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INTERVENCIONES
INTRODUCCIÓN
Un niño que, sin haber comenzado su escolaridad primaria, lee y escribe desde su nombre
hasta pequeñas frases, causa en los adultos grandes sorpresas, porque se le suele atribuir a la escuela la
“exclusividad” de enseñar a leer y escribir. Sin embargo, antes de entrar en la escuela, muchos niños
están en contacto con diarios, revistas, carteles, etc. Muchas veces este “pequeño observador” está
atento a las actividades que llevan a cabo a su alrededor sus padres, amigos y conocidos. Cuando el
niño reconoce que la escritura es portadora de un significado y diferente de la expresión oral,
comienza a transitar por el proceso de alfabetización.
Un niño que no puede analizar explícitamente el habla en fonemas (unidades sonoras) tiene
dificultades en el aprendizaje de la lectura y la escritura (Borzone, 1996). Por lo tanto, muchas
investigaciones (González, 1996; Jiménez, 1996, et al.) se abocan al estudio de las dificultades en el
aprendizaje de la lectura y escritura, tomando en cuenta la evaluación de la conciencia fonológica.
La psicología cognitiva se ha ocupado de estudiar por qué para los niños es tan difícil aprender
a leer y escribir, y qué relación existe entre el lenguaje oral y el escrito, que puede dificultar dichas
adquisiciones. Las respuestas a esas cuestiones comienzan a buscarse en los procesos
lingüísticos. Dichas dificultades se basan en que hablamos articulando sílabas, pero
escribimos fonemas (letras). El habla es un continuo en el que resulta difícil deslindar
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segmentos, en tanto que la escritura representa las unidades fonológicas de la lengua: los
grafemas representan fonemas. Por lo tanto, las dificultades se presentan a la hora de
deslindar estas unidades del lenguaje y poder representarlas. Esta dificultad da origen al
concepto de conciencia fonológica (CF).
Signorini y Borzone (1996) postulan que la conciencia fonológica (CF) está formada
por un conjunto de habilidades, de dificultad creciente y distinto orden de emergencia durante
el desarrollo. Por consiguiente, la CF no constituye un fenómeno unitario. Según las autoras
citadas, los estudios realizados para explorar los niveles de CF muestran la relación entre CF
y el grado de conocimiento explícito de la estructura fonológica de las palabras. Algunas
tareas o pruebas de CF parecen requerir un conocimiento más profundo que otras (Signorini y
Borzone, 1996).
En la misma línea teórica, Jiménez (1996) define el término CF como una forma de
conocimiento metalingüístico y lo asocia con la habilidad para ejecutar operaciones mentales
sobre el habla. Esta habilidad supone la reflexión consciente sobre la estructura sonora del
habla. Sin embargo, para este autor, la CF no constituye una habilidad homogénea, sino que
considera diferentes niveles de CF de acuerdo con la conciencia que tengan los sujetos de
diferentes unidades lingüísticas. Esto permite distinguir diferentes niveles de CF en función
de la unidad lingüística objeto de reflexión y manipulación por parte del sujeto.
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Es pertinente destacar que las diferentes lenguas difieren entre sí en relación a la
correspondencia que existe entre los grafemas y los fonemas. Esta diferencia se basa en que
algunos lenguajes son opacos, mientras que otros son transparentes. El español es
transparente, en comparación con el inglés o francés, que son opacos. El francés (lenguaje
opaco) presenta numerosos inconsistencias en dicha correspondencia, en cambio el español
(lenguaje transparente) es más regular y consistente. Si bien el español en la lectura es
totalmente transparente, en la escritura es menos regular, ya que la correspondencia no es
unívoca. Establecer esta diferencia es fundamental, dado que a medida que disminuye la
transparencia de la lengua, mayor es la incidencia de la conciencia intrasilábica. Por el
contrario, cuanto más transparente es la lengua (como en el caso del español), mayor
influencia tiene la conciencia fonológica (Cuetos, 1989; Defior, 1997).
