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LA SALUD:
MANUAL PARA LA SENSIBILIZACIÓN
Y LA PREVENCIÓN
Edita: Gobierno de Canarias. 2001.
• Consejería de Sanidad y Consumo
Servicio Canario de la Salud -
Dirección General de Programas Asistenciales
Página
• Introducción....................................................................................................7
• El proceso de socialización y el origen de la violencia ..................................9
• La violencia contra las mujeres ....................................................................12
− La definición
− La clasificación
− El Código Penal.
• El agresor: estrategias y mitos más generalizados .......................................17
• La mujer agredida .........................................................................................20
• El proceso de la violencia: características ....................................................22
− La escalada
− El ciclo
• Indicadores para la detección .......................................................................25
− Actitud/estado de la víctima
− Problemas de salud recurrentes
− La entrevista
− La historia de salud
• La actuación sanitaria: generalidades ...........................................................29
• Factores de riesgo inminente: Intervención..................................................31
− El escenario de protección
− El plan de seguridad
• Procesos de ruptura de las relaciones violentas............................................34
• Los recursos..................................................................................................36
− ¿Qué hacer?
− El D.E.M.A.
− Centros de apoyo y asesoramiento
− Otros acogimientos
• Bibliografía...................................................................................................40
La violencia de género o la violencia ejercida contra las mujeres, en su múltiple y variada
casuística, es una de las violaciones de derechos humanos más graves y más ocultas que se
registran aún en nuestra sociedad, perdurable en el tiempo y resistente, como ninguna otra lo
ha sido, a la evolución de las mentalidades y los esquemas sociales.
Es además un grave problema de Salud Pública puesto que presenta una alta frecuencia, una
incidencia mal conocida, una alta y variada morbilidad y una progresiva mortalidad.
“La violencia de Género y la salud” está estructurada en dos volúmenes, el primero es una
manual teórico y el segundo contiene las unidades didácticas, estando diseñados para ser una
herramienta práctica de aplicación en las consultas y en programas de Educación Sanitaria. El
manual recoge una visión general sobre la violencia de género y contiene además
recomendaciones para la detección precoz, la prevención y la derivación de casos.
• Colaboradoras temáticas:
Dña. Delfina Pérez González.
Dña. Rosario Pizarro Celis.
Servicio de Planificación y Programas del Instituto Canario de la
Mujer.
INTRODUCCION
Estas agresiones, en sus múltiples facetas consideradas durante mucho tiempo como del
ámbito privado, sin duda manifiestan las relaciones de dominio que aun persisten de los
hombres sobre las mujeres.
Las cifras son alarmantes, sobre todo si tenemos en cuenta que suelen salir a la luz sólo los
casos más dramáticos y extremos.
El silencio que acompaña a las mujeres víctimas de violencia, propiciado por múltiples
factores psicológicos y sociales, como asumir el juicio social, sentirse responsable de las
agresiones o la falta de perspectivas personales y económicas, perpetúa este fenómeno.
En los últimos años, son muchos los esfuerzos dirigidos a afrontar y eliminar esta violencia.
Desde el ámbito internacional se han sucedido las declaraciones, convenciones y
recomendaciones que reconocen los derechos de las mujeres e instan a los gobiernos y las
instituciones a adoptar medidas concretas para prevenir y eliminar la violencia y hacer
efectivos los derechos humanos de las mujeres. Desde la Convención para la Eliminación de
toda Forma de Discriminación Contra las Mujeres de 1979, pasando por la Declaración de la
Conferencia Mundial de Derechos Humanos de la O.N.U. (1993) hasta la Plataforma de
Acción de Pekín (la IV Conferencia Mundial de la O.N.U. sobre las Mujeres, 1995).
Muchos países están iniciando el proceso de reconocer en la violencia contra las mujeres un
problema político, social y de salud de grandes dimensiones, sobre el que hay que trabajar
para la consecución de los valores de justicia y equidad que rigen a las sociedades
democráticas.
En nuestro país, según una macroencuesta realizada por el Instituto de la Mujer en el año
2000, cuatro de cada cien mujeres españolas mayores de edad declaran haber sido maltratadas
durante el último año, lo que eleva la cifra a un total de 1.865.000 mujeres. Además de
aquellas que lo reconocen, hay un alto número (640.000) que, aunque no se considera mujer
maltratada, admite que frecuentemente o a veces, han sufrido agresiones como insultos o
amenazas e incluso golpes.
En el 70% de los casos, los actos violentos se han padecido durante más de cinco años y
suelen tener mayor incidencia en mujeres entre 45 y 64 años.
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LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y LA SALUD
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La socialización se realiza a través de la familia, la escuela, los modelos sociales y los grupos
de referencia, los medios de comunicación o el lenguaje... De entre todos, la familia es el
agente socializador más importante, ya que la madre y el padre se convierten en la primera
referencia directa para niñas y niños, y, por tanto, determinantes en la formación de sus
identidades. Además de la referencia inmediata de su propia identidad como individuos,
padres y madres suelen desarrollar pautas educativas y de comportamiento diferentes con los
hijos y con las hijas. Por ejemplo, se da mayor libertad de acción a los niños, mientras que
existe mayor tendencia a mostrar actitudes o desarrollar conductas de protección hacia las
niñas. También observamos que niños y niñas no practican los mismos juegos, que utilizan
juguetes distintos... En definitiva, se puede considerar que se educa en la diferencia y no en la
igualdad o coeducación.
El hecho de que niñas y niños sean educados de forma desigual, unido a la transmisión de
modelos sociales de referencia distintos para uno y otro sexo, da lugar a que se modelen
mujeres y hombres con valores y comportamientos diferentes, que desempeñarán funciones
sociales distintas. Pero no sólo distintas, sino des-iguales, con desigual valor en uno y otro
sexo, y, además, estereotipadas, es decir, invariables, ajustadas a un modelo mantenido y
transmitido igual a lo largo del tiempo.
