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ADVENTISTAS EN COLOMBIA

Después de la Primera Guerra Mundial, la Conferencia General de los Adventistas


decide adelantar la Obra en Interamérica. En 1917 llega a Colombia John Holder,
colportor que inicia la tarea de sembrar la semilla de la verdad con nuestras
publicaciones. Posteriormente envían a Panamá al Pastor Max Trummer, alemán
norteamericano, con su esposa Nohema. Ellos llegan en 1919 a ese país y se
trasladan un año después a Colombia. Este mismo año envían 3 colportores más:
Gilberto Schourin, Louis V. Cleaves y Federico Brower; quienes se unen a
los Trumer para adelantar la Obra, que la empiezan por Barranquilla y la costa norte
del país.

Una Mision en Colombia


Entre 1921 y 1927 funciona la Obra organizada como una sola Misión que incluía
a todo el país, actuando como “Superintendente” el Pr. Trummer y como secretario
Louis V. Cleaves. La Obra se extiende de la costa a los Santanderes, a Bogotá,
Antioquia y el Valle. Antonio Redondo, pastor presbiteriano, fue uno de los
primeros conversos y luego su familia también se une a la iglesia. En 1923 se
bautizan lo primeros creyentes en Bogotá: los hermanos Carlos y Eugenio Plata y
Francisco Hernández. La Obra se fortalece también en Medellín, Supía, Quinchía
y el Valle del Cauca, con especialidad en Cali, Roldanillo y Tuluá

Primeras Iglesias en la Misión


Como resultado del trabajo activo de los primeros misioneros, se organiza la
iglesia Central de Medellín, el 31 de Diciembre de 1927. Ese mismo año se
organiza la Unión Colombo Venezolana, en Cali, y se traslada dos años más tarde
a Medellín y se convierte en sede de la Misión Central. El 2 de Mayo de 1931 se
organiza la iglesia Central de Cali, inaugurándose el templo donde actualmente
todavía existe. Su primer ministrofue el Pastor N.H. Kinzer. Más de 42 conversos
se unen a la iglesia en una solemne ceremonia bautismal ese día.

Inicios en la Costa Atlantica


El Pastor E.W Trummer hizo su primer viaje a Colombia y llego a
Barranquilla en el mes de abril de 1.921. En ese mismo año el Señor
Antonio Redondo procedente de la Iglesia Presbiteriana, recibió sin saber
de quién, un paquete de Publicaciones Adventistas. Al leerlas con avidez
se intereso en las verdades encontradas. El hermano Antonio Redondo
inicio evangelizando a los miembros de su iglesia formando un grupo de ocho
personas que a su vez proclamaban el mensaje a cuantos podían. En el año de 1.924 la
familia Escandón comenzó a interesarse en el evangelio y aunque murió tiempo después
sus hijos siguieron el camino y se prepararon en el colegio adventista.

En 1.925 llegaron a Barranquilla los esposos Brower, el trabajaba como colportor y la


Señora como obrera bíblica. Poco a poco se unieron otros al colportaje, la Agencia del
colportaje no daba abasto para atender los pedidos. Muy pronto se pensó en adquirir una
propiedad, por lo tanto, la Asociación General compro un lote de terreno, en donde se
compro un edificio de dos pisos, y allí se levanto un edificio de dos pisos, que sirvió la
parte alta para la iglesia y la parte de abajo para las oficinas y la escuela, este edificio se
inauguro en 1.930.

En 1.945 en la presidencia del Pr. Eugenio Plata se inicio la primera iglesia en Barranquilla
en la Misión con 100 miembros y en el barrio Rebolo, también con un buen número de
miembros, en ese mismo año funcionaba un programa radial “ La Hora Adventista, dirigido
en directo por el pastor Gilberto Bustamante con una duración de una hora. Durante 1.950 –
1.980 Se construyo el templo Central de Barranquilla, en donde hoy funciona la Asociación
y contaba con 150 miembros.En el año 1992 se cambia la razón social de Misión
Colombiana del Atlántico por Asociación de la Costa Atlántica, en 1993 se entrega a la
naciente Misión Centro Occidental con sede en Medellín todo el territorio de Urabá y
Caucásia, en el año 2003, se entregan los departamentos de Bolívar, Sucre y Córdoba para
constituir la región del Caribe Colombiano y hoy ambos campos son Asociaciones. El 20
de enero de 2.008 La Misión de la Costa Atlántica cambio su status a Asociación de la
Costa Atlántica y por la gracia de Dios la obra no se detiene y para gloria de Dios hay
nuevas iglesias organizadas y el campo va en progreso Evangelístico.

