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En el continente americano, en el siglo XX nunca se dio un choque militar de las

dimensiones de las batallas del Bajío en 1915. En esa regió n se enfrentaron los
poderosos ejércitos revolucionarios de Pancho Villa y Á lvaro Obregó n, representando
proyectos políticos distintos. Allí se decidió el rumbo de la revolució n y el origen del
nuevo Estado mexicano. La guerra civil que enfrentó a los partidarios de Venustiano
Carranza, o constitucionalistas, contra los convencionistas comandados por Francisco
Villa y Emiliano Zapata, emergió a finales de 1914, tras haber colaborado ambas
fuerzas en la caída del antiguo régimen. Estos ejércitos se enfrentaron para definir si la
revolució n debería ser solamente política o debería iniciar también la transformació n
social, empezando por la liquidació n del latifundio. Al final, la derrota de Villa llevó a la
disolució n de la Divisió n del Norte a finales de 1915, y el triunfo de Carranza coaguló
en la Constitució n de 1917.
Inicio de la guerra
El 14 de noviembre de 1914 la Divisió n del Norte avanzo desde Aguascalientes donde
se celebró la convenció n revolucionaria y cayó como un rayo sobre tres mil hombres
del general Teodoro Elizondo, vanguardia de los veinte mil que Pablo Gonzá lez había
escalonado en los estados de Guanajuato y Querétaro con la idea de repetir la
prolongada defensa que había llevado a cabo exitosamente contra los huertistas en
1913. Esta vez no seria como pone Martin Luis Guzmá n en palabras de pancho villa
El incontenible de Villa hacia la ciudad de México, sumado a la asfixiante presió n
zapatista, obligo al carrancista Albaro Obregó n a evacuar la capital de la Repú blica,
que fue ocupada por los surianos el 24 de noviembre, aunque Emiliano Zapata no
entro a la ciudad, decidido a esperar a villa para hacerlo.
El 4 de diciembre, Pancho villa, acompañ ado de una pequeñ a escolta, se dirigió a
Xochimilco, donde fue recibido por Zapata y los principales jefes del sur. La entrevista
empezó con dificultades por la insó lita timidez de los dos legendarios caudillos por la
insó lita timidez de los dos legendarios caudillos, pero poco a poco fueron entrando en
confianza. Finalmente comieron y luego de una animada charla publica se
entrevistaron en privado, saliendo de la reunió n la confirmació n de la alianza ya
pactada en Aguascalientes por los representantes de ambos ejércitos.
El 6 de diciembre la divisió n del norte y el ejercito libertador del sur hicieron su
entrada triunfal a la capital de la repú blica. Detrá s de las escoltas personales de Zapata
y Villa, venían los jefes de la columna: en lugar de honor, ataviando con un magnifico
traje de charro y montando un caballo rosillo, Emiliano Zapata; a su izquierda,
haciendo caracolear a su soberbio alazá n tostado, el general Francisco villa respondía
sonriente a los vítores de la multitud.
Completaban la línea los generales Tomas Urbina, Rafael Buelna, Otilio Montañ o,
Rodolfo Fierro y Mateo Almanza. Los seguían dieciocho mil hombres de las tropas del
sur y cerraban el desfile quince mil soldados villistas, de caballería artillería e
infantería, encabezados por el general Felipe Á ngeles. Al final del desfile, dentro del
palacio nacional se tomaron las famosas fotografías que han pasado a la historia
(erró neamente) como “Villa en la presidencial”, que marcan simbó licamente el
momento culminante de la revolució n campesina. A partir de este punto, segú n las
versiones mas conocidas de los hechos, se torció el rumbo victorioso de la revolució n
popular por que Villa y Zapata, caudillos campesinos, no supieron que hacer con el
poder recién conquistado y abandonaron palacio nacional, perdiendo la guerra
cuando lo tenían todo para ganarla. Este supuesto del que parten la explicació n es
tradicional de la derrota de la revolució n popular es falso.
