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Publicado por: Mirador SaludFecha: 23 julio, 2019En: Coaching Integral, Salud y MenteSin Comentarios
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La avalancha de noticias que recibimos día a día nos transmite la urgencia de un cambio en nuestra
Venezuela. Sin embargo, un cambio per se, no nos garantiza el mejor rumbo que podemos desear como
venezolanos. Ahora bien, ¿nos hemos preguntado cuál es ese rumbo? ¿Cómo lo determinamos?
Entre los muchos deseos expresados por los venezolanos en las pancartas que proliferan en las
manifestaciones se encuentran los siguientes:
Derecho a la vida
Queremos libertad
Queremos democracia
Es interesante observar cómo estos llamados coinciden con los derechos globalmente acordados como
dignos de respetar en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948, primer documento
legal establecido para proteger los derechos humanos y garantizar la paz deseada por los países
integrantes. Este documento formalizó el propósito de la creación de las Naciones Unidas (ONU) que se
había fundado en 1945, después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Por cierto, Venezuela fue uno
de los primeros países que se incorporaron ese año.
La ONU considera “que la democracia es un valor universal basado en la expresión de la voluntad libre de
las personas para determinar sus propios sistemas políticos, económicos, sociales y culturales y su
participación plena en todos los aspectos de sus vidas”, destacando, además, “que la democracia, el
desarrollo y respeto de todos los derechos humanos y libertades fundamentales son interdependientes,
reforzándose mutuamente”.
Según la Real Academia Española, encontramos estas tres primeras definiciones de Valor:
Grado de utilidad o aptitud de las cosas para satisfacer las necesidades o proporcionar
bienestar o deleite.
Cualidad de las cosas, en virtud de la cual se da por poseerlas cierta suma de dinero o
equivalente.
Por tanto, cuando hablamos de valores, nos referimos a aquellos lineamientos éticos a los cuales le
damos mayor importancia. La mayoría de las personas se guía por un conjunto de valores, aunque, no
estén muy conscientes de lo que internamente guía sus acciones. Además, si ampliamos la perspectiva
de lo personal a lo colectivo, no siempre estamos de acuerdo en lo que tiene mayor importancia para los
otros. En lo personal dependerá de la posición socioeconómica, de las afiliaciones políticas y creencias
familiares y religiosas, entre otras. En lo colectivo, la jerarquía que le asignamos es influenciada
inevitablemente por los valores de la época y cultura imperante donde se viva.
Dentro de este tema tan complejo es importante reconocer el mérito de este documento global suscrito
por la ONU en 1948, donde se acordaron los valores humanos que todas las naciones pertenecientes a la
organización deben respetar interna y externamente, como una base fundamental para asegurar la paz
en el mundo. Lamentablemente, a pesar de sus iniciales intenciones y acuerdos, pareciera que la
estructura y funcionamiento de la ONU no es suficiente para garantizar que los acuerdos se cumplan
como deseáramos.
Ahora bien, si compromisos y penalizaciones de la organización no bastan, ¿cuál es la forma para poder
inculcar o reforzar en nuestras poblaciones – incluyendo a sus gobernantes – la necesidad de respetar
estos valores que generó la creación de las Naciones Unidas como organización mundial? La declaración
de condiciones valoradas que reflejen nuestras aspiraciones a futuro, pueden quedarse como letra
muerta si no son asimiladas por las personas y los países. Para activar estos valores integrándolos a
nuestra vida se deben traducir en conductas y actitudes concretas. Para ello deben ser comunicados,
modelados y ser culturalmente apreciados en diferentes ámbitos.
Los valores que guían nuestra vida, influenciando nuestras creencias y escogencias, son inculcados
inicialmente por nuestro entorno familiar y sociocultural. En la adultez ya los hemos asumido tan
profundamente, que no nos percatamos de cómo las actitudes, expresiones y formas de vida que
escogemos han sido mayormente influenciados externamente a nosotros. Por ello, actualizar lo que
realmente valoramos en estos momentos es un asunto crucial, personal y colectivamente, porque
seguramente, han variado en importancia y jerarquía de acuerdo a las experiencias vividas. Lo que debe
orientar esta búsqueda es saber cuáles son aquellos valores que nos brindarían la mayor satisfacción al
practicarlos y vivir en consonancia con lo que creemos.
