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LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y

LA SALUD:
MANUAL PARA LA SENSIBILIZACIÓN
Y LA PREVENCIÓN
Edita: Gobierno de Canarias. 2001.
• Consejería de Sanidad y Consumo
Servicio Canario de la Salud -
Dirección General de Programas Asistenciales

• Consejería de Empleo y Asuntos Sociales


Instituto Canario de la Mujer

Depósito Legal: G.C.365-2001


I.S.B.N.: 84-943632-6-6
LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y LA
SALUD:
MANUAL PARA LA SENSIBILIZACIÓN Y
LA PREVENCIÓN

Canarias, Mayo de 2001


INDICE

Página

• Introducción....................................................................................................7
• El proceso de socialización y el origen de la violencia ..................................9
• La violencia contra las mujeres ....................................................................12
− La definición
− La clasificación
− El Código Penal.
• El agresor: estrategias y mitos más generalizados .......................................17
• La mujer agredida .........................................................................................20
• El proceso de la violencia: características ....................................................22
− La escalada
− El ciclo
• Indicadores para la detección .......................................................................25
− Actitud/estado de la víctima
− Problemas de salud recurrentes
− La entrevista
− La historia de salud
• La actuación sanitaria: generalidades ...........................................................29
• Factores de riesgo inminente: Intervención..................................................31
− El escenario de protección
− El plan de seguridad
• Procesos de ruptura de las relaciones violentas............................................34
• Los recursos..................................................................................................36
− ¿Qué hacer?
− El D.E.M.A.
− Centros de apoyo y asesoramiento
− Otros acogimientos
• Bibliografía...................................................................................................40
La violencia de género o la violencia ejercida contra las mujeres, en su múltiple y variada
casuística, es una de las violaciones de derechos humanos más graves y más ocultas que se
registran aún en nuestra sociedad, perdurable en el tiempo y resistente, como ninguna otra lo
ha sido, a la evolución de las mentalidades y los esquemas sociales.

Es además un grave problema de Salud Pública puesto que presenta una alta frecuencia, una
incidencia mal conocida, una alta y variada morbilidad y una progresiva mortalidad.

El Plan de Salud de Canarias y el Plan Canario de Igualdad de Oportunidades de las Mujeres


contemplan entre sus objetivos, la formación de los y las profesionales así como el desarrollo
de programas y servicios tendentes a cubrir las necesidades sanitarias de las mujeres. En
asunción de dichos compromisos, el Servicio Canario de la Salud, a través de la Dirección
General de Programas Asistenciales y el Instituto Canario de la Mujer coeditan la publicación
que ahora les presentamos.

“La violencia de Género y la salud” está estructurada en dos volúmenes, el primero es una
manual teórico y el segundo contiene las unidades didácticas, estando diseñados para ser una
herramienta práctica de aplicación en las consultas y en programas de Educación Sanitaria. El
manual recoge una visión general sobre la violencia de género y contiene además
recomendaciones para la detección precoz, la prevención y la derivación de casos.

Con las Unidades Didácticas se pretende incidir en la sensibilización y prevención a través de


una intervención educativa-participativa con aquellos colectivos a los que el personal
sociosanitario de los Centros tiene acceso, como son los grupos de educación maternal, otros
grupos de mujeres y actuaciones en la comunidad (AA.VV, AMPAS,…), incorporando, así
una de las directrices de la OMS.

Se hace necesaria la participación activa de todos los/as profesionales de los Equipos de


Atención Primaria. La sensibilización y el nivel de compromiso tanto humano como
profesional en la aplicación de estos instrumentos de trabajo nos conducirá a aumentar la
salud y la calidad de vida de las mujeres y, por ende, a la mejora de la sociedad en su
conjunto.

DIRECTORA DEL INSTITUTO DIRECTOR GENERAL DE


CANARIO DE LA MUJER PROGRAMAS ASISTENCIALES
La presente publicación ha sido planificada por la Dirección General de Programas
Asistenciales del Servicio Canario de la Salud, Consejería de Sanidad y Consumo, editada
conjuntamente con el Instituto Canario de la Mujer, Consejería de Empleo y Asuntos
Sociales. Gobierno de Canarias.

• Coordinación: Servicio de Atención Primaria, Planificación y Evaluación.


Dña. Mercedes Cueto Serrano

• Grupo de Trabajo: Dña. María Dolores Amador Demetrio


Dña. Rosa Del Valle Alvarez
Dña. Regla Hernández Gallego
Dña. Lourdes Nuez del Rosario

• Colaboradoras temáticas:
Dña. Delfina Pérez González.
Dña. Rosario Pizarro Celis.
Servicio de Planificación y Programas del Instituto Canario de la
Mujer.

Mecanografía, composición gráfica y corrección de estilo.

Dña. Silvia Ramos Arozamena, Auxiliar Administrativa del Servicio de


Atención Primaria, Planificación y Evaluación.
LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y LA SALUD
MANUAL Y UNIDADES DIDÁCTICAS PARA LA SENSIBILIZACIÓN Y LA PREVENCIÓN

INTRODUCCION

La violencia de género es un fenómeno extendido en todas las culturas y sociedades del


mundo y está ligado a otras formas de discriminación.

Estas agresiones, en sus múltiples facetas consideradas durante mucho tiempo como del
ámbito privado, sin duda manifiestan las relaciones de dominio que aun persisten de los
hombres sobre las mujeres.

Las cifras son alarmantes, sobre todo si tenemos en cuenta que suelen salir a la luz sólo los
casos más dramáticos y extremos.

El silencio que acompaña a las mujeres víctimas de violencia, propiciado por múltiples
factores psicológicos y sociales, como asumir el juicio social, sentirse responsable de las
agresiones o la falta de perspectivas personales y económicas, perpetúa este fenómeno.

En los últimos años, son muchos los esfuerzos dirigidos a afrontar y eliminar esta violencia.
Desde el ámbito internacional se han sucedido las declaraciones, convenciones y
recomendaciones que reconocen los derechos de las mujeres e instan a los gobiernos y las
instituciones a adoptar medidas concretas para prevenir y eliminar la violencia y hacer
efectivos los derechos humanos de las mujeres. Desde la Convención para la Eliminación de
toda Forma de Discriminación Contra las Mujeres de 1979, pasando por la Declaración de la
Conferencia Mundial de Derechos Humanos de la O.N.U. (1993) hasta la Plataforma de
Acción de Pekín (la IV Conferencia Mundial de la O.N.U. sobre las Mujeres, 1995).

Muchos países están iniciando el proceso de reconocer en la violencia contra las mujeres un
problema político, social y de salud de grandes dimensiones, sobre el que hay que trabajar
para la consecución de los valores de justicia y equidad que rigen a las sociedades
democráticas.

En nuestro país, según una macroencuesta realizada por el Instituto de la Mujer en el año
2000, cuatro de cada cien mujeres españolas mayores de edad declaran haber sido maltratadas
durante el último año, lo que eleva la cifra a un total de 1.865.000 mujeres. Además de
aquellas que lo reconocen, hay un alto número (640.000) que, aunque no se considera mujer
maltratada, admite que frecuentemente o a veces, han sufrido agresiones como insultos o
amenazas e incluso golpes.

En el 70% de los casos, los actos violentos se han padecido durante más de cinco años y
suelen tener mayor incidencia en mujeres entre 45 y 64 años.

En nuestra Comunidad Autónoma (a noviembre de 2000) se han registrado un total de


2.235 delitos de violencia contra las mujeres. De éstos, 1.219 casos fueron denuncias por
malos tratos de los maridos a sus esposas.

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Datos recientes del D.E.M.A. (Dispositivo de Emergencia para Mujeres Agredidas)


confirman el aumento de las alertas por violencia, con una media diaria de diez llamadas al
servicio, 112.

La actuación y prevención sobre este problema requiere la intervención coordinada de


todas las instituciones con medidas tendentes a dar respuestas rápidas y eficaces ante estas
situaciones.

El Servicio Canario de la Salud a través del Plan de Salud y la Ley 11/1994, de 26 de


julio, de Ordenación Sanitaria de Canarias (L.O.S.C.A. BOC nº 96, de 5 de agosto de 1994)
prevé la formación y sensibilización del personal de los servicios sanitarios para la detección
precoz, diagnóstico, tratamiento y derivación efectiva de las mujeres víctimas de violencia. Al
ser los Centros de Salud y los servicios de urgencia los dispositivos sanitarios más cercanos a
la población y a los que, generalmente, de forma primaria acude la mujer víctima de
violencia, se hace necesaria la elaboración de este material con el fin de dotar a nuestros/as
profesionales de los conocimientos y herramientas necesarias para intentar dar respuestas
efectivas a este grave problema.

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EL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN Y EL ORIGEN DE LA VIOLENCIA

La violencia de género es un fenómeno íntimamente ligado a la forma en la que mujeres y


hombres hemos sido socializados y educados. Una persona hace suyos los modelos, los
valores, las normas que le son transmitidos por otras/os miembros de la sociedad,
adquiriendo, con ello, una determinada identidad social. Esto es, asimila e interioriza una
serie de características culturales y sociales que se asignan y transmiten a uno y otro
sexo biológico, de modo diferente, determinando una identidad de género diversa:

Identidad Femenina/Identidad Masculina

La socialización se realiza a través de la familia, la escuela, los modelos sociales y los grupos
de referencia, los medios de comunicación o el lenguaje... De entre todos, la familia es el
agente socializador más importante, ya que la madre y el padre se convierten en la primera
referencia directa para niñas y niños, y, por tanto, determinantes en la formación de sus
identidades. Además de la referencia inmediata de su propia identidad como individuos,
padres y madres suelen desarrollar pautas educativas y de comportamiento diferentes con los
hijos y con las hijas. Por ejemplo, se da mayor libertad de acción a los niños, mientras que
existe mayor tendencia a mostrar actitudes o desarrollar conductas de protección hacia las
niñas. También observamos que niños y niñas no practican los mismos juegos, que utilizan
juguetes distintos... En definitiva, se puede considerar que se educa en la diferencia y no en la
igualdad o coeducación.