NUESTRAS RAÍCES

La Iglesia Adventista del Séptimo Día nace del movimiento Millerista de 1840 cuando miles de
cristianos buscan entender mejor las profecías
bíblicas. Uno de estos grupos de creyentes redescubre el Sábado como séptimo día de
reposo.

Se da el nombre de “Adventista” porque esperamos el pronto regreso de Jesús; y “Séptimo


Día” porque se refiere al sábado bíblico ordenado por Dios para guardar desde la creación.

En 1863, los nuevos guardadores del sábado se organizan oficialmente en una denominación
con 3500 miembros congregados en 125 iglesias.

Pronto comienzan a compartir su fe fuera de Norte América: primero en Suiza (hacia 1874),
luego en Rusia, Ghana, Sudáfrica, Argentina y Japón.

Hoy, como una de las iglesias cristianas protestantes de más rápido crecimiento, cuenta con
más de 12 millones de miembros adventistas
bautizados que viven en 204 países alrededor del mundo.

Primer Boletín de Nuestro Campo

La obra del Colportaje se inicia en nuestro Campo desde el mismo principio. “LA CRONICA”,
un periódico dirigido por el tesorero de la Misión, el hermano Carlos Plata, comienza su
circulación en 1930. Se publican más de 20 números del mismo y cuenta los sucesos de la
Obra de nuestra Misión y del Alto Magdalena. El primer jefe de colportores de nuestra Misión
es el Pastor Eugenio Plata. Tiempo después se convirtió en el primer ministro ordenado en
Colombia.

Obra Educacional

La Obra Educacional se inicia cuando los creyentes aumentan y se nota la ausencia de una
educación cristiana para los hijos de los nuevos conversos.

Se abren escuelas primarias en Cali y Medellín.

Nuestro blanco a través de los años ha sido y seguirá siendo el siguiente: “Cada niño
adventista, en una escuela adventista” y nuestra filosofia: “Educando para la eternidad”.

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PRESIDENTES

NOMBRES AÑOS DE SERVICIO


Max Trummer 1921-1927
George C. Nickel 1928-1930
Noel H. Kinzer 1931-1936
L. H. Olson 1937-1943
W. Champan 1944-1946
D.C. Prenier 1947-1950 hasta Junio
Gilberto Bustamante Z. 1950- Julio a Diciembre
F. H. Mc.Niel 1951-1952
Tirso Escandón 1953-1955 hasta Junio
Samuel Camacho C. 1955- Julio a Diciembre
Luís C. Larrazabal 1956-1961
Luís A. Bolívar 1962-1966
Félix Hernández F. 1967-1971
Joel Manosalva R. 1972-1973
Norberto Carmona G. 1974-1979 desde Septiembre
Orlando Newball 1980-1981
Joel Leiva 1981-1984
Bernardo Rodríguez 1985-1990
Jorge Alirio Amaya 1990-1995
Mario Villegas 1996-2001
Juan Caicedo 2002-2010
Walter Rojas 2010-Actualidad
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RESEÑA HISTÓRICA
(Colombia)
Después de la Primera Guerra Mundial, la Conferencia General de los Adventistas decide
adelantar la Obra en Interamérica. En 1917 llega
a Colombia John Holder, colportor que inicia la tarea de sembrar la semilla de la verdad con
nuestras publicaciones. Posteriormente envían a
Panamá al Pastor Max Trummer, alemán norteamericano, con su esposa Nohema. Ellos
llegan en 1919 a ese país y se trasladan un año después a Colombia. Este mismo año envían
3 colportores más: Gilberto Schourin, Louis V. Cleaves y Federico Brower; quienes se unen a
los
Trumer para adelantar la Obra, que la empiezan por Barranquilla y la costa norte del país.