Los valores que nos guían como sociedad y como país son conformados por la importancia que es
otorgada internamente por la mente de cada uno de los venezolanos. En estos tiempos pareciera que
existen posiciones irreconciliables, pero me atrevo a afirmar que abriendo espacios de reflexión,
tenemos más en común que lo aparentemente nos diferencia.
Observando la situación conflictiva en Venezuela, creo que la prioridad es orientar nuestros esfuerzos
para rescatar nuestra democracia, descubriendo lo que nos une profundamente. Esta es la intención
orientadora de la práctica sugerida para un trabajo grupal, aunque puede realizarse individualmente.
Vivir en consonancia con los valores que piensan que les brindarían mayor satisfacción personal y
asumirlos colectivamente, definitivamente nos ayudarían a avanzar como sociedad tanto en esta etapa
de transición como en las fases subsiguientes. La conceptualización de la Investigación Tribus Ocultas,
aunque basada en otras localidades, inspiró este ejercicio dirigido a la realidad venezolana.
Contexto y Objetivos:
Experiencias piloto: se organizarán con un facilitador para que las personas detecten los valores que
realmente guían sus vidas, distinguiéndolos de los heredados de su entorno familiar y socio-cultural y de
los que desearían adoptar (aspiraciones) para crear un futuro mejor para ellos. De esta forma pueden
clarificar las incongruencias que suceden cuando se actúa guiados por principios en los que en realidad
ya no creen o que están en un nivel distinto dentro de sus prioridades.
En una segunda versión se pueden juntar grupos que divergen en sus preferencias políticas para
demostrarles cómo en realidad se orientan o desearían adoptar similares valores. Es decir que, aunque
parecieran divergir externamente, tienen más valores en común que lo que mutuamente asumen. Ver el
interesante trabajo sobre polarización que desarrolla el proyecto internacional Más en Común [More in
Common].
Para esta segunda versión, se buscaría incluir personas con diferentes orientaciones políticas que
requieren trabajar juntos para un propósito común. Haciendo ejercicios como éste, los integrantes de
este grupo empiezan a desarrollar capacidades para deslastrarse de falsas creencias con quienes asumen
como sus opositores políticos, empiezan a sentirse menos amenazados por los otros, dejan de percibirse
mutuamente como enemigos y sobre todo empiezan a darse cuenta que logran más si trabajan
coordinados para un mismo propósito, en vez de sentir que por estar en bandos contrarios requieren
ganar al otro a toda costa, disminuyendo su eficiencia para lograr lo que desean.
Preparación:
Imprimir para repartir a cada uno de los participantes, el anexo con los 10 primeros artículos de la
Declaración de las Naciones Unidas.
El facilitador dará una pequeña introducción sobre la importancia de esta práctica sobre valores y del
impacto positivo que tiene en nuestras vidas el saber lo qué guía nuestros actos y actitudes. Además, al
conocer lo que valoramos podemos trazar una ruta clara para contribuir en el logro de los cambios que
deseamos, personal y colectivamente. Recordarles que estos valores fueron acordados mundialmente
conformando la primera declaración de la ONU.
Entregar las copias de los 10 primeros artículos (de un total de 30). Después de dar un tiempo para
leerlos, el facilitador pedirá a los participantes seleccionar los tres valores que personalmente
consideren como los más importantes.
Para cada uno de los valores escogidos, se les invita a describir qué hacen cuando actúan motivados por
este valor, escribir cuáles son las conductas y actitudes que este valor les inspira.
Pausa para la discusión grupal con apoyo del facilitador. Se sugiere escribir en un rotafolio o pizarra el
resultado de todo el grupo para compartir los valores prioritarios escogidos por los participantes del
grupo.
