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Partimos del supuesto que lo lúdico no es sinónimo de juego, sino que lo transciende.
Podríamos decir que el juego es un modo posible de manifestación de lo lúdico, pero no el
único. En este sentido, cuando hablamos de lo lúdico nos referimos a una dimensión que
es posible identificar en las prácticas de juego así como también en otras múltiples
situaciones y prácticas.
Bolivar Bonilla (1998), al abordar el estudio de la lúdica3 expresa que:
Un primer equívoco que debe evitarse es el de confundir lúdica con juego, pese a
que semánticamente los diccionarios tratan estas expresiones casi como sinónimos.
Al parecer todo juego es lúdico pero no todo lo lúdico es juego. No se trata de un
simple malabarismo de palabras, se trata de empezar por reconocer que la lúdica no
se reduce o agota en los juegos, que va más allá, trascendiéndolos, con una
connotación general, mientras que el juego es más particular.
En este mismo sentido, Kac (2011) afirma que “si bien la dimensión lúdico-creativa puede
hacerse visible o manifestarse a través de juegos, los juegos en sí son una de las tantas
expresiones lúdicas del ser humano”.
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Documento elaborado por…..
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“Lo lúdico, institucionalización(es) y comunidad. Análisis de la relación control-transgresión de lo lúdico en las prácticas de
niñas, niños y jóvenes en contextos educativos.”
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Por el momento, no diferenciaremos la lúdica de lo lúdico, sino que lo utilizaremos como sinónimos.
Avanzando en esta línea, desde nuestro equipo de investigación partimos de las siguientes
premisas:
a) lo lúdico no es sinónimo de juego
b) El juego es un modo posible (no el único) de manifestación de lo lúdico
c) lo lúdico trasciende el juego
d) y más precisamente, lo antecede
Tomaremos a Huizinga y Caillois como los referentes clásicos del estudio en torno a lo
lúdico.
Coincidimos con Rivero (2012) al sostener que Huizinga no toma al juego como objeto de
estudio, sino a lo lúdico. El juego/el jugar (lo lúdico) es para Huizinga una acción que
antecede a la cultura. Quien dirige su mirada al juego, afirma Huizinga, “tropieza con el
juego en la cultura como magnitud dada de antemano, que existe previamente a la
cultura, y que la acompaña y penetra desde sus comienzos hasta su extinción.” (1972:15)
En Caillois (1986) encontramos el par conceptual paidia-ludus, donde lo lúdico se acerca al
extremo paidia, donde “reina un principio común de diversión, de turbulencia, de libre
improvisación y de despreocupada plenitud” (1986:41). En el extremo opuesto, ludus,
“esa exuberancia traviesa y espontánea es absorbida o, en todo caso, disciplinada por
una tendencia complementaria” (1986:41).
Para Bolívar Bonilla (1998), siguiendo los estudios de Carlos Jiménez Vélez, la lúdica se
trataría de una dimensión del desarrollo humano. Este autor sostiene que:
La lúdica se asume aquí como una dimensión del desarrollo humano, esto es, como
una parte constitutiva del hombre, tan importante como otras dimensiones
históricamente más aceptadas: la cognitiva, la sexual, la comunicativa, etc.
En tanto que dimensión del desarrollo humano, la lúdica se constituye en un factor
decisivo para enriquecer o empobrecer dicho desarrollo, pudiendo afirmarse que a
mayores posibilidades de expresión y satisfacción lúdica corresponden mejores
posibilidades de salud y bienestar y, por tanto, a ambientes que bloqueen o limiten
la expresión lúdica corresponden personas con carencias significativas en el
desarrollo humano, tanto así como si se reprime o bloquea la sexualidad y el
conocimiento. (Bolivar Bonilla, 1998)
Este mismo autor se pregunta qué hay en común entre estas expresiones, concluyendo
que lo común es “la búsqueda de emoción placentera, la vivencia de tensiones excitantes
que pudieran clasificarse como de bajo (escuchar música) medio (paseo) y alto impacto
(jumping).” (Bolivar Bonilla, 1998)
Voluntariedad, deseo emocional, tensión agradable, espontaneidad, disposición al
imprevisto, flexible, creación y re-creación, son algunas de las características que Bolívar
Bonilla (1998) identifica en las prácticas lúdicas.