Algunos de los rasgos que se potencian en uno y otro sexo, conformando distintas
identidades, son los siguientes:
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Los valores predominantes en cada identidad coinciden con aquellas características que son
consideradas socialmente más apropiadas para desempeñar los roles que se esperan de uno y
otro sexo, y cualquier comportamiento ajeno o contrario a estos valores será considerado
como desviación. El conjunto de valores y comportamientos asociados a cada papel social o
rol constituyen los estereotipos de género.
ESTEREOTIPOS SOCIALES
Mujer Hombre
Esposa Cabeza de familia
Rol Ama de casa/madre/cuidadora Trabajador/mantenedor
Rol reproductivo Rol productivo
Doméstico
Productivo valorado como aporte Productivo valorado como
Trabajo
económico complementario aporte económico principal
Las relaciones de poder entre el rol masculino, como dominante y referente de autoridad, y el
femenino como subordinado, sustentan un esquema de sociedad y organización familiar
conocido como "patriarcado". En este modelo, las desigualdades están presentes en todos los
ámbitos, públicos y privados, determinando un ejercicio y un reconocimiento social de
derechos y libertades desigual en ambos sexos, pese a la igualdad jurídica ya existente en
muchos países.
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En el ámbito privado, la mujer tiende, en virtud del aprendizaje del rol, y no por
determinismo biológico, a priorizar la familia sobre el resto de sus fuentes de realización o
satisfacción personal o profesional (estudios, trabajo, política, aficiones). Su autovaloración y
su felicidad están mediatizadas por su éxito o su fracaso en este ámbito, más que en otros, es
decir, por lo que "se espera" socialmente de ella.
Las energías vitales de las mujeres deben destinarse por "mandato social", asumido e
internalizado por vía educativa y mimética con su modelo de referencia, a satisfacer las
necesidades y deseos de otros/as, a ser generosas y entregadas en lo que se consideran "sus
funciones" (reproducción, asistencia, educación), funciones de servicio a otras personas, a las
que siempre deben supeditarse las necesidades, intereses y deseos de las mujeres, que quedan
en un segundo plano o definitivamente relegados en la escala de prioridades familiares y
sociales.
En el ámbito político, son los hombres los que optan mayoritariamente a puestos de
responsabilidad. La presencia de las mujeres en la política sigue siendo minoritaria, en escalas
de poder inferiores y pagando un alto coste personal por esta dedicación pública: la triple
jornada y el desdoblamiento imposible o la disyuntiva forzada entre el desarrollo político y
profesional y la maternidad.
Pese a los innegables avances experimentados por nuestra sociedad desde 1976, y pese a la
mayor presencia de las mujeres en todos los ámbitos públicos, la evolución de los esquemas
mentales es muy lenta, y la educación, la familia, los referentes sociales, siguen transmitiendo
modelos desiguales por razón de sexo.
La violencia de género es una de las manifestaciones, la más brutal, de este modelo social
basado en el patriarcado, las desiguales relaciones de poder y la transmisión estereotipada de
roles de distinto valor para ambos sexos. Que este tipo de violencia tiene un componente
esencial de ejercicio de poder de un sexo sobre otro se evidencia en las estadísticas de
mujeres y hombres agredidos por el sexo contrario y en las características de esta agresión, las
cuales desvirtúan otras interpretaciones del fenómeno, que lo asocian a patologías
individuales o a coyunturas profesionales.
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La violencia contra las mujeres es un fenómeno social muy generalizado, sin fronteras, no
exclusivo de un grupo o clase social y que afecta a un gran número de mujeres. Es una
realidad constante a lo largo de la historia, derivada, como hemos dicho anteriormente, de la
interiorización o asunción de determinados roles o funciones "asignados" de forma diferente a
hombres y mujeres. En definitiva, es una expresión de la relación de desigualdad entre
hombres y mujeres.
La violencia que se ejerce contra las mujeres está presente en todas las culturas, tanto en las
llamadas "culturas o sociedades tradicionales" como en las llamadas "sociedades avanzadas,
occidentales o democráticas".
Por el contrario, en las sociedades en las que existe equiparación legal entre mujeres y
hombres, o que están dotadas de un texto constitucional que ampara los derechos individuales
de las personas sin distinción de sexo, la violencia de género se ejerce generalmente de forma
encubierta, y mayoritariamente en el ámbito privado. Persistiendo, además, una violencia
estructural mediante la cual se siguen poniendo obstáculos a la igualdad real.
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DEFINICIÓN
La diferencia entre este tipo de violencia y otras formas de agresión y coerción estriba en que,
en este caso, el factor de riesgo es el solo hecho de ser mujer.
Tal como se incluye en el concepto, esta violencia, en las formas en que pasaremos a
describir, se puede producir tanto en el entorno familiar como en el entorno social de la
mujer. Su clasificación está basada en el tipo de daño o sufrimiento que ocasiona, sea cual sea
el lugar donde se produzca la agresión. En cualquier caso, dada su elevada frecuencia y, en
muchos casos, su invisibilidad, nos centraremos en la violencia familiar o doméstica.
CLASIFICACIÓN
Se hace necesario aclarar que aunque a continuación se mencionen tres tipos de agresión o
maltrato no existe una clara separación entre ellos y que frecuentemente estos tres coexisten
en una situación de violencia.
Las tácticas usadas por los agresores para conseguir poder y control sobre sus víctimas tales
como registrar correspondencia, cajones, controlar llamadas…
Se incluyen también aquellas conductas y/o actitudes destinadas a vigilar e, incluso, prohibir
sus relaciones con vecinos/as, amigos/as, familia de origen,… y si no hay una prohibición
expresa, se puede manifestar en el intento de crear conflicto con su familia de origen,
provocando el aislamiento social de la mujer, llegando incluso hasta la separación física del
mundo exterior.
