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INTRODUCCIÓN.
Uno de los enormes problemas de la
educación en nuestros días, es la necesidad
de que las cosas se hagan cada vez más
rápido, de forma más eficiente y por qué no, a
un bajo costo o gratis. Las dos primeras
suelen afectar los fundamentos mismos de la
educación y la segunda, bueno la segunda es
lo que es según el mercado de hoy en día en el
cual hay hasta modelos de mercado para lo
gratuito.
Pero si nos concentramos en la eficiencia y la
velocidad, nos vamos a encontrar con un
panorama desolador en la educación, pues
pareciera ser que todas las cosas que nos
rodean fueran medidas en función del tiempo,
tenemos tan poco que necesitamos hacer
todo lo necesario para tener todas las
posibilidades a la mano desde este momento
y si no es así la vida nos va a pasar factura
desde ya.
El tiempo es una de las principales
preocupaciones cuando pienso en educación,
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específicamente con mi hija, quien desde sus
12 años considera que ya es tarde para
muchas cosas y que en muy poco tiempo
parece que se va a quedar sin ciertas
oportunidades debido a que no le va a
alcanzar su vida para hacerlo, es decir, desde
ya cree que se está quedando sin tiempo.
Resulta que este es un fenómeno bastante
popular hoy en día, todo lo queremos más
rápido; autos más rápidos, internet veloz,
procesadores veloces, comida rápida que
ahora parece ultra rápida y en general
pareciera que vivimos en una loca carrera
contra el tiempo, como si fuera algo a vencer.
Pero en la educación las cosas deberían ser
un tanto diferentes, pues los procesos
cognitivos dependen, en gran medida, de
procesos biológicos por medio de los cuales
nos adaptamos poco a poco a entornos
sociales y educativos, además de la
apropiación de conocimientos y el dominio de
habilidades que sólo llegan gracias a la
repetición y maduración; de nosotros como

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sujetos, de nuestro cerebro como medio a
través del cual aprendemos y de los mismos
contenidos que sólo después de un proceso
de “sana maduración” podemos usar de
forma adecuada.
Y allí es donde radica el problema, pues la
necesidad de empujar hasta el límite la
barrera del tiempo y la edad de nuestros
jóvenes se suma a todas las dificultades que
enfrenta la educación. Para nombrar una de
ellas sólo tenemos que preguntar a casi
cualquier estudiante de nivel medio o
universitario sobre ¿Quién le ha enseñado a
estudiar? Y la respuesta que obtendremos es
casi invariablemente la misma; nadie.
Esto se debe a que en colegios y
universidades también nos hemos quedado
sin tiempo, pues los programas académicos
implican contenidos que, por lo regular,
suelen ser estrictos y necesarios, según las
ideas de quienes dirigen los programas, por lo
que se hace énfasis en los medios a través de
los cuales se cumple con el contenido del

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programa, por lo que llegamos a una nueva
dificultad y es que en la mayoría de los casos
esta necesidad de “meter los contenidos” ha
llevado a que se implemente una cierta
cultura del truco para aprender más rápido,
para aprender algo en menos tiempo, para
hackear el sistema y hasta el cerebro para
que no se tome tanto tiempo en aprender.
Pero de nuevo esto indica que tenemos un
serio problema con nuestra concepción del
tiempo y sobre todo con el tiempo que
dedicamos al estudio, pues, dicho sea de
paso, cada vez es un tiempo de menor
calidad, así como de menor intensidad.
Ahora medimos el tiempo académico en
términos productivos, pues nos llama mucho
la atención poner los términos; eficiencia y
efectividad en el mismo horizonte de sentido
de la educación, como si pudiéramos hablar
de ella en relación con la efectividad y
eficiencia de los métodos que usamos, pero
todo ello sólo nos lleva a medir la educación y
los procesos cognitivos en función del tiempo.

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Nuestro cerebro y por ende la mente
requieren procesos de maduración de las
ideas y conceptos. Procesos gracias a los
cuales algunas ideas se hacen conceptos y
gracias a ellos logramos niveles de
comprensión más profundos y adecuados. Si
no dejamos que las ideas se “asienten” en
nosotros, no podemos esperar que nuestros
jóvenes posean un aparataje conceptual
basto, debido a que no hemos permitido que
este proceso ocurra de forma adecuada, por
lo que pensar en la educación en el mismo
sentido (dirección) que la eficiencia y la
eficacia debería ser considerado un error
garrafal.
Pero no lo es y nos hemos acostumbrado a
que todos los métodos, o por lo menos los más
reconocidos, busquen este mismo asidero de
la productividad, la cual entre otras cosas
deberían prohibir como un mal que produce
esquizofrenia… Listo, estoy exagerando… ¿o
no?

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Así que un verdadero método de educación
debería permitir que nuestros jóvenes
disfruten de su educación, a la vez que crecen
como seres humanos y se adaptan de forma
adecuada a los entornos sociales en los que
van a vivir, pues las universidades están
abarrotadas de niños que no pasan de los 16
años en los primeros semestres, niños que en
muchos casos deberían vivir miles de
experiencias distintas antes de siquiera pisar
una universidad, pero la falsa creencia que
tenemos poco tiempo por vivir y por hacer
cosas, les hace creer que si se gradúan
rápido van a trabajar más rápido y de allí
podrán conseguir la tan anhelada autonomía.
Pero lo que el sistema no les advierte es que,
hoy en día con un pregrado no va a ser
suficiente y por ello tendrán que invertir más
tiempo en una preparación especializada, la
cual necesariamente requerirá algunas
especializaciones adicionales, si es que algún
día quieren ser esa persona que hace unos
años soñaban ser.

