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En 1.945 en la presidencia del Pr. Eugenio Plata se inicio la primera iglesia en Barranquilla
en la Misión con 100 miembros y en el barrio Rebolo, también con un buen número de
miembros, en ese mismo año funcionaba un programa radial “ La Hora Adventista, dirigido
en directo por el pastor Gilberto Bustamante con una duración de una hora. Durante 1.950 –
1.980 Se construyo el templo Central de Barranquilla, en donde hoy funciona la Asociación
y contaba con 150 miembros.En el año 1992 se cambia la razón social de Misión
Colombiana del Atlántico por Asociación de la Costa Atlántica, en 1993 se entrega a la
naciente Misión Centro Occidental con sede en Medellín todo el territorio de Urabá y
Caucásia, en el año 2003, se entregan los departamentos de Bolívar, Sucre y Córdoba para
constituir la región del Caribe Colombiano y hoy ambos campos son Asociaciones. El 20
de enero de 2.008 La Misión de la Costa Atlántica cambio su status a Asociación de la
Costa Atlántica y por la gracia de Dios la obra no se detiene y para gloria de Dios hay
nuevas iglesias organizadas y el campo va en progreso Evangelístico.
NUESTRAS RAÍCES
La Iglesia Adventista del Séptimo Día nace del movimiento Millerista de 1840 cuando miles de
cristianos buscan entender mejor las profecías
bíblicas. Uno de estos grupos de creyentes redescubre el Sábado como séptimo día de
reposo.
En 1863, los nuevos guardadores del sábado se organizan oficialmente en una denominación
con 3500 miembros congregados en 125 iglesias.
Pronto comienzan a compartir su fe fuera de Norte América: primero en Suiza (hacia 1874),
luego en Rusia, Ghana, Sudáfrica, Argentina y Japón.
Hoy, como una de las iglesias cristianas protestantes de más rápido crecimiento, cuenta con
más de 12 millones de miembros adventistas
bautizados que viven en 204 países alrededor del mundo.
La obra del Colportaje se inicia en nuestro Campo desde el mismo principio. “LA CRONICA”,
un periódico dirigido por el tesorero de la Misión, el hermano Carlos Plata, comienza su
circulación en 1930. Se publican más de 20 números del mismo y cuenta los sucesos de la
Obra de nuestra Misión y del Alto Magdalena. El primer jefe de colportores de nuestra Misión
es el Pastor Eugenio Plata. Tiempo después se convirtió en el primer ministro ordenado en
Colombia.
Obra Educacional
La Obra Educacional se inicia cuando los creyentes aumentan y se nota la ausencia de una
educación cristiana para los hijos de los nuevos conversos.
Nuestro blanco a través de los años ha sido y seguirá siendo el siguiente: “Cada niño
adventista, en una escuela adventista” y nuestra filosofia: “Educando para la eternidad”.
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PRESIDENTES
RESEÑA HISTÓRICA
(Colombia)
Después de la Primera Guerra Mundial, la Conferencia General de los Adventistas decide
adelantar la Obra en Interamérica. En 1917 llega
a Colombia John Holder, colportor que inicia la tarea de sembrar la semilla de la verdad con
nuestras publicaciones. Posteriormente envían a
Panamá al Pastor Max Trummer, alemán norteamericano, con su esposa Nohema. Ellos
llegan en 1919 a ese país y se trasladan un año después a Colombia. Este mismo año envían
3 colportores más: Gilberto Schourin, Louis V. Cleaves y Federico Brower; quienes se unen a
los
Trumer para adelantar la Obra, que la empiezan por Barranquilla y la costa norte del país.
