por el cual genero ingresos por diez mil dólares
mensuales y gastos, entre sueldos del chofer, mantención, combustible y la cuota del banco, por siete mil dólares.
Es decir, mi balance es más frágil que el tuyo, pero yo genero tres mil dólares de utilidad mensual, es decir, la
diferencia entre mis ingresos y mis gastos. Por lo tanto, insisto en tu ineficiencia y en que eres más poderoso -le
reitera José a Juan.

José, sin la intención de dejar hasta ahí la conversación y habiendo recordado ya varios aspectos contables, le
vuelve a insistir a Juan:
-Tu Balance es mejor que el mío, pero mi Estado de Resultados es mejor que el tuyo porque tus activos son más
grandes que los míos y no tienes deudas, o sea, tienes un capital enorme, pero eso no indica nada, pues yo con
menos activos y más pasivos y con un capital muy pequeño genero tres mil dólares de utilidad mensuales y tú no
generas nada -le insistió. ¿Comprendes Juan? No debes confundir tus recursos con tu eficiencia. Tus recursos
son tu Balance y lo que generas con ellos es tu Estado de Resultados y en consecuencia tu Balance es mejor que
el mío, mas mi Estado de Resultados, es decir, mi diferencia entre ingresos y gastos es mejor que el tuyo, pues mi
pequeño bus sí genera y tu gran fundo no genera nada.

No se debe confundir recursos con eficiencia. Los recursos corresponden al Balance General,
mientras que lo que generes con ellos corresponde al Estado de Resultados.

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Juan, ya un poco más tranquilo y habiendo comprendido lo que le quería decir su amigo del alma, le dice:
-Es cierto, José. Soy un poderoso ineficiente, mi gran Balance no genera nada, es decir, mi Estado de Resultados
es cero, mientras que tu pequeño Balance o recurso es pequeño, pero puede generar un Estado de Resultados
de tres mil dólares mensuales. Ahora recién comprendo lo que expresa un Balance y un Estado de Resultados y
yo que me creía tan eficiente por tener un fundo, si el eficiente aquí eres tú, José.
-Gracias, Juan, por no molestarte. No fue mi intención ofenderte -le expresa José, un tanto emocionado.
-No te preocupes -le dice Juan-, pero quiero hacerte una pregunta, querido amigo. Tu resultado final es de tres mil
dólares al mes, ¿cierto?
-Así es -le indica José.
-¿Cada cuánto tiempo cobras tus facturas y cada cuánto tiempo pagas tus gastos? -le pregunta Juan a su amigo.
José, sin titubear, le cuenta que él factura a la empresa que le contrata sus servicios cada 30 días, pero esta le
paga cada 90 días y que él paga todos los meses la cuota al banco, el sueldo al chofer, la mantención y el
combustible.
Juan insiste en el tema:
-Es decir, si tus ingresos son a 90 días y tus gastos a 30 días –Juan hace una pausa-, entonces vas a quebrar -le
indicó Juan, esta vez muy amistosa y fraternalmente.
José, un tanto desconcertado le pregunta:
-Pero Juan, ¿cómo voy a quebrar si tengo utilidades?
-Muy simple -le respondió Juan. La utilidad que te muestra tu Estado de Resultados es contable, tú registras tus
ingresos cuando facturas y estos pagos son recibidos por ti a 90 días o más, mientras tus gastos son
inexorablemente a 30 días, es decir, no ves esos tres mil dólares y tienes un déficit de caja que de mantenerlo así,
no tendrás para pagar al banco, ni los sueldos ni nada en un futuro cercano, pero tendrás facturas por cobrar y es
más -le reiteró Juan-, cuando te paguen y estés en ese estado, el chofer habrá renunciado por falta de pago de
sueldos y el banco te habrá quitado el bus por no haber pagado las cuotas, o en otras palabras, quiebra tu
empresa, a pesar de tener utilidades, pues estas son contables y no flujo de efectivo. Te recomiendo tomar
medidas, amigo mío, y nunca olvides esto: Las empresas quiebran por la caja.
-¿Entonces una empresa con utilidades puede quebrar? -le vuelve a preguntar José.
-Así es, querido amigo -le responde Juan-. Yo soy un poderoso, pues mi balance es muy fuerte, pero tú eres más
eficiente, pues tu Estado de Resultados es mejor que el mío, mas tu Estado de Flujo de Efectivo es negativo, lo
que te llevará a la quiebra.
Ambos terminan el café, se abrazan y José parte rápido a renegociar los plazos de sus facturas emitidas y Juan le
dice a José, muy agradecido: voy a producir algo en mi fundo, pues la verdad que me dijiste me dolió, soy un
ineficiente y eso no puede seguir así.

La empresa de José puede quebrar a pesar de tener utilidades, pues éstas son contables y no
flujo de efectivo. No se debe olvidar que las empresas quiebran por caja.

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Aterrizando la conversación

En este encuentro se habló sobre tres Estados Financieros:

El Balance: El Balance te presenta los recursos con los que cuentas.

En este caso, Juan tenía más recursos que José.

El Estado de Resultados: El Estado de Resultados te muestra cómo utilizas los recursos.

En este caso, José utilizaba lo poco que tenía mucho mejor que Juan.
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El Estado de Flujo de Efectivo: El Estado de Flujo de Efectivo te presenta los flujos efectivos de caja. En este
caso, José tenía un serio problema de flujos que lo llevaría a la quiebra,
aun cuando tuviera utilidades en su Estado de Resultados.

Juan y José, además de no haber aprendido mucho en su carrera como contables, cayeron en un error
fundamental: Los Estados Financieros se ven en su conjunto, jamás aisladamente y aunque los veamos en su
conjunto, aun así faltará realizar un análisis financiero para recién hablar de Gestión Financiera y Contable. Pero
esos son temas que veremos más adelante en el curso.

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