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1. ¿QUÉ DEBERÍAMOS ENTENDER POR UN
BUEN ESTUDIANTE?

Detente a pensar un momento en aquello que


quisieras ser, en esa persona que te sueñas
con llegar a ser. ¿Cómo es? ¿qué
características tiene? ¿qué lo hace diferente
o similar a ti? Probablemente este simple
ejercicio sea suficiente para entender todo
aquello que te hace falta para cumplir la meta
que te has planteado y hasta te sirva para
conocer el procedimiento adecuado para
llegar a ser lo que quieres ser.
Pero antes de empezar a recorrer ese camino
hay algo que te impide iniciar y es resolver una
simple pregunta ¿Cómo sabes que lo vas a
conseguir? Pues una cosa es querer hacer las
cosas y otra muy diferente es tener la
seguridad que se va a lograr aquello que se
quiere. Una cosa es soñar con una proyección
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personal y otra es tener la seguridad que eso
que se proyecta en el futuro eres tú.
Por eso es necesario que nos tomemos un
tiempo antes y resolvamos un primer
problema y este tiene que ver con lo que
solemos llamar “un buen estudiante”.
Seguramente has escuchado en muchas
partes lo que eso significa; es decir, sabes
cuál es el contenido de las ideas que implican
esa simple oración entre comillas. Pero y si te
dijera que probablemente estás muy
equivocado y en realidad un buen estudiante
es algo muy diferente de lo que esperabas.
Empecemos por algo simple ¿Qué es
estudiar? Podríamos definirlo como una cierta
actividad; pues de hecho la indicamos con un
verbo. Pero es una actividad muy especial,
pues ella nos lleva a pensar en aquello que
nos hace humanos.
Si te comparas con otros animales del
planeta, te vas a sorprender, pues puede que
creas que la educación es eminentemente
humana, pero no es así. Algunos animales
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poseen cosas muy similares a nuestra
educación.
Los animales regularmente enseñan a sus
crías qué es lo que deberían comer y hacer,
además de una serie de formas de
comportamiento que deberían seguir
dependiendo del contexto, como por ejemplo:
cómo deberían actuar en una manada o
cuando estén solos en una situación de
peligro.
La educación va más allá de lo que somos
como especie y si estiramos un poco la
interpretación, podríamos llegar a decir que
no hay muchas diferencias entre el contenido
de las cosas que aprende otro animal de las
cosas que aprendemos los humanos. Claro
que para hacer esto se hizo necesario una
operación de forcejeo intelectual en la que tu
aceptas que se puede “estirar” la
interpretación para que estemos de acuerdo
en eso que digo sobre la educación. Y
precisamente este lugar era a donde quería
llegar.

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Nuestra educación, aún siendo muy similar a
la de algunos animales, tiene una serie de
características bastante especiales, como
que se sustenta sobre una serie de principios
que hemos acordado como especie y que
además solemos estar de acuerdo en que en
algunos momentos podemos modificar
algunos de ellos o eliminarlos por completo.
Para el caso de los animales esta
“adecuación” pareciera no funcionar más allá
de procesos de adaptación al medio y llevan
mucho tiempo hasta que logren hacer parte
de un “sistema” replicable entre ellos.
Para nosotros, sólo basta que una idea sea lo
suficientemente innovadora para que
hagamos que el planeta entero se adapte a
nuestra nueva forma de ver el mundo,
mientras nosotros empezamos a sufrir una
serie de episodios personales de
interpretación de estos cambios, pues si hay
algo que nos hace humanos, es la capacidad
que tenemos de elaborar nuestra propia
versión de las cosas. Una versión que se

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adapta a nuestras necesidades, así en ciertos
momentos, vayamos en contra de las ideas
que se han implantado en la mayoría. Por lo
que nuestra educación a diferencia de la de
los otros animales, tiene capas, miles de ellas.
Algunas serán conocidas por muchas
personas, otras sólo serán el reflejo de la
individualidad.
Ahora, un buen estudiante debería ser una
persona que entiende el entramado de estas
capas y se mueve a gusto entre ellas. Esto
quiere decir que; entiende el contexto de
cierto tipo de conocimiento mientras logra
profundizaciones que van más allá de un
contexto que pudiera ser público y toca el
terreno de lo especializado. Un buen
estudiante es aquel que logra debatir de
forma profunda con quienes no han logrado
un nivel profundo de conocimiento y se
introduce en charlas simples con quienes le
llevan enormes ventajas intelectuales,
además que puede intercambiar el papel de
las discusiones con los dos grupos anteriores.

