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ÍNDICE

Prefacio
Primera parte
DESARROLLO Y SUBDESARROLLO
Introducción
1.
CRECIMIENTO, DESARROLLO ECONÓMICO, DESARROLLO HUMANO
1.1 Definiciones de desarrollo
1.2 El desarrollo como crecimiento del producto nacional
1.3 El desarrollo como cambio estructural
1.4 Desarrollo, bienestar y calidad de
vida 2.
EL DESARROLLO CAPITALISTA Y SUS ETAPAS
2.1 El desarrollo como transformación estructural
del sistema capitalista
2.2 La transición al capitalismo
2.3 El modo de producción capitalista
2.4 Las etapas del desarrollo capitalista
3.
ORÍGENES E HISTORIA DEL SUBDESARROLLO
3 .1 El atraso y el subdesarrollo como estado original
3.2 El subdesarrollo como producto de la historia
3.3 Centro y periferia en la historia del capitalismo: la
fase de la transición
3.4 Centro y periferia en las etapas de desarrollo del
capitalismo: desde la Revolución Industrial hasta la Primera
Guerra Mundial
3.5 De la Primera Guerra Mundial a la "Edad de Oro"
del período de posguerra
3 .6 Centro, periferia y globalización
4.
PAÍSES EN DESARROLLO Y MENOS DESARROLLADOS
4.1 Características estructurales de un país subdesarrollado
4.2 El sistema mundial y la periferia a principios de la década de 2000
4.3 Subdesarrollo, pobreza y emergencias
Segunda parte
CRECIMIENTO Y DESARROLLO EN ECONOMÍA POLÍTICA
Introducción
5.
DESARROLLO ECONÓMICO E INSTITUCIONES
5.1 Por qué hay que estudiar la economía del
desarrollo". de las instituciones
5.2 ¿Por qué la economía del desarrollo ha descuidado
la instituciones
6.
EL PROBLEMA DEL DESARROLLO EN LA HISTORIA DE
PENSAMIENTO ECONÓMICO
6.1
6.2
6.3
Tres periodos diferentes de pensamiento económico. Los economistas
clásicos
El desarrollo capitalista en Marx
Economía neoclásica, Schumpeter y Keynes
7.
TEORÍAS DEL CRECIMIENTO Y ECONOMÍA DEL DESARROLLO
7.1 Orígenes
7.2 Teorías del crecimiento: modelos keynesianos
7.3 Los modelos neoclásicos
7.4 Las nuevas teorías del crecimiento
7.5 Los límites de los modelos de crecimiento
7.6 Orígenes, características y requisitos de la economía del desarrollo
7.7 Paradigmas teóricos y orientaciones políticas
Tercera parte
DEL SUBDESARROLLO AL DESARROLLO
Introducción
8.
LA ACUMULACIÓN DE CAPITAL
8.1 La inversión como factor de crecimiento
8.2 Ahorro, inversión e industrialización
8.3 Inversión y economías externas
8.4 Condiciones institucionales y obstáculos a la inversión:
empresas, derechos de propiedad, contratos
8.5 Mercado, plan, cooperación
8.6 La formación del capital social fijo
8. 7 El sistema financiero y la inversión extranjera
9.
CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN
9.1 La variable demográfica y el crecimiento de la renta
9.2 Crecimiento y desarrollo de la población:
la Trampa maltusiana
9.3 Crecimiento de la población, ahorro e inversión
9.4 Crecimiento demográfico, instituciones y políticas económicas
10.
PROGRESO TÉCNICO
l 0.1 Progreso técnico y crecimiento 173
10.2 Transferencia y elección de técnicas 174
10.3 Adaptación de las técnicas y progreso técnico
endógena 176
10.4 Progreso técnico y reformas institucionales
en la agricultura 178
10.5 Instituciones, investigación y desarrollo 182

