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Fernando Serrano W. Kohan: Infancia. Entre educación y filosofía (recensión)
En este capítulo Kohan sigue las reflexiones de Ph. Aries y M. Foucault. Según el
primero, en las sociedades europeas no se desarrolló una sensibilidad ni una atención
hacia la infancia hasta acabada la Edad Media. Antes los niños eran considerados como
adultos en miniatura. Se actuaba con ellos y ante ellos como se haría con cualquier
adulto. A partir del siglo XVII, el niño comienza a ser centro de atención en la familia.
Junto a este nuevo sentimiento, surgen también instituciones que separan a los niños
del mundo adulto, entre ellas la escuela. Kohan acepta, moderándolas, algunas tesis de
Aries: si bien no se trata de un descubrimiento, si se da en la Edad Moderna una
intensificación de sentimientos, prácticas e ideas en torno de la infancia.
La aportación de Foucault desemboca en la institución escolar; si bien previamente
Kohan ha de tener en cuenta sus reflexiones sobre el ejercicio del poder, la disciplina y
las instituciones. Para Foucault, el poder no es algo que se tiene, sino que se ejercita. El
poder se ejercita en forma de red, de manera que todos somos a la vez objeto y sujeto
de dicho poder; lo recibimos y lo ejercitamos hacia otras personas. La disciplina es un
modo de ejercer el poder. La disciplina se ejerce por medio de diversos dispositivos
(instituciones, edificios, leyes, discursos, proposiciones filosóficas, morales…) con el fin
de estructurar lo que los otros pueden o no hacer. La función principal de la disciplina
consiste en normalizar, esto es, inscribe las posibles acciones en un determinado campo
o espacio, a partir de una normatividad que distingue lo permitido de lo prohibido, lo
correcto y lo incorrecto. Las técnicas principales de los dispositivos disciplinares son: la
vigilancia jerárquica, la sanción normalizadora y el examen.
La escuela es una de las instituciones disciplinares. Se trata de una institución de poder
que afecta de tal modo la identidad y la experiencia del niño que éste pasa a ser
considerado como alumno. En la escuela, las experiencias están marcadas por reglas
y procedimientos que incitan subjetividades dóciles, disciplinadas y obedientes. Pero la
escuela no produce sus resultados mediante el sometimiento; debe contar con la libertad,
aunque tienda a limitarla y domarla.
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Fernando Serrano W. Kohan: Infancia. Entre educación y filosofía (recensión)
diálogo, qué tipo de preguntas son buenas preguntas. En palabras de Kohan, “en FpN, el
buen docente es un pastor filosófico, alguien que mide su bien en función del bien de su
rebaño. Si es alguien ‘bien formado’ en el programa, ‘sacrifica’ su interés filosófico en
función del interés de los alumnos. Su función es la de cuidar de todos y cada uno de los
miembros de su grupo”. La filosofía se adapta a la función disciplinar de la escuela. Está
al servicio de los valores de orden: democracia, tolerancia, razonabilidad. Se trata de
formar a los nuevos ciudadanos en el pensar y razonar. Se cree que si los futuros
ciudadanos son capaces de razonar y argumentar mejor, la sociedad será mejor. Se
vuelve al ideal platónico de formar a los ciudadanos en función del bien de la polis. De
este modo, la filosofía no cuestiona la institución escolar, sino que la refuerza.
Si se quiere propiciar una experiencia filosófica en la escuela, no basta con que se
pregunten los niños, también han de hacerlo los docentes. Unos y otros deben trazar
sus problemas y sus respuestas. Hay que generar las condiciones para que sus
preguntas no sean nuestras preguntas, ni siquiera las preguntas de la filosofía. No se
trata de repetir lo ya dado, sino de partir realmente de lo que ellos quieren y pueden ser.