Las fuerzas contendientes y el plan de villa
¿Cuá l era la situació n político-militar de México en diciembre de 1914? Es un lugar
comú n en la historiografía de la Revolució n decir que casi todas las ventajas estaban
del lado convencionista, dueñ o de un ejército mayor en nú mero y recursos que el de
los carrancistas, así como de casi todo el territorio nacional. En realidad, la situació n
estaba mucho má s equilibrada. Los carrancistas contaban con má s de sesenta mil
hombres distribuidos en distintos estados; por su parte, los convencionistas tenían
algunos soldados má s y mayor territorio bajo su control (prá cticamente el resto del
país, salvo Oaxaca, Michoacá n y Baja California, dominados por grupos independientes
o “neutrales”). Estos ú ltimos contaban con la ventaja de que todos sus territorios
estaban comunicados, de manera que podían movilizar a sus soldados –como lo
hicieron– de un frente a otro con relativa rapidez. Eso les daba ventajas a los villistas
en el corto plazo, siempre que actuaran con decisió n; pero éstas se desvanecían y
revertían en el mediano plazo por varias razones má s econó micas que militares, pues
los carrancistas eran dueñ os de las regiones que generaban mayores recursos vía el
comercio internacional y la exportació n de materias primas, sobre todo el puerto de
Veracruz y la zona petrolera y su llave, Tampico, que ademá s de ser una fuente segura
y constante de divisas, era una gran herramienta de presió n internacional en esos
momentos en que la Primera Guerra Mundial hacía del petró leo un recurso
estratégico.
¿Por qué Villa no persiguió a Carranza en fuga hacia Veracruz?
Asi estaban las cosas cuando Villa y Zapata prepararon el pan de operaciones en
Xochimilco para la campañ a que empezaba. Felipe Á ngeles insistía en que el grueso de
la divisió n del norte, reforzada por contingentes surianos escogidos, atacar a Puebla y
Veracruz, (“lo importante para nosotros es atacar a Carranza, que es la cabeza.
Siempre hay que pegar a la cabeza.” decía á ngeles, segú n cuenta su amigo y discípulo
vito a lesió n robles) pero luego de los 6 días de discusiones, estudio y consultas con
sus generales, el 10 de diciembre villa optó por otro plan.
La decisió n de Pancho Villa de dividir a su poderoso ejército ha sido enormemente
criticada a toro pasado. Se ha exagerado la importancia estratégica, militarmente
hablando, del puerto de Veracruz en las postrimerías de 1914. El plan de villa(opuesto
al de á ngeles, qué priorizaba el avance sobre Veracruz) contenía una visió n global de
los aspectos políticos militares y econó micos a considerar en esa importantísima
coyuntura: incluidala defensa de los territorios del norte, base econó mica y social del
villismo (argumentó que á ngeles, mucho má s atento a las necesidades puramente
militares, no comprendía)]; la conquista de las metró polis de occidente y del noroeste:
Guadalajara y Monterrey y una gran ofensiva contra Tampico y la zona petrolera cuya
pérdida hubiera sido un golpe mortal para los carrancistas.
Es decir, el grueso de la divisió n del norte entre ello las mejores tropas y generales
tenían la misió n de apoderarse de la regió n econó micamente má s diná mica del país; el
noroeste y la zona petrolera. Estos planes fallaron y los ejércitos campesinos fueron
vapuleados en un solo unos meses, lo que da sustento deseamos que, a toro pasado, a
las críticas hechas al plan de villa y zapata.
La derrota de la divisió n del norte lo que significó también la derrota del zapatismo
suele explicarse por el localismo y la estrechez de miras de los jefes campesinos por su
carencia de una cooperació n de estado y de un programa político o por su tardanza en
la aplicació n de la reforma agraria y otras reformas sociales, así como su dependencia
de Estados Unidos. Incluso sobran quienes aseguran que el villismo ni siquiera era un
movimiento revolució n.
La convención a la ofensiva
a principios de 1915 la primera columna de la divisió n del norte salió de Torreó n a las
ó rdenes de Felipe Á ngeles má s las de Emiliano y Raú l madero, Severino Ceniceros
Orestes Pereyra y má ximo García, rumbo al saltillo y Monterrey, para destruir a las
fuerzas de Pablo Gó mez, Maclovio herrera y Antonio Villarreal. De Monterrey los
villistas deberían avanzar a la frontera de Tamaulipas y a la Ciudad Victoria y Tampico.
La segunda columna fue puesta a las ó rdenes de Tomá s Urbina y Manuel chao; tenía la
encomienda de avanzar sobre Tampico, arrebatando ese puerto a los carrancistas y
con él el control de las exportaciones petroleras. Y la tercera columna comandada por
villa, con las tropas de Calixto contreras, José rodríguez y Juliá n medina y brigadas de
nueva creació n puestas a las ó rdenes de Rodolfo fierro y Pablo Seañ ez, debía avanzar
sobre Guadalajara y destruir al nú cleo enemigo que en Jalisco mandaban Manuel
Diéguez y Francisco Murguía.
