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INFANCIA.

ENTRE EDUCACIÓN Y FILOSOFÍA


En el presente trabajo ofrezco un resumen del libro “Infancia. Entre educación y filosofía”,
de Walter Omar Kohan, editado en Laertes (2004). Vi a Walter Kohan hace unos cuatro
años en un encuentro de Filosofía para niños en Madrid. Él dirigía uno de los talleres
que se realizaron y presentó también una ponencia sobre la infancia. Walter Kohan está
vinculado al movimiento Filosofía en la escuela, de Brasil. Al comprobar que había un
libro suyo en la biblioteca, me he animado a leerlo. Voy a intentar hacer un resumen de
cada uno de los capítulos, aunque puede ser que incluya también algunas reflexiones
personales surgidas a partir de la lectura.

Parte I: Filosofías clásicas de la infancia

1 Infancia y educación en Platón


¿Cómo entiende la infancia Platón? La comprensión de la infancia y la educación está
ligada en Platón a su proyecto político, el de la constitución de una ciudad justa. Si
indagamos en sus textos, encontramos las siguientes ideas acerca de la infancia:
1. La infancia es vista como posibilidad. En ese sentido es entendida como vacío,
como lo que no está definido. Esto hace posible que sea moldeable en diversos
sentidos, tanto buenos como malos. De ahí que si queremos tener una sociedad
en el futuro formada por hombres justos, es fundamental abordar su educación
desde muy temprano, y evitar aquellas influencias que puedan ser perjudiciales
para los niños en vistas al proyecto de construcción de la polis ideal.
2. La infancia como inferioridad. Los niños son vistos como seres dependientes,
insuficientes, incapaces, se definen por cuanto aún no son adultos. El niño es el
que no se guía por su razón y es incapaz de gobernarse, como ocurre con los
borrachos. Carece de experiencia y es incapaz de discernir lo justo y lo injusto.
3. La infancia como otro despreciado. El niño y el joven son vistos como seres
despreocupados, no atentos a los asuntos de la polis. Son lo que no saben
hablar bien y andan más atentos a sus juegos y diversiones. Se trata de una
forma de ser y vivir que debe ser abandonada cuando se alcanza la edad adulta.
Decirle a un adulto que actúa como un niño es una muestra de desprecio, es
decirle que no usa su razón y se deja llevar por sus apetitos.
4. La infancia como material político. Platón es consciente de que los niños del
presente serán los adultos del futuro. Su interés por la infancia parece residir tan
solo en la importancia que puede tener en

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Fernando Serrano W. Kohan: Infancia. Entre educación y filosofía (recensión)

el futuro para la construcción de la polis perfecta. A partir de lo dicho, se puede


entender la importancia que otorga a la educación. Ésta no busca desarrollar las
capacidades ni los intereses de los niños, sino formar buenos ciudadanos,
proporcionarles los instrumentos para que, cuando alcancen la edad adulta,
puedan realizar aquellas funciones que sean más importantes para la ciudad.
Teniendo esto presente, Platón desarrolla en su libro “República” el programa de un
proceso educativo orientado a seleccionar a cada persona para aquellas funciones para
las que naturalmente resulte apto, y facilitar la formación adecuada para que pueda
realizar dichas funciones en la ciudad. En este proceso, los intereses personales no
cuentan. Los niños son formados no para buscar su bienestar, sino el de la polis. Para
conseguirlo, junto al programa educativo, Platón propone un sistema de vida para los
gobernantes:
1. No tendrán familia ni propiedades. De ese modo, su interés se centrará
exclusivamente en la polis y no en buscar su beneficio o el de sus familiares.
2. Para facilitarlo, los niños serán criados a modo de guarderías comunitarias, en las
que nadie pueda saber quién es su hijo, para evitar que los dirigentes puedan
mostrar preferencia por unos.
3. Los matrimonios serán arreglados, aunque se presenten bajo la apariencia de
sorteos. Los gobernantes estudiarán qué parejas deben formarse y no tendrán
ningún problema en amañar los sorteos que determinarán cómo se relacionarán las
parejas o provocar aparentes encuentros espontáneos. De este modo se pretende
garantizar que las cualidades más elevadas de los grupos dirigentes se transmitan a
las generaciones siguientes y se evite la degradación de las mismas. Platón, tan
moralista en otros campos, asume que, por bien del estado, se puede utilizar la
mentira.
4. Una vez llegados a la edad adulta, aun cuando puedan no sentirse llamados o
interesados en la política, deberán aceptar las tareas que les asigne la polis, ya
que ha sido ésta la que les ha proporcionado la educación.