Desde un punto de vista teórico, puede argumentarse que la habilidad para analizar la
estructura fonológica de las palabras habladas le facilita al niño el descubrimiento del
principio alfabético. El argumento contrario se basa en que es el contacto con la escritura
alfabética lo que le provee conocimientos explícitos acerca de la estructura fonológica del
lenguaje oral, que complementa el conocimiento implícito implicado en los procesos de
producción y percepción del habla. Una tercera posición postula que la CF y la lectoescritura
se desarrollan en forma recíproca (Signorini, 1998).
Alvarado (1998) sostiene la segunda postura y afirma que los niños llegan a ser
concientes de los sonidos que hay en las palabras como resultado de aprender a leer. En
divergencia, Defior (1994) afirma que el desarrollo de la CF es previo a la lectura y, por lo
tanto, un prerrequisito para lograr el principio alfabético.
Domínguez (1996) señala tres posturas con respecto al papel que juegan las
habilidades metalingüísticas en el aprendizaje de la lectura. La primera argumenta que el
conocimiento fonológico es un producto del aprendizaje de la lectura. Dice: “La experiencia
de aprender a leer será la causa del desarrollo del conocimiento fonológico”. La segunda
postura argumenta que el conocimiento fonológico precede a la lectura y determina
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parcialmente el éxito alcanzado por los niños en la lectura. La tercera (a la cual ella adhiere)
es que entre el conocimiento fonológico y el aprendizaje de la lectura existe una “relación
causal bidireccional”. Por esta razón, argumenta que si se desarrollan en los niños las
habilidades de análisis fonológico a través de la enseñanza sistemática, se favorecerá el
aprendizaje de la lectura y la escritura (Domínguez, 1996).
Con respecto a la escritura, Verón (1998) sostiene que a mayor nivel de escritura los
niños pueden realizar segmentaciones más analíticas de las palabras. Por lo tanto, la escritura
permite a los niños objetivar la expresión oral. En los estudios sobre CF se introduce la
escritura como una variable decisiva para el desarrollo de habilidades de análisis fonológico.
En definitiva, se trata de cuatro vías paralelas (fonológico vs. directa; lectura vs.
escritura) pero independientes.
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El objetivo de este artículo es realizar una reseña que 1) brinde información acerca de
cómo evaluar la CF, y 2) clarifique cuándo y cómo influye la CF en el proceso de aprendizaje
de la lectoescritura para poder, desde la intervención o entrenamiento en habilidades de
análisis fonológico, prevenir dificultades de lectura y escritura. Por lo tanto, se considera que
la CF es una herramienta de gran importancia y utilidad dentro del campo de la
psicopedagogía.
La revisión de la literatura sobre el tema ofrece un amplio y variado número de tareas que han
sido empleadas para evaluar, medir y entrenar en conocimiento fonológico. A continuación,
se integrarán dichas investigaciones teniendo en cuenta los ejes antes mencionados.
Son múltiples las tareas que se utilizan para la evaluación de la conciencia fonológica
y sus habilidades, para mejorar la intervención en el desarrollo de la adquisición de la lectura
y la escritura. Dichas tareas se analizan teniendo en cuenta el nivel madurativo de lectura y
escritura, y la escolaridad del niño.
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Juzgar la duración acústica de las palabras
Las investigaciones muestran que los niños prelectores no son capaces de realizar esta
tarea correctamente; los niños de preescolar contestan al azar, y los niños de primer grado
realizan la actividad sin problemas (Defior, 1996). Las pioneras en la utilización de esta tarea
fueron Emilia Ferreiro y Ana Teberosky (1979), aunque no la usan con los mismos fines.
Dada una frase que se presenta oralmente, se pide al sujeto que reconozca las palabras.
Lo puede realizar a través de palmadas, contándolas, señalando con porotos, etc. También
Ferreiro y Teberosky (1979) desarrollan en su libro dicha tarea
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procedimiento consistió en presentar a los niños una palabra estímulo y pedirles que eligieran,
entre otras tres, la que rimaban con aquella. Es una prueba de tipo opción múltiple, que
consiste en diez ítems. Antes de comenzar la tarea, se le explica al niño el concepto de rima y
se le proporcionan varios ejemplos y contraejemplos. Los resultados de tal investigación
muestran que el reconocimiento de rima es la tarea de más fácil resolución y anterior a las
demás tareas.