Ademá s de los cuatro grandes frentes principales de este plan de operaciones (zapata
vs obregó n en Puebla, dj fierro contra Diéguez y Murguía en Jalisco, Á ngeles vs
Villarreal y Gonzá lez en Coahuila y Nuevo Leó n Urbina vs Treviñ o en la huasteca,), se
combatían varios frentes menores que a veces eran resultado má s de rencillas
regionales que de los acontecimientos nacionales. Así se luchaban en Sonora, Sinaloa,
Yucatá n, Tabasco Oaxaca, Chiapas, Michoacá n y otras entidades. También hay que
considerar que villa tuvo que dejar algunas fuerzas de guarnició n en las ciudades de
México, Torreó n y Chihuahua, así como tropas de reserva en Irapuato, desde donde,
merced a los ferrocarriles, podían desplazarse rá pidamente a cualquiera de los 3
frentes principales de la divisió n. En esos momentos el centro del norte tenía sus
ó rdenes a casi 50 000 hombres má s las fuerzas de los zapatistas.
Ademá s, temporalmente se abrió el quinto frente el 16 de enero1915 el general
Eulalio Gutiérrez, presidente de compromiso electo en la convenció n de
Aguascalientes y cuya convivencia con los carrancistas fue descubierta por Á ngeles,
abandonó la Ciudad de México con los ministros, consejeros y algunas tropas que
fueron rá pidamente derrotadas por los villistas en san Felipe Torresmochas,
Guanajuato. Sin embargo, el dañ o se hizo: villa tuvo que distraer importantes
contingentes para darles caza en un momento clave de la guerra.
De cualquier manera, para principios de abril de 1915 el ejército de la convenció n
operando por líneas interiores habían obtenido importantes victorias en Puebla:
ramos Arizpe, Coahuila; Guadalajara y Sayula, Jalisco; y san Felipe, Guanajuato, pero no
habían destruido ninguna de las columnas carrancistas luego de la ofensiva de
noviembre de 1914. Mientras tanto obregó n avanzaba con contingentes frescos e
intenciones muy claras, separar físicamente al villismo del zapatismo y unirse con la
columna de Diéguez y Murguía en Irapuato. El objetivo del caudillo sonorense era
transparente: reducir el espacio vital de los convencionistas hasta forzar al centauro a
atacarla aprovechando las ventajas tá cticas de la defensa.
Rumbo al bajío
Villa entendió a la perfecció n el desafío planteado por obregó n como lo explicó a
zapata en una larga carta que le envió el 18 de marzo desde Monterrey en respuesta a
una del zuliano del 20 de febrero en la que este le pedía parque para tomar México y
continuar la campañ a sobre Veracruz. En aquella misiva. Que es una tempranísima
historia de primera mano de la campañ a. Villa expone los datos fundamentales en
vísperas de las batallas del bajío: la angustia ante la creciente dificultad para conseguir
material bélico, el agotamiento de los recursos econó micos, la imposibilidad para
ayudar a sostener el esfuerzo de guerra de los zapatistas y sobre todo, la sensació n de
que el tiempo jugaba cada vez má s rá pidamente a favor de los carrancistas.
Todos los testimonios que reproducen la posició n y los argumentos de villa ante la
coyuntura abierta por el avance de obregó n al bajío van en ese sentido. Por lo tanto,
puede asegurarse que el plan de centauro era reactivo; consistía en enfrentar a
obregó n cuanto antes y volver a enlazar sus líneas con los zapatistas, a quienes en la
misma carta urgía a que recuperaran la Ciudad de México.
Á ngeles volvió a ponerse al plan de villa y viajó de Monterrey a Torreó n para pedirle al
general en jefe que no enfrentará n a obregó n en el bajío, sino que retrocedieran hacia
el norte: había que dejar que el sonorense avanzara y extendiera tanto su línea de
abastecimiento que los zapatistas u otras fuerzas pudiesen al fin cortarla. Villa lo
escuchó atentamente, pero respondió que no podía esperar y que se echara
inmediatamente sobre obregó n a quien arrebataría el material de la guerra que le
hacía falta. Á ngeles no consideró que la caída de Irapuato en manos de obregó n
supondría necesariamente el abandono del frente occidental y con ello la unificació n
de las fuerzas de Diéguez y Murguía con el ejército de operaciones, ademá s de que el
sonorense estaría recibiendo refuerzos constantemente.
Al salir de Torreó n hacia Irapuato, villa fue sembrando desinformació n que si tenían
32000 soldados, que avanzarían con el grueso de las tropas contra Diéguez y Murguía
dejando só lo un retén en el bajío; pero nada de esto engañ ó a obregó n, principal
destinatario de esos informes, aunque sí a muchos historiadores, que creyeron en la
enorme superioridad numérica de las fuerzas villistas en la primera batalla de Celaya,
Guanajuato.