2 La infancia escolarizada de los modernos (Foucault)

En este capítulo Kohan sigue las reflexiones de Ph. Aries y M. Foucault. Según el
primero, en las sociedades europeas no se desarrolló una sensibilidad ni una atención
hacia la infancia hasta acabada la Edad Media. Antes los niños eran considerados como
adultos en miniatura. Se actuaba con ellos y ante ellos como se haría con cualquier
adulto. A partir del siglo XVII, el niño comienza a ser centro de atención en la familia.
Junto a este nuevo sentimiento, surgen también instituciones que separan a los niños
del mundo adulto, entre ellas la escuela. Kohan acepta, moderándolas, algunas tesis de
Aries: si bien no se trata de un descubrimiento, si se da en la Edad Moderna una
intensificación de sentimientos, prácticas e ideas en torno de la infancia.
La aportación de Foucault desemboca en la institución escolar; si bien previamente
Kohan ha de tener en cuenta sus reflexiones sobre el ejercicio del poder, la disciplina y
las instituciones. Para Foucault, el poder no es algo que se tiene, sino que se ejercita. El
poder se ejercita en forma de red, de manera que todos somos a la vez objeto y sujeto
de dicho poder; lo recibimos y lo ejercitamos hacia otras personas. La disciplina es un
modo de ejercer el poder. La disciplina se ejerce por medio de diversos dispositivos
(instituciones, edificios, leyes, discursos, proposiciones filosóficas, morales…) con el fin
de estructurar lo que los otros pueden o no hacer. La función principal de la disciplina
consiste en normalizar, esto es, inscribe las posibles acciones en un determinado campo
o espacio, a partir de una normatividad que distingue lo permitido de lo prohibido, lo
correcto y lo incorrecto. Las técnicas principales de los dispositivos disciplinares son: la
vigilancia jerárquica, la sanción normalizadora y el examen.
La escuela es una de las instituciones disciplinares. Se trata de una institución de poder
que afecta de tal modo la identidad y la experiencia del niño que éste pasa a ser
considerado como alumno. En la escuela, las experiencias están marcadas por reglas
y procedimientos que incitan subjetividades dóciles, disciplinadas y obedientes. Pero la
escuela no produce sus resultados mediante el sometimiento; debe contar con la libertad,
aunque tienda a limitarla y domarla.

3 ¿La filosofía educa a la infancia? (M. Lipmann)

En el programa de Lipmann, Filosofía para niños, la disciplina se interioriza. Según


Kohan, lo que pretende el programa de Lipmann es formar a los niños en unos
determinados valores (los democráticos) y en una determinada forma de racionalidad (la
lógica, la discusión, la argumentación…). De este modo, el niño es modelado sin que se
dé cuenta y sin ejercer violencia sobre él. En el programa de Lipmann, hay unos
expertos, que son quienes orientan a los docentes sobre la pedagogía que se debe
utilizar, cómo se debe conducir el

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Fernando Serrano W. Kohan: Infancia. Entre educación y filosofía (recensión)

diálogo, qué tipo de preguntas son buenas preguntas. En palabras de Kohan, “en FpN, el
buen docente es un pastor filosófico, alguien que mide su bien en función del bien de su
rebaño. Si es alguien ‘bien formado’ en el programa, ‘sacrifica’ su interés filosófico en
función del interés de los alumnos. Su función es la de cuidar de todos y cada uno de los
miembros de su grupo”. La filosofía se adapta a la función disciplinar de la escuela. Está
al servicio de los valores de orden: democracia, tolerancia, razonabilidad. Se trata de
formar a los nuevos ciudadanos en el pensar y razonar. Se cree que si los futuros
ciudadanos son capaces de razonar y argumentar mejor, la sociedad será mejor. Se
vuelve al ideal platónico de formar a los ciudadanos en función del bien de la polis. De
este modo, la filosofía no cuestiona la institución escolar, sino que la refuerza.
Si se quiere propiciar una experiencia filosófica en la escuela, no basta con que se
pregunten los niños, también han de hacerlo los docentes. Unos y otros deben trazar
sus problemas y sus respuestas. Hay que generar las condiciones para que sus
preguntas no sean nuestras preguntas, ni siquiera las preguntas de la filosofía. No se
trata de repetir lo ya dado, sino de partir realmente de lo que ellos quieren y pueden ser.