Antonio Redondo, pastor presbiteriano, fue uno de los primeros conversos y luego su familia
también se une a la iglesia. En 1923 se bautizan lo primeros creyentes en Bogotá: los
hermanos Carlos y Eugenio Plata y Francisco Hernández. La Obra se fortalece también en
Medellín, Supía, Quinchía y el Valle del Cauca, con especialidad en Cali, Roldanillo y Tuluá
Orígenes de la Misión
En 1930 es organizada la MISION COLOMBIANA DEL PACIFICO. Su primer presidente es el
Pastor George C. Nickel y su primer secretario tesorero, el señor Carlos Plata. El Pr. Nickel
dirige las Misiones del Pacífico y Alto desde Cali debido a que su estado de salud no tolera la
altura de Bogotá. Se realizan ajustes geográficos y se conforman la Misión del Pacífico,
Misión del Alto Magdalena y Misión del Atlántico. En 1941 se define el territorio de nuestro
campo y queda la Misión Colombiana del Pacífico con su situación limítrofe actual.
En todo esto, fueron guiados por una joven, Elena G. White, quien, de acuerdo con
su sexta creencia, reconocieron como profetisa inspirada por Dios.
Con el tiempo, sin embargo, inspirados por la gran comisión de Cristo de “ir y hacer
discípulos”, los adventistas sabatistas del séptimo día reconocieron que necesitaban
organizarse, de manera que pudieran proclamar de manera más efectiva y amplia el
mensaje del tercer ángel. Un paso vital se dio cuando el 1 de octubre de 1860 se
reunieron delegados de los estados septentrionales de los Estados Unidos, quienes
acordaron “adoptar el nombre adventista del séptimo día”. Entonces, el 20 y el 21 de
mayo de 1863, en otro encuentro, los delegados de esos estados norteamericanos y
congregaciones adventistas del séptimo día formaron la “Asociación General de los
Adventistas del Séptimo Día”, una iglesia organizada, enfocada en la misión y en la
proclamación de las buenas nuevas de un Dios que nos creó, vivió entre nosotros,
murió por nosotros y nos redimió.
Dado que la imagen de los fundadores de nuestra iglesia está formada mayormente
por fotografías de hombres de mediana edad, a menudo no nos damos cuenta cuán
diversos eran ellos, tanto en términos de edad como de género y etnia.
Durante los años formativos del movimiento, sus líderes eran mayormente jóvenes,
algunos menores de veinte años, y otros menores de treinta y de cuarenta. Para el
momento del Gran Chasco de 1844, Jaime White tenía 23 años; Elena White y Annie
Smith tenían 16; John N. Andrews tenía 15; y Minerva Loughborough ni siquiera
tenía 15. Urías Smith y John N. Loughborough (hermanos de Annie y Minerva)
tenían solo 13, y George I. Butler tenía solo 10.
Hoy día vemos fotografías de los pioneros que datan de años posteriores, con sus
rostros marcados por vidas gastadas de tanto luchar contra abrumadoras realidades.
Es fácil olvidar que ellos crearon la iglesia cuando aún tenían menos de treinta y de
cuarenta años. Es también fácil olvidar que, aunque los adventistas no ordenaron las
mujeres al ministerio del evangelio, asignaron a las mujeres funciones importantes
en el liderazgo. Y se conoce demasiado poco de que la mayoría de los creyentes de la
década de 1850 no solo eran fervientes abolicionistas, sino que, en la última parte
del siglo XIX, cuando en los Estados Unidos los negros y los chinos fueron relegados
a ser ciudadanos de segunda clase, los adventistas del séptimo día los ordenaron al
ministerio y les encomendaron una importante obra misionera.
Al cumplirse los 150 años desde que los adventistas se unieron para la misión, existe
la necesidad más grande que nunca de que los hombres y las mujeres de todas las
edades, de todos los trasfondos étnicos y sociales, sigan el ejemplo de sus
fundadores. Necesitamos, fundados en el amor al Salvador y su amor por los
pecadores, proclamar a Cristo y a este crucificado, anunciar su anhelo de que los
hombres y las mujeres alcancen la plenitud, y su deseo de que “guarden los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12).
Al reflexionar en los 150 años de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, es tiempo de
volver a comprometernos con el destino profético del Movimiento del Gran Segundo
Advenimiento.