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Fuera del hogar, se puede constatar a través de la prohibición, restricción, rechazo social o
existencia de prejuicios en relación con el acceso a las mujeres a determinados espacios
públicos (bares, bingos,..).
Dentro de esta categoría convendría destacar la agresión verbal, en la que se utiliza la palabra
para provocar sufrimiento en las mujeres y destruir la confianza en sí mismas a través de
insultos, descalificaciones, desprecios, críticas reiteradas y constantes sobre la forma de
actuar o de opinar, prohibiciones acerca de determinadas conductas, órdenes sobre qué debe
decir o cómo debe comportarse, amenazas, incluso de muerte,...dirigidas a ellas, a los
miembros de sus familias, a los niños/as e incluso a las amistades. Estas conductas pueden
producirse también en espacios públicos ante la pasividad de terceras personas.
En general, este tipo de violencia no es tan visible como la física es más difícilmente
demostrable y, en muchas ocasiones, no se identifica por la víctima como tal violencia,
sino como manifestaciones propias del carácter del agresor.
El término agresión sexual hace referencia a una gran variedad de actos violentos cuya
definición ha conocido una importante evolución en el proceso de su identificación y
penalización por la ley. Constituye una agresión sexual toda tentativa sexual cometida con
violencia, coacción, amenaza o sorpresa (Douglas, 1987). Aquí se engloba cualquier
comportamiento sexual impuesto contra la voluntad de una persona. Estas puede clasificarse
en tres grandes categorías:
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⇒ Agresiones sexuales con violación (o tentativa de): penetración (o tentativa de) sexual
(genital, anal o bucal) sea con órgano sexual, con los dedos o cualquier objeto.
También existe una forma de violencia caracterizada por ir en contra de los derechos
sexuales y reproductivos de la mujer; ésta incluye la prohibición de usar métodos
anticonceptivos, posibilitando que se den embarazos no deseados, que se obligue a una mujer
a abortar, que se impongan determinadas prácticas sexuales no deseadas por la mujer,…
Cabe distinguir, dada su incidencia, el abuso sexual a menores que hace referencia a las
actitudes y comportamientos que una persona adulta realiza para su propia satisfacción sexual
con una niña, niño o adolescente empleando chantajes, engaños, amenazas,…y, en algunos
casos, la violencia física. Se llama incesto cuando los abusos los lleva a cabo el padre,
padrastro, hermano o cualquier pariente cercano. Los abusos sexuales contra las niñas son
mayoritarios, abarcando comportamientos como exhibirse desnudo delante de la menor con
el fin de excitarse sexualmente, observar a la niña vestirse o desvestirse o cuando está en el
baño,… tocarla, besarla, o agarrarla,… así como forzarla a tocar al adulto, realizar sexo oral,
vaginal o anal. Obligarla a ver imágenes o películas,…
• Las mutilaciones sexuales, que son prácticas a las que se ven sometidas muchas niñas por
tradiciones propias de los países africanos y asiáticos en los que se residen.
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EL CÓDIGO PENAL
La Ley Orgánica 10/1995, de 2 de noviembre, del CÓDIGO PENAL tipifica como delitos
penales:
• Causar lesiones tanto físicas como psíquicas (art. 147).
• La habitualidad de la violencia doméstica física o psíquica (art. 153).
• Las amenazas de muerte, de lesiones, de torturas, de atentados contra la libertad
sexual…(art. 169).
• El impedir con violencia hacer lo que se quiere u obligar a hacer lo que no se quiere (Art.
172).
• Las agresiones, aunque no causen lesiones, con penas más duras en el caso de que la
víctima sea la esposa, compañera, hijas/os…(art. 617).
• Los ataques a la libertad sexual, ya sea con violencia o intimidación o sin ella, sin mediar
consentimiento (art. 178 y 181).
• El solicitar favores de naturaleza sexual (acoso sexual) con un comportamiento que
provoque en la víctima una situación intimidatoria, hostil o humillante (art. 184.1).
• La pena se verá agravada si el acosador utiliza una situación de superioridad laboral,
docente o jerárquica o si la víctima es especialmente vulnerable (art. 184.2).
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Nos referimos como agresores a individuos varones que usan la violencia de modo habitual en
el seno de sus relaciones familiares o sociales, con su pareja sexual, hija, madre u otras
mujeres de su entorno doméstico o social, como forma de comunicarse, resolver conflictos,
imponer su criterio o su poder, o expresar sus emociones.
En la mayoría de los casos, se trata de hombres que gozan de buena reputación y estima
entre la vecindad, presentando una conducta normal, incluso, intachable fuera del hogar. Es
cierto que hay algunos que mantienen sus actitudes violentas fuera del hogar, pero para éstos,
la violencia es una constante en sus relaciones, por lo que también buscan otras víctimas
(hijos/as, peleas callejeras,…) con las que emplearla.
Ejercen una violencia selectiva, ya que seleccionan a la persona objeto de su actos; aquellas
que considera más débiles y contra quienes no les suponga problema ejercer violencia. Ellos
saben que si dirigen su violencia contra vecinos/as o compañeros/as del trabajo, ello les traerá
problemas y consecuencias. Sin embargo, perciben una mayor permisividad y tolerancia
social para ejercer la violencia dentro de casa.