11.
CAPITAL HUMANO
11.1 La inversión en capital humano y su rendimiento 185
11.2 Inversión en capital humano en las economías
103 subdesarrollados 187
11.3 Obstáculos a la formación de capital humano 189
11.4 Del capital humano al capital social 110 192
I12.
COMERCIO INTERNACIONAL
12.1 Los efectos del comercio internacional en la eficiencia 195
12.2 Las ventajas dinámicas del comercio internacional 199
12.3 Países periféricos en el mercado mundial 200
12.4 Efectos negativos del proteccionismo y la
liberalización de los intercambios 202
123 12.5 Los límites de las teorías liberalistas 205
12.6 Globalización, subdesarrollo e instituciones 209
13.
DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA, CRECIMIENTO Y DESARROLLO
13.1 Distribución funcional y crecimiento
13.2 Distribución interpersonal, desigualdad y pobreza
13.3 Efectos del crecimiento y el desarrollo en la distribución
de los ingresos
13.4 Efectos de la distribución en el crecimiento y el desarrollo
13.5 Desigualdad horizontal, polarización y conflicto
13 .6 Distribución, desarrollo humano, instituciones
14.
DESARROLLO ECONÓMICO Y CAMBIO INSTITUCIONAL
14.1 Las instituciones y el sistema institucional
14.2 Cambio institucional
14.3 El Estado y el desarrollo
económico APÉNDICE
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ÍNDICE DE CONTENIDOS
1. Efectos de la colonización de las Américas
2. Decadencia y desindustrialización de la India
3. Efectos de la colonización en el África subsahariana
4. La economía informal
5. Multinacionales
6. Situación de la mujer, crecimiento demográfico y desarrollo
7. La revolución verde y la biotecnología
1.
CRECIMIENTO, DESARROLLO ECONÓMICO, DESARROLLO HUMANO
1.1
Definiciones de desarrollo
Cuando los economistas hablan de desarrollo, utilizan una palabra que en el lenguaje ordinario
indica el crecimiento, a lo largo del tiempo y generalmente de forma gradual, de alguna entidad
visible (como un ser vivo) o perceptible (como los conocimientos o habilidades de una persona). De
esta entidad es posible observar y comparar estados en diferentes momentos y, a partir de unidades
de medida o criterios de evaluación adecuados, saber si se ha desarrollado y en qué medida. Por
tanto, para poder hablar de desarrollo es necesario identificar un objeto de nuestra observación y
comprobar su cambio. En varios momentos el objeto observado ha cambiado, pero el cambio debe
referirse siempre a la misma entidad: así podemos hablar del desarrollo de una determinada especie
vegetal, desde la semilla hasta el árbol, o de un animal, desde el embrión hasta su forma física
completa. Cuando pasamos a los fenómenos estudiados por las ciencias sociales, las cosas se
complican: nadie ha "visto" civilizaciones, culturas, sociedades y sus cambios de la misma manera
que se puede ver una semilla o un embrión en diferentes momentos de su desarrollo (Nisbet, 1969,
p. 3). Por tanto, es necesario, en primer lugar, definir, construyéndolo mentalmente, el objeto cuyo
desarrollo se estudia y las características que lo distinguen y que deben persistir en el tiempo para
que los cambios posteriores se refieran a la misma entidad; en segundo lugar, establecer criterios
para medir estos cambios; y, por último, preguntarse si existe una forma acabada del fenómeno
estudiado, es decir, un punto final del proceso de desarrollo. Todos estos problemas se resuelven de
forma diferente en función del paradigma teórico adoptado.

En economía política, la tradición dominante, establecida desde los escritos de los mercantilistas y
los fisiócratas y la Riqueza de las Naciones de Adam Smith, remite el fenómeno del desarrollo y el
estudio de sus causas y modalidades a una entidad empírica correspondiente a un "país", una
"nación" o una región del mundo. Sin embargo, el concepto de desarrollo, referido a esas entidades,
se define de diferentes maneras y, en función de ellas, cambian los criterios para medirlo, los
términos de comparación entre los distintos países y, puesto que el desarrollo se considera
generalmente como algo deseable, los objetivos e instrumentos para alcanzarlo. Hay tres
significados principales de desarrollo en "economía": crecimiento, transformación estructural y
mejora del bienestar colectivo o de la calidad de vida.

