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Una paradoja:

El riesgo de la biotecnología como destino (*)

María Luisa Pfeiffer


CONICET
Universidad de Buenos Aires

(*)Publicado en Actas del Congreso Mundial de Bioética, SIBI, Gijón, España, 2001.

La modernidad es la que incorpora definitivamente a la filosofía el concepto del tiempo


lineal progresivo proveniente del judeo-cristianismo. Esta manera de vivir el tiempo
asociada a lo que desde Kant se denominó la “iluminación” (Aufklärung) de la razón y la
concepción del hombre como ser esencialmente libre, da origen al concepto de progreso
que desde ese momento se incorpora a toda filosofía de la historia como un supuesto. La
consecuencia es que “el progreso” como derrotero de la historia, forma parte del imaginario
social de la actualidad
Progreso va asociado necesariamente a técnica, es imposible pensar uno separado de la
otra, nacieron juntos y se retroalimentaron hasta convertirse en los valores supremos del
conocimiento. En la actualidad, todo conocimiento, incluso el científico, está subordinado
al progreso,1 al punto de considerarlo “inevitable”. A pesar que como dice Sábato progreso
comenzó escribiéndose con mayúscula, siguió escribiéndose con minúscula y actualmente
se escribe entre comillas, el progreso tecnológico parece tener brillo propio, y habiendo
nacido del ejercicio de la libertad, ha adquirido para nuestra cultura el carácter ineludible
del destino.
¿Es “inevitable” el desarrollo biotecnológico? tanto los que anhelan su incremento como
los que plantean razones para detenerlo consideran que lo es y tanto unos como otros
aceptan la imposibilidad de medir el riesgo a que expone al humano.
Los procedimientos metodológicos de la biotecnología parecen sometidos cada vez más a la
velocidad y a la acción de la máquina (informática), originando un sucederse de objetivos
que nacen casi necesariamente de esa dinámica. Esto nos hace pensar en investigaciones
que siguen su propia mecánica sin un fin establecido o en el experimento “para ver qué
pasa” que parecen sujetas al azar. Se da así una doble paradoja:
1. la modernidad, que exalta la autonomía del hombre, termina sometiendo su libertad a
un devenir cuyo fin no le pertenece;
2. la tecnología que nace de la necesidad de seguridad nos enfrenta al riesgo convertido en
peligro.
Aceptar la tecnología es aceptar poner en peligro el futuro, rechazarla es rechazar la
historia, el pasado. La exaltación de la responsabilidad del hombre respecto de su futuro
que da origen a todo el planteo ético y político de la modernidad, que lo lleva a separarse e
independizarse de la divinidad para hacerse dueño de su historia, parece hoy ser un sueño
del pasado. Asimismo parece serlo el dominio de la naturaleza para lograr un mundo
seguro. Y sin embargo el humano no ha abandonado su vocación de libertad y sigue
asociando su concreción a una vida amparada del peligro, puesto que éste no propicia sino
que condiciona la libertad con el miedo. Nadie puede fundar su futuro negando su pasado,
1
Son sinónimos de progreso: avance, desarrollo, perfeccionamiento.
pero tampoco puede fundarlo bajo amenaza.¿Está el humano necesariamente sometidos a
un desarrollo tecnológico cuyas consecuencias parecieran escapar a sus designios? ¿Es
posible que ni siquiera sea capaz de imaginar los riesgos a que pueden someterlo sus
resultados? ¿Será verdad que fuerzas más poderosas que la voluntad de los hombres
“manejan la tecnología”? ¿Puede el humano proponer un mundo sin investigación
científica?¿No es una enseñanza de la historia que ciertos efectos son medianamente
predecibles aunque no haya total certeza de cuales son? 2
Lo propio de las paradojas es su contradicción perenne, o en realidad la imposibilidad de la
contradicción porque ambos términos son aceptables y rechazables a la vez. El problema
aquí es que la dinánica a que está sometida la tecnociencia y por consiguiente la
biotecnología en nuestros días, implica que necesariamente prevalece uno de los términos,
por lo cual la paradoja estaría resuelta de hecho, sometiendo, sobre todo a los pueblos
subdesarrollados, a un destino alarmante que los deja inermes y que tiene el nombre de
desarrollo sustentable. “El devenir de la praxis se ha convertido en una nueva Moira” 3 para
los países del sur.