Se han constatado determinadas pautas de conducta comunes en los agresores, tales como:
• Se muestran agresivos, ya que les cuesta controlar su ira o enfado, pero sólo con sus
parejas, usando la violencia para canalizarla. Entre otros rasgos que se repiten con
frecuencia encontramos que son mentirosos, coléricos, histriónicos (demandan una
continua atención), culpan a los demás de sus errores, esperan la satisfacción de todos
sus deseos (aunque no los haya manifestado), etc…
• Muchos de ellos son hijos de maltratadores, tanto si fueron objeto del maltrato como
testigos de él, vivenciando e interiorizando el tipo de relación que su padre mantenía con
su madre. En el niño, estos comportamientos y actitudes del padre, van a marcar su
proceso de socialización, es decir, está “aprendiendo” como debe comportarse y que se
espera de él. Tiende, en muchos casos, a reproducir en sus futuras parejas este tipo de
relación.
• Consideran a la mujer como de su propiedad y como un ser inferior. Por lo tanto, creen
que tienen licencia o permiso para controlarla usando cualquier medio, incluso la
violencia.
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Se trata de hombres con una baja autoestima, una gran necesidad de poder y control, una
falta de habilidad asertiva, que les cuesta pedir con claridad lo que quieren, así como,
expresar sus expectativas sobre los demás. Por tanto, el maltrato puede comenzar cuando la
mujer demanda más independencia o en algún momento en que él percibe que le está
cuestionando su autoridad. Una vez utilizada la violencia y comprobando que con ella
consigue su objetivo, la empleará cada vez que quiera canalizar vivencias de frustración,
humillaciones, estrés,… de esta forma la sensación de poder compensará situaciones en que
claramente percibe que carece de él, que no lo tiene.
• Fundamenta: racionaliza los ataques de forma que parezca que está bien lo que hizo.
• Minimiza: resta importancia a la agresión para conseguir distanciarse del daño causado,
argumentando que éste no ha sido tan grave.
• Desvía el problema: suele achacar su comportamiento a problemas externos a él. Con este
mecanismo, traslada la responsabilidad a factores ajenos a sí mismo.
Muchas veces, a los agresores se les atribuye la influencia de determinados factores externos
como justificación a los actos violentos que infligen a las mujeres. Estos factores pueden ser
el consumo de sustancias adictivas tales como el alcohol, las drogas,.. y/o situaciones
determinadas como el desempleo, la insatisfacción y el estrés laboral,…que si bien influyen
en el ánimo y comportamiento de las personas, no pueden considerarse causas directas de este
tipo de violencia. Otro de los argumentos frecuentes que se esgrimen para dar explicación a
los actos de los agresores son los problemas mentales.
No es infrecuente oír o leer que un agresor mató a su esposa porque sufrió un “ataque de
cólera ciega” o que el acto fue justificado por tratarse de un “crimen pasional”. Esta
terminología implica que él no podía realmente hacer otra cosa, era impulsado por fuerzas
más allá de su control.
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En contra de este tópico, hay que atender a los estudios científicos sobre este fenómeno que
indican que estos hombres no están fuera de sí, ni han perdido el control, ni está locos o
enfermos, sino que han elegido ser violentos.
• Estos hombres han aprendido que la violencia es una forma efectiva de conseguir control
sobre sus parejas.
• También han aprendido que, en general, hay pocas consecuencias sociales negativas para
esta conducta.
El alcohol y las drogas no hacen que las personas, tras su consumo, se vuelvan
violentas. Hay muchos agresores que ni beben ni consumen drogas, y hombres que beben y
consumen drogas que no son agresores. Sin embargo, hay evidencias de que droga y alcohol
son usados como excusa para ejercer la violencia:
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Solber, P.R., Talierro, E. Reconocimiento y prevención de la violencia doméstica en el ámbito sanitario.
CEDECS Editorial, S.L. Barcelona. 2000.
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LA MUJER AGREDIDA.
Al igual que el agresor, la mujer agredida no responde a un perfil en cuanto a clase social
determinada, nivel educativo, religión, ideología, país o cultura, tampoco responden a una
determinada edad, estado civil, orientación sexual o rasgos de personalidad…, cualquiera
puede experimentar una situación de violencia en algún momento de su vida. Cualquier mujer
puede convertirse en víctima.
Las mujeres que padecen este tipo de situaciones viven sus relaciones de pareja desde el
sometimiento, en una posición de subordinación y de, casi exclusiva, dependencia. Se ven
inmersas en un proceso que va minando, poco a poco, la confianza en sí mismas y en sus
recursos personales.
Además, padecen otros tipos de miedo o angustias derivados de la nueva situación a afrontar
y de sus posibles consecuencias: temor a perder sus hijos/as, fundamentado, generalmente, en
amenazas por parte de su pareja en las que manifiesta su intención de llevarse a los/as hijos/as
lejos, si llega a abandonarlo; o que como no tiene trabajo, no le van a permitir que se quede
con ellos/as; en las que le acusa de ser mala madre;…
Temen por su propia vida, ante las represalias que pueda tomar su agresor por su iniciativa de
abandono, denuncia,…; en definitiva, por el hecho de haber cuestionado su autoridad.
Este estado de temor, ansiedad e inseguridad que padecen suele provocarles un bloqueo
emocional, una ambivalencia de sentimientos hacia el agresor y en la forma de reconocerse a
sí mismas. Todas sus emociones oscilan de un extremo a otro en cortos períodos de tiempo, lo
que contribuye a un estado de desequilibrio emocional. Entre la repulsa del daño que la
relación le está causando a ella y a sus hijos/as y, por tanto, el rechazo del agresor y el amor o
compasión que les suscita. Entre el temor a su agresor y la necesidad de romper la relación,
además de la inseguridad que la nueva situación les genera.
Por otra parte, estas mujeres no se sienten apoyadas ni comprendidas por las personas de su
entorno familiar o cercano.
