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LA ENVIDIA DE ASAF – SALMO 73

QUE ES LA ENVIDIA
La envidia, o arder de envidia, es el deseo vehemente de poseer
algo que disfruta otra persona de la cual uno carece. Se trata por
lo tanto de un espíritu que contamina el alma de pesar, tristeza y
odio por la prosperidad del prójimo. El que es envidioso no trata
de subir su posición con trabajo y esfuerzo para estar al mismo
nivel que su vecino, sino que su empeño es hacer todo lo posible
para que a su vecino le valla peor y sufra. Este mismo espíritu es
el que atrapó a Caín y se quedó en él, porque su corazón era
perverso, por eso su semblante decayó: Génesis 4: pero no miró
con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó (enfureció)
Caín en gran manera, y decayó su semblante). Caín pasó del
deseo a la acción matando a su hermano Abel.
En otras ocasiones el mal que se desea a otra persona por
envidia es transmitida por lo que popularmente se conoce
como» El Mal De Ojo «. Cuando el espíritu inmundo se apodera
del alma de una persona esta tiene la capacidad de producir
daño, desgracias, enfermedades, e incluso llegar a provocar la
muerte sólo con mirarla. Si no contamos con la protección de
Dios se es vulnerable a ser ojeado, es decir maldecido. Muchos
creen que esto es una simple superstición, pero la realidad es
otra bien diferente.
La biblia nos cuenta que hubo un hombre de Dios santo y
perfecto a sus ojos que fue atrapado por este espíritu. En el
Salmo 73 nos habla de Asaf y su experiencia que tuvo con el
espíritu de la envidia y como se libró de ella. Nadie está libre de
ser tocado por el enemigo, pero si nuestro corazón ama al Señor
él se encarga de despertarnos para que reaccionemos y

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volvamos a la vida como le sucedió al salmista y profeta Asaf.
Sepamos algo de Asaf.
QUIEN ERA ASAF
El nombre de Asaf viene a significar algo así como «el recolector
o el que reúne «. Era director del coro en el templo en la época
de David, y descendiente de la tribu de Leví. Se le atribuye doce
salmos, del 73 al 83 y el 50. Se le llama también profeta en 2 de
Crónicas 29:30. Asaf era «un hombre de visiones que profetizaba
con el arpa”, (1Cr 25:1-6; 2Cr 29:30; 35:15.)
Era un verdadero varón consagrado a su ministerio para la honra
y gloria de Dios, por eso él y su familia siempre estuvo en los
acontecimientos más importantes y solemnes, por ejemplo:
cuando acompañó el Arca en su traslado desde la casa de Obed-
edom a la Ciudad de David. (1Cr 15:17, 19, 25-29.) Estuvo
presente en el tiempo de las reformas del rey Ezequías (2 Cr
29:13-15), y cuando se celebró la gran Pascua durante el reinado
de Josías. (2Cr 35:15, 16.)
LA ENVIDIA DE ASAF
Hubo un momento en la vida del salmista Asaf que perdió el
equilibrio y la visión espiritual. Hubo un momento en su vida en
que, por poner demasiada atención en la vida y prosperidad de
los incrédulos, fue seducido, y esto le hizo caer en una peligrosa
tristeza. Un desánimo que hizo despertar en sus sentimientos la
envidia.
Estas cosas suelen pasar cuando uno se relaja en su disciplina
espiritual. Quizás por sentirse autosuficiente Asaf descuido su
práctica devocional. Puede que se creyera tan lleno que no
esperaba debilitarse por relajarse un poquito. Pero el enemigo
está siempre al acecho para extender sobre nuestra vida una red
cuando nos relajamos y ponemos demasiada atención en lo que

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no se debe. Es en esos momentos cuando nos inyecta un veneno
llamado Seducción.
Es probable que Asaf se relajara. Puede ser que esta fuera la
causa de su problema. Sea por esta u otra causa, cayó en la
trampa seducido y atrapado por la vanidad que lleva a los
hombres a la muerte espiritual. El vio, quizás como nunca antes,
que los arrogantes no pasaban por enfermedades, y siempre
estaban con aspecto saludable. Estaban libres del pesado trabajo
para ganarse el pan, y que no padecían de los problemas
comunes de todo hombre en la vida diaria. Mas aún, se
regocijaban en su orgullo luciendo su violencia y toda su malicia
burlándose de todos los que oprimían. Reprenden e insultan
todo lo santo y con sus palabrerías dominan a la mayoría de
gentes que en multitud acuden a ellos, y creen todo lo que ellos
predican.
En todo esto Asaf se dice así mismo: Esta gente sin pasar por
padecimientos ni fatigas se hacen cada vez más ricos, y yo que
estoy cada día consagrado al Señor y limpiando mi corazón y mis
manos de todo lo malo y profano paso por enfermedad y toda
clase de contratiempos en la vida ¿Para qué me sirve todo esto
entonces? El trató de encontrar una razón lógica a esto, pero le
fue imposible. En este punto él estuvo a punto de caer, de
resbalar, de dejarlo todo y seguir los pasos de estos impíos. Sin
duda vivió un momento delicado en su vida.
El salmo empieza diciendo: En verdad, ¡cuan bueno es Dios con
Israel! con los puros de corazón. Y en realidad que es así, ya que
Dios le inspira a entrar en el santuario para tener intimidad con
él. En ese preciso momento ante la gloria y presencia de Dios el
hechizo y la seducción que Satanás le propinó se rompió del
todo, se rompió las cadenas, ¡gloria a Dios!

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Asaf dice que en la presencia de Dios volvió a comprender de
nuevo el destino de los malvados, pues Dios deja que los impíos
obtengan su propio galardón, el destino que ellos mismos
conscientemente han escogido. La gente que vive entregada a la
maldad para conseguir riquezas y gloria en esta vida en un
momento dado les caerá la desgracia de repente y su fin será
inmediato y demoledor.
El salmista reconoce que en esos días de confusión su corazón se
afligía y estaba amargado. Estos son los efectos que hace cuando
en el corazón se instala la envidia, porque esta nos hace desear
el bien de los demás con toda pasión sin tener en cuenta de qué
modo o manera se tenga que obtener. La envidia nos hace
también obrar de una manera irracional, es decir, nos
comportamos como un animal y es en este estado cuando se
hace lo que sea para conseguir lo que uno desea.
Al recuperar el trato y la intimidad con Dios Asaf recobra la paz,
la razón, y reflexiona diciendo: tú me sostienes de la mano
derecha, me guías con tu consejo, si estoy contigo nada quiero
en la tierra, podrá desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios
fortalece mi corazón. No hagamos como la esposa de Lot que por
poner su atención en el mundo se quedó en estatua de sal. Algo
semejante le pasó a Asaf, el no quedó en estatua, pero le entró
el veneno de la envidia y a punto estuvo de caer. Como fin, nos
quedamos con las últimas palabras del salmista que la tomamos
como un consejo y advertencia de parte de Dios: Para mí el bien
es estar cerca de Dios. He hecho del Señor Soberano mi refugio
para contar todas sus obras.

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