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Así que llegamos al punto en el cual podemos
decir que un buen estudiante, es un tipo muy
especial de persona que consigue una
comunicación muy efectiva con otras
personas sin importar su nivel académico, y
esto lo logra debido a que ha conseguido algo
muy especial; dominar el conocimiento.
El conocimiento no es algo rígido o algo que
se tiene o no se tiene. Todos compartimos
porciones, más o menos profundas, de
muchas formas de conocimiento. Algunos nos
especializamos en algunas cosas, otros en
otras, pero ello no implica nada para el
conocimiento sino para el dominio que
tenemos sobre él.
Hablar así del conocimiento parece algo
extraño, pues pareciera que lo asumo como
una cierta entidad con la cual todos podemos
tener diferentes grados de comunicación o
interacción, como si el conocimiento fuera
algo que está más allá de nosotros mismos y
por ello está fuera de nosotros mismos. Algo
así como el aire que respiramos. Algunos

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pueden usar más o menos aire dependiendo
de la capacidad pulmonar y su entrenamiento
respiratorio, otros simple y sencillamente
solemos respirar de manera inconsciente,
pues de lo contrario moriríamos. El aire está
afuera y nosotros lo llevamos adentro para su
uso y aprovechamiento.
El conocimiento no es algo muy diferente,
pues está fuera de nosotros y “lo llevamos
adentro” cuando es necesario. Algunos lo
hacen de forma inconsciente y automática,
otros de forma profesional y entrenada, por lo
que suelen ser más eficientes a la hora de
usar ese conocimiento; a la hora de “respirar
ideas”.
Por ahora pensemos que un buen estudiante
logra una comunicación muy eficiente con las
personas que lo rodean, más allá de su
contexto académico y además de eso logra
zambullirse en el conocimiento con cierto
grado de experticia.
Esto nos lleva a pensar que un buen
estudiante sigue siendo un usuario del
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lenguaje y que es en ese medio en el cual lo
que consideramos como bueno en él, cobra
vigencia, pues no sabríamos nada de su
capacidad si no logra nunca comunicarla o no
desea hacerlo.
Esto nos lleva a una conclusión provisional;
que los buenos estudiantes pueden manipular
el conocimiento, se mueven entre sus capas y
logran comunicar aquello que saben por
medio de un sistema educativo que les
permite llegar a más personas con su
mensaje.
Claro que mi punto de vista parece un cierto
romanticismo, pues implica que deberíamos
compartir nuestras ideas y hacerlas públicas,
justamente en medio de un mundo en el cual
las ideas sólo son relevantes si consiguen una
retroalimentación para el ego propio y la
diversión de una audiencia cada vez más
obtusa.
Así que todo se trata, hasta este punto, de
compartir las ideas, la información y las
capacidades intelectuales en una suerte de
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democratización del conocimiento en el cual
Yo me ocupo de expandir los límites del
conocimiento por medio de mostrar a los
demás lo que he logrado y como eso los puede
ayudar a expandir su propia visión del mundo
y la realidad.

2. LA IMPERIOSA NECESIDAD DE ESCRIBIR Y


COMUNICAR
Estudiar es un acto de comunicación de dos
vías. Recibimos información para luego enviar
información. Sin ese movimiento el
conocimiento permanecería estático y jamás
podría evolucionar.
El problema con esto es que, en la actualidad,
escribir se ha convertido en algo
completamente ajeno a la mayoría de las
personas, mientras se convierte en una
especie de sueño romántico para otros.
El origen de los procesos alfabéticos lo
podemos ver en civilizaciones como la griega,
en la cual se trató de un proceso lento de
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asimilación y lucha contra la tradición oral
que ya tenía cientos de años. Se trató de un
enfrentamiento cultural en la que pensadores
como el gran Platón tuvieron muchísimo que
ver, hasta el punto de que se le considere el
profeta de la alfabetización griega.
Pero hoy, luego de miles de años de procesos
de asentamiento de la cultura escrita,
llegamos a un momento en el cual esta se ve
reemplazada por una cultura oral, la cual es
producto de asumir el video como un medio
más eficiente para la transmisión de ideas. Lo
cual no es necesariamente falso, pues el video
puede ser considerado un recurso valioso a la
hora de adquirir un poco más de contexto
sobre algunas cosas, pero lo que en realidad
marca la diferencia es el conocimiento en la
forma tradicional de adquisición que ya
conocemos; lectura y escritura
Leer y escribir son mucho más potentes y
profundas que la visualización de contenidos
en video. Esto se debe que leer y escribir
implican procesos mentales por medio de los

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cuales entablamos conversaciones con
nosotros mismos sobre las ideas que estamos
adquiriendo, sobre ese conocimiento que
apenas estamos adquiriendo. Estas “charlas
internas” son el germen de futuras
discusiones que se deberían dar en el
contexto social de compartir el conocimiento
por medio del debate, la explicación y la
exposición de ideas. De no ser de esta forma,
veríamos que los videos en diferentes
plataformas dejarían de lado la sección de
comentarios, por considerarla algo inútil.
Pero pasa todo lo contrario. Los comentarios
cobran una relevancia importante en la
medida que posibilitan una mínima
comunicación entre el creador de contenido y
el público que sigue su trabajo.
Pero no podemos comparar un comentario en
una red social con un verdadero debate
académico o con la exposición de ideas de
forma tradicional. En primer lugar, los
comentarios largos suelen ser dejados de
lado y la gran mayoría de personas sólo
quieren buscar la sección en la que se suscita
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el enfrentamiento visceral y se promueve el
odio de forma natural. No podemos comparar
un medio tan superficial como el comentario,
pues las personas sólo se fijan en la cantidad
de comentarios y el tono de estos, pero no en
la profundidad de los mismos comentarios,
esos que en realidad intentan aportar algo
más a esas capas de conocimiento que
solemos experimentar todos los días.
Esto suele ser más complicado para personas
como yo que siente la escritura como un
proceso vital por medio del cual se puede
llevar a los demás el conocimiento que se
tiene y se quiere compartir.
Teniendo presente lo que considero como un
buen estudiante, le debería agregar que, en
su constitución, la escritura es algo tan
necesario que no se puede eludir en ninguna
circunstancia. Escribir es el arte supremo,
por medio del cual compartimos, como en
ningún otro arte, nuestras apreciaciones y
formas de pensar de manera depurada, pues
para publicar se requieren procesos de