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El retraimiento en la decisión de formular denuncia, motivado, entre otros, por los siguientes
factores: la falta de sensibilización de muchas/o profesionales de este área, las sentencias que
ni reflejan la transcendencia de los daños ocasionados ni las protege del peligro que corren; el
tiempo que pasa hasta que se inicia un procedimiento judicial contra su agresor,…
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ESCALADA DE LA VIOLENCIA
Muerte violenta
Agresiones físicas
Agresiones verbales
Agresiones psicológicas
Por tanto, pueden existir daños de violencia psicológica antes de que se produzca la primera
agresión física. Además, al principio las reincidencias pueden producirse en un intervalo de
tiempo más o menos largo, pero irán haciéndose cada vez más cercanas en el tiempo, así
como más brutales.
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CICLO DE LA VIOLENCIA
Tensión Agresión
Remisión
1. Tensión: las tensiones se construyen.
2. Agresión: la violencia estalla.
3. Remisión: fase de calma o de “interludio amoroso”.
El denominado ciclo de la violencia explica por qué resulta tan difícil para algunas mujeres
defenderse de ella y alejarse del agresor, una vez pasada la fase de agresión.
• Primera: Tensión.
La duración de esta fase varía, mientras en una relación puede ir gestándose durante años, en
otra puede aparecer a los pocos meses de iniciarse.
• Segunda: Agresión.
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Una vez se produce la descarga de la tensión, la mujer queda aturdida y desorientada. Esta
fase puede finalizar porque alguien (vecino/a, policía, familiar,…) acude a las llamadas de
socorro de la mujer o el agresor perciba, en ese instante, que sus actos puedan tener
consecuencias negativas para él.
Fase utilizada por el agresor como refuerzo para mantenerse y retener a la mujer junto a
él, aplicando estrategias de manipulación afectiva (regalos, promesas, actitudes cariñosas,
disculpas,…) y conseguir que no abandone la relación, argumentando un arrepentimiento que
puede parecer sincero. La estrategia consiste en compensar a la víctima de manera que ésta
deseche la idea de tomar medidas de protección (denunciarle, abandonar el hogar,…) y
reforzar la dependencia emocional entre ambos.
La frecuencia con que se repite este ciclo y la peligrosidad de las lesiones irán aumentando
a medida que se avance en la escalada de violencia.
La mujer que se ve inmersa en el ciclo de la violencia muchas veces, necesita tiempo para
comprenderlo. Paulatinamente se irá dando cuenta de que siempre ocurre igual, e incluso
empeora. No obstante, a lo largo de este proceso la mujer sufrirá una pérdida progresiva de
autoestima y desconfiará de su capacidad para mejorar su situación, con lo que,
frecuentemente, su respuesta es de mayor sumisión hacia el agresor. Está actitud no hace
sino reforzar en él el convencimiento de que su estrategia es aceptable y que funciona.
Así pues, cuando una mujer víctima de violencia hace una petición de ayuda ha dado varias
vueltas al ciclo. Cada vez que cierra uno pierde confianza en sí misma. Por todo lo anterior,
es esencial que las víctimas reciban apoyos concretos y refuerzos en todas las ocasiones en
que, tras la fase de agresión, decida dar pasos encaminados a mejorar su situación. Si esta
ayuda no se produce, llegada la fase de calma será mucho más difícil movilizarla para que
tome decisiones. Cada vez que estas mujeres soliciten apoyo deben percibir claramente que
estaremos dispuestos/as a proporcionárselo, que respetaremos siempre sus decisiones y no
las culpabilizaremos por sus indecisiones.
NOTA: Este material es útil para la exposición de las transparencias 12, 13, 14 y 15.
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En estas mujeres se dan una serie de factores comunes que, tras ser observados,
pueden hacer sospechar a los/as profesionales. Por lo general, son indicadores que no
aparecen de forma aislada, sino que en cada mujer se suele dar una serie de ellos, por lo que,
cuantos más indicadores se detecten, más nos estaremos acercando a su diagnóstico.
• Actitud de temor, tanto en ausencia como ante la presencia del agresor. Ejemplos de
esto serían, en ausencia del agresor, que se sobresalta al oír ruidos inesperados; se inquieta
sobre la causa de los mismos; vigila la puerta; mira con miedo a su alrededor; no suele tomar
la palabra o le cuesta hacerlo.
En presencia del agresor: (puede ocurrir que insista en acompañarla a entrevistas que intuye
como “peligrosas”); le controla y limita los temas a abordar; responde en lugar de su mujer;
incita a su mujer a callarse, a medir lo que dice, a revisar sus expresiones,…cuando la mujer
se explica solicita constantemente su aprobación; permanece silenciosa; él la interrumpe para
rectificar, precisar o decir a su manera el relato de ella;
• Se las puede encontrar tristes, desmotivadas para iniciar cualquier actividad o cambio
en sus vidas, ausente de esperanzas, con sensación de impotencia,… acabando, en muchas
ocasiones, en una depresión.
• Ropas no apropiadas para la época (jersey de cuello cisne o manga larga en verano),
con las que se puede estar ocultando una lesión.
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Además de las actitudes o estados determinados que podamos percibir en la mujer, existen
algunos síntomas manifiestos:
• Las heridas y/o hematomas, sobre todo si están en sitios extraños, existiendo
discordancia entre algo que la/el profesional detecte y las explicaciones que da la mujer, es
decir, que se dé ausencia de coherencia, o que puedan ser sugestivas de una postura defensiva
(cardenales en el interior del antebrazo…).
Dos herramientas fundamentales de las que se dispone para la prevención, detección precoz,
diagnóstico y tratamiento de este problema de salud son: la entrevista y la historia de salud.