1.2
El desarrollo como crecimiento del producto nacional
La idea de que el desarrollo económico de un país consiste en el aumento de su producción y de su
renta está muy extendida. Por lo tanto, se dice que el desarrollo de un país de un año a otro es
cuanto mayor es la tasa de crecimiento de su producto, y los países pueden considerarse más o
menos desarrollados en función del nivel de su producto anual. Dado que los índices de desarrollo
basados en estas cantidades son los más utilizados en las estadísticas internacionales, conviene
recordar algunas nociones elementales necesarias para leerlos e interpretarlos correctamente.

Como es sabido, el producto de un país es la suma del valor añadido en los sectores van, es decir, el
incremento de valor que se confiere a cada bien o servicio en la fase de su producción, bruto de la
depreciación correspondiente al valor del capital fijo utilizado en la producción. El producto de los
factores atribuibles a los ciudadanos de un país se llama Producto Nacional Bruto (PNB), el de los
factores, sean cuales sean, situados en el país, Producto Interior Bruto (PIB).
Los bienes y servicios se valoran a sus precios de mercado, por lo que a su suma hay que añadir el
producto de la administración pública, cuyos servicios no pasan por el mercado y se calculan al
coste de los factores, es decir, se equiparan a los salarios de los empleados públicos.

La medición del PNB y del PIB presenta problemas que tienen diferente relevancia en los distintos
países y que hay que tener en cuenta sobre todo a la hora de hacer comparaciones internacionales.
Los bienes y servicios producidos por la llamada "economía sumergida", los que consumen los
propios productores y los productos del trabajo doméstico, escapan a las encuestas estadísticas o a
los datos fiscales. La producción de las actividades "subterráneas" y la destinada al autoconsumo se
miden mediante estimaciones, pero éstas pueden dar lugar fácilmente a subestimaciones o
sobreestimaciones. Este problema es especialmente relevante para aquellos países que, como
veremos, se definen como "subdesarrollados" o "menos desarrollados", en los que una gran parte de
las actividades económicas son llevadas a cabo por pequeñas unidades de producción "informales",
que escapan al registro, a los censos, a la fiscalidad, en los que predomina la agricultura de
autoconsumo en el campo, y en los que muchos bienes y servicios, como la alimentación, el vestido,
el cuidado de los niños y la educación, que en otros lugares se ofrecen, cada vez en mayor medida,
en el mercado, se producen dentro del hogar.

