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Del acompañamiento terapéutico y el acompañamiento subjetivo *

Ps. Gustavo Rigoni

El auge de reconocimiento por los acompañamientos terapéuticos, de aquí en más


señalados (AT), nos brinda una renovada ocasión de volver a reflexionar sobre aquello que
incumbe lo denominado "terapéutico".

Según desde que discurso uno se posicione tendrá distintas implicancias. Tensar
ciertas consideraciones al respecto, es no dejar por obvio que entendemos de igual manera
las diferentes prácticas que conllevan; como así también las consecuencia de sostener un
trabajo de construcción permanente, que realice una teorización de nuevas práctica y no al
revés. Al menos en este breve escrito el intento se enmarca desde una perspectiva en
actualización psicoanalítica.

Varios autores reconocen y fundan en que las AT reciben del psicoanálisis su marco
teórico, desde donde se apoyan y desarrollan sus funciones, competencias y formaciones.
Estableciendo un encuadre con el paciente en términos de vínculo; ofertándose como cierta
guía y sostén.

Es de convicción aquí, la consideración de que los trabajos en el campo de la Salud


Mental se ven favorecidos por los acompañamientos asistidos (auxiliares, familiares,
afectos, etc.). Valorizar los mismos es el propósito perseguido en favor de las direcciones
de las curas.

Por lo situado, es de reconocimiento que las AT, con su presencia, sus actos
constituyen un nuevo encuadre que posibilita marcos diversos que se mencionan desde la
creatividad, recreación y empoderamiento del paciente estimulado; orientados a la
generación de mecanismos que faciliten una mejor adaptación a la realidad por parte de los
padecientes.

Para las AT fundamentadas desde el psicoanálisis, resulta determinante recuperar


que tanto Freud como Lacan, se ocuparon en reiteradas oportunidades de mostrar que la
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cura psicoanalítica "no es una terapéutica como las demás" (J. Lacan, pág. 121) y que
presenta especificidades que la distinguen de las psicoterapias y de la curación médica. Y
continúa situando que, "no es malo partir de la teoría de los criterios terapéuticos para
esclarecer esta situación." (J. Lacan, pág.121).

Freud también nos advierte respecto al furor sanandi, apelando a la precisión al acto
analítico que soporta y porta el sanar como beneficio por añadidura.

Referencias algunas en puntuaciones donde hallar eso también, de no desentenderse


de las consecuencias de un acto; más allá de lo puramente terapéutico.

Entonces sigamos avanzando, cuáles son las diferencias? si las hay...

Tal vez podamos acordar que el acompañar implica una proximidad, en algunos
casos una ayuda y asistencia al paciente en su hacer, estableciendo el AT con el paciente y
la familia, un vínculo por medio del encuadre terapéutico, que genera un espacio de
confianza y sostiene ese tratamiento. El AT ocupa un lugar en la vida del paciente y
también, en la vida familiar y entorno social del paciente. En otros procesos de tratamiento,
se requiere de cierta distancia.

Otras diferencias situables se fundan en algunas razones por las cuales el AT


escucha y contiene al paciente, fundado en "un efecto de identificación", donde no
interviene como el terapeuta/analista. Su rol es diferenciado y sus competencias son
claramente distintiva a las de un analista. Las de un analista se sostienen a partir de su
función, si lo logra.

Algunos contrastes se establecen en la dirección de la cura, no obstante


responsabilizan tanto el AT como el analista en no “personalizar” las verbalizaciones y
actitudes del paciente, sosteniendo una transferencia a arribar complementaria en el
tratamiento de oficios conjuntos; precisados por la supervisión, como condición ética y de
necesariedad a los límites y limitaciones.

"Se trata ciertamente de un rigor en cierto modo ético, fuera del cual toda cura,
incluso atiborrada de conocimientos psicoanalíticos, no sería sino psicoterapia." (J. Lacan,
pág. 121).
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En el trabajo analítico, ese saber inconsciente requiere ser construido, trabajado,


para que tenga efectos que luego a nivel del dispositivo del AT, acompañe. Lugar a
deconstrucción de esa posición reduccionista al sujeto y la enfermedad, donde un
psicoanálisis posibilita una labor como deseable; profunda, de un acompañamiento
subjetivo; que implica un posicionamiento diferencial al del acompañamiento terapéutico
para lograr cierta complementariedad.