Las batallas del bajío
El 6 y 07 de abril de 1915 se enfrentaron Por Primera Vez los 2 má s formidables
soldados de la Revolució n, Á lvaro Obregó n y Francisco villa, en una batalla por el
control de Celaya, que terminó con una victoria parcial de los carrancistas. Una
semana después entre el 13 y 15 de abril se liberó la segunda batalla de Celaya. En la
que los villistas recibieron un golpe demoledor. En la primera participació n de 10 a
12000 villistas y en la segunda de 15 a 18000.
La intenció n del centauro del norte al atacar Celaya era clara. En esos momentos se
combatía en muchos frentes y la situació n militar era muy equilibrada. Si la columna
de villa logró poner en fuga al ejército de obregó n podrían capitalizarse los triunfos de
á ngeles en el noroeste y reforzar las columnas de Rodolfo Fierro y Tomá s Urbina,
empantanadas en Guadalajara y en el É bano San Luis Potosí. Villa comenzaba a darse
cuenta de que el tiempo jugaba en su contra y con una pequeñ a columna trató de
reforzar la situació n en Celaya.
El tiempo nos ha mostrado que la victoria de obregó n en Celaya fue definitiva, pero en
ese momento ni el sonorense ni villa la vieron así y la batalla de trinidad y Santa Ana
del conde cerca de Leó n Guanajuato la de mayor envergadura de la Revolució n parece
darles la razó n. Pero para poder presentar el combate y hacer frente a los crecientes
contingentes carrancistas villa tuvo que recurrir a todas sus reservas y a las tropas que
combatían en Jalisco y É bano, cediendo esos frentes vitales. Por otro lado, los villistas
no só lo perdieron una gran batalla y de paso la posibilidad de seguir atacando;
también perdieron la seguridad en la inestabilidad del centauro su aureola mítica
sufrió una irreparable abolladura.
Los villistas abandonaron Irapuato y Guadalajara y se fortificaron en una extensa línea
defensiva sobre la vía del ferrocarril de Silao a Leó n, mientras llegaban los
contingentes de Á ngeles y ruina desde el noroeste y el É bano.
El 27 de abril comenzaron los combates en trinidad. Desde ese día y hasta el 31 de
mayo los 2 ejércitos se enfrentaron en fragorosas batallas a lo largo de una línea de
fuego de má s de 30000 km y del uno al 5 de junio los combates se generalizaron
mediante una serie de maniobras ordenadas por ambos comandantes en jefe, las
cuales terminaron resolviendo la batalla a favor de los carrancistas. Los villistas
derrotados retrocedieron hasta Aguascalientes.
La derrota de la división del norte
en esa entidad el ejército villista volvió a ser vencido entre el 7 y el 10 de Julio la
divisió n del norte herida de muerte se retiró a la laguna. Fue en Torreó n donde
empezó a advertirse la magnitud del desastre. Chihuahua y la laguna, que habían
alimentado la formidable maquinaria de guerra villista estaban agotadas
econó micamente y no había de donde sacar recursos para construir un nuevo ejército.
Algunos jefes pasaban decididamente al enemigo otros abandonaban la lucha y se
exiliaban. El villismo se desmoronaba.
Pero Pancho Villa no era un hombre que se dobla para y en Torreó n planeó una nueva
campañ a visto el agotamiento de Chihuahua, se formaría una columna fuerte en 14000
hombres los mejores de lo que quedaba de la divisió n, encabezada por villa fierro y
José rodríguez, que cruzaría de Chihuahua a Sonora donde las fuerzas aliadas de José
María Maytorena unidas con los yaquis tenían cercado al jefe carrancista del estado, el
general Plutarco Elías Calles. El centauro buscaba repetir el recorrido que había hecho
obregó n, en 1913 y 1914 de Sonora al corazó n del país por el occidente. Entre octubre
y diciembre de 1915 los planes de villa se derrumbaron estrepitosamente y la divisió n
del norte desapareció . Las fuerzas carrancistas se movieron con enorme rapidez y
eficacia, derrotaron a la columna de villa y la redujeron a su mínima expresió n en
Sonora. Para ello contaron Por Primera Vez con la interesada ayuda de Estados Unidos,
que permitió el traslado por los ferrocarriles norteamericanos de una fuerte columna
de piedras negras, Coahuila, a Agua Prieta Sonora. También fue despedazada en
Sinaloa la columna auxiliar villista de Juan banderas y Orestes Pereyra, ademá s de que
fueron ocupados de las principales plazas de la laguna y Chihuahua ante la impotencia
de los villistas enfrentados a las fuerzas muy superiores. En esos meses murieron
varios de los significados jefes villistas como Rodolfo Fierro, José rodríguez, Orestes
Pereira, Carlos Almeida y José Heró n Gonzá lez.