El destino
“Nada sobreviene por nada, sino que cada cosa llega por una causa y por necesidad” 4 nos
dice Leucipo sintetizando maravillosamente todo el universo destinal de Grecia. El destino
es para los griegos la suerte que le toca a cada uno en un encadenamiento universal que
constituye la “rueda de la fortuna”. Es el desconocimiento del acontecer de esta causalidad
inmanente y necesaria al orden cósmico, lo que la hace aparecer como fortuna, y el deber
del filósofo es llegar a ese conocimiento. Esta idea del estricto encadenamiento causal
marca fuertemente a la ciencia moderna, la cual sigue sosteniéndolo para el “reino natural”.
El hombre sin embargo, como es el ser más carente a nivel natural, debe reemplazar ese
orden causal por otro establecido desde su voluntad libre. La modernidad está movida por
una voluntad de autonomía de la existencia, que busca llegar a una promoción ilimitada del
ser del hombre. Al desaparecer la separación entre el hombre y su praxis, la ciencia y la
técnica adquieren un nuevo estatuto y el campo de su ejercicio comienza a ser el sujeto
mismo.
Una técnica es una violencia creadora aplicada sobre algo dado en función de un fin
establecido por el sujeto. Esto exige un plan que sería el derrotero de la historia en que se
van logrando los propósitos del hombre. La historia es planteada por la modernidad como
un movimiento del que la voluntad libre del hombre es el motor. Pero paralelamente ese
derrotero histórico puede leerse 5 como un progreso necesario producido por el desarrollo
de un “germen”, una “idea”, una ley intrínseca como podría ser la ley natural. El progreso
en relación con la tecnología, es visto desde esta última perspectiva como si fuera la idea
motora de la historia que se va desplegando más allá de la voluntad de sus actores, los

2
A principios de los años cuarenta, Otto Hahn, uno de los descubridores de la fusión del átomo, afirmó,
haciendo referencia a sus investigaciones en este campo: “Nos hemos cuidado de que los árboles no crezcan
demasiado”.
3
Brun , Jean, Les conquëtes de l’homme et la séparation ontologique, PUF, Paris, 1961, p198.
4
Aristóteles, Fisica, B, 4, 196, a24.
5
Autores como Foucault y los posmodernos en general pusieron en cuestión esta lectura de la historia, sin
embargo está incorporada a lo que suele llamarse el imaginario popular, al menos de nuestra cultura, pero no
solo al imaginario popular, sino a la concepción de tiempo que sustenta nuestras relaciones con el mundo.
Esta concepción del tiempo es la resultante del modo en que como humanos vivenciamos nuestro devenir.
humanos. El resultado es considerar inevitable el desarrollo tecnológico mas bien que
juzgarlo como resultado del ejercicio de la libertad. Esta es una realidad palpable sobre
todo en los países subdesarrollados, donde el conocimiento científico y la expansión
tecnológica son requisito para la sobrevivencia en cuanto paso obligado para mejorar las
condiciones de producción y de competitividad.
Por un lado constatamos entonces que en los países del sur, se copian ciertas conductas de
los países desarrollados como ser el dejar sistemáticamente de lado la consideración por los
derechos legítimos del consumidor de diferenciar y elegir nada menos que los alimentos; y
por otro que tanto el consumidor como los científicos quedan marginados en un proceso de
crecientes intereses económicos cuyo objetivo apunta directamente a la captura de
mercados por parte de las grandes corporaciones. Y esto no sólo es aceptado y propiciado
por los países del sur porque es la condición de poder entrar en el primer mundo, sino que
es vivenciado y proclamado como inevitable. La cuestión del riesgo que puede producir un
alimento trasgénico se transforma en un dato evaluable sólo desde la productividad y el
beneficio económico que tienen un único sentido: el progreso.
La evaluación y la posibilidad de arrostrar riesgos, no sólo en los países subdesarrollados
sino en general, es rotundamente desigual. Las compañías monopólicas no están dispuestas
a afrontar ni el más mínimo riesgo económico como sería el que podría provocar etiquetar
los productos transformados genéticamente, 6pero las poblaciones deben correr todos los
riesgos, que en este caso no son económicos precisamente, sino que afectan a sus vidas y a
la de sus tierras.

