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Bernal Herrera Sobre Modernidad Periférica
Bernal Herrera Sobre Modernidad Periférica
Bernal Herrera
Edición electrónica
URL: https://journals.openedition.org/bulletinhispanique/418
DOI: 10.4000/bulletinhispanique.418
ISSN: 1775-3821
Editor
Presses universitaires de Bordeaux
Edición impresa
Fecha de publicación: 1 junio 2008
Paginación: 7-23
ISBN: 978-2-86781-511-9
ISSN: 0007-4640
Referencia electrónica
Bernal Herrera, «Modernidad periférica y metropolitana», Bulletin hispanique [En línea], 110-1 | 2008,
Publicado el 16 diciembre 2011, consultado el 18 septiembre 2021. URL: http://
journals.openedition.org/bulletinhispanique/418 ; DOI: https://doi.org/10.4000/bulletinhispanique.418
Bernal Herrera
Universidad de Costa Rica
Cet essai pose que la modernité présente deux facettes interdépendantes : la facette
métropolitaine, correspondant à l’idée traditionnelle de modernité, et la facette
périphérique, comprenant les processus historiques structurés par le colonialisme qui
débute à la fin du XIV e siècle et débouche sur la construction d’un monde divisé en
métropoles et périphéries. L’article pose que des phénomènes de ce processus, comme
l’esclavage et la servitude implantés en Amérique, sont aussi modernes que le capitalisme
européen naissant de l’époque, mais d’une modernité qui répond à des objectifs différents
de ceux visés dans les métropoles.
This essay posits that modernity has two interdependent sides: the metropolitan side,
which corresponds to the traditional idea of modernity, and the peripheral side, made up
by the historical processes structured by colonialism which started in the late XVth century
and led to the creation of a world divided into metropoles and peripheries. We explain
that phenomena within this process, such as slavery and servitude in America, are just
as modern as the then rising European capitalism of the time, but that their modernity
targets different goals than in the metropolis.
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7. E.g.: 1492. El encubrimiento del Otro. Hacia el origen del mito de la modernidad. La
Paz: Plural, 1994.
8. E.g.: Sacrificios humanos y sociedad occidental: Lucifer y la bestia. San José: DEI, 1998.
9. E.g.: «Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina», en Edgardo
Lander (compilador), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas
latinoamericanas. Buenos Aires: CLACSO, 2003, 201-246.
10. E.g.: The Darker Side of Renaissance: Literacy, Territoriality and Colonization. Ann
Arbor: University of Michigan Press, 1995.
11. E.g.: Culture and Imperialism. New York: Vintage Books, 1994.
12. Aunque no suele tocar directamente el tema de la modernidad, hay que recordar
también la amplia producción sobre el colonialismo, con textos clásicos como Les damnés de
la terre de Frantz Fanon, o Portrait du colonisé, de Albert Memmi.
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visión de mundo determinada por intereses de muy diverso tipo. Esta visión
macro es determinada por un campo de fuerzas que actúan como acicate,
guía y límite de los procesos cognitivos, fuerzas cuyo reconocimiento no
invalida el conocimiento producido bajo su égida, pero sí evidencia que los
parámetros con los cuales se evaluaba su objetividad y su valor mismo, eran
parciales y sesgados, como lo son todos los empeños humanos, sin importar
las intenciones de los agentes que los ejecutan.