Jiménez (1996) utiliza, también, dicha tarea, a la cual denomina “Tarea basada en
juicios de comparación”. Los resultados obtenidos coinciden con los sugeridos por Borzone y
Manrique (1996), ya que no se evidencian diferencias estadísticamente significativas entre
malos lectores y el grupo de control de buenos lectores más jóvenes en cuanto al desempeño
en dicha tarea. Esto pone de manifiesto que es posible encontrar este tipo de conocimiento en
niños malos lectores.
La tarea intenta a detectar si los niños reconocen que dos o más palabras comparten
una unidad inicial, final o media. La dificultad en la tarea se acrecienta si, a su vez, se pide al
sujeto que explicite el segmento común. Las unidades pueden abarcar tanto sílabas como
fonemas, ubicados ya sea en una posición inicial, media o final. Es necesario controlar la
frecuencia léxica, la longitud de la palabra y la categoría fonética, ya que la dificultad es
distinta en cada caso.
Dada una palabra, el niño tiene que pronunciar una unidad aislada, cuya posición
puede ser inicial, media o final.
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Contar las unidades de una palabra
Mediante palmadas, cruces, porotos o golpes con un lápiz, se le pide al niño que señale
cada una de las unidades de una palabra que se presenta oralmente. Se utilizan, en general,
palabras que contienen de una a cinco unidades.
Consiste en pronunciar en orden todas y cada una de las unidades de una palabra. La
complejidad de la tarea depende de la longitud de la palabra, de la familiaridad y de la
estructura de las sílabas que las componen.
Jiménez (1996) utiliza esta tarea que denomina “Tarea de segmentación de fonemas”,
y que consiste en identificar los segmentos fonológicos de las palabras. En su estudio, la
muestra estaba compuesta por 135 sujetos cuyas edades oscilaban entre los 6 y 10 años,
distribuidos en tres grupos diferentes: 1) 45 buenos lectores de 1° curso, con un rendimiento
lector equivalente a su curso; 2) 45 malos lectores de 3° curso, con dos años de retraso, es
decir con un rendimiento lector equivalente a primer curso; y 3) 45 buenos lectores de 3°
curso, con un rendimiento lector acorde a su curso. Los resultados sugieren que los malos
lectores en comparación con los buenos lectores de igual edad cronológica no pueden rendir
en esta tarea. Jiménez sugiere, por lo tanto, que el déficit observado en conciencia fonológica
podría estar causalmente relacionado al retraso lector. A juicio de la autora, esta causalidad
podría ser interpretada en términos de relación bidireccional.
Consiste en añadir una unidad determinada a una palabra. Dicha unión puede ser en
cualquier posición de la palabra: inicial, media o final.
Consiste en pronunciar una palabra, sustituyendo una unidad, cuya ubicación puede
ser inicial, media o final.
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Suprimir una unidad de una palabra
Se presenta al niño de manera oral una palabra y se pide que la pronuncie eliminando
una unidad dada, cuya posición puede variar. Signorini y Borzone (1996) plantean esta tarea
con el nombre de “Elisión de sonido inicial”, que consiste en el mismo procedimiento descrito
por Defior (1996), destacando la posición inicial de la palabra.
Alvarado (1998) utilizó esta tarea en su investigación. Las palabras fueron presentadas
en dos modalidades: de manera oral, y oral acompañada por la escritura. La tarea se
administró a 28 niños de preescolar entre 3 y 5 años de la ciudad de México. Los resultados
mostraron que, en presencia de la escritura, dicha tarea se logró resolver correctamente con
mayor frecuencia que cuando se presentaron de manera oral exclusivamente. Se planteo una
relación directa entre los niveles de análisis del sistema de escritura (siguiendo los niveles
desarrollados por la psicogénesis) y la cantidad de respuestas correctas. La omisión efectiva
del primer fonema se presentó sobre todo en niños con escritura alfabética. Los niños con
escrituras prealfabética, silábica alfabética y alfabéticas pueden omitir solo en presencia de las
palabras escritas, a diferencia de los niños con escritura presilábica, que no proporcionan
respuestas correctas en ningunas de las modalidades de la tarea.
