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22-3-2023

Resumen sobre la
Conferencia magistral Ética y
Tecnología: desafíos para la
juventud. Impartida por el Dr.
José Mármol.

Jassiel Valentina Natera


2023-0568
la juventud del siglo XXI tiene, tanto en forma patente como latente, enormes desafíos. Es
cierto que ha tocado a la juventud de diferentes generaciones un particular horizonte de retos.
Sin embargo, los desafíos de hoy tienen un doble componente inédito.

El primero, concerniente al déficit que, precisamente, en el plano de la ética vive hoy día la
humanidad, a causa del consumismo delirante y de la absorción del tiempo vital por parte de
la denominada sociedad de rendimiento, esa que hace al sujeto actual víctima de la
autoexploración, el individualismo y la soledad.

El segundo, las transformaciones que, tanto mental como materialmente, ha implicado la


revolución de las tecnologías en la sociedad en red neuronal o hiperconectada, a lo que se
adiciona, por si fuera poco, el aceleramiento de ese mismo proceso como producto de la
pandemia de la Covid-19, que todavía sigue sacudiendo, aunque ya con menores riesgos, a la
humanidad, habiendo dejado una estela de muerte, morbilidad y crisis económica.

A veces nos preguntamos si vivimos tiempos de cambio o tiempos de cambio. En el miedo y la


incertidumbre que el nuevo Covid-19 se ha apoderado de la humanidad y la ciencia, se asume
que todo será diferente una vez superada la pandemia; Y así las personas hacen una redención
ontológica, epistemológica, moral y ética en la que la aceleración de la revolución digital creará
una sociedad a años luz del siglo XX, entre otras cosas, la calidad de la sociedad y sus
habitantes. Incluso después de la mayor devastación causada por la pandemia, la humanidad
sigue siendo más consciente de la banalidad del mal que de la esperanza de un mundo mejor
que puede provenir de la meta, el fin en sí mismo, de hacer el bien.

Podemos decir que nuestra sociedad ha puesto a la ética en peligro de muerte.

La ética constituye el dique de contención, para la vida en sociedad, de instintos tan primarios
y naturales como el incesto, el canibalismo y el homicidio. Crear un sistema ético implica
diseñar normas de convivencia e ir elevando un andamio de principios y valores que darán
lugar a la cultura, la civilización, la sociedad. La mayor amenaza que pesa en el mundo actual
sobre la ética es, más allá de su degradación, su desaparición, su confinamiento, su
instrumentalización y manipulación ideológicas. Sin embargo, la necesidad de imprimir un
mayor relieve a la ética en la modernidad líquida, en la hipermodernidad es impostergable.

Están en peligro de extinción el ecosistema natural, los recursos naturales y el planeta, pero
también el sociosistema, la sociedad, la civilización, la historia. Procurar una solución, según
Hans Jonas, es tarea de una heurística del temor. Pero, actuar en defensa del futuro de la
tierra y de la humanidad es tarea de una ética del respeto. Hay una degradación de la ética que
amenaza también lo público y lo privado. Los jóvenes están muy vigilantes de su desempeño y
responsabilidad en este orden. La mayor amenaza a la ética en nuestros tiempos es el apogeo,
la proliferación desmedida de los antivalores y su adiafórica o neutral aceptación y
relativización en el mundo globalizado.

¿Por qué hay que ser cautos con el apogeo del medio digital y el proceso de digitalización?
Para nadie es un secreto, sin importar sus niveles de formación o información, la dualidad
compleja que representan los beneficios y los perjuicios del apogeo del medio digital en la
sociedad hipermoderna que, con pandemia incluida, nos ha tocado vivir. En lo digital, no todo
es malo, por tanto, no hay que demonizar el fenómeno. Tampoco todo es bueno,
especialmente, cuando se trata del uso lúdico de las pantallas en niños y jóvenes, por lo que la
catequesis o el proselitismo digitales no son aconsejables.
Una actitud llama la atención. Por alguna razón, los fundadores y directivos de las empresas
que desarrollan y venden dispositivos y artefactos tecnológicos, así como altos ejecutivos
formados en Silicon Valley, evitan a toda costa que sus hijos se eduquen en entornos online,
procurando centros educativos competentes, con orientación en formación humana, mientras
estimulan, por vía del consumismo, la creencia en la propaganda ecuménica de la educación
tecnológica y el paraíso presumible de los ordenadores, tabletas, teléfonos inteligentes y
productos lúdicos como videojuegos o dibujos animados en la televisión. Exigen que sus hijos
sean educados presencialmente y con libros, no a distancia y con pantallas.