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revisión, en los cuales nos aseguramos de
decir aquello que efectivamente queremos
decir y con la intención y sentido que deberían
ser dichas.
Por lo tanto, en ese camino que quieres
recorrer hacia la realización personal, no
deberías dejar de lado esa parte tan humana
de compartir las ideas por medio de la
escritura. Nuestra cultura ha intentado
incentivar este proceso en los jóvenes desde
hace años por medio de herramientas tan
simples como la creación de diarios
personales y otras formas de escritos casi
epistolares, en los cuales se promueve la
escritura y la conservación de nuestras ideas
para la posteridad.
Así que si quieres ser un verdadero estudiante
de éxito deberías escribir, compartir, debatir,
enseñar, promover el conocimiento, de lo
contrario te estarías perdiendo de la mayor
parte del desarrollo de tus capacidades, pues
no las has puesto a prueba en una comunidad

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que te va a reflejar lo bueno que eres o lo que
te falta para llegar a serlo.

3. EL CONOCIMIENTO ESTÁ AHÍ DELANTE


Podríamos hablar del conocimiento como una
cierta entidad metafísica de la que todos
tomamos algo y hasta ponerme a citar
algunos pensadores que hablan de cosas
similares a cerca de las ideas y cómo ellas
pareciera que están más allá de nosotros
mismos, pero este debate lo dejaré para otro
lugar. Ahora mejor hablaremos del
conocimiento humano como esa cosa que
podemos manipular a nuestro antojo y que en
esa manipulación sustenta su grandiosidad.
La filosofía se ha preguntado hace mucho
tiempo sobre el conocimiento, sobre las
formas de conocer y en general sobre todo lo
que implica el fenómeno del conocimiento,
pero algo más se podría decir en estas
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páginas, pues creo que hay algo que si
debería ser aclarado hoy en día y
específicamente en el mundo de hoy, en
donde vivimos en un atiborramiento de
información y donde las cosas por aprender
son tantas que superan la capacidad natural
de cualquier humano, por genial que este sea.
Así que para pensar en el conocimiento
deberíamos primero pensar en la relación que
tenemos con él (y en este simple hecho
pervive como una entidad), es decir, la forma
como interactuamos con él.
Conocer no simplemente es adquirir o poseer
enormes cantidades de información, pues
sólo es información, datos en bruto que no nos
sirven de mucho, por lo que conocer tiene que
ver más con la forma en la cual interactuamos
con esos datos. Ahora esa interacción implica
que en la misma medida que, no posibilitamos
una actitud activa con el conocimiento,
probablemente no podamos llegar a nada
fructífero. Esto quiere decir que en la medida
en que nos adentramos en el mundo del

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conocimiento, también deberíamos
adentrarnos en las formas por medio de las
cuales podemos acceder a niveles de
manipulación del conocimiento, ya sea para
modificar partes pequeñas y significativas
sólo para nosotros mismos, o porciones
enormes que cobran una gran trascendencia.
Pensemos por un momento en las recetas de
cocina. Para muchas personas hay cierto
plato que aman en sus casas y desean que sus
padres les enseñen a cocinarlo de forma que
lo puedan replicar después en sus propias
casas en el futuro. Estas recetas que se
aprenden jamás podrán ser las mismas punto
por punto como las que disfrutabas en casa,
debido a que en la preparación influyen
factores físicos y químicos que no puedes
controlar de forma precisa, a no ser que te
acostumbres a cocinar en un laboratorio.
Pero de eso mismo se trata el conocimiento,
de una serie de recetas que se van
construyendo mientras pasan los años y
aprendemos a acceder a ellas para intentar
replicarlas o modificarlas a nuestro antojo y
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necesidad, pues puede que veamos
aplicaciones distintas para las mismas cosas
que las demás personas usan de forma
diferente.
En la forma en como usamos estas recetas,
este conocimiento, subyace nuestra
genialidad e inteligencia, como herramientas
que usamos para la manipulación del
conocimiento. Por lo que nuestros elementos
de trabajo serán esas habilidades de
inteligencia y genialidad que nos ayudan a
procesar, modificar, manipular el
conocimiento.
El conocimiento, por lo tanto, es lo más
manipulable y modificable que hay o que
debería haber, pues es algo en lo que nos
inmiscuimos como seres humanos, por lo que
en él ponemos nuestras necesidades,
proyecciones, sueños, gustos y preferencias,
gracias a las cuales cocinamos las mismas
recetas de formas diferentes o llegamos a
otras nuevas por medio de ellas.

