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Adrián Paredes
Siddharta era un muchacho que vivía muy cómodamente en el hogar paterno. Solo
había conocido una vida bienaventurada rodeado de gente que lo amaba, en especial
su padre y su amigo Govinda, y siempre en pos de convertirse en un atman, es decir
un iluminado que ha llegado al último yo.
Pero un día Siddharta empieza a descontentarse con aquella vida pues caía en cuenta
que esta no le traería una felicidad imperecedera; he aquí que Siddharta contempla la
posibilidad de alcanzar el atman a través del Om, para así poder llegar al último yo,
aquel estado de plenitud que tanto añoraba. Tras meditar con su amigo Govinda en la
higuera de los banianos y llegar a una ensimismación se da cuenta que la senda que
sigue no posee maestros posibles, no existe alguien que enseñe el cómo llegar al yo
último pues es una senda que nadie ha probado jamás. Empero fascinado por un
grupo de samanas decide unirse a ellos y su fiel amigo Govina, quien amaba
tiernamente a Siddharta, determinado sigue a su amigo a cualquier lugar que vaya.
He aquí que Siddharta debe enfrentar a su padre para anunciarle que dejaba su ala
para unirse a los samanas y este, sorprendido, niega al hijo semejante deseo. Sin
embargo su hijo está determinado a quedarse sentado, en la misma posición en que
había recibido la negativa, hasta que su padre accediese a dejarlo ir. El padre
consternado no logra dormir en toda la noche mientras su hijo aguarda sentado sin
moverse a que su padre le diese una respuesta afirmativa o le comunique su decisión
negativa, finalmente el padre se quiebra y le da el permiso para irse. Así parte
Siddharta, con Govinda tras él.
Es este el momento en que Siddharta inicia una senda diferente a su vida previa, una
senda de pobreza y hambre voluntarios para alcanzar aquel nirvana que tanto se
predicaba, empieza una senda que exigía practicas tortuosas en orden de trascender
más allá del dolor y cualquier aspecto humano que lo alejara de ese yo místico que
los samanas perseguían, una búsqueda de la despersonalización. Pero tras unos años
de aprender esta nueva senda que había elegido, el corazón de Siddharta empezó a
albergar dudas acerca esta elección suya, dudas que solo comunicaba a Govinda, y se
preguntaba si es que todo aquel arte samana lo hubiese podido aprender entre los
borrachos y las prostitutas, que los samanas meramente se sumergían en la narcosis
de escapar del yo. A esto le responde Govinda que no se podía comparar a un samana
con un borracho, sus palabras eran terribles pues ponían en duda aquella senda que
habían elegido.
Tiempo más tarde llegó un rumor a los oídos de los samanas, un rumor que corría de
boca en boca a lo largo del país clamando que un hombre llamado Gotama que había
superado el dolor del mundo y parado la rueda de las reencarnaciones, el buda en
persona. Este singular personaje viajaba a través del país predicando, rodeado de
discípulos, sin ninguna propiedad ni atadura, uno que vestido solamente del
característico amarillo del asceta era adorado por príncipes y brahamanes. Este
curioso personaje había despertado la esperanza en un país que parecía condenado.
Siddharta al oír a su anciano maestro samana quejarse de este “impostor”, y al sentir
la esperanza nacer en su corazón ante tal noticia, le comunica que él y Govinda
planeaban abandonar a los samanas, es aquí cuando el anciano maestro prorrumpe en
ira y Siddharta lo tranquiliza con un avanzado ejercicio de los samanas, esto hace que
el anciano maestro los bendiga para que pudiesen proseguir su viaje. Govinda se
encontraba profundamente asombrado con lo mucho que Siddharta había aprendido,
al fin y al cabo, entre los samanas.
Es entonces que Siddharta por fin conoce a Gotuma tras un breve tiempo de viaje en
pos de él. Gotuma resulta ser un hombre fascinante, tan cercano o tal vez ya inmerso
en ese yo que Siddharta anhelaba en el fuero interno de sus deseos. Tras oír su
prédica y verlo en persona Govinda decide unirse al gran maestro y Siddharta le
comunica que él no. Govinda llora por la separación de su amigo e intenta
desesperadamente convencerlo de que él también se uniese a las enseñanzas del
maestro, pero Siddharta lo rechaza cortésmente sin explicarle porque no deseaba
unirse al iluminado.
Kamala era una célebre cortesana que pronto se siente atraída por el joven samana.
Este pronto cae en cuenta de las imperiosas reglas de la sociedad en la que se ha
sumergido y que si realmente quiere acercarse a esta mujer que lo había maravillado
por su belleza debía cumplir esas reglas. Arreglándoselas astutamente logra asearse y
ser recibido por Kamala en su parque privado. Esta hermosa mujer abre las puertas a
Siddaharta, las abre para que pueda incorporarse a una sociedad fácilmente, pero más
importante le enseña los beneficios y las artes del placer en que ella es experta. Es a
través de ella que conoce a Kamaswani, un viejo comerciante que le da empleo a
Siddharta.
En este punto, Siddharta, preso de una gran desesperación intenta perseguir a su hijo
pero descubre que no podrá hallarlo y halla cierto consuelo en las palabras del
anciano barquero (anciano como él en estos puntos de la historia) y por fin logra
entender a la canción del rio, comprende lo fútil de sus intentos de romper con
muchos aspectos del sansara pues es el mismo sansara y el nirvana lo que dan sentido
a la vida, solo a ellos llegas a través de la experiencia y no de las doctrinas. Todos
somos todo, en un presente y en un futuro y todos estamos constituidos por creencias
y verdades medidas por estas mismas experiencias. La escena final nos muestra a
Govinda reencontrándose con su amigo, sin comprender la sabiduría que este ha
adquirido gracias a su vivencia. Pero ante el contacto de un beso logra ver este estado
que ha logrado.
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