El hecho de que niñas y niños sean educados de forma desigual, unido a la transmisión de
modelos sociales de referencia distintos para uno y otro sexo, da lugar a que se modelen
mujeres y hombres con valores y comportamientos diferentes, que desempeñarán funciones
sociales distintas. Pero no sólo distintas, sino des-iguales, con desigual valor en uno y otro
sexo, y, además, estereotipadas, es decir, invariables, ajustadas a un modelo mantenido y
transmitido igual a lo largo del tiempo.

Algunos de los rasgos que se potencian en uno y otro sexo, conformando distintas
identidades, son los siguientes:

Identidad masculina Identidad femenina


Independencia Dependencia
Fuerza Debilidad
Dominio Sumisión
Competitividad Cooperación
Seguridad Inseguridad
Confianza Resignación

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En tanto el modelo masculino se ha configurado y transmitido como la referencia absoluta y


paradigma del ser humano, definido en positivo, la identidad femenina se ha ido definiendo
por vía negativa o de exclusión, por el "no-ser, carecer de, o pertenecer a".

Los valores predominantes en cada identidad coinciden con aquellas características que son
consideradas socialmente más apropiadas para desempeñar los roles que se esperan de uno y
otro sexo, y cualquier comportamiento ajeno o contrario a estos valores será considerado
como desviación. El conjunto de valores y comportamientos asociados a cada papel social o
rol constituyen los estereotipos de género.

ESTEREOTIPOS SOCIALES

Mujer Hombre
Esposa Cabeza de familia
Rol Ama de casa/madre/cuidadora Trabajador/mantenedor
Rol reproductivo Rol productivo
Doméstico
Productivo valorado como aporte Productivo valorado como
Trabajo
económico complementario aporte económico principal

Equilibrio afectivo y emocional


Funciones de la familia Bienestar material de la familia

Cada rol determina el desempeño de un tipo de funciones sociales diferentes y de desigual


valor - siendo más valorada la producción y menos la reproducción- y generan unas
relaciones sociales y familiares de poder desigual y un reparto de responsabilidades y
derechos diferente, abocando, entre otros efectos, a la dependencia económica de las mujeres
y/o, pese a la independencia económica, a la doble jornada laboral y a la renuncia del
desarrollo personal.

Las desiguales relaciones de poder, la dependencia económica y la minusvaloración del rol


social femenino, determinan una relación de desequilibrio entre ambos sexos, y van
configurando una posición de subordinación de la mujer frente al hombre, cuyo rol, a su vez,
se va configurando como representación de la autoridad y el paradigma de referencia del
ser humano (androcentrismo); a lo largo del tiempo, se ha consolidado la identificación entre
autoridad y poder, y los roles se han adaptado y asignado con arreglo a este binomio.

Las relaciones de poder entre el rol masculino, como dominante y referente de autoridad, y el
femenino como subordinado, sustentan un esquema de sociedad y organización familiar
conocido como "patriarcado". En este modelo, las desigualdades están presentes en todos los
ámbitos, públicos y privados, determinando un ejercicio y un reconocimiento social de
derechos y libertades desigual en ambos sexos, pese a la igualdad jurídica ya existente en
muchos países.

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En el ámbito privado, la mujer tiende, en virtud del aprendizaje del rol, y no por
determinismo biológico, a priorizar la familia sobre el resto de sus fuentes de realización o
satisfacción personal o profesional (estudios, trabajo, política, aficiones). Su autovaloración y
su felicidad están mediatizadas por su éxito o su fracaso en este ámbito, más que en otros, es
decir, por lo que "se espera" socialmente de ella.

Las energías vitales de las mujeres deben destinarse por "mandato social", asumido e
internalizado por vía educativa y mimética con su modelo de referencia, a satisfacer las
necesidades y deseos de otros/as, a ser generosas y entregadas en lo que se consideran "sus
funciones" (reproducción, asistencia, educación), funciones de servicio a otras personas, a las
que siempre deben supeditarse las necesidades, intereses y deseos de las mujeres, que quedan
en un segundo plano o definitivamente relegados en la escala de prioridades familiares y
sociales.

En los ámbitos educativo y laboral asistimos a la segregación horizontal (niveles de


responsabilidad, poder, prestigio y remuneración) y vertical (por sectores laborales y
especializaciones académicas) de opciones, orientaciones y posibilidades de desarrollo
diferentes. Asistimos al desigual reparto de responsabilidades, salario y oportunidades de
promoción en la empresa, al desigual acceso a la formación y a la imposible
compatibilización de horarios y responsabilidades familiares y profesionales, fruto de la doble
jornada; y, como extremo, al acoso sexual, al despido, al superior índice de desempleo
femenino, y al techo de cristal para mujeres en puestos de responsabilidad.

En el ámbito político, son los hombres los que optan mayoritariamente a puestos de
responsabilidad. La presencia de las mujeres en la política sigue siendo minoritaria, en escalas
de poder inferiores y pagando un alto coste personal por esta dedicación pública: la triple
jornada y el desdoblamiento imposible o la disyuntiva forzada entre el desarrollo político y
profesional y la maternidad.

Pese a los innegables avances experimentados por nuestra sociedad desde 1976, y pese a la
mayor presencia de las mujeres en todos los ámbitos públicos, la evolución de los esquemas
mentales es muy lenta, y la educación, la familia, los referentes sociales, siguen transmitiendo
modelos desiguales por razón de sexo.

La violencia de género es una de las manifestaciones, la más brutal, de este modelo social
basado en el patriarcado, las desiguales relaciones de poder y la transmisión estereotipada de
roles de distinto valor para ambos sexos. Que este tipo de violencia tiene un componente
esencial de ejercicio de poder de un sexo sobre otro se evidencia en las estadísticas de
mujeres y hombres agredidos por el sexo contrario y en las características de esta agresión, las
cuales desvirtúan otras interpretaciones del fenómeno, que lo asocian a patologías
individuales o a coyunturas profesionales.

NOTA: Este material es útil para la exposición de las transparencias de la 1 a la 5.

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LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

La violencia contra las mujeres es un fenómeno social muy generalizado, sin fronteras, no
exclusivo de un grupo o clase social y que afecta a un gran número de mujeres. Es una
realidad constante a lo largo de la historia, derivada, como hemos dicho anteriormente, de la
interiorización o asunción de determinados roles o funciones "asignados" de forma diferente a
hombres y mujeres. En definitiva, es una expresión de la relación de desigualdad entre
hombres y mujeres.

La violencia que se ejerce contra las mujeres está presente en todas las culturas, tanto en las
llamadas "culturas o sociedades tradicionales" como en las llamadas "sociedades avanzadas,
occidentales o democráticas".

No obstante, en aquellas sociedades cuyos ordenamientos jurídicos o códigos normativos,


religiosos o civiles no equiparan en derechos a hombres y mujeres, esta violencia de género es
más explícita, evidente y pública, y, además, es tanto institucional como privada, y adopta (o
adoptó, según qué casos) formas más primitivas o brutales (ablación del clítoris; lapidación;
incineración en vida; pena de muerte; imposición de ropajes de ocultación; privación de
libertad; restricción de la libre circulación y el acceso a determinados bienes y servicios
necesarios para la vida, etc.).

Por el contrario, en las sociedades en las que existe equiparación legal entre mujeres y
hombres, o que están dotadas de un texto constitucional que ampara los derechos individuales
de las personas sin distinción de sexo, la violencia de género se ejerce generalmente de forma
encubierta, y mayoritariamente en el ámbito privado. Persistiendo, además, una violencia
estructural mediante la cual se siguen poniendo obstáculos a la igualdad real.

En las sociedades democráticas, la actividad de varias décadas de las organizaciones de


mujeres y de los Organismos de Igualdad han ido sacando a la luz pública el fenómeno de la
violencia de género. En nuestro país, gracias a las reiteradas denuncias de estas
organizaciones y al impulso del Instituto de la Mujer, se consiguió que la Comisión de
Derechos Humanos del Senado crease una Comisión de Investigación sobre los Malos Tratos
a Mujeres en 1986 y que en las Comisarías de Policía se empezase a contabilizar
estadísticamente, de forma diferenciada, las denuncias por malos tratos que las mujeres
presentaban contra sus esposos. Este simple hecho, mostró la gravedad de un fenómeno que
hasta entonces se consideraba anecdótico, sacó a la luz lo que socialmente se mantenía oculto
y obligó, tanto a las instituciones públicas como a las entidades sociales y a la sociedad en
general, a plantearse la necesidad de tomar medidas para prevenir y erradicar la violencia de
género.

A la actividad de estas organizaciones y de los Organismos de Igualdad se han unido las


voces de determinadas personas profesionales y, más recientemente, de los medios de
comunicación, logrando un mayor conocimiento público del fenómeno de la violencia, de su
alcance y características, difundiendo los reiterados casos de agresiones y muertes a mujeres.
Con ello, se está generando una cierta sensibilización social y una cierta actitud de repulsa,
aun no adecuadamente canalizada y no muy fundamentada en la comprensión de sus causas,
ya que es aún muy frecuente su interpretación como comportamientos individuales o fruto de
patologías clínicas.

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DEFINICIÓN

Podemos definir la VIOLENCIA DE GÉNERO como “Todo acto de violencia basado en la


pertenencia al sexo femenino, que causa o es susceptible de causar a las mujeres daño o
sufrimiento físico, psicológico y sexual, e incluye las amenazas de tales actos y la
restricción o privación arbitraria de la libertad, tanto en la vida pública o privada”.(Art. 1
de la “Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la Mujer” de las Naciones
Unidas, 1993).

La diferencia entre este tipo de violencia y otras formas de agresión y coerción estriba en que,
en este caso, el factor de riesgo es el solo hecho de ser mujer.

Tal como se incluye en el concepto, esta violencia, en las formas en que pasaremos a
describir, se puede producir tanto en el entorno familiar como en el entorno social de la
mujer. Su clasificación está basada en el tipo de daño o sufrimiento que ocasiona, sea cual sea
el lugar donde se produzca la agresión. En cualquier caso, dada su elevada frecuencia y, en
muchos casos, su invisibilidad, nos centraremos en la violencia familiar o doméstica.