El 25 de diciembre el centauro reunió a la gente que le quedaba en la hacienda de
bustillos Chihuahua y dirigiéndose a la tropa formada declaró disuelta a la divisió n del
norte. Se quedó al frente de un grupo selecto de veteranos chihuahuenses y mandó al
resto a sus casas donde segú n su gusto podrían continuar como el luchando contra el
racismo o volver a la vida privada. Terminaba la guerra e iniciaba la resistencia
guerrillera que se prolongaría implacable y sangrienta durante 5 añ os.
Conclusiones y discusiones históricas
los planes alternos que propuso a Felipe Á ngeles en diciembre de 1914 y marzo de
1915 lo hacen aparecer a los ojos de la posteridad como el preclaro estratega que a
diferencia de los caudillos populares sí tenía una visió n nacional de la lucha. Hemos
mostrado en los planes de villa y su ló gica nacional. En nuestras investigaciones se ha
explicado el proyecto de nació n de los villistas y zapatistas, así como la destrucció n del
latifundio de los territorios que dominaban. De tal modo que no es la ausencia de
proyecto ni de estrategia lo que provocó la derrota de los campesinos ni es
necesariamente á ngeles quien tenía razó n.
Una segunda polémica tiene que ver con el material de guerra: está bien establecida la
angustia del villismo en vísperas y durante las grandes batallas, pero las fuentes
también muestran los problemas que los carrancistas tenían que enfrentar para
conseguir el material bélico y enviarlo de manera suficiente y oportuna al frente de
batalla. En ese sentido estaban parejos. Sin embargo, el aná lisis de los combates no
muestra que esto se hayan decidido por la carencia de esos recursos en el bando
derrotado.
Existe un extendido rumor sobre las balas falsas o defectuosas que habían provocado
la desastrosa retirada de villa el 15 de abril de 1915 en Celaya. De estas balas no se
habla de los testimonios posteriores de los oficiales villistas como Federica Cervantes,
Gustavo Duró n Gonzá lez, Ignacio muñ oz o Juan Vargas, ni tampoco en fuentes
carrancistas. Los testimonios sobre este parque falsificado aparecen entre los
informantes de Alberto Calzadías, quien los entrevistó en los añ os 50 del siglo xx y en
las entrevistas levantadas para el archivo de la Palabra del INAH en los añ os 70.
¿Real realmente ocurrió el hecho? Todos los testimonios sobre las balas falsas son
tardíos y orales, contradictorios entre sí. Por lo tanto, la falsificació n de armamento
industrial exigiría una conspiració n que implicaría no só lo al gobierno de Estados
Unidos, sino también a las fá bricas de material de guerra, que habrían tenido que
alterar la cadena de montaje en momentos en que producían a su má xima capacidad y
vendían a precios muy elevados. Al gobierno de Woodrow Wilson la habrían bastado
con obstaculizarse la entrada de remesas como efectivamente lo hizo.
¿Hubo balas falsas en Celaya? Es posible; es posible que, al ir mezcladas con las
buenas, como señ alan los testimonios, agudizará n el problema de la escasez de
material de guerra. Es posible, también, que se tratara de una construcció n imaginaria
posterior que diera sentido a algo de que por sí no lo tiene: la derrota.
El asunto de las municiones nos lleva a otro tema espinoso: tradicionalmente se ha
adjudicado a los zapatistas una enorme responsabilidad en la derrota por no haber
sido capaces de cortar las comunicaciones del ejército constitucionalista con Veracruz
(en donde se hallaba el gobierno de Carranza), lugar desde el cual obregó n recibía el
material de guerra. La acusació n omite que en el momento de la segunda batalla de
Celaya cuando el sonorense tenía sus ó rdenes 15000 hombres las fuerzas carrancistas
tendidas entre Puebla y tula sumaban un nú mero muy similar de efectivos. Omite
contar que la actividad de los zapatistas causó que obregó n tardará cuatro semanas en
recorrer los 260 km que hay entre la ciudad de México y Celaya. Omite también los 23
ataques mayores realizados por los zapatistas sobre la vía entre el 10 de mayo y el 15
de abril. Finalmente omite que en varios momentos clave de la batalla de trinidad y
Santa Ana del conde, los zapatistas interrumpieron aquella famosa vía y obregó n tuvo
que surtirse a través de una larga ruta que iba de Veracruz a Coatzacoalcos por mar,
cruzaba el istmo de Tehuantepec, subía otra vez por mar de Manzanillo y de ahí, por
Guadalajara e Irapuato a la línea de combate.