A. LA ENTREVISTA
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Contrariamente a la creencia de que las víctimas de violencia no quieren que se les pregunte,
ni quieren hablar de ello, las pacientes no se sienten ofendidas, si no por el contrario perciben
que el/la sanitario/a se preocupa también por este tipo de problemas.
Aunque, en un primer momento, la mujer no conteste, este gesto puede interpretarlo como un
apoyo y se habrá dejado la puerta abierta para futuras ocasiones.
Se deben hacer las preguntas en privado, separarla de cualquiera que la acompañe, salvo que
insista en que es de su confianza. Demostrar el apoyo y la seguridad de el/la profesional
facilitará la obtención de una mejor actitud de la mujer, por lo que, es importante e
imprescindible crear una relación empática entre los/las profesionales y la usuaria que permita
un clima de confianza, apertura y respeto hacia sus decisiones.
B. LA HISTORIA DE SALUD.
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Tanto si la historia está abierta como si la vamos a abrir, debemos tener en cuenta los puntos
anteriormente expuestos, además de plantear preguntas directas sobre la situación de
violencia. Exponemos algunos ejemplos de estas preguntas que pueden ser de utilidad:
− “La violencia en el hogar es muy común y puede ser muy grave, de forma rutinaria
pregunto a todas mis pacientes si están viviendo una situación de violencia doméstica,
porque nadie tendría que vivir con miedo y porque hay formas de ayudar”.
− “¿Se siente segura con su pareja?”.
− “¿Tiene miedo de su pareja?”.
− “Muchas mujeres experimentan algún tipo de violencia a lo largo de su vida, ¿le ha
ocurrido a usted alguna vez?”.
− “En muchas ocasiones en que veo lesiones de este tipo es porque alguien le ha dado un
puñetazo. ¿Es eso lo que le ha ocurrido?”.
− “¿Qué ocurre cuando su marido se encoleriza?”.
− “¿Su marido bebe o consume drogas?-(si dice que sí)-¿Cómo se comporta con usted?”.
− “Si la paciente refiere algún aborto espontáneo. Haga la pregunta, ¿hubo alguna causa
física para su aborto?”.
− “La mujeres que crecen y se desarrollan en un ambiente de violencia vivirán una
situación de maltrato como algo “normalizado” y, por tanto, no creen que deban
comentarlo. Por lo que debe preguntar: ¿ha sido usted víctima o testigo de violencia en su
familia?”.
No olvidemos la sensación que ellas suelen tener de pérdida del control de su vida. Es
fundamental ofrecer una serie de recursos y potenciar una actitud activa sobre sus propias
decisiones. Esto consigue crear un poderoso refuerzo y la sensación de que comienza a
recuperar las riendas de su vida.
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La actuación con mujeres víctimas de violencia va mucho más allá de tratar horribles lesiones
o derivarla a otros recursos.
Las metas que se establece la/el profesional a la hora de intervenir se centran en el derribo de
las dificultades que influyen en que la mujer permanezca en este tipo de situaciones. Estos
obstáculos fueron desarrollados en el apartado dedicado de la mujer agredida. Por lo tanto, la
actuación irá encaminada a solventar estas carencias (falta de autoestima, conocimiento de sus
derechos, ayudarlas a romper su aislamiento social, liberarlas de su culpa,…). Hay que
recordar que, en la mayoría de los casos, las mujeres pueden no ser conscientes de la situación
de violencia que padecen por tratarse de una violencia muy sutil o por considerar como
“normal” la conducta de su pareja.
− Las mujeres no deben percibir que la/el profesional que la atiende va a resolverle su
problema, hay que transmitirle la idea de que ellas pueden superar esta situación.
− El/la profesional debe comprender que dejar una relación violenta es un proceso que
lleva su tiempo (a veces, años). Por tanto, hay que respetar el proceso de cada mujer, en
el que va tomando aquellas decisiones que se encuentra capaz de afrontar. Es importante
que ella sepa que estamos allí para ayudarla y darle soporte, a medida que ella vaya
dando los pasos necesarios para abandonar su situación. Nuestra labor se centra en
asesorarla y apoyarla en su toma de decisiones, aunque veamos claramente que su
demanda no va a resolver su situación.
En estos casos, podemos aprovechar los momentos, en los que se cuestiona las decisiones
tomadas, para mostrarle las posibilidades que anteriormente ha desechado y ofrecerle otras
alternativas.
Las mujeres víctimas de violencia doméstica necesitan saber que: no merecen ser
maltratadas hagan lo que hagan, que los malos tratos son un problema muy frecuente que
afecta a millones de mujeres, que no está sola, que necesita conocer sus opciones.
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• Informar: subsanar las lagunas que por falta de información tiene la mujer, con la
finalidad de que tome las decisiones en las mejores condiciones.
• Reflexionar: sobre su situación y las posibilidades de cambio.
• Poner en relación - crear nuevas oportunidades: ofertar a la mujer la posibilidad de que
amplíe su red social, comparta experiencias, conocimientos, inquietudes,… con otras
mujeres (talleres de autoestima, grupos de autoayuda mutua,…).
• Compartir: su decisión e informarla de los recursos.
• Planificar la estrategia a seguir y dar el seguimiento adecuado.
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Existen ciertos factores que nos pueden indicar el peligro y el riesgo de muerte de una mujer
en estas situaciones.
En la mayoría de los casos en que la violencia termina en muerte, la mujer veía claramente su
peligro y ya había solicitado algún tipo de ayuda sin haber encontrado protección.
Los factores que nos pueden indicar el peligro son, entre otros:
• Que se constate una frecuencia creciente de incidentes violentos, es decir, que se repita el
ciclo de forma continua.
• La gravedad de las heridas infringidas.
• Agresiones sexuales de forma repetida.
• Amenazas de muerte reiteradas y continuadas a ellas y/o sus hijos/as.