Para comparar el grado de desarrollo de los distintos países hay que tener en cuenta, por supuesto,
su población y, por tanto, considerar el producto per cápita. Esta comparación plantea algunos
problemas. La unidad de medida del PNB o del PIB es en cada país la moneda nacional; para
comparar los valores de diferentes países, es necesario convertirlos a una moneda única que,
convencionalmente, en las estadísticas internacionales, es el dólar estadounidense. Si la conversión
se realiza utilizando el tipo de cambio oficial entre las dos monedas, la comparación puede ser
errónea por dos razones. En primer lugar, el tipo de cambio oficial puede divergir del tipo de
mercado cuando lo fijan las autoridades económicas de un país: la persecución de determinados
objetivos o los errores de la política macroeconómica pueden llevar a su sobrevaloración o
infravaloración respecto a su valor real. En consecuencia, según el caso, la producción del país en
cuestión puede parecer inferior o superior a la que tendría si el tipo de cambio reflejara los valores
del mercado. En segundo lugar, aunque el tipo de cambio sea el del mercado, depende de la oferta y
la demanda de dinero dictada por los movimientos de capital y el comercio de bienes
(comerciables) en el mercado mundial. Sin embargo, una parte de los bienes y, sobre todo, de los
servicios que se producen y consumen en un país no se comercializan internamente (no
comercializables) y las cantidades vendidas y los precios de estos productos no influyen en el tipo
de cambio. De ello se desprende que en los países en los que los costes de producción y los precios
de los bienes y servicios que no se comercializan internacionalmente son más bajos (como suele
ocurrir en los países menos desarrollados), un dólar estadounidense tiene más poder adquisitivo que
en los países en los que dichos costes son más elevados. Si el producto de este país se mide en
dólares, será más pobre de lo que realmente es. Para evitar este inconveniente, se introdujo un tipo
de conversión convencional, construido teniendo en cuenta la media ponderada de los precios
mundiales de 151 categorías de bienes, y creando un "dólar" artificial que tiene igual poder
adquisitivo, (Paridad de Poder Adquisitivo) en todos los países, es decir, nos indica la cantidad de
bienes que la moneda local puede comprar en el país y no el número de dólares que puede comprar
en el mercado internacional. Si comparamos el producto nacional per cápita de los países del
mundo en dólares estadounidenses y en dólares PPA, respectivamente (Tab.
1.1 ), podemos ver que la diferencia entre los países ricos y los pobres en el segundo caso es más
estrecha que en el primero, ya que los costes laborales en los países pobres son significativamente
menores.
Hemos dicho que el desarrollo, en el sentido del término que estamos ilustrando, se mide por el
crecimiento del producto en el tiempo. No obstante, cabe señalar que este crecimiento puede ser
puramente extensivo, como puede ocurrir, y especialmente ocurrió en el pasado en las economías
agrícolas tradicionales, como resultado de un aumento de la población y de las tierras cultivadas sin
que se produzcan cambios en el tipo de productos y en los métodos de producción. De forma más
general, puede decirse que la tasa de crecimiento del PNB o del PIB (per cápita en los países en los
que hay una tasa de crecimiento demográfico importante) es el indicador fundamental de la
evolución económica a corto plazo, en el que puede suponerse que la composición de la producción,
las técnicas, las instituciones, es decir, las características económicas, sociales e institucionales del
país considerado, permanecen inalteradas, pero se vuelve insatisfactorio cuando consideramos un
periodo de tiempo bastante largo. En este caso, el crecimiento es sólo una dimensión del fenómeno
más complejo del desarrollo.

1.3
El desarrollo como cambio estructural
La experiencia histórica nos muestra que un crecimiento elevado y prolongado de la producción
durante un periodo de tiempo significativo va acompañado de cambios en su composición, en las
relaciones entre los factores que la determinan, en el comportamiento de los sujetos, es decir, en lo
que podemos llamar la estructura económica de un país. Los cambios significativos y persistentes
en lo que se produce implican cambios en lo que se produce, en las técnicas y la organización de la
producción, en la distribución de los productos, y estos cambios, a su vez, son a la vez efectos y
causas de cambios en las relaciones sociales y del establecimiento de nuevas instituciones (Lewis,
1963, pp. 148-169).

Cuando los economistas del desarrollo hablan de cambio estructural, suelen referirse a la transición
de una economía tradicional, en la que las actividades predominantes son la agricultura y la
artesanía, se emplean técnicas de producción sencillas con escasa utilización de capital y baja
productividad del trabajo, la renta per cápita es baja y se consume en gran medida para satisfacer las
necesidades esenciales y sólo se ahorra una pequeña parte, y el sistema de crédito es rudimentario, a
una economía moderna, como la que caracteriza a los países con mayores ingresos. El concepto de
desarrollo se corresponde, por tanto, en cierta literatura económica con el concepto, propio de la
sociología, de modernización (Trigilia, 1996).