CLASIFICACIÓN

Se hace necesario aclarar que aunque a continuación se mencionen tres tipos de agresión o
maltrato no existe una clara separación entre ellos y que frecuentemente estos tres coexisten
en una situación de violencia.

• La violencia física hace referencia al uso deliberado de la fuerza en el cuerpo de la mujer


con la intención de ocasionar lesión física, daño o dolor. Lo que importa es la intención de
ocasionar el daño. Esta agresión se puede contextualizar tanto dentro como fuera del
domicilio familiar, en el trabajo, en la calle,…

Estos comportamientos van desde: empujones, bofetadas, puñetazos, patadas, quemaduras,


golpes con objetos,…. pudiendo llegar a producir hematomas, fracturas, quemaduras, heridas,
cortes, lesiones de órganos internos y/o lesiones irreversibles (Dutton, M.A. 1992). En
algunos casos, puede llegar incluso a ocasionar la muerte.

• Hablamos de violencia psicológica para referirnos a aquella que atenta contra la


integridad psíquica y emocional de la mujer y, fundamentalmente, contra su dignidad como
persona (Follingstad et al, 1990). Se incluyen:

Las tácticas usadas por los agresores para conseguir poder y control sobre sus víctimas tales
como registrar correspondencia, cajones, controlar llamadas…

Se incluyen también aquellas conductas y/o actitudes destinadas a vigilar e, incluso, prohibir
sus relaciones con vecinos/as, amigos/as, familia de origen,… y si no hay una prohibición
expresa, se puede manifestar en el intento de crear conflicto con su familia de origen,
provocando el aislamiento social de la mujer, llegando incluso hasta la separación física del
mundo exterior.

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Fuera del hogar, se puede constatar a través de la prohibición, restricción, rechazo social o
existencia de prejuicios en relación con el acceso a las mujeres a determinados espacios
públicos (bares, bingos,..).

Otra conducta que repercute en el equilibrio psicológico de la mujer es la referida al continuo


control económico al que se ven sometidas dentro de sus hogares. La pareja controla de
forma obsesiva, en qué y cómo gasta los ingresos familiares, dándole pequeñas cantidades
diarias, semanales o mensuales; ocultándole cuanto cobra; exigiéndole que haga todo lo que
le demande para poder recibir una cantidad de dinero a cambio; Dentro de ella se contemplan
también aquellas prohibiciones o restricciones del marido/compañero para que la mujer
participe en actividades fuera del hogar y/o que salga a trabajar. La finalidad última es la de
buscar y fomentar el aislamiento de la mujer para poder mantener la relación de poder, y
dentro de ella el maltrato. Ejemplos de ello es la prohibición y/u obstaculización para que la
mujer estudie, participe en actividades grupales de su centro de salud, de la asociación de
vecinos/as de su barrio, de colectivos de mujeres cercanos a ella,… Además de conseguir su
aislamiento, es una vía para que no pueda formarse, teniendo más dificultades para conseguir
empleo y, por tanto, que siga dependiendo exclusivamente de él.

Dentro de esta categoría convendría destacar la agresión verbal, en la que se utiliza la palabra
para provocar sufrimiento en las mujeres y destruir la confianza en sí mismas a través de
insultos, descalificaciones, desprecios, críticas reiteradas y constantes sobre la forma de
actuar o de opinar, prohibiciones acerca de determinadas conductas, órdenes sobre qué debe
decir o cómo debe comportarse, amenazas, incluso de muerte,...dirigidas a ellas, a los
miembros de sus familias, a los niños/as e incluso a las amistades. Estas conductas pueden
producirse también en espacios públicos ante la pasividad de terceras personas.

Estaría incluida también en la agresión psicológica, aquella que se basa en la manipulación


de los sentimientos de la mujer para conseguir satisfacer los deseos del agresor, mediante el
chantaje emocional, el rechazo, el abandono,…Se traduce en la falta de demostraciones de
afecto, el rechazo de gestos afectivos que ella pudiera dirigirle, darle de lado en los planes de
salidas de ocio,…La destrucción o daño a las propiedades personales a las que se tiene afecto.

En general, este tipo de violencia no es tan visible como la física es más difícilmente
demostrable y, en muchas ocasiones, no se identifica por la víctima como tal violencia,
sino como manifestaciones propias del carácter del agresor.

• La violencia sexual adopta las siguientes formas:

El término agresión sexual hace referencia a una gran variedad de actos violentos cuya
definición ha conocido una importante evolución en el proceso de su identificación y
penalización por la ley. Constituye una agresión sexual toda tentativa sexual cometida con
violencia, coacción, amenaza o sorpresa (Douglas, 1987). Aquí se engloba cualquier
comportamiento sexual impuesto contra la voluntad de una persona. Estas puede clasificarse
en tres grandes categorías:

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⇒ Agresiones sexuales que no implican contacto corporal: exhibicionismo, forzar a ver


material pornográfico, mensajes por correo o por teléfono (incluidas las modernas formas
de comunicación), gestos, observaciones y palabras obscenas, insultos sexistas, acoso,
proposiciones sexuales indeseadas, voyerismo (presenciar sin consentimiento actos o
relaciones sexuales de terceros),…

⇒ Agresiones sexuales con contacto corporal: tocamientos, caricias, masturbación del


agresor, obligación de adoptar posturas que la mujer considera degradantes,…

⇒ Agresiones sexuales con violación (o tentativa de): penetración (o tentativa de) sexual
(genital, anal o bucal) sea con órgano sexual, con los dedos o cualquier objeto.

También existe una forma de violencia caracterizada por ir en contra de los derechos
sexuales y reproductivos de la mujer; ésta incluye la prohibición de usar métodos
anticonceptivos, posibilitando que se den embarazos no deseados, que se obligue a una mujer
a abortar, que se impongan determinadas prácticas sexuales no deseadas por la mujer,…

Cabe distinguir, dada su incidencia, el abuso sexual a menores que hace referencia a las
actitudes y comportamientos que una persona adulta realiza para su propia satisfacción sexual
con una niña, niño o adolescente empleando chantajes, engaños, amenazas,…y, en algunos
casos, la violencia física. Se llama incesto cuando los abusos los lleva a cabo el padre,
padrastro, hermano o cualquier pariente cercano. Los abusos sexuales contra las niñas son
mayoritarios, abarcando comportamientos como exhibirse desnudo delante de la menor con
el fin de excitarse sexualmente, observar a la niña vestirse o desvestirse o cuando está en el
baño,… tocarla, besarla, o agarrarla,… así como forzarla a tocar al adulto, realizar sexo oral,
vaginal o anal. Obligarla a ver imágenes o películas,…

Además, distinguiremos otras formas:

• El acoso sexual o comportamiento ofensivo y no deseado por la persona acosada que


tiene lugar en el ámbito laboral, educativo u otro, utilizando una situación de superioridad
o, en algunos casos, de compañerismo.

• Las mutilaciones sexuales, que son prácticas a las que se ven sometidas muchas niñas por
tradiciones propias de los países africanos y asiáticos en los que se residen.

• La explotación sexual de mujeres y niñas con fines sexuales y laborales.

Ya hemos analizado en el proceso de socialización que la violencia de género es un fenómeno


complejo y con múltiples causas, centrado en la desigualdad que se establece en las relaciones
entre hombres y mujeres.

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La forma más eficaz de erradicarla estriba en la educación:


− Educando en igualdad (coeducación) a los niños y las niñas. Tanto en la igualdad de
derechos como de oportunidades. Lo que supone que las actitudes y valores
tradicionalmente consideradas masculinas o femeninas pueden ser asumidas por personas
de cualquier sexo.
− Las personas adultas podemos cuestionar la educación que hemos recibido (reeducar).
− Repartir entre hombres y mujeres el trabajo doméstico y el cuidado de las personas de la
familia.
− Los medios de comunicación deben ofrecer modelos positivos y evitar imágenes
violentas, degradantes, irrespetuosas, despreciativas, insultantes, o descalificadoras de
hombres hacia mujeres, a través de personajes que consiguen su objetivo utilizando la
fuerza, la burla o el insulto.

NOTA: Este material es útil para la exposición de las transparencias 6, 7 y 8.

EL CÓDIGO PENAL

La Ley Orgánica 10/1995, de 2 de noviembre, del CÓDIGO PENAL tipifica como delitos
penales:
• Causar lesiones tanto físicas como psíquicas (art. 147).
• La habitualidad de la violencia doméstica física o psíquica (art. 153).
• Las amenazas de muerte, de lesiones, de torturas, de atentados contra la libertad
sexual…(art. 169).
• El impedir con violencia hacer lo que se quiere u obligar a hacer lo que no se quiere (Art.
172).
• Las agresiones, aunque no causen lesiones, con penas más duras en el caso de que la
víctima sea la esposa, compañera, hijas/os…(art. 617).
• Los ataques a la libertad sexual, ya sea con violencia o intimidación o sin ella, sin mediar
consentimiento (art. 178 y 181).
• El solicitar favores de naturaleza sexual (acoso sexual) con un comportamiento que
provoque en la víctima una situación intimidatoria, hostil o humillante (art. 184.1).
• La pena se verá agravada si el acosador utiliza una situación de superioridad laboral,
docente o jerárquica o si la víctima es especialmente vulnerable (art. 184.2).

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EL AGRESOR: ESTRATEGIAS Y MITOS MAS GENERALIZADOS.

Nos referimos como agresores a individuos varones que usan la violencia de modo habitual en
el seno de sus relaciones familiares o sociales, con su pareja sexual, hija, madre u otras
mujeres de su entorno doméstico o social, como forma de comunicarse, resolver conflictos,
imponer su criterio o su poder, o expresar sus emociones.

No se puede hablar de un perfil determinado de maltratador en cuanto a clase social, nivel


educativo, religión, ideología, país o cultura. Obedece más a un papel “aprendido”, a una
necesidad permanente de demostrar que es “propietario” de la mujer con la que convive.