Datos similares fueron aportados por Verón (1998), quien encuentra que a mayor nivel
de escritura, los niños pueden realizar segmentaciones más analíticas de las palabras. Esto
parece confirmar la hipótesis de que la escritura permite a los niños objetivar la expresión
oral. La escritura fuerza al niño a ir haciendo hipótesis sobre cuál es la relación entre la
palabra como totalidad y sus partes.
Se presenta una palabra de forma oral y se pide al niño que determine qué segmento se
ha suprimido al pronunciarla de un modo incompleto (por ejemplo, qué oís en mano que no
está en ano).
Una vez que se dice al sujeto una palabra de manera oral, se le pide que él lo haga pero
invirtiendo el orden de sus unidades. Dicha tarea presenta serias dificultades para los niños,
debido a que implica una carga importante de memoria.
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Jiménez (1996) utiliza dicha tarea y la denomina “Tarea de inversión de fonemas”. Sus
resultados mostraron que los malos lectores en comparación con los buenos lectores (de igual
edad cronológica) no pueden desarrollar correctamente esta tarea. Su retraso lector no les
permite rendir en tareas fonológicas con la complejidad que ésta presenta. Estos resultados
coinciden con los observados en la tarea de segmentación de fonemas, cuya complejidad,
aunque menor a ésta, también es importante.
Escritura inventada
Se trata de una actividad escrita, que consiste en pedir a niños de la etapa de educación
inicial, que todavía no empezaron el aprendizaje escolar de la escritura y la lectura, que
escriban una serie de palabras.
Categoría léxica
Categoría gramatical
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lectura de palabras aisladas bajo el supuesto de que en el español (como lenguaje transparente
en lectura) los niños utilizan únicamente la ruta fonológica.
Signorini y Borzone (1996) incorporan dos tareas más que Defior no incluye:
Reconocimiento de letras
Sobre la base de diez letras, se le pide al niño que identifique cada una de ellas. Se
suministra a los niños dicha tarea para evaluar el conocimiento de las correspondencias
letra-sonido. El puntaje se determina por el número de letras identificadas. Para considerar
que una letra era identificada, no era necesario que el niño pronunciara su nombre; si conocía
el sonido correspondiente a ella, la respuesta se consideraba correcta. Las autoras llegaron a la
conclusión de que el desempeño era favorable cuando la correspondencia iba de letra a
sonido.
Lectura de pseudopalabras
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añade a este punto un valor educativo. Estos pueden dar indicaciones sobre los métodos más
eficaces para la enseñanza de estas habilidades.
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Domínguez (1996 a) muestra que el grupo control es el que menores niveles de
habilidades de análisis fonológico desarrolló, porque no contó con una enseñanza-aprendizaje
explícita de las habilidades. El grupo de programa de rima continúa en mejora. Esta tarea es
inicialmente fácil, atractiva para los niños y útil como introductoria para el análisis de la
palabra, pero poco efectiva a la hora de incrementar los niveles de habilidades fonológicas
(Jiménez, 1996; Borzone y Signorini, 1988). El programa de identificación de fonemas es un
buen vehículo para favorecer, en los primeros momentos de la enseñanza, el desarrollo de
habilidades fonológicas en los niños prelectores, hecho también señalado por Byrne y
Barnsley (1992). Por último, el programa de omisión, a pesar de ser el más complejo, fue el
que produjo mayores niveles de habilidades de análisis fonológico. Este tipo de programas
crea en los niños niveles de análisis fonológico que se incrementan si se combinan estas
enseñanzas con el conocimiento del alfabeto.
5. Reconocer letras
6. Correspondencia sonido-letra
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7. Lectura de pseudopalabras
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Borzone y Signorini (1988) argumentan que el beneficio de realizar la ejercitación
fonológica reside en que, al hacer los ejercicios en el marco de un formato de interacción
niño-adulto, la actividad infantil es guiada hacia el conocimiento de un principio intrínseco
del sistema alfabético: la segmentación de la palabra en componentes sucesivos. Los
numerosos fracasos escolares son una prueba de que muchos niños no alcanzan a redescubrir
por sí mismos los fundamentos psicolinguísticos que llevaron a la invención de la escritura
alfabética.