Parte II: La infancia educa a la filosofía

En la segunda parte, el autor considera la infancia como símbolo de afirmación, de


ruptura, de emergencia de otro tipo de pensamiento, sin atender a una determinada
edad o etapa de la vida. Como el propio autor explica, “la infancia que educa a la
filosofía será, entonces, la instauración de la posibilidad de un nuevo pensar filosófico
nacido en la propia historia de la filosofía”. Como ejemplos de este nuevo pensar nos
presenta a Heráclito, Sócrates, J. Rancière y G. Deleuze.

4 La infancia de un tiempo (Heráclito)

Frente a la línea parmenídea y platónica que ha prevalecido en el pensamiento


occidental, Heráclito supone la asunción de lo diferente, de lo cambiante y lo contrario.
La unidad se da en el conflicto y en los contrarios. La lógica con su principio de
contradicción es incapaz de dar cuenta de la realidad, siempre fluyente. Para expresar
su intuición de la realidad, Heráclito habla como un niño; se vale del lenguaje de las
diferencias en la unidad; muestra un lógos que subyace a lo cambiante y contradictorio.
Heráclito también es el filósofo abierto a lo inesperado. Como un niño está dispuesto a
esperar lo inesperado, como camino para encontrar, porque en realidad no hay camino
para ello, no hay nada prefijado para hallarlo.

5 La infancia de un filósofo (Sócrates)

Sócrates es el filósofo de la pregunta. Pregunta para hallar, pero no alcanza nunca una
respuesta definitiva. Preguntar para buscar junto a otros. Él se reconoce a sí mismo
como ignorante y, por tanto, incapacitado para enseñar a otros. Lo que sí puede hacer
es ponerse en camino junto a otros para intentar dilucidar la verdad. La verdad aparece
como enigma, como algo que no se posee, y que no se alcanza totalmente; sólo
podemos aproximarnos a ella. De ahí que la necesidad de seguir preguntando continúe.
Al cuestionar sobre una determinada virtud o valor, Sócrates está cuestionando su
propia vida. Primero se pregunta a sí mismo, para después trasmitir esa inquietud a
otros. El punto de partida es el reconocimiento de su propia limitación; sólo así puede
crecer.
Con su forma de preguntar y poner en cuestión todo, Sócrates ha cuestionado también
los presupuestos tanto de la democracia como de la tiranía. Lo que hace que se gane
muchos enemigos. La filosofía, en lugar de estar al servicio de un determinado proyecto
político, como veíamos en Platón, lo cuestiona. Como dice Kohan al final del capítulo,
“en el ‘saber que no se sabe’ radica la infancia de la filosofía. En el ‘cuidado de sí’, la
infancia de la educación. En el ‘educar en el no saber’ y en el ‘cuidado de sí’, la infancia
de una filosofía que educa, la infancia de una política que filosofa, la infancia, por fin, de
una educación en, pero también de, la filosofía”.

6 La infancia de un enseñar y aprender (J. Rancière)

Para intentar dilucidar qué significa enseñar y aprender, J. Rancière, en su obra “El
maestro ignorante”, nos ofrece el ejemplo de Joseph Jacotot, un profesor francés que en
1818 tuvo que enseñar a alumnos flamencos cuyo idioma desconocía. Jacotot utiliza un
libro bilingüe, pero debe dejar que los alumnos vayan desarrollando el trabajo por su
cuenta, supervisando el ritmo, pero sin dar explicaciones. Cuando aprendemos la lengua
materna, tampoco hacen falta las explicaciones; ¿por qué no va a servir también para
otro tipo de aprendizajes? Jacotot hace fundamentalmente dos cosas: pregunta y
supervisa el trabajo. No verifica el contenido, sino cómo el