Lo cierto es que aquellas batallas y sus resultados señ alaron en rumbo que el país
tomaría en el siglo xx.
Ademá s, se terminaría de convertir a Emiliano Zapata y Francisco villa en mitos
populares, en los héroes surgidos de las filas del pueblo que intentaron muy
seriamente transformar la vida nacional en beneficio de los de abajo.
Fin de la división del norte
tras las derrotas del bajío (del 16 de abril al 10 de julio de1915) la suerte de la divisió n
del norte parecía sellada, pero Pancho Villa no se dio por vencido y diseñ ó un nuevo
plan de guerra que llevó a sus ú ltimas columnas a Sonora, donde fueron batidas a lo
largo del mes de noviembre. Durante la retirada, a través de la sierra ocurrió un evento
brutal que señ ala el inicio de la transformació n del villismo, de un movimiento
revolucionario con un proyecto de nació n alterno al del constitucionalismo a una
guerrilla acosada y despiadada: la masacre de san Pedro de la cueva.
En esa població n un grupo de vecinos emboscó a una fuerza villista abatiendo a 16
hombres entre ellos un sobrino de villa. El centauro enfurecido ordenó ejecutar a
todos los participantes en la emboscada, pero fueron muertas muchos má s personas y
testimonios posteriores recogidos por Alberto Calzadíaz Barrera muestran la
brutalidad, el verdadero significado de la guerra.
No hay un crimen equiparable en la trayectoria anterior del villismo, pero atrocidades
como estas se repetían en los añ os siguientes, por lo que san Pedro de la cueva, má s
que bustillos, es el punto que marca la nueva, ú ltima etapa del villismo. Los soldados
de la ú ltima columna de la divisió n del norte, vencidos, agotados, famélicos tras cruzar
la sierra a pie bajo intensas nevadas, se rencontraron en Chihuahua y en la hacienda
de Bustillos.
Nevaba o había nevado en la ciudad de Chihuahua cuando Pancho Villa se despidió del
pueblo de esa ciudad en diciembre de 1915. Algunos testigos contaron una multitud
otros hablaban de 300 personas agobiadas por el frío atroz cuando se asomó villa por
el balcó n central del palacio de gobierno. Ignacio muñ oz testigo y cronista de esa
época relató que el centauro muy emocionado y a ratos casi con lá grimas contó có mo
Venustiano Carranza se vendió a los intereses de los Estados Unidos y aseguró que él
continuaría la lucha de la sierra. Y el día de Navidad en la hacienda de bustillos
disolvió la divisió n del norte, aunque Pancho pidió que quienes quisieran lo
acompañ aran, pese a todo para, “resistir, resistir siempre al enemigo, mientras se
presentaba la oportunidad de asumir la fuerza suficiente que diera al traste con la
dictadura creada por don Venustiano”.
La divisió n del norte había muerto. La experiencia villista de gobierno se cerraba con
la ocupació n de Chihuahua. El ejército libertador del sur, de Emiliano Zapata, estaba
cerrado y muy pronto vería la invasió n de su territorio y la disolució n de la asamblea
deliberante que, en Jojutla (Morelos), seguía llamá ndose convenció n. La mayor parte
de los asesores civiles, los legisladores, los diplomá ticos de ambos ejércitos, estaban ya
en el exilio. Muchos de los jefes militares clave murieron bajo las balas. Una
generació n entera de jó venes rebeldes del norte y del sur también habían caído. Los
campos de Morelos, Guerrero, Chihuahua y Durango estaban devastados, aú n má s que
el resto del país; su economía dislocada no bastaba siquiera para alimentar a una
població n mucho menor que la de 1910. La guerra civil había terminado.
¿Por qué villa atacó Columbus?
El 09 de marzo de 1916 una fuerza invasora mexicana de 500 hombres, a los gritos de
”¡Viva Villa!” y ”¡Viva México!”, atacó el pueblo de Columbus, nuevo México, en Estados
Unidos. Iba al frente el general candelario cervantes, quien ejecutó un plan diseñ ado
por villa. Los atacantes fueron rechazados por fuerzas del ejército estadounidense
después de una batalla que duró 6 horas y causó grandes destrozos al poblado.
Entonces los Estados Unidos enviaron a México una expedició n punitiva formada por
4800 soldados má s tarde aumentada hasta 10000 que invadió Chihuahua con la
intenció n de capturar a Villa muerto o vivo.
La expedició n punitiva fue un desastre militar y político para los Estados Unidos
porque Pancho Villa no fue capturado ni sus fuerzas destruidas, provocó una hostil
reacció n en el pueblo mexicano y amargo las relaciones con el gobierno de Venustiano
Carranza. Finalmente, salió del país 11 meses después de su entrada.