Una Mision en Colombia


Entre 1921 y 1927 funciona la Obra organizada como una sola Misión que incluía a todo el
país, actuando como “Superintendente” el Pr. Trummer y como secretario Louis V.
Cleaves. La Obra se extiende de la costa a los Santanderes, a Bogotá, Antioquia y el Valle.

Antonio Redondo, pastor presbiteriano, fue uno de los primeros conversos y luego su familia
también se une a la iglesia. En 1923 se bautizan lo primeros creyentes en Bogotá: los
hermanos Carlos y Eugenio Plata y Francisco Hernández. La Obra se fortalece también en
Medellín, Supía, Quinchía y el Valle del Cauca, con especialidad en Cali, Roldanillo y Tuluá

Primeras Iglesias en la Misión


Como resultado del trabajo activo de los primeros misioneros, se organiza la iglesia Central de
Medellín, el 31 de Diciembre de 1927. Ese mismo año se organiza la Unión Colombo
Venezolana, en Cali, y se traslada dos años más tarde a Medellín y se convierte en sede de la
Misión Central.

El 2 de Mayo de 1931 se organiza la iglesia Central de Cali, inaugurándose el templo donde


actualmente todavía existe. Su primer ministro
fue el Pastor N.H. Kinzer. Más de 42 conversos se unen a la iglesia en una solemne
ceremonia bautismal ese día.

Orígenes de la Misión
En 1930 es organizada la MISION COLOMBIANA DEL PACIFICO. Su primer presidente es el
Pastor George C. Nickel y su primer secretario tesorero, el señor Carlos Plata. El Pr. Nickel
dirige las Misiones del Pacífico y Alto desde Cali debido a que su estado de salud no tolera la
altura de Bogotá. Se realizan ajustes geográficos y se conforman la Misión del Pacífico,
Misión del Alto Magdalena y Misión del Atlántico. En 1941 se define el territorio de nuestro
campo y queda la Misión Colombiana del Pacífico con su situación limítrofe actual.

Del “Gran Chasco” a la Asociación General

Los milleritas creían firmemente que el “segundo advenimiento” de Jesucristo (su


segunda venida a la tierra) se produciría el 22 de octubre de 1844. Cuando su
segunda venida no se produjo, muchos milleritas quedaron desilusionados y
renunciaron a creer en una segunda venida literal, pero otros decidieron seguir
estudiando las Escrituras.
Durante los siguientes quince años, los ex milleritas, que comenzaron a reunirse en
una serie de “conferencias bíblicas”, identificaron una serie de verdades bíblicas
olvidadas desde los días de la Iglesia primitiva. Las creencias clave que adoptaron
fueron las siguientes:

1. De que la segunda venida de Cristo es inminente y será literal, no metafórica,


presenciada por todo el mundo
2. De que el séptimo día, el sábado, y no el domingo, es el día santo de Dios y que la
obligación de guardarlo es perpetua
3. De que Dios no atormenta eternamente a los pecadores, sino que, por el contrario,
los muertos “duermen” hasta la segunda venida y el último juicio
4. De que Cristo ministro en el santuario celestial, mediando por lo tanto en nuestro
favor los beneficios de su muerte en la cruz, salvándonos por su justicia, no por
nuestros propias acciones
5. De que en los últimos días, los cristianos serán tentados por la apostasía, pero que
serán llamados a regresar a la verdad divina —al “mensaje del tercer ángel” de
Apocalipsis 14— por un pequeño “remanente” de creyentes fieles
6. De que el remanente quedaría marcado por una recurrencia del ministerio profético

En todo esto, fueron guiados por una joven, Elena G. White, quien, de acuerdo con
su sexta creencia, reconocieron como profetisa inspirada por Dios.

Estas creencias fueron surgiendo gradualmente. En la década de 1850, no había una


Iglesia Adventista del Séptimo Día, sino tan solo pequeños grupos esparcidos por el
norte de los Estados Unidos, quienes tenían estas creencias en común pero que ni
siquiera tenían un nombre para sí mismos, aunque algunos, como Jaime White, se
identificaron a sí mismos como parte del “Movimiento del Segundo Gran
Advenimiento”, mientras que otros usaban el término “adventista sabatista”.