Dos tipos de conocimiento son esenciales para acceder a los fundamentos del sistema
alfabético: el conocimiento metalingüístico implicado en la conciencia fonológica y el
conocimiento de la posibilidad de representar el habla por medio de grafías. Los resultados de
esta experiencia apoyan la necesidad de facilitar al niño el acceso a ambos conocimientos a
través de la acción educativa.
Defior (1994) argumenta que los resultados de los estudios prueban que las
habilidades fonológicas pueden entrenarse y que existe una relación causal, de modo que
cuanto más desarrolladas estén, mayor será el éxito en los aprendizajes básicos. Por otro lado,
el uso de materiales concretos en la ejecución de las tareas fonológicas aumenta su eficacia.
La existencia de esta relación causal entre habilidades de análisis fonológico y lectura plantea
dos perspectivas de intervención: la preventiva y la correctiva.
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población consta de niños pequeños, prelectores, sin conocimientos sobre la lectura de
palabras.
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3. Correspondencia sonido-letra
4. Correspondencia letra-sonido
5. Escritura de palabras
6. Lectura de palabras
7. Escritura de textos
Dichas pruebas se administraron de forma individual, tanto al comienzo como al final del
año, exceptuando la tarea de escritura de texto, que se aplicó sólo al finalizar.
La evaluación realizada a fin de año mostró progresos relevantes en todas las dimensiones
de conocimiento y habilidades consideradas. Las autoras llegaron a la conclusión que el nivel
de desempeño en lectura está relacionado con las habilidades de conciencia fonológica.
Aquellos que pudieron escribir en forma convencional al finalizar la experiencia fueron
también los que satisficieron el criterio establecido en las pruebas de CF (al comienzo). Los
resultados apuntan a señalar el efecto facilitador de la CF en el aprendizaje de la escritura.
Para evaluar la eficacia del programa, las autoras tomaron en cuenta sus investigaciones y
los compararon con niños de la misma edad de otras investigaciones. Llegaron a la conclusión
de que el desarrollo de la CF se produce a través del incremento progresivo de habilidades
para identificar, deslindar y manipular sonidos del habla. Dichas habilidades están asociadas
con el aprendizaje de la lectura y escritura, y su ejercitación sistemática es un factor
facilitador y predictor de estos aprendizajes.
Los resultados de las investigaciones (Rueda y otros, 1990; Defior y otros, 1997) que
incluyen la perspectiva correctiva no son tan concluyentes, debido a que en algunos casos no
se consigue la mejora esperada.
Defior (material otorgado por la autora, no figura el año) concluye que tanto desde la
perspectiva preventiva como correctiva se muestra la importancia de las habilidades
fonológicas, y cómo su entrenamiento produce ganancias superiores, tanto en la CF como en
la lectura. Destaca que no todos los programas son eficaces; aquellos que consiguen una
mejora sustancial son costosos y deben reunir una serie de características:
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● Combinar las habilidades fonológicas con la enseñanza explícita y directa de la
correspondencia grafema-fonema.
Conclusiones
Se puede extraer así su implicancia educativa: el carácter preventivo que puede tener
el hecho de incorporar este tipo de enseñanza en el currículum escolar. La conciencia
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fonológica es una habilidad facilitadora del aprendizaje de la lectura, ya que el conocimiento
explícito de las unidades representadas en un sistema de escritura alfabética permite inducir
las reglas de correspondencia grafema-fonema.
Bibliografía
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● Borzone, A. y Signorini, A. (1988). “Del habla a la escritura , La conciencia
lingüística como forma de transición natural”, Revista Lectura y vida, año 9, 2.
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● Rueda, M.; Sánchez, E. y González, L. (1990). “El análisis de la palabra como
instrumento para la rehabilitación de la dislexia”, Revista Infancia y aprendizaje, 49,
39-52.
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