Pero ¿porque villa atacó Columbus? En octubre de 1915, cuando la guerra civil aú n no
terminaba pero la balanza se inclinaba ya claramente hacia la victoria carrancista, los
Estados Unidos reconocieron al gobierno constitucionalista encabezado por
Venustiano Carranza, lo que, sumando a otros hechos, convenció a Pancho Villa de que
Carranza había firmado un pacto con el gobierno norteamericano que terminaría
reduciendo a México de nació n soberana a mero protectorado estadounidense, y
decidió impedir semejante iniquidad mediante un acto de provocació n que causara
una guerra que salvara la patria.
En realidad, no había tal pacto, aunque villa tenía sobrados motivos para creer en su
existencia, y si la reacció n del gobierno estadounidense só lo redundó en su
desprestigio y su alejamiento del gobierno de Carranza, Pancho Villa quedó ante los
ojos de muchos mexicanos como el simbó lico vengador de la intervenció n
estadounidense de 1846-1848.
A partir del evidente fracaso de la expedició n punitiva a fines de 1916 Pancho Villa
resurgió de sus cenizas y sus guerrillas volvieron a sustraer grandes extensiones del
norte del país al control gubernamental, llegando a tomar ciudades como Chihuahua y
Torreó n. No volvería a convertirse en alternativa nacional, ni siquiera cuando Felipe
Á ngeles regresó de su exilio, a finales de 1918, para tratar de unificar a todos los
grupos anti carrancistas, pero sí fue un factor decisivo en la debilidad cró nica del
gobierno de Carranza, que nunca pudo extender su control a todo el territorio
mexicano, lo que a la postre facilitó su caída y su muerte en mayo de 1920, así como el
ascensor al poder de los sonorenses, un grupo má s sensible a las demandas populares
con el que Villa pactó La Paz y el final de su vida militar en Julio de ese añ o.
Confinación y asesinato
Durante sus ú ltimos 3 añ os, Pancho Villa vivió en Canutillo, la hacienda duranguense
que el gobierno le entregó para que se refugiara en ella con 50 de sus hombres,
pensá ndola como un auténtico exilio interior. Otras haciendas del norte de Durango y
el sur de Chihuahua fueron entregadas a los villistas que se rindieron con Pancho y
optaron por no incorporarse al ejército nacional. En esos añ os, el centauro volvió al
duro trabajo de campo de su adolescencia, a la vez que sacaba a flote la economía de la
de desolada comarca y hacía de Canutillo un experimento social en el que se vivía
como una Colonia Militar de nuevo tipo.
Villas había comprometido en 1920 a no participar en política durante los 4 añ os
siguientes, pero sí presionó en favor del reparto agrario a los gobernantes de
Chihuahua y Durango. Y en 1923 el gobierno temió que regresar a la política activa,
respaldando la previsible candidatura opositora de Adolfo de la Huerta.
Así las cosas, el 20 de Julio de este añ o el general Francisco villa fue asesinado en
hidalgo del Parral, Chihuahua, por un grupo de individuos contra todos a través de un
tal Melitó n Lozoya y del diputado Jesú s Salazar Barraza, Zorba varios ciudadanos
acaudalados de Parral que tenían rencores pendientes con Villa,
¿Por qué lo mataron? Algunos dicen que por venganza personal. Otros, por el miedo al
resurgimiento econó mico y político de Pancho Villa, que 3 añ os atrá s parecía
definitivamente vencido, segregado de la vida pú blica nacional; miedo al
resurgimiento de su vigorosa voz en defensa de los pobres, miedo al contagio del
experimento social que estaba desarrollando en la hacienda de canutillo, miedo al
fantasma de la Revolució n campesina.
Esos miedos y otros má s concretos llevaron al gobierno federal y a los locales de
Chihuahua y Durango a respaldar el complot contra la vida de Villa. En el asesinato del
centauro está probada la responsabilidad del presidente de la repú blica, Á lvaro
Obregó n, y de su secretario de gobernació n y virtual sucesor, general Plutarco Elías
Calles; así como las de los gobernadores de Chihuahua y Durango, generales Ignacio
Enríquez y Jesú s Agustín Castro, respectivamente.
De ese modo, el 20 de Julio 8 hombres mataron a mansalva al caudillo que había
sobrevivido a má s de 20 batallas campales, a infinidad de escaramuzas y acciones
guerrilleras a numerosos atentados y al ejército de los EU.