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Así que, si volvemos al tema central sobre lo
que es un buen estudiante, tendríamos que
agregar ahora que es una persona que sabe
cómo manipular el conocimiento de forma
creativa, inteligente y hasta genial, y es
gracias a ello que logra convertirse en un
buen estudiante, desde el punto de vista de lo
que puede llegar a ser o conseguir por medio
del conocimiento y las herramientas por
medio de las cuales accede a él.
Pero el conocimiento no está en ningún lugar
en específico, pues si pensamos que subyace
sobre el terreno de las facultades
universitarias, vamos a llevarnos una
sorpresa desagradable, ya que, en ellas, por
lo regular lo que encontramos son los mismos
datos en bruto que requieren ser procesados
y que sin ese procesamiento no tienen
significado o sentido verdadero. El
conocimiento está en todos lados, como una
cierta capa adicional de la realidad que todos
experimentamos en distinta medida
dependiendo de la necesidad o deseo que
tengamos de interactuar con ella, además de
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las herramientas que dispongamos para
hacerlo. Por lo que se trata de una cierta
forma de comunicación con nuestra misma
especie de una forma que trasciende el
tiempo y el espacio, pues podemos
interactuar con los sabios de la antigüedad en
la misma forma que lo hacemos con los
científicos de hoy en día.
Ahora, es el resultado del procesamiento de
esas interacciones, lo que se constituye como
un nuevo conocimiento, pues por el simple
hecho de interactuar, ya tendremos un punto
de vista sobre el tema y ese mismo será una
modificación del conocimiento inicial, pero
este a su vez, será la modificación de otra
persona sobre algo que alguien más pensó, lo
que nos lleva a una cadena interminable de
interacción con el pasado remoto hasta el
punto en el cual podemos entender que
conocer es un acto que cobra una
importancia tal que nos mantiene en línea con
el pasado que soñamos y en función del futuro
que anhelamos vivir.

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4. CONVIÉRTETE EN UN BUEN ESTUDIANTE.

Posiblemente el título más adecuado para


esto sería algo así como; transfórmate en un
buen estudiante, pues de lo que voy a hablar
en esta parte es de ese proceso de
transformación hacia la excelencia
académica. Un proceso de construcción
personal en donde hacemos las veces de
arquitectos de nuestra propia formación
académica.

Conócete a ti mismo.
Nada más cierto que el famoso dicho griego,
pues si hablamos de educación y de las
estrategias y pasos para convertirte en un
buen estudiante, lo primero que deberías
hacer es conocerte. Pero no se trata de una
serie de palabras vacías que te van a hacer
pensar en un proyecto de vida o alguna
tontería barata como esa. De lo que se trata
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es de conocerse de forma verdadera; saber
qué es lo que queremos, para qué somos
buenos, dónde están nuestros talentos, qué
es eso a lo que no renunciaríamos.
Cuando me entrevisto con estudiantes suelo
hacer una serie de preguntas encadenadas,
por medio de las cuales parece que indago
qué es lo que ellos quieren, pero en realidad
se trata de una forma mayéutica de
cuestionamientos, por medio de los cuales
busco que los jóvenes entiendan de una forma
diferente qué es lo que ellos son y lo que
desean conseguir. Aquí dejo las preguntas
para que las leas, pero este no es el momento
de contestarlas… aún no es el momento.

¿Qué es lo que te gustaría hacer y no te dejan?


¿Qué es lo que te gustaría hacer, pero tienes
miedo de hacer?
¿Qué es lo que quieres hacer y no te has
permitido hacer?
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¿Qué es lo que quieres hacer, pero no sabes
cómo hacerlo?
¿Qué es lo que quieres hacer, pero crees que
no vas a lograrlo?

Si piensas un momento en estas preguntas te


vas a dar cuenta de varias cosas interesantes,
y la primera de ellas es que en la mayoría de
los casos todas las respuestas giran en torno
a las mismas cosas, aunque las preguntas
traten sobre la relación que tienes con los
demás, con tus ideas y con tus proyecciones.
Casi siempre las cosas sobre las que giran las
respuestas son más o menos las mismas,
debido a que a la larga lo que te pone a pensar
sobre tu futuro académico es más o menos lo
mismo, pero lo ves desde diferentes
perspectivas y en algunos casos llegas a
considerar que ellas nada tienen que ver y que
además son irreconciliables.
De hecho, cuando diseñé estas preguntas
estaba pensando en mí mismo cuando tenía la
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edad de tomar mis decisiones académicas y
tener que enfrentar esos temas que uno no
quiere casi nunca tocar, más que de forma
superficial, pues ni hay respuesta para
ninguna de ellas o no se han pensado por
temor a hallar una respuesta que no se quería
hallar.
En primer lugar, deberías tener claro que:
nadie te conoce mejor que tú mismo. Todo lo
que te digan sobre este tema no serán más
que palabras vacías, pues sólo uno sabe lo
que está pensando y sólo uno mismo sabe qué
es lo que quiere o lo que no tiene claro. Son
los demás quienes se hacen ideas
equivocadas sobre nuestras ideas,
pensamientos y sueños y nos llevan a
momentos molestos en los que tenemos que
contestar lo que ellos preguntan cuando la
pregunta que elaboran nada tiene que ver con
las dudas que tenemos en la cabeza en ese
momento.
Por ello lo primero que deberías hacer es
aprender a hacerte preguntas. Preguntas