Este fenómeno no se circunscribe, de ninguna manera, a personas o sectores sociales más


deprimidos o marginados, ni es consecuencia de un trastorno psicológico de una adicción
(alcohol, drogas) o una coyuntura laboral problemática (paro, conflictos laborales).

En la mayoría de los casos, se trata de hombres que gozan de buena reputación y estima
entre la vecindad, presentando una conducta normal, incluso, intachable fuera del hogar. Es
cierto que hay algunos que mantienen sus actitudes violentas fuera del hogar, pero para éstos,
la violencia es una constante en sus relaciones, por lo que también buscan otras víctimas
(hijos/as, peleas callejeras,…) con las que emplearla.

Ejercen una violencia selectiva, ya que seleccionan a la persona objeto de su actos; aquellas
que considera más débiles y contra quienes no les suponga problema ejercer violencia. Ellos
saben que si dirigen su violencia contra vecinos/as o compañeros/as del trabajo, ello les traerá
problemas y consecuencias. Sin embargo, perciben una mayor permisividad y tolerancia
social para ejercer la violencia dentro de casa.

Se han constatado determinadas pautas de conducta comunes en los agresores, tales como:

• Son celosos, celos basados en el miedo a perder el objeto de su dominación, la mujer.

• Se muestran agresivos, ya que les cuesta controlar su ira o enfado, pero sólo con sus
parejas, usando la violencia para canalizarla. Entre otros rasgos que se repiten con
frecuencia encontramos que son mentirosos, coléricos, histriónicos (demandan una
continua atención), culpan a los demás de sus errores, esperan la satisfacción de todos
sus deseos (aunque no los haya manifestado), etc…

• Muchos de ellos son hijos de maltratadores, tanto si fueron objeto del maltrato como
testigos de él, vivenciando e interiorizando el tipo de relación que su padre mantenía con
su madre. En el niño, estos comportamientos y actitudes del padre, van a marcar su
proceso de socialización, es decir, está “aprendiendo” como debe comportarse y que se
espera de él. Tiende, en muchos casos, a reproducir en sus futuras parejas este tipo de
relación.

• Consideran a la mujer como de su propiedad y como un ser inferior. Por lo tanto, creen
que tienen licencia o permiso para controlarla usando cualquier medio, incluso la
violencia.

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LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y LA SALUD
MANUAL Y UNIDADES DIDÁCTICAS PARA LA SENSIBILIZACIÓN Y LA PREVENCIÓN

Se trata de hombres con una baja autoestima, una gran necesidad de poder y control, una
falta de habilidad asertiva, que les cuesta pedir con claridad lo que quieren, así como,
expresar sus expectativas sobre los demás. Por tanto, el maltrato puede comenzar cuando la
mujer demanda más independencia o en algún momento en que él percibe que le está
cuestionando su autoridad. Una vez utilizada la violencia y comprobando que con ella
consigue su objetivo, la empleará cada vez que quiera canalizar vivencias de frustración,
humillaciones, estrés,… de esta forma la sensación de poder compensará situaciones en que
claramente percibe que carece de él, que no lo tiene.

El agresor actúa secretamente, extrema a menudo sus precauciones para esconder su


violencia, no asume su culpa, no admite que es el único responsable de los
comportamientos violentos. Incluso, muchos de ellos se muestran a la defensiva, no
permitiendo ningún cuestionamiento sobre sus hábitos, gastos, decisiones,… Por lo tanto, se
crea estrategias de defensa de sus actos. Se pueden resumir en las siguientes:

• Fundamenta: racionaliza los ataques de forma que parezca que está bien lo que hizo.

• Minimiza: resta importancia a la agresión para conseguir distanciarse del daño causado,
argumentando que éste no ha sido tan grave.

• Desvía el problema: suele achacar su comportamiento a problemas externos a él. Con este
mecanismo, traslada la responsabilidad a factores ajenos a sí mismo.

• Olvida: asegura que no recuerda, que no es consciente de lo que se le recrimina. Niega


abiertamente los ataques para restar credibilidad al relato de la víctima.

• Racionaliza: explica coherentemente conductas y hechos, basándose en la moral que insta


su entorno.

• Proyecta: atribuye a la víctima la responsabilidad de las conductas violentas.

Muchas veces, a los agresores se les atribuye la influencia de determinados factores externos
como justificación a los actos violentos que infligen a las mujeres. Estos factores pueden ser
el consumo de sustancias adictivas tales como el alcohol, las drogas,.. y/o situaciones
determinadas como el desempleo, la insatisfacción y el estrés laboral,…que si bien influyen
en el ánimo y comportamiento de las personas, no pueden considerarse causas directas de este
tipo de violencia. Otro de los argumentos frecuentes que se esgrimen para dar explicación a
los actos de los agresores son los problemas mentales.

No es infrecuente oír o leer que un agresor mató a su esposa porque sufrió un “ataque de
cólera ciega” o que el acto fue justificado por tratarse de un “crimen pasional”. Esta
terminología implica que él no podía realmente hacer otra cosa, era impulsado por fuerzas
más allá de su control.

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LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y LA SALUD
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En contra de este tópico, hay que atender a los estudios científicos sobre este fenómeno que
indican que estos hombres no están fuera de sí, ni han perdido el control, ni está locos o
enfermos, sino que han elegido ser violentos.

• Estos hombres han aprendido que la violencia es una forma efectiva de conseguir control
sobre sus parejas.

• También han aprendido que, en general, hay pocas consecuencias sociales negativas para
esta conducta.

• Creen tener el derecho de ejercer autoridad sobre su pareja y relegarlas a un estado de


sometimiento y dependencia.

El alcohol y las drogas no hacen que las personas, tras su consumo, se vuelvan
violentas. Hay muchos agresores que ni beben ni consumen drogas, y hombres que beben y
consumen drogas que no son agresores. Sin embargo, hay evidencias de que droga y alcohol
son usados como excusa para ejercer la violencia:

“Yo nunca pego cuando estoy sobrio. Es precisamente el alcohol


el que me hace comportar así” (1)

“Esnifar coca me vuelve loco” (1)

No obstante, su uso puede aumentar el riesgo de violencia en algunas situaciones y es


importante tenerlo en cuenta en la valoración del riesgo o la letalidad potencial y la
planificación de la seguridad de la víctima que se tratará más adelante.

NOTA: Este material es útil para la exposición de las transparencias 9 y 10.

1
Solber, P.R., Talierro, E. Reconocimiento y prevención de la violencia doméstica en el ámbito sanitario.
CEDECS Editorial, S.L. Barcelona. 2000.

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MANUAL Y UNIDADES DIDÁCTICAS PARA LA SENSIBILIZACIÓN Y LA PREVENCIÓN

LA MUJER AGREDIDA.

Al igual que el agresor, la mujer agredida no responde a un perfil en cuanto a clase social
determinada, nivel educativo, religión, ideología, país o cultura, tampoco responden a una
determinada edad, estado civil, orientación sexual o rasgos de personalidad…, cualquiera
puede experimentar una situación de violencia en algún momento de su vida. Cualquier mujer
puede convertirse en víctima.

Las mujeres que padecen este tipo de situaciones viven sus relaciones de pareja desde el
sometimiento, en una posición de subordinación y de, casi exclusiva, dependencia. Se ven
inmersas en un proceso que va minando, poco a poco, la confianza en sí mismas y en sus
recursos personales.

Viven con un miedo continuo, en un estado de inquietud permanente al tener presente la


expectativa de un acontecimiento negativo inminente, el episodio de violencia, del que
desconocen y no comprenden sus causas, sus consecuencias y el momento en el que se va a
producir.

Además, padecen otros tipos de miedo o angustias derivados de la nueva situación a afrontar
y de sus posibles consecuencias: temor a perder sus hijos/as, fundamentado, generalmente, en
amenazas por parte de su pareja en las que manifiesta su intención de llevarse a los/as hijos/as
lejos, si llega a abandonarlo; o que como no tiene trabajo, no le van a permitir que se quede
con ellos/as; en las que le acusa de ser mala madre;…

Temen por su propia vida, ante las represalias que pueda tomar su agresor por su iniciativa de
abandono, denuncia,…; en definitiva, por el hecho de haber cuestionado su autoridad.

Este estado de temor, ansiedad e inseguridad que padecen suele provocarles un bloqueo
emocional, una ambivalencia de sentimientos hacia el agresor y en la forma de reconocerse a
sí mismas. Todas sus emociones oscilan de un extremo a otro en cortos períodos de tiempo, lo
que contribuye a un estado de desequilibrio emocional. Entre la repulsa del daño que la
relación le está causando a ella y a sus hijos/as y, por tanto, el rechazo del agresor y el amor o
compasión que les suscita. Entre el temor a su agresor y la necesidad de romper la relación,
además de la inseguridad que la nueva situación les genera.

Por otra parte, estas mujeres no se sienten apoyadas ni comprendidas por las personas de su
entorno familiar o cercano.

Los sentimientos de culpabilidad están presentes en muchas de ellas. Se pueden llegar a


considerar “provocadoras” de la agresión, al pensar que hacen o dicen algo que disgusta a su
pareja. Pueden llegar a plantearse que han fracasado en la misión para las que han sido
preparadas: cuidar y mantener a la familia. Estas culpabilizaciones pueden aparecer incluso
cuando se plantean la ruptura, al creer que sus hijos/as no van a contar con el “modelo
tradicional de familia” considerado como necesario para su desarrollo como personas.

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LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y LA SALUD
MANUAL Y UNIDADES DIDÁCTICAS PARA LA SENSIBILIZACIÓN Y LA PREVENCIÓN

No son conscientes de su condición de víctimas. No piensan que la violencia es un problema


social, creen que sólo les pasa a ellas y sienten vergüenza, por lo que intentan ocultar su
situación y no denuncian, o tardan mucho en hacerlo. Además, no perciben que están siendo
objeto de delito.

