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Virtudes de Jacinta , Francisco y Lucía

Francisco y Jacinta Marto son los niños más jóvenes en ser declarados santos sin haber
padecido martirio. Fueron elevados al honor de los altares, no simplemente porque tuvieron el
privilegio de ver a Nuestra Señora, sino porque con sus breves y ejemplares vidas, se plegaron
a su pedido de oración y reparación

Francisco y Jacinta Marto fueron, respectivamente, los hijos octavo y noveno nacieron en la


aldea de Aljustrel, en la parroquia de Fátima, Francisco el 11 de junio de 1908, y Jacinta el 11
de marzo de 1910.

Francisco – niño inocente y alma recta

Francisco respetaba mucho a su padre, su padre decía que Francisco

“Era todo menos un cobarde. Salía de noche, solo en la oscuridad, sin una señal de miedo.
Jugaba con lagartos y serpientes y los enrollaría alrededor de un palo y los haría beber de
agujeros en las rocas. Sin miedo cazaba liebres, zorros 

Era dócil y un modelo de obediencia. Siempre amable y agradable, jugaría con todos los niños
sin mostrar preferencia, Y él nunca se peleó. Pero si pasaba algo que no le gustaba, a veces
dejaba el juego. Si se le pregunta por qué se había ido, respondería: “Porque eres malo” o
simplemente “porque quiero”.

Francisco le gustaba los juegos, pero evitaba confrontaciones. Si le pedían algo querían de Él
se lo deba sin ningún problema

Era muy inocente y tenía una conciencia delicada, se cuenta que una mañana su madre sugirió
que aprovechara la ausencia de su madrina para llevar las ovejas a pastar en sus campos. Él
respondió que no haría eso. Cuando su madre le abofeteó en la cara, la enfrentó con dignidad
y preguntó: “¿Está mi madre enseñándome a robar?”. Fue solo después de obtener el permiso
de su madrina.

Francisco tenía alma de artista. Se maravillaba de la creación. Amaba los cielos estrellados, los
arroyos y manantiales, y sobre todo, el sol, que veía como el símbolo del poder de Dios. Siendo
contemplativo, encontró entretenimiento en cosas pequeñas. Con su flauta pasaría horas y
horas contento, tocando melodías nostálgicas, o melodías felices para Lucia y Jacinta para que
bailasen en los campos.

Se dice que antes de que se le apareciera la virgen a francisco a el no le gustaba rezar su padre
muchas veces tenía que corretearlo para qué rezase , pero después de la apariciones de Cova
da Iria: “Después de que apareció Nuestra Señora, él nunca fue a esconderse; Francisco y
Jacinta fueron quienes insistían a todos en rezar el Rosario”.

Se dice que él podía ver al Ángel y a Nuestra Señora, sin embargo, no podía
escucharlos. Pero lucía su prima le decía los mensajes de la Dama (virgen) como el que
decía que haga “Muchos rosarios” para que el también pudiera ser llevado al cielo, exclamó sin
una sombra de resentimiento o envidia: “¡Oh, querida Nuestra Señora, diré tantos rosarios como
quieras!”.
Murió francisco el 4 de abril de 1919, sin un solo gemido o contracción facial, en silencio, y con
una sonrisa angelical en su labios, Francisco salió a encontrarse con la Bienaventurada Virgen
que lo esperaba con los brazos abiertos.

Jacinta – un temperamento sensible y un espíritu recto

Su alma era extraordinariamente sensible y muy fácil. Era muy impresionable. “Cuando tenía
cinco años más o menos” relata Lucía, «ella se derretiría en lágrimas al escuchar la historia de
la Pasión de Nuestro Señor. “Pobre Jesús”, ella diría: “Nunca debo pecar y ofenderle más”

“Corría como si corriera de la plaga de aquellos que hablaban malas palabras o mantenían
conversaciones cuestionables: “Porque esto es un pecado y entristece a Nuestro Señor”

Ella también evitaba mentir, Su padre cuenta: “Cuando su madre le dijo una pequeña mentira,
como que solo iba hasta la huerta de col cuando ella realmente iba mucho más lejos, allí,
Jacinta siempre detectaría el engaño y no dudaba en regañar a su propia madre: “¿Entonces,
mi madre está mintiéndome?”.