Los imperativos impuestos por este campo de fuerzas produjeron
una serie de objetivos que constituyeron una auténtica agenda paralela,
actuante en todos los ámbitos y fuente de tantas afirmaciones prejuiciadas
e infundadas que, aun sobre un tema de cientificidad tan aparentemente
neutra como la naturaleza americana, hicieran numerosos científicos
ilustrados, como De Pauw y Buffon 13. Pero el principal impacto se hizo
sentir en las disciplinas y discursos sobre el mundo cultural humano, como
lo demuestra la parafernalia de conceptos e imágenes creados en todas las
disciplinas imaginables, desde la teología hasta la antropología pasando por
la filosofía y la estética, para demostrar la superioridad de la cultura europea
en todas las parcelas de la actividad humana. Luego vendría un despliegue
no menor para demostrar la superioridad europea ya no en el plano cultural,
que la modernidad ofrecía nivelar mediante el progreso de las periferias,
sino en el biológico, lo que sí permitía perpetuar las diferencias postuladas
al darles bases casi inmutables 14. Incluso temas que pudieran parecer menos
ideológicamente cargados muestran la misma direccionalidad. Así, aunque
el empirismo de Hume postula que el gusto estético, en tanto experiencia
dependiente de las sensaciones de placer o displacer, es subjetivo, y que la
experiencia estética, en tanto depende de la sensibilidad y no de la razón,
es irreductible a juicios universales, todo lo cual parecía imponer un sano
relativismo, en su ensayo «Of the Standard of Taste» afirma, contra lo que
exigían sus propios presupuestos, no sólo que el gusto puede ser educado,
lo que todavía era razonable, sino que los juicios estéticos de una persona
adecuadamente educada –entiéndase una que conoce y aprecia la ‘alta’
cultura europea– tienen un carácter objetivo y universal 15, mientras que
13. Contundente a este respecto es el erudito libro de Antonello Gerbi: La disputa del
Nuevo Mundo. Historia de una polémica. 1750-1900. Antonio Alatorre (trad.) México: FCE,
1993, aparecido originalmente en 1955.
14. Para las ramificaciones de este tema durante el siglo XX, ver la colección de textos
editada por Eduardo Terrén: Razas en conflicto. Perspectivas sociológicas. Barcelona: Anthropos,
2002.
15. Para una sucinta discusión al respecto véase de Irene Winter «Defining ‘Aesthetics’ for
Non-Western Studies: The Case of Ancient Mesopotamia», contenido en Holly, Michael Ann
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todo otro juicio estético, sea popular o no-europeo 16, está anclado en
factores locales y subjetivos que le vedan tal carácter. Idéntica parcialidad y
anclaje eurocéntrico del conocimiento y de las categorías pretendidamente
universales, saltan en cualquier tema que se analice.
La segunda faceta de la modernidad, no contemplada en su versión usual,
es la periférica, definida e implementada por las metrópolis, pero reservada a
sus periferias coloniales, y cuyos ejes no son el conocimiento, la objetividad
y la liberación, sino la conquista, el dominio y la explotación. Aunque no
suele presentarse con este crudo ropaje 17, sino como parte de un proyecto
universal de liberación por medio del conocimiento y dominio de las fuerzas
naturales, síquicas y sociales, su resultado, no accidental sino programático,
es un mundo dividido en unas metrópolis que dominan y unas periferias
dominadas. En el momento mismo en que la modernidad metropolitana
liberaba de algunas ataduras previas, como la esclavitud y la servidumbre, a
amplios sectores de la sociedad europea, la modernidad periférica implicó el
inicio o el agravamiento de tales formas de opresión para grupos humanos
mucho más numerosos que el europeo. Lejos de ser liberadas, la mayoría
de las sociedades no-europeas partícipes en los procesos de modernización
fueron sometidas a formas de esclavitud y servidumbre de una intensidad
que a menudo bordeó el genocidio o cayó en él, como con las poblaciones
autóctonas del Caribe. Y aunque tales sociedades no eran previamente
edenes de libertad e igualitarismo, como a veces se insinúa o afirma, antes
del impacto de la modernidad sus formas internas de dominio se articulaban
en su interior, desde una cultura macro compartida, como es usual en tantas
sociedades. El colonialismo moderno hará de ellas, en cambio, sociedades
cuyas formas internas de dominio se articulan no solo desde fuera, sino
desde parámetros e intereses sociales, culturales y económicos radicalmente
ajenos, de una ajenidad nunca antes experimentada.
La historia humana con frecuencia ha sido violenta, con unos pueblos
dominando a otros, y sociedades como las precolombinas no escapan a ello.
Pero el colonialismo moderno marca dos grandes diferencias frente a los
previos procesos de conquista y sojuzgamiento. Por un lado, acaba con la
and Keith Moxey (edits). Art History. Aesthetics. Visual Studies. New Haven: Yale University
Press, 2002, 3-28.