Reflexionar sobre este asunto pone de relieve aspectos como la lucha de intereses
económicos, la pugna engañosa entre argumentos científicos y posturas políticas, así como la
cuestión trascendental acerca del tipo de ciudadano que nuestra sociedad aspira crear para su
sostenibilidad.

Dentro de la cultura online, las redes sociales se han convertido en un verdadero dilema ético.
Altos exejecutivos, profesores eméritos, investigadores, ingenieros, incluso inversionistas de
gigantes tecnológicos como Google, Facebook, Microsoft, Twitter, Uber, Whatsapp, Youtube,
Instagram, Pinterest, entre otros fueron entrevistados para una producción documental de
Netflix titulada The Social Dilemma, en procura de establecer una relación entre las nuevas
tecnologías, las redes sociales y la salud mental de los ciudadanos usuarios. Esa relación revela
la fragilidad ética de la industria tecnológica y la vulnerabilidad de los usuarios frente a la
codicia, la manipulación y la adicción programada.

Lo más interesante es verlos confesar cómo ellos mismos fueron víctimas, por ciberadicción,
de sus propios experimentos e inventos en las redes sociales. El potencial adictivo viene dado
por la producción de dopamina que una conducta propia de la evolución de la especie, como el
sentido gregario, la sociabilidad activa en las redes sociales y las nuevas tecnologías, lo cual es
aprovechado por la industria.

El documental, lanzado en enero del año 2020 y dirigido por Jeff Orlowski, hace patente la
frase de Sófocles con la que abre escena, que reza: “Nada extraordinario llega a la vida de los
mortales separado de la desgracia”. La revolución tecnológica representa, en tanto que
acontecimiento humano, una oportunidad y un peligro.

Con sus ventajas y desventajas, hemos ido transitando de un estadio a otro. Pasamos de la era
de la información a la economía de la atención. Porque, en realidad, el único producto
concreto de la industria tecnológica es el usuario de las redes sociales. El negocio de Facebook,
por ejemplo, no es brindar información, sino aquello que de manera inconfesa hace con los
datos del usuario. El verdadero producto consiste en cómo transformar, de manera
imperceptible, la conducta y la percepción de los individuos. El filósofo Jaron Lanier subraya
que ese y ningún otro es el producto de los gigantes tecnológicos.

El nuevo saber digital parece ir en vía contraria respecto de la educación humanística. La


revolución tecnológica, imposible sin revoluciones precedentes como la del capitalismo
industrial, la del pensamiento humanístico clásico y la de los estilos de vida, se ha ocupado de
facilitarnos la cotidianidad y de producir avances impensables en las ciencias naturales, el
pensamiento complejo y la invención de artefactos, al tiempo que ha creado disciplinas nuevas
como la biogenética y la cibernética. Además, los cambios experimentados en la vida por el
medio digital han dado lugar a un nuevo campo del saber. Se trata del ámbito de las
humanidades digitales, que conjugan el interés por la tecnología con el interés por el ser
humano.

La educación clásica, al relacionar los saberes digitales con la pedagogía convencional,


perseguía formar a los individuos. Formar es una tarea del espíritu, con un balance del cuerpo,
y no solo asunto de la mente. La educación actual persigue informar a los sujetos cibernéticos,
de forma tal, que su capacidad racional queda reducida al cálculo y su facultad de
memorización se diluye en la codificación y programación de los artefactos digitales. No
concuerdo con rechazar las ventajas que podría ofrecer la tecnología en la educación. Por el
contrario, se trata de entender que la tecnología por sí sola no educa y que deshumaniza. Es
una herramienta, no un fin en sí mismo, no una meta. Entre la educación como sistema y lo
que la sociedad necesita para generar riqueza y desarrollo hay un maridaje.

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