Seguidamente con la participación de todos, indagar si estos valores son asumidos en el día a día.
Preguntar, si estos valores son aspiraciones o que realmente son aplicados en la vida diaria.
Añadiendo un nivel más a la discusión, formar pequeños grupos para que compartan: a) qué ha
contribuido a asumirlos (familia, amigos, trabajo, lugares de estudio) y b) si la prioridad que inicialmente
les asignaron ha cambiado en el tiempo.
Volver al grupo general y pedirles precisar cuáles valores quisieran incorporar en el futuro (personal y
colectivamente) y por qué. Para ello, se invitan a releer la lista entregada con los 10 artículos, observar
sus preferencias iniciales y reevaluar si añadirían nuevos valores que desearían integrar a su vida y qué
ventajas les brindaría esto.
Pedir que cada uno exponga el valor que desearía que oriente su vida y decir cuál sería una acción
factible de realizar al día siguiente para empezar a vivir inspirado por ese valor. Subrayarlo en la lista de
valores y anotar esta nueva conducta o actitud con la cual se dará el primer paso de su compromiso
personal para mejorar su vida futura.
Cierre de la reunión con alguna muestra de solidaridad grupal, como un abrazo entre todos para sellar el
compromiso de cambio.
El ejercicio se desarrolla en forma similar a la primera versión. El cambio que se sugiere es añadir o
sustituir el punto #7 por una actividad grupal en la cual se buscaría resaltar los puntos o valores comunes
que hayan surgido individualmente. El cierre de la reunión también estaría determinado para buscar la
mayor empatía posible entre los participantes que tengan diferencias. Es importante no sólo destacar las
consecuencias de las circunstancias que moldearon sus valores, sino la necesidad de cambio que sucede
a lo largo de nuestra vida. Los principios que guían esta versión del ejercicio han demostrado su
efectividad en situaciones de conflicto en distintos países.
Jeannette Díaz
Nota: Declaración Universal de Derechos Humanos adoptada y proclamada por la Asamblea General en
su resolución 217 A (III), de 10 de diciembre de 1948
La Asamblea General
Proclama la presente Declaración Universal de Derechos Humanos como ideal común por el que todos
los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones,
inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a
estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su
reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros
como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción.
Artículo 1 : Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están
de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 2: Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción
alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o
social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o
territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de
un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de
soberanía.
Artículo 4: Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están
prohibidas en todas sus formas.
Artículo 5: Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.
Artículo 6: Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad
jurídica.
Artículo 7: Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley.
Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra
toda provocación a tal discriminación.
Artículo 8: Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales nacionales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la
constitución o por la ley.
Artículo 9: Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.
Artículo 10: Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y
con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y
obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.
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dignos de respetar en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948, primer documento
legal establecido para proteger los derechos humanos y garantizar la paz deseada por los países
integrantes. Este documento formalizó el propósito de la creación de las Naciones Unidas (ONU) que se
había fundado en 1945, después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Por cierto, Venezuela fue uno
de los primeros países que se incorporaron ese año.
La ONU considera “que la democracia es un valor universal basado en la expresión de la voluntad libre de
las personas para determinar sus propios sistemas políticos, económicos, sociales y culturales y su
participación plena en todos los aspectos de sus vidas”, destacando, además, “que la democracia, el
desarrollo y respeto de todos los derechos humanos y libertades fundamentales son interdependientes,
reforzándose mutuamente”.
Según la Real Academia Española, encontramos estas tres primeras definiciones de Valor:
Grado de utilidad o aptitud de las cosas para satisfacer las necesidades o proporcionar
bienestar o deleite.
Cualidad de las cosas, en virtud de la cual se da por poseerlas cierta suma de dinero o
equivalente.