Latinoamérica
Tomaré como ejemplo del subdesarrollo a algunos países de Latinoamérica citando algunas
frases escogidas sin demasiado detenimiento provenientes de discursos políticos o de
comentarios periodísticos. En Argentina cuyo complejo sojero es el principal rubro de
exportación dice un periodista especializado de uno de los mayores diarios del país:
“Gracias a las sojas transgénicas la Argentina es el productor más eficiente del mundo.
Nuestro rendimiento es superior inclusive al de EEUU”. Alentando a los productores
continua el periodista: “los próximos alimentos transgénicos actuarán sobre el metabolismo
de las plantas logrando rendimientos insospechados. Las agriculturas que los adopten serán
los futuros grandes proveedores de alimentos del mundo”7, dejemos Argentina y vayamos a
Brasil, a lo que dijo el secretario de Ciencia y Medio ambiente de Pernambuco, al inaugurar
en mayo de 1998 un centro de investigación para el mejoramiento genético de especies: 8
"De esta manera, se da una mejoría de la agricultura y el consiguiente aumento de la
competitividad del sector. A través del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología va a
resultar más fácil formular y ejecutar programas, proyectos y acciones de investigación y de
producción en Pernambuco” o la explicación de la fusión de Dupont con Griffin: “fue
hecha con vistas a transformar al Brasil en una plataforma internacional de producción de

6
Recordemos que en Montreal, en 1999, se acordó con mucho esfuerzo que los granos que contengan materia
FM deben ser etiquetados con la leyenda “podría contener” (may contain) y se deberá asegurar que no están
destinados a ser utilizados como semillas, pero que este acuerdo entrará en vigencia recién dentro de dos años.
7
La Prensa, domingo 30-4-2000
8
Se están estudiando la modificación del feijon, el mijo, la papa., el arroz, el café, los citrus, el eucalipto y
varias especies oleaginosas.
plaguicidas agrícolas”. En Costa Rica se hizo una entrevista al negociador del Protocolo
Internacional de Bioseguridad, Alex May Montero, durante una visita de trabajo en
Yucatán (México), en ella dejó en claro que la biotecnología es una realidad en materia de
desarrollo alimentario, "que necesariamente tiene que incorporarse a América Latina si se
desea alcanzar un mejor nivel de crecimiento". En México, Víctor Loyola Vargas, Premio
Nacional de Química en el área de investigación "Andrés Manuel del Río", ante la
oposición de grupos ecologistas a estos proyectos, afirmó que en tanto se cumpla con la
ética y se observen máximos cuidados en el desarrollo de la ingeniería genética, "no hay
problema alguno".
La biotecnología puede convertirse en uno de los negocios más importantes de los tiempos
venideros, ya que es una fuente económica de valor creciente.9 Pero si esto representa una
opción para los países del primer mundo, por las expresiones de los representantes de los
países en desarrollo vemos que consideran que la biotecnología es el camino necesario para
poner en pie de igualdad con los desarrolados a sus países que en general carecen de todo
nivel de competitividad.