A todo lo anteriormente descrito, se suman otras dificultades relacionadas con la nueva


situación que se les puede presentar si deciden romper, tales como los obstáculos
económicos, que son los que más preocupación suscitan, llegando, incluso en algunos casos, a
dejar de tomar la decisión de ruptura cuando no prevén que puedan asumir las dificultades
que entraña.

Un problema añadido es la Falta de cualificación profesional para acceder al mundo laboral


con lo que se dificultan sus expectativas de autonomía económica de ella y sus hijos/as si se
separa.

El retraimiento en la decisión de formular denuncia, motivado, entre otros, por los siguientes
factores: la falta de sensibilización de muchas/o profesionales de este área, las sentencias que
ni reflejan la transcendencia de los daños ocasionados ni las protege del peligro que corren; el
tiempo que pasa hasta que se inicia un procedimiento judicial contra su agresor,…

La vivencia de una agresión continuada va a desarrollar en la mujer un estado de indefensión


(Seligman, 1975) caracterizado por la percepción de que, sea cual sea su actitud es incapaz de
manejar o resolver la situación por la que atraviesa. Este sentimiento de indefensión,
generalmente, la llevará a un estado depresivo y de pérdida progresiva de autoestima,
incapacitándola para el abandono de la situación de violencia en la que está inmersa. Anula la
personalidad y el instinto de supervivencia de la mujer hasta tal grado que es incapaz de salir
del círculo en el que vive.

NOTA: Este material es útil para la exposición de la transparencia 11.

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EL PROCESO DE LA VIOLENCIA: CARACTERISTICAS.

La violencia se desarrolla siempre siguiendo unas pautas concretas. Conocer y comprender lo


que se ha denominado la escalada y ciclo de la violencia, así como, la percepción que tiene la
mujer a cerca de lo que le está ocurriendo es esencial para la prevención y erradicación de
este problema social.

ESCALADA DE LA VIOLENCIA

Se establece en el hogar de forma progresiva y se va agravando conforme pasa el tiempo. El


agresor empieza generalmente con agresiones psicológicas y verbales, reduciendo con ello la
confianza de la víctima en sí misma, denigra lo que es, lo que dice y lo que hace. Más
adelante tratará de aislarla de su entorno e intimidarla con amenazas empleando la violencia
contra los objetos de la casa o dando puñetazos a las paredes. A menudo esto representa la
etapa anterior a la agresión física.

Muerte violenta

Agresiones físicas

Agresiones verbales

Agresiones psicológicas

Este aumento progresivo de la violencia puede extenderse a lo largo de un prolongado


periodo de tiempo, de manera que es difícil para la víctima darse cuenta del proceso en el que
está inmersa. A menudo, sólo con el paso del tiempo, la víctima constata que existe esta
escalada. En esta medida, la primera agresión se ha olvidado, puesto que, no ha sido
identificada como el comienzo de una escalada y, sin embargo, puede llegar hasta producirle
la muerte. Es importante que la mujer sea consciente del peligro que corre y de la
necesidad de protegerse a sí misma y a sus hijos/as, así como de su imposibilidad para
controlar y corregir la conducta del agresor.

Por tanto, pueden existir daños de violencia psicológica antes de que se produzca la primera
agresión física. Además, al principio las reincidencias pueden producirse en un intervalo de
tiempo más o menos largo, pero irán haciéndose cada vez más cercanas en el tiempo, así
como más brutales.

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CICLO DE LA VIOLENCIA
Tensión Agresión

La frecuencia con que se repite


este ciclo y la peligrosidad de las
agresiones irán aumentando a
medida que se avance en la
escalada de la violencia.

Remisión
1. Tensión: las tensiones se construyen.
2. Agresión: la violencia estalla.
3. Remisión: fase de calma o de “interludio amoroso”.

El denominado ciclo de la violencia explica por qué resulta tan difícil para algunas mujeres
defenderse de ella y alejarse del agresor, una vez pasada la fase de agresión.

Según Walker (1984) el ciclo consta de tres fases:

• Primera: Tensión.

Se construye a partir de pequeños conflictos cotidianos y generalmente porque el agresor


no ha visto cumplidas sus expectativas o deseos o porque no le satisface un hecho cotidiano.
Ejemplos de estas situaciones pueden ser el que un plato de sopa no esté todo lo caliente que
él considera o que el pantalón tiene una arruga que, sin notarse tanto, él magnifica…
Cualquier motivo, por insignificante que sea sirve para desencadenar cambios de humor que
se producen de forma brusca, inesperada y sin justificación. En esta fase se produce una
violencia psicológica -verbal- y a veces, lesiones leves. Se presentan como episodios aislados
que la mujer cree poder controlar. Con el paso del tiempo no son tan aislados ni controlables.

La duración de esta fase varía, mientras en una relación puede ir gestándose durante años, en
otra puede aparecer a los pocos meses de iniciarse.

• Segunda: Agresión.

Se caracteriza por la descarga de la tensión acumulada en la fase anterior, descarga que se


manifiesta a través de cualquier tipo de agresión tanto física, psíquica, verbal o sexual de
forma indiscriminada.

Esta fase puede adelantarse o atrasarse en función de la actitud de la mujer, es decir, si la


mujer ante una situación tensa se encara con el agresor, hay muchas más posibilidades de que
esta fase se adelante. Las agresiones serán cada vez más frecuentes y más brutales.

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LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y LA SALUD
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Una vez se produce la descarga de la tensión, la mujer queda aturdida y desorientada. Esta
fase puede finalizar porque alguien (vecino/a, policía, familiar,…) acude a las llamadas de
socorro de la mujer o el agresor perciba, en ese instante, que sus actos puedan tener
consecuencias negativas para él.

• Tercera: Calma o Remisión (asimilable a tregua premeditada).

Fase utilizada por el agresor como refuerzo para mantenerse y retener a la mujer junto a
él, aplicando estrategias de manipulación afectiva (regalos, promesas, actitudes cariñosas,
disculpas,…) y conseguir que no abandone la relación, argumentando un arrepentimiento que
puede parecer sincero. La estrategia consiste en compensar a la víctima de manera que ésta
deseche la idea de tomar medidas de protección (denunciarle, abandonar el hogar,…) y
reforzar la dependencia emocional entre ambos.

La frecuencia con que se repite este ciclo y la peligrosidad de las lesiones irán aumentando
a medida que se avance en la escalada de violencia.

La mujer que se ve inmersa en el ciclo de la violencia muchas veces, necesita tiempo para
comprenderlo. Paulatinamente se irá dando cuenta de que siempre ocurre igual, e incluso
empeora. No obstante, a lo largo de este proceso la mujer sufrirá una pérdida progresiva de
autoestima y desconfiará de su capacidad para mejorar su situación, con lo que,
frecuentemente, su respuesta es de mayor sumisión hacia el agresor. Está actitud no hace
sino reforzar en él el convencimiento de que su estrategia es aceptable y que funciona.

Así pues, cuando una mujer víctima de violencia hace una petición de ayuda ha dado varias
vueltas al ciclo. Cada vez que cierra uno pierde confianza en sí misma. Por todo lo anterior,
es esencial que las víctimas reciban apoyos concretos y refuerzos en todas las ocasiones en
que, tras la fase de agresión, decida dar pasos encaminados a mejorar su situación. Si esta
ayuda no se produce, llegada la fase de calma será mucho más difícil movilizarla para que
tome decisiones. Cada vez que estas mujeres soliciten apoyo deben percibir claramente que
estaremos dispuestos/as a proporcionárselo, que respetaremos siempre sus decisiones y no
las culpabilizaremos por sus indecisiones.

Es importante ayudarla a comprender que la violencia continúa y que se irán incrementado la


severidad de las lesiones y la posibilidad de muerte. Se le puede aconsejar que marque en un
calendario los días en que se producen las agresiones psicológicas y verbales, y el tiempo que
duran.

NOTA: Este material es útil para la exposición de las transparencias 12, 13, 14 y 15.

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INDICADORES PARA LA DETECCIÓN

En estas mujeres se dan una serie de factores comunes que, tras ser observados,
pueden hacer sospechar a los/as profesionales. Por lo general, son indicadores que no
aparecen de forma aislada, sino que en cada mujer se suele dar una serie de ellos, por lo que,
cuantos más indicadores se detecten, más nos estaremos acercando a su diagnóstico.

1. En LA ACTITUD Y/O ESTADO de estas mujeres se puede detectar:

• Actitud de temor, tanto en ausencia como ante la presencia del agresor. Ejemplos de
esto serían, en ausencia del agresor, que se sobresalta al oír ruidos inesperados; se inquieta
sobre la causa de los mismos; vigila la puerta; mira con miedo a su alrededor; no suele tomar
la palabra o le cuesta hacerlo.

En presencia del agresor: (puede ocurrir que insista en acompañarla a entrevistas que intuye
como “peligrosas”); le controla y limita los temas a abordar; responde en lugar de su mujer;
incita a su mujer a callarse, a medir lo que dice, a revisar sus expresiones,…cuando la mujer
se explica solicita constantemente su aprobación; permanece silenciosa; él la interrumpe para
rectificar, precisar o decir a su manera el relato de ella;

También podemos detectar sentimientos de vergüenza por la situación vivida y porque se


conozca, por lo que intenta ocultarla. Desarrollan un retraimiento y repliegue sobre sí
mismas, incomunicación,… y estas mujeres suelen rechazar las actividades grupales, a no ser
que puedan ocultar su situación de violencia.

• Se las puede encontrar tristes, desmotivadas para iniciar cualquier actividad o cambio
en sus vidas, ausente de esperanzas, con sensación de impotencia,… acabando, en muchas
ocasiones, en una depresión.

• Una falta de cuidado personal. No se preocupan por su apariencia física, pudiendo


deberse a que esté acatando exigencias de su agresor o que sea reflejo de su falta de estima
personal.

• Ropas no apropiadas para la época (jersey de cuello cisne o manga larga en verano),
con las que se puede estar ocultando una lesión.

• Trastornos de ansiedad y ataques de angustia, conocidos popularmente como


“problemas de nervios”, así como irritabilidad y reacciones frecuentes de indignación fuera
de contexto frecuentes como desahogo, ante la frustración de aguantar situaciones duras y
difíciles.

