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La estrella más brillante

Es increíblemente irónico como el mejor año de tu vida puede al mismo tiempo ser el peor.
Hace dos meses me convertí en un rompecabezas. En alguien triste y alegre. En alguien
oscuro y brillante. En una compradora de oportunidades. En alguien a quien ya no le
importa llegar sobre la hora al cine. En un hada madrina. En alguien adicta a los pickles.
Hace sesenta lunas me convertí en una madre sin hija. 
Este corto tiempo ha pasado ante mis ojos como una feliz agonía que me ha dejado más
enseñanzas que todas las toneladas de papel devoradas por mis ojos desde que aprendí a
leer. Esta montaña rusa en que se han convertido mis días me han arrojado a la mas cruda
bipolaridad. Todo me recuerda a ella y al mismo tiempo me encuentro pensando a veces
que nada nunca sucedió. Vivo el pasado cuan alienígena y al mismo tiempo de la forma
mas cruda y viceral. 
Desde que la perdí pareciera ser que mi naturaleza inquisitorial me ha abandonado. Por
primera vez en mi vida no siento el deseo de explicar el porque. No hay explicación que
consuele. No existe respuesta que te haga regresar del firmamento, donde brillas todas las
noches.
Yo creía que la memoria actuaba cuan escudo ante estas circunstancias. Me equivoqué.
Nada esta tan vívido en mi memoria como cada uno de los momentos que te arrancaron de
mi. 
En un intento por cobrar serenidad y comenzar el duelo, la mente genera símbolos. Se
supone estos ayudan a volcar la pérdida en un elemento que se transforma en un emblema,
que con el tiempo deja de ser portador de dolor para transformarse en estandarte de
felicidad. Tu símbolo hija es la estrella; más específicamente la estrella fugaz. La noche en
que te fuiste pasó por el cielo una estrella fugaz como nunca antes vista. Eras vos que cuan
Principita te fuiste a charlar a otros lugares y tiempos sobre risas, sobre manos inquietas,
bostezos, la voz de mamá en el aula y sobre la innumerable cantidad de caricias de panza
que te llevaste. La estela de luz que dejaste en el cielo precipitó un tendal de lágrimas  en el
infinito que no cesó sino en siete noches. Tu papá dijo que hasta el cielo te lloraba. Nunca
vi a tu papá tan triste... vos le enseñaste a ser papá y a llorar por tristeza y felicidad. Nos
enseñaste tantas cosas hija... 
Una de las cosas que mas recuerdo son las miradas de  tu papá. Tu papi es un hombre de
miradas más que de palabras. Recuerdo como te miraba con esos ojos grandes que tiene
llenos de bondad. El te acariciaba y te miraba como si hubieses sido lo mas maravilloso del
universo. Te admiraba con ojos curiosos y como si cada vez hubiese sido un nuevo
descubrimiento. 
Tu nombre hija fue el único que tu papá ''aceptó''. Horas y horas de búsqueda en vano. Al
sonido de tu nombre lo enamoraste. Pilar. Pareciera que tu nombre descubrió el camino que
ya la historia habia trazado. Estaba escrito que fueras nuestro Pilar. 
Estuve enojada mucho tiempo y por primera vez tuve pensamientos llenos de furia. En esos
momentos de tanta oscuridad tu papá siempre fue el faro que me trajo nuevamente a la
costa; alumbrándome de amor y abrazándome cual ola de mar. 
Sigo escribiendo. Sigo leyendo. Sigo. Durante mucho tiempo segui sintiéndote en la panza
aunque ya no estabas. Con esa alegría que te era innata. Sigo enseñando. Sigo soñando.
Sigo aprendiendo. Sigo amando con locura a tu papá. Sigo prendiendo cada noche una vela
en la lampara de estrellas para alumbrar el cielo de nuestra habitación. Sigo hablando de
vos aunque este callada. Sigo adelante pensando que esto sucedió por alguna mágica razón
que escapa a toda explicación de laboratorio. Sigo creyendo que el día que decidas tener un
hermano, le vas a dar la mano y lo vas a traer hacia nosotros y lo vas a cuidar como toda
buena hermana mayor. Cuando llegue el día le voy a hablar de vos. Le voy a contar que sos
la estrella más brillante en el cielo y que lo trajiste desde el cielo cuan arcoiris acariciando
el firmamento luego de la tormenta más furiosa.

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