Los corderitos blancos eran sus favoritos. Muchas veces ella los llevaba sobre sus hombros, tal
y como había visto a Nuestro Señor llevarlos en algunas estampas sagradas.

En la primavera de 1916, la vida de los tres felices y pequeños pastores de solo nueve, ocho y siete años
sufrieron un cambio dramático después de que un ángel se les apareció y les habló. “Los corazones de Jesús y
María están atentos a la voz de sus súplicas”.

En otra aparición en el verano de ese mismo año, el ángel aconsejó:

«Ofrezcan sus oraciones y sacrificios constantemente al Altísimo. Hagan de todo un sacrificio y ofrézcanlo a
Dios como un acto de reparación por los pecados por los cuales se ofende, y en súplica por la conversión de los
pecadores. Acepten y soporten con sumisión el sufrimiento que el Señor les enviará”.

Los tres lo cumplieron al pie de la letra con fervor, sin quejarse ni auto compadecerse, con
verdadera alegría y amorosa sumisión. Incluso fueron tan lejos como para inventar varias
formas de mortificarse a sí mismos. Así, alrededor de un año después, estaban listos para
recibir la visita de la reina del cielo. 

«Tendrán mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será su consuelo».


Se les pidió que ofrecieran oración y sufrimiento, en reparación al Sagrado Corazón de Jesús y al
Inmaculado Corazón de María, 

“Mientras Jacinta parecía pensar solo en convertir a los pecadores y en salvar almas de ir al
infierno,

Francisco parecía pensar solo en consolar a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que parecían
tan tristes”. Cuando su prima le preguntó qué le gustaba más, el consolar a Nuestro Señor o
para convertir a los pecadores, él no vaciló: “Prefiero consolar a Nuestro Señor. ¿No recuerdas
lo triste que estuvo Nuestra Señora el último mes cuando ella dijo que no ofendamos más a
Nuestro Señor, porque Él ya estaba muy ofendido? Quiero consolar a Nuestro Señor primero y
luego convertir a los pecadores para que ellos no los ofendan más”.
Cuando los pastores comenzaron a ir a la escuela, Francisco les dijo a las dos niñas: “Miren,
ustedes van a la escuela y yo me quedaré aquí en la iglesia cerca del Jesús, escondido. No vale
la pena aprender a leer. Me voy de aquí pronto al cielo. Cuando vuelvas, llámame”. Por lo
tanto, pasaba horas ante el Sagrado Sacramento, buscando consolarlo y agradar a Dios.

A veces las chicas lo encontraban absorto en detrás de una pequeña pared. Preguntándole qué
estaba haciendo, él respondía: “He estado pensando en Dios. He estado pensando en Nuestro
Señor y en todos los pecados que lo han hecho infeliz. Oh Lucía, si solo yo pudiese consolarlo

Los tres pequeños pastores encontraron mil formas de mortificarse a sí mismos: dar su
almuerzo a los pobres; comiendo raíces amargas; ir sin agua todo el día y sufriendo mucho de
sed; frotando sus cuerpos con ortigas; quedando postrados sobre sus rostros durante horas
mientras recitaban las oraciones que el Angel les había enseñado a ellos y a otras oraciones
que su fervor las había inspirado.

Un día encontraron una cuerda áspera e inmediatamente la ataron alrededor de sus cinturas
debajo de su ropa. Esto era tan incómodo que a menudo no podían dormir. Nuestra Señora
misma tuvo que pedirles que no usaran este instrumento de penitencia en la noche.