• La presencia o uso de armas u objetos para agredir.
• Amenaza de suicidio.
• Algún intento de homicidio.
• Que la mujer haya intentado poner fin a la relación.
• Que el agresor acceda o intente acceder al domicilio que por sentencia judicial le ha
correspondido a la mujer.
• Que el agresor siga y/o vigile de forma obsesiva a la mujer y/o los/as hijos/as.
• Que la mujer sienta que está en peligro.
− Una primera fase de acogimiento, cuyo objetivo sea principalmente escuchar, tranquilizar
y desculpabilizar de forma activa y reflexiva, favoreciendo la expresión de sus angustias y
miedos.
− La segunda fase se centra en conocer la situación y los recursos con los que cuenta la
mujer. Debemos indagar sobre sus hijos/as, con qué personas de apoyo cuenta, qué
documentación lleva encima, si cuenta con dinero,… y ayudarla en la toma de decisiones.
− Expresarle que está en peligro, pero que no está sola y que hay ayuda disponible.
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Si decide:
− Se le pone en contacto con los servicios del D.E.M.A. (112) o con el Centro de
Información que le corresponda. Mientras esto ocurre, se intentará no dejarla sola y velar
por su seguridad.
− Se le recuerda que puede acudir a consulta cuando lo crea necesario y que nos gustaría
volver a verla, saber cómo está…
La decisión de volver a casa o no tiene que ser tomada finalmente por ella y ser respetada
por la o el profesional.
La mujer, muchas veces, abandona su hogar empujada por una situación puntual, sin ser fruto
de una decisión meditada y voluntaria. Es importante tener esto en cuenta, ya que muchos/as
profesionales ven la necesidad de un acogimiento antes de la posibilidad de que regrese a su
hogar. En muchas ocasiones, la mujer accede porque piensa que es lo que profesionales,
familiares, amistades,… esperan que haga, pero no es lo que realmente quiere. También
puede ocurrir que ella se plantee que esta opción es la que realmente le conviene, aunque
luego cambie de parecer. Esta confusión inicial lleva a que sea muy habitual que una vez la
mujer esté acogida en un centro, decida volver a su domicilio con su pareja.
No siempre resulta así, hay muchas mujeres que aprovechan esta situación de salida urgente
para romper definitivamente con una situación de violencia que no han sido capaces de
romper antes.
Estas mujeres que han decidido la ruptura de su relación violenta deben ser
derivadas a servicios específicos donde se les asesore y oriente de forma
adecuada sobre cuestiones y procesos legales, siempre y cuando las mujeres los
quieran iniciar.
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2. PLAN DE SEGURIDAD:
RECUERDELE:
− Tener un bolso preparado con ropa, medicamentos, juguetes y objetos de valor.
− Preparar un listado de teléfonos de familiares, colegios, médicos,..
− Tener fotocopias de D.N.I., libro de familia, tarjeta sanitaria, cuentas bancarias, nóminas,
certificados de estudios, etc.
− Abrir una cuenta en un banco que sólo ella conozca e ir ingresando lo que pueda.
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Hay que tener en cuenta que cuando la mujer decide poner fin a la relación a raíz de sufrir una
agresión, su pareja pone en movimiento tres mecanismos fundamentales: los/as hijos/as, los
bienes materiales y las amenazas de más violencia o muerte.
En este caso se trata de una ruptura rápida que se suele dar en aquellas mujeres con
recursos personales y económicos, con posibilidades de trabajo y con una red familiar y/o
social de apoyo. Además, posee una buena autoestima que le impedirá aceptar y permanecer
en una relación de dominación. Y, por lo general, son mujeres que no tienen un pasado
violento, es decir, que en su familia no han interiorizado la violencia como forma normal de
comportamiento.
⇒ Se separa tras varios años de soportar la violencia, después de haber intentado todo por
salvar la relación:
• Ha buscado ayuda para solucionar lo que detecta como problema de los dos.
• Considera que la situación es demasiado dañina para ella y sus hijos/as.
• Su decisión ha sido muy meditada, y casi nunca retrocede, una vez en marcha.
En estos casos, las mujeres antes de plantearse la separación lo intentan todo. De esta forma,
reducen sus sentimientos de culpa ante el fracaso de la pareja. Pueden haber aguantado la
violencia durante algunos años, a lo largo de los cuales han buscado todo tipo de ayuda para
superar la crisis (asistir a terapias individual y/o de pareja,..) hasta que poco a poco, van
descubriendo que no hay nada que ellas puedan hacer y que el agresor rara vez siente
verdaderos deseos cambiar. A esto se une su preocupación por las consecuencias visibles que
esta situación está provocando en sus hijos/as.
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ES IMPORTANTE que ellas, en cada nuevo intento por salir de la situación, retomen nueva
confianza en sí mismas y en su capacidad para vivir de otra manera. A la vez, que se respeten
todas sus decisiones y se les trasmita la seguridad de que cada vez que vuelvan a intentarlo
tendrán apoyos y ayuda necesaria.
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LOS RECURSOS.
Los centros de Atención Primaria constituyen uno de los recursos más cercanos a la población
en general.
Para las mujeres víctimas de violencia, los/as profesionales socio-sanitarias/os de los centros
son el punto de referencia claro al que pueden acceder, solicitando el apoyo y la información
que necesitan. Debemos ser conscientes de que el sector de la salud no puede resolver todos
los problemas por sí solo, pero la sensibilidad y el compromiso pueden empezar a marcar una
diferencia.