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sobre tu futuro, sobre tus gustos,
preferencias y necesidades. Deja un espacio
para reflexionar sobre tus miedos y tus
preocupaciones e incluye unas preguntas
sobre lo que necesitas vencer para iniciar el
camino que te propones, aunque del camino
hablaremos luego.
Preguntarse es una de las cosas más
importantes de la vida para los seres
humanos, pero la reflexión personal ha sido
dejada de lado debido a que nos han
enseñado a que hay ideas comunes a todos,
por lo que deberíamos pensar más o menos lo
mismo y desear las mismas cosas, por lo que
en pocas palabras deberíamos tener las
mismas ambiciones, sueños y planes de vida
futura. Pero nada de eso es verdad. Si algo
nos caracteriza como seres humanos es la
disputa interna entre nuestras posiciones
subjetivas y las percepciones objetivas que
compartimos con los demás.
Así llegamos a tener una serie de
pensamientos privados que no son

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cognoscibles por nadie y otra serie de ideas y
pensamientos que podemos hacer públicos y
que por lo regular son compatibles con las
ideas de las demás personas que nos rodean.
Pues bien, aprende a comunicarte con esas
ideas privadas, con esas que sólo tu conoces,
esas que están en lo profundo de ti y no has
dicho a nadie. Explora la magnitud de esas
ideas, sus implicaciones, relaciones y
características. Aprende a conocerlas, pues
esas ideas hacen parte de tu privacidad
epistémica y sólo son conocidas por ti mismo.
Pero hay otra cosa sobre esas ideas. Ellas son
el verdadero yo que no ha aflorado fuera de tu
cabeza y el que deberías conocer mejor que
nadie.
Ese yo de lo profundo, mejor, el conocimiento
de ese yo de lo profundo fue lo que me
permitió empezar a conocer las respuestas a
preguntas que nadie me había hecho. La
alternativa más simple que encontré para
expresar esas ideas, cuando estaba muy
joven, fue por medio de la escritura, pues
podía explorar muchas cosas y dejar que
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explotaran brutalmente en una hoja. Podía
sentarme horas y horas descargando mi odio
por el mundo sin hacerle daño a nadie,
mientras aprendía a entender lo que motivaba
ese odio y cómo dejarlo de lado, hasta no
prestarle atención.
Creo que una de las cosas que más hemos
aprendido a perder, mientras somos felices o
tal vez educados en ser anestesiados frente a
la realidad, es nuestra comunicación con
nosotros mismos, aunque estaría mejor
llamarla de una buena vez reflexión antes que
se me acuse de fundar entidades metafísicas.
Es más simple relacionarnos con otros que
con nosotros mismos. Las redes sociales y su
discurso vacío de la necesidad de interacción
son la muestra perfecta que nos relacionamos
con otros mejor, aun en la distancia, que con
nosotros mismos cuando siempre estamos
presentes. Pareciera que esa ausencia y
distancia del otro fueran un mecanismo de
escape a la reflexión profunda de nuestro
interior. Posiblemente lo hacemos porque

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tenemos mucho miedo de hacernos
preguntas y ver las respuestas que podemos
encontrar, por lo que es más simple apagar la
máquina de reflexionar y seguir viviendo con
otros en la distancia de la soledad, mientras
nos ignoramos a nosotros mismos dejando
vacío un espacio que debería estar siempre
lleno.

¿Qué es lo que te gustaría hacer y no te dejan?


¿Qué es lo que te gustaría hacer, pero tienes
miedo de hacer?
¿Qué es lo que quieres hacer y no te has
permitido hacer?
¿Qué es lo que quieres hacer, pero no sabes
cómo hacerlo?
¿Qué es lo que quieres hacer, pero crees que
no vas a lograrlo?

Estas preguntas no tienen otra finalidad que


hacerte reflexionar sobre las cosas que
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siempre has dejado a un lado y que no quieres
abordar. Por ello te invito a que ahora si las
respondas meditando pausadamente en cada
una de ellas y escribiendo las respuestas para
volver a ellas si es necesario.

El enemigo eres tú.


Este es el camino del que hable hace un rato.
Conocernos es entendernos y parte de ese
conocimiento implica que sabemos lo que
podemos hacer y lo que no, lo que podemos
conseguir y lo que no, lo que nos limita y lo que
no. Pero hay algo más, una suerte de
pensamiento interior, que subyace en lo
profundo de nosotros que nos dice que por
más que intentemos hacer algunas cosas que
son posibles para nosotros, no lograremos
nada con ellas o peor aún, que no podremos
concretar nada para hacerlas realidad.
En algunos lugares hablan de una cosa similar
que llaman el “síndrome del impostor”. Pero
no hablo de eso, pues en ese caso se trata de

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una duda sobre lo que se logra, mientras que
mi preocupación es anterior, pues se trata de
una lucha interna antes de siquiera hacer las
cosas, esa lucha en la cual debemos
vencernos a nosotros mismos antes de poder
conquistarlo todo.
Esa lucha, creo que es algo que todos vivimos
en cierto punto de nuestras vidas, aparece en
el momento de tomar decisiones, al momento
de poder elegir entre una cosa u otra, entre lo
que sabemos que podemos hacer y lo que
nosotros mismos nos impedimos conseguir
por el simple hecho de enfrentar aquello que
en realidad somos.
Vivimos en una sociedad diseñada para que
este miedo a la realización personal tenga una
fuerza imparable, pues siempre se nos
compara con los logros de otras personas, o
se nos presentan personas como modelos a
seguir, o nosotros mismos nos mostramos
patrones de comportamiento exitoso que
deberíamos acoger en nuestras vidas para
lograr aquellas cosas que otras personas

