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Las teorías sobre los delincuentes o los crímenes, así como las estadísticas acerca de la
fenomenología del delito, son útiles en la medida en que puedan anclarse en hechos objetivos de la
escena que analizamos.
La autopsia psicológica.
Muchas de las cualidades de la investigación en el caso de una autopsia psicológica son las mismas
que se requieren para realizar el perfil de un criminal desconocido.
La autopsia psicológica es una técnica de investigación utilizada por los criminólogos y otros
científicos sociales para ayudar a determinar el origen de una muerte. En ingles se habla de “casos
de muertes equivocas” (equivocal deaths) para significar que es necesario clarificar si se trata de una
fallecimiento producido por causas naturales, por un accidente, por un suicidio o como resultado de
una acto homicida. En pocas palabras, la autopsia psicológica intenta recrear la personalidad y el
estilo de vida de la persona fallecida, así como las circunstancias que rodearon su muerte.
El procedimiento consiste en entrevistar a amigos, familiares y compañeros del fallecido, analizar todo
tipo de registros y documentos y cruzar la información resultante para tratar de obtener la información
más fidedigna.
Una de las publicaciones más importantes relativas a la autopsia psicológica se debe a B. W. Ebert,
quien en 1987 publico un artículo titulado “Guía para conducir una autopsia psicológica” Allí señalaba
que la autopsia psicológica sirve a cuatro fines.
Este segundo propósito de la autopsia psicológica estaba ya incluido en la que quizás es la primera
definición de esta técnica, ofrecida por Schneidman y Collins en 1961: “Es una reconstrucción
retrospectiva de la vida de un sujeto que se centra en su capacidad para intervenir o provocar su
muerte; esto es, en aquellos hechos de su vida que iluminan sus intenciones en relación con su
propia muerte; en las claves que nos orientan sobre el tipo de muerte que aconteció, el grado en que
aquel pudo participar en su muerte y en clarificar las razones por que esa muerte ocurrió cuando lo
hizo”
En este apartado podríamos incluir también otras investigaciones en las que las victimas pudieran, de
algún modo, desear morir o temerlo en circunstancias especiales, como casos de “profecías
autocumplidas” en personas obsesionadas con ideas extrañas acerca de cómo van a fallecer.
En resumen, evaluar el tiempo en que ocurre una muerte puede ser útil en la identificación de la
conducta que influyo en la decisión tomada por una persona para morir, en casos de muerte natural,
accidente, homicidio o suicidio.
3. Predecir el suicidio.
Es la línea de trabajo más explorada en la actualidad. Existe una investigación reciente orientada a
determinar cuáles son los predictores más vinculados con el suicidio en diferentes grupos de
personas.
En un trabajo que reviso 76 estudios de autopsias psicológicas, los autores establecieron que en
torno al 90% de los suicidas que habían tenido éxito en su empeño padecían algún tipo de
enfermedad mental.
La autopsia psicológica también ofrece datos valiosos cuando se exploran las acciones típicas de los
suicidas, como el hecho de dejar notas escritas o haber realizado comentarios previamente a
consumar el hecho que albergaban ya claras intenciones de cometerlo. Un estudio pionero en esto
fue el de Rudestam en 1971, quien hallo que el 62% de los suicidas comunicaban su intento al
menos a una persona antes de llevarlo a cabo.
Otro ejemplo más reciente es el estudio de Lideman y sus colegas en 1998, quienes encontraron que
los médicos de Finlandia –particularmente las doctoras- tenían la tasa de prevalencia más alta de
suicidios de toda Europa. Los autores emplearon el método de la autopsia psicológica para analizar
todos los casos de muertes de médicos en ese país considerados como suicidios en el periodo 1987
marzo- de 1998, Los resultados mostraron que los suicidas tenían diversos reveses profesionales, o
bien de salud física o mental. Además, en vez de confiarse al cuidado de otros colegas, en su
mayoría prefirieron medicarse ellos mismos.
E un trabajo en el año 2006, Gavin y Rogers critican el excesivo peso que muchos autores conceden
a las enfermedades mentales o a los trastornos psicológicos como antecedentes del suicidio. Según
su opinión, podemos errar en la realización de una autopsia psicológica si nos conformamos con
encontrar una enfermedad mental, y a partir de ahí, inferir que el origen de la muerte fue el suicidio.
Gavin y Rogers no niegan que el trastorno mental se factor habitual entre los suicidas, sino que
critican el hecho de que dejen de analizarse otras circunstancias que, más allá de la existencia de ese
trastorno en la vida del sujeto, pueden ser más relevantes a la hora de explicar la muerte de una
persona a manos de sí misma.