Un sacerdote una vez también recomendó que rezaran por el Santo Padre, explicándoles quién
era. Después de esto, agregaron tres Avemarías al final de sus rosarios por las intenciones del
Papa.

Les dio una epidemia de neumonía bronquial que azotó Europa. Incluso en la enfermedad
continúan sacrificándose por los pecadores.

Nuestra Señora le había preguntado a Jacinta si quería permanecer en la tierra por un poco
más de tiempo para continuar sufriendo por la conversión de los pecadores, La generosa niña
había respondido que sí. Por eso, ella fue a dos hospitales donde sufrió mucho y finalmente
murió sola en Lisboa, lejos de su familia.

Pero Nuestra Señora no la abandonó nunca. Ella se le aparecía con frecuencia, instruyéndola,
aconsejándola, mostrándole la situación del mundo y la inminencia de los castigos.

Ella en medio de todas las operaciones porque no le cogía la anestesia tenia que aguantar y
sentir todas las operaciones y en medio de ella decía

Pero, para consolar a quienes la veían sufrir, ella decía: “¡Paciencia! Todos
debemos sufrir para ir al cielo”

El viernes 20 de febrero, Nuestra Señora vino a llevarse a Jacinta:

comenzó a exudar un dulce perfume. Cuando el cuerpo fue llevado a la Iglesia


de Lisboa, las campanas sonaron mientras nadie tiraba de las cuerdas y la
puerta de la torre estaba cerrada”.

Su rostro incorrupto parecía mucho mayor de lo que era en el momento de su


muerte
Estos dos niños murieron, respectivamente, antes de su undécimo y décimo años, sin embargo,
cada uno practicó las tres virtudes teologales y las cuatro cardinales en el grado requerido para
ser elevado a los honores del altar, es decir, heroicamente.

Lucìa
nació el 22 de marzo de 1907 en Aljustrel, aldea de Fátima, y allí, cuando tenía diez años, vio
por primera vez a la Virgen en la Cova de Iría

El día 17 de junio de 1921 ingresó en el Asilo de Vilar (Porte), dirigido por las religiosas de
Santa Dorotea. Después fue para Tuy, donde tomó el hábito y le pusieron el nombre de María
Lucía de Los Dolores.

Hizo su profesión religiosa de votos temporales el 3 de octubre de 1928 y el 3 de octubre 1934


los perpetuos. En el día 24 de marzo de 1948 ingresó en el Carmelo de Santa Teresa en
Coimbra, tomando el nombre de Hermana María Lucía del Corazón Inmaculado. En el día 1 de
mayo de 1949 hizo sus votos solemnes.

La Hermana Lucía vino a Fátima varias veces: el 22 de mayo de 1946; el 13 de mayo de 1967;
en 1981 para dirigir en el Carmelo de Fátima un trabajo de pintura sobre las apariciones;

La Virgen dijo a Francisco y Jacinta que pronto irian al cielo pero Lucia debía quedar en la tierra
para propagar sus mensajes. Así ocurrió. El Papa beatificó a Francisco y Jacinta Marto durante
el año jubilar, 200, en Cova de Iría, en el santuario de las apariciones. Estábamos presentes
unas 700 mil personas en uno de los días mas fríos registrados en el lugar. Allí estaba, junto al
Papa, Sor Lucia.

l infierno es una realidad. Es un fuego sobrenatural y no físico, y no puede ser comparado al


fuego que arde, de madera o de carbón».
Asimismo ofreció un consejo a los sacerdotes acerca de este tema: «Continúen predicando
sobre el infierno porque Nuestro Señor mismo habló del infierno y está en las Sagradas
Escrituras. Dios no condena a nadie al infierno. Dios dio a los hombres la libertad de escoger, y
Dios respeta esa libertad humana»

«Quien no está con el Papa no está con Dios; y quien quiera estar con Dios tiene que estar con
el Papa».

Sor Lucía Dos Santos, falleció el día 13 de febrero, domingo, a los 97 años de edad. 

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