El ejemplo más ilustre de esta concepción es la teoría del desarrollo económico por etapas de
Rostow (1962). Según este autor, el proceso de desarrollo pasa por cinco etapas. En la primera
etapa, los valores, el comportamiento y las instituciones de la sociedad son relativamente estables y
se basan en las costumbres, mientras que la economía, predominantemente agrícola, produce lo
necesario para el consumo y para reponer lo que se ha utilizado en la producción. Cuando, bajo el
impulso de motivaciones económicas, sociales o políticas, o por impulso externo, la idea de que el
cambio y el
progreso son posibles y rentables se abre paso en algún grupo social, como una fracción de la clase
dirigente o de las clases subalternas, surgen sujetos dispuestos a asumir riesgos y ávidos de
beneficios, especialmente, al principio, a través de actividades comerciales. Las relaciones
comerciales se intensifican y amplían, surgen las primeras actividades manufactureras y una parte,
aunque limitada, de los ingresos producidos se ahorra y se invierte, especialmente en transportes y
comunicaciones.

Esta es la etapa que crea las condiciones para el despegue (take-off) que caracteriza la siguiente y
decisiva etapa. De hecho, es en esta tercera etapa cuando la tasa de inversión aumenta hasta
determinar el crecimiento de la renta per cápita y la innovación de las técnicas mediante la
introducción de nuevos instrumentos y nuevas formas de organizar la producción. El estímulo para
el despegue puede ser una revolución política o un flujo de innovaciones técnicas o la apertura de
nuevos mercados, pero para que produzca sus efectos es necesario que en la etapa anterior se haya
iniciado un cambio en los valores e instituciones de la sociedad que la haga capaz de captar las
nuevas posibilidades productivas, para sostener y acelerar el crecimiento de las inversiones y la
aplicación de las innovaciones. Con el despegue, la estructura productiva se diversifica con respecto
al pasado y uno o varios sectores (como el textil en la Inglaterra de la Revolución Industrial o el
ferroviario en los Estados Unidos del siglo XIX) adquieren un papel decisivo, impulsando el
crecimiento de otros sectores, a los que están conectados, aguas arriba o aguas abajo. En la cuarta etapa, la
economía puede definirse como "madura": la estructura productiva, la sociedad ' , las instituciones permiten
un desarrollo que se alimenta de sí mismo y da lugar a la aparición de nuevos sectores y a la
extensión de las técnicas más avanzadas incluso allí donde aún no se habían establecido. | El
proceso de modernización alcanza su punto álgido en la quinta etapa, correspondiente a la economía
de producción y consumo de masas, en la que el crecimiento continuo de la renta permite a un país
elegir entre su redistribución o su utilización para los fines del poder nacional.

Volveremos más adelante (capítulos 2 y 3) a la teoría de Rostow, que gozó de gran popularidad y, al
mismo tiempo, fue objeto de numerosas cntucciones. A pesar de sus implicaciones y limitaciones,
los aspectos esenciales del desarrollo que destaca, basándose en la experiencia histórica de los
países desarrollados, son dos: el vínculo entre la transformación de la estructura económica y el
crecimiento de la renta, y el vínculo entre el desarrollo económico y el cambio social e institucional.
Los economistas del desarrollo, como tendremos ocasión de ver en otras conferencias, han centrado
su atención, especialmente hasta hace poco, en el primero de estos dos aspectos. La medición del
nivel y el ritmo de desarrollo, cuando éste se considera una transformación estructural, implica, por
tanto, el conocimiento no sólo del PNB per cápita y sus variaciones, sino también de los datos
relativos a las demás magnitudes consideradas más significativas para caracterizar la estructura de
una economía, es decir, la dotación de los distintos factores productivos, la participación de los
distintos sectores en el conjunto de la producción y el empleo, y la composición de las
exportaciones (cuadro 1.2).
|| 1 El libro de Rostow debió su éxito y popularidad en parte al hecho de que su subtítulo "Un manifiesto no
comunista" lo presentaba como una respuesta a las tesis marxistas y a las tendencias socialistas entonces
extendidas en los países subdesarrollados. Además, la tesis de que, una vez en el camino del despegue, el
crecimiento estaba asegurado según una secuencia predecible estaba en armonía con la ideología, entonces
dominante en América, de la "Nueva Frontera" (Preston, 1982).