• Sentimientos de culpabilidad y desvalorización. Se presenta a sí misma como


“anulada”, diciendo que es incapaz, incompetente, se desvaloriza constantemente y puede
llegar a sentirse culpable por su situación,…

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Además de las actitudes o estados determinados que podamos percibir en la mujer, existen
algunos síntomas manifiestos:

• Las heridas y/o hematomas, sobre todo si están en sitios extraños, existiendo
discordancia entre algo que la/el profesional detecte y las explicaciones que da la mujer, es
decir, que se dé ausencia de coherencia, o que puedan ser sugestivas de una postura defensiva
(cardenales en el interior del antebrazo…).

• Faltas reiteradas a las consultas programadas o incumplimiento de algún tratamiento


médico prescrito como diabetes, hipertensión….

2. LOS PROBLEMAS DE SALUD RECURRENTES que se manifiestan como:

• Las somatizaciones en forma de enfermedades físicas sin patología orgánica, tales


como dolores de cabeza, dolores de pecho, problemas digestivos, problemas de sueño,
agotamiento psíquico, que originan en muchos casos la multifrecuentación de los servicios
sanitarios,...

• “Múltiples accidentes” o, incluso, repetidas hospitalizaciones. Las lesiones físicas


producidas por la violencia son enmascaradas bajo accidentes “domésticos”,
“caídas”,…frecuentemente existe una demora entre la lesión sufrida y la demanda de
asistencia sanitaria. Puede ocurrir también que presenten varios estados de curación
sospechosos de agresión física ocurrida a lo largo del tiempo.

• El consumo excesivo de medicamentos, trastornos de alimentación (anorexia o


bulimia), conductas de evasión tales como el consumo de alcohol y/o drogas, antecedentes
de intentos de suicidio o pensamientos suicidas.

• Lesiones durante el embarazo, los abortos “repetidos”, partos prematuros, acceso


tardío a la atención prenatal,.

• Dispareunia, dolor pélvico,…

• Ausencia del control de fecundidad, embarazos no deseados.

Es importante aprender a reconocer estos signos y síntomas y plantear la violencia doméstica


como un diagnóstico diferencial más, ya que este tipo de usuaria pasará inadvertida por
nuestra consulta o incluso podrá ser catalogada como “psicosomática” si no prestamos la
debida atención a ello.

Dos herramientas fundamentales de las que se dispone para la prevención, detección precoz,
diagnóstico y tratamiento de este problema de salud son: la entrevista y la historia de salud.

A. LA ENTREVISTA

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LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y LA SALUD
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Contrariamente a la creencia de que las víctimas de violencia no quieren que se les pregunte,
ni quieren hablar de ello, las pacientes no se sienten ofendidas, si no por el contrario perciben
que el/la sanitario/a se preocupa también por este tipo de problemas.

Es fundamental la actitud de los/las profesionales, un ambiente de confidencialidad e


intimidad unido a una actitud de seriedad, comprensión, sensibilidad y carente de juicios de
valores, son imprescindibles para preguntar sobre estas cuestiones.

Aunque, en un primer momento, la mujer no conteste, este gesto puede interpretarlo como un
apoyo y se habrá dejado la puerta abierta para futuras ocasiones.

Un modelo de entrevista adecuado es la semiestructurada y abierta, ya que permite la


flexibilidad y adaptación a cada caso, respetando el estado de la mujer.

Se deben hacer las preguntas en privado, separarla de cualquiera que la acompañe, salvo que
insista en que es de su confianza. Demostrar el apoyo y la seguridad de el/la profesional
facilitará la obtención de una mejor actitud de la mujer, por lo que, es importante e
imprescindible crear una relación empática entre los/las profesionales y la usuaria que permita
un clima de confianza, apertura y respeto hacia sus decisiones.

B. LA HISTORIA DE SALUD.

En caso de tener historia abierta debemos indagar en ella sobre:


− Relatos de incidentes no consistentes con el tipo de lesión.
− Retraso entre las lesiones y la demanda de asistencia.
− Historial propenso a los “accidentes”.
− Depresión.
− Intentos de suicidio.
− Quejas psicosomáticas repetitivas.
− Incumplimientos en los tratamientos prescritos.
− Faltas reiteradas a consultas programadas.
− Quejas emocionales (ansiedad, ataques de pánico, trastornos del sueño,…) y quejas
inespecíficas de problemas maritales (las cosas no van bien en casa, últimamente estoy
muy estresada en casa,…).
− Signos y síntomas de alcoholismo y drogadicción, incluyendo medicamentos sedantes y
ansiolíticos.
− Abortos “espontáneos”, partos prematuros, RN de bajo peso, lesiones fetales, historial de
múltiples abortos.
Otros problemas relacionados con el embarazo: desnutrición, acceso tardío o esporádico
a una atención prenatal,…
− Síndrome de estrés post-traumático: hiperalerta, irritabilidad, hipervigilancia, dificultades
para dormir y concentrarse, entumecimiento emotivo, falta de interés y respuesta.

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Tanto si la historia está abierta como si la vamos a abrir, debemos tener en cuenta los puntos
anteriormente expuestos, además de plantear preguntas directas sobre la situación de
violencia. Exponemos algunos ejemplos de estas preguntas que pueden ser de utilidad:

− “La violencia en el hogar es muy común y puede ser muy grave, de forma rutinaria
pregunto a todas mis pacientes si están viviendo una situación de violencia doméstica,
porque nadie tendría que vivir con miedo y porque hay formas de ayudar”.
− “¿Se siente segura con su pareja?”.
− “¿Tiene miedo de su pareja?”.
− “Muchas mujeres experimentan algún tipo de violencia a lo largo de su vida, ¿le ha
ocurrido a usted alguna vez?”.
− “En muchas ocasiones en que veo lesiones de este tipo es porque alguien le ha dado un
puñetazo. ¿Es eso lo que le ha ocurrido?”.
− “¿Qué ocurre cuando su marido se encoleriza?”.
− “¿Su marido bebe o consume drogas?-(si dice que sí)-¿Cómo se comporta con usted?”.
− “Si la paciente refiere algún aborto espontáneo. Haga la pregunta, ¿hubo alguna causa
física para su aborto?”.
− “La mujeres que crecen y se desarrollan en un ambiente de violencia vivirán una
situación de maltrato como algo “normalizado” y, por tanto, no creen que deban
comentarlo. Por lo que debe preguntar: ¿ha sido usted víctima o testigo de violencia en su
familia?”.

Si las preguntas directas no consiguen confirmar la existencia de una relación abusiva,


asegúrese de dejar la puerta abierta preguntando de forma directa: “¿si usted estuviera
viviendo una situación de violencia doméstica, sabría dónde conseguir ayuda?”.

Fuente: Solber, P.R., Taliafero, E. Reconocimiento y prevención de la violencia doméstica en el ámbito


sanitario. Cedecs. Editorial, S.L: Barcelona 2000.

Si se confirma un caso de violencia, no debemos olvidar que formamos parte de un equipo


multidisciplinar, con una serie de recursos (sociales, legales, apoyo psicológico,
psiquiátrico,…) y que no se trabaja solo/a.

No olvidemos la sensación que ellas suelen tener de pérdida del control de su vida. Es
fundamental ofrecer una serie de recursos y potenciar una actitud activa sobre sus propias
decisiones. Esto consigue crear un poderoso refuerzo y la sensación de que comienza a
recuperar las riendas de su vida.

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LA ACTUACIÓN SANITARIA: GENERALIDADES

La actuación con mujeres víctimas de violencia va mucho más allá de tratar horribles lesiones
o derivarla a otros recursos.

Las metas que se establece la/el profesional a la hora de intervenir se centran en el derribo de
las dificultades que influyen en que la mujer permanezca en este tipo de situaciones. Estos
obstáculos fueron desarrollados en el apartado dedicado de la mujer agredida. Por lo tanto, la
actuación irá encaminada a solventar estas carencias (falta de autoestima, conocimiento de sus
derechos, ayudarlas a romper su aislamiento social, liberarlas de su culpa,…). Hay que
recordar que, en la mayoría de los casos, las mujeres pueden no ser conscientes de la situación
de violencia que padecen por tratarse de una violencia muy sutil o por considerar como
“normal” la conducta de su pareja.

− El/la profesional, cuando detecta un caso de violencia, debe ofrecer a la víctima


información sobre lo que le está sucediendo y sobre las alternativas y los recursos más
adecuados.

− Las mujeres no deben percibir que la/el profesional que la atiende va a resolverle su
problema, hay que transmitirle la idea de que ellas pueden superar esta situación.

− El/la profesional debe comprender que dejar una relación violenta es un proceso que
lleva su tiempo (a veces, años). Por tanto, hay que respetar el proceso de cada mujer, en
el que va tomando aquellas decisiones que se encuentra capaz de afrontar. Es importante
que ella sepa que estamos allí para ayudarla y darle soporte, a medida que ella vaya
dando los pasos necesarios para abandonar su situación. Nuestra labor se centra en
asesorarla y apoyarla en su toma de decisiones, aunque veamos claramente que su
demanda no va a resolver su situación.

En estos casos, podemos aprovechar los momentos, en los que se cuestiona las decisiones
tomadas, para mostrarle las posibilidades que anteriormente ha desechado y ofrecerle otras
alternativas.

Hay que comprender las dificultades a las que se enfrenta.

Las mujeres víctimas de violencia doméstica necesitan saber que: no merecen ser
maltratadas hagan lo que hagan, que los malos tratos son un problema muy frecuente que
afecta a millones de mujeres, que no está sola, que necesita conocer sus opciones.

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Ante cualquier actuación se debe:

• Clarificar-apoyar: analizar los diferentes aspectos de la situación, además de ayudar a


restaurar o afirmar la confianza en sí misma (apoyo).