Alcanzando un verdadero estatuto del inconsciente, dónde la verdad habla mediante


sus formaciones; no se agota en la asistencia, ni en la observación, ni en el tratamiento
farmacológico. Un hacer que posibilite la apertura a lazos dinámicos-económicos en
restitución de calidades de vidas y conformación de estados saludables para un sujeto.

Cabe reflexionar a esta altura que se cifra en los nombres, cual el sentido de sus
diferencias; abriendo significaciones para el psicoanálisis de un no cualquiera, sino de una
nominación que tiene consecuencias para un sujeto, que no es sin el lazo social.

El Psicoanálisis interpreta así el acompañamiento terapéutico como otro lazo. Un


lazo que admite una continuidad con aspectos de la vida diaria del paciente y que puede
articularse con el trabajo de un analista. Es una extensión de ese trabajo y que, a la vez,
produce una retroalimentación, mediante el registro y los informes que realiza el AT, a
través de los cuales, el analista interviniente.

Es muy substancial entonces que el AT no sólo comprenda algunos de los


constructos psicoanalíticos, sino que pueda vivenciarlos y considerarlos en su práctica.
Aprehendiendo que "un psicoanálisis, tipo o no, es la cura que se espera de un
psicoanalista." (J. Lacan, pág. 123). En donde "La exactitud se distingue de la verdad, y su
conjetura no excluye el rigor." (J. Lacan, pág. 137). Asumiendo que la cura psicoanalítica
no es una curación, dada la existencia como un incurable. Sino algo que difiere de la
pretensión en lo terapéutico, aún de ser curado; allí donde la terapéutica remite a la
curación. En todo caso, lo terapéutico en psicoanálisis no es fin sino consecuencia de su
trabajo.

Es así que desde la perspectiva del psicoanálisis la curación corresponde partir de


una demanda; no puede imponerse. No es del lugar del que sabe a priori qué es lo mejor
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para otro, sino de un otro saber segundo que entiende un uno que sufre y por ello se dirige a
un otro en pos de aliviar ese sufrimiento, lo acompaña. No hay profilaxis del sufrimiento.
Una curación de otras implicancias, es fuera de sentido; porque el sentido implica la
suposición de un saber previo sobre cómo se conciben las cosas.

La oferta del psicoanálisis da la ocasión a un sujeto de demandar y que en esa


demanda tenga un destino diferente al que le depara un discurso dominador totalizante.
Vaciando el sentido alojado en los significantes para que advenga lo que no cesa de
repetirse, sostenido una relación con el porvenir. Un porvenir que es hoy presente en una
época de globalización, donde se liquidan las diferencias en favor de los automatismos.

Hasta aquí algunas reflexiones, en favor de cuidados a un trabajo posible y fecundo,


que preserve incautados ante lógicas de mercado, que embaten atentando a lo considerado
Salud.

"el prejuicio terapéutico, por la reducción del psicoanálisis al ejercicio profesional de


psicoanalistas confundidos con los psi y los trabajadores sociales, que se presentan como
orientados, todos, por la enseñanza de Lacan y, al mismo tiempo, animados por la preocupación
del bienestar de sus contemporáneos, de la salud mental de sus conciudadanos. Y esto, por
supuesto, ocurre en nombre de la ciudad"

"ya nadie se avergüenza de mendigar, de seguir los programas gubernamentales de salud mental y
de poner a trabajar a la gente que se forma en el análisis en función de los requisitos formulados
por el ministerio de salud"

J. Alan Miller
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Bibliografía

1- Sigmund Freud, Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico, 1912.

2- Jacques Lacan, Variantes de la Cura tipo, Escritos, 1955.

3- Jacques Alain Miller, Sutilezas analíticas, editorial Paidós, sesión del 12 de noviembre
de 2008. página 18.

4- Jacques-Alain Miller, op. cit., página 19.

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