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Fernando Serrano W. Kohan: Infancia. Entre educación y filosofía (recensión)

alumno lo ha encontrado. Esta experiencia pone en cuestión un tipo de enseñanza que


está centrado en la explicación.
Rancière critica la explicación con las siguientes razones:
1. Una explicación puede requerir otra explicación; y ésta también, desarrollando así
un proceso infinito. 2. La explicación está rodeada de autoritarismo. Hay una
persona, quien explica, que se erige en el intérprete auténtico de lo explicado.
3. Las explicaciones son cada vez más numerosas y sofisticadas.
4. La explicación encubre todo aquello que no puede explicar. Crea una ilusión,
dejando de lado lo que escapa a sus límites.
5. La lógica de la explicación necesita que haya alguien que no comprenda. Al
explicar, damos por supuesto que los otros son incapaces de comprender por sí
mismos.
6. La explicación embrutece a los alumnos, pues los mantiene dependiendo de quien
explica, se somete a su inteligencia y su comprensión.
7. La explicación mantiene la jerarquía, potencia la desigualdad.
A partir de esta crítica Rancière sugiere que es necesario considerar un profesor que no
explique; alguien que antes de preguntar, se pregunta a sí mismo, se cuestiona, y de
este modo también está dispuesto a aprender junto a los otros. En esto se alejaría del
preguntar socrático, que a juicio de Rancière mantiene la desigualdad, pues por medio
de las preguntas, Sócrates dirige, es el que sabe conduciendo al ignorante. Bajo una
apariencia liberadora, prolonga el embrutecimento. Los que dialogan con Sócrates no
aprende a buscar por sí mismo lo que quieren buscar. Sólo aprenden a reconocer lo que
Sócrates quiere que reconozcan.
La clave de una educación emancipadora radica en la igualdad. “Una educación es
liberadora, emancipador, en la medida en que no da a los otros la clave del saber sino la
conciencia de lo que puede una inteligencia cuando considera todas las inteligencias
iguales”.
Esta forma de enseñar y aprender es incompatible con las instituciones. La conclusión no
es demasiado esperanzada entonces.

7 La infancia de un pensar (G. Deleuze)


La referencia a Deleuze sirve a Walter Kohan para reflexionar acerca del pensar y la
imagen que sobre él ha impuesto la historia de la filosofía. La filosofía ha presentado un
modo de pensar como el único válido. La imagen dogmática del pensamiento depende
de los siguientes postulados:
1. Se presupone la buena voluntad del pensador y de su pensamiento, como si
verdad y bien fuesen equivalentes.
2. Se presupone que el sentido común da unidad a las facultades y garantiza su
verdad. En realidad diluye el pensamiento propio en lo que piensa la mayoría.
3. Se presupone una identidad en el sujeto, que unifica la diversidad de las
facultades, y una identidad en el sujeto, para dar unidad a la diversidad de
impresiones que provoca. Es el presupuesto del reconocimiento. Reconocer es
imprescindible en la vida, pero no en el pensar, pues al reconocer diluimos lo
diverso en lo común, y se mantiene en lo aceptable para las mayorías, es incapaz
de superar lo ya dado, lo impuesto.
4. El cuarto postulado se refiere a la representación. En ella subordinamos lo
diferente a lo común. Lo diferente no puede ser pensado como tal y se sujeta a
las dimensiones de lo mismo y lo similar, lo análogo y lo opuesto.
5. El quinto postulado identifica el error con todo lo negativo.
6. El sexto postulado considera la proposición como el lugar de la verdad. El sentido
es la condición de lo verdadero. Una proposición verdadera o falsa sólo puede
serlo una proposición con sentido. La verdad se reduce a la adecuación de una
proposición con un hecho extraproposicional; lo verdadero de la proposición se
transfiere a lo designado.
7. El séptimo postulado reduce los problemas a aquellos que pueden ser planteados
a partir de las respuestas esperables o probables. Sólo se pregunta lo que se
puede responder.
8. El octavo postulado subordina el aprender al saber y la cultura al método.
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Fernando Serrano W. Kohan: Infancia. Entre educación y filosofía (recensión)