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lograron, y que equivocadamente nos han
hecho creer que deberíamos elegir por el
hecho que a través de ellas y sólo a través de
ellas conseguiremos el éxito.
Lo gracioso de todo esto es que todas esas
opiniones se fundamentan sobre la idea
equivocada del éxito, el cual, desde mi punto
de vista, es una de las ideas más nocivas que
la humanidad ha producido hacia los jóvenes.
El éxito sólo es medible por la comparación
con los logros de otros, y sobre las formas a
través de las cuales llegamos más allá de ellos
haciendo las mismas cosas que ellos hacían o
planteándonos planes similares a los de ellos.
Si lo pensamos bien, veremos que en el medio
de esta idea hay algo podrido, algo corrupto
por la necesidad de mostrar como importante
algo que en realidad a nadie debería importar.
Ser exitoso, es ser comparado con otros y,
sobre todo, ser comparado como mejor que
otros. Pero ello implica que somos exitosos
para otros y no para nosotros mismos, pues
hemos sido medidos por la vara con la que
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miden los demás y no con la que nos medimos
nosotros mismos. Todo esto nos lleva a que el
enemigo a vencer sea el otro, el que está fuera
de nosotros mismos y la lucha pasa de ser
interna a externa, haciendo que nos
enfrentemos a los ideales de otros y a las
formas de ser de los otros.
Todo esto nos lleva a poner un papel
preeminente al otro que debo vencer y dejar
de lado el yo que debo comprender. La lucha
se da entonces entre “el vencer al otro” y “la
comprensión de nosotros”, de lo que tenemos
que sea más relevante, para todos, que nos
mostremos como los grandes vencedores
conquistando a los demás, pero perdiéndonos
a nosotros mismos. Así los verdaderos ideales
del conocimiento profundo de lo que somos,
son traslapados por los ideales podridos de lo
que esperan que seamos.
En esas condiciones ¿cómo puedo
vencerme?, ¿cómo puedo enfrentar la
realidad de lo que soy, si estoy sumergido en
la fantasía de lo que quieren que sea? Por lo

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que el primer paso que deberías dar es
alejarte de todo y de todos para construir tu
propia personalidad, tus propias formas de
pensar y tus propias maneras de interpretar la
realidad que te rodea. Deberías dejar de lado
todas las personas y cosas que te enseñan a
seguir un modelo, a seguir un programa, a
seguir una forma específica, sólo porque te
han dicho que esa debería ser la forma, el
programa o el modelo.
Pero tú no quieres un modelo, tu no quieres
una forma, tú quieres tus formas y tus
modelos, los cuales deberías construir sobre
las bases sólidas de lo que quieres ser, y por
medio de las herramientas necesarias que
deberías usar para llegar a ser eso que
sueñas con ser. Por lo que lo primero que
deberías tener presente es que “el primer
enemigo a vencer, eres tú mismo”
Deberías empezar por vencer tus miedos, tus
incertidumbres, tus angustias y tus errores.
Deberías empezar por hacer una lista de las
cosas que haces mal y diferenciarlas de las

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cosas que las demás personas te dicen que
haces mal, pues aunque en algunas
ocasiones, las personas nos reflejan lo que
hacemos mal, esta forma de señalar el error
no es más que su forma de ver el error, y no la
tuya, y aunque al final sean muy similares,
hasta copia fiel la una de la otra, la diferencia
es que la tuya parte de tu comprensión sobre
ti mismo y la forma en la cual asumes las
realidades, con errores y todo.
Por ello aprende a ser crítico de ti mismo, a no
dejar pasar nada de lo que haces y siempre a
reflexionar de forma profunda sobre lo que
has hecho, pues sólo así vas a saber qué es lo
que deberías cambiar para mejorar y no
solamente cambiar para dar gusto a los
demás.
En segundo lugar, lucha contra cada una de
las cosas que te hacen fallar, contra cada una
de esas cosas que te llevan a fracasar, que te
llevan al dolor, a la angustia y al llanto. Cada
una de ellas te muestra la realidad de lo que
eres y al mismo tiempo la realidad de lo que

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deberías cambiar por tu propia conquista de
lo que quieres ser.
No luches contra los miedos de los demás ni
participes de las batallas que te proponen los
otros. Lucha a tu manera, desde tu propia
trinchera, desde tus convicciones… y si no las
tienes, pues créalas, construye tus propias
convicciones, principios y formas de ser y
pensar.
Así enfrentarás cada día como si fuera el
último día de cada uno de esos miedos y el
primero de tus propias fortalezas y
potencialidades de ser. No te fundamentes en
las fuerzas de los otros o en las capacidades
de los demás, pues el día que estés
verdaderamente sólo y necesites de toda tu
energía para luchar, no vas a saber qué hacer
ni cómo enfrentar esas grandes batallas que
la vida te tiene por delante.
Ten presente que todos hemos luchado y
tenemos luchas y batallas por ganar. Todos lo
hacemos con mayor o menor intensidad,
todos con propósitos o metas y miedos
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diferentes, todos luchamos contra nuestras
propias equivocaciones, nuestras
limitaciones, cansancios y dudas.
La diferencia, la enorme y brutal diferencia,
está entre los que luchan desde la fuerza que
tienen por haberse conquistado, mientras que
otros, sólo saben luchar desde la ficción de
poder propio que tienen, debido a que jamás
aprendieron a amar lo que son para saber
amar lo que querían ser, encontrando las
formas correctas de vencer al enemigo que
todos llevamos adentro.