Poco después de la muerte del mandatario Venustiano Carranza, ocurrida en mayo de
ese añ o, el presidente provisional Adolfo de la huerta hizo varias declaraciones sobre
la posibilidad de una amnistía y un acuerdo de paz con villa, quien recogió la
propuesta e inició las plá ticas para su desarme a través de un intercambio de
confianza, el ingeniero Elías Torres. Otros generales eran contrarios a ese acuerdo y
continuaron el acoso para aniquilar el Centauro del norte. En la secretaría de esas
conversaciones, villa puso como condició n que él elegiría el lugar para discutir los
términos del armisticio.
Después de algunos combates en Julio la general Villa realizó una ardua cabalgata con
sus tropas desde Chihuahua a través de cientos de kiló metros para llegar al desierto
de sabinas Coahuila. De acuerdo con el testimonio de don Manuel Aguirre Gutiérrez
ferrocarrilero de esa regió n los villistas arribaron al pueblo a eso de las 8:00 de la
mañ ana el 20 de Julio, aunque la tradició n afirma que fue en la madrugada del día 22.
Lo cierto es que la presencia del centauro del norte causó conmoció n entre los
habitantes ya que antes había cometido robos atracos y dañ os a sus propiedades en
nombre de la Revolució n.
Para llegar a sabinas, villa ingresó al estado de Coahuila por laguna de jaco,
proveniente de la sierra de palmillas. Y aunque el centauro había transitado por esta
regió n en muchas ocasiones, debían cabalgar por rutas desconocidas para evitar una
emboscada de los federales. Paso por el municipio de San Buenaventura hiper
nocturno en el Rancho Santa Elena, propiedad del coronel Esteban Falcó n lozano,
veterano de la campañ a maderista y en su momento compañ ero de armas del general
villista Raú l madero (hermano del malogrado presidente). Después de un descanso en
santa Elena falcó n los guio en el desierto de las norias fortín de la salsa y estació n
barroterá n.
La confianza con el coronel Falcó n se basaba en el apoyo que le dio a Villa a mediados
de 1912 cuando fue arrestado y estuvo a punto de ser fusilado por su jefe Victoriano
Huerta, Durante la campañ a contra Pascual Orozco, quien se había alzado contra el
gobierno de Francisco I. Madero. Entonces la intervenció n de los amigos de villa lo
salvó del paredó n, pero fue conducido a la prisió n de Tlatelolco, en la ciudad de
México, de donde se jugaría unos meses después.
Al llegar a Sabinas, Villa sometió a la guarnició n de federales y envió un telegrama al
gobierno para avisar que ahí los esperaría. Instaló puntos de observació n en los
alrededores y se hospedó en la Casa Lamar. Sus hombres se dispusieron a reparar las
vías de ferrocarril, dañ adas en combates anteriores, para que el general de divisió n
Eugenio Martínez, delegado del gobierno pudiera llegar a esa estació n.
Con sus tropas exhaustas y hambrientas, segú n reza la historia oral de Sabinas, el
general Villa recibió el ofrecimiento de doñ a Benita Dávila AguEirre entonces de 37
añ os de edad de preparar comida para ellos. Benita y todo el pueblo de sabinas con la
generosidad que caracteriza a los hombres y mujeres de la regió n dejaron atrá s los
resentimientos para ofrecerles un alimento preparado con frijoles, arroz, salsa
molcajeteada y carne seca, con una singular sazó n.
Preparar este guiso para toda la tropa villista requirió del concurso de las mujeres
todas diestras en las técnicas culinarias que le han dado el excelente sabor a los
platillos de esa regió n caracterizada por los muy escuetos recursos que ofrece la
naturaleza. A la espera de los histó ricos tratados de su rendició n el caudillo y su
gerente degustaron el manjar de doñ a Benita sentados en pequeñ os grupos a las
orillas del río sabinas, cerca de las vías del tren, afuera de la oficina de telégrafos y a la
sombra de los sabinos, que en plena canícula (cuando se presenta la temperatura má s
extrema del verano) dieron reposo a los Dorados de Villa.
Este patrimonio de sazones, olores, gustos, sabores y relatos revolucionarios han
marcado a la memoria de Sabinas y se ha transmitido de generació n en generació n.
Así, la calma y el deleite disgustados por el célebre huésped quizá haya influido en él
talante conciliador que mostró en las conversaciones con el general eugenio Martínez
la mañ ana del 28 de julio de 1920 las cuales condujeron a villa entregar el armamento
y a retirarse a la vida privada en la hacienda de canutillo en Durango con só lo una
escolta seleccionada entre sus mejores hombres. De tal memoria en que la bisnieta de
doñ a Benita nos ofrece la receta de este histó rico platillo.

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