Conclusión
Luego del planteo de la ciencia realizado por Kuhn, quien considera que lo central en una
“conversión” no es una comparación racional de las habilidades de los paradigmas para
resolver problemas científicos, sino que es un problema de “confianza”, la pregunta que se
nos ocurre es si los que conformamos el paradigma, que no somos solamente los
intelectuales, tenemos confianza en la biotecnología. La intuición popular de que este
proceso puede comprometer valores tales como la libertad de elección de los consumidores,
el patrimonio de los productores y hasta la misma salud general, es fecuentemente
comprobable.
Si queremos ver la secuencia de cambios de paradigma como un progreso, éste no puede
ser meramente una racionalidad incrementada. La propia decisión de abrazar un nuevo
paradigma está situada más allá de una mera elección racional, lo cual significa que el
nuevo paradigma será aceptado cuando sea confrontado con una pluralidad posible de
problemas y adoptado; y si una “decisión de ese tipo sólo puede ser un acto de fe”, 10
podemos preguntarnos si el riesgo al que nos somete la biotecnología alimenta esa fe o la
mina. Si bien es cierto que el riesgo es un componente esencial de la sociedad
contemporánea, es más, que podemos utilizar como argumento que toda tecnología al
avanzar genera riesgos de tal manera que éste es inevitable si aspiramos al progreso,
también lo es que el riesgo puede convertirse en peligro, vale decir ponernos ante la
presencia inminente del mal. Es posible aceptar y moverse dentro de un paradigma marcado
por el riesgo, vale decir por la presencia de la contingencia esencial al ser humano, pero es
imposible vivir en el peligro, porque es lo que debemos negar para continuar siendo.
Identificamos el ser con el bien más allá de toda asimilación a un absoluto, no podemos
identificarlo con el mal, de modo que el peligro no puede ser propuesto como modo de vida
porque nos precipita en la nada. ¿Significa esto que si el futuro que nos propone la
biotecnología se torna en peligroso no podremos aceptarlo? Los experimentos realizados en

9
Ver para esto Rifkin. Jeremy, El siglo de la biotecnología, El comercio genético y el nacimiento de un
mundo feliz, Crítica, Barcelona, 1999.
10
Kuhn, Thomas, La estructura de las revoluciones científicas, FCE, México, 2004, p. 158.
los EE.UU. sobre los efectos de la radiación atómica sobre las personas luego de la
Segunda Guerra Mundial tomaron estado público recién hace pocos años. En Gran Bretaña
debió transcurrir casi una década para que el Ministerio de Salud se viese obligado a
blanquear la escandalosa situación provocada por la enfermedad del BSE (Mal de la vaca
loca) a pesar de las advertencias formuladas por científicos “disidentes” desde muchos años
antes sobre los riesgos del consumo de carnes rojas de animales afectados por esa
enfermedad. ¿Cuál es la razón de ese ocultamiento?
Podríamos decir que la biotecnología ya ha adquirido actualmente, para muchos, el carácter
de sospechosa; incrementa este carácter la constatación de la creciente dependencia de la
comunidad científica de los intereses de las corporaciones, y que la concentración de poder
económico y su desmedida influencia sobre la prensa y los gobiernos, son un elemento
determinante para su desarrollo. El que puedan observarse opiniones de expertos y de
científicos que integran los organismos oficiales de contralor en el sentido que la utilización
de variedades transgénicas no importa riesgo alguno, y que paralelamente escuchemos a
calificados componentes de la comunidad científica advirtiendo, con atendibles razones,
acerca de los peligros irreversibles que ello puede importar para la agricultura, los seres
humanos y los ecosistemas, hace que la sospecha del peso del interés económico a la hora
de las decisiones, alcance niveles de relevancia. Una pregunta por demás sugerente es ¿por
qué impera tanta opacidad en torno a los transgénicos si son tan inofensivos? 11
Los rápidos cambios nos están enfrentando a riesgos inéditos, muchos de ellos sin margen
de elección posible. Vemos entonces que si no queremos renunciar a la ciencia y la
tecnología debemos aceptar casi inevitablemente las potencialidades que éstas nos abren y
los resultantes de poner en acto estas potencialidades. Vemos además que esto se vuelve
inevitable para países que no están en condiciones de elegir, cuyo futuro se ve signado y
comprometido por el presente de los países desarrollados, cuyo imaginario los obliga a
aceptar a la tecnociencia como condición de su progreso porque es la cláusula tácita de su
expansión económica. Se da así una cadena inevitable, cuyas consecuencias son no sólo
desconocidas sino incluso inimaginables y que nos pone frente a la paradoja planteada al
principio de este trabajo y de preguntas muy concretas: ¿podemos cortar la cadena? ¿y si
pudiéramos, debemos hacerlo?
El riesgo, componente inevitable de toda investigación científica, nos empuja a
preguntarnos si antes de continuar no debemos obligarnos todos a una decisión responsable
acerca de lo que es útil, nocivo, deseable e indeseable. 12 En este contexto toma sentido y
relevancia la propuesta que en diferentes lugares vienen haciendo juristas, científicos y