Con el tiempo, sin embargo, inspirados por la gran comisión de Cristo de “ir y hacer
discípulos”, los adventistas sabatistas del séptimo día reconocieron que necesitaban
organizarse, de manera que pudieran proclamar de manera más efectiva y amplia el
mensaje del tercer ángel. Un paso vital se dio cuando el 1 de octubre de 1860 se
reunieron delegados de los estados septentrionales de los Estados Unidos, quienes
acordaron “adoptar el nombre adventista del séptimo día”. Entonces, el 20 y el 21 de
mayo de 1863, en otro encuentro, los delegados de esos estados norteamericanos y
congregaciones adventistas del séptimo día formaron la “Asociación General de los
Adventistas del Séptimo Día”, una iglesia organizada, enfocada en la misión y en la
proclamación de las buenas nuevas de un Dios que nos creó, vivió entre nosotros,
murió por nosotros y nos redimió.

La inspiración de nuestros pioneros

Dado que la imagen de los fundadores de nuestra iglesia está formada mayormente
por fotografías de hombres de mediana edad, a menudo no nos damos cuenta cuán
diversos eran ellos, tanto en términos de edad como de género y etnia.
Durante los años formativos del movimiento, sus líderes eran mayormente jóvenes,
algunos menores de veinte años, y otros menores de treinta y de cuarenta. Para el
momento del Gran Chasco de 1844, Jaime White tenía 23 años; Elena White y Annie
Smith tenían 16; John N. Andrews tenía 15; y Minerva Loughborough ni siquiera
tenía 15. Urías Smith y John N. Loughborough (hermanos de Annie y Minerva)
tenían solo 13, y George I. Butler tenía solo 10.

A pesar de ello, estos hombres y mujeres jóvenes, con la ayuda de personas


influyentes tales como José Bates (quien en 1844 tenía 52 años), fueron los que
asumieron el liderazgo en las conferencias bíblicas de fines de la década de 1840 y
comienzos de la siguiente, durante las cuales se discutieron, debatieron y acordaron
las creencias de lo que llegarían a ser la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Fueron
ellos los que publicaron una serie de panfletos, presentando persuasivamente las
nuevas creencias, así como una revista, The Advent Review and Sabbath
Herald (hoy conocida como la Revista adventista), que conectó y unió a todos los
creyentes esparcidos, y sin la cual la iglesia jamás habría sido fundada. Fueron ellos
los que lideraron los esfuerzos de transformar una red de pequeños grupos de
creyentes en una organización que uniría a todos los adventistas del séptimo día y
brindaría una base para la misión. La mayoría de los jóvenes de la década de 1850
brindaron liderazgo a la iglesia hasta la década de 1880 y algunos inclusive hasta el
siglo XX.

Aunque solo hombres asistieron al primer Congreso de la Asociación General en


1863, entre los primeros miembros de la iglesia recién creada se destacaron varias
mujeres. Además de Elena White, estaba Minerva Chapman (de soltera
Loughborough), una figura clave en la obra temprana de publicaciones, quien más
tarde llegó a ser Tesorera de la Asociación General; Maud Sisley Boyd, quien llegó a
ser una misionera pionera en Europa, Sudáfrica y Australia; y Nellie Druillard (de
soltera Rankin), quien llegó a ser misionera pionera en África y una influyente
educadora y reformadora de salud. Entre esos primeros miembros de la Iglesia
Adventista en 1863 estaban los Hardy, una destacada familia afroamericana.

Hoy día vemos fotografías de los pioneros que datan de años posteriores, con sus
rostros marcados por vidas gastadas de tanto luchar contra abrumadoras realidades.
Es fácil olvidar que ellos crearon la iglesia cuando aún tenían menos de treinta y de
cuarenta años. Es también fácil olvidar que, aunque los adventistas no ordenaron las
mujeres al ministerio del evangelio, asignaron a las mujeres funciones importantes
en el liderazgo. Y se conoce demasiado poco de que la mayoría de los creyentes de la
década de 1850 no solo eran fervientes abolicionistas, sino que, en la última parte
del siglo XIX, cuando en los Estados Unidos los negros y los chinos fueron relegados
a ser ciudadanos de segunda clase, los adventistas del séptimo día los ordenaron al
ministerio y les encomendaron una importante obra misionera.