Las respuestas sensibles en la atención sanitaria pueden incidir en las mujeres, y reducir sus
sentimientos de aislamiento y culpa. No obstante, los servicios adicionales como la
orientación, el asesoramiento jurídico, el apoyo psicológico, los grupos de autoayuda,…que
prestan las entidades públicas y/o ONGs,…constituyen otras claves de servicios permanentes
que las víctimas necesitan. Es necesario pues, que todo el personal sanitario conozca y
mantenga actualizados los recursos de su área de salud. Así mismo, es importante que se
establezcan y mantengan contactos con grupos de mujeres y otras instituciones que ofrezcan
apoyo a las mujeres que experimentan violencia.
1. ¿QUÉ HACER?
Una mujer que ha sufrido cualquier tipo de agresión: física, psicológica o sexual debe acudir,
en primer lugar, al servicio de urgencias más cercano (centro de salud-hospital). En caso de
agresión sexual, tras la correspondiente valoración y tratamiento de otras lesiones que puede
presentar, se remitirá de forma inmediata al servicio de urgencia del hospital para su
valoración por un/a ginecólogo/a. Si la mujer precisa de apoyo y acompañamiento inmediato
porque peligra su integridad física o psíquica se podrá activar el DEMA, a través del 112.
En los otros casos, recibirá la atención médica correspondiente. Además, el/la facultativo/a
cumplimentará el parte de lesiones, en el que se quedará recogida la información necesaria
sobre la gravedad de las lesiones, así como la causa de las mismas.
− Si tiene marcas de distintos días (de color morado o amarillo) reflejarlo en el parte, eso
agrava el delito.
− Si la mujer refiere sufrir amenazas, insultos, abusos sexuales,…se debe incluir en el parte
de lesiones.
− Recoger otros signos o síntomas que la mujer refiere padecer desde que sufre la situación
de violencia (dolores de cabeza, trastornos digestivos, depresiones, nerviosismo, etc).
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Una vez extendido, el/la facultativo/a dará una copia del mismo a la mujer agredida, otra se
quedará en el centro y la última la remitirá al juzgado.
En caso de que la mujer no desee poner denuncia, guardará su copia del parte de lesiones para
presentarlo, si decide hacerlo, más adelante.
Recordarle:
Además, deberá solicitar copia de su denuncia, a la vez que presentar el parte de lesiones que
le han extendido en el centro sanitario.
Este servicio se activa a través del Teléfono Único de Urgencias 112, que centraliza los
recursos de emergencia de toda la Comunidad Autónoma (Servicio Canario de la Salud,
Cuerpos de Seguridad del Estado, Protección Civil, Bomberos,…). En este teléfono existe un
servicio de Atención a Mujeres Víctimas de Violencia, las 24 horas del día todo el año y
funciona en todas las áreas de salud.
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• Acompañar a la mujer a hacer las gestiones que en ese momento sean precisas para una
correcta actuación policial y judicial.
• Durante su permanencia en él, las profesionales realizan gestiones tales como procurar
asesoramiento jurídico, apoyo psicológico, solicitar acompañamiento policial para que la
mujer, con una profesional del dispositivo, acceda a su domicilio a recoger sus
pertenencias sin peligro, gestión para el acogimiento en otros centros….
Los recursos de apoyo y asesoramiento a la mujer surgen por la necesidad real y social de
prestar una atención específica y gratuita a todas las mujeres y se encuentran,
fundamentalmente, en determinados Ayuntamientos, Cabildos y entidades sociales.
Están diseñados para asesorar y orientar en cualquier tipo de problema, así como apoyar y
hacer un seguimiento a la mujer a lo largo de todo el proceso. Prestan un servicio integral a la
mujer, toda vez que intentan dar respuesta a todas sus necesidades y cuentan con personal
multidiscilplinar.
No estaría completa esta agenda sin mencionar la labor que se realiza desde algunas ONGs.
que trabajan con mujeres víctimas de violencia. Es conveniente que los/as profesionales de la
salud conozcan estas asociaciones y, sobre todo, las ubicadas en su zona básica de salud.
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4. OTROS ACOGIMIENTOS
Existen otros recursos que ofrecen una acogida más estable en el tiempo, están gestionados
por Organismos Públicos y Privados.
Entre ellos:
⇒ Las Casas de Acogida, cuyo objetivo es alojar y atender temporalmente las necesidades de
las mujeres víctimas de violencia de género y de los hijos e hijas a su cargo,
proporcionándoles una asistencia integral que promueva su autonomía personal. Además,
facilita la asistencia psicológica y educativa a las/os hijas/os de las mujeres que permanezcan
en ellas.
En nuestra Comunidad existen cinco, dos gestionadas por Organismos Públicos y las otras
tres por entidades privadas. Una de ellas se encuentra en Gran Canaria y depende del Cabildo.
Tras la valoración de los casos, es la Unidad de Atención a la Familia, Infancia y Mujer
quien remite a las mujeres a la Casa de Acogida.
Dos de ellas están ubicadas en Tenerife. Una gestionada por la Oficina Insular de la Mujer
del Cabildo, que es la que, tras la valoración de los casos, las remite a su Casa de Acogida. La
otra es la Casa de Acogida “Atacaite”, perteneciente a Cáritas, y a la que se accede
directamente.
⇒ Otro de los recursos que existen en la actualidad son los Pisos Tutelados. Proporcionan un
hogar funcional y temporal a aquellas mujeres que ya no requieran en su totalidad la
asistencia prestada por las casas de acogida.
En el caso de Tenerife, hay tres pisos. Dos de ellos gestionados por la Asociación Solidaridad
y Cooperación Canaria y el tercero por el Ayuntamiento de Los Realejos.
⇒ Existen centros que, sin ser específicos para mujeres en situación de violencia, las acogen.
Tanto desde la Unidad de Atención a la Familia, Infancia y Mujer como desde la Oficina
Insular de la Mujer se valoran acogimientos de chicas jóvenes o madres gestantes para su
entrada a estos recursos.
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