1.4
Desarrollo, bienestar y calidad de vida
El crecimiento del producto nacional, el desarrollo económico y la modernización son conceptos a
los que generalmente se asocia un valor positivo. Es decir, se cree que la ocurrencia de estos
procesos determina la transición a un estado de cosas preferible al anterior. Para un individuo o una
familia, el aumento de los ingresos es un hecho positivo en la medida en que aumenta la cantidad de
bienes a los que tiene acceso, la capacidad de satisfacer sus necesidades, la posibilidad de elegir
entre diferentes modos de vida, es decir, el conjunto de condiciones que mejoran su bienestar o la
calidad de su vida. Por tanto, el crecimiento de los ingresos no puede considerarse un fin en sí
mismo, sino un medio para alcanzar otros fines. Al pasar de lo individual a lo colectivo, surgen
varios problemas. En primer lugar, es fácil observar que el aumento de la producción generalmente
no se distribuye en la misma medida entre todos los miembros de una colectividad y que toda
transformación estructural ve a algunos individuos como ganadores y a otros como perdedores. La
inadecuación del PNB per cápita como índice de desarrollo se señaló ya en la primera fase de la
economía del desarrollo, precisamente en relación con el hecho de que este índice no proporciona
información sobre la distribución de la renta (Marrama, 1958, pp. 34-38). Si, por ejemplo, el PNB
de un país y su valor per cápita también aumentan significativamente, pero sólo una pequeña parte
de la población se apropia del aumento de los ingresos, mientras que la mayoría sigue en situación
de bajos ingresos o incluso de pobreza, ¿podemos decir legítimamente que ese país se ha
desarrollado o, en otras palabras, ha progresado? Y comparando dos países con la misma tasa de
crecimiento del PNB, pero de los cuales uno mantiene o acentúa una distribución desigual de la
renta, mientras que en el otro la mayor renta provoca un aumento de la renta baja y una reducción de
la pobreza, ¿podemos decir que se han desarrollado igualmente 2.

Aunque los economistas del desarrollo están de acuerdo, explícita o implícitamente, en que el
crecimiento del producto nacional no es el objetivo final, sino el medio para reducir la pobreza y
satisfacer las necesidades sociales (Dutt, 1992, p. 24), algunos, como veremos más adelante (cap.
13), están convencidos de que es capaz por sí mismo, mediante un proceso espontáneo, de producir
esos efectos, mientras que otros creen que el proceso debe ser gobernado para que sus
beneficios se
distribuyan equitativamente. Para los primeros, por tanto, el nivel y la tasa de crecimiento del
producto nacional son indicadores suficientes del desarrollo, mientras que para los segundos deben
completarse con otros índices referidos, directa o indirectamente, a los objetivos sociales que la
mayor renta debe permitir alcanzar.