La sociedad estadounidense de la época no daba mucho valor a los jóvenes, y


marginalizaba a las mujeres y a las minorías étnicas. Asimismo, las doctrinas
adventistas no eran populares entre los eruditos religiosos. ¿De dónde provino la
osadía de desafiar tanto las convenciones sociales como el consenso religioso de los
principales teólogos? Los adventistas del séptimo día se inspiraron en el amor de
Cristo y en la convicción de que él regresaría pronto, por la confianza en las profecías
divinas, y por la creencia de que el espíritu de profecía se manifestó en Elena White.
En consecuencia, estaban dispuestos a atreverse a cualquier cosa. Aunque les tomó
hasta 1874 darse cuenta de que el cumplimiento de la Gran Comisión implicaba
enviar misioneros al extranjero, después de ello, se comprometieron rápidamente
con la misión mundial. Buscaron reformar no solo la teología sino el estilo de vida,
promoviendo una reforma prosalud radical y dando prioridad a la educación.
Predicaron verdades proféticas, pero también quisieron la plenitud de los hombres
y las mujeres en el presente. Con este fin, durante el primer medio siglo de la
denominación, los adventistas trabajaron en las grandes ciudades y entre las
personas de todos los idiomas y las clases sociales, inspirados por el ejemplo de Jesús
quien, como lo enfatizó Elena G. White, “trataba con los hombres como quien
deseabas hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía a sus necesidades y se
ganaba su confianza. Entonces les decía: ‘Seguidme’” (El ministerio de curación, p.
102).

Al cumplirse los 150 años desde que los adventistas se unieron para la misión, existe
la necesidad más grande que nunca de que los hombres y las mujeres de todas las
edades, de todos los trasfondos étnicos y sociales, sigan el ejemplo de sus
fundadores. Necesitamos, fundados en el amor al Salvador y su amor por los
pecadores, proclamar a Cristo y a este crucificado, anunciar su anhelo de que los
hombres y las mujeres alcancen la plenitud, y su deseo de que “guarden los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12).

Después de 150 años

Nuestro 150° aniversario no es un momento para fiestas o celebraciones; los que


fundaron la Asociación General en 1863 habrían estado sin duda profundamente
desilusionados de saber que sus descendientes aún estarían en la tierra para 2013.
Este importante aniversario es más bien un momento para la reflexión, para el
arrepentimiento y para la acción de gracias. También es un momento para renovar
el compromiso con el propósito para el cual Dios llamó a la existencia este
movimiento.

La iglesia mundial designó el sábado 18 de mayo de 2013 como un día de oración,


recordación y nuevo compromiso con la misión. Se animó a cada congregación local
a que encontrara maneras apropiadas de marcar el 150° aniversario de la Iglesia
Adventista del Séptimo Día al estar unidos en la misión, lo que incluye poner énfasis
en la historia de la iglesia local. Durante todo el año aniversario, cada adventista
también puede sentirse inspirado por nuestra historia.

Este importante aniversario debería motivarnos a reflexionar sobre las maneras en


que Dios ha guiado a su iglesia remanente “y lo que nos ha enseñado en nuestra
historia pasada” (Notas biográficas, p. 216). Deberíamos agradecer a Dios por su
conducción maravillosa, y reflejar en lo que hemos hecho, o dejado de hacer, que
apena a Dios, y arrepentirnos. Es un buen momento para comprometernos, tanto en
forma individual como corporativa, no solo a “un reavivamiento sino [a] una
reforma”, como instó Elena G. White (Review and Herald, 15 de julio de 1902, p. 7).
Es tiempo de comprometernos nuevamente con la predicación del “evangelio eterno
[…] a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6).

Al reflexionar en los 150 años de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, es tiempo de
volver a comprometernos con el destino profético del Movimiento del Gran Segundo
Advenimiento.

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