11
La normativa de etiquetado, por ejemplo, deja fuera de la obligatoriedad del etiquetado aproximadamente al
90% de los alimentos comerciales que contienen OMGs o componentes de OMGs. El muy poco convincente
argumento de que ambos tipos de alimentos son lo mismo (argumento de la equivalencia sustancial) por lo
cual no merecen ser rotulados; no sólo que esto no se constata en la realidad en las preferencias domésticas
de los consumidores sino que si así fuera, la implementación del rotulado demostraría en poco tiempo su
inutilidad, un riesgo que los productores parecen estar muy lejos de aceptar.
12
Los filósofos, los teólogos, los científicos, podemos tener puntos de vista diferenciados sobre las nuevas
biotecnologías. Pero todos y todas estamos de acuerdo en que hoy faltan las condiciones tanto para un uso
seguro de las mismas como para un debate amplio, democrático y racional al respecto. Ya en el libro "A
Blueprint for Survival" (Manifiesto para la supervivencia, Alianza Editorial, Barcelona, 1972) donde se
consulta a treinta y siete profesores y doctores de diferentes disciplinas pertenecientes a centros
especializados y universidades británicas, éstos hicieron llegar una lúcida advertencia respecto a que el
modelo productivo y energético, junto con la explosión demográfica esta llevando a un rápido agotamiento de
los recursos fósiles y a la insostenibilidad del sistema cara a las futuras generaciones."
filósofos de diferentes regiones geográficas y posiciones políticas, de sopesar la
aceptabilidad social de los riesgos a fin de poder aplicar el principio de precaución al tema
de los transgénicos. La aplicación de este principio revela una ética de la decisión cuyo
sustento es la responsabilidad, necesaria en un contexto de incertidumbre. Proclamar la
responsabilidad implica escaparnos de la necesidad, del determinismo de un accionar de
cualquier tipo, sea político, científico o tecnológico. Jonas constata que al permitirnos la
biología la manipulación del ser humano, pasando de la posibilidad teórica a la posibilidad
moral de neutralizarlo metafísicamente, estamos ante la posibilidad de “hacer lo que
queramos, pero al mismo tiempo nos niega la guía para saber qué hacer”.13 No hay una
esencia a la que responder, nuestra libertad carece de pautas previas. Y es precisamente esa
libertad la que tenemos entre manos y no podemos perderla por inoperancia ante un
pseudodeterminismo que ni siquiera está fundado en razones metafísicas sino que se nos
impone de facto, con la prepotencia y el autoritarismo de lo inevitable.

Publicado en Actas del Congreso Mundial de Bioética, SIBI, Gijón, España, 2001.

13
Jonas, Hans, Técnica, medicina y ética, Paidos, Barcelona, 1977, p.31

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