Sin embargo, no basta con acompañar los datos sobre el crecimiento de la renta con datos sobre su
distribución. Si el crecimiento económico debe considerarse como un medio para alcanzar unos
fines, se plantea el problema de definir los fines relevantes que debe alcanzar para que represente un
aumento del bienestar social o de la calidad de vida de un país. La definición y la medición del
bienestar y sus variaciones para una comunidad son problemas complejos, porque implican
comparaciones entre diferentes individuos y porque ponen en tela de juicio diferentes concepciones
de la justicia, la equidad, la igualdad y diferentes visiones del desarrollo. Una primera solución es la
sugerida en los años 70 por la teoría de las Necesidades Básicas. Partiendo de la tesis de que una
visión correcta del desarrollo implica en primer lugar la satisfacción de las necesidades básicas de la
vida de todos los miembros de una comunidad, los defensores de esta teoría creían que el
crecimiento debía garantizar a todos las cantidades mínimas de alimentos, ropa, vivienda, agua,
salud y educación (OIT, 1976, Streeten, 1981, p. 25). Las limitaciones de este enfoque radican, en
primer lugar, en que la objetividad de estos índices es aparente, dado que incluso las necesidades
fisiológicas más elementales varían en función de las características de un sujeto y del entorno en el
que vive, y, en segundo lugar, en la relevancia que tienen en la determinación de la calidad de vida
las necesidades intangibles, como la participación en la vida social, la identidad y la autoestima
(Hettne, 1986, p. 118). La obra de Amartya Sen 3 ofrece un enfoque complejo y convincente del
problema. Lo que importa, según Sen, es lo que las personas pueden o no pueden hacer, y pueden o
no pueden ser, lo que depende no sólo del conjunto de bienes sobre los que una persona puede tener
el mando (derechos), sino de la capacidad (capacidades) de convertirlos en actividades funcionales
(funcionamientos) para lograr sus fines. La cuantía de los ingresos o la cantidad y calidad de los
activos que se poseen no son índices adecuados del bienestar (o del bienestar, como prefiere decir
Sen) porque las necesidades de las personas, sus fines y sus capacidades para utilizar sus ingresos
para alcanzarlos son diferentes, dependiendo de múltiples circunstancias relacionadas con el
individuo (edad, condición física, mentalidad) y con la sociedad a la que pertenece (la existencia y
accesibilidad de los bienes y servicios deseados). La medida del desarrollo es, por tanto, la calidad
actual de la vida de las personas y el alcance de las alternativas entre las que son libres de elegir
(Sen, 1988).

El paso de la concepción del desarrollo como crecimiento y transformación estructural a estos


enfoques más complejos plantea problemas de medición extremadamente difíciles. Sin embargo, en
las dos últimas décadas, las tesis de las "necesidades básicas" y las tesis de Sen han tenido una
influencia considerable no sólo en la literatura económica, sino también en la búsqueda de índices
más satisfactorios para medir el nivel de desarrollo de un país y sus cambios. Desde 1990, una
agencia de las Naciones Unidas, el PNUD, publica un informe anual en el que se clasifica a los
países miembros de la organización según un Índice de Desarrollo Humano (IDH) que incluye
valores ponderados del PIB real per cápita (en dólares PPA), la esperanza de vida al nacer, la
alfabetización y el nivel educativo 4. La principal objeción planteada en el pasado a la búsqueda de
índices de desarrollo distintos de la renta per cápita era que, al estar los demás indicadores posibles
muy correlacionados con los primeros, tenerlos en cuenta no cambiaría la posición de un país en
relación con los demás. Sin embargo, es fácil ver que si leemos la clasificación de los países
ordenados según su PIB per cápita y según el IDH, las dos clasificaciones, como muestran algunos
ejemplos (cuadro 1.3), no coinciden: se puede concluir que, en dos países, para un mismo producto,
el bienestar o la calidad de vida (aunque sólo se mida parcialmente por el IDH) pueden ser
diferentes.
2 Para tener en cuenta la distribución de la renta, Sen ( 1998) propuso una corrección del índice del PIB per
cápita con el índice de Gini, que mide (de un máximo de I a un mínimo de O) la desigualdad distributiva:
PIB*= PIB (1-Gini). Cuanto mayor sea la desigualdad, menor será el índice del nivel de desarrollo de un país.
3 Una bibliografía completa de los escritos de este autor y sus traducciones al italiano en: Testimonianze, año
XLV, mayo-junio de 2002. Para una crítica de los límites de la economía del desarrollo y de la definición de
desarrollo, véase especialmente Sen ( 1992).
4 El método de construcción del índice de desarrollo humano se explica en las Notas Técnicas de los Informes
de Desarrollo Humano del PNUD.

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