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En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se
puso a hablar, enseñándoles: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la
tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán
a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los
perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os
insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque
vuestra recompensa será grande en el cielo."
Segunda Lectura
Anotaciones a la Segunda Lectura de la misa dominical.
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde
una dimensión de la vida laical.
DESDE LA MISIÓN CON LOS MIGRANTES
(Mujer, soltera, pertenece a comunidad cristiana y a movimiento seglar’
Jesús primero sube a la montaña, como todo maestro se sienta con autoridad; primero para buscar esa
comunicación con nuestro Padre Dios, se acercan sus discípulos no sabemos cuántos, como hoy en
nuestra época, sentimos la necesidad de buscarle y escuchar su Palabra que atrae a toda clase de
personas; buscando encontrar en ella la respuesta al diario vivir.
Nos va dando respuestas enumerando a todas las situaciones de la vida; a los que lloran porque hay
consuelo, a los sufridos, a los que tienen hambre y sed de justicia, por los misericordiosos, los limpios de
corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa de la justicia, y todos da por respuesta el
reino de los cielos.
Jesús sabe que los inmigrantes llevan en sí, esa persecución por querer buscar una vida digna, la cual Él
quiere para todo ser humano, por ello el inmigrante se enfrenta a ser deportado, cuando busca el llevar pan
a la mesa de su familia, la manera de obtener ese pan es siendo vendedor ambulante; a veces saqueado
por el mal vivir de otros, que están en la línea del mal vivir. Pero la perseverancia de actuar y buscar es
recompensada, al ser reconocida aun por la policía al darles rondas de protección, para que no les asalten,
y puedan seguir buscando la justicia y la paz; como hijos e hijas de nuestro Padre Dios.
Algunos antes de dirigirse a sus lugares ambulantes, pasan a visitar a Jesús Eucaristía, o al recibir su
primera venta, se signan con la señal Trinitaria, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Las “Bienaventuranzas” nos muestran cómo vivir una vida cristiana. Cuando las vivo, me parezco más a
Jesús, pues estas son el reflejo del rostro de Cristo y su misericordia.
Vale en algún momento estar atenta a la felicidad que muestran tantas personas a mi alrededor, aunque no
parezca:
- en la humildad del enfermo que entrega todo al Señor, pues sabe que solo no puede.
- en la misericordia y empatía de un pobre cuando ve a otro que tiene menos que él y le da
desde su pobreza.
- en el llanto del que sufre, pero guarda la esperanza de que todo pasará.
- en los que luchan por sus situaciones de injusticias, manteniendo la paz que solamente cristo
ofrece.
- en aquellos que han sufrido calumnias, insultos, golpes y aun así no guardan odio en su
corazón
- cuando hay tantos jóvenes que sufren burlas por estar en grupos católicos y aun así son fieles
a lo que creen.
Jesús nos pide estar alegres ante cualquier situación. Soy feliz con su invitación a confiar en él. Bendecida
soy porque creo en Dios, le creo y sé que siempre estará conmigo y me guarda un premio grade en el cielo.
Vivimos en el mundo, eso seguro, pero ¿seguimos sus criterios? Ojo con esos criterios, que no nos llevan a
nada bueno. Penetran en nuestro interior y dominan nuestra conciencia, formando parte de nosotros
mismos hasta hacer que tengamos el enemigo dentro.
Afortunadamente, en nuestro interior también tenemos al Espíritu Santo, que puede librar un combate a
nuestro favor y salir victorioso si verdaderamente queremos que nos defienda.
Si estamos despiertos nos entrenaremos en decir “no” a varias seducciones de este mundo y acogeremos
los criterios del reino.
Así buscaremos conscientemente seguir la voluntad de Dios y no la voluntad del mundo. Y haremos de las
bienaventuranzas un estilo de vida.
Para ello ayudará invocar al Espíritu Santo con frecuencia. Si sabemos que Él habita nuestra alma todo será
diferente.