Para este autor, la lúdica también es actitud frente a la vida, “mediante la cual
guiamos nuestras relaciones interpersonales con optimismo, espontaneidad y alegría. De
una manera desprevenida, lejana del tremendismo frente a los problemas o contratiempos
de la vida cotidiana.” (Bolívar Bonilla, 1998)
Pavía, por su parte, diferencia entre forma de juego y modo de jugar, y nos invita a pensar
e indagar lo lúdico desde la perspectiva y la vivencia de los propios protagonistas, al
afirmar que:
Hay un modo de participar de una actividad signada como juego y que éste puede
ser lúdico o no lúdico, obliga a poner entre paréntesis la sempiterna discusión acerca
de si, vista desde afuera, tal actividad amerita llamarse juego o no, para focalizar la
energía en un ejercicio de interpretación respecto de cómo la interpretan los sujetos
involucrados (Pavía, 2009, p.170).
Lo lúdico, para Rivero (2012), se relaciona directamente a los jugadores, con lo que la
persona involucrada entienden por “estar jugando”.
Lo lúdico, entonces, no se define por la actividad/forma, sino por la acción/modo/actitud.
¿Cuándo un sujeto está jugando/en juego?
Ortega afirma que “la participación de un juego supone entrar en un marco dentro del
cual, la conciencia de ‘estar jugando’ es imprescindible” (1995: 38, en Rivero, 2012:68)
Para Kac (2011), retomando a Winnicott (1982) lo lúdico hace referencia a la disposición
del sujeto en una zona intermedia, transicional, que liga lo interno y lo externo, espacio
que inquieta y posibilita el pensar y el hacer lúdico/creativo. Para Kac (2011), este hacer
lúdico “caracteriza al pensamiento creativo y desafía lo instituido, lo burocrático, lo
dogmatizado y propone el movimiento, la construcción, el debate, la tolerancia, la
confrontación dialéctica, la incompletud y en definitiva la creatividad”.
Según Caillois (1986) para que algo esté en juego, debe haber una tensión entre límite y
libertad. Según este autor, el juego (lúdico, desde nuestra perspectiva) combina límite,
libertad e invención.
Esta idea de movimiento, incertidumbre y de invención también está presente en Deleuze,
en su concepto de “juego ideal”, donde el jugar/ponerse en juego implica caos, acontecer,
espacio abierto, resultado móvil, “en el que cada sistema de singularidades comunica y
resuenan con los otros” (Holzapfel, 2003)
En este sentido podríamos vincular lo lúdico con el concepto de experiencia, que supone
riesgo, aventura, incertidumbre, libertad. En los términos que lo propone Larrosa:
La acción lúdica implica dis-ponerse -a estar- en juego, a jugar-se4. Como afirma Kac:
…se requiere de una análisis de los procesos que sedimentan, compiten y fracturan
los parámetros existentes en el enfrentamiento de diferentes sujetos y sus acciones
por los modos de concretar las potencialidades de la realidad. Esto es pasar de lo
sociohistórico a la política (Paredes,2013)
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Dice Algava: “El jugarse, estar dispuesto a confrontar, a dejarse transformar, es arriesgar” (2006:22).
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Zemelman entiende la realidad social como una articulación de procesos heterogéneos en base a tres presupuestos:
movimiento, articulación procesal y (multi)direccionalidad.
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Ana María Fernández, recuperando a Foucault, desarrolla esta idea de resto-exceso que resiste a la inclusión en lo
instituido, que resiste a los mecanismos de disciplinamiento del orden dominante.
Lo lúdico es estar/actuar en el “entre”, potencia y posibilidad.
Bibliografía