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JOVÉN DISCIPULO MISIONERO

Llamo a los que Él quiso para que estuvieran con Él y para enviarlos a Predicar. (Marcos 3:13-16)

Es el Señor quien te llama: "Ven y Sígueme" (Lucas 18,22)


Jesús te invita, Jesús te llama, en primer lugar, para estar con Él, cuando decides seguir a Jesús, cuando su mirada de amor te ha conquistado
y buscas seguirlo te haces Discípulo del Señor, porque Él así lo quiso, porque sabía que tú le responderías que sí. Es la respuesta inicial de
quien ha escuchado al Señor con admiración.

El Discípulo cree en Él por la acción del Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras de Él. Cambiando su forma de pensar y de vivir; aceptando
la cruz de Cristo con amor y decide seguirlo siempre. Por medio de la oración dialoga con Jesús, en su Palabra lo escucha y lo conoce.

El Discípulo sigue a Jesús en la Eucaristía, en el sagrario, en la confesión, en la misa, en una hora santa, en la comunidad, porque sabe que
solo en El ha encontrado palabras de vida eterna (Juan 6:68), ha descubierto que Jesús es el único el camino, verdad y vida, que nadie va a
Dios Padre si no es por Él. (Juan 14:6)

El Discípulo después de haber estado con Él, a sus pies escuchándolo como María (Lucas 10, 38-39), o recostado en su corazón como el
discípulo amado (Juan 13:23) o después de haberlo abrazado como María Magdalena (Juan 20: 16-17) o después de haberlo encontrado en
un retiro, en un encuentro, en la palabra o en un momento de oración, o a través de un hermano que te acerco a Él. Ahora Jesús te envía a
anunciar su amor y su palabra. A ser Misionero valiente que lo comparte a los demás.

Es el Señor quien te envía a ser su misionero: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación" (Marcos 16: 15-
18).

Ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros». Si no nos convencemos, miremos
a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos
encontrado al Mesías!» (Juan 1,41). La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos
creyeron en Jesús «por la palabra de la mujer» (Juan 4,39). También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso
a predicar que Jesús era el Hijo de Dios» (Hechos 9,20). ¿A qué esperamos nosotros? Seamos Discípulos Misioneros valientes. (Evangelii
Gaudium 120)

«¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todos. El Evangelio no es para algunos sino para todos. No es sólo
para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier
ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos
sientan el calor de su misericordia y de su amor»[94]. Y nos invita a ir sin miedo con el anuncio misionero, allí donde nos encontremos y
con quien estemos, en el barrio, en el estudio, en el deporte, en las salidas con los amigos, en el voluntariado o en el trabajo, siempre es
bueno y oportuno compartir la alegría del Evangelio. Así es como el Señor se va acercando a todos. Y a ustedes, jóvenes, los quiere como
sus instrumentos para derramar luz y esperanza, porque quiere contar con vuestra valentía, frescura y entusiasmo. (Christus vivit 177)

Aun los más débiles, limitados y heridos pueden serlo a su manera, porque siempre hay que permitir que el bien se comunique, aunque
conviva con muchas fragilidades. Un joven que va a una peregrinación a pedirle ayuda a la Virgen, e invita a un amigo o compañero para
que lo acompañe, con ese simple gesto está realizando una valiosa acción misionera. Junto con la pastoral popular juvenil hay,
inseparablemente, una misión popular, incontrolable, que rompe todos los esquemas eclesiásticos. Acompañémosla, alentémosla, pero no
pretendamos regularla demasiado. (Christus vivit, 239)

No tengas miedo porque Dios te acompañara….

Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes
que nacieses, te tenía consagrado: Yo profeta de las naciones te constituí. Yo dije: «¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que
soy un muchacho». y me dijo Yahveh: No digas: «Soy un muchacho», pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande
dirás. No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte -oráculo de Yahveh-. Entonces alargó Yahveh su mano y tocó mi boca. Y
me dijo Yahveh: Mira que he puesto mis palabras en tu boca. Jeremías 1, 5-9

Hay jóvenes que ya no tienen ganas de vivir, que le han perdido sentido a la vida, que ya no sonríen, que se encuentran esclavizados por el
pecado y los vicios, que desde el fondo de su corazón piden auxilio. Hay de mi si no predico el evangelio (1 Corintios 9:16).

El Señor busca a quien enviar, quien quiere ir, digamos como el profeta Isaías Aquí estoy Señor envíame a mí. (Isaías 6:8)

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