Por tanto, cuando hablamos de valores, nos referimos a aquellos lineamientos éticos a los cuales le
damos mayor importancia. La mayoría de las personas se guía por un conjunto de valores, aunque, no
estén muy conscientes de lo que internamente guía sus acciones. Además, si ampliamos la perspectiva
de lo personal a lo colectivo, no siempre estamos de acuerdo en lo que tiene mayor importancia para los
otros. En lo personal dependerá de la posición socioeconómica, de las afiliaciones políticas y creencias
familiares y religiosas, entre otras. En lo colectivo, la jerarquía que le asignamos es influenciada
inevitablemente por los valores de la época y cultura imperante donde se viva.
Dentro de este tema tan complejo es importante reconocer el mérito de este documento global suscrito
por la ONU en 1948, donde se acordaron los valores humanos que todas las naciones pertenecientes a la
organización deben respetar interna y externamente, como una base fundamental para asegurar la paz
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estructura y funcionamiento de la ONU no es suficiente para garantizar que los acuerdos se cumplan
como deseáramos.
Ahora bien, si compromisos y penalizaciones de la organización no bastan, ¿cuál es la forma para poder
inculcar o reforzar en nuestras poblaciones – incluyendo a sus gobernantes – la necesidad de respetar
estos valores que generó la creación de las Naciones Unidas como organización mundial? La declaración
de condiciones valoradas que reflejen nuestras aspiraciones a futuro, pueden quedarse como letra
muerta si no son asimiladas por las personas y los países. Para activar estos valores integrándolos a
nuestra vida se deben traducir en conductas y actitudes concretas. Para ello deben ser comunicados,
modelados y ser culturalmente apreciados en diferentes ámbitos.
Los valores que guían nuestra vida, influenciando nuestras creencias y escogencias, son inculcados
inicialmente por nuestro entorno familiar y sociocultural. En la adultez ya los hemos asumido tan
profundamente, que no nos percatamos de cómo las actitudes, expresiones y formas de vida que
escogemos han sido mayormente influenciados externamente a nosotros. Por ello, actualizar lo que
realmente valoramos en estos momentos es un asunto crucial, personal y colectivamente, porque
seguramente, han variado en importancia y jerarquía de acuerdo a las experiencias vividas. Lo que debe
orientar esta búsqueda es saber cuáles son aquellos valores que nos brindarían la mayor satisfacción al
practicarlos y vivir en consonancia con lo que creemos.
Los valores que nos guían como sociedad y como país son conformados por la importancia que es
otorgada internamente por la mente de cada uno de los venezolanos. En estos tiempos pareciera que
existen posiciones irreconciliables, pero me atrevo a afirmar que abriendo espacios de reflexión,
tenemos más en común que lo aparentemente nos diferencia.
Observando la situación conflictiva en Venezuela, creo que la prioridad es orientar nuestros esfuerzos
para rescatar nuestra democracia, descubriendo lo que nos une profundamente. Esta es la intención
orientadora de la práctica sugerida para un trabajo grupal, aunque puede realizarse individualmente.
Vivir en consonancia con los valores que piensan que les brindarían mayor satisfacción personal y
asumirlos colectivamente, definitivamente nos ayudarían a avanzar como sociedad tanto en esta etapa
de transición como en las fases subsiguientes. La conceptualización de la Investigación Tribus Ocultas,
aunque basada en otras localidades, inspiró este ejercicio dirigido a la realidad venezolana.
Contexto y Objetivos:
Experiencias piloto: se organizarán con un facilitador para que las personas detecten los valores que
realmente guían sus vidas, distinguiéndolos de los heredados de su entorno familiar y socio-cultural y de
los que desearían adoptar (aspiraciones) para crear un futuro mejor para ellos. De esta forma pueden
clarificar las incongruencias que suceden cuando se actúa guiados por principios en los que en realidad
ya no creen o que están en un nivel distinto dentro de sus prioridades.