• Informar: subsanar las lagunas que por falta de información tiene la mujer, con la
finalidad de que tome las decisiones en las mejores condiciones.
• Reflexionar: sobre su situación y las posibilidades de cambio.
• Poner en relación - crear nuevas oportunidades: ofertar a la mujer la posibilidad de que
amplíe su red social, comparta experiencias, conocimientos, inquietudes,… con otras
mujeres (talleres de autoestima, grupos de autoayuda mutua,…).
• Compartir: su decisión e informarla de los recursos.
• Planificar la estrategia a seguir y dar el seguimiento adecuado.

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FACTORES DE RIESGO INMINENTE: INTERVENCIÓN

Existen ciertos factores que nos pueden indicar el peligro y el riesgo de muerte de una mujer
en estas situaciones.

En la mayoría de los casos en que la violencia termina en muerte, la mujer veía claramente su
peligro y ya había solicitado algún tipo de ayuda sin haber encontrado protección.

Los factores que nos pueden indicar el peligro son, entre otros:
• Que se constate una frecuencia creciente de incidentes violentos, es decir, que se repita el
ciclo de forma continua.
• La gravedad de las heridas infringidas.
• Agresiones sexuales de forma repetida.
• Amenazas de muerte reiteradas y continuadas a ellas y/o sus hijos/as.
• La presencia o uso de armas u objetos para agredir.
• Amenaza de suicidio.
• Algún intento de homicidio.
• Que la mujer haya intentado poner fin a la relación.
• Que el agresor acceda o intente acceder al domicilio que por sentencia judicial le ha
correspondido a la mujer.
• Que el agresor siga y/o vigile de forma obsesiva a la mujer y/o los/as hijos/as.
• Que la mujer sienta que está en peligro.

En estos casos la actuación consistirá en:

− Una primera fase de acogimiento, cuyo objetivo sea principalmente escuchar, tranquilizar
y desculpabilizar de forma activa y reflexiva, favoreciendo la expresión de sus angustias y
miedos.

− La segunda fase se centra en conocer la situación y los recursos con los que cuenta la
mujer. Debemos indagar sobre sus hijos/as, con qué personas de apoyo cuenta, qué
documentación lleva encima, si cuenta con dinero,… y ayudarla en la toma de decisiones.

− Expresarle que está en peligro, pero que no está sola y que hay ayuda disponible.

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Si decide:

Irse del Domicilio Familiar:

− Se le pone en contacto con los servicios del D.E.M.A. (112) o con el Centro de
Información que le corresponda. Mientras esto ocurre, se intentará no dejarla sola y velar
por su seguridad.

− Se le recuerda que puede acudir a consulta cuando lo crea necesario y que nos gustaría
volver a verla, saber cómo está…

La decisión de volver a casa o no tiene que ser tomada finalmente por ella y ser respetada
por la o el profesional.

La derivación al DEMA, a casa de acogida, o piso tutelado puede no determinar un cambio


inmediato en la situación de la mujer, sino que puede necesitar muchos intentos antes de que
finalmente consiga abandonar la relación violenta.

La mujer, muchas veces, abandona su hogar empujada por una situación puntual, sin ser fruto
de una decisión meditada y voluntaria. Es importante tener esto en cuenta, ya que muchos/as
profesionales ven la necesidad de un acogimiento antes de la posibilidad de que regrese a su
hogar. En muchas ocasiones, la mujer accede porque piensa que es lo que profesionales,
familiares, amistades,… esperan que haga, pero no es lo que realmente quiere. También
puede ocurrir que ella se plantee que esta opción es la que realmente le conviene, aunque
luego cambie de parecer. Esta confusión inicial lleva a que sea muy habitual que una vez la
mujer esté acogida en un centro, decida volver a su domicilio con su pareja.

No siempre resulta así, hay muchas mujeres que aprovechan esta situación de salida urgente
para romper definitivamente con una situación de violencia que no han sido capaces de
romper antes.

Estas mujeres que han decidido la ruptura de su relación violenta deben ser
derivadas a servicios específicos donde se les asesore y oriente de forma
adecuada sobre cuestiones y procesos legales, siempre y cuando las mujeres los
quieran iniciar.

Volver al Domicilio Familiar:


− Concertar una cita de seguimiento.
− Dar información sobre el DEMA (112).
− Dar información de los centros de apoyo y asesoramiento a las mujeres.
− Hablar con ella sobre la necesidad de estar en alerta y crearse un escenario de protección
para ella y sus hijos/as, así como de las medidas a tener en cuenta por si tuviera más
adelante que abandonar el hogar de forma urgente (Plan de Seguridad).

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MANUAL Y UNIDADES DIDÁCTICAS PARA LA SENSIBILIZACIÓN Y LA PREVENCIÓN

1. En cuanto al ESCENARIO DE PROTECCIÓN aconsejar:

− Conocer el 112, podrá marcarlo y pedir ayuda.


− Concertar señal con vecinos y familiares.
− Enseñar a sus hijos e hijas a conseguir ayuda y a protegerse ante episodios violentos.
− Si ve próxima la agresión, no alejarse de la puerta de salida.
− Hacer todo el ruido que pueda.
− Si el ataque es inevitable, procurar convertirse en un blanco pequeño. Protegerse con
los brazos la cabeza y la cara.

2. PLAN DE SEGURIDAD:

Si tiene que abandonar el hogar rápidamente:


− Procurar que el agresor no esté en casa.
− No dar información ni indicios de sus planes.
− No tomar tranquilizantes. Ha de estar alerta.
− Acudir a los lugares y a las personas con las que había contactado previamente.

RECUERDELE:
− Tener un bolso preparado con ropa, medicamentos, juguetes y objetos de valor.
− Preparar un listado de teléfonos de familiares, colegios, médicos,..
− Tener fotocopias de D.N.I., libro de familia, tarjeta sanitaria, cuentas bancarias, nóminas,
certificados de estudios, etc.
− Abrir una cuenta en un banco que sólo ella conozca e ir ingresando lo que pueda.

NOTA: Este material es útil para las transparencias 16 y 17.

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PROCESOS DE RUPTURA DE LAS RELACIONES VIOLENTAS

Hay que tener en cuenta que cuando la mujer decide poner fin a la relación a raíz de sufrir una
agresión, su pareja pone en movimiento tres mecanismos fundamentales: los/as hijos/as, los
bienes materiales y las amenazas de más violencia o muerte.

El agresor tiene el convencimiento de que todo el patrimonio de la familia le pertenece y que


este hecho le permite someter a su mujer y a sus hijos/as, ya que necesitan apoyo económico
para salir adelante después de la separación.

Dependiendo de la reacción de la mujer ante la agresividad de su pareja la ruptura se podrá


producir de diferentes formas:

⇒ Mujer que rompe la relación en cuanto aparecen las primeras manifestaciones de


violencia:
• Tiene trabajo o posibilidades de encontrarlo.
• Familiares y amistades con los que puede contar.
• No tiene un pasado de violencia familiar.
• Posee alternativas, conoce los recursos y cómo acceder a ellos.
• Tiene una buena autoestima.

En este caso se trata de una ruptura rápida que se suele dar en aquellas mujeres con
recursos personales y económicos, con posibilidades de trabajo y con una red familiar y/o
social de apoyo. Además, posee una buena autoestima que le impedirá aceptar y permanecer
en una relación de dominación. Y, por lo general, son mujeres que no tienen un pasado
violento, es decir, que en su familia no han interiorizado la violencia como forma normal de
comportamiento.

En este caso la/el profesional puede ofrecerle apoyo e información sobre


algún aspecto concreto que plantee y debe estar en actitud expectante, puesto que
puede tener momentos bajos y solicitar ayuda.

⇒ Se separa tras varios años de soportar la violencia, después de haber intentado todo por
salvar la relación:
• Ha buscado ayuda para solucionar lo que detecta como problema de los dos.
• Considera que la situación es demasiado dañina para ella y sus hijos/as.
• Su decisión ha sido muy meditada, y casi nunca retrocede, una vez en marcha.

En estos casos, las mujeres antes de plantearse la separación lo intentan todo. De esta forma,
reducen sus sentimientos de culpa ante el fracaso de la pareja. Pueden haber aguantado la
violencia durante algunos años, a lo largo de los cuales han buscado todo tipo de ayuda para
superar la crisis (asistir a terapias individual y/o de pareja,..) hasta que poco a poco, van
descubriendo que no hay nada que ellas puedan hacer y que el agresor rara vez siente
verdaderos deseos cambiar. A esto se une su preocupación por las consecuencias visibles que
esta situación está provocando en sus hijos/as.

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MANUAL Y UNIDADES DIDÁCTICAS PARA LA SENSIBILIZACIÓN Y LA PREVENCIÓN

La ayuda de la/el profesional estará en función de la demanda de la mujer. Puede


estar en fase de intentar salvar su relación, para lo cual buscará terapia
individual, de pareja, familiar,.. con lo que la actuación profesional estará
encaminada a ofrecerle recursos dónde se dispongan de estos servicios. Si acude
tras la ruptura, necesitará recursos donde se le oferte apoyo psicológico,
asesoramientos jurídico,… por lo que las orienta a servicios municipales, ONG,..
que dispongan de estos recursos..

⇒ La mujer que abandona y vuelve a la relación sucesivas veces, hasta convencerse de


que es preferible afrontar los problemas derivados de la separación que soportar la
relación de continuo maltrato.
• Tiene una baja autoestima.
• No conoce los recursos y la forma de acceder a ellos.
• Dificultades financieras.
• Con pocas posibilidades de trabajar fuera de casa (escasa formación,…).
• Teme a la soledad y la responsabilidad de los/as hijos/as.
• Se siente aislada.
Este caso de ruptura es el más frecuente. Son mujeres que deciden abandonar tras largo
periodo de violencia, pero que, más tarde vuelven a dar crédito a las promesas del agresor
acerca de que “todo cambiará”, y regresan junto a él. El proceso por el que pasan, antes de
que se planteen la ruptura definitiva, implica sucesivos retornos a la relación, por lo que el
agresor se crece y se refuerza cada vez que regresa.