Sócrates es el filósofo de la pregunta. Pregunta para hallar, pero no alcanza nunca una
respuesta definitiva. Preguntar para buscar junto a otros. Él se reconoce a sí mismo
como ignorante y, por tanto, incapacitado para enseñar a otros. Lo que sí puede hacer
es ponerse en camino junto a otros para intentar dilucidar la verdad. La verdad aparece
como enigma, como algo que no se posee, y que no se alcanza totalmente; sólo
podemos aproximarnos a ella. De ahí que la necesidad de seguir preguntando continúe.
Al cuestionar sobre una determinada virtud o valor, Sócrates está cuestionando su
propia vida. Primero se pregunta a sí mismo, para después trasmitir esa inquietud a
otros. El punto de partida es el reconocimiento de su propia limitación; sólo así puede
crecer.
Con su forma de preguntar y poner en cuestión todo, Sócrates ha cuestionado también
los presupuestos tanto de la democracia como de la tiranía. Lo que hace que se gane
muchos enemigos. La filosofía, en lugar de estar al servicio de un determinado proyecto
político, como veíamos en Platón, lo cuestiona. Como dice Kohan al final del capítulo,
“en el ‘saber que no se sabe’ radica la infancia de la filosofía. En el ‘cuidado de sí’, la
infancia de la educación. En el ‘educar en el no saber’ y en el ‘cuidado de sí’, la infancia
de una filosofía que educa, la infancia de una política que filosofa, la infancia, por fin, de
una educación en, pero también de, la filosofía”.
Para intentar dilucidar qué significa enseñar y aprender, J. Rancière, en su obra “El
maestro ignorante”, nos ofrece el ejemplo de Joseph Jacotot, un profesor francés que en
1818 tuvo que enseñar a alumnos flamencos cuyo idioma desconocía. Jacotot utiliza un
libro bilingüe, pero debe dejar que los alumnos vayan desarrollando el trabajo por su
cuenta, supervisando el ritmo, pero sin dar explicaciones. Cuando aprendemos la lengua
materna, tampoco hacen falta las explicaciones; ¿por qué no va a servir también para
otro tipo de aprendizajes? Jacotot hace fundamentalmente dos cosas: pregunta y
supervisa el trabajo. No verifica el contenido, sino cómo el
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Fernando Serrano W. Kohan: Infancia. Entre educación y filosofía (recensión)
Frente a la imagen dogmática del pensar, Deleuze propone un pensar que no esté sujeto
a estos límites. El pensar no está dado, no se encierra en unos métodos, problemas o
significados predeterminados; se produce en el mismo acto de pensar.
Si cabe enseñar a pensar, no se tratará de enseñar unas reglas sobre el pensamiento o
comunicar unos contenidos. Para Deleuze, eso no es pensar, pues no se problematiza.
El pensar tiene que estar abierto a la improvisación y la sorpresa. Y esto vale tanto para
el maestro como para el alumno, pues ambos han de estar abiertos a pensar en plano
de igualdad.
Parte III
La infancia se muestra como el estado de ser afectado sin tener los medios para
identificar o nombrar lo que nos afecta. Esa condición nos acompaña durante toda la
vida, no sólo cuando carecemos de lenguaje. Las pretensiones de emancipación de la
infancia tienden a hacerla desaparecer. Se entiende por emancipación la anulación
de la infancia para pasar a ser un determinado tipo de adulto. Sin embargo, la
condición de infante perdura a lo largo de la vida, pues infante es aquel que es
incapaz de nombrarlo todo. Muchas experiencias nos resultan innombrables; no
somos capaces de expresar cuanto estamos viviendo. Lo que ocurre es que nuestra
forma de vida tiende a anular la experiencia, como hecho individual, y pretende sujetarla
a lo ya sabido. Sin embargo, el mundo no es lo que pensamos; la historia está
inacabada; la experiencia está abierta. Todo esto pone en cuestión una educación
centrada en el futuro, en preparar a los niños para el futuro. Al contrario, desde estos
presupuestos, la educación debería buscar no perder la infancia, el ámbito de la
experiencia y el saber que no lo sabemos todo ni lo podemos decir todo. La infancia se
convierte no en lo que debemos dejar atrás, sino en lo que debemos continuar a lo largo
de la vida.
Valoración personal