4. Empleo como estrategia terapéutica.
Finalmente, la autopsia psicológica puede ser de ayuda terapéutica para aquellos que, después de
intentar matarse, sobreviven al intento. Los esposos Sanborn, en 1976 estudiaron una muestra de
suicidas fracasados, encontraron que los sobrevivientes necesitaban desesperadamente hablar con
alguien para explicar las emociones que sentían; culpa, vergüenza, ira. También se hizo evidente que
muchas de esas personas requerían ayuda práctica para enfrentarse a tareas y requisitos de la vida
cotidiana que eran importantes para su “reenganche” con la vida.
Conocer que les llevo a intentar matarse puede constituir un elemento terapéutico importante, porque
esas personas, generalmente, quieren y necesitan hablar de lo que hicieron, de por qué lo hicieron y
como se sienten ahora que han sobrevivido.
En su ya clásico trabajo de 1987, Ebert ofrece una lista de los factores que deberían ser investigados
en la realización de una autopsia psicológica para averiguar el origen o modo de la muerte, los Cuale
son:
Una vez se han recogido todos los datos relevantes se ha de escribir un informe, es decir, ha de
escribirse el proceso y resultado de la autopsia psicológica. Otro investigador en esa área T. H. Blau,
aconseja que realicemos este informe teniendo en cuenta los seis apartados siguientes:
1. Propósito de la evaluación.
2. Fuentes de evaluación.
3. Resumen de los hechos
4. Factores significativos
5. Análisis psicológico integrador
6. Conclusiones.
Problemas y precauciones.
Como el mismo método del perfil criminológico, la técnica de la autopsia psicológica cuenta también
con diversos problemas, algunos autores critican que la técnica no está estandarizada, y que su
validez depende mucho de la capacidad del investigador para ver los hechos y llegar a la verdad.
En todo caso, parece que el único modo de minimizar los errores posibles en una autopsia
psicológica es estudiar con detenimiento sin prejuicios toda la información disponible, prestando gran
atención a las claves del contexto en el que sucedieron los hechos.
To estage es “representar”, “montar una ficción”, aunque en casos de suicidio no hay un crimen
propiamente hablando, seguimos empleando el termino escena del crimen como sinónimo de “muerte
que hay que resolver”.
Es evidente que determinar el motivo es uno de los aspectos esenciales de la investigación criminal.
Douglas y Munn escribieron “hay dos razones para simular una escena: reorientar la investigación
para que no se centre en el sospechoso más lógico, y para proteger a la víctima o a su familia.
Hazelwood y Napier señalan que en casos de escenas amañanadas es necesario averiguar el motivo
para dos tipos de casos:
1. El caso original que necesita del amaño (un homicidio camuflado de accidente)
2. El acto simulado en sí mismo.
Si trabajamos con la posibilidad de que tal acto fuera amañado, la primera pregunta que debe
formularse es porque la persona cometió el hecho en cuestión. Los autores hacen una relación de
diversos motivos, de entre los que destacan los siguientes tres:
La siguiente cuestión que debe plantearse es porque el autor de los hechos manipulo la escena para
representar algo que no sucedió. En este caso intenta engañar al investigador con respecto a varios
temas:
Métodos de investigación.
Para acercarnos a una escena que podemos presumir que ha sido simulada, Hazelwood nos
aconseja seguir los siguientes pasos:
Los autores nos urgen para que consideremos dos fuentes básicas de información a) la derivada de
la escena, y b) la derivada de la víctima. “Es a través de la comparación del intenso escrutinio de
ambas fuentes que el investigador será capaz de identificar los factores que revelan que una escena
del crimen ha sido amañada.
En el famosos libro Crime Classification Manual (Manual de clasificación del crimen) Douglas y Munn
nos advierten de que “un delincuente que simula una escena generalmente comete errores porque
sus actos reflejan su idea de cómo parece una escena donde se ha cometido un crimen. Mientras
preparan la simulación, está muy tenso, y eso le lleva a cometer errores lógicos.
La implicación de esto para el investigador es que le autor comete errores de consistencia, es decir,
encontramos inconsistencias en las escena del crimen. Pueden ser de tres tipos:
La tarea del investigador consiste en mirar todos esos hechos con atención y preguntarse si aparecen
inconsistencias, preguntándose si “tiene sentido” lo que observa. Las inconsistencias han de
buscarse tanto dentro de cada categoría como fuera de ella y, de acuerdo con sus conocimientos y
experiencia, el investigador ha de comprobar si se encuentran con lo que debería aparecer en caso
de que le hecho violento sea lo que parece que es.