En una segunda versión se pueden juntar grupos que divergen en sus preferencias políticas para
demostrarles cómo en realidad se orientan o desearían adoptar similares valores. Es decir que, aunque
parecieran divergir externamente, tienen más valores en común que lo que mutuamente asumen. Ver el
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Para esta segunda versión, se buscaría incluir personas con diferentes orientaciones políticas que
requieren trabajar juntos para un propósito común. Haciendo ejercicios como éste, los integrantes de
este grupo empiezan a desarrollar capacidades para deslastrarse de falsas creencias con quienes asumen
como sus opositores políticos, empiezan a sentirse menos amenazados por los otros, dejan de percibirse
mutuamente como enemigos y sobre todo empiezan a darse cuenta que logran más si trabajan
coordinados para un mismo propósito, en vez de sentir que por estar en bandos contrarios requieren
ganar al otro a toda costa, disminuyendo su eficiencia para lograr lo que desean.
Preparación:
Imprimir para repartir a cada uno de los participantes, el anexo con los 10 primeros artículos de la
Declaración de las Naciones Unidas.
El facilitador dará una pequeña introducción sobre la importancia de esta práctica sobre valores y del
impacto positivo que tiene en nuestras vidas el saber lo qué guía nuestros actos y actitudes. Además, al
conocer lo que valoramos podemos trazar una ruta clara para contribuir en el logro de los cambios que
deseamos, personal y colectivamente. Recordarles que estos valores fueron acordados mundialmente
conformando la primera declaración de la ONU.
Entregar las copias de los 10 primeros artículos (de un total de 30). Después de dar un tiempo para
leerlos, el facilitador pedirá a los participantes seleccionar los tres valores que personalmente
consideren como los más importantes.
Para cada uno de los valores escogidos, se les invita a describir qué hacen cuando actúan motivados por
este valor, escribir cuáles son las conductas y actitudes que este valor les inspira.
Pausa para la discusión grupal con apoyo del facilitador. Se sugiere escribir en un rotafolio o pizarra el
resultado de todo el grupo para compartir los valores prioritarios escogidos por los participantes del
grupo.
Seguidamente con la participación de todos, indagar si estos valores son asumidos en el día a día.
Preguntar, si estos valores son aspiraciones o que realmente son aplicados en la vida diaria.
Añadiendo un nivel más a la discusión, formar pequeños grupos para que compartan: a) qué ha
contribuido a asumirlos (familia, amigos, trabajo, lugares de estudio) y b) si la prioridad que inicialmente
les asignaron ha cambiado en el tiempo.
Volver al grupo general y pedirles precisar cuáles valores quisieran incorporar en el futuro (personal y
colectivamente) y por qué. Para ello, se invitan a releer la lista entregada con los 10 artículos, observar
sus preferencias iniciales y reevaluar si añadirían nuevos valores que desearían integrar a su vida y qué
ventajas les brindaría esto.
Pedir que cada uno exponga el valor que desearía que oriente su vida y decir cuál sería una acción
factible de realizar al día siguiente para empezar a vivir inspirado por ese valor. Subrayarlo en la lista de
valores y anotar esta nueva conducta o actitud con la cual se dará el primer paso de su compromiso
personal para mejorar su vida futura.
Cierre de la reunión con alguna muestra de solidaridad grupal, como un abrazo entre todos para sellar el
compromiso de cambio.
El ejercicio se desarrolla en forma similar a la primera versión. El cambio que se sugiere es añadir o
sustituir el punto #7 por una actividad grupal en la cual se buscaría resaltar los puntos o valores comunes
que hayan surgido individualmente. El cierre de la reunión también estaría determinado para buscar la
mayor empatía posible entre los participantes que tengan diferencias. Es importante no sólo destacar las
consecuencias de las circunstancias que moldearon sus valores, sino la necesidad de cambio que sucede
a lo largo de nuestra vida. Los principios que guían esta versión del ejercicio han demostrado su
efectividad en situaciones de conflicto en distintos países.
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inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a
estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su
reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros
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de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 2: Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción
alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o
social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o
territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de
un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de
soberanía.
Artículo 4: Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están
prohibidas en todas sus formas.
Artículo 5: Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.
Artículo 6: Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad
jurídica.
Artículo 7: Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley.
Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra
toda provocación a tal discriminación.
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competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la
constitución o por la ley.
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con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y
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