16. Aun la peor obra de arte, nos dice Hume en su ensayo, en tanto tiene un mérito
por mínimo que sea, «would affect the mind of a peasant or Indian with the highest
admiration».
17. De ahí la importancia de autores como Ginés de Sepúlveda y Maquiavelo, quienes
se atreven a teorizar, exponer y defender las principales prácticas y creencias sociopolíticas de
esta etapa de la modernidad.
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18. Wallerstein, Immanuel. The Modern World System, 3 vol., New York: Academic
Press, 1974-1989. Para una explicación breve, y centrada en América, del concepto véase
de Wallerstein, Immanuel y Aníbal Quijano «Americanidad como concepto y el sistema de
economía mundo». International Journal of Social Sciences. 134 (1992), París.
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19. Montaigne fue uno de los pocos europeos en comparar críticamente ambos fenómenos
en «Des Cannibales», donde afirma: «Je pense qu’il y a plus de barbarie à manger un homme
vivant qu’à le manger mort, à déchirer par tourments et par gênes un corps encore plein de
sentiment, le faire rôtir par le menu, le faire mordre et meurtrir aux chiens et aux pourceaux
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uno de los principales argumentos con que tratadistas europeos como Ginés
de Sepúlveda y Francisco de Vitoria justificaron la barbarie americana, y con
ella el derecho europeo a invadir y conquistar América. Salvo excepciones
como Montaigne, quien hizo ver que la barbarie americana no era mayor
que la europea, y que o nadie era bárbaro o todos lo eran 20, la imagen de la
barbarie como condición propia de la realidad americana se convirtió en un
lugar común. El ejemplo provisto por Hernán Cortés en su segunda carta
de relación es paradigmático. Tras describir a Tenochtitlán como una ciudad
no menos ordenada, refinada y poblada que cualquier ciudad europea de
la época, afirma: «en su servicio y trato de la gente de ella hay la manera
casi de vivir que en España; y con tanto concierto y orden como allá, y que
considerando esta gente ser bárbara y tan apartada del conocimiento de Dios
y de la comunicación de otras naciones de razón, es cosa admirable ver la
que tienen en todas las cosas» 21. Para este tipo de valoración ningún logro
cultural americano elimina una barbarie vista como intrínseca y algo seguirá
visiblemente vigente en intelectuales americanos del XIX como Echeverría
y Sarmiento.
No se trata de discutir quién era más bárbaro o más civilizado, aunque
dado el imaginario colectivo aún vigente bien valdría ello la pena, sino de
constatar diferente valoración implícita en hablar de sacrificios humanos o
hablar de Inquisición y de Guerras de Religión: la diferente reacción ante
la ‘idolatría’ greco-romana y la americana, la diferente interpretación de los
sacrificios humanos religiosos en América y el sacrificio de Isaac aceptado y
dispuesto por Abraham, o el que Agamenón hace de su hija Ifigenia 22. A la
doble faz de la modernidad se añade una doble mirada, una doble forma de
leer e interpretar según se trate de las metrópolis o las periferias. Así como el
feminismo ha evidenciado y analizado la doble moral aplicada a hombres y
mujeres, urge evidenciar y analizar la doble medición que rige las relaciones
de poder cultural entre metrópolis y periferias, que permite interpretar
todo fenómeno metropolitano en clave de civilización y progreso, y todo
(comme nous l’avons non seulement lu, mais vu de fraîche, non entre des ennemis anciens,
mais entre des voisins et concitoyens, et, qui pis est, sous prétexte de piété et de religión),
que de rôtir et manger après qu’il est trépassé.» Essais 1. Paris: Librairie Générale Française,
1972, 312.
20. Hablando de la barbarie de los indígenas brasileños que son el tema central «Des
cannibales», dice: «Nous les pouvons donc bien appeler barbares, eu égard aux règles de la
raison, mais non pas eu égard à nous, qui les surpassons en toute sorte de barbarie.» loc. cit,
313.
21. Hernán Cortés. Cartas de Relación. México: Porrúa, 1994, 66.
22. Para el tema de los sacrificios humanos en Occidente véase Franz Hinkelammert:
Sacrificios humanos y sociedad occidental: Lucifer y la bestia, ed. cit.
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