Por tanto, la intervención de la/el profesional estará en función del


momento en que se encuentre la mujer al solicitar ayuda. Si acude en uno de los
intentos de ruptura pero está dubitativa, se le puede ofertar la posibilidad del
apoyo psicológico para reforzarla en su toma de decisiones y seguridad personal,
de asesoramiento jurídico, económicos…

ES IMPORTANTE que ellas, en cada nuevo intento por salir de la situación, retomen nueva
confianza en sí mismas y en su capacidad para vivir de otra manera. A la vez, que se respeten
todas sus decisiones y se les trasmita la seguridad de que cada vez que vuelvan a intentarlo
tendrán apoyos y ayuda necesaria.

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LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y LA SALUD
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LOS RECURSOS.

Los centros de Atención Primaria constituyen uno de los recursos más cercanos a la población
en general.

Para las mujeres víctimas de violencia, los/as profesionales socio-sanitarias/os de los centros
son el punto de referencia claro al que pueden acceder, solicitando el apoyo y la información
que necesitan. Debemos ser conscientes de que el sector de la salud no puede resolver todos
los problemas por sí solo, pero la sensibilidad y el compromiso pueden empezar a marcar una
diferencia.

Las respuestas sensibles en la atención sanitaria pueden incidir en las mujeres, y reducir sus
sentimientos de aislamiento y culpa. No obstante, los servicios adicionales como la
orientación, el asesoramiento jurídico, el apoyo psicológico, los grupos de autoayuda,…que
prestan las entidades públicas y/o ONGs,…constituyen otras claves de servicios permanentes
que las víctimas necesitan. Es necesario pues, que todo el personal sanitario conozca y
mantenga actualizados los recursos de su área de salud. Así mismo, es importante que se
establezcan y mantengan contactos con grupos de mujeres y otras instituciones que ofrezcan
apoyo a las mujeres que experimentan violencia.

Sólo desde la sensibilización, el conocimiento de los recursos y la


implicación de todos los sectores se podrá dar una respuesta eficaz a la violencia
contra las mujeres.

1. ¿QUÉ HACER?

Una mujer que ha sufrido cualquier tipo de agresión: física, psicológica o sexual debe acudir,
en primer lugar, al servicio de urgencias más cercano (centro de salud-hospital). En caso de
agresión sexual, tras la correspondiente valoración y tratamiento de otras lesiones que puede
presentar, se remitirá de forma inmediata al servicio de urgencia del hospital para su
valoración por un/a ginecólogo/a. Si la mujer precisa de apoyo y acompañamiento inmediato
porque peligra su integridad física o psíquica se podrá activar el DEMA, a través del 112.

En los otros casos, recibirá la atención médica correspondiente. Además, el/la facultativo/a
cumplimentará el parte de lesiones, en el que se quedará recogida la información necesaria
sobre la gravedad de las lesiones, así como la causa de las mismas.

− Si tiene marcas de distintos días (de color morado o amarillo) reflejarlo en el parte, eso
agrava el delito.
− Si la mujer refiere sufrir amenazas, insultos, abusos sexuales,…se debe incluir en el parte
de lesiones.
− Recoger otros signos o síntomas que la mujer refiere padecer desde que sufre la situación
de violencia (dolores de cabeza, trastornos digestivos, depresiones, nerviosismo, etc).

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MANUAL Y UNIDADES DIDÁCTICAS PARA LA SENSIBILIZACIÓN Y LA PREVENCIÓN

Una vez extendido, el/la facultativo/a dará una copia del mismo a la mujer agredida, otra se
quedará en el centro y la última la remitirá al juzgado.

En caso de que la mujer no desee poner denuncia, guardará su copia del parte de lesiones para
presentarlo, si decide hacerlo, más adelante.

Si decide denunciar se le ha de informar que debe dirigirse a la Policía Nacional o la Guardia


Civil o al Juzgado de Guardia. Se aconseja interponer la denuncia en los Servicios de
Atención a Mujer (S.A.M.), que existen en la Policía Nacional o en el Equipo de Mujer y
Menores (EMUME) de la Guardia Civil.

Recordarle:

− Que debe llevar el parte de lesiones.


− Que haga constar en la denuncia si ha sido atendida en un centro sanitario en otras
ocasiones por agresiones.
− Que recojan en la denuncia otras anteriores, si las hubiere.

Además, deberá solicitar copia de su denuncia, a la vez que presentar el parte de lesiones que
le han extendido en el centro sanitario.

2. DISPOSITIVO DE EMERGENCIA PARA MUJERES AGREDIDAS.

El Dispositivo de Emergencia para Mujeres Agredidas (D.E.M.A.) es un servicio de 24


horas que funciona todos los días del año (fines de semana y festivos incluidos), financiado
por el Instituto Canario de la Mujer y gestionado por los diferentes Cabildos Insulares. El
objetivo es salvaguardar la vida de las mujeres mayores de edad o en situación jurídica
asimilable que han sufrido una agresión o que están en riesgo cierto de sufrirla y cuya vida se
encuentra en peligro.

Este servicio se activa a través del Teléfono Único de Urgencias 112, que centraliza los
recursos de emergencia de toda la Comunidad Autónoma (Servicio Canario de la Salud,
Cuerpos de Seguridad del Estado, Protección Civil, Bomberos,…). En este teléfono existe un
servicio de Atención a Mujeres Víctimas de Violencia, las 24 horas del día todo el año y
funciona en todas las áreas de salud.

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El D.E.M.A. desarrolla las siguientes funciones:

• Desplazarse hasta el lugar dónde se encuentra la mujer.

• Acompañar a la mujer a hacer las gestiones que en ese momento sean precisas para una
correcta actuación policial y judicial.

• Además, si procede, se le facilitará alojamiento en un servicio de acogida inmediata,


cuya dirección permanece en el anonimato para proteger a la mujer. Su estancia en él es
temporal, hasta 96 horas o hasta que sea derivada a los recursos normalizados pertinentes.

• Durante su permanencia en él, las profesionales realizan gestiones tales como procurar
asesoramiento jurídico, apoyo psicológico, solicitar acompañamiento policial para que la
mujer, con una profesional del dispositivo, acceda a su domicilio a recoger sus
pertenencias sin peligro, gestión para el acogimiento en otros centros….

3. CENTROS DE APOYO Y ASESORAMIENTO A LAS MUJERES.

Cualquier profesional que detecte un caso en el que la mujer no quiere o no se ve en la


necesidad de una salida urgente, debe informarle de otros recursos/centros de apoyo y
asesoramiento.

Los recursos de apoyo y asesoramiento a la mujer surgen por la necesidad real y social de
prestar una atención específica y gratuita a todas las mujeres y se encuentran,
fundamentalmente, en determinados Ayuntamientos, Cabildos y entidades sociales.

Están diseñados para asesorar y orientar en cualquier tipo de problema, así como apoyar y
hacer un seguimiento a la mujer a lo largo de todo el proceso. Prestan un servicio integral a la
mujer, toda vez que intentan dar respuesta a todas sus necesidades y cuentan con personal
multidiscilplinar.

Generalmente, los más demandados son los servicios de asesoramiento socio-laboral,


asesoramiento jurídico y apoyo psicológico, así como actividades grupales de crecimiento
personal, habilidades sociales,…dando la posibilidad a todas las mujeres de que tengan
espacios de encuentro donde compartir experiencias, sentimientos, inquietudes,…

No estaría completa esta agenda sin mencionar la labor que se realiza desde algunas ONGs.
que trabajan con mujeres víctimas de violencia. Es conveniente que los/as profesionales de la
salud conozcan estas asociaciones y, sobre todo, las ubicadas en su zona básica de salud.

La derivación significa compartir nuestra responsabilidad con los


recursos comunitarios existentes.

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4. OTROS ACOGIMIENTOS

Existen otros recursos que ofrecen una acogida más estable en el tiempo, están gestionados
por Organismos Públicos y Privados.

Entre ellos:

⇒ Las Casas de Acogida, cuyo objetivo es alojar y atender temporalmente las necesidades de
las mujeres víctimas de violencia de género y de los hijos e hijas a su cargo,
proporcionándoles una asistencia integral que promueva su autonomía personal. Además,
facilita la asistencia psicológica y educativa a las/os hijas/os de las mujeres que permanezcan
en ellas.

En nuestra Comunidad existen cinco, dos gestionadas por Organismos Públicos y las otras
tres por entidades privadas. Una de ellas se encuentra en Gran Canaria y depende del Cabildo.
Tras la valoración de los casos, es la Unidad de Atención a la Familia, Infancia y Mujer
quien remite a las mujeres a la Casa de Acogida.

Dos de ellas están ubicadas en Tenerife. Una gestionada por la Oficina Insular de la Mujer
del Cabildo, que es la que, tras la valoración de los casos, las remite a su Casa de Acogida. La
otra es la Casa de Acogida “Atacaite”, perteneciente a Cáritas, y a la que se accede
directamente.

En La Gomera, la Asociación de Mujeres Progresistas “Gara” dispone de una Casa de


Acogida y en Lanzarote existe otra gestionada por la Asociación de Mujeres “Mararía”.

⇒ Otro de los recursos que existen en la actualidad son los Pisos Tutelados. Proporcionan un
hogar funcional y temporal a aquellas mujeres que ya no requieran en su totalidad la
asistencia prestada por las casas de acogida.

En el caso de Gran Canaria existen cuatro gestionados por la Asociación Solidaridad y


Cooperación Canaria.

En el caso de Tenerife, hay tres pisos. Dos de ellos gestionados por la Asociación Solidaridad
y Cooperación Canaria y el tercero por el Ayuntamiento de Los Realejos.

⇒ Existen centros que, sin ser específicos para mujeres en situación de violencia, las acogen.
Tanto desde la Unidad de Atención a la Familia, Infancia y Mujer como desde la Oficina
Insular de la Mujer se valoran acogimientos de chicas jóvenes o madres gestantes para su
entrada a estos recursos.

NOTA: Este material es útil para la exposición de las transparencias de la 18 a la 23.

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LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y LA SALUD
MANUAL Y UNIDADES DIDÁCTICAS PARA LA SENSIBILIZACIÓN Y LA PREVENCIÓN

BIBLIOGRAFÍA.
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