Aprende a estudiar de verdad.


Por si no lo has notado, este pequeño libro
trata de mostrar el camino para ser un buen
estudiante, no desde las técnicas de estudio,
sino desde la comprensión de lo que eres,
pues ¿de qué servirían técnicas para
estudiar, si aquello que va a estudiar no tiene
claro lo que es en sí mismo?

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Y es que este es uno de nuestros problemas
más graves en la actualidad, la pérdida
lamentable de la capacidad de elaborar
nuestras propias opiniones y puntos de vista.
Hoy en día, todas nuestras formas de
pensamiento han dejado de ser propias para
convertirse en una especie de pensamiento
del común, que depende de las formas de
pensamiento de otras personas y el vínculo
extraño que nos mantiene unidos, un vínculo
que no es otro que el de los medios de
comunicación, entre los que tienen una
preeminencia demencial las redes sociales.
Ajustamos nuestros puntos de vista a lo que la
mayoría dice, o manifestamos nuestras
inconformidades como lo hacen otro grupo de
personas, pero el espacio necesario para
plantear nuestras propias perspectivas e
interpretaciones del mundo se ha constreñido
a tal punto, que tememos decir lo que
queremos decir, sólo porque nadie estaría de
acuerdo, y sólo porque nadie nos daría un “me
gusta” en el lugar en el que lo publiquemos.

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Nuestras formas de pensamiento están
supeditadas a la aprobación de terceros, que
son los que nos permiten realizarnos como
personas, gracias a que nos validan como
sujetos pensantes, pues lo que pensamos se
inscribe en un contexto grupal y social y
debemos una cierta “fidelidad” a ese
contexto, pues nos han entrenado para que no
salgamos de él, y si lo hacemos seremos el
blanco de todos los posibles ataques de
aquellos que ostentan la razón, pues hoy en
día la razón está en las mayorías, y una de
esas terribles mayorías, es la opinión, como si
por algún motivo más allá de toda
comprensión, las mayorías se hubieran
embebido la razón.
Un verdadero estudiante, debería ser un
revolucionario de las ideas, de los conceptos,
pero sobre todo de la opinión. Debería romper
esquemas para mostrar que hay otras formas
posibles. Debería romper todas las mitologías
sociales y políticas, para demostrar que este
no es el momento de seguir sino de guiar.

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Y este es otro problema social que molesta. La
falsa idea que algunas personas deben ser las
que siguen y otras las que guían, lo que ha
generado una tonta anarquía de las ideas,
consiguiendo que sólo las ideas de unos
pocos, los que pueden tener voz, sea
escuchada para ser seguida, mientras
algunas de las mejores ideas, mueren en el
silencio del anonimato al que hemos llevado a
algunas de las mejores mentes e ideas de la
humanidad, por el simple hecho que ellas no
provienen de una voz autorizada o
“verificada” por una red social, para que las
dos o tres tonterías que dicen sean
verificadas por los miles y miles que ya se
adaptaron a no pensar.
El verdadero estudiante debería romper con
todos los esquemas, con todas las
limitaciones, con todas las negaciones y
luchar por un futuro posible en el cual las
ideas valgan por su validez, no por su mérito
mediático o reconocimiento social.

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Estudiar de verdad, debería ser ese proceso
por medio del cual nos afirmamos como
sujetos para tener una voz limpia de
corrupción. Debería ser un proceso de
generación libre de ideas, alejado de los
patrones, convenciones e imposiciones
sociales.
Estudiar de verdad debería posibilitar
humanos de verdad, que se preocupen por su
propio desarrollo en términos de libertad. Un
desarrollo que se hace viral y una libertad que
se hace realidad a medida que todos
entendemos que sólo el intelecto hace a los
hombres libres de verdad.
Así que la pregunta a esta altura debería ser
si tu estudias de verdad o solamente aprendes
algo por un momento, por un instante,
mientras el resto del tiempo tu mente y tu
cuerpo se deshacen en la tormenta de polvo
de la idiotez humana que lo colma todo y ciega
la vista de aquellos que no se saben proteger
los ojos.

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Conclusión.

Aborrece la eficiencia y abraza la paz y la


felicidad.
Deja de lado la retribución económica y
piensa en el desarrollo humano; el dinero
llegará más y mejor de esa manera.
Ama el intelecto y perfecciona el
conocimiento propio y el de los que te rodean.
Persigue la comprensión del otro y no pienses
más en la tolerancia; sólo los miopes son
tolerantes. Ver significa comprender.
No te preocupes tanto por los demás, a la
larga lo que nos hace iguales es lo mismo que
nos hace diferentes y lo que nos hace
diferentes no es tanto en realidad.
Aprende a ser un buen ser humano, pero no te
doblegues ante los demás cuando no tienen la
razón. Muestra la firmeza de tus ideas y de tu
intelecto siempre.

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Ama la vida sólo por querer vivirla y si te llegas
a sentir extraño en el mundo, recuerda que los
más extraños al mundo son los que más
apasionados se sienten por él.

Muchas gracias por leer este pequeño libro.

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