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Resumen sobre la
Conferencia magistral Ética y
Tecnología: desafíos para la
juventud. Impartida por el Dr.
José Mármol.
El primero, concerniente al déficit que, precisamente, en el plano de la ética vive hoy día la
humanidad, a causa del consumismo delirante y de la absorción del tiempo vital por parte de
la denominada sociedad de rendimiento, esa que hace al sujeto actual víctima de la
autoexploración, el individualismo y la soledad.
La ética constituye el dique de contención, para la vida en sociedad, de instintos tan primarios
y naturales como el incesto, el canibalismo y el homicidio. Crear un sistema ético implica
diseñar normas de convivencia e ir elevando un andamio de principios y valores que darán
lugar a la cultura, la civilización, la sociedad. La mayor amenaza que pesa en el mundo actual
sobre la ética es, más allá de su degradación, su desaparición, su confinamiento, su
instrumentalización y manipulación ideológicas. Sin embargo, la necesidad de imprimir un
mayor relieve a la ética en la modernidad líquida, en la hipermodernidad es impostergable.
Están en peligro de extinción el ecosistema natural, los recursos naturales y el planeta, pero
también el sociosistema, la sociedad, la civilización, la historia. Procurar una solución, según
Hans Jonas, es tarea de una heurística del temor. Pero, actuar en defensa del futuro de la
tierra y de la humanidad es tarea de una ética del respeto. Hay una degradación de la ética que
amenaza también lo público y lo privado. Los jóvenes están muy vigilantes de su desempeño y
responsabilidad en este orden. La mayor amenaza a la ética en nuestros tiempos es el apogeo,
la proliferación desmedida de los antivalores y su adiafórica o neutral aceptación y
relativización en el mundo globalizado.
¿Por qué hay que ser cautos con el apogeo del medio digital y el proceso de digitalización?
Para nadie es un secreto, sin importar sus niveles de formación o información, la dualidad
compleja que representan los beneficios y los perjuicios del apogeo del medio digital en la
sociedad hipermoderna que, con pandemia incluida, nos ha tocado vivir. En lo digital, no todo
es malo, por tanto, no hay que demonizar el fenómeno. Tampoco todo es bueno,
especialmente, cuando se trata del uso lúdico de las pantallas en niños y jóvenes, por lo que la
catequesis o el proselitismo digitales no son aconsejables.
Una actitud llama la atención. Por alguna razón, los fundadores y directivos de las empresas
que desarrollan y venden dispositivos y artefactos tecnológicos, así como altos ejecutivos
formados en Silicon Valley, evitan a toda costa que sus hijos se eduquen en entornos online,
procurando centros educativos competentes, con orientación en formación humana, mientras
estimulan, por vía del consumismo, la creencia en la propaganda ecuménica de la educación
tecnológica y el paraíso presumible de los ordenadores, tabletas, teléfonos inteligentes y
productos lúdicos como videojuegos o dibujos animados en la televisión. Exigen que sus hijos
sean educados presencialmente y con libros, no a distancia y con pantallas.
Reflexionar sobre este asunto pone de relieve aspectos como la lucha de intereses
económicos, la pugna engañosa entre argumentos científicos y posturas políticas, así como la
cuestión trascendental acerca del tipo de ciudadano que nuestra sociedad aspira crear para su
sostenibilidad.
Dentro de la cultura online, las redes sociales se han convertido en un verdadero dilema ético.
Altos exejecutivos, profesores eméritos, investigadores, ingenieros, incluso inversionistas de
gigantes tecnológicos como Google, Facebook, Microsoft, Twitter, Uber, Whatsapp, Youtube,
Instagram, Pinterest, entre otros fueron entrevistados para una producción documental de
Netflix titulada The Social Dilemma, en procura de establecer una relación entre las nuevas
tecnologías, las redes sociales y la salud mental de los ciudadanos usuarios. Esa relación revela
la fragilidad ética de la industria tecnológica y la vulnerabilidad de los usuarios frente a la
codicia, la manipulación y la adicción programada.
Lo más interesante es verlos confesar cómo ellos mismos fueron víctimas, por ciberadicción,
de sus propios experimentos e inventos en las redes sociales. El potencial adictivo viene dado
por la producción de dopamina que una conducta propia de la evolución de la especie, como el
sentido gregario, la sociabilidad activa en las redes sociales y las nuevas tecnologías, lo cual es
aprovechado por la industria.
El documental, lanzado en enero del año 2020 y dirigido por Jeff Orlowski, hace patente la
frase de Sófocles con la que abre escena, que reza: “Nada extraordinario llega a la vida de los
mortales separado de la desgracia”. La revolución tecnológica representa, en tanto que
acontecimiento humano, una oportunidad y un peligro.
Con sus ventajas y desventajas, hemos ido transitando de un estadio a otro. Pasamos de la era
de la información a la economía de la atención. Porque, en realidad, el único producto
concreto de la industria tecnológica es el usuario de las redes sociales. El negocio de Facebook,
por ejemplo, no es brindar información, sino aquello que de manera inconfesa hace con los
datos del usuario. El verdadero producto consiste en cómo transformar, de manera
imperceptible, la conducta y la percepción de los individuos. El filósofo Jaron Lanier subraya
que ese y ningún otro es el producto de los gigantes tecnológicos.