Frente a la imagen dogmática del pensar, Deleuze propone un pensar que no esté sujeto
a estos límites. El pensar no está dado, no se encierra en unos métodos, problemas o
significados predeterminados; se produce en el mismo acto de pensar.
Si cabe enseñar a pensar, no se tratará de enseñar unas reglas sobre el pensamiento o
comunicar unos contenidos. Para Deleuze, eso no es pensar, pues no se problematiza.
El pensar tiene que estar abierto a la improvisación y la sorpresa. Y esto vale tanto para
el maestro como para el alumno, pues ambos han de estar abiertos a pensar en plano
de igualdad.

Parte III

8 Epílogo: De la mayoridad a la minoridad: educación, filosofía y afirmación de la


infancia.

La infancia se muestra como el estado de ser afectado sin tener los medios para
identificar o nombrar lo que nos afecta. Esa condición nos acompaña durante toda la
vida, no sólo cuando carecemos de lenguaje. Las pretensiones de emancipación de la
infancia tienden a hacerla desaparecer. Se entiende por emancipación la anulación
de la infancia para pasar a ser un determinado tipo de adulto. Sin embargo, la
condición de infante perdura a lo largo de la vida, pues infante es aquel que es
incapaz de nombrarlo todo. Muchas experiencias nos resultan innombrables; no
somos capaces de expresar cuanto estamos viviendo. Lo que ocurre es que nuestra
forma de vida tiende a anular la experiencia, como hecho individual, y pretende sujetarla
a lo ya sabido. Sin embargo, el mundo no es lo que pensamos; la historia está
inacabada; la experiencia está abierta. Todo esto pone en cuestión una educación
centrada en el futuro, en preparar a los niños para el futuro. Al contrario, desde estos
presupuestos, la educación debería buscar no perder la infancia, el ámbito de la
experiencia y el saber que no lo sabemos todo ni lo podemos decir todo. La infancia se
convierte no en lo que debemos dejar atrás, sino en lo que debemos continuar a lo largo
de la vida.

Valoración personal

Cuando el autor, en la segunda parte, presenta a algunos autores como expresión de la


infancia que hace filosofía, me parece algo cogido con pinzas, no demasiado justificado.
Me parece que para hablar de pensadores que rompen con los esquemas
preconcebidos no hace falta asimilar dicha postura a la infancia. Aquí Walter Kohan está
presentado su imagen de la infancia, pero no me parece justificado asimilarla al
pensamiento de estos autores, especialmente Heráclito y Sócrates. En la referencia a
Deleuze he de reconocer que me he sentido más perdido. Esta ha sido la parte que más
me ha costado seguir; probablemente por mi falta de familiaridad con este pensador
francés. Lo bueno de esta lectura es que me ha animado a leerlo directamente. Ya
veremos cuál es el resultado.
A veces el autor se pierde explicando cuestiones teóricas de alguno de los pensadores
(especialmente en Heráclito), que parecen salirse del tema del libro.
En la Parte III, Kohan nos presenta una imagen de la infancia. Quizá con ella se clarifique
la selección de autores que ha realizado en la Parte II. Kohan dice que huye de una
imagen romántica de la infancia, pero a mí no me lo parece. Parece identificar con la
infancia unas formas de pensar y actuar, más allá de cualquier identificación cronológica;
pero no creo que eso sea viable. No podemos desvincular la infancia de un determinado
período de la vida, ni creo que deba convertirse en el referente de la vida. Otra cosa es
que el modelo de adulto que estamos viviendo sea el más adecuado, entendido como el
que facilite que seamos felices. Para cuestionar el tipo de adulto que vivimos o el tipo de
educación que pretendemos, no creo que debamos convertir la infancia en el modelo a
seguir. De la infancia hay que salir algún día; otra cosa distinta es lo que nos dejemos
atrás en ese paso.
Con todo, la lectura del libro resulta interesante; me ha servido para cuestionarme una
vez más qué hago en la enseñanza y para qué sirve el sistema educativo. Aunque en
este sentido me parece más acertado lo presentado en la primera parte del libro.

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